23 febrero, 2024

Festival de Berlín 2024 - Parte 3: El tiempo a través de la cámara

En la recta final del Festival de Berlín, aunque la próxima semana seguiremos ofreciendo crónicas para completar nuestro repaso a las películas de secciones paralelas y algunas actividades celebradas durante esta semana, en esta ocasión hablamos de películas que abordan el paso del tiempo, ya sea como proyectos que se han desarrollado durante décadas o bien aquellas que tienen como tema principal la relación entre el pasado y el presente, comenzando con uno de los cineastas fundamentales de nuestro tiempo. 

© Simon Haseneder

Filmstunde_23 (Subject: Filmmaking)

Jörg Adolph, Edgar Reitz

Alemania 2024 | Berlinale Special | ★★★★★


Este año el Festival de Berlín ha entregado el Oso de Oro Honorario al realizador Martin Scorsese (1942, Nueva York), pero con menor repercusión mediática también ha honrado la figura del director Edgar Reitz (1932, Munich), al que ayer se le entregó la Cámara de la Berlinale, un premio que reconoce desde 1986 a aquellas personalidades o instituciones que han hecho una especial contribución al cine. Historia viva del arte cinematográfico a sus noventa y un años, Edgar Reitz fue uno de los 26 jóvenes cineastas que elaboraron en 1968 el Manifiesto de Oberhausen, en el que se revelaban contra el convencionalismo y la apatía de la industria cinematográfica alemana, bajo el lema: "El viejo cine ha muerto. Nosotros creemos en el nuevo". Y del que surgió el Nuevo Cine Alemán, integrado entre otros por Rainer Werner Fassbinder, Werner Herzog o Wim Wenders, teniendo como precedentes películas como Una muchacha sin historia (Alexander Kluge, 1966) o Mahlzeiten (Edgar Reitz, 1966-67). En medio de esta efervescencia cultural, ese mismo año el director tomó como guía una frase del filósofo e historiador de cine Béla Balázs (1884-1949, Hungría): "Mientras no se enseñe cine en la escuela, no tomaremos nota de la revolución más importante en la educación humana". Esta idea fue escrita en 1920, pero no sería aplicada hasta 1968 a través de un experimento pedagógico que encabezó Reitz, quien había fundado junto a Alexander Kluge (1932, Alemania) la primera Escuela de Cine de Ulm. La propuesta era que las experiencias didácticas de la formación profesional de jóvenes cineastas podían aplicarse a los estándares de una escuela primaria para alumnas de 13 años. De esta forma se convirtió un aula en una especie de estudio de cine durante tres meses, que culminaría con la realización de 26 cortometrajes escritos y dirigidos por las alumnas, y un documental que registró la experiencia, Filmstunde (Edgar Reitz, 1968), emitido en horario de máxima audiencia en la Radiodifusión Bávara en 1969. 

Cuenta Edgar Reitz que una noche saliendo de un concierto poco antes del estallido de la pandemia del Covid, una señora de 70 años se le acercó y se presentó como una de aquellas alumnas que asistieron a las clases de cine. Sorprendentemente, muchas habían mantenido el contacto durante los más de cincuenta años que habían pasado y se seguían reuniendo periódicamente para hablar de cine, porque el ejercicio les había producido un impacto notable, especialmente respecto a la comprensión del visionado de las películas prestando atención al lenguaje y la estética. El confinamiento impidió una reunión entre el antiguo profesor y las alumnas, que finalmentes se produjo en 2023, y ha sido documentado en la película Filmstunde_23 (Subject: Filmmaking) (Jörg Adolph, Edgar Reitz, 2024), una auténtica lección de amor al cine. Pero también es una propuesta que suena a despedida, una extensión de su autobiografía Filmzeit, Lebenszeit (2022) con la que cierra un ciclo temporal en el que ha venido reflexionando sobre el cine y la memoria, especialmente en su obra más conocida, la trilogía sobre la historia de Alemania Heimat (Edgar Reitz, 1984, 1992, 2004) y su precuela Heimat. La otra tierra (2013). La película mezcla las imágenes del documental original con el reencuentro al cabo de 55 años, lo que da pie a reflexiones sobre el tiempo: "La persona de entonces resuena a través de un nuevo cuerpo o del físico cambiado por el paso de los años", dice Edgar Reitz. 

Subject: Filmmaking está dirigida por Jörg Adolph (1967, Alemania), que había realizado anteriormente el documental Making of Heimat (Anja Pohl, Jörg Adolph, 2013) entrevistando a su director, y se revela como una mirada nostálgica hacia esa revolución cinematográfica que se produjo en Alemania, y que se reflejaba también en la introducción de un nuevo mundo a estas alumnas que tenían la posibilidad de contar sus propias historias con una cámara de Super 8, un elemento que estaba al alcance de pocos. El visionado de los cortometrajes que realizaron, comentados ahora por la impresión que produce en algunas de ellas con el paso del tiempo, refleja una especial sensibilidad y habilidad para mostrar escenas de la vida cotidiana en un mercado o recrear ficciones con sus propias familias. Edgar Reitz comenta que uno de los cortometrajes realizados por las alumnas inspiraron al director experimental Hellmuth Costard su película Fußball wie noch nie (1975), los noventa minutos de un partido de fútbol en los que la cámara solo seguía al jugador norirlandés George Best, abundando en su propia teoría de que la pelota no es lo más interesante de un partido, sino el comportamiento los jugadores. De alguna manera, la película refleja aquella idea que impulsó la realización del experimento: el carácter educativo del cine como un medio fundamental para el aprendizaje.

© Marek Septimus Wieser

Afterwar

Birgitte Stærmose

Dinamarca, Kosovo, Suecia, Finlandia 2024 | Panorama | ★★★☆☆

Las primeras imágenes muestran la destrucción provocada por la guerra en Kosovo durante 1999, a punto de terminar dejando atrás una atmósfera de desolación y miles de desplazados. Diez años después del final de un conflicto que fue uno de los capítulos más oscuros de una Europa que no esperaba vivir de nuevo el horror de la guerra dentro su territorio, la directora Birgitte Stærmose (1963, Dinamarca) convirtió en protagonistas de su cortometraje Out of love (Ønskebørn) (2009) a cuatro niños y adolescentes que vendían tabaco por las calles de Pristina, y que contaban sus historias ante la cámara, aunque los relatos se mezclaron con elementos de ficción como una forma de proteger a los jóvenes, a veces envueltos en historias personales de relaciones conflictivas con sus padres. De manera que el cortometraje utilizaba los recursos cinematográficos de la ficción para adentrarse en descripciones que construían la realidad. Parte de las imágenes que la directora rodó para ese cortometraje que ganó el Oso de Cristal en la sección Generation Kplus del Festival de Berlín 2010 se utilizan en el tejido narrativo de Afterwar (Birgitte Stærmose, 2024), que es una continuación de esas historias mostrando ahora a los mismos protagonistas a lo largo de varias etapas de su vida. La carrera de la directora danesa se ha desarrollado en buena parte en Gran Bretaña, dirigiendo episodios de series como La princesa de España (MGM, 2019) o Industry (HBO Max, 2020-). En 2017 regresó a Kosovo con la idea de una secuela del cortometraje, y posteriormente entre 2018 y 2023 desarrolló un trabajo de colaboración con los jóvenes ya adultos en el que los protagonistas han decidido qué querían contar, utilizando de nuevo la ficción para envolver sus propias realidades. 

El más expresivo de todos es Gëzim Kelendi (34), cuya historia personal se ha ficcionado para evitar mostrarla, utilizando un actor para interpretar a su padre, con el que ha mantenido una relación difícil. Cuenta que en una ocasión se escondió debajo de una vaca para sobrevivir, y cuando protagonizó el cortometraje vendía retratos de turistas a los que fotografiaba con una cámara Polaroid. Trabajando a veces en el extranjero, ha formado su propia familia con dos hijos y canta canciones rap que escribe él mismo. Xheva (31) tuvo que sobrevivir con su familia en una casa abandonada, pero en el presente sabemos que llegó a participar como futbolista en el equipo femenino nacional y que trabaja en Alemania, desde donde mantiene a su familia. La vida de Besnik Hyseni (26) ha cambiado poco y se dedica a vender cacahuetes en los bares, es poco hablador pero mantiene la expresión de tristeza en los ojos que tenía cuando era niño. Habla de la permanencia de la guerra como una especie de plaga que se impregna en las personas: "La gente que vive en paz piensa en la guerra como algo momentáneo. Algo que pasa. Pero están equivocados. La guerra nunca termina". Y Shpresim Azemi (31) ha formado también una familia con su esposa y dos hijos, pero parece interesado sobre todo en reflejar sus creencias religiosas y le vemos habitualmente durante la oración en una mezquita. 

Afterwar es una película híbrida que está más cerca del proceso testimonial que de la construcción documental, creada a partir de un guión transmitido por sus protagonistas, y rodeada de un tono de melancolía que a veces puede resultar demasiado desolador. Estructurada en tres partes: Pasado, Presente y Futuro, tiene la intención de reflejar la manera en que los niños que han vivido una guerra pueden sobrevivir, elevando la resiliencia de sus personajes hasta los niveles de valentía que han necesitado para seguir adelante. El futuro se expresa a través de los hijos y las intenciones de evitar los errores cometidos. "No quiero que mi esposa se acueste llorando todas las noches como hacía mi madre", dice Shpresim. Pero se transmite constantemente una cierta desesperanza que se refleja también en algunas escenas rodadas frente a un largo túnel del que no se vislumbra la salida, o situando a uno de los protagonistas en medio de una discoteca en la que la vida pasa a su alrededor como si nada hubiera ocurrido. Pero los efectos de la guerra permanecen en la personalidad de quienes la han experimentado en toda su terrorífica forma. 

Diaries from Lebanon

Myriam El Hajj

Líbano, Francia, Qatar, Arabia Saudí 2024 | Panorama | ★★★☆☆


Hay también una mirada cargada de pesimismo en las películas que abordan la realidad del Líbano a lo largo de los últimos años, y que hemos visto reflejada en documentales como Kashkash (Lea Najjar, 2022), ganador del premio principal de Next:Wave en CPH:DOX 2022. Lo que nos han enseñado estas películas es el relato de un pueblo que ha querido evolucionar apoyándose en revoluciones populares que siempre han encontrado algún obstáculo, un país "en estado de shock constante a través de una generación que se siente defraudada", como comentábamos en nuestra crítica de Anxious in Beirut (Zakaria Jaber, 2023), que logró el premio al Mejor Documental en el Festival de Shanghai 2023. La misma sensación acaba dejando Diaries from Lebanon (Myriam El Hajj, 2024), que comenzó a rodarse en 2018 cuando la directora afirma que sintió un aliento de esperanza y de cambio, representado por una de las protagonistas, Joumana Haddad, una escritora, poeta y activista feminista que decidió presentarse a las elecciones, consiguiendo un escaño por la circunscripción de Beirut. Pero cuando al día siguiente los resultados finales la dejaron sospechosamente fuera del Parlamento, quedó patente que el sistema electoral libanés mantenía la constante dinámica de fraude y corrupción que se había perpetuado a lo largo de los años. 2019 fue otro momento que despertaba la esperanza cuando las calles se llenaron de miles de manifestantes, al calor de la Primavera Árabe, exigiendo un cambio de gobierno, y entre quienes lideraban las protestas se encontraba la joven Perla Joe Maalouli. Pero esta revolución sin líderes concretos es condenada por Georges Moufarej, un veterano luchador de la Guerra Civil Libanesa (1975-1990) donde perdió su pierna y que establece una conexión con el primer documental de la directora, A time to rest (Myriam El Hajj, 2024), que se centraba en algunos veteranos que guardaban todavía la memoria y la nostalgia de las milicias. 

Los tres personajes proporcionan diferentes visiones del país, pero todos se convierten en supervivientes cuando sus particulares revoluciones se ven amenazadas por acontecimientos globales como la pandemia del coronavirus en 2020, que supuso un golpe decisivo a unas protestas que por entonces ya comenzaban a perder fuerza ante la inmovilidad del gobierno. Y en medio de la lucha que se convierte ahora en personal, se produce la explosión del puerto de Beirut en agosto de 2020 que se convirtió en una especie de armagedón destructor que acabó con la vida de 218 personas, pero sobre todo convirtió la ciudad en un zona que parecía haber sido atacada, con edificios brutalmente afectados por la onda expansiva, ruinas en las zonas más cercanas y la sensación de inseguridad que se expandió entre los habitantes de la ciudad. De nuevo la corrupción ha sembrado de dudas la investigación oficial, para la que todavía en 2023 Amnistía Internacional seguía exigiendo que la liderase un órgano independiente de la ONU. La directora confiesa que los acontecimientos que se iban sucediendo y que afectaban a sus protagonistas de diferentes formas la llevaron a seguir grabando, pero sobre todo a plantearse la pregunta de: "¿Qué hay que hacer para cambiar un país?". Ella misma se coloca en un segundo plano ofreciendo reflexiones en off durante la película que aportan ese concepto de diario personal.

En todo caso, sería limitado hablar de la película como una historia de desesperanza. Por el contrario, ofrece una visión de resistencia a través de sus protagonistas, y el montaje de la chilena Anita Pérez estructura este relato fragmentado de una manera que unifica a los tres personajes con un objetivo común de introducir un cambio en la sociedad libanesa y en sus representantes políticos. La visión de Georges, que acude todas las semanas a arreglarse la barba en la peluquería de su barrio, sigue siendo la de una revolución mediante las armas; la de Joumana es una revolución política; mientras que la de Perla es una revolución popular. De alguna manera, las tres formas confluyen en un deseo común, aunque la película tiene un final abierto en el que Perla canta una canción popular en la azotea mientras un grupo de personas la esperan en la puerta de su casa acusándola de comunista. 

Cu Lí never cries

Phạm Ngọc Lân

Vietnam, Singapur, Francia, Filipinas, Noruega 2024 | Panorama | ★★★★☆

Premio GWFF Mejor Primera Película


En algún momento del desarrollo de esta película, el planteamiento inicial era el de mostrar al personaje principal, Mrs. Nguyện (Minh Châu), una jubilada que había formado parte de la emigración a Alemania Oriental que se había producido desde Vietnam en los años noventa, regresando a Berlín para recoger las cenizas de su marido alemán, a quien no había visto en veinte años, y del que solo ha heredado la urna crematoria con sus cenizas y su mascota, un loris perezoso pigmeo (Cu Lí en Vietnam), para llevarlos de regreso a su país. Pero Cu Lí never cries (Phạm Ngọc Lân, 2024) comienza directamente con Mrs. Nguyện regresando a Hanoi, lo que de alguna forma termina enfocando la historia mucho más en torno a un país que se convierte, a través de la relación entre el pasado y el presente, en una representación de los cambios que ha sufrido desde su carácter orgullosamente comunista hasta un ejemplo de la economía de mercado orientada al socialismo. El director Phạm Ngọc Lân (1986, Vietnam) ha comentado que su primer contacto con la actriz Minh Châu, que ha protagonizado sus anteriores cortometrajes también, se produjo cuando solo tenía once años y vio la película The eleventh child (Dai Sijie, 1998): "A esa edad no entendí la historia, pero me impresionó el rostro de una actriz cuyos ojos eran profundos, redondos y, a veces, humedecidos por las lágrimas. Esa actriz, no lo supe hasta 15 años después, era Minh Châu". La anécdota también refleja en cierto sentido lo que su debut en el largometraje pretende transmitir respecto a las relaciones intergeneracionales. 

Cuando la protagonista regresa a Hanoi, encuentra a su sobrina Vân (Hà Phương) en medio de unos frenéticos preparativos de boda con su prometido Quang (Xuân An), del que está secretamente embarazada, lo que oculta a su tía. Las reflexiones de la protagonista que escuchamos en off hacen constantes referencias al pasado: "La gente prefiere el presente más que el pasado. Porque el presente crea recuerdos, a veces tan fugaces". Pero lo que destaca en esta peculiar visión en blanco y negro sobre la perseverancia en mantener los recuerdos no es tanto su narrativa argumental como la creación de una atmósfera que establece una mirada poética que acaba capturando la atención, aun cuando algunas de las simbologías o contextos políticos puedan quedar más difusos para un espectador occidental. El trayecto que la protagonista hace hasta la planta hidroeléctrica en la que quiere esparcir las cenizas de su marido, pagando a un joven camarero (Hoàng Hà) para que se haga pasar por su hijo ante un antiguo amigo de juventud (Quốc Tuấn ), es un particular viaje al pasado que está representado por la corriente del río como una metáfora del flujo del tiempo. Allí, Mrs. Nguyện recuerda las palabras del líder Hồ Chí Minh cuando se refería a la necesidad de "convertir al agua enemiga en aliada, domando al Río Negro", el que atraviesa Vietnam hasta China.  

La perspectiva de las nuevas generaciones respecto al pasado de sus familiares de segunda generación, los que protagonizaron la emigración en los noventa, se envuelve de una atmósfera nebulosa: "Es el tipo de historias sobre las que podemos leer o que nos las cuentan, pero no es algo que podamos entender por completo", comenta Phạm Ngọc Lân en las notas de prensa. Pero al colocarse en la perspectiva de Mrs. Nguyện consigue elaborar una narrativa poética que a veces se detiene en espacios concretos u ofrece una perspectiva amplia de la geografía de Vietnam, que refleja la transformación de un país. Y en la que la fauna que habita la jungla también tiene una importancia predominante, como la presencia constante de ese loris perezoso pigmeo que esconde, tras la mirada triste y asustadiza de sus grandes ojos, la capacidad venenosa de la toxina que contiene su saliva, que le permite defenderse de sus depredadores. La historia también está atravesada por la sonoridad de una popular canción vietnamita, "Thiên Thai" (paraíso) escrita en 1941 por Văn Cao, autor asimismo del Himno Nacional. Pero, aunque a veces tengamos la sensación de que faltan elementos de comprensión, Cu Lí never cries nunca es una película demasiado turbia en sus planteamientos, construyendo una absorbente atmósfera que habla del pasado como una forma de entender el presente. 

Quell'estate con Irène (My summer with Irène)

Carlo Sironi

Italia, Francia 2024 | Generation Kplus | ★★★☆☆


Comenta el director Carlo Sironi (1983, Italia) que las primeras imágenes de su segunda película le llegaron escuchando la canción "To wish impossible things", que The Cure incluyó en su album Wish (1992, Fiction Records), y que habla de un momento pasado "cuando el sol llenaba el cielo", una experiencia compartida que provoca deseos imposibles, frente a un presente gris en el que todos los deseos se han esfumado. A partir de esa idea, el director de Sole (2019), que ganó la Linterna Mágica en la Mostra de Venecia 2019 y el premio a Mejor Película en el Festival de Gijón 2020, construye una historia de amistad que se sitúa en el año 1997, y que comienza en una especie de campamento de verano para jóvenes que están en tratamiento o recuperándose del cáncer. Allí se conocen Clara (Maria Camilla Brandenburg) e Irène (Noée Abita), dos chicas de diecisiete años en plena efervescencia femenina a las que les une su afición a la poesía, pero que sobrellevan la carga de una enfermedad que constriñe la despreocupación por el futuro que suele caracterizar a la adolescencia. Clara, que adquiere el punto de vista principal de la película, tiene un carácter solitario y retraído que se siente inmediatamente fascinado por la sed de aventuras que tiene Irène, quien le sugiere una escapada a una pequeña isla de Sicilia. Estas dos nuevas amigas que tienen caracteres tan diferentes conectan inmediatamente en una relación que a veces se sugiere que podría ser algo más para una de ellas, pero que Carlo Sironi y su co-guionista Silvana Tamma dejan en una vaguedad indefinida. 

Precisamente esta indefinición es uno de los problemas de una película que se recrea en la contemplación de esta amistad que muchas veces es silenciosa, con una notable fotografía de Gergely Pohárnok que captura esa tonalidad de un verano pasado con planos abiertos, reflejados casi como postales antiguas. Lo que está subrayado por las grabaciones que realiza Clara con una cámara VHS que ha encontrado en una casa abandonada.  Pero la película transmite una sensación demasiado superflua, carente de argumento, en la que se siente poca profundidad en la descripción psicológica de unos personajes que tampoco son especialmente comunicativos. Incluso aunque Clara es la protagonista principal, hay una mayor expresividad en la descripción de Irène, quien tiene aspiraciones de libertad aventuras. Cuando encuentran un grupo de chicos, esta última se refiere a ellos con cierto desprecio, pero Clara inicia un breve romance de verano que le permite adquirir una cierta esperanza de un futuro que la enfermedad mantiene en un paréntesis. A lo largo de la película Quell'estate con Irène (Carlo Sironi, 2024) se define la fuerza de la amistad y se describe con sutileza la permanencia de unas imágenes que, sea el destino que tengan sus protagonistas, parece que quedaran como un recuerdo imborrable. Pero aunque evita los clichés del coming-of-age y de las historias de autodescubrimiento adolescentes, la mirada que transmite acaba resultando demasiado contemplativa y artificial. 

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Películas mencionadas: 

Heimat. La otra tierra y Sole se pueden ver en Filmin.

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