29 septiembre, 2012

Premios del Cine Europeo: 3ª Parte

Continuamos nuestra serie de posts en los que repasamos parte de las películas preseleccionadas por la Academia de Cine Europeo para sus premios anuales. Títulos que en su mayor parte permanecen inéditos en España aunque ya han pasado por festivales como Berlín y Cannes. 

Poupata (Flower buds), de Zdenek Jirasky. El debut de este joven director checo le ha valido importantes reconocimientos, entre ellos los de Mejor Película, Director, Actor principal (Vladimír Javorský) y Fotografía de los galardones anuales de la cinematografía de su país. Reconocimientos que valoran esta historia que tiene como principal protagonista a una familia un tanto dispersa cuyos miembros viven auténticas sobredosis de crisis existencial (una joven embarazada, un adolescente enamorado de una bailarina de streep-tease, un padre ludópata...). Poupata, con su aire de decadencia más o menos envuelta en cierta modernidad, es algo así como un Amores perros húngaro, pero con bastante menos capacidad de fascinación. No sabemos si es así, pero parece que el cine de Iñárritu está muy presente en esta película, por la textura de las imágenes y ese poliédrico abanico de historias relacionadas. Y aunque encontramos personajes especialmente atractivos por su desolación buscada, como ese padre interpretado por el premiado Vladimír Javorský, la película en general se nos antoja artificial y carente de emoción. 

Róza, de Wojciech Smarzowski. Junto a In darkness, de Agnieszka Holland, otra de las películas con posibilidades de cara a los Premios del Cine Europeo, la producción polaca parece estar enfocada este último año a la visión cruda y descarnada de la guerra. En su país, Róza ha sido la gran triunfadora de los premios de cine, logrando seis, entre ellos los de Película, Director y Actriz principal. Otra mujer como principal protagonista (hablábamos en el primer post de Barbara), aquí enfrentada a la barbarie de la guerra y de los soldados rusos en la frontera polaca. A Wojciech Smarzowski le conocíamos ya gracias a su espléndida Wesele (La boda) (2004), que le consolidaba como un director con especial capacidad para sacar partido de sus actores. Róza también tiene en las interpretaciones su principal virtud, y es notable el trabajo de Marcin Dorocinski y Agata Kulesza, un soldado y una campesina, golpeados por el horror de la guerra, que encuentran en su relación pequeños momentos de felicidad en medio de toda esa barbarie. A la película le sobra cierta recreación en la violencia y en las violaciones que sufren las mujeres a manos de los bárbaros, pero no cabe duda que funciona mejor como retrato crudo de la auténtica locura de la opresión que, por ejemplo, el academicismo que nos propone Agnieszka Holland en In darkness

The woman who brushed off her tears, de Teona Strugar Mitevska. Dos mujeres son las protagonistas de dos historias que aprenden a manejar por sí solas. El título de la película (La mujer que se secó las lágrimas) resulta clarificador sobre la intención de estas dos historias paralelas que tienen que ver con mujeres y hombres, con madres e hijos. Presentada en la Sección Panorama de la Berlinale 2012 y en la inauguración de Cinema Jove, The woman who brushed off her tears tiene en su reparto a la española Victoria Abril y a la macedonia Labina Mitevska (Before the rain), a la sazón hermana de la directora. La primera demuestra su capacidad para resolver con la mirada escenas de gran fuerza dramática; la segunda transmite la fragilidad de su personaje con concisión. Hay dos cosas que merecen el reconocimiento del trabajo de Teona Strugar Mitevska: su planificación inteligente, que sostiene en muchas ocasiones en precisos planos secuencia; y su gusto musical, apoyando la banda sonora en algunos de los pasajes más sobrecogedores de la obra de Arvo Pärt. Pero con un primer acto contundente y un tercer acto impactante, la película se pierde en una segunda mitad excesivamente lánguida. A pesar de eso, la historia de estas dos mujeres termina por atraparnos y remover nuestra retina. 
Banda sonora: Cualquiera que conozca algo de la música de Arvo Pärt ya se puede hacer una idea del tono general de la película. La directora utiliza algunas composiciones especialmente sugerentes del músico estonio, sobre todo sus obras instrumentales más conocidas: "Tabula Rasa" (1977) o el emocionante "Spiegel im Spiegel" (1978) que recientemente también hemos oido en la película Un lugar donde quedarse, de Paolo Sorrentino. 

Hahithalfut (The exchange), de Eran Kolirin. El director israelí se dio a conocer con su deliciosa comedia La banda nos visita (2007). El año pasado presentó en la Mostra de Venecia su segundo largometraje, tras haber participado en la conocida serie de televisión Betipul y dirigir algún episodio de la versión norteamericana, En terapia. The exchange habla de un tipo que da clases en la universidad y cuya vida, más o menos apática, da un giro cuando decide romper con la rutina. Eran Kolirin comentaba en Venecia que la idea se la inspiró la cantidad de cosas absurdas que se nos puede ocurrir hacer cuando estamos en una habitación de hotel solos. Y el planteamiento es interesante, cuando el protagonista adopta esa posición de "espectador" del mundo, libre de obligaciones durante unas horas, abierto a cualquier ocurrencia por muy absurda que parezca. Esa deshinibición gradual del personaje se describe con acierto en la primera media hora de metraje. Pero, tras el posicionamiento inicial, la película discurre por esa misma monotonía de la que huye el protagonista, y nos quedamos con las ganas de que el director también decida, en algún momento, saltarse las reglas. 

Kriegerin (Combat girls), de David Wnendt. La preocupación por el crecimiento de grupos neonazis es una constante en el último cine alemán. En esta ocasión las protagonistas son dos chicas que, por convicción la una y por rebeldía la otra, se mueven en el territorio de la violencia, el fascismo y la xenofobia. Pero mientras una se dirige hacia una cierta redención, la otra se va adentrando cada vez más en el infierno. La trama se desarrolla con eficacia, siguiendo la estela de otras películas de éxito como La ola, y el mensaje es parecido: la apariencia de cierta juventud bien posicionada y aparentemente ausente de la política es también un caldo de cultivo para pensamientos radicales (aunque éstos se sostengan incluso en el desconocimiento de su "referente", un tal Adolf Hitler). El dibujo de personajes es, sin embargo, dispar. Si podemos entender cuáles son las razones de que una pija acabe despotricando contra cualquiera que pase por la calle, no se entiende bien cómo una energúmena rebelde termine echando una mano a un joven inmigrante. La película no ha tenido un recorrido destacable por festivales, pero en los Premios del Cine Alemán consiguió el de Mejor Película novel.

Avalon, de Axel Petersén. Del director dijeron en el Festival de Toronto de 2011, donde la película consiguió el Premio FIPRESCI, que se trata de "una nueva promesa del cine sueco", y que su film mostraba "un retrato certero de una sociedad hedonista". Lo cierto es que los protagonistas de esta historia son perfectamente patéticos en su premeditada apatía y en esa comodidad que les da su posición social, a al que no están dispuestos a renunciar ni siquiera cuando les azota un hecho dramático que acabará destruyendo en cierta manera esa tranquilidad ausente en la que retozan. En algunos momentos parece que el director debutante se recrea excesivamente en una concepción visual que trata de introducirse en la mente de los protagonistas, sin conseguirlo a veces (o por lo menos no nos lo transmite). Pero en otros pasajes (esa sensación de caída en el abismo que siente el protagonista cuando se produce el detonante), Axel Petersén se nos desvela como un realizador con una precisa contención narrativa, que sabe captar sin alardes la esencia dramática, ayudado por supuesto por el excelente trabajo de los actores principales. Así que, bienvenida sea esta "nueva promesa del cine sueco".

26 septiembre, 2012

"Game change": La sorpresa de los Premios Emmy

La entrega de los Premios Emmy ha deparado alguna sorpresa, como el contundente reconocimiento a la serie Homeland, sin duda el estreno más importante de la pasada temporada. Pero también nos ha descubierto una de esas producciones hechas para televisión que tiene la gran virtud de dotarse de un empaque envidiable: la tv-movie Game change, que fue en realidad la gran sorpresa de la noche.

Que Homeland se haya impuesto a pesos pesados como Boardwalk Empire, Juego de tronos, Breaking bad (en una de sus mejores temporadas), Downton Abbey o Mad men (la gran triunfadora de los últimos años) tiene su mérito, sin duda. Pero lo cierto es que la serie basada en una producción televisiva israelí ya venía precedida de su éxito de crítica y audiencias, y tampoco ha sorprendido tanto. Pero sin duda la gran sorpresa ha sido el rotundo éxito en la ceremonia de los Premios Emmy de la película Game change. Repasemos sus principales rivales:

American Horror Story. De entrada, no se entiende qué hace esta producción nominada en la categoría de miniserie, cuando su primera temporada constaba de trece episodios, mientras que Downton Abbey, que en su segunda temporada tenía ocho capítulos, aparece en la categoría de Mejor Serie Dramática. Lo cierto es que American Horror Story, que ya ha lanzado los previos de su flamante nuevo estreno, ha sido uno de los acontecimientos del año. Extraña, oscura, a veces ininteligible pero siempre hipnótica, parece que tendrá que esperar más tiempo para recibir algún premio. Aunque Jessica Lange se llevó el de interpretación secundaria que estaba en todas las quinielas.

Hatfields & McCoys. Flamante éxito de audiencia de la cadena History, producido y protagonizado por Kevin Costner. Solvente y bien dirigida, esta historia del Oeste que describe el obsesivo y violento enfrentamiento de dos familias, tenía todas las posibilidades para conseguir los principales galardones, pero tuvo que conformarse con los premios de interpretación a unos recuperados Kevin Costner y Tom Berenger. 

Hemingway & Gelhorn. Ya hemos comentado esta tv-movie que muestra la relación entre el escritor Ernest Hemingway y la periodista Martha Gelhorn (Clive Owen y Nicole Kidman), dirigida por Philip Kaufman. Irregular y con una visión de España que resulta a veces ridícula, consigue mantener el interés sobre todo gracias a sus dos protagonistas, y parecía destinada a reconocer el esfuerzo de ambos. 

Luther. Una de las series británicas que se vienen colando últimamente en los Premios Emmy, con ese Idris Elba espléndido como el detective John Luther, aunque frente a sus competidoras tenía pocas posibilidades. 

Sherlock. Otro producto "made in Britain" que demostró en su segunda temporada que puede ser una de las series más duraderas de la televisión británica. Aunque concretamente estaba nominada por el capítulo "Escándalo en Belgravia", uno de los más flojos. 

Frente a este quinteto de producciones de gran altura, Game change se ha despachado con nada menos que cuatro premios: Mejor Miniserie o Película, Dirección, Guión e Interpretación femenina (Julianne Moore). Pero ¿de qué va Game change y por qué ha obtenido tantos premios?

Si se piensa bien, en el contexto de unas elecciones presidenciales en marcha, su éxito no es tan sorprendente. Porque Game change se introduce en la contracampaña que lideró el senador John McCain en 2008 frente al huracán mediático de un tal Barack Obama. Y esa campaña consistía en encontrar un personaje que tuviera parecida capacidad de comunicar con los electores. 

Resultado: una tal Sarah Palin.
Jay Roach, director de la película, ya contó con eficacia los tejemanejes de la campaña presidencial del año 2000 en la tv movie Recount (también escrita por Danny Strong). Aquí, bajo la producción de HBO y Tom Hanks, nos cuenta cómo una aparentemente brillante estrategia política se convierte en un auténtico desastre para el partido Republicano. Sobre todo cuando se dan cuenta de que, más allá del carisma y su capacidad de comunicación, Sarah Palin es una paleta cuyos conocimientos sobre cultura y política general están a la altura de un escolar aún no escolarizado. 

Ed Harris interpreta con soltura (y gran parecido físico) a John McCain; Woody Harrelson conduce con precisión toda la historia interpretando al estratega Steve Schmidt, ideólogo de la campaña de McCain; y Julianne Moore está magnífica en el papel de esta Sarah Palin que quizás roza en algunos momentos lo caricaturesco, y hasta nos hace olvidar por momentos la imitación que hacía Tina Fey en el programa Saturday Night Live que dió la vuelta al mundo.

A pesar de sus dos horas de duración, Game change se devora como un soplo, y hasta resulta (como lo era Recount) perfectamente asequible para un espectador de fuera de los Estados Unidos que no tiene un conocimiento exhaustivo de lo que ocurrió. Al final, nos queda claro que, viendo las posibilidades de John McCain como presidente, y el riesgo de que si era elegido a sus 72 años pudiera sufrir algún percance y dejar como primera presidenta de los Estados Unidos a una palurda, seguramente muchos republicanos tenían más deseos de que ganara Obama que los propios electores demócratas. Aunque también es verdad que durante muchos años tuvieron como presidente a Ronald Reagan. Que para el caso...

22 septiembre, 2012

Premios del Cine Europeo: 2ª Parte

Continuamos nuestra serie de posts en los que repasamos parte de las películas preseleccionadas por la Academia de Cine Europeo para sus premios anuales. Títulos que en su mayor parte permanecen inéditos en España aunque ya han pasado por festivales como Berlín y Cannes. 

Hasta la vista!, de Geoffrey Enthoven. Éste es uno de esos casos extraños de la distribución en España. Aunque ganó la Espiga de Oro en la Semana de Cine de Valladolid el año pasado, esta comedia con indudables elementos comerciales aún no ha encontrado hueco en nuestras salas. Y eso a pesar de las buenas críticas cosechadas. Esta producción belga es una divertida propuesta que tiene como protagonistas a tres jóvenes minusválidos calentorros que deciden iniciar un viaje hasta España para desvirgarse en un burdel de la Costa Brava. Al margen de su clarividente visión de futuro sobre la posición de España en Europa, estamos ante algo así como un American pie con minusválidos, pero provisto de una inteligente descripción de personajes que hace que este viaje circule sobre un delgado equilibrio entre la comedia y el drama. Este trío de amigos acaba seduciendo al espectador con sus miedos y sus esperanzas, porque ante todo es una celebración de la vida a pesar de las dificultades. 

In the fog, de Sergei Loznitsa. Ganadora del Premio FIPRESCI en el Festival de Cannes, estamos ante una historia bélica en la que importan más los personajes que el escenario de guerra. Ambientada durante la ocupación nazi en Ucrania, In the fog tiene como eje central a tres personajes, uno de ellos acusado de colaboracionismo con los alemanes. Es, por tanto, más que una historia sobre la guerra, una historia sobre la traición y sobre la supervivencia. Con un interesante punto de partida, la película acaba resultando cansina y soporífera, por su empeño en detenerse y detenernos con sus parlamentos interminables entre los personajes, y una cierta incapacidad del director para huir de la monotonía que provocan las continuas idas y venidas por un bosque que se presenta como casi único escenario. De esta forma, la reflexión en torno a la crueldad bélica se convierte en una mirada algo lánguida que no termina de encontrar su destino. 

Iron sky, de Timo Vuorensola. Esta comedia de ciencia-ficción se puede calificar como una auténtica gamberrada con un punto de partida tan imposible como atractivo: antes de perder la II Guerra Mundial, los nazis huyen a la luna y allí se ocultan "en el lado oscuro de la luna" hasta que son descubiertos por una misión espacial norteamericana en el año 2018 (¡!). A partir de aquí uno está preparado para cualquier cosa. Y sin duda hay para todo (y para todos): un astronauta negro convertido en nazi blanco, una presidenta de los Estados Unidos con cara de Sarah Palin, un líder nazi al que todos saludan con el "Heil, Hitler" y está harto de decirle a todo el mundo que él no se llama Hitler... La película también es desde una sátira política hasta una parodia de los filmes de ciencia-ficción. Y en medio de este batiburrillo que acaba siendo excesivo y cansino, hay algunos momentos de acierto humorístico y buenos efectos visuales. Tiene mérito que de los 7 millones de euros que ha costado el proyecto se haya conseguido 1 millón gracias al "crowfunding". Pero la verdad es que no se entiende bien qué hace esta comedia tontorrona, aunque por momentos divertida, los Premios del Cine Europeo. 
Banda sonora: El dúo musical yugoslavo Laibach (Tomaz Hostnik y Miran Mohar) firman una ambiciosa banda sonora que, como la propia película, está llena de referencias, principalmente a Richard Wagner ("Tristán e Isolda" y "El anillo de los Nibelungos"). Interesante trabajo que abusa de su presencia la película. 

Cigan (Gypsy), de Martin Sulík. Triunfadora en la edición de 2011 del Festival de Karlovy Vary (Premio Especial del Jurado) y seleccionada por Eslovaquia como su representante de cara a los últimos Oscar, esta historia tiene algo del Hamlet de Shakespeare (padres fantasmales, parientes traidores...), aunque nos describe la vida de una comunidad de gitanos a través de los ojos del joven protagonista, un chaval que trata de mantenerse al margen de la vida de hurtos y trapicheos a la que parece destinado. El director sabe contar la historia y sacar el mejor partido a los actores, como suele ser habitual neófitos en esto del cine, aunque no puede evitar transmitir una cierta sensación de lugares comunes y propuestas narrativas ya vistas. No se puede negar que las miradas se utilizan con rigor como elementos imprescindibles para contar esta historia de anhelos que posiblemente nunca se materialicen, y que la descripción de este joven protagonista al que le será imposible huir de la realidad que le rodea a no ser que provoque una ruptura brusca en el sistema establecido, acaba siendo certera y precisa. Pero al final nos queda la percepción de haber visto lo de siempre sin demasiadas satisfacciones. 
Banda sonora: Precioso trabajo del reconocido compositor eslovaco Vladimír Godár, sencilla, efectiva, casi el único elemento que conecta a la película con su más que probable inspiración shakesperiana. Lástima que sus destacadas colaboraciones con el mundo del cine desde los años ochenta sean absolutamente desconocidas.

Adikos Kosmos (Unfair world), de Filippos Tsitos. La ganadora de los premios al Mejor Director y Mejor Actor (Antonis Kafetzopoulos) en el pasado Festival de Cine de San Sebastián nos lleva hasta esa Grecia actual invadida por la desesperación y las deudas. El comienzo de la película es significativo: una joven roba un producto en un supermercado y el guardia de seguridad la persigue; pero un hombre le pone una zancadilla para dejar huir a la protagonista del hurto. Después, este hombre se nos desvelará como el oficial de policía que centrará la historia. En un momento de necesidad y desesperación, el sentido de la justicia es diferente. Y de eso habla esta película; de un hombre que trata de ser justo en un mundo injusto; de la honestidad rodeada de personajes deshonestos; de la ética frente a la inmoralidad de esos hijos de puta que nos desgobiernan. Pero esa mirada hacia un país que ha perdido su soberanía se acaba perdiendo entre una planificación tan minimalista que se hace cansina (se nos antojan ecos de Kaurismaki, pero sin su eficacia), y una rocambolesca trama en la que al final tienes la sensación de haberte perdido algo.

16 septiembre, 2012

Premios del Cine Europeo: 1ª Parte

Comenzamos una serie de posts en los que repasamos parte de las películas preseleccionadas por la Academia de Cine Europeo para sus premios anuales. Títulos que en su mayor parte permanecen inéditos en España aunque ya han pasado por festivales como Berlín y Cannes.

Los Premios del Cine Europeo llegan a su veinticinco aniversario con el fantasma de la crisis (no solo en España cuecen habas, ni siquiera se han convocado por el momento las ayudas audiovisuales del Programa MEDIA), y con una sensación de seguir siendo unos galardones que no conectan con el público, a pesar de sus intentos por introducir títulos más comerciales que meritorios como el éxito francés del año, Intocables.

Inéditas en nuestro país muchas de las películas que vamos a comentar en esta serie de posts, los premios europeos de este año incluyen entre su selección previa a directores españoles (andaluces) como Alberto Rodríguez y Benito Zambrano, y al niño mimado de Cannes Jaime Rosales. Este es un recorrido por los temas que preocupan al cine hecho en Europa:

Barbara, de Christian Petzold. Ganadora del Oso de Plata en la Berlinale, la última película del director de títulos tan solventes como Yella (2007) o Jerichow (2008) nos presenta uno de esos personajes poderosos alrededor del que circula una historia que regresa a la época de la separación entre las dos Alemanias, de las sospechas, los secretos y las persecuciones. Barbara es una doctora que trabaja en un pequeño hospital de una localidad fronteriza entre las dos Alemanias, y que refleja en buena medida la desesperación y la opresión que provoca el comunismo. Lo que hace de ésta una gran película, de mirada pausada pero con resortes de guión que van atrapando nuestra atención, es el dibujo de una serie de personajes que contienen la complejidad de una construcción detallada (no solo el personaje de Barbara y los dos hombres entre los que se debate la protagonista, sino secundarios de auténtico peso narrativo que alimentan con sus intrahistorias la trama principal). Barbara nos seduce por su construcción precisa, por su capacidad para envolvernos con la puesta en escena (ese uso del paisaje y de los elementos naturales) y por su solvencia narrativa.

Csaak a szél (Just the wind), de Benedek Fliegauf. Este joven director húngaro nos sorprendió hace unos con su película Dealer (2004), una claustrofóbica historia en torno a un vendedor de drogas que podía resultar algo flemática, pero tenía una fuerza visual hipnótica. En su último film, también presentado en la Berlinale, plantea una dura historia real en torno a una serie de familias rumanas que fueron asesinadas en una pequeña localidad húngara por un grupo de descerebrados. Fliegauf plantea los hechos sin dogmatizar ni tratar de dar explicaciones; simplemente describe las 24 horas previas al asesinato de varios miembros de esas familias. Y aunque consigue algunos efectivos momentos de tensión (la aparición de un coche amenazador), no puede evitar que la monotonía de estas 24 horas acabe invadiendo la pantalla, y resulte poco menos que insufrible este devenir de madre, padre, hijo e hija por sus respectivas vidas ensuciadas por la pobreza. Cierto es que el director, cámara en mano, sabe transmitir la podredumbre que rodea a los protagonistas, que acaba resultando casi física, pero no es suficiente para encontrar el equlibrio entre el retrato casi documental y una trama que nos termine atrapando.

Jagten (The hunt), de Thomas Vinterberg. Presentada en el Festival de Cannes, esta película nos devuelve a uno de los realizadores europeos más interesantes. Vinterberg fue el paradigma del dogma, ese movimiento algo artificial que creó junto a su colega Lars von Trier, y estableció con Celebración (1998) las pautas a seguir para hacer de las artificiosas normas establecidas, la base de una gran película, aunque fuera saltándoselas. Entre irregulares propuestas como Querida Wendy o interesantes planteamientos como Submarino, Thomas Vinterberg ha conseguido de nuevo un potente drama que, como en Celebración, dinamita el mundo de la familia (en este caso de una pequeña comunidad) para abofetear sus cimientos. En la historia de este afable profesor de guardería que es acusado de abusos sexuales encontramos la esencia de un cine perturbador, seco, intenso. Y a esta tensa descripción de la devastación de la felicidad contribuye en buena manera uno de los mejores actores europeos del momento, Mads Mikkelsen (premio de interpretación en Cannes), perfecto en su capacidad para transmitir la bondad de un tipo normal que se ve metido en una auténtica pesadilla. Y sin necesidad de giros de guión algo artificiosos como el que planteaba la también danesa Acusado (2005), otro efectivo mazazo a la familia.

A royal affair, Nikolaj Arcel. Otro título de nacionalidad danesa; otra historia que tiene a Mads Mikkelsen como soporte imprescindible para su atractivo. Esta larga cinta de época (Zentropa parece querer demostrar que puede abordar proyectos de ambicioso calado histórico) nos acerca a la corte de Christian VII de Dinamarca, joven monarca que, a pesar de su retraso mental y con la ayuda de su médico personal y a la sazón auténtico consejero político, logró dar a su país un breve periodo de libertades impensable para la época (influido por el pensamiento de los ilustradores franceses), aunque no por mucho tiempo. Rodada con una puesta en escena propia del mejor cine histórico inglés, A royal affair tiene pulso y sabe dosificar con inteligencia los elementos principales de su historia, aunque se nos hace excesivamente ambiciosa en su obsesión por el detalle, lo que acaba ralentizando la trama. El Festival de Berlín otorgó a Mikkel Boe Følsgaard el Oso de Plata al Mejor Actor, mientras el director conseguía el premio al Mejor Guión. Sin duda esta película tiene en sus intérpretes una de sus principales virtudes, hasta el punto que pronto nos olvidamos de su origen danés y nos introducimos en una de esas contundentes intrigas palaciegas que tanto nos seducen. Y sí, a mi también me parece el cartel una descarada copia de Las amistades peligrosas.
Banda sonora: Espléndido trabajo conjunto del veterano Gabriel Yared y el joven Cyrille Aufort, que demostró su talento con su debut en el cine, Splice. Hermosa partitura que huye de las referencias de época y se presenta como una contundente composición romántica.

Parada, de Srdjan Dragojevic. Vaya por delante que determinadas producciones parecen necesarias para denunciar las injusticias. El último mensaje de esta película es claro, y produce escalofríos. En Belgrado hoy en día es difícil que una pareja homosexual pueda caminar tranquilamente por la calle. En 2010 se produjo en la ciudad serbia la primera manifestación del Orgullo Gay, eso sí, protegida por miles de policías. Que una película serbia hable sobre la homofobia de una sociedad que ya ha demostrado su tendencia a masacrarse, es loable y valiente. No ha faltado la polémica durante el estreno de Parada en su país. Pero el problema surge cuando se hace utilizando todos los tópicos del universo gay enfrentado al macho-man (aquí se construye una poco creíble trama sobre un ex-gangster homófobo que acaba formando un grupo de defensa contra los ataques a los homosexuales). Parada es una película anacrónica (no por lo que denuncia, lamentablemente muy actual, sino por su planteamiento) y recuerda a aquellas producciones de los ochenta que defendían la igualdad cayendo, a través de sus personajes, la desigualdad. Tópica, torpe y poco graciosa aunque trate de adornarse con cierto humor, solo resulta apreciable por haber puesto sobre la mesa la estupidez de una sociedad que no se acepta en su diversidad. Se entiende, desde luego, el Premio en la Sección Panorama de la Berlinale, pero no su inclusión en los Premios del Cine Europeo.


12 septiembre, 2012

Shakespeare vs. Taviani: La gran obra moderna

Los hermanos Taviani consiguieron con merecimiento el Oso de Oro del Festival de Cine de Berlín gracias a una de las mejores adaptaciones que hemos visto recientemente de los textos de William Shakespeare: Cesare deve morire es una gran obra cinematográfica que se sostiene sobre una gran obra teatral.

Que estos dos directores ancianos (Vittorio, 83 años; Paolo, 81 años) hayan construido una película que rezuma tanta modernidad como clasicismo resulta chocante. César debe morir, aplaudida y premiada en Berlín por encima de otros títulos más "mediáticos" para el circuito cinéfilo como los que presentaron directores como Manuel Gomes, Christian Petzold o Brillante Mendoza, nos introduce en el texto que conforma la obra Julio César de William Shakespeare, considerada como una de sus mejores creaciones, para trasladar sus planteamientos narrativos a la actualidad.

Pero no estamos ante una de esas trasposiciones, algo acartonadas en su mayoría, que simplemente modernizan el vestuario y los escenarios, manteniendo los diálogos originales. Los Taviani introducen el texto en una cárcel, utilizando actores no profesionales (presos de una prisión de máxima seguridad) para poner en marcha la puesta en escena teatral de la obra de Shakespeare. La presentación de los personajes resulta ya escalofriante: Sasá Striano, 14 años por crimen organizado; Cosimo Rega, cadena perpetua por asesinatos; Antonio Frasca, 26 años por varios crímenes...). Y en ellos, con sus antecedentes y su propia lucha interna de poder dentro de la cárcel, cobran especial protagonismo (y por tanto una presencia más contundente), las reflexiones en torno a la justicia, el poder, el honor o el sacrificio, a través de la historia de un gobernante cuya ambición desmedida acabó por provocar la animadversión de sus más cercanos colaboradores. César muerto por decenas de manos que apuñalaron su prepotismo y su nepotismo.

El planteamiento que realizan los hermanos Taviani, desde hace años perdidos en películas que desmerecían de su propio talento (en Sevilla presentaron la muy mediocre El destino de Nunik (2007)), ofrece una oportunidad para encontrarse con una pequeña gran joya cinematográfica que mantiene también esos planteamientos comprometidos que han marcado buena parte de su cine. Y los rostros, las miradas, la hierática interpretación de estos actores improvisados que parecen a veces hablar de sí mismos en vez de encarnar a personajes de ficción, transmite emoción como pocas otras adaptaciones al cine de la obra del bardo inglés. Pero al mismo tiempo, dentro de este enfoque visual que no nos aparta de la cárcel, en su condición casi de documental, hay juegos de profundidad en algunas secuencias que resultan de una modernidad increíble. 

Ni qué decir que Cesare deve morire no es una película fácil, a pesar de su escasa hora y cuarto de duración. Y, aun cuando haya ganado el Oso de Oro de Berlín, haya conseguido 5 nominaciones para los Premios David di Donatello y sea una más que probable candidata al Premio César del Cine Europeo, su distribución parece condenada al ostracismo. Pero sin duda se trata de una de las propuestas cinematográficas más apasionantes y sorprendentes de este año.


08 septiembre, 2012

Septiembre de homenajes

En primera Fila dedica todo el mes de septiembre a homenajear a los autores de bandas sonoras que nos han dejado durante el verano. Hal David, Marvin Hamlisch y Bernardo Bonezzi serán los protagonistas de nuestro programa. 


Ha sido un verano trágico para el cine y la cultura en general. Y en particular para la música de cine. En el mes de junio fallecieron Ray Bradbury, Juan Luis Galiardo, Nora Ephron y Gustavo Pérez Puig. Julio se llevó a Ernest Borgnine, Richard D. Zanuck, Susanne Lothar, Paco Morán, Chris Marker y Gore Vidal. Agosto dijo adiós a Chavela Vargas, Marvin Hamlisch, Sancho Gracia, Mel Stuart, Carlo Rambaldi, Tony Scott, Neil Armstrong, Aurora Bautista, Bernardo Bonezzi y Carlos Larrañaga. Y septiembre ha comenzado con la despedida de Hal David y Michael Clarke Duncan.

Una extensa lista de personalidades que han dejado su huella, de una u otra forma, en el cine. Por eso queremos homenajear especialmente a los tres compositores que se nos han ido definitivamente y cuya obra musical ha marcado diferentes épocas en la cinematografía internacional.

Comenzamos con Hal David, letrista fallecido el pasado 1 de septiembre cuya trayectoria está íntimamente ligada a la del músico Burt Bacharach y en menor medida, la de John Barry. Representante de la música "easy listening", David ha construido innumerables canciones que han interpretado todo tipo de voces, especialmente la de Dionne Warwick. Hace unos meses el presidente Obama concedía el premio George Gershwin a Burt Bacharach y Hal David por su contribución a la música americana. Era la primera vez que se otorgaba este premio a un tándem músico-letrista. Y la excepcionalidad sin duda era merecida en este caso. Hal David puso su talento al servicio de grandes canciones convertidas en iconos populares, que supieron definir musicalmente películas como Dos hombres y un destino, Alfie, Casino Royale o Al servicio secreto de Su Majestad. Sus palabras extrajeron historias de todo tipo para convertirlas en dulces melodías. 

Bernardo Bonezzi, uno de los representantes más destacados de lo que se denominó "movida madrileña", nos abandonó el 30 de agosto a una edad excesivamente temprana. Su música estará siempre ligada al grupo Zombies y más tarde a las primeras películas de Pedro Almodóvar, que fueron marcando su estilo entre lo clásico y lo jazzístico. No se entiende el cine del director manchego sin ese toque musical que remarcaba la locura narrativa de películas como ¿Qué he hecho yo para merecer esto? o Mujeres al borde de un ataque de nervios. Pero su distanciamiento de Pedro Almodóvar le permitió también abordar otro tipo de películas y demostrar su capacidad para afrontar proyectos más "serios". de ahí surgieron sus colaboraciones con directores como Felipe Vega (Mientras haya luz es una de sus mejores composiciones), Agustín Díaz Yanes, Pedro Olea (espléndido trabajo el de Morirás en Chafarinas), Rafael Moleón o Manuel Gómez Pereira. Retirado del cine desde hace años, Bernardo Bonezzi desplegó una interesante serie de trabajos autónomos que mantuvieron su estilo cinematográfico. 

Marvin Hamlisch murió el psado 6 de agosto. Coetáneo de Hal David y Burt Bacharach, con los que llegó a trabajar en alguna películas, era otro representante de ese sonido de los años setenta que definió las bandas sonoras en un término medio entre el clasicismo y la modernidad. El eclecticismo de este tipo de compositores les llevó a acercarse a todo tipo de producciones, desde las más espectaculares hasta las más intimistas, y a adoptar estilos muy diferentes. Pero Marvin Hamlisch siempre será el creador de bandas sonoras inolvidables como Tal como éramos o El golpe, que definieron parte de su estilo, aunque la segunda surgiera de la adaptación (el rescate diría yo) de composiciones de Scott Joplin. Pero no olvidemos que Marvin Hamlisch fue el autor de musicales como A Chorus line o Smile, y de esa declaración de principios que fue They're playing our song, una obra musical que describúa su duradera relación sentimental con la letrista Carol Bayer Sager, con quien trabajó en varias ocasiones. 

En Primera Fila dedicará nuestras dos ediciones semanales a recorrer parte de la trayectoria musical de estos tres autores. También podeis acercaros a una selección de sus mejores composiciones en nuestras Playlists.