27 agosto, 2011

Sesión doble de verano: Desmontando mitos

El cine de los países escandinavos es muy propicio a romper con los tópicos que rodean su iconografía. Dos películas inéditas se acercan precisamente a la mitología nórdica para reinterpretarla desde su lado más tenebroso. 

Rare exports: A Christmas tale (2010) fue uno de los hallazgos del pasado Festival de Sitges, donde logró los premios a la Mejor Película, Director y Fotografía, palmarés para algunos excesivo. Basándose en sus interesantes cortometrajes Rare Exports, Inc.(2003) y Rare Exports: Official Safety Instructions (2005) su realizador Jalmari Helander plantea la historia como un cuento navideño que se va haciendo cada vez más oscuro.

En realidad, lo que propone Jalmari Helander en su película no es más que el regreso a la tradición original del mito de Santa Claus, que en Finlandia recibe el nombre de Joulupukki (cabra de Navidad), y describe el tradicional recorrido que realizaban hombres vestidos con piel de cabra y máscaras con cuernos por las casas, asustando a los niños. De esta forma, el Santa Claus convertido en representación del consumismo por los países anglosajones, en realidad es originariamente un personaje bastante más terrorífico. 


Partiendo de esta base, el director construye una historia que nos cuenta los orígenes de lo que hemos visto en los cortos, cuando tres amigos cazadores descubren al verdadero Santa Claus/Joulupukki adoptando su forma original amenazadora. La película maneja sus elementos mitológicos con cierto sentido del humor, pero no termina de encontrar ese equilibrio necesario entre la propuesta comercial infantil y el cine de terror más o menos adulto, en parte debido a algunos momentos de torpeza en la planificación. Pero resulta curioso enfrentarse con el mito en su versión original, y Rare exports. A Christmas tale acaba siendo una rara avis inclasificable y recomendable.

Los cortometrajes que dirigió Jalmari Helander están planteados como "mockumentaries", es decir, documentales ficticios. Y así es como se nos presenta también el largometraje noruego Trolljegeren (Troll hunter) (2010), otro de esos títulos insólitos provenientes de los países nórdicos. Dirigido por André Øvredal, esta incursión en el mito escandinavo de los troles se presenta como el montaje de una serie de grabaciones reales realizadas por un grupo de estudiantes. 

En la tradición de El proyecto de la bruja de Blair (1999) o Monstruoso (2008), este supuesto documental introduce a sus protagonistas en la búsqueda de los orígenes de la tradición literaria y oral en torno al trol, esos seres mitad bonachones mitad amenazadores. El cazador de troles del título es un experimentado profesional que dedica su vida a buscar a los monstruos que abandonan su hábitat natural, amenazando a la población. Trolljeren funciona mejor en su primera parte, cuando la cámara que graba los movimientos de este grupo de estudiantes nos desvela solo en determinados momentos el secreto que se esconde en el bosque en el que habitan estos extraños seres. 


Sorprende la buena calidad de los efectos visuales, realizados por el propio director, a pesar del presupuesto escaso de esta producción y aunque sabe dosificar los elementos sorprendentes que contiene el guión, su narrativa puede resultar algo repetitiva. Da la impresión de que la idea atractiva del principio no consigue desarrollarse a la misma altura que su acertado punto de partida. Pero también resulta, como Rare Export, una curiosa incursión en el terror asentado en la tradición mitológica de los países nórdicos.

18 agosto, 2011

Bollywood y la España de pandereta

El denominado Bollywood ha estrenado este verano con éxito una comedia sobre la amistad en la que tres amigos recorren la España turística más tópica. Pero las cosas son así; la industria del cine indio viene para rescatar al cine occidental de la crisis económica. Y hay que darles lo que pidan. 

La industria cinematográfica de la India es una de las más rentables del panorama internacional. Auto-suficiente en términos económicos, su volumen de producción anual supera con creces el de cualquier país. Y la mayor parte de estas producciones consiguen dar beneficios en un territorio que es, después de China, el más poblado del mundo. Sin embargo, la tendencia en los últimos años pasa por ramificarse hacia el exterior, traspasando sus fronteras no solo con el estreno en circuitos internacionales de largometrajes de alto presupuesto como Lagaan (2001) o Mi nombre es Kahn (2010), sino también con la participación en la producción de títulos occidentales (aunque algunos de temática india) como Slumdog millionaire (2008), Come, reza, ama (2010), Miral (2010) o Misión: Imposible 4 (2011).

El mismo Steven Spielberg ha echado mano de un acuerdo con la compañía india Reliance Entertainment para reflotar su productora Dreamworks a un paso del colapso económico, con la participación de esta productora con sede en Bombay en títulos tan significativos como Cowboys & aliens, Reel steel o War horse, el último film dirigido por Spielberg.

Así las cosas, este verano ha llegado a las pantallas de la India una de las películas que ha logrado mayor repercusión mediática y de público: Zindagi na milegi dobaru (2011), que se podría traducir como No viviremos otra vez, pero que algunos ya han bautizado como Solo se vive una vez, como la canción de Azúcar Moreno, por eso de continuar con el folclore. Porque esta película, que ha sido el mejor estreno del año en la India a nivel de recaudación, embarca a tres amigos en una viaje de despedida de soltero (uno de ellos está a punto de casarse) a través de algunas de las fiestas más celebradas de la España turística: la tomatina, los encierros de Pamplona...

En clave de comedia un poco ñoña, Zindagi na milegi dobaru no quiere dejarse en el saco ninguno de los tópicos sobre España: y ahí tenemos sus sesiones de flamenco, su alegría festiva, sus toros y sus morenazas sueltecitas. En fin, todo lo que intelectualizó Hemingway, pero aquí pasado por la batidora del cine comercial de Bollywood. Dirigida por Zoya Akhtar, una de las jóvenes realizadoras más prometedoras del cine indio, y protagonizada entre otros por su hermano Farhan Akhtar, también responsable del guión, Zindagi na milegi dobaru habla sobre el poder de la amistad, y ciertamente consigue algunos momentos emocionantes de camaradería masculina, como en la secuencia de paracaidismo. 

El viaje de estos amigos se convierte en una road-movie por territorio español que es también una catarsis para sus complejos y sus temores. Y en ese viaje experimentan algunas de las sensaciones más estimulantes de sus vidas: bucean en la Costa Brava, se pringan en la tomatina de Buñol (Valencia), practican paracaidismo en Sevilla, bailan en Alájar (Huelva) y corren los Sanfermines. Y hay que decir al menos que el encierro que se ve en esta película resulta bastante más creíble que el de Noche y día, y mejor rodado, aunque se abuse de la cámara lenta para maquillar la mansería de los toros.




La película ha logrado buenas críticas en su país, destacando el buen trabajo de su directora, pero a nosotros nos resulta larga (en la línea de la producción cinematográfica india), con trazos de comedia facilona y con números musicales tediosos y repetitivos (ese momento Vidal Sassoon). 

La banda sonora, en la que destacan solo algunas canciones (tampoco estamos ante un musical, sino ante una comedia con algunos videoclips insertados), corre a cargo del trío de compositores formado por Shankar Mahadevan, Ehsaan Noorani y Loy Mendonsa, bastante más inspirados en la película Kal ho na ho (2003), y que incluyeron también un tema suyo en Slumdog millionaire. La letra es del poeta, letrista y guionista de Javed Akhtar, padre de la directora y del guionista y co-protagonista. 

Entre sus composiciones para la película está esa mezcla entre el sonido "indi" y el flamenco que podría formar parte perfectamente de cualquier banda sonora de la serie Torrente. Señorita, interpretada por la gaditana María del Mar Fernández, forma parte de una escena rodada en el pueblo onubense de Alájar, con coreografía de parvulario que incluye un toro mecánico no se sabe muy bien por qué, pero resulta tan pegadiza que se ha convertido en el acontecimiento musical de año en la India.

Por lo menos Zindagi na milegi dobaru sirve como reclamo turístico para España, y en eso la productora es bastante generosa incluyendo en su web enlaces con algunas de las fiestas que se muestran, aunque teniendo en cuenta que el 25% de la población de la India vive por debajo del nivel de pobreza, no sabemos cuánto turismo indio acabaremos recibiendo gracias a la película.  

10 agosto, 2011

London calling

Unos días después de que la organización de los Juegos Olímpicos de Londres 2012 eligiera como himno oficial la canción de The Clash, para sorpresa de muchos, la descripción de un Londres apocalíptico que muestra se ha hecho realidad. 

Que una organización conservadora como la de los Juegos Olímpicos de 2012, apoyada por un gobierno conservador como el de David Cameron, elija una canción de una banda tan contestaria como The Clash, como himno de una celebración deportiva que atraerá las miradas de todo el mundo, no es más que el reflejo del cinismo y la incongruencia de la clase política que nos ha tocado soportar en la mayor parte de los países occidentales. La elección de London calling sorprendió a muchos, y aún suenan en blogs y medios de comunicación tradicionales de Inglaterra las críticas a tan curiosa decisión. O se les coló un punk en la organización, o alguien quiso gastarles una broma. 

Porque London calling es, quizás, la canción menos apropiada para servir de "llamada" musical hacia los Juegos Olímpicos. El tema que publicó The Clash en el album del mismo título que les catapultó a la fama en 1979, puede ser himno de muchas cosas, y de hecho lo ha sido desde entonces, pero difícilmente resulta un reclamo lógico para una ciudad que se quiere presentar al mundo como todo lo contrario a lo que el tema describe. Influido por las emisiones radiofónicas de la 2ª Guerra Mundial, de donde surge su título, y por un accidente que tuvo lugar ese mismo año en una central nuclear de Pensilvania, London calling muestra una ciudad devastada, y también hace referencia a conflictos raciales y a peligros reales en torno al mundo de las drogas. 

Ese Londres "infernal" que describe la canción se convirtió en realidad hace unos días. Curiosa coincidencia. En la película Billy Elliot (2000), Stephen Daldry utilizó la canción de The Clash como fondo de los disturbios que tuvieron lugar durante la huelga minera de 1984. Años antes, en 1981, el barrio londinense de Brixton vivió uno de los disturbios más graves de su historia, iniciados (como los de ahora) por una más que dudosa intervención policial. En aquellos momentos se vivían importantes problemas de cohesión social, y pocos son los que relacionan los sucesos actuales con aquellos. Pero no hay que olvidar que Londres, como estos días está sucediendo en Santiago de Chile, ha vivido numerosas protestas estudiantiles que vienen lanzando mensajes poco tranquilizadores. Mientras los gobiernos administran de forma incompetente la crisis financiera tratando de practicar una política de recortes sociales, la base principal de un futuro próximo comienza a resquebrajarse. Y quienes se ven inmersos en ese incierto mañana, se lanzan a las calles para reclamar una justicia social que parece hundida. 

La consecuencia de esta pésima gestión educativa la estamos viendo estos días en las calles de Londres y otras ciudades inglesas. En su mayor parte, los hoodies que siembran el caos por donde pasan no son más que adolescentes criados en la injusticia social, y sus argumentos brillan por su ausencia. Resultan casi tan ineptos como los políticos que con sus acciones han creado monstruos descerebrados que arrasan incluso con quienes viven su propia injusticia. La abuela Pauline Pearce, que se ha hecho famosa por hacerles frente con frases tan lapidarias como: "No nos estamos reuniendo para luchar contra una causa, estamos haciendo polvo un Foot Locker (tienda de zapatillas deporticas) y robando zapatillas, sucios ladrones", descarga en sus palabras más verdad que la que aglutinan David Cameron, la policía y los hoodies. Estamos ante el enfrentamiento entre varios tipos de salvajes, y las consecuencias las pagan siempre los ciudadanos normales.

En V de Vendetta (2006), Londres se convierte en el campo de batalla de un "justiciero" que practica la guerrilla para desenmascarar a un gobierno tiránico. La máscara de Guy Fawkes se ha convertido en símbolo de las protestas de algunos grupos como Anonymous, reflejo de su condición de movimiento antigubernamental. Algunos países lideran un movimiento ciudadano que parece imparable, entre ellos España, modélica en el carácter pacífico de sus protestas, pero firme en su persistencia y en la capacidad para no someterse a la brutal campaña de descrédito por la mayor parte de los medios de comunicación, que se mantienen gracias al apoyo de determinadas fuerzas políticas. 

En medio de todos estos sucesos, resulta significativa la actitud de las fuerzas policiales. Mientras los sindicatos protestan con poca vehemencia por los recortes que sufren, algunos como el SUP en España dedican más esfuerzo a indignarse por los insultos de los "indignados" que a reivindicar la necesidad de que se les dote de los medios adecuados para realizar su trabajo (que no es precisamente el de desalojar a ciudadanos hipotecados). En Inglaterra, David Cameron anuncia que las fuerzas de seguridad se quedan sin vacaciones, y moviliza a 16.000 agentes para que hagan frente a los disturbios. Eso sí, su gobierno ha despedido recientemente a 11.000 policías debido a los recortes presupuestarios. Pero los representantes policiales prefieren, como en España, dedicarse a otras cosas, y lanzan sus arengas contra las redes sociales y el servicio de mensajería de Blackberry. No hay protestas contra los recortes que les han llevado a ser literalmente aplastados por los saqueadores.

En su primer álbum, The Clash (1977), la banda británica cantaba sobre la situación social y los conflictos raciales en temas como London's burning. 34 años después, el barrio de Tottenham ha ardido literalmente, y las protestas se han extendido a otras ciudades. Pero estos brotes, de diferente índole, que surgen en países como Inglaterra, Francia, Chile o España no son más que el comienzo de una auténtica revolución ciudadana.

London calling - The Clash