Alberto Rodríguez parece empeñado en encontrar las claves que de alguna forma definan los tiempos y las realidades de una sociedad que a su vez se nos muestra como fragmentada.
Alberto Rodríguez se apunta al carro del cine-puzzle, el retrato fragmentado de una narración que se divide en tres historias con una juerga como trama principal en torno a tres representantes de una generación desorientada. La historia de After se concentra en tres amigos que se reúnen tras un año sin verse e inician una noche de farra que les acabará dando de bruces con sus vidas descentradas. Hay que reconocerle a Alberto Rodríguez que ha alcanzado ese oficio de director que sabe manejar el tempo de la acción y sabe extraer de sus personajes momentos de verdad.
Alberto Rodríguez se apunta al carro del cine-puzzle, el retrato fragmentado de una narración que se divide en tres historias con una juerga como trama principal en torno a tres representantes de una generación desorientada. La historia de After se concentra en tres amigos que se reúnen tras un año sin verse e inician una noche de farra que les acabará dando de bruces con sus vidas descentradas. Hay que reconocerle a Alberto Rodríguez que ha alcanzado ese oficio de director que sabe manejar el tempo de la acción y sabe extraer de sus personajes momentos de verdad.
After tiene elementos en común con 7 vírgenes, por eso de convertirse en retrato de una generación (ésta más perdida si cabe que la otra), y en ese sentido Alberto Rodríguez parece empeñado en encontrar las claves que de alguna forma definan los tiempos y las realidades de una sociedad que a su vez se nos muestra como fragmentada.
Esta última película (la cuarta de su director) me desorienta. Reconozco cierta valentía a la hora de convertir una anécdota en un juego temporal de emociones y desencuentros. Pero también reconozco que, a pesar de pertenecer a la misma generación que los protagonistas, me siento a años luz de sus frustraciones y su autodestrucción. No termino de encontrar el interés de sus historias íntimas (las que se nos cuentan como contrapunto de la juerga central), y sólo en algunas ocasiones (aquellas en las que vemos su lado más patético, pero también su perfil más desolador, representado acertadamente por un sorprendente Guillermo Toledo) consigo acercarme a ellos.
No ayuda a este interés la descomposición narrativa a la que hacía referencia, y mucho menos el artificio del cruce de caminos (ese perro, elemento sobrante que me saca de la historia y me acaba resultando molesto por su obviedad. ¿Un perro perdido y herido? ¿No había otro recurso menos explícito?).
En After (juego de definiciones en el que podemos encontrar la referencia a los locales nocturnos, pero también a la propia trayectoria vital de los protagonistas) hay momentos de lograda representación de personalidades complejas (ahí juega un papel fundamental la excelente, descriptiva y casi psicológica fotografía de Álex Catalán), pero acaba resultando reiterativa y anodina. Al segundo saltito de los protagonistas en la discoteca ya estoy deseando que la noche se acabe, aunque lo hagan al son de los acordes del absorbente Micah P. Hinson y su Beneath the rose. Sobre todo porque el personaje femenino me resulta el más elemental de todos, y el último fragmento, cuando ya prácticamente está compuesto (descompuesto) el puzzle, me parece el más insustancial.
After no es una película fácil, y por ahí reconozco su mayor mérito. Pero se trata de una propuesta arriesgada que no alcanza el equilibrio necesario para construir una obra compleja y completa.
Estreno en España: 23 de octubre
Estreno en España: 23 de octubre
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