30 octubre, 2011

Halloween en la casa de los horrores

American Horror story es una de las nuevas propuestas de la temporada que arriesga en su narrativa adulta. Y quizás sea una de las series más interesantes del momento. 

De entre todas las series que se vienen emitiendo en esta temporada televisiva, la que mejor podía adaptar su trama a la noche de Halloween es, sin duda, American Horror Story. Esta incursión de Ryan Murphy y Brad Falchuck (responsables de Glee y Nip/Tuck, dos series que nunca han llamado mi atención) en el género del terror psicológico está siendo una de las apuestas más curiosas de la temporada, y el especial Halloween dividido en dos entregas nos trae más de una sorpresa. 

American Horror Story tiene a una vieja mansión como protagonista, con la particularidad (previsible) de que por ella pululan los fantasmas de aquellos que han sido asesinados en sus amplias habitaciones a lo largo de décadas. De forma que, cuando el matrimonio en crisis formado por Dylan McDermott y Connie Britton llega a la casa, digamos que no están todo lo solos que a uno le gustaría estar cuando se compra una mansión. La realidad es vista con distintos ojos por cada uno de los habitantes vivos, mientras el resto, los muertos, tratan de encontrar su sitio en el inframundo.

Hay que reconocer que en cada episodio las sorpresas son constantes, pero también que uno no acaba de enterarse bien de qué está pasando. Pero no importa. Ese cierto aire surrealista que acerca la historia al universo de David Lynch es precisamente lo más atractivo de esta producción, que tiene en su reparto nada menos que a la espléndida Jessica Lange en un papel desquiciado pero impactante. Y también son de agradecer sus habituales referencias a películas como La semilla del diablo, Carrie, El resplandor... incluso usando fragmentos musicales de Con la muerte en los talones o Drácula de Bram Stoker, que acaban convirtiendo a la serie de Ryan Murphy y Brad Falchuck en una continua fuente de guiños cinéfilos que resulta entretenida. 

Alguien ha definido American Horror Story como una mezcla entre una película de terror y un videoclip de Nine Inch Nails. Acertada descripción. Quizás le sobra algo de autocomplacencia en su intento por crear una propuesta diferente, aunque no termine siendo especialmente novedosa. Quizás le falta ajustar con claridad sus tramas secundarias, tratando de eliminar cierta confusión que actualmente juega en su contra. Pero su mezcla de terror bizarro, oscuro y grotesco la convierten en una serie que acaba dejándote con ganas de más al final de cada episodio. Aunque no te hayas enterado una mierda de lo que te han contado.

23 octubre, 2011

"Margin call": Esparcir la mierda

Se estrena una de las descripciones más inteligentes sobre el nacimiento de la crisis. Margin call se nos presenta como una película de catástrofes en toda regla. 

La actual crisis económica es, posiblemente, la que ha revelado con mayor claridad sus causas y sus causantes. No ha habido en las anteriores crisis tanta información sobre sus orígenes (aun siendo provocadas como en el caso de 1929) que la que hay en la actualidad. Tampoco ha habido nunca tantos culpables que hayan mantenido sus puestos de responsabilidad. El documental Inside job ya revelaba que algunos de los "gestores" de la crisis habían sido nombrados asesores económicos de la administración Obama. De ahí que la lectura de algunos analistas pase por renombrar la crisis como una "reorganización" del pastel financiero de las sociedades occidentales. La burbuja ha explotado y ahora hay que poner en su sitio a quienes disfrutaron del estado del bienestar. No porque no sea sostenible, sino porque ya no beneficia a unos pocos. Las grandes entidades financieras no han recortado su poder, sino que han eliminado competidores. Es evidente que el control financiero está ahora más concentrado. El resto no importa. Los políticos que falsearon las cuentas en países como Grecia y Portugal siguen manteniendo sus cuotas de poder, aunque en la oposición; los especuladores que mantuvieron en el mercado bonos basura ahora asesoran sobre cómo salir de la crisis (clarificadora paradoja sobre la situación).

Margin call tiene la capacidad de mostrarnos con perspicaz claridad cómo y de dónde surge esta crisis. Pero sobre todo consigue huir de esos maniqueismos que vienen quitando efectividad a los mensajes de los últimos movimientos sociales, para retratar con astucia las entrañas humanas de unas oficinas que se dedicaban a comprar y vender humo hasta que el humo se convirtió en fuego. La premisa es clara: la crisis surge de una serie de grandes cagadas, y cuando determinadas fuentes de especulación se vieron con la mierda hasta el cuello se dedicaron a esparcirla por todo el mercado, con la ayuda, por supuesto, de esas mismas agencias de calificación que todavía siguen marcando las tendencias del mercado, y que en última instancia deciden quién es un chico bueno y quién merece un castigo.

El director y guionista J.C. Chandor, desprovisto de los tics habituales de los cineastas debutantes, logra traducir a lenguaje de la calle lo que el documental Inside job, otro de esos referentes imprescindibles para entender la gran cagada económica, mostraba a veces con cierta confusión. Y lo hace con una decisión inteligente: sustraer del mensaje todos los números y cifras. En una escena, en la que vemos la cara horrorizada de los protagonistas ante lo que se les viene encima, el espectador no ve en ningún momento esos gráficos que vaticinan el fin de la economía. En una de las frases más certeras del guión, el tiburón Jeremy Irons dice a un subalterno: "Explícame la situación como si yo fuera un niño o un perro. No he llegado hasta aquí gracias a mi inteligencia". 

Margin call recuerda en su forma a Glengarry Glen Ross, esa brutal descripción de la venta de seguros que creó como obra teatral David Mamet. Como aquella, a pesar de la inmundicia que les rodea, logra extraer dosis de humanidad de sus personajes. Curiosamente, Kevin Spacey era uno de los protagonistas de la versión cinematográfica dirigida por James Foley, aunque en Margin call su personaje se parece más al que interpretaba Jack Lemmon en aquélla.

A lo largo de la historia, un joven broker obsesionado con el dinero pregunta continuamente cuánto ganan sus jefes, comparándolo con sus "escasos" 250.000 dólares al año. Son cifras astronómicas, increíbles, irritantes. Muchos de los estafadores que controlan las principales entidades financieras en España, por ejemplo, también tienen primas y pensiones astronómicas, increíbles, irritantes, algunas de ellas adjudicadas durante la crisis económica.

Más que un "thriller" económico, como se la ha calificado, Margin call se nos antoja una auténtica película de catástrofes, aunque en este caso los destrozos vienen desde el interior. Tiene todos los ingredientes habituales: un reparto de primera clase, un gabinete de crisis, una estructura "in crescendo"... El problema es que aquí no hay nadie que quiera salvar el mundo. Todos tratan de salvarse a sí mismos. Sin embargo, lo más aterrador está en otro de esos monólogos precisos que Jeremy Irons suelta con la naturalidad de un gran actor: "Esta crisis es cíclica, va y viene. Y vendrán otras crisis. Lo que hay que hacer es saber ganar dinero con ellas". O lo que es lo mismo: no tenemos escapatoria.

16 octubre, 2011

Sitges 2011

El Festival de Sitges cierra sus puertas tras protagonizar la actualidad cinematográfica con algunas de las producciones más destacadas dentro y fuera del género fantástico. Repasamos algunas de las películas que han brillado especialmente o han obtenido premios en esta última edición.

Concluido el Festival de Sitges, los resultados parecen contradictorios. Por un lado, se reivindica un buen momento para el género fantástico; por otro, se nos presenta una muestra, considerada como de las más interesantes del panorama, que a tenor de sus premios parece no estar a la altura. Que películas pasables como Red State y producciones de entretenimiento decentes, pero poco más, como Attack the block sean las máximas galardonadas en Sitges no dice mucho en favor del festival ni del género. Seguramente, entre las no premiadas debe haber alguna joya escondida. O eso esperamos, porque si no, Sitges habrá perdido definitivamente el buen prestigio que logró hace años.

Red State, de Kevin Smith
Mejor Película, Mejor Actor (Michael Parks)
La penúltima película de Kevin Smith antes de su anunciado retiro es quizás una de las más ambiciosas en cuanto a contenido, reuniendo eso sí algunos de los temas habituales de su cine: la religión tomada como algo incoherente, el sexo como catalizador de la historia, la mirada irónica hacia las supuestas fuerzas del orden... Red State parece querer tomarse en serio todo lo que Kevin Smith nos había mostrado en forma de comedia impertinente, hasta que su carrera acabó zozobrando en productos ínfimos. No es que Red State nos devuelva al mejor Kevin Smith, porque resulta ingenua en su pretendido lenguaje políticamente incorrecto y errática en su desarrollo, aunque hay que reconocer que el trabajo de dirección es consistente. Pero sí es la menos mala de sus últimas películas; y eso al menos es un consuelo. Pero si éste es el mejor título que ha programado Sitges, entonces es que el festival tiene poco fondo.

The yellow sea, de Na hong-jin
Mejor Director
Ya comentada en nuestro blog (ver aquí), esta nueva producción del director que nos sorprendió con la fuerza de las imágenes de The chase, repite también protagonistas, pero en papeles muy diferentes a los de su anterior película. Aquí nos presenta una historia que también se zambulle en el thriller, pero con un trasfondo más dramático-social, que tiene a un taxista envuelto en una trama mafiosa como elemento principal. Sin llegar a ser tan contundente como la anterior, a pesar de sus dos horas y media The yellow sea, presentada en el pasado Festival de Cannes, vuelve a demostrar la pericia de su director para construir escenas de acción que guardan bien el equilibrio entre la espectacularidad y la verosimilitud, aunque a ciertos personajes y a la trama en sí les falte algo de definición. No resulta incoherente el premio al director, porque es en su labor en la que se apoyan buena parte de los resultados positivos de la película. 

Attack the block, de Joe Cornish
Premio Especial del Jurado, Premio de la Crítica, Premio del Público, Mejor Banda Sonora
En esta sucesión de películas de género fantástico revisionistas del cine de los ochenta que nos visita de vez en cuando este año, podemos decir que esta propuesta calificada como una mezcla de Gremlins y Los Goonies, pero que se nos antoja más cercana a Critters, es la más entretenida. Vale que no tiene los medios ni la impresionante escena inicial de Súper 8, pero resulta infinitamente más divertida. Que un ataque alienígena tenga la mala suerte de acabar en un barrio marginal de Londres repleto de hoodies (jóvenes encapuchados que iniciaron los disturbios del pasado verano) ya es un punto de partida cachondo. Que la trama, en su sencillez y formato de serie B, mantenga un ritmo trepidante y ocurrente durante sus ochenta minutos, es todo un logro. Attack the block es un producto de entretenimiento; y desde luego lo consigue. Pero tampoco deja de ser una película de puro artificio, aunque éste funciona a la perfección. Por eso sorprende que haya conseguido poner de acuerdo al jurado, la crítica y el público. La premiada banda sonora, de Steven Price, logra su cometido funcional destacando cuando aborda algunas sonoridades que directamente nos recuerdan a esas producciones de los ochenta a las que homenajea el debutante Joe Cornish.

The woman, de Lucky McKee
Mejor Guión
Como retrato algo desquiciado de una familia "atípica" americana esta película funciona mejor que Red State. La podredumbre moral que se esconde detrás de las apariencias se ve aquí reflejada en la metáfora de una mujer salvaje que representa para el protagonista, un aparentemente modélico padre de familia, todos los temores y odios que siente hacia el sexo femenino. O lo que es lo mismo, The woman se perfila como una certera mirada hacia el machismo latente en una sociedad enferma. Cierto es que el guión valorado por el jurado no desemboca en una conclusión del todo lograda, y que al director se le acaba yendo la mano en el tercer acto, hacia una innecesaria y gratuita bacanal sangrienta. Pero encontramos en esta película de modesto presupuesto una de visión perturbadora del "american way of life". Y solo por eso merece la pena. Magníficas por cierto las canciones que aporta Sean Spillane en una banda sonora inteligentemente usada.

Melancholia, de Lars von Trier
Presentada fuera de concurso, la última película del director danés ha vuelto a recordarnos por qué nos gustó en su momento. Dedicado en los últimos años a una inmadura obsesión por la polémica (a través de gestos y declaraciones infantiles y con bodrios como Anticristo), von Trier presenta en Melancholia todo un ejercicio de maestría cinematográfica, tanto a nivel narrativo como de dirección. Mucho se ha hablado y se hablará de esta película, en muchos casos desvelando elementos que mejor sería mantener ocultos hasta verla. Magistral en su concepción visual, perfecta en el trabajo de los actores (maravillosas Kirnsten Dunst y Charlotte Gainsbourg), es una de las visiones más pesimistas que se han rodado sobre el ser humano, pero al mismo es uno de los más hermosos testamentos vitales sobre la raza humana.

Troll hunter, de André Øvredal
Otra de las películas que hemos comentado ya en nuestro blog (ver aquí). Este mockumentary que interpreta el mito de los trols a través de una inteligente revisión en clave de documental ficticio con bastante sorna es uno de los títulos más interesantes del año, aunque no pueda evitar resultar repetitivo en el desarrollo de la trama. Pero la propuesta de hacer una especie de Bruja de Blair con una de las tradiciones más populares de los países nórdicos resulta apasionante y divertida. Y la inteligente utilización de los recursos (escaso presupuesto) para hacernos creíbles las sorprendentes apariciones de los monstruos juega en buena medida a su favor. Pocos "documentales" resultan tan creíbles como éste, a pesar de sus elementos fantásticos. 

11 octubre, 2011

El humor de Juan José Campanella

La serie cómica El hombre de tu vida es uno de los éxitos de la temporada en la televisión argentina. Juan José Campanella demuestra que sabe conectar con el público y elaborar una comedia blanca con textura de cine. 


El fracaso en España de su gran apuesta televisiva, Vientos de agua (2006), en un momento en el que aún no habían despertado interés las miniseries de ficción, parecía conducir a Juan José Campanella a dedicarse solamente al cine, donde ha conseguido sus mayores éxitos. Pero el director argentino ha sabido mantener su carrera entre la pequeña y la gran pantalla. Por un lado, dirigiendo distintos episodios de la serie House, y por otro construyendo perfectos ejercicios cinematográficos como El secreto de sus ojos. Hay que decir que Vientos de agua era una serie de altura, pero los espectadores españoles le dieron la espalda, o quizás es que hay productos que cuando se emiten en determinados canales de televisión parecen perder su aprecio (cuando introduces un pastel en un estercolero, el pastel acaba sabiendo a mierda). 

El hombre de tu vida es la última producción de Campanella, que incluso renunció a dirigir un episodio de la última temporada de House para dedicarse a su creación, realizada junto a Marcela Guerty. La apuesta en este caso ha dado resultado, con una audiencia fiel en el canal Telefé y un éxito de ventas en el pasado Mipcom, Mercado de la Televisión, con seis versiones internacionales ya comprometidas.

El hombre de tu vida es una de estas producciones que parecen tener todo a su favor. Podríamos decir que es, en tono y humor, lo más parecido que Juan José Campanella ha hecho últimamente a su gran éxito cinematográfico El hijo de la novia. Guiones sencillos pero engrasados a base de diálogos que juegan en muchas ocasiones con el doble sentido, actores de lujo encabezados por un trío protagonista inmenso (Guillermo Francella, Mercedes Morán y Luis Brandoni), una realización que se acerca más a la narrativa cinematográfica que a la televisiva... Y como tema central, el amor y sus consecuencias. 

Guillermo Francella, ese actor que sabe construir personajes que rebosan empatía con el espectador, es aquí un seductor profesional que se dedica a enamorar a mujeres que llaman a una agencia de contactos, para luego desenamorarlas, pero dejándolas con ese sabor de boca romántico que sin embargo no las destruye sentimentalmente, sino todo lo contrario, alimenta su futuro emocional. Mercedes Morán es su jefa y prima, y resulta perfecta en esa dosis de cinismo que desprende, pero que alberga una vida sentimental de mierda que la ha mantenido unida durante once años a un hombre casado y pichafloja. Y Luis Brandoni es el contrapunto sensato (o insensato) que le otorga su sotana, un confesor y amigo al que acude el protagonista cada vez que necesita consejo. Tampoco hay que olvidar a Tupac Larriera, el hijo adolescente del personaje principal, que desprende una naturalidad difícil de encontrar en actores de estas edades. 

El hombre de tu vida, hay que decirlo, juega con ventaja. Se dirige al espíritu romántico de los espectadores y en ese sentido puede resultar a veces un poco ñoña. Da igual. Resulta efectiva en su sencillez y en sus pretensiones. Es un divertimento perfectamente construido que no tiene la profundidad temática de House (por poner un ejemplo cercano a Juan José Campanella) pero que se sostiene sobre recursos perfectamente válidos. Es televisión comercial de calidad. Y eso la sitúa al nivel de las grandes producciones televisivas anglosajonas. 

Con un excelente resultado de audiencia en su estreno el pasado mes de julio, los índices se han mantenido estables hasta el último episodio de la temporada (emitido este domingo), que tenía a la mismísima Graciela Borges (una de las grandes estrellas del cine argentino) como invitada especial. Ya se está rodando la segunda temporada de El hombre de tu vida, y parece que el interés despertado va a convertir a esta astuta comedia en uno de los hitos de la televisión argentina. 

02 octubre, 2011

"Drive", sugerente humareda negra

Las referencias de esta película son variadas, especialmente en títulos clásicos del cine callejero de los años ochenta. Pero Drive consigue crear una personalidad propia gracias sobre todo al perfecto trabajo de dirección.

Que una película como Drive, de aparente envoltura comercial, se colara en la Sección Oficial del Festival de Cannes sorprendió a muchos. Pero solo hay que verla para justificar sin dudas su presencia en la competición de esta muestra internacional. Drive es el debut en Hollywood del director danés Nicolas Winding Refn, el que fuera responsable de una de las trilogías más violentas y sugerentes del cine europeo de los noventa: Pusher, auténtico precedente de posteriores incursiones literarias y cinematográficas en el trasfondo de una sociedad escandinava aparentemente madura que esconde sin embargo profundas heridas.

Con Drive reconocemos de nuevo a un director que sabe crear atmósferas opresivas. Aquí lo hace con un certero homenaje a ese cine de la calle que en los setenta y ochenta nos descubrieron las cloacas de la sociedad. Viendo Drive se nos viene a la cabeza no solo la maestría de Taxi driver sino también el cine callejero de William Friedkin o de Walter Hill. Pero también encontramos en este solitario e hierático protagonista a un alter ego del Steve McQueen de Bullit. Nicolas Winding Refn logró, creemos que merecidamente, el Premio al Mejor Director en el Festival de Cannes.

Las películas se hacen cine con mayúsculas en nuestra memoria. Cuando no eres capaz de quitarte de la cabeza determinadas escenas comienzas a darte cuenta de que lo que acabas de ver ha dejado esa huella que solo los grandes títulos acaban marcando. Con Drive ocurre eso. No solo recordamos esa atmósfera tensa que se mantiene durante todo la historia, sino que algunos momentos (el atraco inicial, la persecución de coches...) se nos quedan en la retina de forma imborrable. Y sobre todo nos atrapa este personaje hermético, imperturbable hasta que explota, que encaja perfectamente con los protagonistas del cine "noir" de Jean-Pierre Melville como Hasta el último aliento (1965) o El silencio de un hombre (1967). Aquí también los silencios juegan un papel fundamental.

A esta atmósfera de tensión constante contribuye la banda sonora, que contiene espléndidos temas musicales como el "Nightcall" que publicó el músico parisino Kavinsky en 2010, con la producción de uno de los componentes de Daft Punk. Mención especial merece la utilización del tema "Oh, my love" que escribió Riz Ortolani para el inicio de la película Adiós, tío Tom (1971), interpretado por la maravillosa voz de Katyna Ranieri. Pero al mismo tiempo incluye un trabajo musical de Cliff Martínez (habitual colaborador de Steven Soderbergh) al que hacía tiempo que no veíamos tan acertado, en esa concepción electrónica que resulta por momentos hipnótica.

Oh, my love (Riz Ortolani feat. Katyna Ranieri)

Y finalmente un reparto encabezado por ese actor que es capaz de crear personajes tan dispares como los de Half Nelson (2006) o Lars y una chica de verdad (2007), Ryan Gosling, aquí magnífico en su aparente hieratismo, secundado por intérpretes no menos inspirados: Carey Mulligan (An education), Bryan Cranston (Breaking bad), Albert Brooks, Ron Perlman o Christina Hendricks (Mad men), que contribuyen a dar contundencia a un guión casi expresionista, a pesar de algunos retazos de violencia extrema que parecen ticks del director, pero que nos convencen menos que esa violencia "en off" que resulta mucho más desasosegante.

No sabemos si Drive será un éxito de taquilla o una película de culto, pero lo cierto es que se trata de una muestra de género que nos devuelve el mejor cine "noir" de los últimos años.