31 diciembre, 2009

La soledad: "Precious" / "La nana"

Dos películas de estreno inminente cuentan historias distintas, pero las dos tienen como protagonistas a personajes que se enfrentan a una soledad provocada por el desdén de quienes les rodean.  

Precious, de Lee Daniels, es la película independiente del año. O por lo menos eso dicen los numerosos premios que viene cosechando y su más que probable presencia entre las nominaciones de los Oscar. Sin duda, que esté producida por una de las mujeres más poderosas de la comunicación en Estados Unidos (y, no lo olvidemos, una de las más relevantes en la comunidad negra), contribuye a esta repercusión poco habitual en una película de estas características. Pero la presencia en los créditos de Oprah Winfrey no debe ensombrecer los valores de una historia que, si bien cae a veces en el discurso políticamente correcto que lastra sus posibilidades como historia creíble, finalmente contiene más aciertos de los que se pudieran preveer. 


Precious es, básicamente, un cuento urbano sobre un patito feo (buena elección de la protagonista, aunque la simpática Gabourey Sibide no aporte toda la profundidad que el personaje requiere) que más que vivir, sobrevive en un ambiente amenazador en el que su hogar no es el refugio, sino el peor lugar: un padre que la ha dejado embarazada dos veces y una madre que no es la madrastra del cuento, pero es igual de hijadeputa. 

Aunque se la ha tachado de telefilme convencional, Precious consigue trasladar con acierto esa soledad que vive un personaje aislado por la falta de afecto, aunque los tics visuales de su director frustren algunas de sus secuencias más interesantes. Y este cuento de patito feo que encuentra una cierta esperanza al final de camino tiene, sobre todo, un elemento fundamental: la impresionante y dolorosa interpretación de Mo'Nique como la madre castradora, incapaz de dar lo que nunca ha tenido, cómplice de los abusos de su marido. Desde luego, si el año pasado la corta intervención de Viola Davis en La duda mereció una nominación al Oscar, el monólogo de Mo'Nique en Precious ante una Mariah Carey que piensa que por aparecer sin maquillaje ya es una actriz del método (nos hubiera gustado más la primera elección, Helen Mirren, protagonista de la anterior película de Lee Daniels, Shadowboxer), merece la nominación y el Oscar. En todo caso, lo que más molesta de Precious es ese tufillo a marketing de las penurias afroamericanas que tan bien han sabido rentabilizar personajes como Oprah Winfrey o Tyler Perry, aunque sea a base de fagocitar productos de interés como éste. 

Otra historia de soledad es la espléndida película chilena La nana, ganadora del Colón de Oro en el Festival de Cine Iberoamericano y recolectora de premios por donde va pasando. Esperemos que la Academia de Hollywood también valore esta pequeña, sencilla pero contundente propuesta que tiene en su personaje principal, una criada herida por la falta de cariño, su principal aliciente. El trabajo de Catalina Saavedra (a la que por cierto hemos podido ver recientemente en el bodrio de Fernando Trueba El baile de la victoria) es de esos que te dejan clavado en la butaca, y logra hacernos igualmente antipático, simpático, conmovedor, odioso... a un personaje complejo que tiene comportamientos de auténtica psicopatía. 

Pero el guión, espléndidamente trazado por Sebastián Silva y Pedro Peirano, nos acaba mostrando la soledad de una nana que solo consigue encontrar el cariño de los niños de la familia en la que trabaja. Un cariño efímero, mentiroso, como afirma una de las criadas que pasan por la casa ("Antes que te des cuenta crecen, se van y si te he visto no me acuerdo. Ingratos de mierda"). Pero el mejor soporte del perfecto retrato de la protagonista es el que se hace de la familia, una típica familia burguesa que no trata mal a su criada, sino todo lo contrario, pero que ha acabado abduciendo la vida de la protagonista sin hacerla por supuesto partícipe de su propia vida. Y ese es el mejor recurso para establecer la contradictoria psicología de esta nana inolvidable. 

Pero La nana también es una película que deja algo de esperanza, aunque sepamos que la soledad de su personaje principal nunca tendrá solución. 

27 diciembre, 2009

El cine premonitorio

Una de las últimas películas protagonizadas por Brittany Murphy muestra a la actriz muerta en una bañera, tal y como fue encontrada el pasado 20 de diciembre tras sufrir un ataque al corazón. ¿Premonición o casualidad?

Deadline es el título de la película que ha suscitado ya cierta controversia debido a que esa escena es la que se utilizó como reclamo publicitario, y cuyos carteles han comenzado a ser retirados de numerosos videoclubes. Deadline es una mediocre cinta de terror, con guión y dirección del debutante Sean McConville, en torno a una joven guionista que decide aislarse en una mansión prestada (de esas que desde que comienza a verse su fachada ya sabes que esconde algún mal rollo entre sus paredes) para terminar un guión que los productores le presionan para entregar (de ahí lo de "deadline"). La protagonista descubre unas cintas de video y decide cotillearlas para encontrarse con una aparentemente romántica historia de amor entre una pareja que habitó la casa. Y aquí encontramos la segunda trama, protagonizada por Thora Birch. 



Deadline funciona más bien mal, entre escenas típicas de supuestos sustos provocados por el timbre de un móvil y típicas apariciones de fantasmas mal maquillados. Los personajes hacen cosas inverosímiles, como estar cagada de miedo pero a pesar de eso irse a buscar una tumba en mitad de la noche, cuando podía haber esperado al día siguiente. Y en definitiva resulta tópica, sosa y anodina. 

Sin embargo, hay algunas circunstancias curiosas en torno a la película. Por ejemplo, ser la primera producción en Estados Unidos de los hermanos malasios Norman, Yusry y Edry Abdul Halim, que formaron el grupo musical pop KRU y revolucionaron en los noventa la música de su país. Y que ahora parecen empeñados en gastar su dinero en producir cine... aunque sea malo.




Pero Deadline es también una película paradigmática de la carrera en horas bajas de dos jóvenes actrices que no consiguieron ir más allá de los títulos que las hicieron brillar hace años, y que han venido protagonizando historias de resultado artístico mediocre y pobre repercusión comercial. Es el caso de Thora Birch, esa chica seductora de American beauty (1999) que después eligió cada vez peores proyectos y ha terminado siendo pasto de las producciones estrenadas directamente en DVD. Y también fue el caso de Brittany Murphy, a la que recordaremos siempre en Clueless: Fuera de onda (1995), pero que al margen de sus papeles en películas más o menos interesantes como Inocencia interrumpida (1999) o Sin City (2005) y su doblaje para dibujos animados como Happy feet (2006) o Futurama (2008), su carrera venía siendo un despropósito, y de hecho sus dos últimos estrenos, la comedia romántica The ramen girl (2008) y la cinta que nos ocupa, han salido directamente en DVD y en España permanecen inéditas.

Carreras frustradas por la nefasta rentabilidad de un estrellato efímero o, simplemente, porque la vida se acaba. 

20 diciembre, 2009

Nuestros monstruos

La adaptación al cine del que está considerado como uno de los clásicos de la literatura infantil no ha sido tarea fácil. Desde los primeros test que realizó Disney cuando se pretendía que fuera una película de animación (la primera escena de la película es una referencia directa a estas pruebas), hasta los continuos problemas surgidos entre las pretensiones de Warner Bros. y las intenciones de Spike Jonze han convertido a Donde viven los monstruos en un proyecto agónico a punto de ser cancelado en varias ocasiones.

El más claro ejemplo de esta disociación lo tenemos en ese rumor/leyenda que cuenta que la productora quiso volver a rodar la película completa después de que algunos niños salieran de un test-screening llorando. Cierto o no, resulta casi halagador para la visión adulta de Spike Jonze hacia la mirada inocente de un niño.

El resultado, en todo caso, una vez imbricado el interés comercial/familiar de la Warner con el propósito realista de Spike Jonze, es de una profundidad emocional notable. Y posiblemente se trata de uno de los mejores retratos de la vida interior de un niño que se haya visto en mucho tiempo. Cierto es que a algunos espectadores les parece anodina y poco emocionante. Sin embargo, no encuentro ni una ni otra cosa en esta entrañable historia de imaginación delirante, que me parece emotiva y entretenida. Que Spike Jonze no iba a hacer una típica película para niños estaba claro desde que el propio autor del libro, Maurice Sendak, lo sugirió como director. Que su visión en torno a este niño hiperactivo que se esconde del mundo adulto en su propio universo (el iglú destrozado por los adolescentes, la fortaleza construída) resultaría poco complaciente y desde luego no apta para el público infantil parecía también bastante claro. 

Donde viven los monstruos nos introduce en la imaginación del niño protagonista (insustituible el actor Max Records, sutil, emocionante, conmovedor su trabajo) para confrontarla con una realidad agresiva. Y Spike Jonze consigue en los primeros minutos describir con acierto esa amenazadora materialidad que le rodea (esa descripción de la agonía del sol). O cómo un paquete de maiz congelado puede esconder un trasfondo emocional tan profundo.

Uno de los elementos más controvertidos de la adaptación es la representación de los "monstruos" que habitan la imaginación de Max. Que se haya escogido a la factoría de Jim Henson para crear a estos gigantes de corazón transparente es un acierto, y le da esa factura de irrealidad que muestra con clarividencia las diferentes personalidades del protagonista (su irascibilidad, su espíritu libre, su carácter introvertido...). Sin desmerecer el trabajo de doblaje, resulta imprescindible asistir a este festival de gigantes con las voces originales, profundas y emocionantes, de actores como James Gandolfini, Chris Cooper o Forest Whitaker, sin las cuales perdemos ese contraste entre lo tangible y lo afectivo. Y en cierto modo, aunque ya en las ilustraciones del libro estaban representados de esta forma, se convierten en la más certera exposición del universo interior de un niño que se haya hecho en el cine.

Donde viven los monstruos no es una película apta para el público infantil, no porque pueda resultar incomprensible, sino porque sus diálogos, sus escenas, sus imágenes, esconden una segunda lectura mucho más reflexiva y trascendente de lo que parece. Nada en esta hermosa, emocionante película de Spike Jonze, es puramente descriptivo, sino que contiene una aguda reflexión sobre la niñez y, por contraposición, también sobre la madurez. Y nos devuelve esa rebeldía interior que nos acerca a la inocencia perdida.

El Giraldillo (Enero 2010)

18 diciembre, 2009

Revivals con ironía

Dos películas recientes lanzan una mirada al pasado. A ese cine de ciencia-ficción que en los años 50 presentaban a los extraterrestres como representantes de la amenaza de la guerra fría. El remake de la serie V contribuye también al revival de la invasión alienígena. 

Curiosamente, tanto la producción de animación española como la revisión irónica norteamericana comienzan con una pareja dándose arrumacos en un coche y siendo atacados por una extraña nave espacial. Planeta 51 y Alien trespass rienden su particular homenaje al cine de ciencia-ficción que en la década de los cincuenta dio frutos como Ultimátum a la Tierra (1951), La guerra de los mundos (1953), La invasión de los ladrones de cuerpos (1956) o El terror no tiene forma (1958)

En el caso de Planeta 51, lo de la referencia a la época de los cincuenta, al margen de la representación del planeta que habitan los alienígenas, puramente kitsch, no deja de resultar una más de sus innumerables, obvias y cansinas alusiones a todo tipo de películas del género de extraterrestres. Vamos, que si se descuidan, les sale una Scary Movie del cine de ciencia-ficción en versión animada. Pero tiene cierta gracia esa vuelta de tuerca del invasor-invadido y esa presencia militar "salvadora" que acaba siendo abducida por el heroísmo. Pero quizás esta fallida película de factura animática impecable podría haber funcionado mejor si se hubiera quedado en homenaje nostálgico al pasado.  

Eso es precisamente Alien trespass, una peculiar producción escrita y dirigida por R.W. Goodwin, uno de los guionistas y productores de Expediente X y productor del remake televisivo de la serie El fugitivo (2001), que se ha montado, no ya una revisión, sino una recreación fidedigna de una típica película de terror-invasión alienígena de serie B con factura de los años 50. Aunque se quede en eso, en el puro artificio de la imitación irónica, y no acabe traspasando su condición de puro homenaje, lo cierto es que Alien trespass tiene su gracia, vista con los ojos de quien ya conoce algunos de los títulos clásicos del género. Porque las referencias visuales a Ultimátum a la Tierra o La guerra de los mundos, o esa escena final de ataque alienígena en un cine en el que se proyecta The blob (El terror no tiene forma), película en la que de hecho también había un ataque alienígena en un cine, son muy divertidas. Aunque tenga ese anacronismo que supone que los protagonistas estén viendo una película estrenada en 1958, cuando la historia se supone que se desarrolla en 1957.

Tanto los actores como la fotografía de colorido exagerado (imitando el estilo de la época) son perfectas recreaciones de ese cine de ciencia-ficción que contenía más mensaje político que cualquier otra película propagandística, pero que al mismo tiempo ha dado clásicos insustituibles. Por lo que Alien trespass es una recomendación obligada para todos los amantes del género (ese alien con forma de mojón que absorbe a los seres humanos es impagable).

A la moda del revival se añade también el remake de la serie V, que de nuevo nos presenta una invasión alienígena ya conocida. Aunque la lectura subliminal de la versión original de los ochenta no tiene nada que ver con la de las películas de los cincuenta, sí es verdad que en esos años también estaba generalizada la visión del extraterrestre como ser atacante. En todo caso, esta nueva adaptación de la serie, que aunque ha logrado cifras de audiencia aceptables y se ha estabilizado en un share del 3% (unos 9.000.000 de espectadores),  pero recordemos que el episodio piloto lo vieron 14.000.000, puede sufrir las consecuencias de su interrupción tras el cuarto episodio hasta marzo de 2010, debido a los Juegos Olímpicos de Invierno. 

No conozco a nadie a quien este remake le haya apasionado, pero los que lo seguimos lo hacemos incondicionalmente por ese aire nostálgico que nos recuerda a la versión original.


14 diciembre, 2009

A vueltas con Bruselas

Resulta poco comprensible la postura del Instituto de Cine y del Ministerio de Cultura con su Ley del Cine, sus exabruptos constantes y su falta de delicadeza. Lo que ha provocado que los festivales de cine, una parte del sector cinematográfico y la Unión Europea acaben dándoles de bruces contra la realidad.  

Ignasi Guardans (director del Instituto de Cine) y Ángeles González Sinde (Ministra de Cultura) forman una pareja curiosa. No se sabe quién de los dos es más torpe ni quién de los dos tiene menos idea del trabajo institucional. Lo que sí se sabe es que, mientras Ignasi Guardans calificaba a la plataforma Cineastas contra la Orden como un reducto mínimo al que no había que dar importancia, éstos pasaban a la acción, y sus alegaciones frente a Bruselas han acabado por estancar la convocatoria de ayudas que hace unos días tendría que haber sido publicada. Eso de menospreciar a los demás le ha salido caro, aunque ni él ni la ministra se dan por enterados. 

Que Ángeles González Sinde califique esta paralización como algo normal y habitual en la tramitación de una Orden, y que afirme que "no hay ningún bloqueo" (hombre, si la convocatoria de ayudas se iba a publicar en diciembre y posiblemente acabe publicándose en marzo de 2010 como muy pronto... ya me dirá), podría producir risa si no fuera porque la producción cinematográfica española del primer semestre de 2010 se va a haber afectada seriamente. Y eso, cuando el cine español estaba viviendo su mejor momento en taquilla, con cuatro películas entre los 10 primeros puestos de recaudación (Ágora, Celda 211, Planeta 51 y Spanish movie) es un desastre para la recuperación que parecía vivirse. Claro que luego, cuando se publiquen las cifras globales de 2009, la ministrilla se adjudicará todo el mérito.  

El paso de Ángeles González Sinde y el director que ella designó personalmente para el Instituto de Cine por su experiencia en Bruselas (que de poco le ha servido, la verdad) está siendo glorioso. Bueno, en realidad, está un poco en la línea de la gestión del gobierno, con presidentes que desdicen a sus ministros, Leyes de Cine que se publican sin el visto bueno europeo, salidas de tono jocosas (mientras González Sinde calificaba como "asustante" (hay que joderse, Ministra de Cultura) la digitalización de libros en internet, la Unión Europea negociaba con Gooblebooks su participación en la web de contenidos digitales Europeana). 

Desde luego, el tándem Guardans-Sinde va a dejar huella, pero con olor a mierda. Ahora el director del Instituto de Cinematografía se pone en contra a los responsables de los festivales de cine, única posibilidad en nuestro país de ver un cine diferente a la distribución monopolística. Y no se sabe bien a qué llama "ordenar" los festivales en España, cuando la mayor parte de los que se celebran en nuestro país no cuentan con ayudas del Instituto de Cine, sino de instituciones locales que, sí, utilizan estas muestras más como promoción electoral, pero también ayudan a promocionar (especialmente en el caso de los cortometrajes) la producción audiovisual española.  

Legislar con inteligencia es fundamental. Ir dando palos de ciego pensando que todos van a acabar comiendo de la mano resulta poco efectivo.

25 noviembre, 2009

El regreso de los no-muertos

Mientras las adolescentes se tiran de los pelos frente a las imágenes de sus ídolos vampíricos musculados, traemos aquí dos propuestas que tienen también como protagonistas a los no-muertos (zombis y vampiros), que destacan por su incursión sin concesiones al universo de los muertos en vida. 

Por un lado, la última película del siempre transgresor Bruce La Bruce; por otro, la fascinante lectura del vampirismo que hace Chan-wook Park. Dos películas inéditas aún en nuestros cines que, si bien no son redondas, sí al menos realizan un acercamiento atípico a la vida de los que no viven.

Otto; or, Up with dead people (2008) es la última película del canadiense Bruce La Bruce, un director que ha sabido llevar el queer cinema hasta extremos de mirada iconoclasta que no se casa con nadie y que somete al espectador a una orgía visual no siempre acertada, pero al menos sí transgresora. Desde la mítica Hustler white (1996), en la que ahondaba en el mundo del puterío gay, Bruce La Bruce ha ido depurando su estilo, pero también extremando sus propuestas. Su última película no puede ser más representativa de esta evolución. Rodada y coproducido en Alemania, Otto nos presenta a un zombi adolescente (o a un adolescente que se cree un zombi) deambulando por un mundo de seres vivos en el que no se encuentra a gusto. Se trata de una lectura contraria al habitual cine de zombis. Si en Zombieland, por poner un ejemplo reciente, un grupo de mortales se debe enfrentar a un mundo invadido por muertos vivientes, en Otto es un zombi el que se debe enfrentar a una sociedad que le patea la cara. Si a eso le unimos una devastadora crítica contra cierto cine alternativo y pretencioso (alguien podría decir que al fin y al cabo Otto es eso), y por supuesto las habituales escenas semipornográficas del cine de Bruce La Bruce, con la excusa de plantear una invasión de zombis maricones, el cóctel acaba resultando sugestivo, aunque a veces se indigeste.

Independientemente de que los resultados no acaben siendo perfectos, que el cine de Bruce La Bruce no pueda desprenderse de cierto tufillo cutre, por mucho que cuente con mayor presupuesto, o que la voluntad transgresora pase por elaborar planteamientos visuales y sonoros que terminan asfixiando al espectador, la verdad es que Otto; or Up with the dead people contiene algunos de los momentos más impactantes del cine de este director inclasificable. Esa es su seña de identidad, como realizador que sabe mantenerse al margen de la industria, y que suele hacer lo que le viene en gana. Y no se puede negar que su propuesta de cine dentro del cine (una directora alternativa rueda una película de zombis y quiere como protagonista a Otto, el adolescente tambaleante), resulta atractiva.

Tras el éxito de crítica y público de la brutal Old boy (2003) y la buena recepción de su curiosa Sympathy for Lady Vengeance (2005), Chan-wook Park presentó una enloquecida historia sobre la locura (valga la redundancia) que tuvo detractores y defensores: Cyborg, but that's OK (2007). Yo debo confesar que estoy entre los primeros, y que me aburrí soberanamente en una larga sesión de la película en el Festival de Berlín, rodeado además por otros acreditados-espectadores cuyos ronquidos hacían más insoportable la proyección. Este año el director coreano regresa con Thirst, ganadora del Premio del Jurado en Cannes y el premio a la Mejor Actriz en el Festival de Sitges. 

Si Déjame entrar fue el año pasado la gran representante de una mirada diferente al género del vampirismo, Chan-wook Park consigue ahora otra lectura sorprendente, insólita, desquiciada, sangrienta y romántica del universo de los no-muertos. Thirst tiene como protagonista, y en eso coincide con la mirada de Bruce La Bruce, a un vampiro que se encuentra perdido entre los seres humanos, hasta que consigue a su media naranja. La película tiene dos partes bien definidas: la primera, como presentación de un personaje que el magnífico Kang-ho Song (recordemos The host o The good, the bad, the weird) borda descargándose ya de su molesta etiqueta de bobalicón. Aquí interpreta a un sacerdote católico (ni qué decir tiene que la trasposición de la iconografía cristiana está perfectamente diseñada en el concepto visual del personaje) que afronta su condición de vampiro con cierta ética moral, pero que acaba sucumbiendo al poder de la sangre. Esta primera parte me parece magnífica, hermosa en sus imágenes, de narración impecable. 

La segunda parte de Thirst es la más desquiciada, por mor de un personaje que, eso sí, resulta brutalmente salvaje. Aquí Chan-wook Park deja rienda suelta a su especial querencia por la hemoglobina y acaba resultando algo estomagante. Pero contiene dos de las escenas más rotundas visualmente que hemos visto en mucho tiempo dentro del género (la escena de la conversión al vampirismo de uno de los personajes, y el final, de tremenda carga romántica).

21 noviembre, 2009

Otra forma de ver cine

La necesidad de buscar un hueco que las multinacionales le niegan convierte al cine independiente en la punta de lanza del futuro (ya presente) de la exhibición cinematográfica. 

En alguna ocasión hemos hablado de las nuevas formas de ver televisión, tendencias que pasan por ofrecer al espectador la posibilidad de acercarse a series, estrenadas en España o no, en el momento en el que le plazca y en condiciones más o menos aceptables de calidad de sonido e imagen. Pero siempre proponiendo fórmulas que pasan por la programación a la carta. El cine aún no ha llegado a desarrollar esa fórmula, aunque ya hemos comentado algunas iniciativas interesantes en este sentido.  

Dos de las propuestas más destacadas en esta mirada diferente a la distribución y la exhibición cinematográfica vienen ofreciendo desde hace meses un catálogo de películas españolas y de títulos cinéfilos que nos permiten vislumbrar un cierto cambio en la mentalidad, algo obtusa, de la distribución en España. Se trata de Filmin y de Filmotech, de actualidad en estas semanas porque han coincidido en presentar en exclusiva dos títulos españoles que aún no han llegado (y lo harán en circuitos restringidos) a las salas de cine. Es decir, frente a la tendencia cada vez más acaparadora de las multinacionales, sedientas por ocupar el mayor número de salas en los primeros fines de semana para exprimir lo antes posible sus productos de consumo, internet se convierte en el reducto más idóneo para un cine independiente que encuentra aquí su mejor vía de difusión. 

Gracias a acuerdos con distribuidoras y productoras del circuito, digamos, independiente, Filmin y Filmotech permiten al espectador más cinéfilo ver online o directamente comprar en DVD un amplio catálogo de películas, tanto en versión original como dobladas. En el caso de Filmotech, el alquiler para ver la película online en el plazo de 24 horas a partir del primer visionado cuesta unos 2 € de media. En Filmin, el visionado online llega a los 3,95 €, aunque tienen ofertas especiales por 1,95 €, además de la posibilidad de adquirir el DVD. En este caso, está concebido más como un portal del cinéfilo, con propuestas, noticias, comentarios y críticas.

La calidad del streaming en ambas plataformas es bastante buena, mejor en el caso de Filmin en cuanto a imagen y sonido, aunque ambas cuentan con el hándicap de siempre: la penosa red de internet que las compañías españolas nos ofrecen, con un ancho de banda escuálido para este tipo de propuestas. No obstante, tanto en una como en otra, a pesar de alguna que otra ínfima pausa para cargar, es fácil ver sin problemas una película completa. 

Filmin estrenó justo después de concluir la Semana de Cine de Valladolid la película Estigmas, ópera prima de ficción de Adán Aliaga, que ya demostró una interesante capacidad visual en el documental La casa de mi abuela. La película, ganadora del Premio Pilar Miró al Mejor Nuevo Realizador en la SEMINCI, cuenta con la particularidad de tener como protagonista al campeón de lanzamiento de peso Manuel Martínez, correcto en su papel de personaje bonachón adicto al alcohol que un buen día descubre estigmas en sus manos. Rodada en blanco y negro, con una intensa fotografía de Pere Pueyo, este drama de personajes incomprendidos y solitarios funciona sólo a ratos, contiene algunos momentos visualmente atractivos, pero resulta obvia en sus pretensiones y tosca en sus planteamientos. Y, sinceramente, no alcanzo a comprender algunas reacciones de determinados personajes.

Por su parte, Filmotech ha estrenado en internet la producción gallega La noche que dejó de llover, debut del director compostelano Alfonso Zarauza. Rodada precisamente en Santiago de Compostela, cuenta con un reparto encabezado por Luis Tosar, Mercedes Sampietro, Chete Lera y Nora Tschirner, y se centra en un personaje que deambula por las noches entre la oscuridad de una ciudad de piedra. Cierto aire de realismo mágico combina con algunas dosis de humor, pero realmente no termina de convencer un planteamiento que tiene en un guión algo deslavazado su principal defecto. El director habla como referencias de títulos como Eduardo Manostijeras o Lost in translation. Yo, realmente, no veo el parecido por ninguna parte. 

Propuestas más o menos acertadas en cuanto a sus resultados no eliminan el interés de iniciativas que pasan por encontrar el hueco que las grandes distribuidoras acaparan en las salas tradicionales en espacios virtuales como internet. La necesidad de buscar estas nuevas fórmulas convierte por tanto al cine independiente en la punta de lanza de lo que será el futuro (ya presente) de la exhibición cinematográfica.


16 noviembre, 2009

Cine pequeño: Wendy and Lucy

El cine es un arte capaz de asombrarnos con grandes fuegos de artificio y millonarios presupuestos. Pero al mismo tiempo consigue fascinarnos a través de historias sencillas que necesitan sólo unos pocos elementos para llegarnos al corazón. 

Es el caso de Wendy and Lucy, una película que el año pasado estuvo presente en la Sección Oficial de algunos de los festivales más destacados (Toronto, Londres), así como en la prestigiosa Un certain Regard del Festival de Cannes, y que en España descubrimos en la programación de una muestra tan dada a este tipo de producciones como el Festival de Cine de Gijón. Pero que sin embargo permanece inédita en nuestro país, no se sabe por qué extraña decisión de nuestros distribuidores.  

Wendy and Lucy nos acerca a la relación entre una joven que ha decidido viajar hasta Alaska con 500 dólares en el bolsillo y su perra, a la que pierde tras una embarazosa situación. Varada en un pequeño pueblo de la América profunda, Wendy conoce la hostilidad de una sociedad compartimentada, y al mismo tiempo la fragilidad de una vida a la deriva.

La película, en su superficie, no tiene un argumento complejo, pero contiene un trasfondo sobre la crisis y los condicionamientos de una sociedad marcada por normas y abusos, que ya quisieran otros títulos más pretenciosos. Una pequeña localidad se puede convertir en un lugar hostil para alguien que no está "controlado". Ya lo dice uno de los personajes: "Si no tienes dirección, no puedes trabajar, y si no trabajas no puedes tener una dirección. Nos tienen pillados". Pues sí, nos tienen pillados... y por los huevos (algo tan actual como la campaña por el DNIe nos recuerda esta situación). 

Pero sobre todo, Wendy and Lucy es una película que evita la sensiblería que habitualmente rodea a las relaciones entre hombres y animales en el cine, y que está espléndidamente interpretada por una Michelle Williams que traspasa la pantalla (y eso que la directora le pidió que no se maquillara ni se lavara el pelo en dos semanas). 

Los escasos 80 minutos de esta historia sencilla juegan a su favor, porque no trata de alargar innecesariamente un argumento casi minimalista, y eso es de agradecer. Kelly Reichardt, la directora, consigue construir una muestra de cine pequeño que nos atrapa sin grandes pretensiones.

15 noviembre, 2009

Homenajes

Los festivales de cine suelen ser generosos en sus homenajes, pero el Sevilla Festival de Cine se lleva la palma. Esa tendencia de dar una estatuilla a cualquiera que pase por aquí ha acabado resultando este año un auténtico despropósito.  

El debate sobre si los festivales de cine sirven para descubrir cinematografías, directores, películas que difícilmente serán vistas en nuestras pantallas por mor de unos distribuidores que se las dan de innovadores cuando en realidad sólo compran con criterios de cine conservador, o si los festivales simplemente son un escaparate de caras más o menos conocidas y representantes de una industria maltrecha por no haber sabido adaptarse a las nuevas formas de ver cine, lo dejaremos para otra ocasión. 

En el Sevilla Festival de Cine se le ha dado un homenaje este año a todo Cristo. Que Carlos Saura y Vittorio Storaro estaban rodando en Sevilla, pues homenaje a Vittorio, no vaya a ser que no vuelva por aquí; que el cine invitado es el de Gran Bretaña, pues homenaje a la principal responsable del British Film Institute, para que así venga y eche una mano en traer a personajes conocidos. Que se estrena la segunda parte de la saga de Millenium, pues homenaje a su productor, Sören Staermose, por haber conseguido sacar los frutos de unas novelas a base de parir churros y engañar de camino a los espectadores ¿quién va a ir a ver la tercera entrega en los cines cuando ya se ha anunciado que se va a producir una serie de televisión? El propio Antonio de la Torre se sorprendía de que le dieran un premio a su trayectoria, cuando prácticamente está empezando.

Al final, en los festivales los homenajes son excusas para traer a actores o directores conocidos que de otra forma difícilmente vendrían. Esa es la realidad, especialmente en muestras que aún no tienen el prestigio necesario. Y aún teniéndolo: todos sabemos que el Festival de San Sebastián homenajeó a Robert DeNiro a golpe de talonario. La pregunta surge entonces: ¿para qué se hacen los homenajes? La respuesta es difícil, pero en Sevilla, si sirve para que un alcalde mediático se haga una foto, pues adelante, estatuillas para todos: Ben Kingsley, John Hurt, Fernando Trueba, Amanda Nevill, Rafael Azcona, Maurizio Escaparro, Antonio de la Torre, ... Menos mal que Tom Cruise y Cameron Díaz no ruedan en Sevilla hasta la semana que viene, porque si llegan a coincidir con el festival, se acaban sacando un homenaje de la manga por la promoción de Sevilla en sus películas. 

04 noviembre, 2009

El asesino absurdo

No sabemos si al final acabará en la lista de los cortometrajes nominados al oscar (no va muy desencaminado, ya que en Estados Unidos se ha llevado un chorro de premios en una buena cantidad de festivales de cine). Pero Richard Gale ya está entre nuestros cortometrajistas del momento. El título del cortometraje es absurdo: El asesino horriblemente lento con el arma extremadamente ineficaz. El corto es más absurdo todavía. Pero contiene (mejor que cualquier Scary movie) la más completa y divertida aglomeración de tópicos del cine de terror que hemos visto en mucho tiempo.



03 noviembre, 2009

Un mirada al cine europeo

En Europa se hacen también películas que no están marcadas por los gustos políticamente correctos de quienes deciden dónde, cómo y entre quién se reparten los miles de euros que cada año la Unión Europea ofrece con condiciones. 

El cine europeo actual deambula entre los escarceos, más o menos logrados, con el cine de género (bélico, thriller...) y las demostraciones de ese cine de autor que tantas discusiones ha suscitado. Éste es un repaso a salto de mata por diferentes países y distintas formas de concebirlo, pero con el denominador común de cierta firma de personalidad que, nos guste o no, ha acabado marcando un estilo propio. Eso sí, nos resistimos a seleccionar solamente el cine europeo subvencionado por unas instituciones comunitarias cuyos criterios son más que discutibles. En Europa se hacen también películas que no están marcadas por los gustos políticamente correctos de quienes deciden dónde, cómo y entre quién se reparten los miles de euros que cada año la Unión Europea ofrece con condiciones.  

DINAMARCA. EL THRILLER DE LAS BUENAS MANERAS 

Kandidaten. Dir. Kasper Barfoerd  Int. Nikolaj Lie Kaas, Ulf Pilgaard, Laura Christensen

El cine danés tiene esa rara habilidad para saber construir películas de factura impecable y al mismo tiempo acabar creando historias con personalidad propia. El caso de Kandidaten no es diferente. Construido con precisión, buena planificación, interpretaciones de altura y sentido del ritmo, se trata de una más que decente incursión en el cine de género con protagonista metido en una trama de conspiración. No es que el guión sea de una calidad extrema, e incluso algunos puntos de giro resultan algo increíbles, pero consigue que la historia de un joven abogado que investiga el posible asesinato de su padre, nos atrape con convicción. Algo a lo que contribuye el trabajo de Nikolaj Lie Kaas, uno de esos actores daneses que parece que están en todas las películas que tienen proyección internacional, y que es capaz de incorporar tanto a personajes oscuros como, en este caso, a protagonistas que saben empatizar con el espectador. 
Música: La banda sonora de Jeppe Kaas está muy bien diseñada y aunque discurre por los sonidos más o menos convencionales del cine de acción, tiene momentos de auténtica precisión.  

BÉLGICA. EL HORROR FLAMENCO 

Linkeroever. Dir. Pieter Van Hees  Int. Eline Kuppens, Matthias Schoenaerts, Sien Eggers

No es habitual que la cinematografía belga se adentre en el cine de terror, por lo que esta incursión merece un espacio. Linkeroever, que puede traducirse como "Orilla izquierda", se centra en una joven que se ve metida de ello en medio de una extraña comunidad de vecinos que oculta algo más que secretos. No estamos, eso sí, ante el típico cine de sustos. La película discurre con pausa por un terreno más cercano a las películas de género de Polanski, especialmente Repulsión, pero también La semilla del diablo. Y en ese sentido, la ambientación terrorífica contiene más elementos de desasosiego que de auténtico horror. El director logra esa sensación oscura, pero no consigue calibrar bien el ritmo, que en ocasiones resulta excesivamente estático.   
Música: Más que música, la película contiene una interesante ambientación sonora que consigue en algunos momentos subrayar la sensación de claustrofobia.  

FRANCIA. EL POLAR DE AUTOR 

Bellamy. Dir. Claude Chabrol  Int. Gerard Depardieu, Jacques Gamblin, Marie Bunel

De nuevo, Claude Chabrol construye un policíaco en el que lo más relevante no es el caso a investigar, sino las consecuencias que éste tiene en quienes lo investigan. En este caso, se trata de un inspector de policía de vacaciones, casi de retiro forzado (perfecto Gérard Depardieu, en uno de los papeles más logrados que le hemos visto en su últimamente errática filmografía) que no consigue abstraerse de una muerte misteriosa. Homenaje a Georges Simenon, de cuyo inspector Maigret éste toma prestados algunos tics, Bellamy es puro Chabrol: preciso, a veces divertido, sabiendo acercarse a los personajes con simpatía. Que a Depardieu le acompañen actorazos como Jacques Gamblin o Marie Bunel es otro elemento de interés. No es el cine perfecto, pero sí el perfecto entretenimiento. 
Música: Como de costumbre, el hijo de Claude Chabrol, Matthieu Chabrol, se encarga de la banda sonora. Beves apuntes de transición con cuarteto de cuerda que resultan efectivos, pero intrascendentes. 

EL EROTISMO MÍSTICO

À l'aventure. Dir. Jean-Claude Brisseau  Int. Carole Brana, Arnaud Binard, Nadia Chibani

Director de especial resonancia en los círculos de Cahiers du Cinema, Jean-Claude Brisseau es para mí un cineasta que me produce encontradas reacciones. A veces no sé si estoy viendo una película erótica de los setenta, pero resulta atractiva su capacidad para reflexionar sobre la realidad y el ser humano. Su última película es así. Por un lado, una sucesión de escenas eróticas un poco "naif"; por otro, una serie de pensamientos en torno a las apariencias y cómo actuamos según las pautas marcadas por nuestra sociedad. Y resulta refrescante sobre todo el universo femenino que plantea el director: liberado, liberal, aburrido del sexo convencional con su pareja, lleno de deseo de descubrimiento. Lo mejor de la película es ese científico taxista que remueve los convencionalismos. Pero al final, también, los personajes son "conducidos", guiados hacia el éxtasis místico. Lo cual tampoco resulta alentador. 
Música: Jean Musy acompaña con música etérea el misticismo de la película, pero se mantiene siempre en un plano secundario.


REPÚBLICA CHECA. LA GUERRA INÚTIL 

Tobruk. Dir. Václav Marhoul  Int. Jan Meduna, Petr Vanek, Robert Nebrenský


Basada en la misma novela de Stephen Crane que la versión norteamericana que dirigió John Huston en 1951, nos encontramos aquí con un tour de force del cine checo que tiene más de apariencia que de auténtica sustancia. Se puede entender que la industria de su país le nomine para 8 premios nacionales por el esfuerzo de producción y la, no se puede negar, buena factura técnica de una pretendida superproducción como ésta, pero la historia está contada con tan poco acierto y los personajes resultan tan distantes que no tenemos claro si merece el reconocimiento que se le ha dado institucionalmente. Tobruk se adentra en la guerra con la mirada puesta en Hollywood, pero no consigue trascender del puro artificio. 
Música: Richard Horowitz (especialista en sonidos africanos) y Sussan Deyhim se encargan de una banda sonora que contiene elementos sonoros del desierto, mientras trata de acercarse también a la espectacularidad de la guerra. Pero la incursión de algunos elementos sintetizados resulta poco acertada.  

KAZAJISTÁN. EL VALOR DE LA SENCILLEZ 

Tulpan. Dir. Sergei Dvortsevoy  Int. Tolepbergen Baisakalov, Ondas Besikbasov, Samal Esljamova

La historia de un joven cuyo único sueño es encontrar una mujer y cuidar ovejas en la estepa es tan sencilla como efectiva, si nos la cuentan con humor y con esa precisa descripción del entorno familiar que se encuentra en esta película. Como de costumbre, el cine hecho en Kazajistán se estrena con cuentagotas (porque se produce con cuentagotas), pero no hay duda que tiene en sus elementos de simpleza dramática el mayor valor. Tulpan es esa película pequeña (pero con una planificación muy cuidada) que logra hacer que los personajes nos resulten entrañables, cercanos, aunque su estilo de vida (esa inevitable mirada antropológica) sea tan distante al nuestro. Y en eso se nos presenta como una perfecta y lograda recreación emocional. 
Música: Folclórica y simple, aunque con la divertida curiosidad de tener como leitmotiv una canción de Abba.  

POLONIA. EL DRAMA GROTESCO 

Cztery noce z Anna (Four nights with Anna)  Dir. Jerzy Skolimowski  Int. Urszula Bartos-Gesikowska, Margorzata Buczkowska

Jerzy Skolimowski vuelve a rodar en polaco desde que lo hiciera allá en 1981 (aunque tampoco es que haya dirigido más de cuatro películas desde entonces). Lo mejor de este drama grotesco es el dibujo del protagonista, un personaje de extraña personalidad que no se nos explica (ni falta que hace) de dónde proviene, y que está obsesionado con una joven vecina a la que visita, sin ella saberlo, por las noches. De perfecto trazado cinematográfico, quizás le falta a la historia algo de credibilidad, pero consigue interesarnos gracias a su propuesta de juego temporal y a la buena definición de los personajes.  
Música: Siempre hemos dicho que el cine polaco está dotado con el talento de sus músicos (algunos de ellos como Wojciech Kilar o Jan Kaczmarek de proyección internacional), por la efectividad melódica que les caracteriza. Es también el caso del trabajo de Michal Lorenc que, apoyándose en pizzicatos, logra dar ese toque absurdo que requiere la historia.



01 noviembre, 2009

Actividad paranormal de blockbuster

Nos han contado que Steven Spielberg se cagó de miedo con esta película. Pero ¿tenemos que creernos todo lo que las multinacionales nos venden?  

Soy bastante reacio a creerme las informaciones que provienen de los grandes estudios. Se nos venden películas como de bajo presupuesto que sin embargo vienen precedidas de una intensa campaña promocional. Así, cineastas como Robert Rodríguez consiguieron entrar en el mercado con producciones de ínfimo coste como El mariachi, pero que contaba con una trayectoria publicitaria importante a cargo de la distribuidora Sony Pictures. Con lo cual, realmente uno no sabe si está asistiendo a un engañabobos o a un auténtico descubrimiento. 

El pasado fin de semana una de esas películas que nos venden como producto casi amateur consiguió superar en recaudación a la gran estrella del cine de terror, Saw VI. Se trata de Paranormal activity, una historia sencilla de sencillo desarrollo que sin embargo ha acabado convirtiéndose en el fenómeno de la temporada. Dirigida en 2007 por el joven Oren Peli, y estrenada en el pasado Festival de Sitges, esta historia de trazos difusos tiene un planteamiento parecido al de títulos como El proyecto de la bruja de Blair (¿qué fue de sus dos directores?) y REC: Acercar el terror al espectador a través de una cámara subjetiva, cuya justificación queda a veces en entredicho, pero que acaba resultando de una efectividad inusual hasta el momento. 

En este caso, y acompañada de una campaña de esas que llaman "viral" (apariencia de realidad que esconde una promoción publicitaria) el operativo ha funcionado a la perfección, y Paranormal activity se ha convertido en toda una revelación. Pero ¿realmente nos tenemos que creer todo lo que nos cuentan? La promoción de la película (y su planteamiento de inicio) consiste en contarnos la historia de una pareja que debe convivir con fenómenos paranormales que graban con una cámara de video como si se tratara de una grabación real. Esto no es nuevo, claro, ya lo hizo Miguel de Cervantes en Don Quijote de la Mancha. Pero, aunque sepamos que lo que estamos viendo es tan irreal como cualquier escena de Destino final, lo cierto es que consigue crear cierto desasosiego. 

Claro que luego nos cuentan que si Steven Spielberg se cagó de miedo (¿de verdad alguien se cree que el productor y director de todo tipo de películas de género llevó el DVD a su estudio metido en una bolsa de basura porque pensaba que estaba maldito?), que si los mandamases de Dreamworks se quedaron impactados... y encima el director del Festival de Sitges entra al trapo y promociona la película en el programa de Iker Jiménez (en el que de hecho uno no se cree ni la mitad de las cosas que cuentan) como si tuviera dudas de si se trata de una grabación real. 

Lo cierto es que Paranormal activity, la película que se ha estrenado en salas, no es la película que Oren Peli dirigió, sino un remake producido cuando Dreamworks decidió entrar en el proyecto. Es decir, realizado con un presupuesto acorde con las producciones de las majors, por supuesto de bajo coste. Y también es verdad que el estreno tardío de la película se debe más a cuestiones relacionadas con la falta de liquidez de la productora que con otras cuestiones del más allá.

Paranormal activity es una película que juega bien sus cartas. Tiene un planteamiento sencillo, unos actores convincentes, una estructura de cine de terror de fórmula y unos resultados decentes. Lo mejor de la propuesta es el dibujo incrédulo de uno de sus dos personajes; lo peor, un final que para mí no termina de resultar convincente y mucho menos impactante de lo que hubiera sido deseable. Pero eso sí, consigue momentos de auténtico desasosiego y tiene una escena concreta que te deja helado (los que la hayan visto ya sabrán a cuál me refiero). A pesar de su estructura esquemática y de sus recursos modestos, logra resultar entretenida, aunque le sobra algo de metraje. Pero tampoco deja de ser un producto de diseño industrial envuelto en formato de cine indi


26 octubre, 2009

¿Qué hay detrás de la calificación X?

¿Por qué la calificación "X" a Saw VI? Evidentemente, las decisiones que toman las comisiones que valoran las películas no son gratuitas. Muchos apuntan a que se trata de un castigo a la distribuidora Buenavista.  


La noticia parece tan absurda que resulta difícil de creer. Mientras Saw VI pasa todos los filtros de la censura en los países anglosajones, especialmente en Estados Unidos donde le otorgaron la calificación de "R" (restrictiva a mayores de edad y menores acompañados), en España la comisión de calificación del Ministerio de Cultura le planta una "X" en toda la jeta. Y Buenavista, su distribuidora, ante la posibilidad de que, por mucho que se empeñe, le va a resultar complicado convencer al público potencial de esta saga de churros sangrientos de que vayan a una de las pocas salas "X" a ver la película (más que nada por razones higiénicas, porque muchas salas de cine convencional son tan cutres como las salas porno), decide retirar el estreno y recurrir la decisión. 

El recurso le salió bien a Alta Films con la película Fóllame y es muy probable que también acabe siendo positivo para Buenavista, porque resulta poco sostenible esta calificación en una película que, por muchas escenas violentas que tenga, difícilmente superará a las  de las cinco bazofias anteriores, o a la truculencia insana de ejercicios de autocomplacencia gore como Hostel, que sí que se recreaba con gusto en las peores atrocidades, entre otras cosas porque era lo único en lo que se podía sostener. Y difícilmente superará en explicitud a la penetración fálica, la mutilación vaginal y la eyaculación sangrienta del Anticristo, de Lars Von Trier, calificada sólo para mayores de 18 años. 

Entonces, ¿por qué la calificación "X" a Saw VI? Evidentemente, las decisiones que toman las comisiones que valoran las películas (¿de verdad se tragan películas como Las vecinas de mi barrio echan uno a diario, Mami, mi novio es negro ¿quieres conocerlo? o Maduritas de tetas cojonudas para calificarlas?) no son casuales ni responden a criterios exclusivamente artísticos. Un ejemplo lo tenemos en la reciente propuesta de Ley del Cine. Las Asociaciones del audiovisual andaluz apoyan el proyecto de Ley, pero exigen la presencia de representantes autonómicos en las comisiones de valoración. Es decir que, asumiendo de entrada que las comisiones no son ni serán "independientes", lo que se pretende es formar parte de ellas para favorecer a sus socios. Lo cual es lícito, pero resulta preocupante por cuanto se tiene asumida ya esa falta de criterio neutral. 

¿Qué lectura tenemos que hacer entonces de la calificación "X" a Saw VI? ¿O lo que es lo mismo, de impedir a la filial de Disney que distribuya en nuestro país uno de sus títulos estrella de la temporada? Muchos apuntan a que se trata más bien de un "castigo" por parte del Ministerio de Cultura. Y ciertamente, más que la propia calificación, lo que está en el fondo del asunto es el boicot a la distribución de un título que probablemente hubiera sido el más taquillero del fin de semana (se ha beneficiado de rebote el telefilm Millenium 2). Algunos incluso apuntan a que, ante el recelo de Disney de distribuir internacionalmente el buque insignia del cine español de esta temporada, Ágora (que está funcionando bien en España, pero se desconfía de su repercusión en el extranjero y se duda que consiga rentabilizar la costosísima producción), esta calificación nace como toque de atención a la multinacional. 

¿Son ciertos estos rumores? Seguramente será difícil saberlo. Pero lo que sí parece claro es que Saw VI no ha obtenido la calificación "X" únicamente por criterios de contenido violento. 

22 octubre, 2009

Camino de la autoprogramación

En Estados Unidos comienzan a darse cuenta de que el formato tradicional de  visionado de producciones está dando un vuelco hacia otro tipo de actitud por parte de los espectadores.  La auto-programación es el futuro. 

Para parte del sector audiovisual  (incluidos Ministros/as de Cultura y gestores de derechos de autor) es más fácil aferrarse a formas tradicionales de producción y programación que adaptarse a las nuevas tendencias. Lo cierto es que en Estados Unidos comienzan a darse cuenta de que el formato tradicional de  visionado de producciones está dando un vuelco hacia otro tipo de actitud por parte de los espectadores. Series como Lost, True blood o Flashforward están definiendo tendencias que van más allá del visionado semanal. tradicional Los espectadores prefieren la auto-programación y en España igual que en Estados Unidos este tipo de producciones acaban teniendo más salida en la venta directa (bien sea en video-on-demand o bien en su distribución en DVD) que en la parrilla de las televisiones. 

Algunas iniciativas como la de Cuatro de programar los capítulos pilotos de las nuevas temporadas a una semana escasa de su estreno en Estados Unidos (véase el comienzo de la sexta temporada de House, e incluso series completas como Flashforward), parece que están funcionando satisfactoriamente. Pero la posibilidad de descargar estas mismas series en versión original y la eventualidad de auto-programarse los capítulos para verlos cuándo y como al espectador le plazca parece que sigue siendo la tendencia final. Incluso muchos de los habituales consumidores de descargas renuncian a ver las series con el ritmo que las cadenas de televisión las programan, y prefieren esperar a que se completen las temporadas para así programarse un visionado a la carta. 

Entonces, ¿cuál debe ser la posición de los responsables del audiovisual? ¿Perseguir las descargas, o adaptarse a las nuevas tendencias? En Suecia las descargas de internet están prohibidas y perseguidas duramente. Pero, ¿cuál ha sido la consecuencia de esta prohibición? Pues el nacimiento del Partido Pirata, que ha conseguido el suficiente respaldo popular como para tener representantes en el Parlamento. O lo que es lo mismo: cuando los políticos y gestores de derechos se tocan los huevos y enseñan las garras, el electorado les da una hostia y les pone en su sitio. 

¿Y en España? Algunas cadenas de televisión como Antena 3 o TVE empiezan a dar tímidos pasos hacia la multi-programación de sus contenidos, teniendo a internet como referente principal. Mientras, Telecinco se dedica a perseguir a quienes utilizan sus contenidos, siendo incapaces de mantener una coherente línea de programación que les permita salir del pozo sin fondo en el que se encuentra. Ni qué decir que las mediciones de audiencia por los canales tradicionales están obsoletos, y nadie puede negar que los shares de audiencia tal como se conocen en la actualidad son una falacia. Si las audiencias incluyeran los contenidos de internet, seguramente nos sorprenderían los resultados, especialmente en los programas de las cadenas públicas. Pero, no se sabe bien por qué, ninguna cadena de televisión, ni por supuesto el gobierno parecen dispuestos a cargarse estas mediciones rudimentarias. 

Pero será cuando las cadenas de televisión norteamericanas comiencen a distribuir sus contenidos saltándose las parrillas de programación tradicionales cuando definitivamente se encuentre la salida a este enfrentamiento entre los espectadores y los trogloditas del audiovisual. ¿Para qué ir a Mercados de venta cuando se pueden permitir el lujo de distribuir sus contenidos de forma autónoma? En España mientras tanto nos seguirán dando cucharas de palo. Pero aquí todo funciona igual. Si no, no se explica por qué el Gobierno concedió dos licencias a canales analógicos (Cuatro y La Sexta) cuando se sabía que más tarde o más temprano acabarían fusionándose con plataformas ya existentes (igual ocurrió con los canales digitales. ¿Nos acordamos de que existía algo que se llamaba Vía Digital?). El día que los trogloditas dejen de manejar el sector audiovisual podremos comenzar a hablar del futuro de la industria. 

18 octubre, 2009

Dos visiones sobre fútbol

Dos recientes títulos que vuelven a reunir cine y fútbol consolidan la visión inglesa como la más diáfana en torno a los entresijos de un deporte que es algo más que un deporte.

El cine inglés es quizás el que ha sabido dar mejores títulos sobre el mundo del fútbol, en un acercamiento entre cine y deporte que en muchas ocasiones no ha encontrado el punto de equilibrio adecuado. Curiosos policíacos como The Arsenal Stadium mistery (1939), de Thorold Dickinson o inteligentes incursiones en el submundo hooligan como I.D. (1995), de Philip Davis, logran resultados que otras cinematografías (incluida la española) han conseguido sólo ocasionalmente. 

Dos recientes títulos que vuelven a unir cine y fútbol consolidan la visión inglesa como la más diáfana en torno a los entresijos de un deporte que es algo más que un deporte. Por un lado, la ya estrenada en España The Damned United (2009), dirigida por Tom Hooper. Para situarnos en el interés que a priori (más tarde confirmado) tiene este título sólo hay que nombrar al guionista y el actor principal. Porque el escritor Peter Morgan es sin duda alguna uno de los mejores guionistas del cine europeo, que ha sabido diseccionar con destreza el mundo del poder, bien en el oscarizado perfil de la reina de Inglaterra, The Queen (2006): bien en el enfrentamiento político-periodístico de Frost contra Nixon (2008); bien en el certero retrato del laborista Lord Longford en la miniserie de HBO Longford (2006), a la sazón también dirigida por Tom Hooper. Se trata de un escritor de capacidad innata para trazar lecturas casi shakesperianas de las obras que adapta. Y atención porque Peter Morgan será el encargado de escribir el guión de la próxima entrega de la serie de James Bond, que desde luego vuelve a recobrar interés con guionistas como éste. 

El otro nombre a destacar en The Damned United es el de  Michael Sheen, uno de los más eclécticos actores británicos que ha protagonizado parte de los títulos más destacados escritos por Morgan (fue Tony Blair en The queen, el periodista Martin Frost en Frost/Nixon, y aquí el entrenador carcomido por el odio y la venganza). Y, no lo olvidemos, también es el licántropo protagonista de la saga de Underworld, quizás el único personaje con cierta solvencia de la serie.   

The Damned United utiliza el fútbol como excusa para hablar nuevamente de la lucha de poderes, de la savia nueva frente a la vieja escuela, de formas diferentes de vivir la pasión por un deporte, a través de la historia del que está considerado como mejor entrenador de la historia del fútbol inglés. Lo de los logros de este entrenador es lo que menos me interesa como espectador de la sinrazón que produce el fútbol en sus seguidores todos los fines de semana, que miro con distancia y humor. Pero es de tal calibre la escritura del guión, de tal altura la interpretación de los actores, de tal destreza el trabajo de dirección, que resulta sin duda una visión diferente de un deporte tan popular. 

Por su parte, Ken Loach (y especialmente el guionista Paul Laverty) son dos de esos apasionados seguidores del fútbol, y ya han tratado el tema aunque de forma tangencial en películas como Mi nombre es Joe (1998). En Buscando a Eric (2009), que inaugura el día 23 la Semana de Cine de Valladolid, consiguen crear un cuento sencillo pero de profunda carga emotiva, y desde luego vuelven a engancharme como espectador tras sus mediocres películas anteriores. 

Porque a Ken Loach y Paul Laverty les pierde en ocasiones su tendencia al maniqueismo ideológico y su empeño en darnos discursitos sociales. A mí títulos como Tierra y libertad, El viento que agita la cebada o En un mundo libre me resultan incluso molestos por su empeño en aleccionar al espectador. Por eso, cuando veo al protagonista de Buscando a Eric, perdido en la mediocridad de su vida, conseguir un aliento de esperanza cuando se le aparece la figura de su ídolo Eric Cantona (convertido en consejero hetéreo), me dejo llevar por la historia (que puede ser obvia, pero sin duda resulta efectiva) y por ese canto a la solidaridad que destilan los amigos forofos del Manchester United. Y acabo creyendo incluso en ese sentimiento de compañerismo del que algunos aficionados me han intentado convencer como seña de identidad de la pasión futbolística.  

Buscando a Eric nos devuelve a ese Ken Loach que sabe contar historias sin aspavientos, con sentido del humor, trabando los sentimientos con inteligencia, trazando personajes de profunda vida interior. 

14 octubre, 2009

After

Alberto Rodríguez parece empeñado en encontrar las claves que de alguna forma definan los tiempos y las realidades de una sociedad que a su vez se nos muestra como fragmentada.

Alberto Rodríguez se apunta al carro del cine-puzzle, el retrato fragmentado de una narración que se divide en tres historias con una juerga como trama principal en torno a tres representantes de una generación desorientada. La historia de After se concentra en tres amigos que se reúnen tras un año sin verse e inician una noche de farra que les acabará dando de bruces con sus vidas descentradas. Hay que reconocerle a Alberto Rodríguez que ha alcanzado ese oficio de director que sabe manejar el tempo de la acción y sabe extraer de sus personajes momentos de verdad.

After tiene elementos en común con 7 vírgenes, por eso de convertirse en retrato de una generación (ésta más perdida si cabe que la otra), y en ese sentido Alberto Rodríguez parece empeñado en encontrar las claves que de alguna forma definan los tiempos y las realidades de una sociedad que a su vez se nos muestra como fragmentada.

Esta última película (la cuarta de su director) me desorienta. Reconozco cierta valentía a la hora de convertir una anécdota en un juego temporal de emociones y desencuentros. Pero también reconozco que, a pesar de pertenecer a la misma generación que los protagonistas, me siento a años luz de sus frustraciones y su autodestrucción. No termino de encontrar el interés de sus historias íntimas (las que se nos cuentan como contrapunto de la juerga central), y sólo en algunas ocasiones (aquellas en las que vemos su lado más patético, pero también su perfil más desolador, representado acertadamente por un sorprendente Guillermo Toledo) consigo acercarme a ellos.

No ayuda a este interés la descomposición narrativa a la que hacía referencia, y mucho menos el artificio del cruce de caminos (ese perro, elemento sobrante que me saca de la historia y me acaba resultando molesto por su obviedad. ¿Un perro perdido y herido? ¿No había otro recurso menos explícito?).

En After (juego de definiciones en el que podemos encontrar la referencia a los locales nocturnos, pero también a la propia trayectoria vital de los protagonistas) hay momentos de lograda representación de personalidades complejas (ahí juega un papel fundamental la excelente, descriptiva y casi psicológica fotografía de Álex Catalán), pero acaba resultando reiterativa y anodina. Al segundo saltito de los protagonistas en la discoteca ya estoy deseando que la noche se acabe, aunque lo hagan al son de los acordes del absorbente Micah P. Hinson y su Beneath the rose. Sobre todo porque el personaje femenino me resulta el más elemental de todos, y el último fragmento, cuando ya prácticamente está compuesto (descompuesto) el puzzle, me parece el más insustancial.

After no es una película fácil, y por ahí reconozco su mayor mérito. Pero se trata de una propuesta arriesgada que no alcanza el equilibrio necesario para construir una obra compleja y completa. 


Estreno en España: 23 de octubre