Como cada año, ña capital noruega acoge el festival de cine Film fra Sør, una mirada hacia las cinematografías del Sur, entendiendo como tal los países africanos, orientales y sudamericanos. Es un interesante, aunque a veces irregular reflejo del cine que se está haciendo en estos países, algunos de ellos con soporte económico de los países escandinavos, en general comprometidos con la cultura de recursos escasos.
La mirada de Film fra Sør está muy centrada en las temáticas sociales y sobre todo en los puntos de vista femeninos en torno a estos temas, lo que resulta positivo por un lado, pero también circunscribe excesivamente la selección de películas. Más del 80% de las producciones que se proyectan en el festival están dirigidas por mujeres, pero no siempre la calidad acompaña a esta selección.
Este año el principal protagonista del festival fue el cine de Corea del Sur, casi siempre interesante en su reflejo de la sociedad, pero al mismo tiempo con una capacidad envidiable para introducir elementos de género en sus películas. Un ejemplo claro es el cine de Park Chan-wook, responsable de grandes títulos como Old boy (2003), Thirst (2009), La doncella (2016) o la adaptación televisiva de La chica del tambor (AMC, 2018). Su presencia en el festival sirvió como contrapunto a un ciclo en torno a casi toda su filmografía, una mirada al reciente cine coreano y la inauguración del festival con una de las películas más notables del año, la inclasificable Parasite (Bong Joon Ho, 2019), estrenada ya en España, y un ejemplo claro de ese cine en el que se dan la mano la perspectiva social en torno a las diferencias entre pobres y ricos y el cine de género (aquí entre el terror y el thriller), que dan como resultado joyas como esta.
Parasite (Bong Joon Ho, 2019) |
Pero el cine coreano es también experto en producciones de género que no necesariamente pasan por una lectura social, sino que son elaborados entretenimientos sin otras pretensiones pero realizados con una inteligencia y un ritmo que superan con creces a las grandes producciones de Hollywood. Es el caso de The gangster, the cop and the devil (Won-Tae Lee, 2019), una de estas producciones frenéticas en torno a un serial killer que tiene como mejor reclamo al actor Don Lee, corpulento intérprete que maneja con soltura los papeles en los que tiene que demostrar su fortaleza física y emocional. En el lado contrario de este cine oriental con vocación de cine negro se encuentra El lago del ganso salvaje (Yi´nan Diao, 2019), una suerte de thriller que se toma mucho más en serio a sí misma que la anterior. Su presencia en la Sección Oficial del Festival de Cannes es comprensible, tanto en cuanto se trata de una película que tiene una clara influencia de la Nouvelle Vague francesa, y también retazos formales de las películas de Kim-ki Duk, pro esta historia de gángsters contada con una estructura elíptica, provoca más tedio que interés, y resulta demasiado egocéntrica como para que nos la acabemos tomando en serio.
Miradas al pasado
Quizás la selección más interesante del festival sea la que nos ofrece una muestra del reciente cine latinoamericano. En este sentido, han estado presentes (y hubiera sido interesante que lo hubieran estado físicamente también), dos nombres destacados del cine hablado en español. Por un lado el mejicano Arturo Ripstein, que hacía ya varios años que no estrenaba película, y que ha logrado otra de sus grandes obras con El diablo entre las piernas (Arturo Ripstein, 2019), una película que contiene esos elementos característicos de su cine, siempre provocador a pesar de su clasicismo. Con ese blanco y negro que tanto le atrae, esta historia en torno a una relación amorosa ponzoñosa y dañina, es una de sus obras maestras, con un guión espléndido de Paz Alicia Garciadiego, y con un lenguaje lleno de pasión sexual que, aún hoy en día, acaba resultando escandaloso para algunos espectadores, lo cual revierte en sus aspectos positivos. Es también un reflejo de algunas relaciones enfermizas en una época determinada en la que la mujer jugaba un papel secundario en sus relaciones sentimentales.
Esta posición social de la mujer se refleja bien asimismo la producción brasileña La vida invisible de Eurídice Gusmāo (Karim Aïnouz, 2019), un melodrama de más de dos horas de duración pero que están tan bien estructurado y tan bien contado que no resulta en absoluto tediosa. La separación de dos hermanas por circunstancias que tienen que ver con su relación con los hombres es el argumento principal de la película, pero sobre todo esta historia dolorosa y terrible, que cuenta con una una maravillosa intervención de la mítica actriz Fernanda Montenegro (nominada al Oscar por Estación Central de Brasil, (Walter Salles, 1998)), habla de esos sueños no cumplidos por mujeres sometidas finalmente a una posición social de madres y esposas. Se trata sin duda de una de las películas más emocionantes y bien realizadas que hemos visto este año.
Otro de los nombres notables del cine latinoamericano, en este caso en el género documental, es el chileno Patricio Guzmán, director de películas de gran resonancia internacional como la trilogía La batalla de Chile (1975, 1976, 1979) o El caso Pinochet (2001). Desde su exilio en Francia tras la dictadura, Patricio Guzmán cierra una nueva trilogía documental con La cordillère des songes (2019), que sigue a esos recorridos reflexivos en torno a su Chile natal que fueron Nostalgia de la luz (2010) y El botón de nácar (2015). El género documental que practica Patricio Guzmán está expresado en primera persona y en algunos momentos puede resultar demasiado obvio. Ocurre en parte esta circunstancia en La cordillera de los sueños, un regreso a ese Chile atravesado con la cordillera de los Andes, que al mismo tiempo sirve como protección, pero al mismo tiempo, como elemento aislante de una sociedad enfrentada durante muchos años a las terribles consecuencias de tener como gobernante a un asesino en serie. Y al final el documental se va escorando hacia estos recuerdos en torno a la dictadura de Pinochet y su presencia aún en un país que no ha terminado de cerrar las heridas del pasado. Esta mirada es zozobrante y errática, pero también funciona como retazos de la memoria que quizás, en su traslación al cine, hubiera necesitado una estructura más elaborada.
La vida invisible de Eurídice Gusmāo se estrena en España el 22 de noviembre
El lago del ganso salvaje se estrena en España el 24 de enero
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