30 diciembre, 2010

La artesanía convertida en perfección

Una de las películas que están consiguiendo animar la cartelera navideña, como de costumbre repleta de saldos y productos comerciales poco atractivos, es El discurso del rey, una producción inglesa que amenaza con arrebatar a La red social, de David Fincher, su condición de película favorita para los Oscar.

Principio y fin para dos discursos cuya puesta en escena refleja por sí misma la evolución de esta historia (la personal y la general) sobre un rey que acabó siéndolo de rebote y tuvo que enfrentarse a su tartamudez en el inicio de la 2ª Guerra Mundial. Al margen de la precisión de un guion que acomete con inteligencia y solidez un argumento que podría parecer increíble si no estuviera basado en la realidad, lo que resulta sorprendente en El discurso del rey es su capacidad para revelar, con los elementos que rodean a los personajes, la evolución de sus  personalidades. Desde ese primer discurso en un amenazante escenario abierto hasta el íntimo pero trascendental discurso final en el que el rey es arropado, mimado, protegido por su mentor.
 
Tom Hooper
Los hermanos Weinstein, acostumbrados a impulsar producciones inglesas de carácter histórico que acaban encontrando siempre un lugar preferente en la carrera de los Oscar, presentan ahora otra de esas películas que parecen trazadas por una mano maestra. Y en este caso lo es, porque en Tom Hooper intuimos a uno de esos artesanos de la escena inglesa, trasunto de cineastas de esencia pura como Michael Powell, y responsable de algunas de las producciones más solventes que se han hecho en la televisión y el cine ingleses en los últimos años. Su talento para trasladar con precisión las trayectorias de personajes reales a la pantalla es innegable, sobre todo a la hora de sacar partido a los espléndidos actores que les han dado vida: ahí está el personal retrato de la reina Isabel I (Helen Mirren) en la miniserie Elizabeth I, el apabullante reflejo de la vida del político Lord Longford (Jim Broadbent) en la tv-movie Longford, el consistente dibujo de la personalidad del presidente de los Estados Unidos John Adams (Paul Giamatti) en la miniserie del mismo título, o la reveladora descripción del entrenador Brian Clough (Michael Sheen) en la película The Damned United.

Volvamos a la puesta en escena de El discurso del rey. Lo que podrían calificarse como las escenas más “teatrales” de la película, aquéllas en las que los dos protagonistas se enfrentan a sus propias personalidades en los ejercicios de logopedia, transcurren en la habitación de una casa antigua, con una gran pared desconchada y un solitario sillón victoriano. No hay mejor forma de mostrar la devastación de un personaje que sufrió durante toda su vida la inseguridad que le provocaba su tartamudez, en una época en la que la radio se convirtió en el transmisor principal de las palabras de los políticos.

Mención aparte merece la relación entre el rey tartamudo y el logopeda de frustrada vocación teatral. Una relación que se sostiene en la demolición de la diferencia de clases. Y es precisamente cuando el australiano excéntrico consigue traspasar la cáscara real del protagonista, cuando éste también accede al otro lado de la habitación, un espacio hogareño que desvela también algunas claves sobre aquél. Destaca en este sentido el minucioso y conciso trabajo de Colin Firth y Geoffrey Rush, dos actores cuya composición resulta apabullante. El primero mostrando las inseguridades de su personaje con detalles sutiles, y el segundo armando una personalidad compleja de resortes inacabables. Y no desmerecen por supuesto las intervenciones de un plantel de actores envidiable: Helena Bonham-Carter, Derek Jacobi, Michael Gambon, Guy Pearce, Timothy Spall o Claire Bloom.

No puede quedarse en el tintero la partitura del francés Alexandre Desplat, un músico en estado de gracia que utilizó para la grabación de sus hermosas composiciones los micrófonos originales de la BBC a través de los que solía hablar el rey Jorge VI. El discurso del rey es una película brillante que demuestra su capacidad para despojarnos de nuestras emociones en algunos momentos sobresalientes, como esa escena final al ritmo de la 7ª Sinfonía de Beethoven (también afectado por una minusvalía), que el mismo autor estrenó en honor de los soldados heridos en las Guerras Napoleónicas. Otra elección inteligente para rematar una película modélica.
Revista El Giraldillo
Enero 2011

22 diciembre, 2010

España e Irán: Censurando que es gerundio

Dos acontecimientos nos han provocado sentimientos encontrados: por un lado, la satisfacción de comprobar que el colectivo de internautas ha logrado imponerse frente a la censura de la Ley Sinde. Por otro, la impotencia de  tener que asumir cómo regímenes totalitarios disfrazados de "democracia" son capaces de silenciar a cineastas por ejercer una libertad que en realidad no tienen.

Aunque muchos no quieran o no puedan reconocerlo, el KO técnico que sufrió ayer la Ley Sinde en el Congreso (primer round) supone una satisfacción para muchos creadores. Especialmente, claro, para aquellos que no nos sentimos ni queremos estar representados por empresas de gestión de autor cuyas cuentas no terminan de estar claras, y creemos firmemente que lo que se debe discutir son las alternativas a la administración de la propiedad intelectual, sin tener en medio a gestoras que utilizan prácticas monopolísticas para mantener un chiringuito que a quien no resulta precisamente beneficioso es a sus asociados, y que han sido puestas en tela de juicio en distintos ámbitos. ¿Cómo puede representar los derechos de autor una entidad que ha sido calificada por la Comisión Nacional de la Competencia como contraria a la libertad de mercado, según ha dicho su presidente?: "La SGAE opera como un monopolio y fija tarifas abusivas sin justificación".

Que a una Ministra de Cultura le echen para atrás una reforma que, como la mayor parte de los mensajes que provienen del gobierno respecto al intercambio de archivos, mete en el saco de la piratería a todo bicho viviente, resulta muy preocupante. Que sea la misma Ministra a la que la Unión Europea le declaró ilegal un canon digital impuesto a todo quisqui para lamerle el culo a la SGAE, es una muestra de incompetencia que debería tener consecuencias.

Algunas asociaciones de creadores han puesto el grito en el cielo y no han tenido el menor reparo en amenazar a los usuarios. Si una asociación que representara mis derechos como autor lanzara amenazas como la que ha vertido la Coalición de Creadores e Industrias de Contenidos esta semana ("si el texto es rechazado o sufre alguna modificación, la coalición cambiará de tercio y defenderá ante la UE la adopción de otras normativas más agresivas y que afectan a los usuarios"), pensaría seriamente en abandonarla. Criminalizar al receptor de las obras creativas es una política que no ha dado resultado en ninguna parte.

Por otro lado, menospreciar y tergiversar las declaraciones de asociaciones de internautas no parece de recibo. Nadie está a favor de las prácticas ilegales, pero cuando sean ilegales. Lo que no tiene sentido es acusar de ilegalidad a cosas que no lo son (por ejemplo, el intercambio de archivos). ¿Por qué el book-crossing está bien visto e incluso apoyado por las instituciones públicas? Imponer una espada de Damocles sobre webs que no realizan prácticas ilegales es una forma de censura que no puede ser aceptada en una sociedad democrática.

Otra censura, aunque no sorprendente, es la que practica el gobierno iraní contra sus artistas. El último damnificado por el fundamentalismo de su país es Jafar Panahi, condenado a seis años de prisión y 20 años sin poder ejercer sus derechos como ciudadano (rodar, escribir guiones, viajar al extranjero, conceder entrevistas...). Sería interesante que la industria cinematográfica y cultural fuera tan incisiva con su presión contra Irán como lo es con otras cosas (o que Alejandro Sanz coloque un post de protesta en su twitter como el que ha escrito en relación a la Ley Sinde).

A pesar de las dificultades, los cineastas iraníes consiguieron hace unos años colocar una producción cinematográfica tan raquítica como la suya en el panorama internacional. Abbas Kiarostami, la familia Makhmalbaf o Bahman Gobhadi han sabido trasladar aspectos diferentes de la realidad iraní, y muchas veces más positivos de lo que era habitual en las crónicas informativas. O lo que es lo mismo, han demostrado que parte de la sociedad iraní clama por una libertad usurpada por instituciones como el llamado Ministerio de Cultura y Orientación Islámica, que otorga licencias a las películas para que puedan proyectarse en festivales internacionales. Curiosa eficacia: la intención es evitar que se presenten películas que puedan "manchar la imagen de Irán", cuando lo que de verdad mancha la imagen de Irán son precisamente este tipo de restricciones propuestas por políticos descerebrados, inmerecidos representantes de unos "valores morales"  que ellos mismos se han inventado. Lo que es inmoral es ser como ellos. 

13 diciembre, 2010

Tan Dun: Los sonidos de las piedras

Este domingo el músico chino Tan Dun, ganador del Oscar por la banda sonora de Tigre y dragón, ofreció en el Auditorio Nacional de Madrid un concierto vibrante y sorprendente.

Los conciertos matinales que ofrece la Orquesta Nacional de España son un ejemplo de programación variada y asequible para todos los bolsillos. Su titular, Josep Pons, ha preparado además un ciclo especial que se dedica a la música clásica en el mundo del cine, con obras de Gustav Mahler, Mozart o György Ligeti que han aparecido en películas como Muerte en Venecia, Amadeus o 2001. Una odisea del espacio. Destaca en este ciclo el concierto que tendrá lugar los días 25, 26 y 27 de febrero bajo el título "Carta blanca a Osvaldo Golijov", que incluye la hermosa partitura que el compositor argentino creó para la película de Francis Coppola Youth without youth y sus obras autónomas Azul y Oceana, dos partituras llenas de la contundencia y creatividad que caracterizan al músico.

Pero la gran apuesta de este mes de diciembre ha sido la de programar un Concierto Extraordinario con el músico chino Tan Dun como invitado de excepción. Un concierto en el que la Orquesta Nacional de España ha tenido que sacar todo su potencial y su calidad para adaptarse a esta fusión de tradición y sonidos contemporáneos que forman parte de la habitual personalidad musical del autor. Tan Dun es un compositor que nos gusta por varias razones: 1. Derrocha simpatía, como lo demostró en las palabras que dedicó al público presente antes de cada una de las partes del concierto; 2. Tiene una especial capacidad creativa para unir la tradición más ancestral china con las pautas atonales de la composición contemporánea sin por ello dejar a un lado la espectacularidad de propuestas que parecen pensadas para las imágenes, aunque se trate de obras autónomas; 3. Sabe desentrañar sonidos y formas de tocar los instrumentos tradicionales diferentes. Y sabe sobre todo incorporar los sonidos de la naturaleza (de dos piedras que castañetean o se frotan, de una vasija de agua o de un trozo de papel) como un instrumento más. Ahí están sus espléndidas obras para concierto Water Concert y Paper Concert.

Tan Dun saluda al público
El concierto que ofreció este domingo Tan Dun en el Auditorio Nacional iba a tener como protagonista a la versión para concierto de su conocida y hermosa banda sonora para la película de Ang Lee Tigre y dragón, que le valió el Oscar. Pero finalmente Tan Dun decidió cambiar el programa y ofrecer en la primera parte la versión para concierto de la banda sonora de Hero, de Zhang Yimou, que estrenó como pieza concertística este año en el Festival de Música de Cine de Cracovia, y la obra The map, un encuentro entre sonidos espirituales y chamanísticos que, aunque de difícil asimilación, nos transportó a los antepasados de una China tradicional.

Las dos partes eran piezas para concierto y video, acompañadas de proyecciones de imágenes en telas colgantes que subrayaban a veces con su sonido la cadencia de la orquesta.

La versión concertística de Hero mantiene los temas principales de su banda sonora, pero con arreglos que la convierten en una pieza autónoma perfectamente asumible. Aunque menos melódica que Tigre y dragón, esta banda sonora mantiene una lógica transmutación de la épica arcaica y la espectacularidad moderna. Especial y hermosa interpretación de Jiaming Wang en el violín y de Xiaozi Lu en el guqin (uno de los instrumentos ancestrales de china), e intenso trabajo de la sección de percusión, que en Tan Dun tiene una importancia decisiva. La proyección de escenas de la película aportó una mirada diferente al concierto, perfectamente equilibrada con la música, y a veces usando los diálogos como un instrumento más.



En la segunda parte Tan Dun presentó una obra menos conocida para nosotros, The map, que estrenó en 2003 con el violonchelista Yo-yo Ma como solista. Nada que desmerecer el solista Miguel Jiménez que vimos en el concierto de este domingo, que supo sacar el máximo partido a las difíciles sonoridades exigidas por Tan Dun. The map es un recorrido audiovisual por nueve fragmentos del pasado recreados en cortometrajes rodados por el propio compositor, la mayor parte de danzas o canciones tribales de la antigua china, que funden con el sinfonismo de la orquesta. Especialmente hermoso el 5º Movimiento, "Feige", en el que una joven grabada en video establece un diálogo musical entre una mujer y un hombre, aquí representado por el violonchelo. Y fascinante el juego sonoro en el 7º Movimiento, "Stone drums", entre percusiones creadas a base de rozar y golpear piedras, en una especie de ritual chamanístico que fue de hecho el origen de esta obra.

Lamentablemente, o no, Tan Dun no colabora asiduamente con el mundo del cine debido a su apretada agenda de composiciones autónomas y conciertos. Esta semana hemos podido disfrutar de uno de estos magníficos encuentros musicales entre la mirada hacia la naturaleza y la tradición de un creador inclasificable que mostraba también ante el público su admiración e influencia de la obra de Béla Bartók, al que le unen sin duda elementos de conexión evidentes.

De camino, Tan Dun se permitió dar algunas clases de chino al público presente. Nosotros, que somos buenos alumnos, no podemos más que decir respecto a este concierto: "Xiè xiè" ("Gracias").

08 diciembre, 2010

La defensa hipócrita de los derechos de autor

La edición en DVD de la última película de Jaco van Dormael permite acercarnos a la obra tal como fue concebida por su autor, y demuestra que las distribuidoras defienden los derechos de autor "a su manera". 

Las vidas posibles de Mr. Nobody puede ser una película excesiva en sus planteamientos narrativos y visuales, pero desde luego no se le puede negar esa capacidad de su director, Jaco van Dormael, para crear visualizaciones deslumbrantes de un universo que parece inagotable. Esta historia de supervivencia de un ser humano mortal en un mundo inmortal, pero exento de emociones y sensaciones naturales, es posiblemente una de las propuestas de ciencia-ficción más interesantes de los últimos años. 

La edición en DVD presenta dos versiones de la película. La que se estrenó en cines y la que realmente planteó el propio director, que duraba dos horas y media. Las vicisitudes de Jaco van Dormael para mantener el control de su propia obra demuestran la hipócrita política de defensa de los derechos de autor que hacen las grandes distribuidoras cinematográficas. 

Todo comenzó cuando, en contra de lo que esperaban sus productores, la película no fue seleccionada para la Sección Oficial del Festival de Cannes. Las dos productoras francesas que apoyaron esta producción de altos vuelos, Wild Bunch y Pathé, se pusieron nerviosas frente a la posible rentabilidad de la película (ya lo hubieran podido pensar antes), y exigieron a Jaco van Dormael que recortara metraje. A lo que éste se negó en rotundo, recibiendo como respuesta la amenaza de que la película no llegaría a estrenarse jamás. Es decir, los chupatintas de la industria europea, esos que se pasean todos los años por el Sevilla Festival de Cine Europeo, preferían meterse su inversión en el culo antes que dar la razón al autor de la película. 

Jaco van Dormael buscó entonces apoyo en la Mostra de Venecia, enviando una copia de su película al director del festival, que decidió que merecía estar presente en su Sección Oficial. Pero Wild Bunch y Pathé rehusaron la posibilidad de enviar el film tal como estaba, pidiendo de nuevo al director que hiciera recortes. Finalmente, para poder al menos tener la posibilidad de que su película se viera en un festival de prestigio, Jaco van Dormael cedió a las presiones y recortó unos 20 minutos. 

Lo de Wild Bunch, una de las empresas cinematográficas más importantes de Europa, con sede en París, es la crónica de la pataleta y las malas artes. Hace unos años, cuando el Festival de Berlín no seleccionó a competición la película Molière, la productora decidió auto-excluirse del European Film Market y contratar un bungalow en un descampado fuera del mercado oficial del festival. Si no fuera tan ridículo sería hasta gracioso. 

El director belga se ha quejado del sistema de producción cinematográfico que, aunque reconoce de cara al exterior los derechos de los autores, en realidad se reserva la decisión final sobre si una película llega o no a las salas de cine. O lo que es lo mismo, sentencia al autor a someterse a los vaivenes de las distribuidoras. Lo que no tiene mucho sentido es que, mientras estas mismas distribuidoras pisotean los derechos de quienes han realizado una película, lancen mensajes de apoyo a los autores en contra de lo que ellos llaman "piratería". Es lo que tiene ser defendido por las alimañas de la industria del cine.

En España, la distribuidora Wanda Films decidió también estrenar la versión apócrifa, como otras distribuidoras hicieron en otros países, cuando pudo tener la posibilidad de elegir la versión del director, de la que existían copias, algunas de las cuales pudieron verse en algunas salas de cine de Francia. Independientemente de los resultados, más o menos confusos, más o menos fascinantes, Las vidas posibles de Mr. Nobody se convierte así en un ejemplo de la hipocresía de la defensa a favor de los autores por quienes realmente les humillan.

21 noviembre, 2010

Revolución: La mirada triste de México

El estreno simultáneo a través de las ventanas de proyección de internet de la película Revolución nos permite acercarnos a la mirada que jóvenes cineastas lanzan en torno a la situación actual de México y lo que ha quedado de aquel grito de libertad de principios del siglo XX. La respuesta es desalentadora.

Revolución es una propuesta en torno a la celebración del Centenario de la revolución mexicana que reúne a 10 jóvenes directores para elaborar un ramillete de historias en forma de cortometraje que reflexionan sobre la permanencia de esos ideales en el México actual. Es importante recalcar el hecho de que se trata de reflexiones que plantean cineastas de una generación que resulta lejana a aquella que protagonizó el levantamiento contra los abusos del gobierno de Porfirio Díaz. Y es relevante también que el estreno de esta película no se produzca en los circuitos tradicionales de exhibición (aunque previamente pasó por los festivales "tradicionales" de Berlín y Cannes) sino en las nuevas ventanas de distribución que, precisamente, están revolucionando la forma de acercarse al cine.

A través del canal Mubi en Youtube, Playstation 3 y la web oficial, la película se ha presentado en todo el mundo como un estreno inusual que al mismo tiempo la acerca, especialmente, a los miles de mexicanos que no tienen capacidad económica para acceder a las salas cinematográficas. Una interesante iniciativa que nos plantea, cada vez con más asiduidad, que es posible llegar a más espectadores marcando una forma diferente de ver el cine.

En todo caso, una vez vistos los cortometrajes, que como suele suceder tienen un interés dispar, lo que les une a todos es una especie de tristeza generalizada que nos plantea la realidad más dura: el México de la actualidad poco se diferencia de aquél contra el que lucharon los revolucionarios. O lo que es lo mismo: a la vuelta de cien años, México ha regresado al principio. Solo que ahora pocos piensan que los mexicanos sean capaces, o simplemente quieran, luchar contra el gobierno que les asfixia y la situación social que les amenaza. La realidad que plantea La tienda de raya de Mariana Chenillo (Cinco días sin Nora (2008)) es bastante significativa: mientras antes de la revolución a muchos campesinos se les pagaba con bonos que debían gastar en las tiendas de los propios terratenientes, en la actualidad algunas empresas pagan a sus empleados parte del sueldo en bonos para comprar en sus supermercados.

Tampoco resulta esperanzador el recurso visual que propone el español Amat Escalante (Los bastardos (2008)) en El cura Nicolás colgado, quizás una de las reflexiones más duras que se hacen en toda la película. Como si nada hubiera ocurrido, como si todo hubiera comenzado de nuevo. Carlos Reygadas (Luz silenciosa (2007)) plantea también, a su manera, una triste realidad: "La revolución es pura mitología e ideología". En Este es mi reino nos introduce en una fiesta de la anarquía en la que pudientes personalidades y campesinos pobres se comportan como salvajes. La revolución del infierno.

Ya sea en forma de reinvención berlanguiana (La bienvenida, de Fernando Eimbcke) o como comedia negra (Lindo y querido, de Patricia Riggen), los directores nos hacen una pregunta a lo largo de todo el metraje: ¿Hay algo que celebrar? Una pregunta que los mexicanos tendrán que responder pero, por las propuestas que nos hacen estos directores de una generación de cineastas "revolucionarios", parece que la respuesta está bastante clara. Rodrigo Plá (La zona (2007)) también lo presenta con especial clarividencia en su corto 30/30, en el que muestra la desesperante e hipócrita celebración de la Revolución en un gran festejo donde todos tienen la palabra, excepto el revolucionario. "La Revolución", dice Rodrigo Plá , "se ve bonita en fotos".

Gerardo Naranjo nos plantea el lado más violento de la revolución a través de una metáfora con algunas dosis de ironía sobre ese México que nos da la bienvenida a un infierno de sangre y cemento (R-100). Mientras, Gael García Bernal como director en Lucio, nos acerca a la sinrazón de unas tradiciones o creencias selladas en la educación con el clamor de la imposición, que acaba consiguiendo el efecto contrario, el de la rebeldía. Diego Luna presenta en Pacífico una reflexión sobre los hijos de esa revolución, o mejor dicho, sobre la imposibilidad de los padres por comunicarse con sus hijos. Y finalmente Rodrigo García (Nueve vidas (2005)) nos desvela en su poema visual rodado en cámara lenta, La 7th y Alvarado, la llegada de los fantasmas del pasado a una comunidad mexicana que no habita en México, sino en un barrio de Los Angeles. Los hijos de la revolución forman parte ahora del mestizaje con los Estados Unidos, pero ni siquiera son capaces de ver, de vislumbrar, las sombras de quienes les llevaron a su condición de personas.

14 noviembre, 2010

La muerte del cine europeo

2010 está siendo un año terrible para la memoria cinéfila. Algunos de los grandes creadores de un cine artesanal parecen haberse puesto de acuerdo para dejar huérfana nuestra obsesiva acumulación de recuerdos a 24fps.

En enero despertamos con el fallecimiento de Eric Rohmer (11 de enero), el cineasta de las palabras, de la literatura hecha cine. Con Rohmer se fue la memoria de Les Cahiers du Cinéma, la de verdad, la que nació como refugio del arte, no como cobijo de la pedantería que es ahora. Y se fue una mirada minimalista, casi teatral pero profundamente cinematográfica. Decía Rohmer que él no decía cosas en las películas, sino que solo mostraba personas que hablan, que se mueven como los paisajes, las caras, los gestos y sus comportamientos. La denominada Nouvelle Vague tuvo a uno de sus principales referentes en Claude Chabrol (12 de septiembre), casi el único superviviente de aquella nueva ola de pasión y cinefilia, junto a Jacques Rivette y Jean-Luc Godard. Y que supo permanecer fiel a una cierta construcción del relato cinematográfico, aunque rodeada de una incisiva mirada a las clases sociales francesas. Para él, la construcción era más importante que la intriga. Chabrol y Rohmer, han sido dos de los últimos bastiones de un cine que revolucionó su percepción como obra artística. 

Werner Schroeter (14 de abril) fue otro de los cineastas europeos que contribuyó a aportar una forma diferente de mostrar imágenes sobre una pantalla de cine, representante de ese Nuevo Cine Alemán (Neuer Deutscher Film) que surgió en los años sesenta y que tuvo como principales referentes a Rainer Werner Fassbinder, Wim Wenders o Werner Herzog. Mientras los supervivientes de esta etapa se han acoplado a cierta industria europea que tiene más de burocrática que de artística (Wenders) o a un cine independiente yanqui que zozobra por su falta de coraje artístico (Herzog), Werner Schroeter siempre mantuvo una intención provocadora en sus veintitantas películas. Y, por tanto, siempre quedó como un cineasta difícil, sólo apto para cinéfilos algo pasados de rosca. Actor para Fassbinder o Rosa von Praunheim y sobre todo director de experimentos visuales como Eika Katappa y Palermo o Wolfsburgo, casi más cercano a la poesía audiovisual que a la construcción narrativa, Schroeter defendía el cine subversivo frente al público adocenado. 

Dino De Laurentis (11 de noviembre) fue uno de los principales impulsores de un cine italiano que en la posguerra adoptaba las formas del Neorrealismo, influido por la poesía realista francesa. Productor de Arroz amargo, de Giuseppe de Santis, uno de los títulos que marcaron esta propuesta que se acercaba a la realidad con desgarro, Laurentis acabó ofreciendo un ramillete de posibilidades cinematográficas a directores como Federico Fellini, Claude Chabrol, John Huston, Roger Vadim... Y desde su productora en Nueva York construyó auténticas piezas de oro cinéfilo como Terciopelo azul, Ragtime, Casanova, Conan el bárbaro o El silencio de los corderos. Dino De Laurentis era el paradigma de ese productor que arriesga, fracasa y renace de sus cenizas una y otra vez, y por tanto el paradigma de un cine valiente.

Luis García Berlanga (13 de noviembre) es, por su parte, el representante del mejor cine que se ha hecho en Europa. El genio de la puesta en escena, el constructor de personajes inolvidables, el creador por antonomasia de unas imágenes que se quedan marcadas para siempre. Muchos afirman estos días que fue el mejor director del cine español. Se quedan cortos. Pocos cineastas en el mundo han tenido la capacidad de modelar la excelencia artística y el entretenimiento como lo supo hacer Berlanga en sus títulos antológicos (Bienvenido Mr. Marshall, Plácido, El verdugo, Los jueves, milagro, La escopeta nacional...), pero también en sus últimas incursiones cinematográficas, menos dotadas de ese mágico sentido de la realidad. 

2010 será un año recordado porque han desaparecido algunos de los padres de un cine diferente, que trataba de traspasar su condición de puro divertimento para encontrarse de pleno con la experimentación, con la subverción... pero que también supo representar como ninguno la complejidad de la condición humana. En definitiva, cineastas cuya valentía artística contribuyó a generar el mejor cine de las últimas décadas. 2010 es el año en el que la memoria cinéfila se ha quedado huérfana.

07 noviembre, 2010

Censura a la europea

Aunque no representa ese cine europeo que se pasea por la alfombra roja, la película serbia A serbian film (valga la redundancia), se ha convertido en uno de los títulos más destacados de la temporada, por su polémica proyección en Sitges y la prohibición judicial de su pase en la Semana de Cine Fantástico y de Terror de San Sebastián.

Hace unas semanas se montaba cierto guirigay en el Festival de Sitges tras la proyección de A serbian film, de Srdjan Spasojevic. Tras su pase, sin consecuencias excesivamente controvertidas en otras muestras cinematográficas europeas (Bruselas, Estocolmo) e incluso americanas (Montreal, Austin), donde se podría imaginar que provocarían mayor polémica, se desató el debate. Curiosamente, ha sido en España donde la película ha encontrado un rechazo más importante, incluso de sectores no especialmente conservadores (véase la discusión bloguera entre Concha García Campoy y Nacho Vigalondo). Tras una proyección que provocó deserciones en la sala y discusiones en los medios, una denuncia interpuesta contra ella en Barcelona provocó que un Juzgado estableciera como medida cautelar la suspensión de sus dos proyecciones en la Semana de Cine Fantástico y de Terror de San Sebastián, que a la sazón no es más que una muestra de censura, ya que la película no se ha podido ver finalmente. Lo cual, por otro lado, no ha impedido que el público, aun sin haberla visto, le haya otorgado un Premio Especial en defensa de la libertad de expresión.

Para la Confederación Nacional Católica de Padres de Familia y Padres de Alumnos (CONCAPA), imágenes como "la violación de un recién nacido, la fornicación a un pequeño de ocho años por su padre, o una mujer torturada y atada a la que le han quitado los dientes y debe llevar a cabo una felación se salen del terreno de lo humanamente aceptable". Efectivamente, son escenas que aparecen en la película. Lo que no se entiende (o no entendemos nosotros, pobres mortales pecadores) es que la repulsión que puedan provocar ciertas imágenes desemboque en la inquisición en contra de una película. 

Pero ya en España, el año pasado se dio un ejemplo de esa cierta tendencia a la prohibición que, curiosamente, se viene dando en un país democrático gobernado por cierta izquierda que no sabe si está más a la izquierda o más a la derecha (o simplemente no está). Saw 6 obtuvo la calificación X del Ministerio de Cultura, lo cual era, de hecho, la prohibición implícita de su exhibición cinematográfica. Un año después, recortados los segundos que aquel comité de calificación pacato consideraba impresentables (y que acabaremos viendo en su edición en DVD), la película se ha estrenado sin grandes aspavientos. 

A serbian film (a la que evidentemente le está sirviendo esta promoción gratuita), es producto de una cinematografía que encuentra en la violencia cierta representación de una historia plagada de horrores que desembocaron en la guerra fratricida de finales de los noventa. La juventud serbia es una juventud desengañada, cansada, que refleja en su cine el hastío por una sensación de desesperada huída hacia adelante frente a la constante inestabilidad. En los últimos años hemos visto sólo algunos ejemplos de cine hecho en Serbia (y no precisamente gracias a nuestros distribuidores), como la comedia Sedam i po (Siete y medio) (2006) o Turneja (2008), una especie de Ay, Carmela, pero con una compañía teatral de Belgrado en medio del conflicto de los Balcanes. Sin olvidar a los directores más internacionales del cine serbio: Srdan Golubovic (Absolute hundred, La trampa), Goran Paskaljevic (Optimistas, Honeymoons) y Emir Kusturica (Underground, Gato negro, gato blanco, Prométeme).

El director de A serbian film, Srdjan Spasojevic, reivindica, sin embargo, un cine impactante que entronca con el terror norteamericano de la década de los setenta y con la filmografía de Roman Polanski y especialmente de David Cronenberg, con el que comparte esa representación sangrienta y explícita de mensajes implícitos que van más allá de lo puramente visual. Aquí, la violación de un bebé (que no por casualidad aparece justo después de un discurso sobre la situación de un país en decadencia y de un sistema político castrador) funciona como metáfora de la inexistencia de un futuro para las nuevas generaciones, nacidas en un territorio fragmentado, rodeado de zonas limítrofes que para muchos serbios suponen una amenaza (Albania, Bosnia-Herzegovina, Croacia, Montenegro, Macedonia, Hungría, Bulgaria, Rumanía). Es esa sensación de asfixia la que representa esta pesadilla dantesca llevada al extremo. Y sin duda resulta revelador conocer las circunstancias que rodean a esta película en un país donde hacer cine resulta una aventura. 

No hay que obviar, evidentemente, cierta intención provocadora. Y tampoco que A serbian film es una película tirando a mediocre, con efectos visuales pobres y tendencia al sensacionalismo, a la que la pesadilla que vive el protagonista a partir del tercer acto resulta reiterativa y gratuita. También hay que reconocer que tomarse en serio una película como ésta denota una cierta mentalidad truculenta y enfermiza. 

Pero España no es el único país donde ha tenido problemas por su contenido. Sin ir más lejos, cuando enviaron el master de la película a Alemania para realizar la copia en 35 mm., el laboratorio alemán se negó a hacerla, denunciando el contenido de las imágenes. La policía alemana llegó a pensar, según comenta el director, que se trataba de una snuff movie: "Es ridículo. ¿A qué clase de maníaco se le ocurriría transferir una snuff movie a 35 mm.?", se preguntaba Spasojevic. Finalmente, tuvieron que enviar la película a Budapest, donde se llevó a cabo el kinescopado. 

Otro título serbio, The life and death of a porno gang, de Mladen Djordjevic, recorre también este año los festivales de cine fantástico. A ambos les une esta extraña mezcla entre pornografía y horror. Pero A serbian film no es más sádica que, por ejemplo, Hostel (2005), o aquella Nekromantik (1987), que revolvió las tripas de muchos aficionados y que en Sevilla pudimos ver gracias a la labor de la ahora clausurada Cinemateca UGT. Como ocurrió hace años con Saló o los 120 días de Sodoma (1975), de Pier Paolo Pasolini y Holocausto caníbal (1980), de Ruggero Deodato, A serbian film recibe feroces críticas, incluso de quienes ni siquiera la han visto. Las anteriores, con sus virtudes y sus defectos, ya han sido aceptadas como muestras de arte provocador.

27 octubre, 2010

El canon digital y la desvergüenza

La reciente sentencia que ha dictado el Tribunal de Justicia de la Unión Europea en torno al abusivo canon digital pone de manifiesto el absurdo sentido de la justicia que tienen las entidades de gestión de derechos. 

La sentencia responde a un litigio entre la SGAE y la empresa Padawan S.L., dedicada a la comercialización de soportes digitales, que tuvo los huevos de enfrentarse a las entidades de gestión de derechos y al propio Ministerio de Cultura, perro sabueso de estas entidades. Ante la clarísima sentencia, que supone una rotunda victoria de la empresa Padawan (y por extensión de las empresas españolas), la SGAE ha sacado su arsenal de acólitos para tratar de dar la vuelta al texto y convertir su derrota vergonzosa en una semi-victoria. El argumento es claro: "No es que se haya dicho que no debe existir el canon, sino que se ha restringido su imposición". Bueno, eso al fin y al cabo es lo que llevamos diciendo los defensores de la cultura desde hace tiempo. Que establecer un canon abusivo, sin restricciones, a todo quisqui resultaba una desvergüenza para el gobierno y para las entidades de gestión de derechos. 

Ahora se no está vendiendo que la sentencia del Tribunal de Justicia Europeo lo que hace es reinvindicar la "legitimidad de una compensación equitativa para los autores de las obras". Y por supuesto, reconocen que se establece que "la aplicación del canon demanda ponderar los casos en los que pueda ser exigido, evitando su exigencia en cualquier supuesto o circunstancia." Claramente, que las leyes que establecían la imposición indiscriminada de ese canon, estaban viciadas desde el principio. 

Recurrida la imposición del canon digital a todo el que pasa por la calle, la sentencia de la Unión Europea da de bruces contra la cara dura de quienes lo impusieron. Pero al final, nos encontramos de nuevo con formas de interpretar los textos para darles la vuelta sin llegar al hecho principal. Si establecer el canon para empresas (los particulares, por ahora, quedan excluidos) ha sido desestimado por la Unión Europea... ¿qué ocurre con quienes han pagado el canon todos estos años? ¿Qué pasa con aquella primera sentencia de la que la SGAE se jactaba en contra de la empresa TRAXDATA que en 2002 estableció que esta empresa debía pagar el canon que ahora la Unión Europea tira por lo suelos? 

La respuesta, como suele ser habitual por la desvergüenza de las entidades de gestión de derechos y por el propio Ministerio de Cultura, es sorprendente: "La sentencia no es retroactiva. No tenemos que devolver ni un euro de lo que hemos robado" (lo de robar lo digo porque, igual que el spot del Ministerio establecía que copiar una película era igual que robar un coche, lo mismo considero que cobrar indebidamente es como atracar un banco y tomar rehenes. Es una simple cuestión de paralelismos).

Así, la SGAE se ha quedado con la pasta que ahora le dicen que no debía haber cobrado, mientras la ministra González-Sinde se estruja los sesos para encontrar otras vías de "financiación", evitando de camino la curiosa demostración de lealtad del recientemente destituido director del Instituto de Cine, Ignasi Guardans, que ha hecho declaraciones bastante significativas: "Sigo defendiendo las ayudas públicas al cine, pero que se den con transparencia, con control y a quien cumple los requisitos para tenerlas. Por haber verificado eso y haber exigido que eso fuera así han venido algunos de mis disgustos. Ha habido fraude en las subvenciones al cine, pero como ha habido fraude en las subvenciones agrícolas o en cualquier otro sector." Da la impresión de que unos y otros cada vez tienen más difícil defender su gestión.

20 octubre, 2010

Aftershock: ¿Camino del Oscar?

65 películas han sido designadas por sus respectivos países para la carrera de preselección de los Oscar de Hollywood. Algunas parecen destinadas a estar entre las cinco candidatas, como la última película del director Feng Xiaogang, considerado el "Spielberg chino".

Las películas de Feng Xiaogang no han tenido un especial reconocimiento en Occidente. Ni falta que les hace, ya que la taquilla china solamente es capaz de rentabilizar una película con creces. De su no demasiado extensa pero sin duda certera filmografía, por estos lares conocemos la comedia El funeral del jefe (2001), que a pesar de sus referencias no terminaba de encajar bien su pretendida mordacidad humorística. 

Seamos claros. El cine de Feng Xiaogang es en ocasiones simplón y esquemático, con tendencia a las concesiones que hagan falta para su comercialidad, temas sensibleros o de acción, pero con una capacidad para manejar la cámara que sin duda le hacen destacar entre muchas otras producciones orientales. Y hasta sus incursiones en el género wuxia (películas de artes marciales específicas de la cultura china), como en The banquet (2006) no han sido recibidas por la crítica occidental con el mismo fervor que las de Zhang Yimou o Ang Lee, pero sí han conseguido el beneplácito del público chino. Pero también hay que decir que el propio Feng Xiaogang afirma que sus películas tienen como destinatario el público oriental básicamente.

Aftershock (2010) es la última película de este inquieto realizador, y con ella ha logrado convertirse en la segunda más taquillera de la historia en China, que ya es decir. Todo un melodrama de larga duración que se acerca a uno de los momentos más dolorosos de la reciente memoria histórica de su país, cuando en 1976 tuvo lugar un terremoto que dejó en la región de Tangshan una cifra de 240.000 muertos. Aftershock contiene en su primera media hora (magnífico arranque con una invasión de libélulas que no hacen presagiar nada bueno) todos los elementos que la convierten en una de las mejores producciones de su director. No se trata de una típica película de catástrofes porque, al contrario de lo que suele ocurrir en esos casos, no nos introducimos en una historia que desemboca en un festival de efectos especiales. Aftershock, sin embargo, descarga todo su arsenal de efectos visuales (espléndidos) al comienzo, y se detiene a partir de ahí en la dramática trayectoria de sus protagonistas: una madre que ha tenido que decidir entre la vida de sus dos hijos y que soporta con resignación el sufrimiento como penitencia vital, y dos jóvenes marcados por los terribles acontecimientos vividos cuando eran niños. 

La historia discurre entre el mortal seísmo de 1976 y el no menos catastófrico terremoto que en 2008 dejó 80.000 muertos en Sichuan, como los dos frentes dramáticos que subrayan el carácter de esta historia que termina, a fuerza de intentarlo, empañando los ojos del espectador. 

A esta película le sobra algo de metraje y cierta intencionalidad por provocar los sentimientos del espectador, aunque sea de forma algo burda en ocasiones, con algunas interpretaciones un poco salidas de tono. Pero lo cierto es que consigue removernos las tripas con ese ascenso progresivo hacia un clímax que, lejos de ser un festival de fuegos de artificio visuales, se mueve por los vericuetos internos de los sentimientos. Y desde luego no puede ser más emocionante un desenlace no por esperado menos incisivo. 

Aftershock tiene, por tanto, todos los elementos para llegar hasta la carrera del Oscar. China la ha seleccionado, parece que en contra de la opinión de Feng Xiaogang (que considera que se trata de una producción para un público oriental), como su representante para la preselección de los premios de la Academia de Hollywood. Méritos los tiene, y sin duda elementos que puedan calar en los encargados de seleccionar a los finalistas, le sobran. Para China sería todo un triunfo, especialmente después de quitarse de encima la probable candidatura del incómodo Zhang Yimou. 

Ni qué decir tiene que el cine de Feng Xiaogang camina por los sosegados terrenos del cine simpático a los ojos del gobierno chino, con especial énfasis hacia el amor por la patria y la familia como elemento aglutinador de la vida. Pero, si se trata de producciones bien hechas como ésta, sus virtudes terminan sepultando el cinismo de su discurso patriótico. 

14 octubre, 2010

Lloviendo piedras

Llega a España uno de los alegatos más severos contra la lapidación que aún hoy día se practica en algunos países islámicos.

The stoning of Soraya M. (2008) comienza con una lúcida frase del poeta iraní del siglo XIV Hafez: "No actúes como un hipócrita que cree que puede disimular sus engaños recitando versos del Corán". Y al final de la película, se nos dice que un número indeterminado de personas, la mayor parte mujeres, continúan siendo lapidadas en muchos lugares del mundo. Esta historia incríeble por la crueldad de quienes la protagonizaron, resulta estar basada en el popular best seller del periodista francés Freidoune Sahebjam, y nos cuenta la conspiración que las principales autoridades político-religiosas de un pequeño pueblo iraní montaron  en contra de una mujer cuyo único pecado fue no querer someterse a los caprichos de un marido infiel. Y la bárbara condena a muerte que se sacaron de la manga con la mano puesta en el Corán: el apedreamiento hasta dejarla desangrada y martirizada.

Con algo de retraso, pero lamentablemente con plena actualidad, llega a nuestras pantallas esta película que, curiosamente, ha sustituido la traducción literal del título (La lapidación de Soraya M.) por el menos explícito La verdad de Soraya M. Su estreno cobra más fuerza cuando vemos estos días la milagrosa recuperación del rostro, sesgado por la barbarie talibán, de la joven afgana Aisha, cuya nariz y orejas fueron mutiladas como castigo por abandonar a su marido. Y que por lo menos tuvo la fortuna de encontrar una fundación que contribuyó a su rescate y una plataforma mediática para dar a conocer su increíble experiencia, aunque la revista The Times se aprovechara del efecto emocional para lanzar un mensaje político sobre la necesidad de  continuar con la presencia militar en Afganistán.

La película está dirigida por el norteamericano de origen iraní Cyrus Nowratesh, que ya suscitó polémica con su miniserie sobre el 11 de septiembre The path to 9/11, (2006) una dramatización de las investigaciones de la Comisión del 11/9 que provocó controversia, ya que implicaba directamente a los miembros de la Comisión (entre ellos Bill Clinton) en la investigación sesgada de los acontecimientos, y que hasta la fecha permanece inédita en DVD, según el director por presiones directas de Hillary Clinton. En el caso que nos ocupa, incluso antes de estar terminada, La verdad de Soraya M. fue incluida en la lista de películas que la administración del presidente iraní Mahmoud Ahamdinejad considera ofensivas. Curiosa actitud para alguien que se considera un demócrata.

No se puede negar cierto retrato caricaturesco de algunos de los personajes de la película, especialmente el del marido, y desde luego hay un gusto algo sádico por recrearse en el apedreamiento final, tratando de elevar la carga emocional al máximo. Pero también es verdad que es en esa media hora última cuando somos verdaderamente conscientes del calvario que debió pasar la protagonista (magnífica, emocionante la interpretación de Mozhan Marnò, y también de una de las grandes veteranas actrices iraníes, Shohreh Aghdashloo). Si a esto le unimos una de las bandas sonoras más inspiradas que ha escrito John Debney, con cierto paralelismo con La pasión de Cristo, el final de La verdad de Soraya M. es uno de los más  desoladores que hemos visto en mucho tiempo. 

02 octubre, 2010

Comienzos de temporada (Spoiler)

La nueva temporada televisiva no parece que nos vaya a deparar grandes sorpresas. Algunas de las novedades estrenadas en las últimas semanas han recibido importantes varapalos. ¿Conseguirán renovar las propuestas de ficción o tendremos que acomodarnos a las series que mantienen nuestro interés?

Undercovers
Ni siquiera un productor de éxito como J.J. Abrams ha conseguido acertar esta vez. Y eso que su nueva apuesta, la serie Undercovers, se anunciaba con el aliciente de ver de nuevo a Abrams como director, al menos en el episodio piloto. Pero los resultados no han sido  satisfactorios, y esta temática de espías a lo Mr. and Mrs. Smith no convence, así que habrá que esperar a la anunciada Alcatraz para ver si el productor estrella consigue recuperar el pulso de la audiencia.

No ordinary family 
Tampoco termina de encajar la gran apuesta de la cadena ABC para esta temporada. Los ingredientes parecían perfectos: un dramamedy protagonizado ni más ni menos que por Julie Benz (la ex-mujer asesinada de Dexter) y Michael Chiklis (protagonista de The shield), con elementos fantásticos a través de varias familias supervivientes a un accidente de avión que de pronto se encuentran con superpoderes. Pero se ve que en la cocina no había suficiente imaginación y el resultado acaba siendo anodino y poco novedoso. 


Boardwalk Empire 
El gran estreno de la temporada es esta vuelta de tuerca al serial de gángsters que tan buenos resultados suele dar si se hace bien. Martin Scorsese en la dirección (episodio piloto) y producción, el buen actor y acertado productor Mark Whalberg en el equipo y HBO apostando fuerte presagian uno de esos productos de calidad que se mantendrán en el tiempo (ya han firmado la segunda temporada). Y sin duda la presencia de actores como Steve Buscemi (perfecto como siempre), y ese espléndido Michael Shannon, siempre tan ambiguo y desasosegante, otorga a esta serie una entidad que está por encima del resto. Sin embargo, a pesar de encontrar en el episodio piloto esos toques de maestría depurada de Scorsese (maravillosas algunas secuencias paralelas) no llega a cubrir las expectativas. Dos episodios de impecable factura que dejan un poco frío, la verdad. Habrá que esperar a la evolución de la historia.

Dexter (Spoiler)
Tras un final tan demoledor como el de la tercera temporada se podía haber esperado cualquier cosa. A muchos les ha parecido un poco soso este comienzo. Pero estoy de acuerdo con que lo que hubiera sido decepcionante es encontrarnos con el letrero "Un mes después" para olvidar lo anterior y comenzar una nueva aventura. Afortunadamente, nos han dado lo más difícil. Comenzar donde acabó, y mostrarnos a un protagonista en estado de shock constante que acaba descubriendo ciertos brotes de humanización (al fin y al cabo, el tema principal de la serie). Con momentos de genialidad (esas orejas de Mickey), este Dexter parece que puede conseguir seguir sorprendiendo. 

Fringe (Spoiler)
La otra producción de J.J. Abrams en el campo de la ciencia ficción también continúa en un terreno peligroso. Porque se está apartando tanto de la narración habitual de las anteriores temporadas que puede acabar siendo realmente decepcionante. Ya en la anterior se retorcía tanto la trama principal que terminaba siendo anodina. Y este encuentro-desencuentro entre dos mundos paralelos, con personalidades bastardas y maquinaciones extrañas no termina de convencer. 

House (Spoiler)
Esta serie continúa dando de sí. Ya decíamos en otro post que lo que nos interesa de House no son sus tramas médicas, sino como éstas sirven para describir y analizar las personalidades de sus protagonistas. Cada caso médico está relacionado con una sensación, una posición en la vida de los principales actores. Y esa es la gran virtud de una serie que encima mantiene una trama principal interesante. Y esta relación "formal" entre Cuddy y House (desternillante la escena en la que ella agarra el paquete del médico) puede dar buenos momentos.

28 septiembre, 2010

La fascinación por México

El grupo musical Nine Rain, un sexteto liderado por el norteamericano Steven Brown, ha puesto música a la película inacabada de Sergei Eisenstein ¡Que viva México! en un disco que refleja la fascinación de dos miradas extranjeras por el país mexicano.

Un día, Steven Brown, harto de su país de origen, hizo girar un globo terráqueo y puso el dedo sobre él. El lugar sobre el que se detuvo su dedo acabaría siendo su residencia: México. Allí formó el grupo musical Nine Rain, que se ha convertido en uno de los más representativos de una creación de vanguardia que nace de la tierra mexicana para expandirse hacia todo el mundo. En 2009 publicaron el album ¡Que viva México!, la representación de su trabajo musical para acompañar las imágenes de la película inacabada de Sergei Eisenstein, que algunos críticos consideran "el proyecto más grande del director pero también su mayor tragedia personal". 

Porque de la película solo se pudo rodar una cuarta parte. Dividida en cuatro episodios, un prólogo y un epílogo, ¡Que viva México! atravesó por todo tipo de dificultades hasta que, un año después del comienzo del rodaje, Eisenstein desistió de este proyecto tan querido. Pero la labor del guionista Grigori Aleksandrov, que recuperó el material filmado en 1979 y realizó un montaje siguiendo los storyboards del propio director, nos han permitido al menos vislumbrar los deseos del cineasta. Algo es algo. 

Ahora, esta película mutilada por la falta de presupuesto cobra vida de nuevo con la aportación musical de Nine Rain, con esa mezcla de jazz contemporáneo, música folclórica y sonidos vanguardistas que permiten escuchar esta grabación, como hacemos En Primera Fila, de forma independiente, sin la necesidad de acompañarla con las imágenes sobre la que fue creada. 

¡Que viva Mexico! es una doble satisfacción: la de recuperar para nuestra memoria un clásico del cine mudo desconocido por su carácter inconcluso, pero también la de acercarnos a la música de una de las formaciones más interesantes del panorama musical. Y demuestra una vez más, como en otros experimentos artísticos de esta índole, que el cine mudo mantiene su esencia acompañado con la reinterpretación musical de nuestros días. 

19 septiembre, 2010

La miopía de la Academia de Cine

Tras anunciarse la lista de tres candidatas elegidas por la Academia para ser posibles representantes españolas para el Oscar, no se termina de entender cuáles son los criterios que llevan a elegir títulos tan escasamente golosos para Hollywood. 

La terna de prefinalistas que optan a representar a España en la carrera por los Oscar no parece despertar muchas esperanzas de que este año haya un título español en la ceremonia. Por un lado, Celda 211, de Daniel Monzón, si bien es cierto que conocerá un remake en Hollywood, no tiene en su argumento y estética nada que la diferencie de decenas de películas que nos llegan del cine norteamericano, aunque aporte ciertas dosis de calidad. Resulta curioso que el año pasado no fuera seleccionada por la Academia (es decir, no creían los miembros que tuviera posibilidades de cara a los Oscar) y este año sí hayan creído en sus aspiraciones. 

Lo que nos centra de nuevo en el absurdo de los reglamentos. En teoría, solamente pueden participar en esta selección aquellas películas que se hayan estrenado antes del 30 de septiembre de 2010. Según esta norma, la cinta de Icíar Bollaín También la lluvia no podría participar, ya que tiene previsto su estreno comercial el ¡7 de enero de 2011! Pero existe la posibilidad, para los productores que quieran incluir sus películas dentro de la lista de candidatas, de hacer lo que se denomina un "estreno técnico". Es decir, mantener una copia durante siete días en una sala comercial. Lo que suele hacerse es "estrenar" en un pequeño pueblo sin demasiada repercusión y por tanto acceder a la lista de candidatos. 

Y digo yo: si es posible hacer ésto ¿por qué coño no cambian el reglamento y permiten que películas no estrenadas pero producidas este año entren directamente en la lista? Con esta absurda regla se permite que algunos títulos tengan dos posibilidades de ser seleccionadas.. en detrimento de muchas otras. Así ha conseguido su participación Celda 211 y así También la lluvia tendrá el año que viene las mismas probabilidades de entrar en terna, ya que oficialmente se estrenaría dentro del plazo estipulado. Igualmente ocurre con películas no elegidas este año, como Balada triste de trompeta, de Álex de la Iglesia o Amador, de Fernando León de Aranoa.

La segunda seleccionada es la que posiblemente tenga menos posibilidades siquiera de ser escogida como representante del cine español. Lope, de Andrucha Waddington, al margen de ser un tostón inaguantable, desde luego poco interés despertaría en Hollywood, por mucho que su director se haya empeñado en tratar de copiar un clásico contemporáneo que sí se llevó un Oscar: Cyrano de Bergerac, de Jean-Paul Rappeneau. Por último, También la lluvia, de Icíar Bollaín tiene la ventaja de tratar un tema social como la inmigración, pero poco sabemos de ella y sinceramente pocas posibilidades tendría de cara a los premios de la Academia de Hollywood. 

Lo que no se entiende realmente es cómo una película que tiene todos los ingredientes para acabar siendo carne de Oscar ni siquiera se ha mencionado. La espléndida, emocionante última cinta de Achero Mañas, Todo lo que tú quieras, habría sido la mejor candidata, en mi opinión, para acceder a la carrera por el Oscar. Aparte de sus méritos como historia que trata de manera singular, original y arriesgada el incondicional amor que siente un padre por su hija, es una película que conecta sabiamente con el espectador, consigue convertir un drama de padre e hija (¡por fin una niña creíble, natural, magnífica en el cine español!) en una reflexión sobre los prejuicios de una sociedad que no termina de aceptar a quienes son diferentes tratando de encontrar explicaciones psicológicas a todo lo que le rodea. 

Algunos comentarios negativos sobre Todo lo que tú quieras no parecen entender qué tiene que ver hablar sobre el aún enquistado rechazo a la visibilidad de la homosexualidad con el drama de un padre que tiene que ejercer de madre (literalmente). No entender eso es perderse la esencia de una película que habla de prejuicios mucho más amplios. Y ahí (nunca hubiera pensado decir ésto) tiene mucho que aportar el trabajo descarnado de Juan Diego Botto, un actor que habitualmente me deja helado y que aquí consigue hacer creíble lo que podría haber sido ridículo. 

Pero se ve que, o nadie fue a la proyección de la película, o es que los miembros de la Academia no saben encontrar los valores de una historia que, ésta sí, tiene posibilidades de cruzar fronteras.   

15 septiembre, 2010

La pornografía zombi de Bruce LaBruce

La última película de Bruce LaBruce, L.A. Zombie, censurada para su proyección en el Festival de Melbourne, se ha proyectado en el Festival de Locarno como rivindicación de la obsesión del director por la pornografía sangrienta.
 
Bruce LaBruce siempre ha mostrado una particular visión del cine pornográfico, desde que sus primeras películas le consolidaban ya como un realizador que estaba interesado por el mundo del porno gay, pero al mismo tiempo introduciendo elementos del cine independiente que englobaban sus películas en un circuito más comercial. Y de hecho, la consolidación de LaBruce como director que se salía de la distribución habitual de la pornografía homosexual le vino precisamente de la aceptación de su cine en un mercado tan "indi" como el Festival de Sundance, donde logró presentar su película Hustler white (1996). A partir de ahí, muchos han querido ver en este cineasta canadiense que se mueve últimamente con comodidad entre productoras X de Alemania, una especie de líder adelantado de lo que en su momento se dio en llamar queer punk porno. O lo que es lo mismo, una personal representación del mundo del porno aportando cierta identidad personal a sus producciones, que ni son el típico producto para espectadores onanistas ni tampoco resultan cómodas para el público habitual de las salas comerciales.

No skin off my ass (1996)
El cine de Bruce LaBruce se ha vuelto en los últimos años más bizarro y mucho más experimental, no se sabe si debido a una evolución personal o simplemente por una cuestión de adaptación a los nuevos tiempos. Dado el elemental contenido cinematográfico de sus películas, que tampoco se preocupan mucho por una elaborada concepción visual, las propuestas de este realizador acaban resultando interesantes gracias sobre todo a su desmedida intención provocadora, a pesar de lo cual ha conseguido estar en la programación de muchos de los festivales más importantes del panorama. En los noventa, filmes como No skin off my ass (1991), Super 81/2 (1993) o la citada Hustler white, que contenía ya algunas escenas de sexo explícito, comenzaron a marcar esta provocadora visión del mundo gay, que se inspiraba tanto en grandes directores de cine "tradicional" como Robert Altman o Federico Fellini, como en representantes del "queer cinema" intelectual como Kenneth Anger, Paul Morrisey o Andy Warhol. 

Skin Flick aka Skin Gang (1999)
Hay dos constantes en el reciente cine de LaBruce: la cultura skin (como elemento provocador) y la obsesión por la muerte (como paralelismo en torno al sexo). Ya en Alemania, donde ha venido produciendo sus títulos más pornográficos, películas como Skin gang (1999) o The Raspberry Reich (2004), LaBruce comienza a dar muestras de su particular interés por introducirnos en los límites de la violencia y los grupos que la representan (una banda de skinheads en la primera y un grupo terrorista en la segunda). Y consigue, entre mamadas y enculamientos, elaborar una reflexión en torno a estos elementos que distorsionan nuestra realidad teñida de normalidad. Pero tampoco le faltan ciertas pinceladas de provocación que resultan divertidas, como aquella escena de Skin gang en la que un skin se masturba y termina eyaculando encima del Mein Kampf, la biblia del nazismo que escribió Adolf Hitler. Ni qué decir tiene, por supuesto, que toda esta parafernalia skin le permite también rodearse de esa iconografía sadomasoquista que sirve para que Bruce LaBruce construya sus habituales escenas de sexoduro. 

La otra obsesión reciente del director canadiense es la muerte, representada por los zombis. De Otto; or, Up with dead people (2007) ya hablamos en nuestro post El regreso de los no-muertos. Aunque contiene también esas escenas explícitas de sexo gay (aquí embadurnadas de sangre y vísceras), entre ellas una penetración "estomacal" en el cuerpo agujereado de un zombi, lo cierto es que Otto no es más que una historia de amor adolescente, y en ese sentido posiblemente se trata de una de las películas que mejor fusiona el carácter gamberro-experimental de Bruce LaBruce con una tendencia hacia el romanticismo sucio que debería explorar más asiduamente. 

L.A. Zombie (2009)
Ahora, Bruce LaBruce ha presentado en el Festival de Locarno su última película, L.A. Zombie, precedida de la polémica (y la publicidad gratuita) que le ha proporcionado el hecho de que fuera seleccionada para el Festival de Cine de Melbourne, incluida en su catálogo y finalmente censurada su proyección por el reglamento de la Film Classification Board que la ha considerado como no apta para circuitos comerciales. Pero estas circunstancias externas ya han provocado el interés por ver un film que también cuenta como aliciente (para los pornófilos gays) de tener en su reparto al actor porno francés François Sagat, que ha acabado convirtiéndose en la estrella del Festival de Locarno gracias a dos trabajos como protagonista fuera de los circuitos estrictamente pornográficos. Su papel como "muerto viviente empalmado" en L.A. zombie y su interpretación sensible en Homme au bain (Hombres en el baño), la última propuesta del siempre controvertido Christophe Honoré. La película de Bruce LaBruce, que bucea de nuevo en el universo del sexo sangriento, promueve la última filosofía del realizador canadiense, que busca encontrar un espacio en el cine porno experimental, una suerte de revisión para mentes abiertas de la convencional trayectoria del último cine independiente.