Dos recientes títulos que vuelven a reunir cine y fútbol consolidan la visión inglesa como la más diáfana en torno a los entresijos de un deporte que es algo más que un deporte.
El cine inglés es quizás el que ha sabido dar mejores títulos sobre el mundo del fútbol, en un acercamiento entre cine y deporte que en muchas ocasiones no ha encontrado el punto de equilibrio adecuado. Curiosos policíacos como The Arsenal Stadium mistery (1939), de Thorold Dickinson o inteligentes incursiones en el submundo hooligan como I.D. (1995), de Philip Davis, logran resultados que otras cinematografías (incluida la española) han conseguido sólo ocasionalmente.
Dos recientes títulos que vuelven a unir cine y fútbol consolidan la visión inglesa como la más diáfana en torno a los entresijos de un deporte que es algo más que un deporte. Por un lado, la ya estrenada en España The Damned United (2009), dirigida por Tom Hooper. Para situarnos en el interés que a priori (más tarde confirmado) tiene este título sólo hay que nombrar al guionista y el actor principal. Porque el escritor Peter Morgan es sin duda alguna uno de los mejores guionistas del cine europeo, que ha sabido diseccionar con destreza el mundo del poder, bien en el oscarizado perfil de la reina de Inglaterra, The Queen (2006): bien en el enfrentamiento político-periodístico de Frost contra Nixon (2008); bien en el certero retrato del laborista Lord Longford en la miniserie de HBO Longford (2006), a la sazón también dirigida por Tom Hooper. Se trata de un escritor de capacidad innata para trazar lecturas casi shakesperianas de las obras que adapta. Y atención porque Peter Morgan será el encargado de escribir el guión de la próxima entrega de la serie de James Bond, que desde luego vuelve a recobrar interés con guionistas como éste.
El otro nombre a destacar en The Damned United es el de Michael Sheen, uno de los más eclécticos actores británicos que ha protagonizado parte de los títulos más destacados escritos por Morgan (fue Tony Blair en The queen, el periodista Martin Frost en Frost/Nixon, y aquí el entrenador carcomido por el odio y la venganza). Y, no lo olvidemos, también es el licántropo protagonista de la saga de Underworld, quizás el único personaje con cierta solvencia de la serie.
The Damned United utiliza el fútbol como excusa para hablar nuevamente de la lucha de poderes, de la savia nueva frente a la vieja escuela, de formas diferentes de vivir la pasión por un deporte, a través de la historia del que está considerado como mejor entrenador de la historia del fútbol inglés. Lo de los logros de este entrenador es lo que menos me interesa como espectador de la sinrazón que produce el fútbol en sus seguidores todos los fines de semana, que miro con distancia y humor. Pero es de tal calibre la escritura del guión, de tal altura la interpretación de los actores, de tal destreza el trabajo de dirección, que resulta sin duda una visión diferente de un deporte tan popular.
Por su parte, Ken Loach (y especialmente el guionista Paul Laverty) son dos de esos apasionados seguidores del fútbol, y ya han tratado el tema aunque de forma tangencial en películas como Mi nombre es Joe (1998). En Buscando a Eric (2009), que inaugura el día 23 la Semana de Cine de Valladolid, consiguen crear un cuento sencillo pero de profunda carga emotiva, y desde luego vuelven a engancharme como espectador tras sus mediocres películas anteriores.
Porque a Ken Loach y Paul Laverty les pierde en ocasiones su tendencia al maniqueismo ideológico y su empeño en darnos discursitos sociales. A mí títulos como Tierra y libertad, El viento que agita la cebada o En un mundo libre me resultan incluso molestos por su empeño en aleccionar al espectador. Por eso, cuando veo al protagonista de Buscando a Eric, perdido en la mediocridad de su vida, conseguir un aliento de esperanza cuando se le aparece la figura de su ídolo Eric Cantona (convertido en consejero hetéreo), me dejo llevar por la historia (que puede ser obvia, pero sin duda resulta efectiva) y por ese canto a la solidaridad que destilan los amigos forofos del Manchester United. Y acabo creyendo incluso en ese sentimiento de compañerismo del que algunos aficionados me han intentado convencer como seña de identidad de la pasión futbolística.
Buscando a Eric nos devuelve a ese Ken Loach que sabe contar historias sin aspavientos, con sentido del humor, trabando los sentimientos con inteligencia, trazando personajes de profunda vida interior.
Dos recientes títulos que vuelven a unir cine y fútbol consolidan la visión inglesa como la más diáfana en torno a los entresijos de un deporte que es algo más que un deporte. Por un lado, la ya estrenada en España The Damned United (2009), dirigida por Tom Hooper. Para situarnos en el interés que a priori (más tarde confirmado) tiene este título sólo hay que nombrar al guionista y el actor principal. Porque el escritor Peter Morgan es sin duda alguna uno de los mejores guionistas del cine europeo, que ha sabido diseccionar con destreza el mundo del poder, bien en el oscarizado perfil de la reina de Inglaterra, The Queen (2006): bien en el enfrentamiento político-periodístico de Frost contra Nixon (2008); bien en el certero retrato del laborista Lord Longford en la miniserie de HBO Longford (2006), a la sazón también dirigida por Tom Hooper. Se trata de un escritor de capacidad innata para trazar lecturas casi shakesperianas de las obras que adapta. Y atención porque Peter Morgan será el encargado de escribir el guión de la próxima entrega de la serie de James Bond, que desde luego vuelve a recobrar interés con guionistas como éste.
El otro nombre a destacar en The Damned United es el de Michael Sheen, uno de los más eclécticos actores británicos que ha protagonizado parte de los títulos más destacados escritos por Morgan (fue Tony Blair en The queen, el periodista Martin Frost en Frost/Nixon, y aquí el entrenador carcomido por el odio y la venganza). Y, no lo olvidemos, también es el licántropo protagonista de la saga de Underworld, quizás el único personaje con cierta solvencia de la serie.
The Damned United utiliza el fútbol como excusa para hablar nuevamente de la lucha de poderes, de la savia nueva frente a la vieja escuela, de formas diferentes de vivir la pasión por un deporte, a través de la historia del que está considerado como mejor entrenador de la historia del fútbol inglés. Lo de los logros de este entrenador es lo que menos me interesa como espectador de la sinrazón que produce el fútbol en sus seguidores todos los fines de semana, que miro con distancia y humor. Pero es de tal calibre la escritura del guión, de tal altura la interpretación de los actores, de tal destreza el trabajo de dirección, que resulta sin duda una visión diferente de un deporte tan popular.
Por su parte, Ken Loach (y especialmente el guionista Paul Laverty) son dos de esos apasionados seguidores del fútbol, y ya han tratado el tema aunque de forma tangencial en películas como Mi nombre es Joe (1998). En Buscando a Eric (2009), que inaugura el día 23 la Semana de Cine de Valladolid, consiguen crear un cuento sencillo pero de profunda carga emotiva, y desde luego vuelven a engancharme como espectador tras sus mediocres películas anteriores.
Porque a Ken Loach y Paul Laverty les pierde en ocasiones su tendencia al maniqueismo ideológico y su empeño en darnos discursitos sociales. A mí títulos como Tierra y libertad, El viento que agita la cebada o En un mundo libre me resultan incluso molestos por su empeño en aleccionar al espectador. Por eso, cuando veo al protagonista de Buscando a Eric, perdido en la mediocridad de su vida, conseguir un aliento de esperanza cuando se le aparece la figura de su ídolo Eric Cantona (convertido en consejero hetéreo), me dejo llevar por la historia (que puede ser obvia, pero sin duda resulta efectiva) y por ese canto a la solidaridad que destilan los amigos forofos del Manchester United. Y acabo creyendo incluso en ese sentimiento de compañerismo del que algunos aficionados me han intentado convencer como seña de identidad de la pasión futbolística.
Buscando a Eric nos devuelve a ese Ken Loach que sabe contar historias sin aspavientos, con sentido del humor, trabando los sentimientos con inteligencia, trazando personajes de profunda vida interior.
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