Deliver us from evil es una historia de terror, que da mucho más pavor al saber que los protagonistas son reales y que el dolor inflingido es real.
La apariencia del padre O’Grady es amable. Su ligero acento irlandés y su especial sosiego mientras habla lo perfilan como alguien cercano, apacible, capaz de despertar confianza en cualquier persona, pero principalmente en quienes han sido educados con los preceptos del respeto a una institución eclesiástica que debe ser su guía espiritual. Esto lo reflejan algunas de las víctimas del padre O’Grady; sintieron confianza, le abrieron las puertas de sus casas, le acogieron como uno más de la familia.
Quizás es difícil ver esta buena predisposición en nuestro país, y quizás pequeñas poblaciones fervientemente católicas de los Estados Unidos sean un buen caldo de cultivo para estos lobos con piel de cordero.
Pero los primeros minutos del documental Deliver us from evil (Líbranos del mal), aún conociendo los actos delictivos de su protagonista, le hacen parecer como una persona arrepentida de sus “equivocaciones”, como él mismo define a los continuos abusos sexuales que profirió a niños, niñas y hasta madres durante más de una década. Poco a poco, los recuerdos dolorosos de las víctimas dibujan a un padre O’Grady con trazos cada vez más siniestros. Y este irlandés de apariencia amable, de especial sosiego al hablar, se va convirtiendo conforme avanza la película en un monstruo capaz de abusar de decenas de niños, algunos de los cuales sólo tenían meses de edad. Alguien violento, maquiavélico, que utilizaba siempre la misma táctica para acercarse, primero a los padres, y después a sus hijos (sus premeditadas víctimas).
Deliver us from evil es un documental nominado al Oscar y dirigido por Amy Berg, que utiliza su experiencia como productora en la CNN para conseguir algunos testimonios increíbles, grabaciones de los interrogatorios durante el juicio contra el pederasta católico y, sobre todo, las propias declaraciones del pedófilo, al que fue difícil de convencer para ser entrevistado, según nos cuentan. La labor de Amy Berg, sin embargo, no está exenta de polémica. Se dice que citó a O’Grady junto a un colegio sin que éste lo supiera para poder entrevistarlo con niños pasando por delante de él. Y se ha condenado la falta de ética para conseguir esta imagen, eso sí, poderosa y que produce escalofríos.
Porque estamos ante una auténtica película de terror, mucho más terrorífica al saber que sus protagonistas son reales y que el dolor inflingido es real. Y emocionante precisamente cuando una de las familias que había depositado su confianza en el párroco, confiesan su pavor cuando descubrieron que su hija había sufrido abusos desde los 5 hasta los 12 años. Pero no menos escalofriante es el nefasto papel que la iglesia católica norteamericana (y por extensión el propio Vaticano, cuando el ahora Papa Ratzinger ostentaba una posición directamente relacionada con la ética cristiana) jugó en el desarrollo de las constantes denuncias que los padres presentaban contra el cura.
Deliver us from evil te deja sentimientos de rabia frente a la impunidad de los acosadores (a su vez, víctimas de abusos sexuales en su niñez) y el menosprecio de la institución eclesiástica hacia las víctimas, pagando el silencio con planes de pensiones. Uno de los entrevistados compara la actuación de la iglesia norteamericana con las formas de actuar de la Cosa Nostra. El documental no deja dudas al respecto.
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