Oslo acoge cada año una interesante muestra de películas que provienen de las regiones africana, oriental y latinoamericana. Un ramillete de películas destacadas que ofrecen un panorama quizás no del todo completo, pero sí al menos diverso sobre el cine que se realiza en las regiones del Sur. Nuestro segundo repaso a la edición de 2019 nos invita a reflexiones que tienen que ver con realidades sociales nada complacientes.
Uno de los títulos más interesantes de la programación de este año es el documental mexicano Midnight family (Luke Lorentzen, 2019), multipremiada película que ha pasado por los festivales de Sundance, Sheffield o Estocolmo, y que muestra una realidad que resulta tan aterradora como normalizada para sus protagonistas. En la ciudad de México, solo 45 ambulancias públicas prestan servicio a los más de 9 millones de habitantes de la capital por lo que proliferan servicios autorizados de ambulancias privadas que dan soporte miles de enfermos o heridos, con un coste económico adicional para las familias. Acompañando a la familia Ochoa, cuyos miembros dan parte de este servicio privado, el documental se desarrolla en buena parte en el interior de la ambulancia familiar, y es un ejemplo de docudrama que equilibra con acierto el retrato personal de los miembros de la familia con la realidad social que plantea, a veces tan cruel que deja a seres humanos en el camino. Midnight family consiguió el Premio Doc:South al Mejor Documental.
El director, Luke Lorentzen, en el rodaje de Midnight family. |
Miradas adolescentes
La adolescencia ha estado muy presente en el festival de este año. Por un lado, la producción mexicana Esto no es Berlín (Hari Sama, 2019), premiada en el Festival de Málaga por la Fotografía y el Actor de Reparto, y ya estrenada en España, propone un retrato de la adolescencia rebelde en el México de los años ochenta y aunque funciona mejor a nivel formal, con una acertada visión de la atmósfera y el espíritu de rebeldía de una época difícil, tanto en lo personal para el protagonista, como en lo social, desde el punto de vista narrativo adolece de ciertos altibajos que no terminan de componer unos personajes atractivos a pesar de sus complejidades psicológicas. Sin embargo, se trata de un buen retrato de la adolescencia.
Por otro lado, Niña errante (Rubén Mendoza, 2018) se centra en un viaje de carretera que protagonizan varias hermanas tras la muerte de su padre, y cuya presencia, como consecuencia de su difícil o casi inexistente relación con algunas de ellas, es permanente a lo largo de toda la trama. Más que una road-movie al uso, la película es un dibujo, a veces no del todo bien trazado, en torno al duelo y la ausencia de los seres queridos, aunque éstos no hayan tenido en vida un comportamiento especialmente emocional. Lo bueno de la historia es que no cae en obviedades o descripciones que pudieran resultar tópicas, y en cierto sentido juega más la baza de lo sensorial, aunque al director se le va la mano en cierta mirada erótica que tampoco aporta nada. Ganadora del Silver Mirror a la Mejor Película del Festival.
Niños robados
Dos de las películas del Festival comparten en cierto sentido una temática parecida. La peruana Canción sin nombre (Melina León, 2019) habla, desde su absorbente fotografía en blanco y negro, de una historia basada en la realidad, en torno al robo de bebés y su posterior venta a nivel internacional, en regiones indígenas de Perú. La mirada de Melina León consigue un retrato sincero de cierta juventud que vive aislada y que acaba siendo utilizada para delitos que tenían, en cierto sentido, un escaso interés para las autoridades. Y aunque la película funciona mejor en su argumento central, no termina de cuajar en el retrato de ciertos personajes secundarios, como el periodista gay, que, aunque parecen importantes para la directora (el personaje está basado en su padre, que vivió toda su vida ocultando su homosexualidad, y fue uno de los que destaparon el escándalo de los niños robados), no ofrecen un dibujo lo suficientemente complejo como para que terminen de cuajar como soporte argumental. En el Festival de Estocolmo, que se celebra al mismo tiempo que Film fra Sør y comparte películas en su programación, Canción sin nombre obtuvo los premios a la Mejor Película, Mejor Fotografía y Mejor Actriz.
Uno de los documentales de mayor resonancia este año está siendo One child nation (Zhang Lynn, Nanfu Wang, 2019), una mirada a la época en la que el Partido Comunista decretó que en China las familias solo podían tener un hijo. Premiada con Gran Premio al Mejor Documental en el Festival de Sundance, es una de las películas que suenan como posibles candidatas al Oscar. La directora, Nanfu Wang, cuenta en primera persona su experiencia como hija mayor de una familia que aceptó con orgullo el decreto de las autoridades, aunque finalmente acabaron teniendo otro hijo. Esta absurda iniciativa política, que trataba de corregir la superpoblación y acabó teniendo consecuencias peores, acabó desembocando también en el tráfico de bebés, por parte de familias que, para cumplir el precepto se deshacían de sus posteriores hijos, muchas de ellas niñas vendiéndolas a centros de adopción. La codirectora del documental, Zhang Lynn, estuvo presente en el Festival, y explicó las dificultades y cierto peligro que supuso el rodaje del documental en China, especialmente después de que su compañera de dirección, fuera investigada por las autoridades chinas tras el estreno de s anterior documental, Hooligan sparrow (Nanfu Wang, 2016), sobre activistas chinos perseguidos por el gobierno.
One child nation no termina de ofrecer una visión poliédrica de la realidad porque, quizás, su enfoque personal es al mismo tiempo uno de sus mayores lastres, pero se trata de un documental bien estructurado que nos recuerda la podredumbre tras la superficie de una país aparentemente hegemónico en materia económica. En el Festival de Estocolmo, One child nation consiguió el Premio al Mejor Documental.
Clausura
Para cerrar Film fra Sør se proyectó la película brasileña Divino amor (Gabriel Mascaro, 2019), una suerte de reflexión en torno a la relación entre la religión y la pareja que contiene toques de ciencia-ficción (se desarrolla en el Brasil del 2027) y propone una psicodélica mirada futurista que está marcada por una puesta en escena espectacular, pero con contenido más que cuestionable. El director no logra desarrollar con acierto un planteamiento que resulta interesante de entrada, y acaba ofreciendo una especie de visión seudoerótica del mundo de las parejas que termina siendo aburrida y repetitiva.
Niña errante se puede ver en Filmin
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