31 diciembre, 2021

Las series españolas del año - y 6ª parte

En 2020 por estas fechas hablábamos de series como Antidisturbios (Movistar+, 2020), Patria (HBO, 2020) o Veneno (Atresmedia, 2020-), que habían conseguido un importante respaldo de la crítica y de los espectadores. Pero en 2021 el nivel general ha sido menos destacable aunque podemos citar algunas de las producciones que nos han parecido más interesantes como Bocas de arena (Filmin, 2020-), La Templanza (Amazon/Atresmedia, 2020-), las temporadas finales de Hierro (Movistar+, 2019-2021), Merlí. Sapere Aude (Movistar+, 2019-2021) y Vida perfecta (Movistar+, 2020-2021), La cocinera de Castamar (Atresmedia, 2021-), Ana Tramel. El juego (RTVE, 2021-), el salto a un formato más tradicional de #Luimelia (Atresmedia, 2020-), El tiempo que te doy (Netflix, 2021-), Cardo (ATRESplayer, 2021-), Venga Juan (HBO Max, 2019-) y las series documentales Lola (Movistar+, 2021) y Lucía en la telaraña (RTVE Play, 2021).

En España, se puede decir que ha sido un año positivo para RTVE por abordar por fin un lavado de cara de su plataforma digital, RTVE Play, llenándola de contenidos interesantes, aunque ya conocidos, e iniciando una propuesta de producciones propias que ha dado algunos resultados notables. En el lado negativo, Movistar+ no solo ha continuado con la bajada de suscriptores, aunque sigue siendo la tercera plataforma con mayor número de ellos en nuestro país, después de Netflix y Amazon Prime Video, y con la crisis de censura que ha sufrido en las últimas semanas a raíz de la denuncia de algunos colaboradores en torno a la libertad de expresión coartada.

Sin embargo, la televisión en abierto sigue siendo la opción más vista de los españoles, que han pasado más de tres horas al día delante de la pantalla, aunque el consumo de las plataformas digitales ha vuelto a subir, llegando a un 68,1% de la población, según el Informe Anual de TV publicado por Ymedia Wink iProspect. El mayor número de suscriptores lo sigue teniendo Netflix (50,7%), seguida de Amazon Prime Video (31,5%), Movistar+ (20,5%), HBO Max (14,6%), Disney+ (11,9%), Vodafone TV (6,6%), Orange TV (5,5%), DAZN (4,0%), Rakuten TV (2,1%) y Filmin (1,8%). Respecto a 2020, las que más suscriptores han perdido, según datos del EGM, han sido Movistar+, Amazon Prime Video, HBO y Orange TV, mientras que la mayor subida ha sido para Netflix, seguida de Disney+, Rakuten TV, Filmin y DAZN.


Dentro de la televisión generalista, el liderazgo ha seguido siendo de Telecinco, que llega a estar diez años seguidos como la cadena más vista, aunque con un crecimiento significativo de Atresmedia, y entre los programas que más audiencia han tenido en 2021 solo se encuentra una serie documental: Rocío, contar la verdad (Telecinco, 2021-), mientras que seis de los 10 programas con mayor audiencia han sido partidos de fútbol, según datos de Kantar Media a 27 de diciembre. Las últimas semanas de 2021 han llegado varias series españolas con algunos descubrimiento interesantes y la consolidación de alguna serie ya reconocida. Este es nuestro último repaso a las series españolas de 2021. 


Uno de las estrenos más interesantes de finales de este año ha sido Cardo (ATRESplayer, 2021-), creada por la actriz Ana Rujas, que también protagoniza la historia interpretando a María, una joven millenial que parece no poder evitar meterse en problemas y decepcionar a los demás y a sí misma constantemente, y que refleja en cierta manera una generación que se encuentra algo perdida, aunque consigue ir más allá de un simple retrato generacional. Con algunos elementos extraídos de la obra de teatro La mujer más fea del mundo (2018), que ella misma escribió junto a Bárbara Mestanza, e interpretó en los escenarios de Madrid, como por ejemplo la utilización de la imaginería religiosa, que en la serie se muestra a través de algunas marchas procesionales que acompañan el "calvario" de la protagonista, Cardo consigue construir una ambientación realista, mucho más que otras series que parecen querer "embellecer" el entorno en el que se mueven sus protagonistas. Aquí los baños públicos de los bares no son de diseño, sino tan repugnantes como los que podemos encontrar en cualquier salida nocturna, los pisos en los que viven los personajes no son palacios enormes que no se entiende cómo se pueden permitir personajes que tienen trabajos basura, sino cuchitriles con persianas de la guerra civil y mesas de camilla. Este neorrealismo que se refleja en las imágenes es casi una marca de la casa de Javier Ambrossi y Javier Calvo, productores de la serie, igual que supieron sacar partido de la España de los ochenta en Veneno (ATRESplayer, 2020-). 


Pero lo más interesante de Cardo es su capacidad para construir un personaje complejo, una joven a la que todos consideran guapa, pero que precisamente por esa apariencia física atractiva es incapaz de sentirse bien consigo misma. María está perdida, tiene una necesidad constante de exprimir la vida, pero solo sabe hacerlo a través del alcohol, las drogas y el sexo, en salidas nocturnas que se convierten en aventuras que ponen en peligro a sí misma y a los demás. "Reina, no puedes vivir eternamente en un after", le dice su camella Fausta (Yolanda Ramos), una frase simple pero que contiene grandes dosis de esa sabiduría que da la vida perra. Porque María es transparente para quienes le rodean, empezando por su amiga de la infancia Eva (Ana Telenti), aunque no parezca darse cuenta. Quizás el problema de la protagonista no es que quiera exprimir la vida, sino que a veces parece tenerle miedo, envuelta en una jungla en la que tiene asumido su fracaso profesional, y sus propias contradicciones. Ella no está dispuesta a perder su dignidad en anuncios publicitarios de compresas, pero no tiene el menor problema en perderla en el baño de un bar con un hombre al que acaba de conocer. Pero sobre todo refleja con crudeza su propia insatisfacción: "Tienes una amiga que si tiene una situación complicada acaba follando, seguramente mal y sin preservativo, si no tengo dinero, pues lo robo y si me rechazan acabo pillando un gramo de coca", es la descripción que hace de sí misma a su amigo Edu (Eduardo Mayo). Y en esta representación de una protagonista que parece incluso rechazar la empatía que pudiera tener con el espectador, es donde encuentra Cardo una de sus principales virtudes. 

Si en La mujer más fea del mundo Ana Rujas contaba con la colaboración de Bárbara Mestanza, la serie está coescrita y dirigida junto a Claudia Costafreda, guionista de Veneno y responsable del excelente cortometraje Benidorm 2017 (Claudia Costafreda, 2018), que también le dio la oportunidad a Yolanda Ramos de componer un personaje entrañable, y que consigue un trabajo notable en la representación del Madrid nocturno sin caer en los tópicos. 

La actriz Abril Zamora ha desarrollado en paralelo su carrera como intérprete en series como Vis a vis (A3/Fox, 2015-2019) y El desorden que dejas (Netflix, 2020-) y en películas como La vida por delante (Edoardo Ponti, 2020), con su trabajo como guionista, siendo la co-creadora de la serie Señoras del (h)AMPA (Telecinco, 2019-2021). Pero su proyecto más personal, que escribe, protagoniza y dirige, es Todo lo otro (HBO Max, 2021-), que se ha anunciado como la primera producción española con la marca HBO Max. En cierto modo, esta serie se puede considerar como el final de una maduración que comenzó con Temporada baja (Flooxer, 2016), la primera producción que escribió y dirigió cuando todavía firmaba como Abel Zamora. Y este proceso de transición que la ha llevado hasta su identidad como mujer también se ve reflejada de alguna forma con la honestidad en la que cuenta esta historia. Si en Temporada baja hablaba de las relaciones amorosas en tercera persona, en Todo lo otro Abril Zamora presenta un retrato que ella misma confiesa que tiene más de sí misma de lo que le gustaría, y que transmite una cierta desafección de unos personajes que han llegado a la esa cierta madurez sin haber conseguido lo que se supone que deberían haber logrado en la vida. 


Este planteamiento es el más interesante de una serie que es irregular (y de hecho ha sido recibida en general con tibieza), en la que hay mucha verborrea, que también es una característica de la propia Abril Zamora, pero que no consigue sintetizar sus diálogos, a veces demasiado largos, en escenas que resultan interminables, como las discusiones entre Yerai (David Matarín) y Dafne (Abril Zamora). La serie se centra en la relación frustrada entre la protagonista y su compañero de piso César (Juan Blanco), de la que ella está secretamente enamorada. Y construye una fantasía realista sobre la vida que a veces consigue momentos muy íntimos, como en el Episodio 7, que se enfoca precisamente en los dos personajes principales. Pero el camino se desequilibra a veces por una cierta afectación de los diálogos que pretenden tener una naturalidad que no se consigue del todo, y por una tendencia al exceso en la descripción de algunos personajes. Funciona muy bien la voz en off del narrador (Alberto Casado), que es algo así como esa voz interior de Dafne, un juego inteligente y divertido que parece reírse de ese habitual estilo narrativo de muchas series generacionales, pero que aquí tiene una postura crítica con los personajes, les insulta y se mofa de sus problemas personales, y que Abril Zamora resuelve ingeniosamente en el Episodio 8

Todo lo otro es posiblemente una de las decepciones de la temporada porque se esperaba mucho de esta serie, pero mucho menos pretenciosa y más honesta que Maricón perdido (Movistar+, 2021), por ejemplo. Y, por fin, es una serie en la que se habla sin complejos de la transexualidad, que Veneno (Atresmedia, 2020-) reflejó de una forma espléndida, pero retratando a un personaje que en sí mismo cultivaba ciertos estereotipos de las mujeres transexuales. Aunque Abril Zamora afirma que la segunda temporada ya está escrita, aún no hay confirmación por parte de HBO Max, pero sería interesante ver evolucionar a los personajes después del momento decisivo con el que se cierra la serie.

Una de las últimas producciones españolas estrenadas este año ha sido Sin novedad (HBO Max, 2021-), remake de la serie australiana No activity (Stan, 2015-2018) que ha tenido varias versiones en diferentes países. La más curiosa es la norteamericana No activity (CBS, 2017-), que desarrolló y protagonizó el mismo creador e intérprete de la versión original, Patrick Brammall, y que estaba producida por Will Ferrell y Adam McKay, los productores de Succession (HBO Max, 2018-). Aunque no cosechó buenas críticas, el formato norteamericano ha llegado ya a su cuarta temporada, que se estrenó en abril de 2021 reconvertida en una serie de animación debido a la dificultad de poder rodar durante el confinamiento del año pasado, y ha contado a lo largo de estos años con actores invitados como Jesse Plemons, J.K. Simmons, Bob Odenkirk, Kevin Bacon, Jessica Alba, Elle Fanning o el mismo Will Ferrell, lo que quizás ha sido el secreto de su éxito. En la versión española, los protagonistas son Arturo Valls y Carlos Areces, junto a Pilar Castro, Adriana Torrebejano, Tony Costa y Omar Banana. 


El planteamiento de la serie es sencillo pero al mismo tiempo arriesgado, ya que se sostiene sobre dos policías que mantienen un servicio de vigilancia, construyendo principalmente las escenas de diálogos entre dos únicos personajes: los policías, los delincuentes o las agentes de guardia en la comisaría. La propuesta pasa por crear un formato de seis episodios de 25 minutos de duración que trata de encontrar el humor en las relaciones entre estos personajes. El planteamiento no es especialmente novedoso en nuestro país, y se sitúa en la línea de Camera café (Telecinco, 2005), que también establecía dinámicas de humor en un solo escenario y con un pequeño grupo de personajes, y que fue el lanzamiento de Arturo Valls como actor. Pero si en aquella se aprovechaba su pequeño formato para construir historias que tenían algo de comedia  absurda a través de diálogos llenos de ingenio, no se puede decir lo mismo de Sin novedad, que trata de encontrar el humor en sus diálogos pero cae en la simpleza, más cercana al chiste que a la construcción de personajes. 

Y eso que Álex Mendíbil, guionista junto al director Rodrigo Sopeña, participó también en los guiones de Camera café (Telecinco, 2005), lo que en principio sería una garantía de calidad. Pero precisamente los diálogos, que son los que deberían tener mayor fortaleza, son lo más débil en una serie que se asegura, al menos, un buen nivel de interpretación gracias a expertos en comedia como Arturo Valls, Carlos Areces y Toni Acosta, destacando Omar Banana, que este año ha despuntado en series como Reyes de la noche (Movistar+, 2021) y ha solventado personajes estereotipados como el de La reina del pueblo (ATRESplayer, 2021-). Pero en demasiadas ocasiones tienen que decir frases tan vacías que provoca algo de vergüenza ajena contemplar, por ejemplo, a una actriz tan solvente como Toni Acosta enfrentarse a un personaje tan ridículo como el que debe interpretar. 

Una de las sorpresas agradables de la pasada temporada fue HIT (TVE, 2020-) que se convirtió en una de las escasas referencias en formato serie de la televisión pública. Sin llegar a la eficiencia en la construcción de personajes que tenía Merlí (TV3, 2015-2018), la serie creada por Joaquín Oristrell se inspiraba en cierta manera en House (Fox, 2004-2012), especialmente en la creación de un protagonista que parece no tener filtros en la explicación de la realidad, aunque soporta el peso de las adicciones, a los opioides en el caso de House (Hugh Laurie), al alcohol en el caso de Hugo (Daniel Grao). Lo interesante de la propuesta es que Oristrell traslada la dinámica habitual de las series de institutos a la escuela pública, centrándose en un grupo de jóvenes rebeldes que no quieren, aunque en realidad no pueden, adaptarse a las normas establecidas. De forma que el encuentro con este profesor que no tiene miedo incluso a enfrentarse a ellos, se convierte en una catarsis, el descubrimiento de alguien que les habla claramente para reconducirles hacia esa cierta normalidad de convivencia que exige la sociedad. 


La segunda temporada de HIT traslada la acción fuera de Madrid a un nuevo instituto con diferentes alumnos, lo que permite refrescar la acción y enfrentar al profesor a un nuevo reto que además tiene lugar en Puertollano, en la provincia de Ciudad Real, un pueblo cuyos habitantes se enfrentan a un ERE que acabará con el trabajo principal de la comunidad. Lo más interesante de esta nueva temporada es la introducción de algunos temas que se abordan escasamente en la producción audiovisual española, especialmente en la que está enfocada hacia un público más joven: la España vaciada (que también es el trasfondo de El pueblo (Amazon, 2019-), la Formación Profesional, la escuela pública... tratando de abarcar diversas temáticas que tienen plena vigencia. Quizás porque ya se conoce la estructura de la serie, en esta segunda temporada se notan más las costuras. Desde el momento en que los personajes de los alumnos se presentan al principio (un joven de mentalidad fascista, un homosexual, una embarazada...), ya podemos predecir cuáles serán los temas principales que abordará la temporada: el racismo, la xenofobia, la homofobia, la maternidad adolescente... lo que elimina buena parte de la capacidad de sorpresa para el resto de los episodios. 

De alguna forma, HIT pierde parte de su eficacia como serie en favor de una afirmación cada vez más clara de su condición de "servicio público", pero a pesar de la duración de sus episodios, no consigue profundizar demasiado en las problemáticas que trata, ofreciendo una lectura algo simplista que a veces cae en el adoctrinamiento, como en el diálogo algo forzado entre los padres de los alumnos que no están de acuerdo en la propuesta del profesor de que sus hijos hagan una visita a un barrio habitado por inmigrantes rumanos en Pertenencia (T2E7). Pero en otros momentos consigue ser menos didáctica y más directa, como en el conflicto laboral que está de fondo y se desarrolla más en Resistencia (T2E8), y que casi tiene una deriva hacia la propia realidad actual con el conflicto del Metal en la provincia de Cádiz. Una de las decepciones de esta segunda temporada es que HIT se ha olvidado a veces del sistema educativo que es la base de su propuesta y que estaba más presente en la primera temporada, ahora mucho más interesada en hablar de temáticas más amplias Al final, el profesor Hugo Ibarra es profesor como podía ser médico o policía, porque la mayor parte de sus acciones se han desarrollado fuera del ambiente escolar. Pero el crecimiento de sus alumnos se refleja en ese sentimiento de "querer y quererse" que es la conclusión del final de una temporada menos efectiva que la primera, pero que se abre a una tercera entrega (aún no confirmada oficialmente) con una interesante idea que sitúa al profesor en un ambiente completamente distinto. 

Siguiendo la línea de la producción Conquistadores Adventum (Movistar+, 2017), que Israel del Santo dirigió para la productora Global Set, El corazón del Imperio (Movistar+, 2021) es una de las primeras colaboraciones del escritor Santiago Posteguillo con el audiovisual, y de hecho Global Set anunció hace tiempo que tenía la intención de producir una serie compuesta por tres temporadas y basada en la trilogía Africanus: El hijo del consul (2006, Ediciones B, 2006), Las legiones malditas (2008, Ediciones B) y La traición de Roma (2009, Ediciones B). Pero la trayectoria del director pasó a formar parte de 100 Balas, la productora fundada por Flippy y ahora encabezada por Alejandro Flórez, que pertenece a The Mediapro Studio, con la que ha realizado sus dos proyectos más exitosos: las series documentales El Palmar de Troya (Movistar+, 2020) y Lola (Movistar+, 2021). Con aquel proyecto de la trilogía Africanus aparcado, El corazón del Imperio propone una mirada a la Roma histórica desde el punto de vista de una serie de mujeres relevantes, a través de una propuesta documental que pasa por mezclar las intervenciones de las expertas con recreaciones de ficción, como ya ocurriera en otras producciones dirigidas por Israel del Santo. 


La idea es interesante, pero tiene algunos problemas que no se resuelven del todo. De entrada, parece un poco contradictorio que se denuncie constantemente la visión masculina de la historia, cuando en la propuesta es precisamente un hombre el que recupera esta visión femenina de la antigua Roma. Aunque las entrevistadas son historiadoras y arqueólogas, la presencia de Santiago Posteguillo como presentador vuelve a colocar al hombre como el punto de vista que lidera el relato. En el intento de acercarse al espectador actual, se cae habitualmente en el presentismo, la interpretación del pasado con los ojos del presente, y así surgen frases tan absurdas como "Cicerón sería un personaje ridículo en la actualidad" o "Fulvia era una niña pija", dichas por la doctora en Historia Patricia González, autora del libro Soror. Mujeres en Roma (2021, Ed. Desperta Ferro Ediciones). Solo la historiadora y arqueóloga María Engracia Muñoz parece situarse en el contexto haciéndose/nos preguntas como "¿De verdad es interesante saber si Cleopatra era una mujer guapa o no?". 

Aunque las intervenciones intentan utilizar un lenguaje actual, no consiguen ser especialmente deslumbrantes, y la agilidad de los episodios se ve perjudicada en exceso. Tampoco ayudan unas recreaciones de ficción que están cuidadas históricamente, incluso utilizando el latín como lengua y con la participación de actrices como Sandra Escacena, Carolina Garrido y Aitana Sánchez-Gijón, pero que transmiten en algunos casos una cierta artificiosidad en las interpretaciones, quizás motivada por el obstáculo de hablar en una lengua clásica que no se domina. El contenido sin embargo es interesante: el primer episodio está dedicado a las mujeres gladiadoras, en los dos siguientes se mezclan las historias de dos mujeres relacionadas con el Emperador Marco Antonio, su esposa Fulvia y su amante Cleopatra. El cuarto episodio se centra en Livia, madre y abuela de emperadores, mientras que en el quinto y sexto episodios la protagonista es Julia Mesa. Santiago Posteguillo evita incluir en la serie el retrato de Julia Domna, la hermana de Julia Mesa, a la que dedicó los libros Yo, Julia (2018, Ed. Planeta), ganador del Premio Planeta, e Y Julia retó a los dioses (2020, Ed. Planeta), quizás para no perder posibles lectores. 

También se dedica atención al Emperador Heliogábalo, nieto de Julia Mesa, que solo ejerció durante cuatro años, siendo asesinado cuando tenía diecinueve años, y está considerado como el más extravagante y cruel que ha tenido Roma. El político Dión Casio escribió en su Historia Romana (c. 230) que se había casado cinco veces con mujeres, pero que su relación más duradera fue con el esclavo Hierocles, a quien se dice que se refería como su marido. Se cuentan muchas excentricidades de Heliogábalo, como que se vestía de mujer, que quiso operarse para cambiar de sexo, que era prostituido por sus amantes o que le gustaba castrar a sus esclavos. Pero no se sabe qué es real y qué es difamación, y cada historiador elige dar credibilidad a una u otra información dependiendo si encaja mejor o peor con su propio discurso, de forma que incluso algunos autores modernos consideran a Heliogábalo como el primer transexual de la historia. El corazón del Imperio es una serie que cae en el presentismo, aunque su intención reivindicadora de las mujeres aporta un punto de vista distinto de la antigua Roma. 

Quizás no es la serie de la que se podría esperar una mayor incorrección política, pero El pueblo (Telecinco/Amazon, 2019-) en sus tres temporadas es posiblemente la producción más crítica y mordaz sobre la sociedad española, abordando casi todos los temas que remueven nuestro panorama político. Menos histrión que La que se avecina (Telecinco, 2007-), más apegada a la realidad pero dibujando personajes cuyas acciones son ética y moralmente reprochables en muchos casos, El pueblo no modifica demasiado la fórmula en cuanto a un grupo de vecinos, ahora en la pequeña localidad soriana de Peñafría en vez de un edificio de apartamentos a las afueras de Madrid. Pero este contexto le permite abordar temas más amplios que tienen como base la llamada España vaciada, lo que se ha destacado de la segunda temporada de HIT (TVE, 2020), pero que está más profundamente enraizada en la narrativa de esta serie. 


La tercera temporada de El pueblo sigue teniendo ese sentido del humor más o menos facilón, casi de vodevil, que caracteriza a las producciones de Alberto Caballero, pero esto también le permite una incorrección política que parece disiparse entre el dibujo caricaturesco de sus personajes. Aborda por ejemplo la corrupción, la posible anexión (y por tanto desaparición) de un pueblo con pocos habitantes en favor de otro, las relaciones entre la iglesia católica y el islamismo, o el auge del turismo rural. De alguna forma, el retrato de un grupo de imbéciles que conforma la historia permite a los guionistas adentrarse en la incorrección política, lo cual es reconfortante, dados los límites que se imponen al humor últimamente. La fluidez de géneros lleva a unos niños a sentirse niñas durante varios episodios de esta temporada, uno de los personajes decide convertirse al islamismo, el párroco de la comunidad acepta sobornos... El pueblo crea una especie de burbuja humorística en la que son posibles frases como: "¡Que los moros no explotan cuando se enfadan, que necesitan pegarse una bomba al cuerpo!", recuperando ese sentido de la comedia negra española berlanguiana que prácticamente ha desaparecido del panorama audiovisual, pero al mismo tiempo es una de las series más inclusivas que se producen en nuestro país. 

La tercera temporada de la serie amplía su catálogo de personajes y recupera algunos de los que poblaron Peñafría en las dos anteriores, y también amplifica su mirada a otras localidades cercanas de esa España que se queda progresivamente sin habitantes. Comprometida aún con su estructura de serie para prime time de la televisión convencional (la segunda temporada terminó sus emisiones en Telecinco en noviembre), tiene episodios que alcanzan los 80 minutos, casi la duración de un largometraje. La serie tiene que luchar con cierta falta de promoción, tanto en sus emisiones tradicionales, motivada por un descenso al 7,8% de share con el que finalizaron las emisiones de la segunda temporada en Telecinco el pasado mes de noviembre, frente al 16,3% que obtuvo la primera, como en el estreno a principios de diciembre en Amazon, apenas publicitado. Amazon Prime Video, que ha permitido la continuidad de series de la productora Mediterráneo como Madres. Amor y vida (Telecinco/Amazon, 2020), ya en su tercera temporada, es una plataforma que a veces sufre problemas de comunicación graves, de desidia o simple ineptitud en la promoción de producciones por las que se supone que debería apostar. Como no existen datos, no sabemos cómo está funcionando esta tercera temporada, pero Alberto Caballero ya ha anunciado personalmente que está prevista una cuarta entrega de este reflejo con mucha mala uva de la sociedad española a través de sus defectos. 

Ya hemos comentado la apuesta de RTVE por la plataforma digital RTVE play y por contenidos de producción propia, en la línea de las principales televisiones públicas europeas. Una de las consecuencias de esta apuesta es Yrreal (Playz, 2021-), una serie de seis episodios dirigida a un target de espectadores jóvenes que se inició en 2020, cuando ganó el Premio de Desarrollo otorgado por Playz en el marco del Conecta Fiction de Pamplona, entre los finalistas del Pitch Short-Form Series, que consistía en la posibilidad de iniciar el desarrollo de la serie bajo el paraguas de Playz. Creada por Alberto Utrera y Paula Sánchez, la serie cuenta la historia de Elena (Veki Velilla) y Lucía (Angy Fernández) que traspasan todos los límites legales para intentar averiguar el paradero de la hermana de la primera. La personalidad de Lucía se relaciona con el mundo del cómic, y a veces construye en su cabeza una realidad alternativa de superheroína que lucha contra el mal, y que en la serie se representa a través de secuencias de animación. Dirigida por Alberto Utrera, las imágenes de animación están desarrolladas por Nuño Benito, ambos socios en la productora MoA Estudio, que produjo este año el documental Impuros (Alberto Utrera, 2021) en el que los ex-políticos Eduardo Madina y Borja Sémper reflexionan sobre la etapa de terrorismo en el País Vasco. 


La apuesta de esta serie pasa por enfocar una realidad actual en torno a la violencia machista dentro de un contexto de historia de acción con elementos de animación, éstos como reflejo de la psicología de Lucía, pero que realmente no aportan demasiado al desarrollo del personaje, sino más a la dinámica visual según conviene (en el episodio Cuestión de huevos (T1E5) se utiliza animación para mostrar un flashback). Los seis episodios de 25 minutos construyen una trama policíaca en torno al interrogatorio de Elena y la narración de lo que sucedió, especialmente sobre la implicación de Lucía. El director despliega un planteamiento visual que tiene numerosos referentes, a veces recuerda a Quentin Tarantino y a Guy Ritchie, pero también al montaje febril de los thrillers de Álex Pina como Vis a vis (A3/Fox, 2015-2019) o La casa de papel (A3/Netflix, 2017-2021), aunque a veces tiene problemas para equilibrar el tono de comedia negra y la pretensión de abordar una realidad dramática. En el lado de la animación y los referentes de superhéroes, la principal influencia admitida por los creadores es la del cómic Kick-ass (2008-2010, Marvel Comics) de Mark Millar y John Romita, Sr., que fue adaptado al cine en Kick-ass: Listo para machacar (Matthew Vaughn, 2010), con homenaje incluido en el diseño del traje de la heroína. Lo más interesante de Yrreal es que se ve con facilidad, que la historia se condensa bien en la corta duración de los episodios, pero su intento de tomar referencias para después tratar de elaborar un discurso más realista no termina de funcionar. 

Vota Juan (TNT, 2019) fue la primera serie producida por la plataforma de pago TNT, y su éxito derivó en una continuación titulada Vamos Juan (TNT, 2020), pero la tercera entrega, producida igualmente por 100 Balas, perteneciente al grupo The Mediapro Studio, ha dado el salto este año a HBO Max como una serie original con el título de Venga Juan (HBO Max, 2021-). Deudora de la sátira política de series como Veep (HBO, 2021-2019), la propuesta creada por Diego San José y Juan Cavestany tiene como protagonista a Juan Carrasco (Javier Cámara), un político de tercera que sin embargo tiene todos los defectos y prepotencia de los círculos del poder público. La primera temporada mostraba el ascenso de una figura política sin méritos, con un cierto aire ridículo que de alguna forma lo conectaba con el protagonista de Vergüenza (Movistar+, 2017-2020), uno de esos personajes tan esperpénticos que es capaz de generar cierta empatía por parte del espectador. En la segunda temporada se mostraba un intento de recuperar su posición en el ficticio partido al que pertenece, aunque tenía una mirada más centrada en el personaje y su familia que en los resortes de la política. Pero Venga Juan (HBO Max, 2021) recupera esta mirada satírica más centrada en el mundo de la política a través de la corrupción, lo que provoca que haya unos paralelismos mucho más evidentes con la actualidad, en especial con los papeles de Bárcenas y el PP. 


La temporada ha conseguido ya este año el Premio Forqué al Mejor Actor y tiene cuatro nominaciones para los Premios Feroz, y de nuevo construye una serie de situaciones absurdas que sin embargo son perfectamente reconocibles en la crónica de la corrupción política en España. Y en cierta manera plantea una especie de posible final cerrado para los personajes (no se ha confirmado oficialmente una cuarta temporada y los creadores afirman que está escrita con la idea de que no haya una continuación), reforzando aún más el carácter tragicómico del personaje, y sobre todo consiguiendo captar esa atmósfera peculiar de corruptelas y corrupciones que se ha instalado en la sociedad española (y por extensión en la sociedad occidental). Cuando Juan Carrasco se justifica ante su hija en el episodio Lunes (T3E7) afirmando que él ha hecho lo que todos hacen, transmite perfectamente ese espíritu de picaresca española que se basa en los sobornos y la información privilegiada, manejada por personajes oscuros como Luis Vallejo (Joaquín Climent), trasunto evidente del siniestro José Villarejo. 

Como en las anteriores temporadas, Víctor García León y Tom Fernández se alternan en la dirección, pero destacan dos nuevas incorporaciones en episodios muy importantes. El actor Javier Cámara vuelve a dirigir un episodio tras su debut en la segunda temporada con Estambul (T2E6), ahora con otro "episodio embotellado", una trama cerrada que abunda en la psicología del personaje y que se desarrolla en un solo escenario. En este caso, Patagonia (T3E4) utiliza  como refugio la Embajada de Argentina con la participación del embajador Marcelo (Eduardo Blanco) en un espléndido diálogo que refleja la justificación de la corrupción. Por otro lado, Pilar Palomero, gran triunfadora de los premios Goya 2021 con su película Las niñas (Pilar Palomero, 2020) co-escribe y dirige 2009 (T3E8), el episodio que cierra la temporada y que el propio creador Diego San José califica como la más autoconclusiva de la serie. Y efectivamente, se trata de un final tan cerrado que es difícil imaginar una cuarta temporada, aunque las posibilidades están abiertas: la realidad proporciona innumerables argumentos esperpénticos.  



24 diciembre, 2021

TV Beats 2021: Las próximas series internacionales

En nuestra cobertura del Tallinn Black Nights Film Festival hemos podido ver algunas de las series que se han presentado dentro del Series Market, una sección que ya desde hace algunos años se ha incorporado a la programación de los principales festivales cinematográficos. Aunque el enfoque principal de esta presentación de nuevas producciones que se han producido recientemente tiene tiene en Tallin una atención especial a la industria báltica, formada por Estonia, Letonia y Lituania, pero también por extensión Rusia, Finlandia, Suecia, Noruega y Polonia, encontramos en este Mercado audiovisual producciones de otros países como España, de la que se presentó el primer episodio de la serie Todos mienten (Movistar+, 2021-), creada y dirigida por Pau Freixas que tiene previsto su estreno el 28 de enero. Se trata de un thriller que tiene un reparto destacado con nombres como Juan Diego Botto, Ernesto Alterio, Amaia Salamanca, Natalia Verbeke y Leonardo Sbaraglia. que aspira a ser una de las producciones más importantes de principios del próximo año. 

También se han presentado otras producciones que ya son conocidas en nuestro país, como la serie noruega Furia (Viaplay, 2021-), cuyos dos primeros episodios se pudieron ver en el Festival Serielizados, y que ya comentamos cuando hablamos de las próximas series nórdicas que nos llegarán, o la segunda temporada de Ártico (Elisa Viihde, 2018-), un thriller finlandés cuya primera temporada se estrenó en Cosmo. Pero a continuación analizamos otras producciones que nos parecen destacadas para calibrar el nivel de la industria audiovisual en países de los que habitualmente no llegan a las plataformas y televisiones españolas. 

Süü (Culpabilidad)
 (Elisa Viihde, 2021) es una producción de Estonia que adapta la serie finlandesa
Habitación 301 (Elisa Viihde, 2019-), que en España ha estrenado este año Sundance TV. Aunque hay algunas modificaciones, las dos historias giran en torno a la muerte de un niño durante unas vacaciones veraniegas, y al regreso de este recuerdo doce años después cuando una carta que recibe el abuelo del niño pone en duda la versión oficial sobre su muerte. De hecho, el título internacional de la serie, 12 summers ago (Hace doce años) es más explícito en cuanto a la trama. La versión de Estonia sigue en buena medida, al menos en los dos primeros episodios que hemos podido visionar, la historia original escrita por Kate Ashfield, actriz británica que ha protagonizado series como Sanditon (ITV, 2019-). Otro actor, Priit Pius, que participó en una de las más ambiciosas películas de acción del año pasado, Omerta 6/12 (Aku Louhimies, 2020), debuta como director en esta serie, sustituyendo al realizador estonio René Vilbre después de que éste abandonara el proyecto. Su trabajo por tanto ya se encontró con la elección del reparto y de muchos aspectos de la producción, y su cometido ha sido principalmente el de hacer brillar un presupuesto que está por debajo del que suelen manejar las plataformas digitales internacionales. La serie tiene una buena factura técnica y construye un misterio que puede ser algo convencional y previsible, pero que contiene algunos elementos de interés. Süü (12 summers ago) se ha estrenado en la plataforma Elisa Huubi. 

Más interesante es la producción israelí Embezzlement (Malversación) (Yes Studio, 2021-), estrenada el pasado verano. YesTV es la productora que ha vendido series como Shtisel (Netflix, 2013-), Fauda (Netflix, 2015-) o Kvodo (Your honor) (Yes Studio, 2017) que se ha adaptado en Francia, India, Rusia y en Estados Unidos como Your honor (Showtime, 2020-), que tendrá segunda temporada, como la serie original. Escrita por Yotam Guendelman, que también es el director, y Shira Porat, se trata de una historia basada en hechos reales sobre Eti Alon (Dana Ivgy), la empleada de un banco que decide malversar dinero de las cuentas de sus clientes para poder pagar las deudas contraídas por su hermano Ofer (Yehuda Levi, que protagonizó el drama Yossi & Jagger (Eytan Fox, 2002), sobre la relación amorosa entre dos soldados israelíes). En el Series Market pudimos ver los dos primeros episodios de los siete que forman parte de esta temporada y son muy adictivos, manejan el ritmo perfectamente y transmiten la difícil situación en la que se ve involucrada la protagonista, quien debido a un hecho del pasado, es considerada por su familia como la responsable de su hermano, un ludópata sin remedio que, cuando consigue el dinero para pagar una deuda, toma la decisión de jugárselo en las apuestas. En la historia real, Eti Alon cometió un desfalco de 100 millones de dólares de los clientes del banco en el que trabajaba, provocando con su detención en 2002 un cambio profundo en los sistemas de seguridad de las entidades bancarias de Israel.  

La serie rusa Happy end (More.tv, 2021-) se ha presentado como no apta para menores de dieciséis años, ya que aborda el tema de la pornografía en internet, a través de la historia  de una pareja de jóvenes que debe huir de su ciudad debido a una deuda relacionada con el tráfico de drogas. Ambos deciden ganarse la vida a través del webporno, pero poco a poco se van introduciendo cada vez más en el mercado de la pornografía. Las primeras imágenes de la serie muestran escenas de sexo más o menos explícitas, pero al menos en los primeros episodios no se enfoca directamente en la exhibición de desnudos o actos sexuales, sino que ofrece un juego más erótico. Sin embargo, la serie ofrece una expresiva visión de la pornografía que solo es posible en una plataforma independiente no censurada como More TV. En realidad, la propuesta resulta más interesante como reflejo de una juventud rusa algo perdida que, como ocurre en otras sociedades, se enfoca en internet como única salida a sus preocupaciones. Y en este sentido Happy end va más allá de la simple apuesta por un contenido más o menos provocativo, y aporta algunas dosis de humor y un ritmo de thriller que mantiene el interés. El creador y director de la serie es el actor Evgeniy Sangadzhiev, que ha protagonizado películas como White yagel (Vladimir Tumaev, 2014) y que afronta su primer proyecto personal tras haber dirigido algunos cortometrajes. 

La producción brasileña Os últimos dias de Gilda es una miniserie creada y dirigida por Gustavo Pizzi, que también fue seleccionada en Berlinale Series y que adapta un monólogo escrito por Rodrigo de Roure que la actriz Karine Teles ha interpretado durante 18 años en el teatro. La protagonista es Gilda, una mujer que vive en una zona de favelas de Rio de Janeiro, que es un verso suelto en un barrio que se ha ido desviando hacia el conservadurismo y la religión, y que condena su vida liberal escribiendo insultos en los muros de su casa. Gilda representa la resistencia de la libertad frente a las supercherías y las actitudes tradicionales, en una historia que tiene plena vigencia en el Brasil que preside Jair Bolsonaro. Formada por cuatro episodios de 25 minutos cada uno, la adaptación de Os últimos dias de Gilda es muy inteligente, convirtiendo un monólogo en una narración con diferentes personajes e introduciendo algunos elementos de puesta en escena que mantienen cierta conexión con la obra teatral. Karina Teles tiene tan asumido el personaje que lo interpreta sin esfuerzo, haciendo más contundente un arco dramático que la transforma desde la mujer alegre y vitalista del comienzo hasta el pundonor de los últimos episodios, la dignidad con la que se enfrenta a los hechos dramáticos que van oscureciendo de alguna manera su vida. Es una serie extraordinaria en su capacidad para resumir una narrativa compleja que representa esa resiliencia de la sociedad brasileña frente al intento de amansamiento.  

A la producción serbia Besa (PRVA, 2018-) se la ha comparado con Gomorrah (HBO Max, 2014-2021) en su tratamiento de los entresijos familiares de la mafia. El título hace referencia a una palabra que significa "juramento de honor" y es el tema principal de una producción que se ha convertido en la serie más popular de Serbia de todos los tiempos. Escrita por el guionista británico Tony Jordan, creador de conocidas series como Life on Mars (BBC, 2006-2007) y Dickensian (BBC, 2015-2016), está basada en hechos reales y se centra en la venganza de un jefe de la mafia albano-kosovar contra el hombre al que considera responsable de la muerte de su hija. Después de la gran acogida de audiencia y de crítica en su país, se esperaba con interés esta segunda temporada, que se ha presentado a nivel mundial en el Tallinn Black Nights Film Festival, pocos días antes de su estreno en la televisión pública serbia. Después de dejar la primera temporada en un cliffhanger dramático, la segunda temporada está más enfocada en la brecha generacional dentro de una familia que controla el tráfico de drogas en los países del Báltico. La producción ha sido de nuevo creada por Igor Stoimenov y Tony Jordan, aunque se abre a un nuevo equipo de guionistas, y se rodó antes del verano de 2021 en varios países de Europa, especialmente en Estonia y Montenegro.  

Junto al thriller Furia (Viaplay, 2021-), una de las producciones más ambiciosas de la plataforma Viaplay, que opera principalmente en los países escandinavos, es Max Anger. With one eye open (Viaplay, 2021-), basada en la primera de las tres novelas escritas por Martin Österdahl, No pidas clemencia (2016, Plaza & Janés), que se ha comparado con las novelas de John le Carré. Protagonizada por la joven estrella del cine sueco Adam Lundgren, que se dio a conocer con la exitosa serie The restaurant (SVT, 2017-2020), se trata de una cuidada producción que se desarrolla en 1996, y que saca partido del rodaje en Ucrania para reflejar la Rusia pre-electoral en la que Boris Yeltsin accedió al poder. Más confusa en la primera parte de estos ocho episodios en los que el experto analista sueco Max Anger busca a su novia desaparecida misteriosamente, la serie mejora en una segunda parte más intensa y centrada en la confrontación entre el protagonista y los servicios secretos rusos, y en general se trata de un thriller político solvente que podría haber mejorado en el retrato de Max Anger, demasiado uniforme en su desarrollo. La serie ha sido creada por Mikael Newihl, responsable de varios éxitos recientes de la televisión sueca como Advokaten (Viaplay, 2018-). Aunque no se ha confirmado oficialmente una segunda temporada parece que la idea es adaptar las otras dos novelas protagonizadas por este analista. 

Estos días también se han anunciado las cinco series finalistas de los Nordisk Film and TV Fond Prize, un premio que se concede anualmente a la mejor serie escandinava del año, y que se entregará el 2 de febrero durante la celebración del Festival de Gotemburgo, cuya próxima edición tendrá lugar entre el 28 de enero y el 6 de febrero de 2022. Estas son las cinco series finalistas:

Noruega, 2021
Escrita por Izer Aliu, Anne Bjørnstad 
Estrenada en octubre 2021

Transport
Finlandia, 2022
Escrita por Auli Mantila
Estreno en marzo 2022

The shift
Dinamarca, 2022
Escrita por Lone Scherfig
Estreno en mayo 2022

Vi i villa
Suecia, 2022
Escrita por Tove Eriksen Hillblom
Estreno en la primavera de 2022

Blackport
Islandia, 2021
Escrita por Gísli Örn Gardarsson, Björn Hlynur Haraldsson, Mikael Torfason
Estrenada en diciembre 2021


Todos mienten se estrena en Movistar+ el 28 de enero. 

Sanditon y The restaurant se pueden ver en Filmin.



18 diciembre, 2021

Russian Film Festival 2021 - Parte 2: Escribir la historia

Nuestra segunda y última crónica del Russian Film Festival que organiza Roskino completa el panorama de títulos cinematográficos recientes producidos en el país, con propuestas que van desde lo excéntrico y visualmente destacable hasta el acercamiento más tradicional. Hemos querido incluir también dos películas que no están en la programación del festival en España, pero sí forman parte de la selección que se ha presentado en otros países, y que ayudan a completar nuestra mirada hacia el cine ruso contemporáneo. 

Ganadora del premio al Mejor Director en el Festival de Moscú 2021, Last "Dear Bulgaria" (Aleksey Fedorchenko, 2020) consolida a su autor como uno de los nombres más reconocidos en el actual panorama cinematográfico ruso. En su anterior película de ficción, Anna's war (Aleksey Fedorchenko, 2018) realizaba una propuesta de cine sin diálogos, y en cierta manera se coloca ahora en el otro extremo, con el despliegue de un grand guignol que se mueve entre dos narrativas diferentes. La película está basada en la novela "Antes de que salga el sol" (1943), del escritor Mijaíl Zóschenko, que comenzó a publicarse poco antes de que cayera en desgracia y fuera expulsado de la Unión de Escritores Soviéticos. La novela permaneció en el olvido hasta que se recuperó en 1968 en Estados Unidos, mientras que en Rusia no se descubriría hasta 1987. "Antes de que salga el sol" (2017, Ed. Universidad de Granada) se desarrolla en los años en los que Zóschenko vivió en la ciudad Almá-Atá, ahora conocida como Almatý en Kazajistán, y se plantea como una obra autobiográfica y reflexiva en torno a la melancolía y la vida turbulenta escrita en forma de diario. Para abordar esta incursión en la obra del escritor, Aleksey Fedorchenko y la co-guionista Lidia Kanashova crean una historia paralela sobre Leonid (Ilya Belov), el hijo de un horticultor cuyo padre creó una variedad de manzana a la que llamó "Dear Bulgaria", resistente a las bajas temperaturas, pero de la que solo queda una, después de que la plantación fuera arrasada por el fuego. Leonid pretende recobrar esta variedad en Almá-Atá, cuyo nombre precisamente proviene del kazajo алма ата (padre de las manzanas), ya que esta fruta es uno de sus principales productos. 


Mientras intenta devolver el esplendor a la variedad de manzana que creó su padre, Leonid trabaja tejiendo esteras de juncos para una gran producción cinematográfica que se rueda en un estudio de cine cercano y que, aunque no se nombra, es claramente Iván el terrible (Sergei M. Eisenstein, 1944), que es representado como el Director (Aleksandr Blinov), un tipo excéntrico amante del kabuki y del arte mexicano, que es posiblemente uno de los homenajes cinematográficos más absurdos que se han visto recientemente. Leonid encuentra el diario de un famoso escritor que ha desaparecido, Semyon Kurochkin (Konstantin Itunin), que fue un seudónimo real utilizado por Mijaíl Zóschenko, y la lectura de esta serie de relatos inconexos, aporta un nuevo estilo narrativo a la película. De una forma parecida a la división de pantalla que proponía Peter Greenaway en Los libros de Próspero (1991), y no parece casualidad que el director galés hiciera su propio homenaje a Sergei M. Eisenstein en Eisenstein en Guanajuato (2015), las experiencias de Kurochkin se muestran a través de un formato visual que tiene una cierta teatralidad en su representación de las escenas, pero que se dividen en diferentes puntos de vista dentro de la pantalla fraccionada. Es una solución inventiva a la representación de una vida que está contada también de forma fragmentada, sin una estructura definida, pero consigue más un cierto impacto visual que una verdadera profundidad en sus enunciados. 

La película se desarrolla de forma dispersa, mezclando la historia de Leonid, la representación de la locura algo apayasada de Eisenstein y el relato de la vida del escritor Zóschenko, que adapta fragmentos de su libro. Pero realmente no encuentra una coherencia en estas tres diferentes historias, que al final no acaban de desarrollarse completamente, que parecen independientes, cada una en un plano narrativo y formal que necesita un nexo mucho más fuerte que el que encontramos aquí. Last "Dear Bulgaria" es una propuesta excéntrica de planteamiento visual interesante pero que, más allá de su multifuncionalidad, parece estar a una distancia notable del espectador. 

Los guionistas Aleksey Kazakov y Zora Kryzhovnikov consiguieron un notable éxito en Rusia con la comedia Gorko! (Zora Kryzhovnikov, 2013) y su secuela Gorko! 2 (Zora Kryzhovnikov, 2014), que tuvo un remake mexicano con el título Hasta que la boda nos separe (Santiago Limón, 2018), aunque no hay que confundirla con la película española Hasta que la boda nos separe (Dani de la Orden, 2020). Gorko! se convirtió en un gran éxito de taquilla en Rusia, y algunos analistas la consideran como el comienzo de una nueva etapa en el cine ruso, abriéndose a un tipo de humor extravagante que al mismo tiempo tiene connotaciones de crítica social. Ahora regresan a terreno conocido en Rodnye (Parientes) (Ilya Aksyonov, 2020), y de hecho muchos de los comentarios que ha tenido en su país abundan en el parecido retrato de personajes que esta película hace respecto a sus anteriores éxitos, como si se tratara de una secuela no reconocida. La familia protagonista está encabezada por Pavel (Sergey Burunov), al que han diagnosticado un cáncer, y que quiere cumplir el sueño de su vida antes de morir: participar en el Festival de Música de Grushinsky interpretando una canción que compuso hace años. De forma que la familia al completo inicia un viaje en el que se reordenarán también las relaciones entre sus miembros.  


Uno de sus hijos, Sanya (Semyon Treskunov) ha pospuesto su viaje hasta Canadá, donde tiene previsto vivir con su esposa, Sonya (Katerina Bekker), planteando uno de los temas adyacentes de la película. Mientras la generación de Pavel sigue teniendo un profundo sentimiento patriótico, defendiendo una Rusia que mantiene su independencia frente a la amenaza de las influencias internacionales, las nuevas generaciones a las que representa Sanya tienen una visión más global, consideran a Rusia como parte de un mundo cohesionado y, sobre todo, aspiran a desarrollar su vida más allá de las fronteras de su país. Este enfrentamiento ideológico abre también una brecha emocional, y establece algunos de los momentos más interesantes de la película. Porque si bien el humor de Rodnye a veces queda algo distante de los espectadores internacionales, la reflexión sobre qué es Rusia y cómo asumen el país dos generaciones completamente distintas, la del padre patriota y la de su hijo emigrante, alimenta una trama que por otro lado funciona con el piloto automático de los éxitos anteriores de los guionistas. Sobre todo porque el tema latente, que es universalmente conocido, está en la incomunicación entre padres e hijos. Cuando Pavel descubre que Sanya conoce la letra de la canción patriótica que escribió hace años, también supone el reconocimiento de que no es menos ruso quien sueña con vivir en el extranjero, que la emigración no es una ruptura con el propio país, sino una forma de crecimiento más allá de las simples ideas nacionalistas. Y ahí es donde la película consigue algunos de sus mayores aciertos. 

Konstantín Stanislavski (1863-1938) está considerado como uno de los pioneros en el desarrollo del teatro moderno, desde su trabajo como director del famoso Teatro de las Artes de Moscú, introduciendo cambios que influyeron notablemente en el trabajo de los actores, especialmente con el desarrollo del que se denominaría "método de las acciones físicas", que ideó cuando sintió que su forma de interpretar se volvía mecánica debido a las repeticiones en cada función. De forma que creó un manual en el que se trataba de incluir emociones reales del actor parecidas a los sentimientos que en la escena experimentaba su personaje. Tras una gira por Estados Unidos en los años veinte se hizo muy popular, especialmente a partir de los años cuarenta cuando el Actors Studio dirigido por Lee Strasberg basó su formación en esta introducción de las emociones, dando lugar durante varias generaciones al denominado "Método Stanislavski", que siguieron grandes intérpretes como Marlon Brando, Paul Newman, Marilyn Monroe, Jane Fonda, James Dean, Dustin Hoffman, Robert DeNiro o Al Pacino. Pero el documental Stanislavski. Lust for life (Julia Bobkova, 2020) pone de manifiesto, por un lado, que esta forma de actuar se considera algo anticuada en la actualidad, y por otro, que de alguna manera el trabajo del actor y director ruso se ha distorsionado a lo largo de los años. 


Precisamente hace unos días, el diario El País (15/12/21) publicaba un artículo titulado "El final del actor intenso", en el que se hacía eco de la controversia suscitada por un perfil en la revista The New Yorker (05/12/21) titulado "On "Succession", Jeremy Strong doesn't get the joke" en el que el autor Michael Schulman mostraba como extravagantes algunas anécdotas sobre la forma en que el actor de la serie se introducía en sus personajes, aunque Jeremy Strong no sigue realmente el llamado "Método". Este cambio en la percepción del trabajo emocional de un actor es el que pone de manifiesto este documental, pero desde el punto de vista de quienes tienen el método de Stanislavski como base, con entrevistas a directores y, sobre todo, actores/directores como Nikita Mikhalkov o Renata Litvinova, de la que se programa en el Russian Film Festival su película The North Wind (Renata Litvinova, 2021). El propio Stanislavski decía "cread vuestro propio método, no tenéis por qué esclavizarse y depender del mío", pero en cierta manera la traducción literal de sus palabras ha llevado a traicionar su propio espíritu. 

El documental de Julia Bobkova prácticamente no sale del teatro, muestra ensayos y representaciones de algunas de las obras más conocidas de la escena rusa, y se sostiene en composiciones bien planificadas de las entrevistas con nombres destacados de los escenarios, no solo rusos sino también ingleses, a pesar de que la forma de actuación en Inglaterra es radicalmente diferente. Uno de los problemas de la película, sin embargo, es que asume un grado de conocimiento por parte de los espectadores que juega en su contra, enfocándose principalmente en el análisis del trabajo de Stanislavski, pero con una escasa contextualización. Y así surgen nombres como los de Antón Chéjov o Vsévolod Meyerhold, que trabajó como actor en el Teatro del Arte de Moscú, cuya influencia posterior en el teatro no se explica. Esto provoca que el documental sea excesivamente rígido en sus planteamientos, demasiado teórico en su exposición, pero no sin proponer ideas interesantes. El autor y director teatral inglés Declan Donnellan afirma que "la idea de impartir a Stanislavski como un método académico es monstruosa. Porque hay que entender que él solo nos ayuda a encontrar el camino para llegar a algo, él no constituye el objetivo". Y esta quizás es una de las frases que mejor definen esta reivindicación del trabajo de Konstantín Stanislavski desde un punto de vista de la comprensión, no de la devoción. 

RUSSIAN FILM FESTIVAL EN EL MUNDO

El Russian Film Festival se programa con diferentes títulos en los países en los que se celebra, y por ejemplo en España no se han incluido que sí forman parte de otras versiones del festival, como las que comentamos a continuación. 

La activista Elizaveta Glinka abrió el primer hospicio público en Ucrania, pero se hizo especialmente conocida cuando creó la Fundación de la Caridad en Moscú, un centro en el que ofrecía asistencia médica a personas sin recursos, y en cierta manera ponía de manifiesto las deficiencias del sistema sanitario estatal, pero aunque no confirmaba sus convicciones políticas, algunos la acusaron de apoyar a Vladimir Putin, después de aceptar el Premio Nacional que le entregó el presidente ruso en 2016, pero especialmente tras sus intervenciones en las guerras de Ucrania y Siria. Cuando inició una campaña para evacuar a niños heridos del Donbass y llevarlos a Moscú para que fueran atendidos en hospitales, los separatistas ucranianos la acusaron de secuestrar a los niños. El 25 de diciembre de 2016, el mismo mes que había recibido el más alto honor de manos de Putin, el avión que la llevaba a Siria sufrió un accidente en el que murieron todos sus ocupantes. Doktor Liza (Oksana Karas, 2020) es la película que parecía necesaria para mostrar a esta cooperante humanitaria, a pesar de que ya había sido protagonista varios documentales. La propuesta es interesante porque no se construye en base a un típico biopic del personaje, sino que solo se centra en un día de su vida profesional, pero a través del cual se refleja su controvertida personalidad y su pasión por el trabajo que realizaba. 


Cuando el agente de policía Kolesov (Andrey Burkovskiy) le pregunta si todos los días son iguales para ella, después de una jornada complicada en la que él mismo ha tomado conciencia de la labor que realiza la doctora, ella le responde: "¿Se refiere a si todos los días ayudo a las personas?". Esta es una de las premisas de la película, hasta qué punto para Glinka tender una mano al prójimo era algo normal, mientras que la sociedad se plantea numerosas preguntas antes de mostrar su apoyo, consideraciones que tienen que ver con la moral, la ética, la política o la economía. La trama principal se desarrolla en torno a la sustracción de unas dosis de morfina que lleva a cabo la doctora en un hospital para poder ayudar a una niña que está en fase terminal del cáncer y experimenta continuos dolores. Aunque su padre tiene una receta, la farmacia que debe dispensar la morfina se ha quedado sin suministro, y la burocracia administrativa impide que otra farmacia u hospital pueda entregar el necesario analgésico. Las autoridades policiales, que parecen tener en el punto de mira las poco ortodoxas maneras de la doctora Liza, tratan de aprovechar la ocasión para darle un escarmiento. 

Se trata de una historia ficticia que trata de reflejar a través de un día rutinario la forma de trabajar de la activista humanitaria, muchas veces en confrontación con unos y otros, pero siempre con el objetivo de ofrecer un servicio social. Desde el punto de vista formal, sin embargo, la directora Oksana Karas se decanta por una narración tradicional, casi de producto televisivo que no apuesta por ningún tipo de riesgo, sino que se centra en crear un personaje central que tiene una indudable fuerza, pero que está rodeado de otros personajes sin apenas entidad. Elizaveta Glinka está interpretada con humanidad y personalidad por la actriz Chulpan Khamatova, mientras que a su marido Gleb Glinka (que ha colaborado con la película) lo interpreta el actor polaco Andrzej Chyra, dos actores que tienen en común con la protagonista su compromiso con las labores humanitarias. Doktor Liza, aunque insuficiente en su retrato de un personaje complejo, es una película que consigue ser expresiva a través de cierta ironía que se refleja en el personaje, pero también en la importancia de su compromiso con los seres humanos.  

En este repaso por el reciente cine ruso no puede faltar el género bélico, habitualmente presente en grandes producciones que abordan su participación en la II Guerra Mundial. En algunos casos con un acercamiento más artístico como en la ya comentada A siege diary (Andrey Zaytsev, 2020) y en otros con un planteamiento más de artificio como AK-47 (Konstantin Buslov, 2020) o La batalla de Leningrado (Aleksey Kozlov, 2019). Incluida en la selección del Russian Film Festival en otros países, The last frontier (Vadim Shmeliov, 2020) pertenece a la segunda categoría, y su título original, Podolskiye kursanty (Los cadetes de Podolsk) hace referencia  a la batalla real en la que está basada, cuando las tropas nazis se acercaban a Moscú en octubre de 1941 y fueron enviados los cadetes de la Academia de Artillería de Podolsk, la mayoría con menos de veinte años, para tratar de frenar el avance alemán hasta la llegada de refuerzos. De los 3.500 jóvenes que participaron en este enfrentamiento murieron 2.500, y se considera una batalla que cambió el curso de la guerra. The last frontier tiene claros sus objetivos desde el principio y utiliza un presupuesto holgado para recrear escenarios de guerra que no pretenden ser tan realistas como espectaculares.


Quizás el mayor problema de la película es que, a pesar de sus bien filmadas escenas de guerra, no aporta nada especialmente novedoso, se recrea en su propio sentido bélico dibujando personajes unidimensionales (tenemos la típica subtrama romántica entre el soldado y la enfermera), y construye una de esas superproducciones que ponen tanto énfasis en la celebración del heroísmo que se olvidan de crear una historia que resulte eficiente, más allá de su puesta al servicio del objetivo final. Para los amantes del cine bélico, tiene todos sus elementos característicos, con algunas secuencias que ciertamente ofrecen un gran espectáculo de explosiones y acción, subrayadas de forma obsesiva por la música grandilocuente de Yuriy Poteenko, pero el trabajo del director Vadim Shmeliov, que proviene del mundo de la televisión, es simplemente eficiente. No hay que buscar aquí una mirada antibelicista, aunque hay un leve comentario sobre lo cruel de enviar a miles de jóvenes, prácticamente niños, a una muerte segura. Pero esta crítica la hace la doctora Rikitina (Yekaterina Rednikova), es decir, es el punto de vista femenino que parece no entender el sentido de sacrificio y honor masculino: "Mis órdenes son luchar hasta el final. ¿Qué más puedo decirte?", le contesta el Coronel Strelbitsky (Evgeniy Dyatlov). El cine ruso ha producido buenas películas bélicas, uno de los géneros más visitados, quizás por esa tendencia a la revisión del pasado como reflejo del sentimiento patriótico, y películas como The last frontier, o The final stand como se ha estrenado en algunos países, abundan en esa idea sin remordimientos. Son el reflejo de una cierta forma de hacer cine que no es exclusiva en el panorama de la producción cinematográfica en Rusia, como hemos podido ver en la variada propuesta de géneros que han formado parte del Russian Film Festival, pero sigue estando muy presente.


El Festival de Cine Ruso se puede ver en Filmin hasta el 19 de diciembre. 


Iván el terrible y Eisenstein en Guanajuato se pueden ver en Filmin. 


15 diciembre, 2021

Russian Film Festival 2021 - Parte 1: La vida en blanco y negro

El Festival de Cine Ruso es una muestra cinematográfica que promociona Roskino, un organismo estatal que tiene como objetivo representar a la industria audiovisual del país a nivel internacional. Su presencia se expande principalmente a través de los Mercados cinematográficos de los festivales de cine más importantes, como el TIFF Industry en Toronto, el European Film Market en Berlín, el Marché du Films en Cannes o el American Film Market en Los Ángeles, la ciudad en la que establecieron una oficina de promoción por primera vez en 2012. El año pasado el Russian Film Festival se celebró en una edición online a través de plataformas digitales locales en cuatro países: Australia, México, España y Brasil, consiguiendo más de 120.000 espectadores. El éxito de la propuesta ha hecho que Roskino haya establecido acuerdos con otras plataformas como Qubit, que da servicio a Argentina, Chile y Uruguay, Homechoice, la más grande de Corea del Sur o, recientemente, el BFI Player, la plataforma on-demand del British Film Institute. 

Filmin ha sido el colaborador de Roskino en España para ofrecer la selección de películas que forman parte del Russian Film Festival, formada este año por seis largometrajes de ficción, un documental y una serie de televisión, todas ellas inéditas en nuestro país. Aprovechando la celebración de esta nueva edición del festival, esta semana dedicamos nuestro blog al cine ruso contemporáneo a través de películas que forman parte tanto de la selección que se presenta en España como de la que se ha presentado en el British Film Institute.

En The conscience (Aleksey Kozlov, 2021), que se presentó en la sección Current Waves del Tallinn Black Nights Film Festival y en el Russian Film Festival que ha programado el British Film Institute a través de su plataforma digital a principios de diciembre, el director de La batalla de Leningrado (Aleksey Kozlov, 2019) se refleja en el cine negro clásico para construir un excelente policíaco que cuida al mínimo detalle la puesta en escena y una profunda fotografía en blanco y negro. La historia, que se inspira en una huida de la cárcel que tuvo lugar en la realidad, se desarrolla en la etapa soviética de los años veinte, cuando el profesor Boris Letush (Vladislav Komarov) que colabora con la policía, debe investigar el asesinato de su propio hermano, un conocido abogado que trabajaba de incógnito para el servicio secreto. El jefe de policía Matveer (Vasily Shcipitsyn) quiere acabar pronto con la investigación porque teme que las actividades secretas del abogado salgan a la luz en un juicio, y detiene a Lyonka Panteleev (Alexandre Komonets), un ladrón de poca monta al que pretenden silenciar provocando una fuga de la prisión que está preparada para que acabe siendo ejecutado por los guardias. Pero cuando la fuga tiene éxito, parece claro que alguien les ha traicionado. La conciencia del título se refiere a la moralidad del protagonista, que no cree en la culpabilidad del acusado hasta que no tenga pruebas concluyentes de su participación en el asesinato. Es la máxima que enseña a sus alumnos en la Universidad: "La vida humana es la base de todo sistema judicial, su valor principal. La ley debe proteger el derecho a la vida, no arrebatarlo." Pero este sentido del deber moral choca frontalmente con las oscuras maquinaciones de la era soviética, el espionaje a los ciudadanos, la opresión de las fuerzas del orden. Como le recuerda un agente del servicio secreto: "Usted forma parte del sistema".   

Más que la propia mirada crítica a una sociedad que surgió de la Revolución de 1917 solo para encontrarse con una hambruna generalizada, la película funciona bien como reflexión sobre el sentido de justicia, mientras esa moralidad del profesor Boris Letush va resquebrajándose lentamente enfrentada a las traiciones en el seno de la propia policía. Por tanto, la investigación sobre la muerte de su hermano es en realidad una excusa para construir una película principalmente psicológica, a la que contribuye en buena manera una fotografía excelente de Viacheslav Tyurin, que se acerca al cine negro norteamericano, con una composición espléndida, sobre todo en los numerosos primeros planos del actor Vladislav Komarov, que abundan precisamente en este tratamiento psicológico del personaje. El director utiliza planos secuencia de movimientos lentos que tienen gran profundidad expresiva, como en una escena de interrogatorio entre Matveer y Boris que tiene siempre el rostro de éste en primer plano o plano medio, mostrando en su rostro las consecuencias de lo que está ocurriendo a su alrededor. The conscience es una película elegante, inteligente y espléndidamente filmada e interpretada, un policíaco contundente que ofrece una reflexión muy actual sobre cuál es el verdadero objetivo de la administración de justicia. 

Si en The conscience se retrata la Rusia de la post-revolución, Masha (Anastasiya Palchikova, 2020) muestra la sociedad rusa en el post-estalinismo, a través de una protagonista adolescente que vive rodeada de violencia sin que sea demasiado consciente de ello, o más bien tan acostumbrada a los registros de la policía y los disparos que forman parte de su monotonía diaria. Masha (Polina Gukhman) quiere ser cantante de jazz, fascinada por canciones como "At last" (1960) de Etta James o "Cheek to cheek" (1935) de Irving Berlin para la película Sombrero de copa (Mark Sandrich, 1935). Su tío es el líder de una banda de mafiosos de poca monta que tiene controlado el barrio y que maneja un gimnasio en el que no solo se aprende boxeo. Cuando sus primos la ven llorar en la calle y ella acusa de su tristeza a un joven, la reacción inmediata es la de pegarle una paliza. Masha es una especie de ángel en medio del infierno, una niña intocable a la que sus familiares protegen de una violencia que ellos mismos practican. 

En realidad, en su retrato de los bajos fondos de la Rusia de los noventa, la debutante guionista y directora Anastasiya Palchikova no aporta nada especialmente novedoso que no siga los cánones marcados por directores como Aleksey Balabanov en sus contundentes reflejos de la violencia en su corta pero muy influyente filmografía en la que destacan títulos como Brother (1997), que en cierta manera ha marcado la estética en los realizadores rusos de las últimas generaciones. De hecho, los personajes masculinos son algo planos, pero introduce la mirada femenina, mostrando que los entornos violentos también son traumáticos para la protagonista, aunque su adolescencia la haya vivido en una burbuja en la que la muerte solo aparece en segundo plano. De hecho, cuando Masha es adulta (Anna Chipovskaya) parece haber cumplido su sueño, pero sigue de alguna forma ligada a ese mundo mafioso que es el único que le da la oportunidad de salir al escenario. Y la única forma de resolver su trauma es, precisamente, a través de la violencia, lo que construye una personalidad casi desquiciada. La película consiguió el premio a la Mejor Ópera Prima en el Sochi Open Russian Film Festival.

Actriz reconocida en su país, Renata Litvinova ha desarrollado también una carrera como directora, debutando con la película The Godddess (2004), que se presentó en la sección Tiger Competition del Festival de Rotterdam. Su tercer largometraje, The North wind (Renata Litvinova, 2021), que ha formado parte de la programación de la pasada edición del Rotterdam Film Festival,  es el más ambicioso hasta la fecha, y presenta una especie de fantasía barroca que se desarrolla durante varias celebraciones de Año Nuevo en un cuento de hadas en el que existe el matriarcado, que está a medio camino entre el universo de su mentora, la directora rusa Kira Murátova, y las creaciones mágicas de su muy admirada J.K. Rowlings. Lo que destaca en esta historia de escenarios nevados y castillos llenos de objetos que parecen animados y de animales que pueblan los pasillos, es la creación de esta puesta en escena excesiva y gótica. 

A veces, la directora y también protagonista, parece moverse con soltura en el caos que provocan estas reuniones familiares en las que también hay componendas y conspiraciones, en una especie de frenesí verborreico, de ritmo constante, que sin embargo nos hace añorar esa capacidad de Luis García Berlanga para manejar secuencias de un movimiento interno y externo frenético. La historia se desarrolla en un momento en el que el poder de la matriarca se tambalea cuando su hijo pierde a su prometida, y reflexiona sobre esta construcción de un matriarcado que se enfrenta constantemente a desafíos casi insalvables. The North wind, que se presentó anteriormente en el Festival de Toronto, es una propuesta que parece querer liberarse de todos los límites, y en esta liberación sin embargo no encuentra el equilibrio adecuado. 

En enero de 1941, Alemania invadió Rusia y en tan solo tres meses consiguió sitiar la ciudad de Leningrado. Los oficiales alemanes decidieron no invadir la ciudad para evitar bajas de sus soldados, sino que sometieron a sus 2,3 millones de habitantes a un bloqueo en el que se lanzaron ataques continuos y se pretendía que la población estuviera tan diezmada debido a las muertes por hambre que no habría apenas resistencia cuando decidieran entrar en la ciudad. Los alemanes pensaban que en solo tres meses podrían ocupar Leningrado, pero el bloqueo duró más de dos años, desde septiembre de 1941 hasta enero de 1944. Se calcula que murió más de un millón de personas a causa del frío y el hambre. La película A siege diary (Andrey Zaytsev, 2020) se basa en los textos escritos por la poetisa rusa Olga Bergholz durante el asedio, que se publicaron tras su muerte en el libro Estrellas del día (1955), llevado a la pantalla en la película The stars of the day (Igor Talankin, 1966), y también en otros textos del escritor Daniil Granin, que relató su experiencia en el libro A book of the blockade (1979). 

Entre otros reconocimientos, A siege diary ha ganado el premio al Mejor Director en el Festival de Cine de Pekín 2021 y tiene una propuesta visual impactante, con una destacada fotografía en blanco y negro de Irina Uralskaya y el uso del formato 4:3 que aporta una cierta mirada casi documental a las imágenes. Situada en febrero de 1942, cuando ya el asedio llevaba varios meses, ofrece una visión fantasmagórica de un Leningrado invernal, en el que los edificios están cubiertos de hielo y los pocos habitantes que se encuentran en las calles se mueven lentamente, como si fueran seres espectrales. La ropa de abrigo y las caras cubiertas del hollín que provocan las hogueras en las que se quema cualquier cosa, hace que los rostros sean irreconocibles y que las figuras ennegrecidas contrasten con la nieve que cubre los caminos. Olga (Olga Ozollapinya) atraviesa estas calles tratando de llevar a su marido muerto a la morgue, mientras a su alrededor hay filas de personas que tratan de conseguir un mendrugo de pan. Pensando que le queda poco tiempo de supervivencia, decide ir a buscar a su padre para pedirle perdón antes de morir. 

El director utiliza esta visión casi irreal para mostrar, por otro lado, una realidad sobrecogedora que los habitantes de Leningrado sufrieron durante años. Hay algunas escenas en color que corresponden a recuerdos idealizados de la infancia de Olga, que contrastan con la dureza del presente, y que en cierta manera funcionan como refugios de su memoria. Esta sensación de alucinación sobrevuela buena parte de la película, no solo en esos flashbacks sino también en el reencuentro con su familia, y especialmente en la conmovedora conversación con su padre (Sergey Dreyden). A siege diary tiene un claro gesto patriótico que se evidencia en los títulos de crédito finales en los que se recita un poema titulado "A la patria" y se describe ese sentimiento de lealtad ("Aquí está mi sangre, mi respiración. Patria, te las entrego"), aunque consigue evitar el carácter puramente propagandístico enfocándose en la experiencia personal de los habitantes de Leningrado. Entre los agradecimientos se menciona al director Nikita Mikhalkov, para el que Andrey Zaytsev trabajó como montador de su reconocida película 12 (Nikita Mikhalkov, 2007). 


El Festival de Cine Ruso se puede ver en Filmin hasta el 19 de diciembre. 

Sombrero de copa se puede ver en FlixOlé. 
Brother se puede ver en Filmin y Mubi.