El talante de Ángeles González Sinde ya estaba en entredicho tras ningunear a las asociaciones de internautas cuando se redactó la tan polémica Ley Sinde. Ahora lanza una campaña en contra de Álex de la Iglesia, cuyo único pecado ha sido escuchar, reflexionar y ser coherente.
En el mes de diciembre, cuando la Ley Sinde fue tumbada en su primer trámite parlamentario, la posición de Álex de la Iglesia era de defensa explícita de la Ley Sinde: "Si se follan una película en Internet durante la primera semana de su estreno, esa cinta ya no levanta cabeza". El varapalo que sufrió la tramitación, y que ya se sabía que iba a ser momentáneo (la política es así, sólo tienes que acariciar al político de turno para que te acabe lamiendo los pies), dio a todos (creadores, Ministerio de Cultura, Academia de Cine...) la posibilidad de iniciar un diálogo con los internautas.
Curiosamente, el único que llegó a hacerlo con convicción fue Álex de la Iglesia. Y su diálogo provocó un cambio de postura radical. De todas formas, tampoco había que ser un lumbreras para saber lo que todos los que estamos en contra de esta Ley arbitraria afirmamos: no se trata de defender un delito, ni de que internet se convierta en la barra libre de la cultura, sino de acercarse a una realidad que es la que es. Por mucho que la SGAE, el Ministerio de Cultura y algunos creadores hayan hecho una campaña de comunicación que ha costado millones de euros para que se acaben instalando términos falaces como "descargas ilegales", cuando en realidad, no existen las descargas "ilegales". Descargar o compartir archivos (películas, música, fotografías...) es perfectamente legal siempre que no exista ánimo de lucro.
El cambio de actitud de Álex de la Iglesia frente a la Ley Sinde significa algo que parece claro: sólo hay que escuchar y conversar con los internautas para entender su postura. Lo cual nos hace preguntarnos: ¿ha escuchado y dialogado la ministra con los internautas? ¿Han escuchado y dialogado los creadores con los internautas?
El anuncio de dimisión de Álex de la Iglesia como presidente de la Academia de Cine parece coherente, y no tiene por qué ser malentendida. Como responsable de una institución, sus palabras representan a quienes la conforman, y una postura en contra de la Ley Sinde que él sabe que muchos miembros de la Academia no comparten, resultaría incómoda para muchos.
La dimisión anunciada por Álex de la Iglesia ha puesto de manifiesto otra cosa. Las oscuras artimañas de Ángeles González Sinde y su cohorte para evitar que Álex de la Iglesia presida la ceremonia de los Premios Goya, presionando para que deje su cargo antes. Esas mismas artimañas que el anterior director del ICAA, Ignasi Guardans, dejó caer en declaraciones posteriores a su dimisión, en relación con las subvenciones de cine. Curioso, la ministra no sólo es la que ha sido rebatida por la propia Unión Europea en relación al canon digital, sino también la que va dejando cadáveres a su paso. Primero Ignasi Guardans, harto de las intromisiones en las subvenciones; después Álex de la Iglesia, crítico con la ley con la que se ha encoñado la ministra.
Que el actual director del ICAA, Carlos Cuadros, se haya dedicado estos días, según el periódico El País, a hablar con algunos miembros de la Junta Directiva de la Academia de Cine para conseguir echar de una patada al presidente que les ha salido rana, es una muestra de su condición de perrito faldero de la ministra. Y todo para que la Sinde no se sienta incómoda cuando asista a la gala.
Lamentablemente para ella, Álex de la Iglesia asistirá como presidente a la ceremonia (tras la decisión tomada esta tarde por la Junta Directiva de la Academia), y hasta es posible que acabe recogiendo algunos Goya por su película Balada triste de trompeta. O quizás el Ministerio de Cultura y el ICAA también estén haciendo campaña para evitar que la película del subversivo se lleve los premios que se pueda merecer. Al final, los premios Goya volverán a ser interesantes, más que por su carácter cinematográfico, por circunstancias ajenas a la profesión.
Lo que está claro es que no podemos esperar que un tipo tan diplomático como Álex de la Iglesia (que sólo muestra su mala leche en sus irregulares pero personales películas) nos sorprenda con un discurso vitriólico. Y desgraciadamente aquí tampoco tendremos como presentador a un Ricky Gervais que tenga cojones de sacar buenos chistes sobre la Ley Sinde y la ministra incómoda, sino a un Andreu Buenafuente que prefiere el humor blanco que no moleste a nadie. Un impuesto que hay que pagar por ser empresario de La Sexta.
Lo que está claro es que no podemos esperar que un tipo tan diplomático como Álex de la Iglesia (que sólo muestra su mala leche en sus irregulares pero personales películas) nos sorprenda con un discurso vitriólico. Y desgraciadamente aquí tampoco tendremos como presentador a un Ricky Gervais que tenga cojones de sacar buenos chistes sobre la Ley Sinde y la ministra incómoda, sino a un Andreu Buenafuente que prefiere el humor blanco que no moleste a nadie. Un impuesto que hay que pagar por ser empresario de La Sexta.
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