30 diciembre, 2010

La artesanía convertida en perfección

Una de las películas que están consiguiendo animar la cartelera navideña, como de costumbre repleta de saldos y productos comerciales poco atractivos, es El discurso del rey, una producción inglesa que amenaza con arrebatar a La red social, de David Fincher, su condición de película favorita para los Oscar.

Principio y fin para dos discursos cuya puesta en escena refleja por sí misma la evolución de esta historia (la personal y la general) sobre un rey que acabó siéndolo de rebote y tuvo que enfrentarse a su tartamudez en el inicio de la 2ª Guerra Mundial. Al margen de la precisión de un guion que acomete con inteligencia y solidez un argumento que podría parecer increíble si no estuviera basado en la realidad, lo que resulta sorprendente en El discurso del rey es su capacidad para revelar, con los elementos que rodean a los personajes, la evolución de sus  personalidades. Desde ese primer discurso en un amenazante escenario abierto hasta el íntimo pero trascendental discurso final en el que el rey es arropado, mimado, protegido por su mentor.
 
Tom Hooper
Los hermanos Weinstein, acostumbrados a impulsar producciones inglesas de carácter histórico que acaban encontrando siempre un lugar preferente en la carrera de los Oscar, presentan ahora otra de esas películas que parecen trazadas por una mano maestra. Y en este caso lo es, porque en Tom Hooper intuimos a uno de esos artesanos de la escena inglesa, trasunto de cineastas de esencia pura como Michael Powell, y responsable de algunas de las producciones más solventes que se han hecho en la televisión y el cine ingleses en los últimos años. Su talento para trasladar con precisión las trayectorias de personajes reales a la pantalla es innegable, sobre todo a la hora de sacar partido a los espléndidos actores que les han dado vida: ahí está el personal retrato de la reina Isabel I (Helen Mirren) en la miniserie Elizabeth I, el apabullante reflejo de la vida del político Lord Longford (Jim Broadbent) en la tv-movie Longford, el consistente dibujo de la personalidad del presidente de los Estados Unidos John Adams (Paul Giamatti) en la miniserie del mismo título, o la reveladora descripción del entrenador Brian Clough (Michael Sheen) en la película The Damned United.

Volvamos a la puesta en escena de El discurso del rey. Lo que podrían calificarse como las escenas más “teatrales” de la película, aquéllas en las que los dos protagonistas se enfrentan a sus propias personalidades en los ejercicios de logopedia, transcurren en la habitación de una casa antigua, con una gran pared desconchada y un solitario sillón victoriano. No hay mejor forma de mostrar la devastación de un personaje que sufrió durante toda su vida la inseguridad que le provocaba su tartamudez, en una época en la que la radio se convirtió en el transmisor principal de las palabras de los políticos.

Mención aparte merece la relación entre el rey tartamudo y el logopeda de frustrada vocación teatral. Una relación que se sostiene en la demolición de la diferencia de clases. Y es precisamente cuando el australiano excéntrico consigue traspasar la cáscara real del protagonista, cuando éste también accede al otro lado de la habitación, un espacio hogareño que desvela también algunas claves sobre aquél. Destaca en este sentido el minucioso y conciso trabajo de Colin Firth y Geoffrey Rush, dos actores cuya composición resulta apabullante. El primero mostrando las inseguridades de su personaje con detalles sutiles, y el segundo armando una personalidad compleja de resortes inacabables. Y no desmerecen por supuesto las intervenciones de un plantel de actores envidiable: Helena Bonham-Carter, Derek Jacobi, Michael Gambon, Guy Pearce, Timothy Spall o Claire Bloom.

No puede quedarse en el tintero la partitura del francés Alexandre Desplat, un músico en estado de gracia que utilizó para la grabación de sus hermosas composiciones los micrófonos originales de la BBC a través de los que solía hablar el rey Jorge VI. El discurso del rey es una película brillante que demuestra su capacidad para despojarnos de nuestras emociones en algunos momentos sobresalientes, como esa escena final al ritmo de la 7ª Sinfonía de Beethoven (también afectado por una minusvalía), que el mismo autor estrenó en honor de los soldados heridos en las Guerras Napoleónicas. Otra elección inteligente para rematar una película modélica.
Revista El Giraldillo
Enero 2011

22 diciembre, 2010

España e Irán: Censurando que es gerundio

Dos acontecimientos nos han provocado sentimientos encontrados: por un lado, la satisfacción de comprobar que el colectivo de internautas ha logrado imponerse frente a la censura de la Ley Sinde. Por otro, la impotencia de  tener que asumir cómo regímenes totalitarios disfrazados de "democracia" son capaces de silenciar a cineastas por ejercer una libertad que en realidad no tienen.

Aunque muchos no quieran o no puedan reconocerlo, el KO técnico que sufrió ayer la Ley Sinde en el Congreso (primer round) supone una satisfacción para muchos creadores. Especialmente, claro, para aquellos que no nos sentimos ni queremos estar representados por empresas de gestión de autor cuyas cuentas no terminan de estar claras, y creemos firmemente que lo que se debe discutir son las alternativas a la administración de la propiedad intelectual, sin tener en medio a gestoras que utilizan prácticas monopolísticas para mantener un chiringuito que a quien no resulta precisamente beneficioso es a sus asociados, y que han sido puestas en tela de juicio en distintos ámbitos. ¿Cómo puede representar los derechos de autor una entidad que ha sido calificada por la Comisión Nacional de la Competencia como contraria a la libertad de mercado, según ha dicho su presidente?: "La SGAE opera como un monopolio y fija tarifas abusivas sin justificación".

Que a una Ministra de Cultura le echen para atrás una reforma que, como la mayor parte de los mensajes que provienen del gobierno respecto al intercambio de archivos, mete en el saco de la piratería a todo bicho viviente, resulta muy preocupante. Que sea la misma Ministra a la que la Unión Europea le declaró ilegal un canon digital impuesto a todo quisqui para lamerle el culo a la SGAE, es una muestra de incompetencia que debería tener consecuencias.

Algunas asociaciones de creadores han puesto el grito en el cielo y no han tenido el menor reparo en amenazar a los usuarios. Si una asociación que representara mis derechos como autor lanzara amenazas como la que ha vertido la Coalición de Creadores e Industrias de Contenidos esta semana ("si el texto es rechazado o sufre alguna modificación, la coalición cambiará de tercio y defenderá ante la UE la adopción de otras normativas más agresivas y que afectan a los usuarios"), pensaría seriamente en abandonarla. Criminalizar al receptor de las obras creativas es una política que no ha dado resultado en ninguna parte.

Por otro lado, menospreciar y tergiversar las declaraciones de asociaciones de internautas no parece de recibo. Nadie está a favor de las prácticas ilegales, pero cuando sean ilegales. Lo que no tiene sentido es acusar de ilegalidad a cosas que no lo son (por ejemplo, el intercambio de archivos). ¿Por qué el book-crossing está bien visto e incluso apoyado por las instituciones públicas? Imponer una espada de Damocles sobre webs que no realizan prácticas ilegales es una forma de censura que no puede ser aceptada en una sociedad democrática.

Otra censura, aunque no sorprendente, es la que practica el gobierno iraní contra sus artistas. El último damnificado por el fundamentalismo de su país es Jafar Panahi, condenado a seis años de prisión y 20 años sin poder ejercer sus derechos como ciudadano (rodar, escribir guiones, viajar al extranjero, conceder entrevistas...). Sería interesante que la industria cinematográfica y cultural fuera tan incisiva con su presión contra Irán como lo es con otras cosas (o que Alejandro Sanz coloque un post de protesta en su twitter como el que ha escrito en relación a la Ley Sinde).

A pesar de las dificultades, los cineastas iraníes consiguieron hace unos años colocar una producción cinematográfica tan raquítica como la suya en el panorama internacional. Abbas Kiarostami, la familia Makhmalbaf o Bahman Gobhadi han sabido trasladar aspectos diferentes de la realidad iraní, y muchas veces más positivos de lo que era habitual en las crónicas informativas. O lo que es lo mismo, han demostrado que parte de la sociedad iraní clama por una libertad usurpada por instituciones como el llamado Ministerio de Cultura y Orientación Islámica, que otorga licencias a las películas para que puedan proyectarse en festivales internacionales. Curiosa eficacia: la intención es evitar que se presenten películas que puedan "manchar la imagen de Irán", cuando lo que de verdad mancha la imagen de Irán son precisamente este tipo de restricciones propuestas por políticos descerebrados, inmerecidos representantes de unos "valores morales"  que ellos mismos se han inventado. Lo que es inmoral es ser como ellos. 

13 diciembre, 2010

Tan Dun: Los sonidos de las piedras

Este domingo el músico chino Tan Dun, ganador del Oscar por la banda sonora de Tigre y dragón, ofreció en el Auditorio Nacional de Madrid un concierto vibrante y sorprendente.

Los conciertos matinales que ofrece la Orquesta Nacional de España son un ejemplo de programación variada y asequible para todos los bolsillos. Su titular, Josep Pons, ha preparado además un ciclo especial que se dedica a la música clásica en el mundo del cine, con obras de Gustav Mahler, Mozart o György Ligeti que han aparecido en películas como Muerte en Venecia, Amadeus o 2001. Una odisea del espacio. Destaca en este ciclo el concierto que tendrá lugar los días 25, 26 y 27 de febrero bajo el título "Carta blanca a Osvaldo Golijov", que incluye la hermosa partitura que el compositor argentino creó para la película de Francis Coppola Youth without youth y sus obras autónomas Azul y Oceana, dos partituras llenas de la contundencia y creatividad que caracterizan al músico.

Pero la gran apuesta de este mes de diciembre ha sido la de programar un Concierto Extraordinario con el músico chino Tan Dun como invitado de excepción. Un concierto en el que la Orquesta Nacional de España ha tenido que sacar todo su potencial y su calidad para adaptarse a esta fusión de tradición y sonidos contemporáneos que forman parte de la habitual personalidad musical del autor. Tan Dun es un compositor que nos gusta por varias razones: 1. Derrocha simpatía, como lo demostró en las palabras que dedicó al público presente antes de cada una de las partes del concierto; 2. Tiene una especial capacidad creativa para unir la tradición más ancestral china con las pautas atonales de la composición contemporánea sin por ello dejar a un lado la espectacularidad de propuestas que parecen pensadas para las imágenes, aunque se trate de obras autónomas; 3. Sabe desentrañar sonidos y formas de tocar los instrumentos tradicionales diferentes. Y sabe sobre todo incorporar los sonidos de la naturaleza (de dos piedras que castañetean o se frotan, de una vasija de agua o de un trozo de papel) como un instrumento más. Ahí están sus espléndidas obras para concierto Water Concert y Paper Concert.

Tan Dun saluda al público
El concierto que ofreció este domingo Tan Dun en el Auditorio Nacional iba a tener como protagonista a la versión para concierto de su conocida y hermosa banda sonora para la película de Ang Lee Tigre y dragón, que le valió el Oscar. Pero finalmente Tan Dun decidió cambiar el programa y ofrecer en la primera parte la versión para concierto de la banda sonora de Hero, de Zhang Yimou, que estrenó como pieza concertística este año en el Festival de Música de Cine de Cracovia, y la obra The map, un encuentro entre sonidos espirituales y chamanísticos que, aunque de difícil asimilación, nos transportó a los antepasados de una China tradicional.

Las dos partes eran piezas para concierto y video, acompañadas de proyecciones de imágenes en telas colgantes que subrayaban a veces con su sonido la cadencia de la orquesta.

La versión concertística de Hero mantiene los temas principales de su banda sonora, pero con arreglos que la convierten en una pieza autónoma perfectamente asumible. Aunque menos melódica que Tigre y dragón, esta banda sonora mantiene una lógica transmutación de la épica arcaica y la espectacularidad moderna. Especial y hermosa interpretación de Jiaming Wang en el violín y de Xiaozi Lu en el guqin (uno de los instrumentos ancestrales de china), e intenso trabajo de la sección de percusión, que en Tan Dun tiene una importancia decisiva. La proyección de escenas de la película aportó una mirada diferente al concierto, perfectamente equilibrada con la música, y a veces usando los diálogos como un instrumento más.



En la segunda parte Tan Dun presentó una obra menos conocida para nosotros, The map, que estrenó en 2003 con el violonchelista Yo-yo Ma como solista. Nada que desmerecer el solista Miguel Jiménez que vimos en el concierto de este domingo, que supo sacar el máximo partido a las difíciles sonoridades exigidas por Tan Dun. The map es un recorrido audiovisual por nueve fragmentos del pasado recreados en cortometrajes rodados por el propio compositor, la mayor parte de danzas o canciones tribales de la antigua china, que funden con el sinfonismo de la orquesta. Especialmente hermoso el 5º Movimiento, "Feige", en el que una joven grabada en video establece un diálogo musical entre una mujer y un hombre, aquí representado por el violonchelo. Y fascinante el juego sonoro en el 7º Movimiento, "Stone drums", entre percusiones creadas a base de rozar y golpear piedras, en una especie de ritual chamanístico que fue de hecho el origen de esta obra.

Lamentablemente, o no, Tan Dun no colabora asiduamente con el mundo del cine debido a su apretada agenda de composiciones autónomas y conciertos. Esta semana hemos podido disfrutar de uno de estos magníficos encuentros musicales entre la mirada hacia la naturaleza y la tradición de un creador inclasificable que mostraba también ante el público su admiración e influencia de la obra de Béla Bartók, al que le unen sin duda elementos de conexión evidentes.

De camino, Tan Dun se permitió dar algunas clases de chino al público presente. Nosotros, que somos buenos alumnos, no podemos más que decir respecto a este concierto: "Xiè xiè" ("Gracias").

08 diciembre, 2010

La defensa hipócrita de los derechos de autor

La edición en DVD de la última película de Jaco van Dormael permite acercarnos a la obra tal como fue concebida por su autor, y demuestra que las distribuidoras defienden los derechos de autor "a su manera". 

Las vidas posibles de Mr. Nobody puede ser una película excesiva en sus planteamientos narrativos y visuales, pero desde luego no se le puede negar esa capacidad de su director, Jaco van Dormael, para crear visualizaciones deslumbrantes de un universo que parece inagotable. Esta historia de supervivencia de un ser humano mortal en un mundo inmortal, pero exento de emociones y sensaciones naturales, es posiblemente una de las propuestas de ciencia-ficción más interesantes de los últimos años. 

La edición en DVD presenta dos versiones de la película. La que se estrenó en cines y la que realmente planteó el propio director, que duraba dos horas y media. Las vicisitudes de Jaco van Dormael para mantener el control de su propia obra demuestran la hipócrita política de defensa de los derechos de autor que hacen las grandes distribuidoras cinematográficas. 

Todo comenzó cuando, en contra de lo que esperaban sus productores, la película no fue seleccionada para la Sección Oficial del Festival de Cannes. Las dos productoras francesas que apoyaron esta producción de altos vuelos, Wild Bunch y Pathé, se pusieron nerviosas frente a la posible rentabilidad de la película (ya lo hubieran podido pensar antes), y exigieron a Jaco van Dormael que recortara metraje. A lo que éste se negó en rotundo, recibiendo como respuesta la amenaza de que la película no llegaría a estrenarse jamás. Es decir, los chupatintas de la industria europea, esos que se pasean todos los años por el Sevilla Festival de Cine Europeo, preferían meterse su inversión en el culo antes que dar la razón al autor de la película. 

Jaco van Dormael buscó entonces apoyo en la Mostra de Venecia, enviando una copia de su película al director del festival, que decidió que merecía estar presente en su Sección Oficial. Pero Wild Bunch y Pathé rehusaron la posibilidad de enviar el film tal como estaba, pidiendo de nuevo al director que hiciera recortes. Finalmente, para poder al menos tener la posibilidad de que su película se viera en un festival de prestigio, Jaco van Dormael cedió a las presiones y recortó unos 20 minutos. 

Lo de Wild Bunch, una de las empresas cinematográficas más importantes de Europa, con sede en París, es la crónica de la pataleta y las malas artes. Hace unos años, cuando el Festival de Berlín no seleccionó a competición la película Molière, la productora decidió auto-excluirse del European Film Market y contratar un bungalow en un descampado fuera del mercado oficial del festival. Si no fuera tan ridículo sería hasta gracioso. 

El director belga se ha quejado del sistema de producción cinematográfico que, aunque reconoce de cara al exterior los derechos de los autores, en realidad se reserva la decisión final sobre si una película llega o no a las salas de cine. O lo que es lo mismo, sentencia al autor a someterse a los vaivenes de las distribuidoras. Lo que no tiene mucho sentido es que, mientras estas mismas distribuidoras pisotean los derechos de quienes han realizado una película, lancen mensajes de apoyo a los autores en contra de lo que ellos llaman "piratería". Es lo que tiene ser defendido por las alimañas de la industria del cine.

En España, la distribuidora Wanda Films decidió también estrenar la versión apócrifa, como otras distribuidoras hicieron en otros países, cuando pudo tener la posibilidad de elegir la versión del director, de la que existían copias, algunas de las cuales pudieron verse en algunas salas de cine de Francia. Independientemente de los resultados, más o menos confusos, más o menos fascinantes, Las vidas posibles de Mr. Nobody se convierte así en un ejemplo de la hipocresía de la defensa a favor de los autores por quienes realmente les humillan.