21 noviembre, 2010

Revolución: La mirada triste de México

El estreno simultáneo a través de las ventanas de proyección de internet de la película Revolución nos permite acercarnos a la mirada que jóvenes cineastas lanzan en torno a la situación actual de México y lo que ha quedado de aquel grito de libertad de principios del siglo XX. La respuesta es desalentadora.

Revolución es una propuesta en torno a la celebración del Centenario de la revolución mexicana que reúne a 10 jóvenes directores para elaborar un ramillete de historias en forma de cortometraje que reflexionan sobre la permanencia de esos ideales en el México actual. Es importante recalcar el hecho de que se trata de reflexiones que plantean cineastas de una generación que resulta lejana a aquella que protagonizó el levantamiento contra los abusos del gobierno de Porfirio Díaz. Y es relevante también que el estreno de esta película no se produzca en los circuitos tradicionales de exhibición (aunque previamente pasó por los festivales "tradicionales" de Berlín y Cannes) sino en las nuevas ventanas de distribución que, precisamente, están revolucionando la forma de acercarse al cine.

A través del canal Mubi en Youtube, Playstation 3 y la web oficial, la película se ha presentado en todo el mundo como un estreno inusual que al mismo tiempo la acerca, especialmente, a los miles de mexicanos que no tienen capacidad económica para acceder a las salas cinematográficas. Una interesante iniciativa que nos plantea, cada vez con más asiduidad, que es posible llegar a más espectadores marcando una forma diferente de ver el cine.

En todo caso, una vez vistos los cortometrajes, que como suele suceder tienen un interés dispar, lo que les une a todos es una especie de tristeza generalizada que nos plantea la realidad más dura: el México de la actualidad poco se diferencia de aquél contra el que lucharon los revolucionarios. O lo que es lo mismo: a la vuelta de cien años, México ha regresado al principio. Solo que ahora pocos piensan que los mexicanos sean capaces, o simplemente quieran, luchar contra el gobierno que les asfixia y la situación social que les amenaza. La realidad que plantea La tienda de raya de Mariana Chenillo (Cinco días sin Nora (2008)) es bastante significativa: mientras antes de la revolución a muchos campesinos se les pagaba con bonos que debían gastar en las tiendas de los propios terratenientes, en la actualidad algunas empresas pagan a sus empleados parte del sueldo en bonos para comprar en sus supermercados.

Tampoco resulta esperanzador el recurso visual que propone el español Amat Escalante (Los bastardos (2008)) en El cura Nicolás colgado, quizás una de las reflexiones más duras que se hacen en toda la película. Como si nada hubiera ocurrido, como si todo hubiera comenzado de nuevo. Carlos Reygadas (Luz silenciosa (2007)) plantea también, a su manera, una triste realidad: "La revolución es pura mitología e ideología". En Este es mi reino nos introduce en una fiesta de la anarquía en la que pudientes personalidades y campesinos pobres se comportan como salvajes. La revolución del infierno.

Ya sea en forma de reinvención berlanguiana (La bienvenida, de Fernando Eimbcke) o como comedia negra (Lindo y querido, de Patricia Riggen), los directores nos hacen una pregunta a lo largo de todo el metraje: ¿Hay algo que celebrar? Una pregunta que los mexicanos tendrán que responder pero, por las propuestas que nos hacen estos directores de una generación de cineastas "revolucionarios", parece que la respuesta está bastante clara. Rodrigo Plá (La zona (2007)) también lo presenta con especial clarividencia en su corto 30/30, en el que muestra la desesperante e hipócrita celebración de la Revolución en un gran festejo donde todos tienen la palabra, excepto el revolucionario. "La Revolución", dice Rodrigo Plá , "se ve bonita en fotos".

Gerardo Naranjo nos plantea el lado más violento de la revolución a través de una metáfora con algunas dosis de ironía sobre ese México que nos da la bienvenida a un infierno de sangre y cemento (R-100). Mientras, Gael García Bernal como director en Lucio, nos acerca a la sinrazón de unas tradiciones o creencias selladas en la educación con el clamor de la imposición, que acaba consiguiendo el efecto contrario, el de la rebeldía. Diego Luna presenta en Pacífico una reflexión sobre los hijos de esa revolución, o mejor dicho, sobre la imposibilidad de los padres por comunicarse con sus hijos. Y finalmente Rodrigo García (Nueve vidas (2005)) nos desvela en su poema visual rodado en cámara lenta, La 7th y Alvarado, la llegada de los fantasmas del pasado a una comunidad mexicana que no habita en México, sino en un barrio de Los Angeles. Los hijos de la revolución forman parte ahora del mestizaje con los Estados Unidos, pero ni siquiera son capaces de ver, de vislumbrar, las sombras de quienes les llevaron a su condición de personas.

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