24 marzo, 2007

"Cielo sin ángeles" y el cine digital

“Lo digital” se ha hecho imprescindible en nuestras vidas. La información se diversifica y llega a nosotros con aparente claridad. Pero ¿estamos preparados para ello?

“Lo digital” se ha impuesto en nuestra vidas. La información se diversifica y llega a nosotros con aparente claridad. Ya podemos consultar desde nuestro móvil cuánto tiempo tardará en llegar el autobús. Pero aunque nos lo vendan como un servicio gratuito, no lo es. En Semana Santa se dispondrá de información para localizar a las hermandades por GPS. Mientras muchas hermandades se están pensando si permitir la presencia de mujeres nazarenas, eso sí, están perfectamente receptivas a las nuevas tecnologías. La Consejería de Innovación presenta estos días la Sociedad Andaluza de la Información, una conglomerado de propuestas llenas de obviedades que de algo servirá, suponemos.

“Lo digital” también llega al cine. Mucho se ha hablado del futuro de la exhibición digital. Un futuro ya presente en algunas ciudades españolas. Esta semana hemos asistido a la presentación del cortometraje Cielo sin ángeles, segunda incursión en la dirección de José Francisco Ortuño y Laura Alvea, que lograron un éxito internacional de gran calado con su anterior trabajo, Relojes de arena. Jose y Laura, polifacéticos emprendedores del audiovisual andaluz, son talentosos guionistas y constructores de planteamientos visuales que se ven poco en Andalucía. Su concepción del corto pasa por propuestas que se alejan del chiste fácil o la pedantería enrevesada de muchos cortometrajistas. Si en Relojes de arena consiguieron crear una original visión “gigeriana” de un mundo oscuro y machista, en Cielo sin ángeles plantean un futuro (¿será ese del que estamos hablando?) no especialmente divertido, en el que sus habitantes están alienados por la obsesión de una sociedad sana, que destierra la enfermedad a base de “drogar” a los ciudadanos. Acercamiento al universo de Orwell y Bradbury (sociedades que aplastan al individuo) que, de nuevo, contiene un planteamiento estético y visual absolutamente inédito entre las habituales propuestas del cortometraje español, ya de por sí alienada.

En la presentación pudimos asistir a la inauguración de la proyección digital en los cines Nervión Plaza de Sevilla. Cinesur ha estrenado este sistema de proyección en dos salas del Nervión Plaza y en una del megaplex Málaga Nostrum, que se unen a las que ya la empresa Kinépolis mantiene en Granada. Sin duda, se trata de un sistema que permite la visión más nítida hasta el momento y, aunque supone un importante esfuerzo inversor, su cada vez mayor diversificación acabará haciéndola rentable. El futuro de la exhibición está en eliminar las tan costosas copias en 35 mm. y todo el proceso de transporte y manipulación de las mismas. Y está también en el “pay-per-view”, haciendo que los exhibidores paguen directamente a las distribuidoras por pases y que éstas lancen la señal directamente desde una servidor central. La exhibición digital en Sevilla y Málaga se inaugura con la película 300, ese megaproducto que ha demostrado lo que ya estaba claro. Somos los medios de comunicación, tanto que se nos llena la boca como "promotores de la cultura", los que sucumbimos antes que nadie a las exigencias (y el dinero) de las multinacionales. ¿Quién ha visto que se dediquen páginas enteras a estrenos europeos? Pero ya se sabe, el que nace puta, puta muere.

Que la exhibición acabará siendo universalmente digital y de sus ventajas (también de sus desventajas, con la eliminación de empresas secundarias) no hay duda. Sin embargo, no todo es tan positivo. Igual que cualquiera que cuente con una TDT en su casa conoce los retardos, distorsiones y fallos de señal que se producen habitualmente, los sistemas digitales de proyección ya comienzan a dar problemas. En los cines Kinépolis de Madrid, por ejemplo, se ha tenido que proyectar la película 300 en copias impolutas de 35 mm. para “disimular” que no ha sido posible la proyección digital por “cuestiones técnicas”. ¿Estamos preparados para estos contingentes?

18 marzo, 2007

Málaga, Lola y Concursante

Terminó el Festival de Cine Español de Málaga, una nueva muestra de las últimas producciones de nuestra cinematografía que además sirve como tarjeta de presentación para las películas en las que participa Antena 3 Tv, a la sazón patrocinadora del festival desde sus inicios.


Este año Málaga se ha visto beneficiada por algunas propuestas atractivas que vienen de directores con talento salidos del cortometraje, como Félix Viscarret, con la triunfadora Bajo las estrellas, o Rodrigo Cortés, con la demoledora Concursante, cuyos méritos solo ha visto la crítica, ya que han permanecido ausentes para el jurado.

Más de 100.000 espectadores se han acercado, según la organización, a las proyecciones y actividades del festival, cifra que supera en un 22 % a la del año pasado (unos 60.000), que ya era alta. Lo de las cifras de los festivales (ya lo comentamos en su momento) hay que creérselas tanto como lo de las cifras de las manifestaciones. Cada uno da las que más le interesan. Curiosamente, en los festivales todos los años aumentan las cifras de espectadores (no escucharéis nunca datos menores a los del año anterior) en una carrera suicida por justificar (como si se tratara de los shares televisivos) la existencia de estas muestras. Como si la existencia de un Festival se tuviera que justificar por sus audiencias, y no por su cualidad de oferta cultural. Pero ya se sabe, los festivales españoles (mal que nos pese) son instrumentos políticos, de uno u otro color, y este año hay elecciones.

Esta semana llegan a las pantallas dos ejemplos de lo que se ha visto en Málaga. Y dos muestras dispares del cine que se hace en España. El que mira hacia atrás con estilo narrativo clásico y el que ofrece propuestas alternativas de deconstrucción de la estructura narrativa. Lola, de Miguel Hermoso, película inaugural del Festival de Málaga (que para eso produce Antena 3 Tv) y Concursante, de Rodrigo Cortés, que ha pasado con cierta disparidad de criterios por el certamen.

Para nosotros Concursante es una arriesgada propuesta de juego malabar en la que se utilizan estilos visuales dispares, un ritmo frenético, un montaje fascinante y una narración que puede llegar a ser confusa por momentos (por la aglomeración de elementos en la pantalla), pero que resulta perfectamente justificable desde el momento en que es la subjetividad del protagonista la que nos cuenta su historia. Por debajo, hay una rebelde plasmación de la economía actual que nos hace reflexionar sobre la realidad de lo que manejamos como “dinero”. Leonardo Sbaraglia compone una de sus mejores interpretaciones, llena de disonancias de carácter, de altibajos de ánimo que muestra con asombrosa facilidad y Rodrigo Cortés se nos presenta como un narrador-director que maneja con soltura la esquizofrenia visual de un estilo que en otros casos (véase la fallida No somos nadie) acabó resultando enervante.

Por otro lado, Lola. La película maneja resortes mucho más clásicos. No es de extrañar. El guión introduce todos los tópicos de los biopics que no son capaces de ofrecer una lectura distante de los personajes que proponen. Aquí Lola es la niña pobre, Lola es la joven que sueña con ser artista, Lola es la debutante que debe vender su cuerpo para mantener a su familia, Lola es la cantante maltratada, Lola es la amante despechada, Lola es la triunfadora y la estrella. En definitiva, esta Lola resulta menos creíble que los miles de rumores que circulan sobre su vida. Y los actores andaluces que participan componen los personajes más típicos sin demasiada convicción: José Luis García Pérez (el borracho maltratador), David Arnaiz (el mariquita saleroso), Ana Fernández (la madre sufridora)... Máscaras mil veces vistas que encima no se las creen ni ellos mismos. Hay biografías cinematográficas cuya admiración, respeto o simplemente falta de coraje, acaban construyendo una visión irreal de sus personajes. Lola pertenece a este grupo de películas inútiles.