Nuestra última crónica de Fantasia Festival está dedicada a algunas de las películas que se estrenaron durante el pasado fin de semana, para el que los organizadores suelen reservar algunos de los títulos más comerciales o independientes. Ayer también se dieron a conocer los Premios del Público, que son numerosos en diferentes categorías, así que vamos a resumir los más destacados: el Premio del Público a la Mejor Película Internacional fue para la francesa Flush (Grégory Morin, 2025) y el de Mejor Película Asiática para la producción de Kirguistán Burning (Radik Eshimov, 2024), ambas las comentamos en esta misma crónica. El de Mejor Película de Animación se otorgó a la producción canadiense La mort n'existe pas (Félix Dufour-Laperrière, 2025), con premio de plata para la mexicana Soy Frankelda (Arturo Ambriz, Roy Ambriz, 2025), que también ha conseguido el Premio L'Écran Fantastique, de manera que se va de Fantasia Festival con dos premios del público y una mención especial del jurado. Por último, el de Mejor Película Canadiense fue para The undertone (Ian Tuason, 2025), con segundo premio para Foreigner (Ava Maria Safai, 2025). La nota de prensa de Fantasia Festival destaca que se han batido récords en la venta de entradas, con numerosas proyecciones agotadas en una programación de casi 120 largometrajes, de los que en nuestras crónicas hemos comentado unos cincuenta, alcanzando también un récord en cineastas y prensa acreditada, procedente de 49 países. A partir de los próximos días estaremos en otra muestra destacada, el Festival de Locarno, que se inaugura hoy día 6 y ofrecerá una cita con el cine hasta el próximo 16 de agosto, y del que también ofreceremos críticas y reseñas de parte de su programación.
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Holy Night: Demon huntersLim Dae-heeCorea del Sur 2025 | Selección Oficial | ★★☆☆☆ |
Uno de los platos fuertes reservados por Fantasia Festival para su último día fue el estreno de esta producción coreana que logró un notable éxito de taquilla en su país el pasado mes de abril, gracias a una mezcla de géneros que suele funcionar bien, entre el terror y el cine de acción. La historia está escrita y protagonizada por la estrella del cine coreano Ma Dong-seok, conocido como Don Lee en Estados Unidos por su participación en Train to Busan (Yeon Sang-ho, 2016) y sobre todo por la trilogía de películas de acción que comenzó con Fuerza bruta (Lee Sang-yong, 2022), mientras está a punto de estrenar este mismo mes la miniserie Twelve (Disney+, 2025), que tiene algunos puntos en común con esta película, porque también se trata de combatir a las fuerzas demoníacas a base de puñetazos. En el caso de Holy Night: Demon hunters (Lin Dae-hee, 2025), el guión nos introduce casi sin presentación a los componentes de Holy Night, un grupo de cazadores de demonios que tienen superpoderes: su líder es el luchador Ba Woo (Ma Dong-seok) que está dotado de una fuerza sobrehumana que es capaz de enviar a un diablo a los infiernos de un solo puñetazo, pero está atormentado por una trágica misión del pasado. Sharon (Seohyun) es una exorcista que establece cierto núcleo espiritual en el equipo frente a la fuerza bruta de su compañero, y se ha especializado en sacar a los demonios del interior de las almas poseídas. Finalmente, Kim Gun (Lee Da-wit) es un joven genio tecnológico y documentalista que no posee poderes sobrenaturales, y de hecho no tiene más función en la película que grabar constantemente las acciones de sus dos compañeros y ofrecer cierto toque de humor, escasa aportación que conforme se desarrolla la historia adquiere menos relevancia. Estos desequilibrios lastran buena parte de la efectividad de la narrativa, que tampoco aporta demasiada originalidad con su mezcla de acción más o menos elaborada y thriller sobrenatural. Hay momentos logrados de terror y una atmósfera inquietante creada en un Seúl actual del que se ha apoderado una ola de fenómenos inexplicables, asesinatos rituales, posesiones e histeria colectiva. El origen de este caos es una oscura secta conocida como la Misa Negra, una organización secreta que pretende invocar a un antiguo demonio llamado Asmodeo. Basada en un popular webtoon de Jeong Han-gil, uno de los problemas de la película es no explicar a los personajes desde el principio, presentando sus superpoderes directamente, aunque alguna escena de flashback trata de elaborar las necesarias historias de fondo, pero con escaso desarrollo. En cierta manera, los títulos de crédito iniciales sirven para establecer las características de cada personaje y sus habilidades, pero aunque esta decisión previene de una introducción demasiado larga, también provoca que la historia pierda intensidad dramática.
En realidad, ese caos que se presenta al comienzo en la ciudad de Seúl tampoco está demasiado elaborado en la película, que ocupa buena parte de su metraje en un solo exorcismo. La neuropsiquiatra Jung-won (Gyeong Su-jin) decide contratar al grupo para exorcizar a su hermana Eun-seo (Jung Ji-so), que parece estar poseída por un espíritu, lo que acaba resultando repetitivo y poco apasionante. Mientras la exorcista Sharon, interpretada por Seohyun, miembro del grupo K-pop Girls Generation, trata de invocar al demonio para expulsarlo del cuerpo de la joven, otros seres sobrenaturales aparecen de las tinieblas para que Ma Dong-seok despliegue su habitual festival de guantazos, pero Holy Night: Demon hunters siempre se queda a medio camino entre una película de acción de espectacularidad mediocre y una historia de posesiones que se alarga en conversaciones en lenguas extrañas entre Sharon y el espíritu que posee a Eun-seo. A lo largo del desarrollo, se revelan aspectos de la historia de Ba Woo y Sharon, pero hay una sensación constante, y amplificada en el desenlace, de que la película tiene una función de presentación de una historia más grande, una primera parte de una narración que se desarrollará realmente en otras películas. Ésta ofrece algo de lo que se espera de ella, pero incluso la fuerza bruta y el sentido del humor que suele desplegar el actor Ma Dong-seok parece demasiado desaprovechada, sobre todo porque tiene poco que hacer en las largas secuencias de exorcismo, más que sujetar a la joven poseída. El director debutante Lim Dae-hee construye una atmósfera adecuadamente siniestra en estas secuencias, que se desplazan entre el mundo real y el inframundo, pero incluso la iconografía ritual que rodea a los personajes acaba cayendo en la consabida mezcla de elementos cristianos que tantas veces utiliza este tipo de thrillers sobrenaturales. Holy Night: Demon hunters queda finalmente como una mezcla desequilibrada, que no sabe si quiere satisfacer a los seguidores de Ma Dong-seok o quiere homenajear a El exorcista (William Friedkin, 1973), pero que acaba resultando, en cualquier caso, muy insatisfactoria.
Desde que fundaron Troma Entertainment en 1974, Michael Herz (1949, Nueva York) y Lloyd Kaufman (1945, Nueva York) se empeñaron en producir las películas más baratas posibles con la mayor libertad, y así surgió una iniciativa que consiguió éxitos muy notables como El vengador tóxico (Michael Herz, Lloyd Kaufman, 1984), manteniendo una línea de trabajo permanente de la que Trey Parker, uno de los creadores de South Park (Comedy Central, 1997-) que comenzó su carrera en esta productora, llegó a decir que "nadie sabe hacer películas que no generen dinero mejor que el tío Lloyd". El homenaje que le ha dedicado Fantasia Festival a Lloyd Kaufman, entregándole el Premio Maverick a toda una carrera, se enmarca dentro de una cierta recuperación de la marca Troma, con el estreno del remake de The Toxic Avenger (Macon Blair, 2023), que finalmente ha conseguido tener una distribución internacional para el próximo mes septiembre, coincidiendo también con la última película que está producida por Troma, Mr. Melvin (Lloyd Kaufman, Michael Herz, 2025) y el documental Occupy Cannes (Lily Hayes Kaufman, 2025). Pero que las imágenes de éste fueran rodadas en el Festival de Cannes de 2013, cuando se presentaron películas como A propósito de Llewyn Davis (Joel Coen, 2013) y que el remake se estrene dos años después de haberse realizado son claros reflejos de los tiempos en los que se mueve una productora tan independiente como Troma. De hecho, el documental refleja que éste sigue siendo un negocio principalmente familiar, apoyado por voluntarios sin sueldo y con una estrategia de marketing francamente discutible. Pero esa ha sido su seña de identidad. El propio Lloyd Kaufman, al que parece que confunden habitualmente con Mel Brooks cuando le piden autógrafos, juega siempre con la imagen del productor independiente incomprendido, que ha dado su primera oportunidad a directores como James Gunn pero que nunca consigue que sus producciones sean rentables, lo que para él es una muestra de que está haciendo verdadero arte. En el caso de Occupy Cannes, dirigido por una de las hijas de Lloyd Kaufman, se trata de una grabación realizada durante la celebración del conocido festival de cine en los años 2013 y 2017, cuando Troma estaba promocionando su película Mutantes, el regreso. Volumen 1 (Lloyd Kaufman, 2013), una secuela de otras tres películas que a su vez dio lugar a otras secuelas. Con el stand más barato del Marché du Film, el equipo de voluntarios procedentes de diferentes países como Japón o España (que parecen claramente explotados), convive en un solo apartamento alquilado por la productora para organizar y llevar a cabo una serie de acciones de marketing que consisten en desfilar con maquillaje, vomitar moco verde cerca de la alfombra roja y enseñar el pene a la entrada de una fiesta. Incluso el encargado de marketing de la productora pone en duda que este tipo de manifestaciones públicas sirva realmente para conseguir compradores.
Pero en cierto modo, las acciones de los componentes de Troma dentro de un entorno tan lujoso y estirado como el Festival de Cannes, donde ni siquiera permiten a Lloyd Kaufman pasar por la alfombra roja porque lleva un traje demasiado colorido, es una forma de reivindicar su carácter independiente en una industria del cine tan superficial como la que cada año se representa en el festival francés. Uno de los trabajadores de la pequeña sala del Marché du Film en la que se proyecta el estreno mundial de Mutantes, el regreso. Volumen 1, le dice a la cámara que prefiere este tipo de manifestaciones histriónicas y divertidas que las aburridas películas francesas. También es cierto que Lloyd Kaufman parece disfrutar con esa imagen que transmite en una oficina de producción sepultada entre cajas y copias de películas o un apartamento en Cannes ocupado por colchones en el suelo para su equipo. Es algo así como el amigo que está deseando que le inviten a una fiesta para, cuando ya está dentro, comenzar a criticarlo todo. Incluso cuando su esposa Patricia Kaufman consigue que Joel Coen se acerque a la cámara, a ésta se le acaba la batería. Podría pensarse que este tipo de inconvenientes forman parte de la imagen de cutrerío que quiere transmitir la productora, pero sea cierto o no que acuden a la grabación de una fiesta sin las baterías cargadas, juega a favor de su espíritu de guerrilla. Lástima que Lily Hayes Kaufman, que apareció como actriz en Mutantes en la Universidad 2 (Eric Louzil, 1991) cuando era adolescente, se limite a documentar los problemas que tienen para organizar los desfiles, los encuentros con la policía francesa que no les permite desplegar pancartas en la calle o las caras de los transeúntes e invitados del festival de Cannes que parecen contagiados del esnobismo de la muestra. Pero se queda en la superficie sin indagar demasiado en el corazón de la productora. Hay alguna reunión del equipo sobre si tienen sentido este tipo de acciones y alguna consecuencia violenta de su carácter provocativo, cuando el comediante Zac Amico recibe un puñetazo después de enseñar su pene pintado de verde en la entrada de una fiesta. También hay pequeños espacios para homenajear a algunos de los que apoyaron a la productora, como el director Roger Corman, fallecido en 2024, que está acreditado como productor ejecutivo de la película junto a su esposa Julie Corman, o el crítico de cine Roger Ebert, que murió en 2013 y al que tratan de rendir tributo en su pizzería favorita de Cannes, así como al director y productor de Troma, Doug Sakmann, que murió en 2024 a los 43 años. Aunque los créditos finales tratan de demostrar que la familia Kaufman también forma parte de la industria del cine tradicional, trabajando en diferentes cometidos, desde la dirección de fotografía hasta la gestión de oficinas de rodaje, da la impresión de que Occupy Cannes pierde la oportunidad de profundizar más en la verdadera independencia de la productora, al margen de sus manifestaciones provocativas.
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Angel's eggMamoru OshiiJapón 1985 | Fantasia Retro | ★★★★★Cannes '25: Cannes ClassicsSitges '25: Clásicos |
Uno de los acontecimientos de este año dentro del género fantástico es la restauración en 4K de un anime que ha ido adquiriendo con el paso del tiempo una condición de película de culto, incluso más disfrutable desde la perspectiva actual. Se cumple el 40 aniversario del estreno de Angel's egg (Mamoru Oshii, 1985), y festivales como Cannes, Fantasia y próximamente Sitges han programado esta versión restaurada que puede ser para muchos espectadores el descubrimiento de una gran obra cinematográfica. Mamoru Oshii (1951, Japón), que más tarde dirigió títulos como Patlabor: La película (1989) y Ghost in the Shell (1995), escribió junto al artista Yoshitaka Amano (1952, Japón) una historia de corte existencialista sobre una niña (Mako Hyôdô) que cuida constantemente un huevo del que no conocemos su origen, aunque ella cree que en su interior hay un ángel esperando nacer. El cometido de ella es el de mantenerse siempre vigilante, como una guardiana del huevo, hasta que en ese entorno apocalíptico aterriza un grupo de guerreros y uno de ellos, un adolescente (Jinpachi Nezu), comienza a hablar con la niña ganándose su confianza, pero con la intención secreta de saber qué hay dentro de ese huevo que es guardado con tanto celo. Mientras tanto, los otros guerreros persiguen y tratan de matar a criaturas voladoras que se manifiestan en forma de sombras a las que no pueden atrapar. En realidad, a lo largo de Angel's egg no ocurren muchos acontecimientos y prácticamente no hay diálogos, pero la película está dotada de un espíritu surrealista que es singularmente poético, sobre todo vista en la actualidad, donde el cine de animación generalmente transcurre por narrativas tradicionales y demasiado simples. Aunque sus responsables nunca han explicado el significado de sus imágenes, se desprende un simbolismo que recoge iconografías religiosas y alegorías que componen una historia absorbente a pesar de su carácter críptico. Da la impresión de que la historia transcurre en un entorno de sueño, dentro de un planeta postapocalíptico en el que quedan solo sombras de lo que fue, con grandes construcciones art noveau que han perdido sus formas. El ritmo lento y contemplativo no es un obstáculo, sino que contribuye a elaborar una obra cinematográfica que tiene un claro carácter espiritual. Incluso hay escenas tan alargadas como un momento decisivo durante la noche en el que una decisión muy importante de uno de los protagonistas es precedida por un plano fijo de tres minutos en el que apenas nada se mueve, hasta que se apaga el fuego de una hoguera. Y subraya este tono espiritual y simbólico la espléndida banda sonora de Yoshihiro Kanno (1953, Japón), un compositor de música autónoma que apenas ha realizado incursiones en el mundo del cine, y que elabora prácticamente una obra de concierto para piano y coros absolutamente hipnótica, reeditada el pasado mes de mayo.
Angel's egg no obtuvo muy buenas críticas cuando se estrenó en 1985, y en Estados Unidos llegaron a calificarla como una historia que no se entendía, pero la recuperación a lo largo de los años por parte de los aficionados al anime la ha ido colocando en el pedestal de las obras de culto casi desconocidas. De hecho, en su análisis ya no hay una intención de tratar de interpretar todos sus simbolismos, sino que es una película cuyo concepto visual, ritmo lánguido y música absorbente invita a iniciar un viaje más sensorial que explicativo. La historia es relativamente sencilla y fácil de comprender, pero el entorno y ese concepto de los ángeles que no pueden ser atrapados le confiere un carácter religioso al mismo tiempo que un tono surrealista. El huevo como representación de la vida, mientras que el adolescente y una niña parecen establecer una referencia a lo masculino y lo femenino que surgió con las figuras de Adán y Eva, subrayando el carácter cristiano de la propuesta realizada por un director que se ha manifestado como religioso, forman parte de las interpretaciones que pueden surgir de esta alegoría. Pero también se puede encontrar simbolismo en la confrontación entre la representación de la violencia (el arma del joven tiene forma de cruz) frente a la inocencia que representa la niña. Aparecen referencias a los universos creados por Andrei Tarkovsky, del que Mamoru Oshii se ha manifestado siempre como un gran admirador, especialmente en sus incursiones en la ciencia-ficción como Solaris (1972). El simbolismo de la última parte de la película, con un acto de destrucción que sin embargo provoca un renacimiento, establece un sentido alegórico que se manifiesta a través de una última imagen que adquiere la condición de un misterio profundo.
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FlushGrégory MorinFrancia 2025 | Selección Oficial | ★★★☆☆Fantasia '25: Premio del Público Mejor Película Internacional |
Después de cortometrajes que han pasado por festivales como Sitges, como Paris by night of the living dead (2009), el director francés Grégory Morin debuta con un largometraje que se une a la categoría de "terror en el baño" que han abordado títulos como el corto Stalled (Matt Black, 2022), Holy shit! (Lukas Rinker, 2022) o Glorious (Rebekah McKendry, 2022), que han elaborado sus historias sin salir de un baño público. En el caso de Flush (Grégory Morin, 2025), Premio del Público como Mejor Película Internacional (lo que demuestra su capacidad para entretener), la pesadilla que vive Luc Monnier (Jonathan Lambert) comienza cuando se encierra en un inodoro turco de un local francés para esnifar cocaína después de hablar con su ex-mujer Val (Élodie Navarre) para tratar de conseguir una reunión supervisada con su hija Zoe, cuyo contacto ha perdido precisamente debido a sus adicciones. El guión de David Neiss utiliza un paralelismo metafórico entre la situación vital en la que se encuentra Luc y lo atrapado que estará en pocos minutos cuando su pie se atasque en el agujero del inodoro, el mismo en el que el camello del bar, Dindon (Rémy Adriaens), ha escondido un paquete de cocaína. Cuando consigue desatascarse, éste le acusa de haber robado la droga escondida, y aunque éste lo niega repetidamente, en realidad Luc no ha podido resistirse a la tentación de meterse el paquete en el bolsillo. La llegada del dueño del club, Sam (Elliot Jenicot), un antiguo combatiente en la Guerra del Golfo, complica aún más la situación para él, sobre todo cuando suelta una rata entrenada para detectar droga. Las circunstancias le acaban atrapando de nuevo en el inodoro, pero esta vez de la forma en que se puede ver en la fotografía, una situación claustrofóbica y bastante repugnante de la que intentará librarse durante la próxima hora de película. Los acontecimientos que hemos visto en los primeros minutos parecen reflejar la situación en la que se ha encontrado Luc respecto a su familia, a través de una serie de decisiones erróneas que han ido creando una bola de consecuencias cada vez más complicadas, de las que no solo no puede salir sino en las que él mismo se hunde cada vez más. A partir de ahí, la función de la historia es tratar de ser entretenida y lo suficientemente ingeniosa para que la situación de tener la cabeza metida en el desagüe de un inodoro no acabe siendo repetitiva. En parte lo consigue, gracias a una planificación que ofrece todos los puntos de vista posibles, desde dentro del desagüe hasta fuera de él, una excelente fotografía de Mathieu De Montgrand, con el uso de colores rojos y verdes que puede recordar al cine de Gaspar Noé, y la aparición de algunos personajes que no quieren o no pueden ayudarle.
Pero Flush no puede evitar quedar también atrapada por su propio concepto, y se entrega a una repetitiva sucesión de situaciones cada vez más absurdas, con cierta tendencia al humor escatológico y el gore, mezclando fragmentos que parecen chistes fáciles, como el del gloryhole, con otros en los que se desarrolla algo más la historia de fondo del protagonista, cuando aparece Val, que parece trabajar en el mismo bar donde Luc está atrapado. La película se divierte con los intentos agónicos del protagonista por sacar su cabeza del inodoro, pero la interpretación de Jonathan Lambert le aporta un efecto conmovedor al personaje. Y algunas situaciones son ingeniosas y muy divertidas, como un intento de llamar a la policía o una lesión de laringe que provoca un efecto inesperado. No se puede negar que resulta entretenida y adecuadamente grotesca, si el espectador no tiene problemas en el humor escatológico, los ahogamientos en orina o la comedia negra sobre animales muertos, aunque tiene la virtud de ser menos salvaje de lo que podría haber sido. Pero al mismo tiempo Flush se siente bastante vacía, un divertimento que funciona en la superficie pero no parece tener demasiada profundidad en el desarrollo de su personaje. Es la historia de un hombre que se encuentra al límite por sus propias decisiones y adicciones: "¿Alguna vez has utilizado tu tarjeta de crédito para algo más que para esnifar?", le pregunta irónicamente Val. Pero de alguna forma hay también una redención a través del sufrimiento, un sacrificio que necesita llegar hasta el fondo, literalmente, para encontrar una salida. Siendo un personaje tan aparentemente mezquino desde el principio, también demuestra ser un padre preocupado por su hija, a pesar de las circunstancias. Y eso permite que lo que podría haber sido un protagonista que cayera en la simple caricatura, adquiera reflejos de humanidad.
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BurningRadik EshimovKirguistán 2024 | Selección Oficial | ★★★★☆Bishek Film Festival '25: Mejor GuiónFantasia '25: AQCC Award Mención Especial | Premio del Público Mejor Película Asiática |
Ambientándola en una pequeña comunidad de Kirguistán, y especialmente en el interior de una casa donde conviven tres miembros de una familia, el director kirguís Radik Eshimov utiliza el efecto Rashomon para ofrecer tres versiones de los mismos acontecimientos que desembocan en el incendio de la casa con la que comienza la película. Pero el guión escrito por Aizada Amangeldy y Dastan Madalbekov, que obtuvo un premio en el Festival Internacional de Cine de Bishkek, es lo suficientemente hábil como para que estos puntos de vista no sean exactamente los de cada uno de los habitantes de la casa, aunque puedan acercarse a sus posibles perspectivas, sino que se trata de las diferentes versiones que aportan algunos vecinos para explicar por qué se ha producido el incendio, todos convencidos de que ellos conocían mejor que nadie a la familia. De esta forma, la película Burning (Radik Eshimov, 2024) también aborda los juicios públicos que se elaboran a través de las opiniones y los rumores, y que posiblemente nunca llegarán a la verdad absoluta. Y aunque como espectadores podemos asumir que una de estas versiones es la real, porque hay algunos indicios claros en los otros puntos de vista, la película se mantiene en un término ambiguo que la hace más interesante, porque invita a la reflexión. Hay un trasfondo dramático por la pérdida de un hijo, lo que afecta de diferente manera a cada uno de los miembros de la familia, especialmente a la esposa Asel (Aysanat Edigeeva), a la que algunos vecinos piensan que ha afectado psicológicamente, envolviéndola en una desesperada búsqueda de respuestas a través de la magia negra. Su marido Marat (Ömürbek Izrailov) adopta a lo largo de las versiones que se desarrollan, casi como historias independientes, una posición de víctima o de antagonista, dependiendo del punto de vista, al igual que su madre (Kalicha Seydalieva), que ha llegado a la casa para ayudar a su nuera mientras se enfrenta al duelo. La película adopta diferentes tonos, desde una historia de brujería y magia negra, hasta una especie de relato de posesión demoníaca y finalmente un drama familiar que refleja algunas situaciones complejas de la sociedad de Kirguistán. Hay que recordar que, a pesar de su ilegalidad, se trata de un país en el que en las comunidades rurales sigue enraizada la tradición del rapto de novias, el secuestro de jóvenes adolescentes de sus casas para obligarlas a casarse, sin que sus familias hagan nada para evitarlo. Y estas diferentes tonalidades permiten que no se trate solo de tres puntos de vista, sino que éstos se abordan desde subgéneros diferentes dentro del terror.
Uno de los elementos interesantes es cómo la casa juega un papel dentro de la historia, como un espacio cerrado del que apenas salen los personajes, pequeño y claustrofóbico. Hay una sensación de opresión alrededor de Asel que en realidad la convierte en una víctima en cualquiera de las tres versiones, incluso cuando parece estar poseída. Y ese es un detalle importante en una historia en la que la posición de la mujer dentro de la familia refleja buena parte de la tradición sexista que permanece en las comunidades de Kirguistán. A veces Burning adquiere un tipo de terror que toma elementos de las películas de género de Indonesia, y en general están bien construidas las escenas en las que se producen momentos escalofriantes, teniendo en cuenta que su director viene de dirigir otro tipo de géneros, como un programa de comedia o una serie dramática, pero sin haber abordado ninguna incursión anterior en el género de terror. En esta estructura de tres puntos de vista, éstos no se equilibran en paralelo, y parece haber una intención clara de destacar uno sobre los otros dos como el verdadero, de manera que en cierta manera se pierde el efecto Rashomon, pero la película es lo suficientemente sólida en la descripción de los personajes que se siente más como un problema narrativo que como un defecto de estructura. Desde el punto de vista formal y de representación del género las tres versiones funcionan con la misma rotundidad, aprovechando el espacio claustrofóbico y utilizando las dinámicas familiares para hablar sobre una sociedad patriarcal y tradicionalmente religiosa en la que una madre que ha perdido a su hijo no puede permitirse caer en la depresión o el duelo, sin recibir la solidaridad de una generación de mujeres que aprendieron a callar y aguantar.
The Toxic Avenger se estrena en salas el 26 de septiembre.
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Películas mencionadas (disponibles en la fecha de publicación):
Train to Busan se puede ver en Acontra+ y Filmin.
Fuerza bruta se puede ver en Prime Video.
El exorcista se puede ver en Filmin y Movistar Plus+.
Holy shit! se puede ver en Filmin.
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