12 septiembre, 2012

Shakespeare vs. Taviani: La gran obra moderna

Los hermanos Taviani consiguieron con merecimiento el Oso de Oro del Festival de Cine de Berlín gracias a una de las mejores adaptaciones que hemos visto recientemente de los textos de William Shakespeare: Cesare deve morire es una gran obra cinematográfica que se sostiene sobre una gran obra teatral.

Que estos dos directores ancianos (Vittorio, 83 años; Paolo, 81 años) hayan construido una película que rezuma tanta modernidad como clasicismo resulta chocante. César debe morir, aplaudida y premiada en Berlín por encima de otros títulos más "mediáticos" para el circuito cinéfilo como los que presentaron directores como Manuel Gomes, Christian Petzold o Brillante Mendoza, nos introduce en el texto que conforma la obra Julio César de William Shakespeare, considerada como una de sus mejores creaciones, para trasladar sus planteamientos narrativos a la actualidad.

Pero no estamos ante una de esas trasposiciones, algo acartonadas en su mayoría, que simplemente modernizan el vestuario y los escenarios, manteniendo los diálogos originales. Los Taviani introducen el texto en una cárcel, utilizando actores no profesionales (presos de una prisión de máxima seguridad) para poner en marcha la puesta en escena teatral de la obra de Shakespeare. La presentación de los personajes resulta ya escalofriante: Sasá Striano, 14 años por crimen organizado; Cosimo Rega, cadena perpetua por asesinatos; Antonio Frasca, 26 años por varios crímenes...). Y en ellos, con sus antecedentes y su propia lucha interna de poder dentro de la cárcel, cobran especial protagonismo (y por tanto una presencia más contundente), las reflexiones en torno a la justicia, el poder, el honor o el sacrificio, a través de la historia de un gobernante cuya ambición desmedida acabó por provocar la animadversión de sus más cercanos colaboradores. César muerto por decenas de manos que apuñalaron su prepotismo y su nepotismo.

El planteamiento que realizan los hermanos Taviani, desde hace años perdidos en películas que desmerecían de su propio talento (en Sevilla presentaron la muy mediocre El destino de Nunik (2007)), ofrece una oportunidad para encontrarse con una pequeña gran joya cinematográfica que mantiene también esos planteamientos comprometidos que han marcado buena parte de su cine. Y los rostros, las miradas, la hierática interpretación de estos actores improvisados que parecen a veces hablar de sí mismos en vez de encarnar a personajes de ficción, transmite emoción como pocas otras adaptaciones al cine de la obra del bardo inglés. Pero al mismo tiempo, dentro de este enfoque visual que no nos aparta de la cárcel, en su condición casi de documental, hay juegos de profundidad en algunas secuencias que resultan de una modernidad increíble. 

Ni qué decir que Cesare deve morire no es una película fácil, a pesar de su escasa hora y cuarto de duración. Y, aun cuando haya ganado el Oso de Oro de Berlín, haya conseguido 5 nominaciones para los Premios David di Donatello y sea una más que probable candidata al Premio César del Cine Europeo, su distribución parece condenada al ostracismo. Pero sin duda se trata de una de las propuestas cinematográficas más apasionantes y sorprendentes de este año.


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