La adaptación al cine del que está considerado como uno de los clásicos de la literatura infantil no ha sido tarea fácil. Desde los primeros test que realizó Disney cuando se pretendía que fuera una película de animación (la primera escena de la película es una referencia directa a estas pruebas), hasta los continuos problemas surgidos entre las pretensiones de Warner Bros. y las intenciones de Spike Jonze han convertido a Donde viven los monstruos en un proyecto agónico a punto de ser cancelado en varias ocasiones.
El más claro ejemplo de esta disociación lo tenemos en ese rumor/leyenda que cuenta que la productora quiso volver a rodar la película completa después de que algunos niños salieran de un test-screening llorando. Cierto o no, resulta casi halagador para la visión adulta de Spike Jonze hacia la mirada inocente de un niño.
El resultado, en todo caso, una vez imbricado el interés comercial/familiar de la Warner con el propósito realista de Spike Jonze, es de una profundidad emocional notable. Y posiblemente se trata de uno de los mejores retratos de la vida interior de un niño que se haya visto en mucho tiempo. Cierto es que a algunos espectadores les parece anodina y poco emocionante. Sin embargo, no encuentro ni una ni otra cosa en esta entrañable historia de imaginación delirante, que me parece emotiva y entretenida. Que Spike Jonze no iba a hacer una típica película para niños estaba claro desde que el propio autor del libro, Maurice Sendak, lo sugirió como director. Que su visión en torno a este niño hiperactivo que se esconde del mundo adulto en su propio universo (el iglú destrozado por los adolescentes, la fortaleza construída) resultaría poco complaciente y desde luego no apta para el público infantil parecía también bastante claro.
Donde viven los monstruos nos introduce en la imaginación del niño protagonista (insustituible el actor Max Records, sutil, emocionante, conmovedor su trabajo) para confrontarla con una realidad agresiva. Y Spike Jonze consigue en los primeros minutos describir con acierto esa amenazadora materialidad que le rodea (esa descripción de la agonía del sol). O cómo un paquete de maiz congelado puede esconder un trasfondo emocional tan profundo.
Uno de los elementos más controvertidos de la adaptación es la representación de los "monstruos" que habitan la imaginación de Max. Que se haya escogido a la factoría de Jim Henson para crear a estos gigantes de corazón transparente es un acierto, y le da esa factura de irrealidad que muestra con clarividencia las diferentes personalidades del protagonista (su irascibilidad, su espíritu libre, su carácter introvertido...). Sin desmerecer el trabajo de doblaje, resulta imprescindible asistir a este festival de gigantes con las voces originales, profundas y emocionantes, de actores como James Gandolfini, Chris Cooper o Forest Whitaker, sin las cuales perdemos ese contraste entre lo tangible y lo afectivo. Y en cierto modo, aunque ya en las ilustraciones del libro estaban representados de esta forma, se convierten en la más certera exposición del universo interior de un niño que se haya hecho en el cine.
Donde viven los monstruos no es una película apta para el público infantil, no porque pueda resultar incomprensible, sino porque sus diálogos, sus escenas, sus imágenes, esconden una segunda lectura mucho más reflexiva y trascendente de lo que parece. Nada en esta hermosa, emocionante película de Spike Jonze, es puramente descriptivo, sino que contiene una aguda reflexión sobre la niñez y, por contraposición, también sobre la madurez. Y nos devuelve esa rebeldía interior que nos acerca a la inocencia perdida.
El Giraldillo (Enero 2010)
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