La moda de los remakes vuelve a los cines. Muchas veces con resultados mediocres, como El equipo A, y también con tanta ambición como escaso sentido del ridículo, como en The karate kid.
A una película que toma como base otra película o serie anterior lo mínimo que se le puede pedir es que tenga al menos la honestidad para plantear aspectos diferentes sin menospreciar los valores de la original. Cuando la intención, sin embargo, es tratar de superar el original a base de alargar la duración, aumentar cierta espectacularidad e introducir tramas paralelas porque sí, hay que ser muy talentoso para encontrar el punto adecuado de equilibrio entre la infidelidad al original y cierto aire referencial. En el caso de El Equipo A la fórmula pasa por parecerse lo suficiente a la serie (los personajes y ese aire alocado que tenía) pero tratando de ofrecer lo que aquélla no podía. El resultado es decepcionante porque, en la búsqueda de la acción por la acción, la película se acaba convirtiendo en una retahíla de vaivenes sin sentido que termina por aburrir.
El caso de The karate kid es peor. La película original no es que fuera una maravilla, pero tenía esa mezcla adecuada entre lo comercial para un público juvenil y la condición de producto con pretensiones de encontrar un lugar en el panorama cinematográfico. Y sin duda lo consiguió. Ahora, esta versión actualizada llega con cambios y con una propuesta que pasa por tratar de ofrecer un producto más acorde con los nuevos tiempos.
Algunos de estos cambios no se entienden, la verdad. Que se haya sustituido a un adolescente por un niño de 12 años sólo se explica por dos razones: 1. Porque se busca "infantilizar" el argumento; 2. porque es la edad que tiene el hijo de Will Smith y Jada Pinkett Smith, los productores. Sea uno u otro caso, y por mucho que sitúen la trama en un país donde el protagonista se siente desplazado, el cambio no tiene demasiada justificación. Se ha dicho que en esta película por fin se ven peleas de verdad, no como las que se mostraban en las cintas originales. Sin embargo, precisamente el hecho de rebajar la edad del protagonista acaba siendo un lastre para los combates, que resultan sosos y sin efectividad dramática.
Tanto los productores como el director han conseguido, eso sí, algo que parecía imposible. Que la película resulte aburrida en buena parte de su metraje. Entre tramas tontas de pseudo enamoramiento interracial, lloriqueos varios de integración difícil y postalitas turísticas de China, la película sólo levanta el vuelo cuando aparece Jackie Chan, ese clásico del cine comercial a pesar de sus notables despropósitos en los últimos años, que sin embargo, acaba siendo el mejor sucesor de Pat Morita.
Lo de trasladar la historia a China es otra sinrazón. Por un lado, por la muy comentada contradicción con el título, ya que el protagonista acaba practicando kung-fú (el arte marcial chino). Y uno se pregunta si no hubiera sido más fácil que la historia se hubiera desarrollado en Japón (cuna del kárate), y así no habría ningún problema.
Lástima querer hacer un remake más ambicioso, espectacular y comercial que el original y quedarse sólo en una película más larga, tediosa y pretenciosa que la antecesora.
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