22 noviembre, 2019

Film fra Sør: Miradas hacia el Sur (2ª parte)

Oslo acoge cada año una interesante muestra de películas que provienen de las regiones africana, oriental y latinoamericana. Un ramillete de películas destacadas que ofrecen un panorama quizás no del todo completo, pero sí al menos diverso sobre el cine que se realiza en las regiones del Sur. Nuestro segundo repaso a la edición de 2019 nos invita a reflexiones que tienen que ver con realidades sociales nada complacientes. 

Uno de los títulos más interesantes de la programación de este año es el documental mexicano Midnight family (Luke Lorentzen, 2019), multipremiada película que ha pasado por los festivales de Sundance, Sheffield o Estocolmo, y que muestra una realidad que resulta tan aterradora como normalizada para sus protagonistas. En la ciudad de México, solo 45 ambulancias públicas prestan servicio a los más de 9 millones de habitantes de la capital por lo que proliferan servicios autorizados de ambulancias privadas que dan soporte miles de enfermos o heridos, con un coste económico adicional para las familias. Acompañando a la familia Ochoa, cuyos miembros dan parte de este servicio privado, el documental se desarrolla en buena parte en el interior de la ambulancia familiar, y es un ejemplo de docudrama que equilibra con acierto el retrato personal de los miembros de la familia con la realidad social que plantea, a veces tan cruel que deja a seres humanos en el camino. Midnight family consiguió el Premio Doc:South al Mejor Documental.

El director, Luke Lorentzen, en el rodaje de Midnight family.

Miradas adolescentes

La adolescencia ha estado muy presente en el festival de este año. Por un lado, la producción mexicana Esto no es Berlín (Hari Sama, 2019), premiada en el Festival de Málaga por la Fotografía y el Actor de Reparto, y ya estrenada en España, propone un retrato de la adolescencia rebelde en el México de los años ochenta y aunque funciona mejor a nivel formal, con una acertada visión de la atmósfera y el espíritu de rebeldía de una época difícil, tanto en lo personal para el protagonista, como en lo social, desde el punto de vista narrativo adolece de ciertos altibajos que no terminan de componer unos personajes atractivos a pesar de sus complejidades psicológicas. Sin embargo, se trata de un buen retrato de la adolescencia. 

Por otro lado, Niña errante (Rubén Mendoza, 2018) se centra en un viaje de carretera que protagonizan varias hermanas tras la muerte de su padre, y cuya presencia, como consecuencia de su difícil o casi inexistente relación con algunas de ellas, es permanente a lo largo de toda la trama. Más que una road-movie al uso, la película es un dibujo, a veces no del todo bien trazado, en torno al duelo y la ausencia de los seres queridos, aunque éstos no hayan tenido en vida un comportamiento especialmente emocional. Lo bueno de la historia es que no cae en obviedades o descripciones que pudieran resultar tópicas, y en cierto sentido juega más la baza de lo sensorial, aunque al director se le va la mano en cierta mirada erótica que tampoco aporta nada. Ganadora del Silver Mirror a la Mejor Película del Festival.

Niños robados

Dos de las películas del Festival comparten en cierto sentido una temática parecida. La peruana Canción sin nombre (Melina León, 2019) habla, desde su absorbente fotografía en blanco y negro, de una historia basada en la realidad, en torno al robo de bebés y su posterior venta a nivel internacional, en regiones indígenas de Perú. La mirada de Melina León consigue un retrato sincero de cierta juventud que vive aislada y que acaba siendo utilizada para delitos que tenían, en cierto sentido, un escaso interés para las autoridades. Y aunque la película funciona mejor en su argumento central, no termina de cuajar en el retrato de ciertos personajes secundarios, como el periodista gay, que, aunque parecen importantes para la directora (el personaje está basado en su padre, que vivió toda su vida ocultando su homosexualidad, y fue uno de los que destaparon el escándalo de los niños robados), no ofrecen un dibujo lo suficientemente complejo como para que terminen de cuajar como soporte argumental. En el Festival de Estocolmo, que se celebra al mismo tiempo que Film fra Sør y comparte películas en su programación, Canción sin nombre obtuvo los premios a la Mejor Película, Mejor Fotografía y Mejor Actriz.  


Uno de los documentales de mayor resonancia este año está siendo One child nation (Zhang Lynn, Nanfu Wang, 2019), una mirada a la época en la que el Partido Comunista decretó que en China las familias solo podían tener un hijo. Premiada con Gran Premio al Mejor Documental en el Festival de Sundance, es una de las películas que suenan como posibles candidatas al Oscar. La directora, Nanfu Wang, cuenta en primera persona su experiencia como hija mayor de una familia que aceptó con orgullo el decreto de las autoridades, aunque finalmente acabaron teniendo otro hijo. Esta absurda iniciativa política, que trataba de corregir la superpoblación y acabó teniendo consecuencias peores, acabó desembocando también en el tráfico de bebés, por parte de familias que, para cumplir el precepto se deshacían de sus posteriores hijos, muchas de ellas niñas vendiéndolas a centros de adopción. La codirectora del documental, Zhang Lynn, estuvo presente en el Festival, y explicó las dificultades y cierto peligro que supuso el rodaje del documental en China, especialmente después de que su compañera de dirección, fuera investigada por las autoridades chinas tras el estreno de s anterior documental, Hooligan sparrow (Nanfu Wang, 2016), sobre activistas chinos perseguidos por el gobierno. 

One child nation no termina de ofrecer una visión poliédrica de la realidad porque, quizás, su enfoque personal es al mismo tiempo uno de sus mayores lastres, pero se trata de un documental bien estructurado que nos recuerda la podredumbre tras la superficie de una país aparentemente hegemónico en materia económica. En el Festival de Estocolmo, One child nation consiguió el Premio al Mejor Documental. 

Clausura

Para cerrar Film fra Sør se proyectó la película brasileña Divino amor (Gabriel Mascaro, 2019), una suerte de reflexión en torno a la relación entre la religión y la pareja que contiene toques de ciencia-ficción (se desarrolla en el Brasil del 2027) y propone una psicodélica mirada futurista que está marcada por una puesta en escena espectacular, pero con contenido más que cuestionable. El director no logra desarrollar con acierto un planteamiento que resulta interesante de entrada, y acaba ofreciendo una especie de visión seudoerótica del mundo de las parejas que termina siendo aburrida y repetitiva. 







Niña errante se puede ver en Filmin


13 noviembre, 2019

Film fra Sør: Miradas hacia el Sur (1ª parte)

Como cada año, ña capital noruega acoge el festival de cine Film fra Sør, una mirada hacia las cinematografías del Sur, entendiendo como tal los países africanos, orientales y sudamericanos. Es un interesante, aunque a veces irregular reflejo del cine que se está haciendo en estos países, algunos de ellos con soporte económico de los países escandinavos, en general comprometidos con la cultura de recursos escasos. 

La mirada de Film fra Sør está muy centrada en las temáticas sociales y sobre todo en los puntos de vista femeninos en torno a estos temas, lo que resulta positivo por un lado, pero también circunscribe excesivamente la selección de películas. Más del 80% de las producciones que se proyectan en el festival están dirigidas por mujeres, pero no siempre la calidad acompaña a esta selección. 

Este año el principal protagonista del festival fue el cine de Corea del Sur, casi siempre interesante en su reflejo de la sociedad, pero al mismo tiempo con una capacidad envidiable para introducir elementos de género en sus películas. Un ejemplo claro es el cine de Park Chan-wook, responsable de grandes títulos como Old boy (2003), Thirst (2009), La doncella (2016) o la adaptación televisiva de La chica del tambor (AMC, 2018). Su presencia en el festival sirvió como contrapunto a un ciclo en torno a casi toda su filmografía, una mirada al reciente cine coreano y la inauguración del festival con una de las películas más notables del año, la inclasificable Parasite (Bong Joon Ho, 2019), estrenada ya en España, y un ejemplo claro de ese cine en el que se dan la mano la perspectiva social en torno a las diferencias entre pobres y ricos y el cine de género (aquí entre el terror y el thriller), que dan como resultado joyas como esta. 

Parasite (Bong Joon Ho, 2019)

Pero el cine coreano es también experto en producciones de género que no necesariamente pasan por una lectura social, sino que son elaborados entretenimientos sin otras pretensiones pero realizados con una inteligencia y un ritmo que superan con creces a las grandes producciones de Hollywood. Es el caso de The gangster, the cop and the devil (Won-Tae Lee, 2019), una de estas producciones frenéticas en torno a un serial killer que tiene como mejor reclamo al actor Don Lee, corpulento intérprete que maneja con soltura los papeles en los que tiene que demostrar su fortaleza física y emocional. En el lado contrario de este cine oriental con vocación de cine negro se encuentra El lago del ganso salvaje (Yi´nan Diao, 2019), una suerte de thriller que se toma mucho más en serio a sí misma que la anterior. Su presencia en la Sección Oficial del Festival de Cannes es comprensible, tanto en cuanto se trata de una película que tiene una clara influencia de la Nouvelle Vague francesa, y también retazos formales de las películas de Kim-ki Duk, pro esta historia de gángsters contada con una estructura elíptica, provoca más tedio que interés, y resulta demasiado egocéntrica como para que nos la acabemos tomando en serio. 

Miradas al pasado

Quizás la selección más interesante del festival sea la que nos ofrece una muestra del reciente cine latinoamericano. En este sentido, han estado presentes (y hubiera sido interesante que lo hubieran estado físicamente también), dos nombres destacados del cine hablado en español. Por un lado el mejicano Arturo Ripstein, que hacía ya varios años que no estrenaba película, y que ha logrado otra de sus grandes obras con El diablo entre las piernas (Arturo Ripstein, 2019), una película que contiene esos elementos característicos de su cine, siempre provocador a pesar de su clasicismo. Con ese blanco y negro que tanto le atrae, esta historia en torno a una relación amorosa ponzoñosa y dañina, es una de sus obras maestras, con un guión espléndido de Paz Alicia Garciadiego, y con un lenguaje lleno de pasión sexual que, aún hoy en día, acaba resultando escandaloso para algunos espectadores, lo cual revierte en sus aspectos positivos. Es también un reflejo de algunas relaciones enfermizas en una época determinada en la que la mujer jugaba un papel secundario en sus relaciones sentimentales. 

Esta posición social de la mujer se refleja bien asimismo la producción brasileña La vida invisible de Eurídice Gusmāo (Karim Aïnouz, 2019), un melodrama de más de dos horas de duración pero que están tan bien estructurado y tan bien contado que no resulta en absoluto tediosa. La separación de dos hermanas por circunstancias que tienen que ver con su relación con los hombres es el argumento principal de la película, pero sobre todo esta historia dolorosa y terrible, que cuenta con una una maravillosa intervención de la mítica actriz Fernanda Montenegro (nominada al Oscar por Estación Central de Brasil, (Walter Salles, 1998)), habla de esos sueños no cumplidos por mujeres sometidas finalmente a una posición social de madres y esposas. Se trata sin duda de una de las películas más emocionantes y bien realizadas que hemos visto este año. 

Otro de los nombres notables del cine latinoamericano, en este caso en el género documental, es el chileno Patricio Guzmán, director de películas de gran resonancia internacional como la trilogía La batalla de Chile (1975, 1976, 1979) o El caso Pinochet (2001). Desde su exilio en Francia tras la dictadura, Patricio Guzmán cierra una nueva trilogía documental con La cordillère des songes (2019), que sigue a esos recorridos reflexivos en torno a su Chile natal que fueron Nostalgia de la luz (2010) y El botón de nácar (2015). El género documental que practica Patricio Guzmán está expresado en primera persona y en algunos momentos puede resultar demasiado obvio. Ocurre en parte esta circunstancia en La cordillera de los sueños, un regreso a ese Chile atravesado con la cordillera de los Andes, que al mismo tiempo sirve como protección, pero al mismo tiempo, como elemento aislante de una sociedad enfrentada durante muchos años a las terribles consecuencias de tener como gobernante a un asesino en serie. Y al final el documental se va escorando hacia estos recuerdos en torno a la dictadura de Pinochet y su presencia aún en un país que no ha terminado de cerrar las heridas del pasado. Esta mirada es zozobrante y errática, pero también funciona como retazos de la memoria que quizás, en su traslación al cine, hubiera necesitado una estructura más elaborada. 





La vida invisible de Eurídice Gusmāo se estrena en España el 22 de noviembre
El lago del ganso salvaje se estrena en España el 24 de enero



01 noviembre, 2019

Festival de Ghent: Música y buen cine

La hermosa ciudad de Ghent nos recibió con lluvia y una atmósfera otoñal que parecía adaptarse perfectamente a la atmósfera de misterio y terror a la que nos invitaba este año el director de orquesta Dirk Brossé en el primer concierto de esta edición. Ghent ofreció una interesante muestra del cine más actual y al mismo tiempo, como de costumbre, fue la sede de los World Soundtrack Awards, con dos invitados de excepción: Marco Beltrami y Hildur Guđnadóttir.

Notable protagonismo español en Ghent.
El Festival Internacional de Cine de Ghent también tenía este año un especial aire español, con la figura de Rossy De Palma en el cartel anunciador, un homenaje al director mallorquín Agustí Villaronga y una selección de las producciones españolas más interesantes de los últimos meses, entre ellas Els dies que vindran (Carlos Marques-Marcet, 2019), la multipremiada Entre dos aguas (Isaki Lacuesta, 2018), Lo que arde (Oliver Laxe, 2019), Liberté (Albert Serra, 2019) o Mientras dure la guerra (Alejandro Amenábar, 2019, del que también se recuperó su ópera prima Tesis (Alejandro Amenábar, 1996), aparte de una selección de cortometrajes españoles. 

El Festival de Ghent, en todo caso, siempre tiene una especial atención por las producciones de habla hispana, y este año en el que el cine latinoamericano y español parecen vivir un cierto resurgir a nivel internacional, no podía ser menos. De hecho, una de las películas de las que más se habla en los últimos meses, la inclasificable Monos (Alejandro Landes, 2019), producción colombiana que suena como uno de los posibles títulos nominados al Oscar y que logró el Gran Premio del Jurado en el Festival de Sundance, consiguió el Georges Delerue Award a la Mejor Música, gracias a un trabajo singular y certero de la compositora inglesa Mica Levi, que no es para nada el tipo de banda sonora que uno podría esperar para una película de estas características, pero que al mismo tiempo conecta a la perfección con la atmósfera de pesadilla que sobrevuela en todo momento la historia. 

Monos (Alejandro Landes, 2019) es una película extraña y al mismo tiempo sencilla. Ahonda en el horror de la violencia y la barbarie usando elementos que la conectan con la guerra protagonizada por las FARC en Colombia, pero al mismo tiempo funciona como conjunto aislado en medio de este grupo de soldados adolescentes que vigilan a una rehén norteamericana. Porque Monos habla sobre el conflicto armado y la condición humana, pero sin referirse específicamente a una guerra concreta, aunque es obvia la referencia a las FARC. Esta condición de propuesta casi diríamos que atemporal, en la que el tema principal es la adolescencia y el camino hacia una madurez forzada, está perfectamente expresada en esos sonidos sintetizados que se apoyan en un elemento constante, ese silbido que representa a los personajes principales, y en este sentido se trata de uno de los trabajos más interesantes e introspectivos de Mica Levi. Todo ello rodeado de un extraordinario tratamiento de lo visual y lo sonoro que acercan a la película a algunos de sus referentes como "El corazón de las tinieblas", de Joseph Conrad, y su traslación al cine en Apocalypse Now (Francis Coppola, 1979), a la que se hacen no pocas referencias. 

Los dos últimos días del Festival de Ghent están en buena medida dedicados a la música de cine, a través de la celebración de los World Soundtrack Awards, que este año han tenido como protagonistas a los compositores norteamericanos Marco Beltrami y Tamar-Kali, que el año pasado ganó el Premio Discovery of the Year, y a la islandesa Hildur Guđnadóttir, a la que ya se anuncia como probable ganadora del Oscar por su excelente trabajo para la película Joker (Todd Philips, 2019). 

Noche de terror con un tiempo lluvioso en Gante que aportaba la atmósfera perfecta.
El primer concierto de estas dos jornadas, "Hollywood Nightmares: Scary Symphonic Scores", interpretado por la Filarmónica de Bruselas bajo la dirección de Dirk Brossé, estaba dedicado a bandas sonoras del género de terror. Y sin duda la atmósfera de la ciudad parecía preparada para una noche terrorífica que no lo fue tanto, en realidad. O al menos no en el sentido en el que estaba anunciado el concierto. En primer lugar, hay que decir que no soy muy fan de este tipo de conciertos en los que un presentador va dando paso a diferentes bloques del programa (al estilo Hollywood in Vienna), porque es innecesario y en buena medida estorba a la atmósfera que se debe crear entre la orquesta y el público en una sala de concierto. El presentador en estos casos es como el invitado inesperado a una velada en la que además se dedica a hace chistes malos. 

En segundo lugar, tampoco soy muy fan de esta costumbre reciente de incorporar imágenes de las películas junto a la interpretación de la música. Nuevamente, porque es un elemento que, aunque puede hacer más distraído el concierto para algunos espectadores no habituados, distorsiona el propio espíritu musical y además incorpora una mezcla de imágenes que tampoco se corresponden con los temas que se interpretan, con lo que además pierden todo el sentido en su conexión con la música. 

Primer concierto dedicado a las bandas sonoras de terror.

Hay que decir que la Filarmónica de Bruselas es una excelente orquesta, aunque en este caso la acústica de la sala Capitole apagaba en buena medida las virtudes de la orquesta y del trabajo de dirección de Dirk Brossé, quizás uno de los mejores directores de orquesta europeos para la música de cine. La selección de bandas sonoras fue diversa, entre ellas música de Wojciech Kilar (Drácula de Bram Stoker (Francis Coppola, 1992)), Daniel Hart (A ghost story (David Lowery, 2017)), Howard Shore (La mosca (David Cronenberg, 1986)) o Roque Baños (Frágiles (Jaume Balagueró, 2005)), junto a clásicos como Franz Waxman (La novia de Frankenstein (James Whale, 1935)) y por supuesto Bernard Herrmann (Psicosis (Alfred Hitchcock, 1960)), pero el ramillete de temas de estas bandas sonoras no terminó de crear una atmósfera realmente terrorífica, quizás porque se eligieron pensando en un gusto más laxo que el se podría haber esperado. La orquesta sonó bien, al margen de las condiciones acústicas de una sala no apropiada para este tipo de conciertos, especialmente en aquellos pasajes que tenían como protagonista al homenajeado Marco Beltrami: Un lugar tranquilo (John Krasinski, 2018), Scream (Wes Craven, 1996) y Hellboy (Guillermo Del Toro, 2004), posiblemente también porque estaban más incorporados a los músicos gracias a los ensayos para la grabación del CD Marco Beltrami - Music for Film (2019, Silva Screen Records). En conjunto, fue un concierto algo plano aunque con un enfoque popular que resulta necesario, aunque para los aficionados a la música nos resulte demasiado obvio e intrascendente.  

Los protagonistas

Marco Beltrami y Hildur Guđnadóttir fueron los principales protagonistas de la programación World Soundtrack Awards. Ambos protagonizaron dos interesantes charlas con el público que fueron clarificadoras sin ser aleccionadoras. Marco Beltrami es un músico ya consolidado en la industria del cine, cuya carrera en el cine comenzó de la mano del director Wes Craven en la película Scream (Wes Craven, 1996). Beltrami confiesa que "en aquel entonces yo no sabía cómo funcionaba la música de cine, y Wes fue un buen guía. Él me decía que tenía que reforzar la música en esta y en aquella escena". Wes Craven de hecho se convirtió en uno de los directores recurrentes con los que Marco Beltrami ha trabajado, como también lo son Guillermo del Toro, Tommy Lee Jones o James Mangold. 

De sus primeras incursiones en el mundo del cine, resulta interesante comprobar el grado de experimentación al que Marco Beltrami sometía a sus bandas sonoras, con excelentes ejemplos en películas como Los tres entierros de Melquíades Estrada (Tommy Lee Jones, 2005) o El tren de las 3:10 (James Mangold, 2007), en las que conseguía sonidos insólitos de instrumentos tradicionales. En el caso de la primera película dirigida por Tommy Lee Jones, Marco Beltrami nos comentaba que "la banda sonora trataba de ser una extensión del paisaje, que era fundamental en la historia". Este grado de experimentación lo hemos visto ir diludiéndose con el paso del tiempo, quizás porque el nivel de trabajo del compositor ha aumentado considerablemente, y para producciones de mayor presupuesto pero menor margen de riesgo. 

Marco Beltrami (derecha) junto al director Michaël R. Roskam.

De hecho, Marco Beltrami ha tenido que adaptarse a la convivencia entre los efectos de sonido y la música: "Al principio, para mí los efectos de sonido eran mi mayor enemigo", pero también han surgido otros elementos hostiles, como los famosos y odiados "temp tracks", música pregrabada o de otras bandas sonoras que los directores utilizan en las escenas de las películas mientras la música original aún no ha sido compuesta, y que en muchos casos supedita en buena medida el trabajo del compositor. Marco Beltrami es uno de esos músicos que apuestan porque no se utilice esa música previa, y cree que la solución sería que el compositor estuviera implicado en el proyecto cinematográfico mucho antes. Sin embargo, tampoco suele trabajar sobre guión: "Yo no soy capaz de componer música sobre un guión. Mi inspiración es mucho más visual. Necesito ver imágenes y sentir lo que esas imágenes me transmiten para poder componer".  

Uno de los casos más curiosos en la carrera de Marco Beltrami fue su colaboración con el director belga Michaël R. Roskam en la película La entrega (Michaël R. Roskam, 2014), porque supuso una propuesta de última hora después de que los productores no estuvieran conformes con el enfoque musical que le había dado el habitual colaborador del director, el compositor Ralf Kaunen. Michaël R. Roskam confiesa que fue una decisión dolorosa pero que en este caso él entendió a los productores: "Yo tampoco estaba muy convencido de que la música fuera la adecuada, especialmente porque en el tercer acto, que es el más complicado en la historia, y el que necesitaba mayor contundencia como thriller, sentía que no estábamos consiguiendo el resultado que queríamos. Así que cuando los productores me dijeron que existía la posibilidad de que Marco Beltrami se incorporara al proyecto, en cierto sentido me sentí aliviado. Cuando vi la escena del bar con la nueva música me quité un gran peso de encima". 

Sobre su última banda sonora para la película Ford v Ferrari, rebautizada como Le Mans ´66 (James Mangold, 2019), por la que algunos ya vaticinan que podría ser su tercera nominación al Oscar, Marco Beltrami confiesa estar expectante y muy satisfecho. "Creo que es la mejor película en la que he trabajado hasta el momento. Decidimos que no íbamos a incluir ningún instrumento de cuerda en la música, y prácticamente he trabajado con una especie de banda de músicos, unos quince instrumentistas, con los que hemos construido casi toda la banda sonora."

Por su parte, Hildur Guđnadittur está viviendo sus años dorados como compositora. Tras sus comienzos como violonchelista y sus colaboraciones con el compositor Jóhann Jóhannsson, la islandesa recibió el premio Emmy por su espléndido trabajo para la miniserie Chernobyl (HBO, 2019), y suena como una candidata con grandes posibilidades de llevarse el Oscar en la próxima edición gracias a su muy valorada y premiada banda sonora para la película Joker (Todd Philips, 2019), que junto a las buenas críticas y el éxito cosechado la han convertido en una de las compositoras más solicitadas del momento, aunque ella actualmente está viviendo una especie de proceso de relajamiento tras el intenso trabajo del año pasado. La compositora asistió al festival con su madre y su hijo de siete años, y confesaba que ahora necesitaba algo de tiempo para poder dedicarlo a su familia. 


El productor musical Robert Kraft conversa con Hildur Guđnadóttir.

Al contrario, que Marco Beltrami, en el caso de Hildur Guđnadóttir sí que comienza a trabajar sobre el guión, y eso le permitió por ejemplo en Joker que una de las escenas mas famosas, la de la transformación del protagonista, se rodara precisamente con una pasaje musical que ella había escrito para la película, y que inspiró a Joaquin Phoenix a elaborar ese extraño y siniestro baile que se ha convertido en uno de los momentos más reconocibles de la película. "Todd Philips estaba enamorado de mi trabajo para Sicario: El día del soldado (Stefano Sollima, 2018), y quería que su película tuviera un tipo de acercamiento musical diferente, mucho más cercano al personaje, nada grandilocuente". 


Para Chernobyl, sin embargo, le interesaba más "el vínculo con el paisaje desolador y los sonidos que producía la planta nuclear, así que me fui a una que tenía parecidas características a la de Chernobyl y grabé todo tipo de sonidos, con los que finalmente desarrollé la banda sonora. Fue un trabajo titánico convertir esos sonidos en algo con cierta coherencia, pero al final el resultado acabó siendo muy satisfactorio".  

World Soundtrack Awards

El último día del festival se celebró el concierto de homenaje y la entrega de premios World Soundtrack Awards que reconocen cada año el trabajo de los compositores más destacados. Tuvieron una notable presencia los dos compositores invitados este año, Marco Beltrami y Tamar-kali, de los que la Filarmónica de Bruselas interpretó algunos de sus trabajos más destacados, como los recientes Mudbound (Dee Rees, 2017) o el estreno de la banda sonora de la película Shirley (Josephine Decker, 2019), compuestas por Tamar-kali, y una selección de bandas sonoras de Marco Beltrami que forman parte también del CD que se ha editado con motivo de la celebración de los premios. 

Más destacados y emotivos fueron los homenajes a los músicos Frédérick Devreese y Krysztof Penderecki. Dos compositores que sobre todo han desarrollado una carrera al margen del cine, pero que ocasionalmente han tenido incursiones en el mundo de las bandas sonoras. Frédéric Devreese, músico holandés, tiene una extensa trayectoria como compositor, y ha compuesto la banda sonora de una veintena de películas, entre las más destacadas El hombre del cráneo rasurado (André Delvaux, 1966), Benvenuta (Andrés Delvaux, 1983), La partida de ajedrez (Yves Hanchar, 1994) o Pauline & Paulette (Lieven Debrauwer, 2001). Por su parte, Penderecki es uno de los grandes genios de la música contemporánea y realmente muy pocas veces ha compuesto música para cine, pero sus obras de concierto han sido utilizadas por directores como Stanley Kubrick en El resplandor (1980), Alfonso Cuarón en Hijos de los hombres (2006) o Martin Scorsese en Shutter Island (2010). Por razones de salud, Krysztof Penderecki no pudo asistir a la ceremonia de entrega de premios, pero dejó un mensaje grabado. 


Michael Abels
John Powell

























Entre los premiados de este año, pudieron recoger su galardón Michael Abels, excelente músico que nos ha dado espléndidos trabajos en sus colaboraciones con el director Jordan Peele en Déjame salir (2017) y Nosotros (2019) y John Powell, que sin duda este año ha destacado por su magnífico cierre a la trilogía de Cómo entrenar a tu dragón 3 (Dean DeBlois, 2019), y por supuesto la compositora Hildur Guđnadóttir, favorita ganadora por su trabajo en la miniserie Chernobyl (HBO, 2019) mientras que Nicholas Britell, también destacado en sus colaboraciones con Barry Jenkins en Mooonlight (2016) y El blues de Beale Street (2019) no pudo asistir por encontrarse trabajando precisamente en el próximo proyecto del director Barry Jenkins, la serie de televisión The underground railroad (Amazon, 2020-). 

Gante se convierte cada año en una de las capitales de la música de cine, coincidiendo lamentablemente con otras citas importantes como Hollywood in Vienna, e incluso este año con un concierto especial en Londres con los compositores Michael Giacchino y David Arnold. Los aficionados a la música de cine no podemos dividirnos, pero sin duda el Festival de Ghent y los World Soundtrack Awards son siempre una buena ocasión para introducirnos en el universo de las bandas sonoras en una ciudad apacible y hermosa. 

LISTA DE PREMIADOS

Mejor Compositor

Nicholas Britell por El blues de Beale Street (Barry Jenkins, 2019)

Mejor Compositora de televisión

Hildur Guđnadóttir por Chernobyl (HBO, 2019)

Mejor Canción Original

"Shallow" de Ha nacido una estrella (Bradley Cooper, 2018)
Escrita por Lady Gaga, Andrew Wyatt, Anthony Rossomando, Mark Ronson
Interpretada por Lady Gaga, Bradley Cooper

Mejor Descubrimiento

Michael Abels por Nosotros (Jordan Peele, 2019)

Mejor Música Original para una producción belga

Frédéric Vercheval por Duelles (Instinto maternal) (Olivier Masset-Depasse, 2018)

Premio SABAM al Mejor Compositor Joven Internacional

Pierre Charles

Premio del Público

John Powell por Cómo entrenar a tu dragón 3 (Dean DeBlois, 2019)


Izquierda a derecha: Frédéric Vercheval, John Powell, Dirk Brossé, Marco Beltrami, Michael Abels y Hildur Guđnadóttir    © Jeroen Willems 




Ford y Ferrari se estrena en España el 15 de noviembre