23 abril, 2021

CPH:DOX 2021 - Parte 1: La huella del hombre

El Festival Internacional de Documentales de Copenhague, más conocido como CPH:DOX, se celebra desde el 21 de abril hasta el 2 de mayo. En marzo del año pasado, cuando comenzaban los confinamientos, fue el primer festival de documentales que se transformó en un formato online, y en esta nueva edición también se desarrolla exclusivamente online, aunque el gobierno danés tiene previsto la reapertura de las salas de cine a partir del 6 de mayo, por lo que el festival prepara una extensión que consistirá en la proyección de películas de forma presencial hasta el 12 de mayo. 

El Festival, mucho más enfocado a mantener una destacada propuesta online, ha desarrollado una plataforma llamada Big Digital Live que incluye la celebración de encuentros digitales con algunos invitados de esta edición como la artista Marina Abramovic, a la que está dedicada el documental 512 hours (Adina Istrate, Giannina La Salvia, 2021), que se estrena mundialmente en el festival; o el músico David Byrne, protagonista de la grabación del concierto American utopia (Spike Lee, 2020). CPH:DOX hace una apuesta clara por las nuevas tecnologías con varios debates y charlas, y con el desarrollo de instrumentos que permiten a los espectadores acercarse a interesantes propuestas de discusión. En los próximos días vamos a realizar crónicas diarias de las películas y actividades del festival CPH:DOX 2021. 

INAUGURACIÓN / DOX:AWARD

Para inaugurar el Festival de este año, CPH:DOX ha elegido la película 70/30 (Phie Ambo, 2021), que acompaña al debate climático en la campaña electoral de 2019 en Dinamarca, siguiendo a algunos de los protagonistas, como el Ministro de Clima Dan Jørgensen. Básicamente el planteamiento del documental es que la presión de los movimientos sociales obligaron a los políticos a iniciar una lucha más activa contra el cambio climático. Pero, curiosamente, el objeto de interés de la directora está más en los pasillos del Parlamento que en las calles. De forma que se construye una descripción de las reuniones, los acuerdos y la preparación de leyes como la que da título a la película, que es sin embargo menos interesante que el que podemos ver en City Hall (Frederick Wiseman, 2020), mucho más objetiva, más precisa en su disección de los entresijos de la política. 

Dada la actual dinámica de los personajes públicos, resulta arriesgado producir un documental que realice una mirada retrospectiva más o menos cercana, porque se producen algunas situaciones curiosas. Por ejemplo, Ida Auken, una de las caras más conocidas de la política medioambiental del Partido Social-Liberal (la Izquierda Radical), ya se muestra en el documental más cercana a la agenda del Partido Social Democrático, y de hecho se convirtió en tránsfuga el pasado mes de enero. Pero su motivación pudo haber sido más por la convulsión que produjo en el Partido Social-Liberal el hecho de que su líder, Morten Østergaard, que también aparece en el documental apoyando las políticas medioambientales, reconociera el pasado mes de octubre las acusaciones de acoso sexual que terminaron con su carrera, algo que se evita mencionar en la película. La directora podría justificarse afirmando que estas acusaciones no tienen nada que ver con el tema del documental (aunque se produjeron en la línea temporal en la que se desarrolla), pero tampoco tiene nada que ver que Ida Auken tuviera coronavirus y sí se menciona. 

70/30 tiene un objetivo principal, pero esta claridad en su narrativa provoca también que el resultado acabe siendo simple y de escasa profundidad. Porque, cuando se trata de temas políticos, no existe el blanco y el negro sino que las posturas de los partidos se rigen según intereses complejos. Hay una irritante tendencia por parte de la directora a incidir en el duro trabajo de los políticos, el cansancio, las negociaciones interminables... El Climate Act aprobado en Dinamarca pretende reducir a un 70% las emisiones de carbono para el año 2030, aunque eso sí, el plazo para detener la extracción de petróleo se extiende hasta 2050 (para entonces seguramente tampoco habrá mucho más petróleo que extraer), lo que provoca una clara insatisfacción en el activismo medioambiental. Pero el documental no parece demasiado interesado en abordar este tema e incidir en la hipocresía impuesta por el gobierno. En un encuentro con los periodistas, Dan Jørgensen se queja de que, habiendo adoptado medidas importantes, la prensa solo está interesada en la que no han aprobado, que es la subida de impuestos al carbono.    

Lo más discutible del documental 70/30 es su reduccionismo, con el que parecen querer afirmar que la subida del Partido Socialdemócrata al poder en 2019 se debió principalmente a su política medioambiental, cuando muchos análisis políticos sobre las elecciones danesas concluyen que el partido de izquierdas consiguió atraer a votantes de la derecha copiando sus polémicas políticas racistas de extranjería.   

DOX:AWARD

Si un documental se define como una representación audiovisual de la realidad, entonces A man and a camera (Guido Hendrickx, 2021), presentado en la Sección Harbour de Rotterdam 2021, es el ejemplo más cercano a la definición explícita del género. Porque el director holandés muestra aquello que se encuentra con su cámara sin, aparentemente, distorsiones. Presentando una mirada irónica hacia las películas que tratan de captar la realidad, la propuesta consiste simplemente en un hombre y una cámara paseando por un barrio de clase media alta en Amsterdam. Pero es cuando interactúa con las personas que se encuentra cuando realmente comienza a mostrar los hallazgos reflexivos de una propuesta mucho más incisiva de lo que parece en principio. Sin pedir permiso, ni decir una sola palabra, el hombre y su cámara enfocan a un individuo que está regando el jardín, o a una persona que pasea por la calle. Y capta las reacciones de quienes se sienten observados: a veces se acercan, curiosos, preguntan sin obtener respuesta y en muchos casos la sonrisa amable del principio, frente a la inacción del hombre y su cámara, se convierte en una expresión de seriedad. Porque no es la simple observación la que comienza a ser molesta, sino la falta de interacción del cameraman, de forma que esta predisposición inicial se termina percibiendo como una invasión a la privacidad. 

Pero el hombre y su cámara van más allá cuando decide dar el paso de llamar a las puertas del vecindario. Ya no se trata de un simple acto de contemplación, sino de un claro avance hacia la privacidad de los observados. Éstos actúan de diversas formas, algunos con molestia, otros con simpatía e incluso en algún caso con violencia ante este observador pasivo. Pero alguno de ellos, a pesar de la extrañeza del momento, invitan al hombre y su cámara a entrar en sus casas (quizás esto pueda ser más habitual en Holanda que en España). Y los espectadores nos introducimos de lleno en la intimidad del hogar. Lo que ocurre a continuación puede ser sorprendente, porque en algunos momentos el hombre y la cámara parecen forma parte del mobiliario, se convierten en un sujeto pasivo mientras una familia desayuna o una pareja de ancianos mira la televisión. Se establece una especie de complicidad con suspicacia (no podemos evitar pensar en alguna película de Michael Haneke cuando estas familias dejan entrar a un desconocido en sus casas).  

Si alguien se pregunta si no hay quejas o llamadas a la policía, hay que decir que sí las hay, pero lo cierto es que no existe una acción que sea punible. Lo que consigue el director Guido Hendrickx es una reflexión muy sutil pero tremendamente lúcida sobre el objeto de observación, la cámara como elemento de comunicación a la que no le hacen falta explicaciones o argumentos, pero también como un elemento que puede resultar al principio divertido pero que poco a poco se va haciendo más incómodo. Es un ejercicio tan sencillo como efectivo, que incluso puede llegar a deparar alguna sorpresa. No sabemos hasta qué punto las situaciones son directamente reales o hay algún tipo de puesta en escena; si se trata de una propuesta honesta o deshonesta. El hombre y su cámara no responden. 

CHANGE MAKERS

La misma productora de 70/30 (Phie Ambo, 2021) también es la responsable de Fra det vilde hav (From the wild sea) (Robin Petré, 2021), que fue seleccionado en la Sección Generation del Festival de Berlín 2021, y que es posiblemente uno de los documentales más sobrecogedores de este año. Tomando como punto de partida las condiciones climáticas extremas que están modificando la vida marina con tormentas en lugares donde antes no se producían y disfunciones en la oceanografía de todo el planeta, la directora danesa nos introduce en las acciones de rescate de ONGS que tratan de salvar la vida de algunas especies que llegan a las costas inglesas. Estos profundos cambios en las mareas provocan situaciones sorprendentes como la que relata Dan Jarvis, responsable de la organización British Divers Marine Life Rescue: una foca perdió su sentido de la orientación y fue rescatada en Marruecos, para ser rehabilitada en Cornualles, donde trataron de soltarla lo más al Norte posible. Una vez liberada, la foca parecía haber encontrado la ruta adecuada, pero una vez más se confundió y empezó a nadar hacia el Sur, llegando a las costas españolas, donde de nuevo tuvo que ser rescatada. 

Es la impotencia de la acción humana que solo puede llegar al límite de volver a colocar a estas especies en una naturaleza que ya está inexorablemente dañada. La mirada de Robin Petré es fría, sin adornos musicales ni apenas entrevistas, solo colocando la cámara a cierta distancia para que el espectador sea testigo, impotente, de la crueldad de la vida marina. Y de la acción directa del hombre: un cisne es cuidadosamente limpiado de la cobertura de petróleo; varias focas que deben ser operadas para extraer trozos de plástico o redes que obstruyen sus vías respiratorias. Hay muerte y vida, miradas que muestran confusión, lamentos de dolor... Es una experiencia angustiosa en ocasiones, desgarradora cuando no hay otra salida que dejar morir al animal. En las costas de Cornualles, una gran ballena acaba varada, agonizante debido a las heridas que ha sufrido, sometida al desconcierto de un fondo del mar podrido. 

Casi como si se tratara de una disección que deja ver las interioridades de la profunda huella que el hombre deja en los océanos, con la complicidad del cambio climático, la mirada que nos ofrece Robin Petré es dura, pero sin duda necesaria. Produce pavor la autopsia de un pequeño delfín, lleno de cicatrices provocadas por hélices u objetos cortantes, porque es fácil imaginar la terrible experiencia vital que ha sufrido ese animal. No hay espacio para un falso optimismo como el que encontramos en otros documentales más inofensivos, aquí la realidad es la que es: cruel, dolorosa, devastadora. Las instalaciones de las organizaciones de rescate parecen un hospital de campaña después de una batalla. La guerra se sigue produciendo en los océanos. 

HIGHLIGHTS

En la programación del IDFA 2020 pudimos ver The New Gospel (Milo Rau, 2020), que se desarrollaba en la localidad italiana de Matera, en la que el director hacía una nueva lectura de la película El Evangelio según San Mateo (Pier Paolo Pasolini, 1964), con un Jesucristo sería interpretado por un inmigrante camerunés. Era un interesante híbrido entre ficción y documental que se movía en tres planos diferentes, como documental sobre el activismo de los emigrantes, como representación de los ensayos y, finalmente, como interpretación del pasaje bíblico. En A black Jesus (Luca Lucchesi, 2021), que se presentó en Dok Leipzig 2020 y hemos podido ver también en Visions du Réel 2021, la confrontación entre la inmigración y la sociedad italiana se produce de nuevo en un ejercicio perfectamente complementario a aquél.


En este caso, se reflexiona sobre el culto a un crucificado negro en la localidad italiana de Siculiana, cerca de Sicilia, mientras en la comunidad hay ciertas reticencias frente a un centro de acogida de inmigrantes principalmente africanos. "Veneran a una figura de madera pero a nosotros no nos quieren", comenta Edward, un joven ghanés al principio de la película. Quizás este rechazo por parte del pueblo es representado de una forma algo exagerada, porque efectivamente hay comentarios sobre cómo los inmigrantes quitan trabajo a los jóvenes locales, que curiosamente se convierten en emigrantes para tratar de encontrar una mejor oportunidad laboral fuera de estas pequeñas poblaciones. Pero, cuando algunos de los refugiados solicitan participar en la procesión del Cristo negro, no parece haber demasiado rechazo por parte de los parroquianos. 

En todo caso, sí es cierto que hubo una presión para que el Centro de Acogida fuera clausurado (y, de hecho, se cerró meses después del rodaje), amparados por una actitud benevolente por parte del xenófobo Ministro del Interior italiano, Matteo Salvini. El director Luca Lucchesi, afincado en Berlín pero originario de Palermo, ha contado con la colaboración en el guión de Hella Wenders, sobrina de Wim Wenders, que también ejerce como productor ejecutivo. Y consigue crear una película que aborda el problema de la inmigración desde la mirada de quienes sienten el rechazo sin tener una actitud que pudiera considerarse racista. Resulta especialmente significativa en un hombre que recuerda sus años de emigrante en Alemania, y en un pueblo donde muchos de sus habitantes han trabajado en el extranjero. Esta contradicción del discurso, que en muchos países está impulsada por ideologías políticas xenófobas (como el cartel racista de Vox en la Estación del Sol de Madrid), que precisamente se asumen como verdades, se refleja con claridad en un pueblo que, básicamente ha sido un lugar de emigración, pero que sin embargo no se siente preparado para acoger a quienes llegan desde fuera. 

Si alguien pensaba que ya no había nada más que contar sobre el narcotraficante colombiano Pablo Escobar, del que se han realizado varias series, documentales y películas de ficción, Killing Escobar (David Whitney, 2020) nos demuestra lo contrario. En realidad, en esta historia juega un papel secundario, porque el objeto del documental es un intento de asesinato que organizó un grupo de mercenarios liderado por un ex-soldado del Ejército británico escocés, Peter McAleese. La operación tenía como objetivo la Hacienda Nápoles, cerca de Medellín, la residencia del narcotraficante que estaba fuertemente armada, un lugar lujoso que contenía un zoológico de animales exóticos, un aeropuerto privado, una plaza de toros y una colección de coches lujosos. Se trataba de un encargo directo del Cartel de Cali, que a finales de los años ochenta estaba en plena guerra de las drogas con el Cartel Medellín de Pablo Escobar.  


Desde el principio, el documental nos muestra sus instrumentos principales: recreación con actores de algunas escenas, entrevistas con algunos de los implicados, y material de archivo inédito de grabaciones que se hicieron durante la operación. Peter McAleese es el principal protagonista, que ahora a sus 78 años tiene una vida tranquila en Glasgow como dueño de un pub. Su personalidad y su transformación interior después de su experiencia como mercenario, lo que le llevó a convertirse en un practicante ferviente de la fe católica, le hacen un personaje ya interesante en sí mismo. Y sin duda esta es la parte más relevante del documental, la que se centra en el protagonista, porque quizás en la descripción de la preparación del atentado el director pone demasiado interés en mantener un cierto suspense que para cualquiera que conozca la historia real de Pablo Escobar resulta poco efectivo. 

Hay buen ritmo en las escenas que describen la preparación y el desarrollo de la operación militar, entre el interesante material de archivo, las entrevistas bien marcadas en cuanto a tono y las buenas reconstrucciones de ficción, rodadas con buena fotografía y un manejo de la cámara muy logrado, para tratarse del primer largometraje de su director. Pero lo más interesante de esta película es su capacidad para tomar a un personaje como reclamo, Pablo Escobar, y cambiar la atención del espectador hacia otro personaje más desconocido, Peter McAleese, que nos resulta incluso más fascinante. 



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