04 septiembre, 2009

La locura de la vida

El cine a veces pasa factura. El asesinato del fotógrafo transmutado en realizador de un documental impactante Christian Poveda, es un ejemplo de cómo hacer según qué tipo de cine puede acabar en un trágico final. 

Cuando Christian Poveda realizó un reportaje fotográfico sobre miembros de una de las maras (bandas callejeras) más violentas de El Salvador para la revista Paris Match, las vidas de sus componentes acabaron seduciéndole hasta el punto de convivir con ellos durante un año y medio para realizar el documental La vida loca (2008), un retrato de la condición humana de una generación descendiente de emigrantes frustrados que no conocen más forma de vida que la de ejercer por la fuerza su derecho a vivir, por encima de las leyes y las reglas mínimas de convivencia. 

Las maras surgieron en Los Angeles, por las disputas entre bandas de mexicanos y salvadoreños muchos de los cuales fueron deportados por Estados Unidos a su país después de la guerra civil de El Salvador, a principios de los noventa. Mara proviene de "marabunta", una especie de hormiga que habita el Amazonas brasileño, y su representación callejera se ha convertido en El Salvador en la causante del 60% de las muertes violentas que se producen cada año, con una media de una docena de asesinatos al día. En El Salvador, pero también en Honduras y México, las maras son un grave problema, pero también actúan entre los emigrantes que viven en países como Estados Unidos o España. 

La mara 18 es una de las más violentas y numerosas, y miembros de esta pandilla son los protagonistas del documental de Christian Salvador. La vida loca trata de ofrecer una visión positivista y optimista, hablando de los vehículos de reinserción de estos delincuentes, a los que se acogen muchos de ellos tras años de cárcel, y se adentra también en sus preocupaciones y sentimientos. O al menos hasta el límite que le permiten estos "machitos" que desde luego no dejan traslucir ni un ápice de compasión, excepto cuando uno de ellos es asesinado. La película suscitó un importante debate en su país, porque muchos espectadores no entendían cómo se podía ofrecer esta visión paternalista de los violentos. 

Aunque como documental tiene importantes carencias, sobre todo por una estructura que resulta repetitiva y por su incapacidad para adentrarse algo más a fondo en la sinrazón de la violencia, La vida loca impacta, como otros documentos del mismo género, por la sorprendente asimilación de la muerte como forma de vida, y contiene algunos momentos especialmente duros. Otros, sorprendentes, como cuando el principal responsable de una ONG dedicada a ofrecer medidas de reinserción a los miembros de las maras dándoles un trabajo digno, acaba siendo encarcelado... por asesinato. 

 
Desgraciadamente, la muerte de Christian Poveda le ha dado a su película la trascendencia que hasta ahora no había conseguido, ya que sólo se había visto en festivales como el de San Sebastián. Sobre todo porque se produce pocos días antes del estreno oficial en Francia (país coproductor), previsto para el 30 de septiembre. Y en El Salvador, dos días después de su asesinato, las copias ilegales de La vida loca han vuelto a circular por las calles y se ha convertido en objeto de deseo de miles de espectadores. 

Cristian Poveda había sido amenazado por otras maras rivales de la 18, y posiblemente sean éstas las causantes de su muerte. Pero, aunque podría parecer previsible, el asesinato de este excelente fotógrafo nos devuelve la reflexión sobre hasta qué punto retratar la vida como es puede acabar resultando un arma de doble filo. 

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