30 junio, 2008

Los negocios del cine

Aprovechando las similitudes gráficas entre sus reclamos visuales, hablamos de dos iniciativas distintas, pero al fin y al cabo igualmente cinéfilas: un libro recién publicado y un festival de Música de Cine recién celebrado.

Jaimes Fuertes, crítico de cine y periodista (aunque lo parezca, no es contradictorio), reportero ávido de información durante algunos años en la t
elevisión andaluza gracias a un programa maltratado por el propio Canal Sur, aficionado a la lectura y en especial a los interminables relatos de Stephen King... ha publicado un libro que trata de ofrecer una imagen desconocida de las estrellas de la gran pantalla: "Un negocio de cine" es su título, y surge precisamente de sus encuentros fugaces (siempre mirando el reloj, siempre pendiente del jefe/a de prensa de turno que tiene medido el tiempo como un cronómetro cabrón) con actores, actrices y cineastas, en su mayoría provenientes de los fastos de Hollywood.

No hemos leído el libro aún, pero da la impresión que contiene algunas jugosas anécdotas sobre el mundillo interno-externo de los famosos (porque, para decir la verdad, difícilmente tendremos un retrato realmente preciso sobre la personalidad de una estrella desde el punto de vista de un periodista, ya que al fin y al cabo las entrevistas son un juego de apariencias). Lo interesante de estas publicaciones es que logren que la fascinación del autor por los entrevistados de los que habla no termine fagocitando la verdadera distancia d
e una mirada que se supone diferente. Vamos, que no se corten un pelo en retratar las neuras, manías y gilipolleces de sus protagonistas. Y de camino, promete Jaime Fuertes, quiere ofrecer una lectura irónica sobre la crítica (los críticos) cinematográfica. Algo tan sano como la autocrítica siempre es de agradecer. En fin, que el libro está a la venta y esperamos vuestros comentarios. Podeis encontrar más información sobre esta publicación en la web: www.unnegociodecine.es

No deben andar los diseñadores españoles muy ingeniosos últimamente porque, mira por dónde, el II Festival de Música de Cine utiliza, como la portada del libro de Jaime Fuertes, una representación del Paseo de la Fama de Hollywood como reclamo visual. En fin...

En Tenerife se ha celebrado estos días una nueva cita con la música cinematográfica, que esperam
os dure más años que el Festival de Madrid, que sólo ha permanecido dos ediciones, desapareciendo además con más bien pocas explicaciones por parte de sus organizadores. Filmucité fue una iniciativa del compositor canario Diego Navarro que, a falta de bandas sonoras que componer, decidió organizar, con la Orquesta de Tenerife de la que es titular, un encuentro de aficionados a la música en el cine.

Este año ha tenido como invitados a un plantel de nombres destacados del panorama actual, algunos de los cuales llevan ya dos o tres años paseando palmito por las citas que se celebran en España: Christopher Young, John Frizzell (inaudito su éxito entre los aficionados, a pesar de su renqueante filmografía), Joel McNeely, Trevor Rabin, los alemanes Reinhold Heil y Johnny Klimek (autores de esa espléndida partitura para El perfume), Tom Tykwer (en su doble faceta director-compositor), el imprescindible este año Fernando Velázquez gracias a su previsible trabajo para El orfanato y el inusualmente guapo (permítaseme el paréntesis tontorrón, pero es que no abundan los rostros interesantes entre los músicos de cine) Ramin Djawadi. Algunos dirán que se trata de compositores de segunda fila, teniendo en cuenta que ahí están nombres como James Newton Howard, Thomas Newman o Danny Elfman, auténticos nombres con mayúsculas de la música de cine actual. Pero es lo que hay.

En todo caso, esta manía que han puesto de moda ahora los organizadores de encuentros de música de cine de ofrecer conciertos-batiburrillo en los que van cambiando de director, de compositor, de tonalidad musical, de todo, siempre me ha parecido una catetada. Es como querer agradar a todo el mundo, pero la coherencia de los conciertos resulta nula. Prefiero los conciertos temáticos o monográficos que ofrecían los Encuentros de Sevilla, que además cuidaba especialmente que fueran los propios compositores los que dirigieran a la orquesta. Pero esto es lo que hay. Estamos en la cultura del zapping, hasta en los conciertos de música cinematográfica.


27 junio, 2008

Sorolla: el "marketing" de las colas

La Exposición que tiene como protagonista a Sorolla aumenta su número de visitantes. Lo que no dice Bancaja es que se obliga a esos visitantes a soportar más de 40º en colas innecesarias.

Que las entidades financieras inviertan nuestro dinero en cultura es loable o, al menos, sabemos que el dinero con el que les forramos los bolsillos a sus directivos también sirve para algo. Una de las más activas últimamente es Bancaja, dedicada a promover iniciativas culturales por mor de una autopromoción a veces insoportable. Que vayas a una exposición con una sonrisa y salgas de ella atiborrado de bolsas gigantescas en las que importa más el logotipo del banco que su contenido cultural es frustrante. Sobre todo porque la bolsa la tienes que coger por cojones, y aunque tengas ganas de tirársela a la cara a la joven azafata que no te la entrega sino que te la endosa sin contemplaciones, te contienes porque sabes que la chica, al fin y al cabo, sólo está aleccionada por los diseñadores de una exposición llamada a provocar colas.

Lo malo es que las colas de la Exposición de Sorolla son otra operación de márketing. No son necesarias, la sala no está abarrotada de público (si exceptuamos los fines de semana, llenas de turistas). Son reales las cifras, pero es mentira que tengamos que estar haciendo cola cuando vamos a verla. Pocas veces el volumen de público de un museo provoca colas. No lo hizo, desde luego, la espléndida muestra de El Greco que pudimos contemplar también en el Museo de Bellas Artes de Sevilla, museo en el que cualquiera puede entrar y salir sin tener que ser “contado”, cacheado y azotado con las bolsas gigantes de Bancaja.

Entonces, ¿por qué las colas de Sorolla? ¿Por qué algunos empleados del Museo farfullan diciendo “es demencial tener a la gente así” cuando ven un grupo de personas soportando más de 40º a las puertas del Museo? Cuando por fin consigues sortear todas las pruebas que se te ponen a tu paso, te das cuenta. ¿Qué hago yo esperando 20 minutos de cola cuando en la sala casi no hay gente? Puro márketing. Pero cuando el márketing se ceba con quienes les damos a los organizadores de la muestra la excusa para hacerse una paja con las cifras de visitantes, entonces es pura desvergüenza.

Ya tuvimos que soportar colas en la anterior “gran exposición” organizada por Bancaja en Sevilla, la del supuesto Belén gigante. En ese caso, una explicación soporífera en video mantenía al público pasivo mientras el resto pasaba frío haciendo cola. La cultura de la cola, a la que los sevillanos deben estar acostumbrados, porque no se oye ni un murmullo mientras se nos caen los goterones de sudor. Ni siquiera cuando nos damos cuenta de que todo era mentira.



12 junio, 2008

Festival Actúa 2008: La obviedad al poder

Se han proyectado en Sevilla los cortometrajes finalistas del Festival Actúa, que organiza desde hace tres años Intermón Oxfam. Una propuesta interesante que se ve lastrada por una selección discutible.

El cine “comprometido” está de moda. Estrellas mediáticas como Al Gore o Leonardo DiCaprio medioambiental se apuntan al mesianismo con documentales que nos recalcan los problemas del cambio climático. Y, aunque se trate de productos de marketing fabricados para grandes masas, hay que reconocer que películas como Una verdad incómoda o The 11th hour (aún inédita en España, y desde luego mucho menos entretenida que el documental de Gore) hay que reconocer que acaban impregnando el mensaje ecologista en muchos más espectadores que otras iniciativas más interesantes pero con menor aparato publicitario. Caso más flagrante, por cierto, el de DiCaprio, protagonista, recordemos, de una película como La playa, cuya productora fue condenada por daños ecológicos durante el rodaje en las islas tailandesas de Phi Phi Lek.

Estos días se proyectan en Sevilla los cortometrajes finalistas del Festival Actúa, dedicado a la difusión de los mensajes promulgados por esta ONG a través de la convocatoria anual de un tema sobre el que se presentan cortometrajes de ficción y documental, y la organización de un festival audiovisual en colaboración con Canal Plus. La iniciativa es interesante, y desde este año se proyecta también en Sevilla.

Pero la selección de cortos que hemos visto hasta el momento caen, porque la selección ha caído también, en la trampa de la obviedad y las buenas intenciones sin grandes logros técnicos. Ese es el gran lastre del cine comprometido: no ser capaz de transmitir el mensaje (muchas veces obvio, conocido, sin apenas aristas) con una propuesta que resulte también diferente, novedosa. No basta con poner una cámara delante de un rostro que nos comente datos o que nos hable de su experiencia personal. Hay que exigir también un compromiso envuelto en una creatividad artística que no acabe sepultando el mensaje (si se quiere dar alguno) pero que aporte originalidad.

Tampoco me gustan las películas, de ficción o documental, dogmáticas, sino aquellas que sugieren reflexión. Es más efectivo plantear el problema con sus aristas que lanzar un discurso cerrado. Es el gran problema de estas producciones, pero también el gran problema de las Organizaciones no Gubernamentales. Lanzar dogmas, frases hechas, números y datos que nos apabullan y nos acaban cegando. Hay que reivindicar el derecho a ser también partícipes y conocer los aspectos positivos y negativos del mensaje que se nos plantea.

Desgraciadamente, una selección de cortos que se nos antoja demasiado poco elaborada y demasiado condescendiente acaba dando lugar a un festival audiovisual que, al margen de las propuestas ecológico-sociales, no encuentra el perfil de calidad que se exige a una muestra de cortometrajes.

Los premios entregados este año, no obstante, en general reconocen a los cortos más interesantes de la muestra:

Primer Premio Ficción:
Bendito Machine II (La chispa de la vida), de Jossie Malis

Una propuesta distinta dirigida por un peruano asentado en Barcelona, que presenta a través de una original fábula de animación una reflexión sobre la obsesión por acaparar. Al mismo tiempo que funciona su mensaje, es el corto que mejor sabe ofrecer un mensaje claro con una propuesta visual inteligente.

Premio Premio Documental:
Nimboyores, de Carlos Rovira

Resulta más interesante lo que cuenta que cómo lo cuenta. La lucha de un grupo de campesinos que defienden el acuífero costarricense de Nimboyores frente a la explotación de una compañía hotelera es atractiva por el contenido, pero demasiado simple formalmente.

Segundo Premio Ficción:
The fantastic life of Mr. Tripathi, de Amit Raj

Si hubiera sido más conciso y menos ambicioso, si no hubiera querido abarcar todo lo abarcable, este corto de excesivo metraje nos sitúa en la India y en las decisiones que un hombre de mediana edad va tomando a lo largo del día. A veces divertido, en ocasiones ridículo, le falta la capacidad para saber llegar a concretar sus intenciones.

Segundo Premio Documental:
One of many drops, de Delauré Fabrice

Una dura historia sobre un chico francés hemofílico al que contaminan con sangre infectada del VIH en los años ochenta. Realizado como documental ficcionado, cuenta la historia con interés, aunque no puede evitar recrearse en los elementos melodramáticos.

Premio del Público:
Tres historias y un vaso de leche, de Álvaro Porro y Pablo Fraguas

Interesante acercamiento al peligro que suponen los cultivos de soja, especialmente para los campesinos latinoamericanos que son expulsados de sus tierras. Tres historias que enlazan el cultivo de soja con la ganadería y la alimentación diaria de los países del Norte. Resulta algo discursivo y de nuevo demasiado largo como para hacer del todo efectivo su mensaje, pero acaba siendo revelador.


06 junio, 2008

"Big Buck Bunny": Todo un acontecimiento

Mientras se realicen cortometrajes de gran calidad como éste con software libre, disponibles para el disfrute de los espectadores sin el “impuesto revolucionario” de las entidades acreedoras de derechos de autor, la libertad creativa seguirá siendo una realidad.

Frente a los recaudadores de beneficios económicos exorbitantes por el desarrollo de nuevas tecnologías y por la creatividad de otros, existe una comunidad cada vez mayor que reivindica el derecho a compartir su trabajo con sus destinatarios sin necesidad de intermediarios usurpadores de ganancias algo difusas. El sello Creative Commons es una necesidad palpable para quienes no queremos ver nuestro trabajo secuestrado por gestores cuyas cuentas no están demasiado claras. De ahí que en el terreno audiovisual surjan cada vez más productos de calidad cuya disponibilidad no mercantilista permite a sus responsables trabajar con la libertad creativa que el contacto directo con los espectadores les otorga.

Ya hablamos en su momento en este blog del documental Zeitgeist, una valiente reflexión sobre nuestra sociedad que, por cierto, en esta época de “crisis” económica que no sabemos de dónde nos llega es interesante revisar, ya que puede darnos algunas claves reveladoras.

Hace una semana se estrenó en internet el cortometraje Big buck bunny, una producción realizada con todos los medios (y el personal, solo hay que ver los créditos finales) disponibles para crear uno de los cortometrajes de animación 3D más interesantes de los últimos meses. Big buck bunny es deudor de los grandes trabajos de animación clásicos, pero también de las recientes producciones del género, como las de Pixar. Y desde luego, esta historia de guión meticuloso y trazo de personajes certero no tiene nada que envidiar técnica ni creativamente a las grandes producciones de animación que estamos acostumbrados a ver en los cines.

La particularidad de Big buck bunny es que está desarrollado enteramente con software libre, es decir, con herramientas creativas que no tienen que pagar el canon de las multinacionales y que demuestran que esta vertiente creativa es una de las claves de un futuro cercano. Que se puedan realizar producciones de alta calidad como este cortometraje, éxito absoluto en descargas en internet, sin duda es una bocanada de aire fresco para los autores de obras realizadas con absoluta libertad (hay una mala leche incorporada a esta historia que posiblemente sería difícil de encontrar si estuviera respaldada por alguna multinacional).

Big buck bunny está producido por el Blender Institute a través de su Fundación, una organización dedicada precisamente al desarrollo de software libre. Se trata del primer trabajo de la Fundación a través de este nuevo Instituto de creación, aunque en 2006 ya produjeron otro espléndido cortometraje de animación 3D, Elephant's dream. El cortometraje además cuenta con un interesante trabajo musical del compositor Jan Morgenstern (con más medios que en su anterior trabajo) que desde hace unos días también está disponible en la web oficial de la película, bajo licencia no comercial de Creative Commons.

Ya se habla de Big buck bunny como un serio aspirante al Oscar al Mejor Cortometraje del año, siempre que su insólita vía de distribución cumpla los requisitos de la Academia de Hollywood. Si consiguiera estar nominado o ganara el Oscar, sería la primera vez que lo logra una producción realizada enteramente con software libre y, por tanto, se convertiría en un mazazo sin precedentes a la industria tradicional. En todo caso, y al margen de consideraciones de este tipo, Big buck bunny es uno de los mejores trabajos de animación de 2008.

Podéis acceder a la web del cortometraje en nuestra lista de Enlaces recomendados.