Hoy concluye el 29 Fantasia Festival con las últimas proyecciones y estrenos, de los que hablaremos en nuestra próxima crónica, después de dos semanas intensas de terror, fantasía, ciencia-ficción y animación, pero también de terrores cotidianos, como los que vamos a abordar en la lista de reseñas que ofrecemos a continuación. Se trata de películas que no se adentran directamente en el género fantástico en algunos casos, pero que abordan miedos que provienen de nuestra vida diaria, representados en la violencia, la injusticia, la discriminación o las obsesiones. Tras estas jornadas en las que hemos repasado una cincuentena de títulos de su programación, entre largometrajes, cortometrajes y series, la sensación generalizada es que esta edición de Fantasia Festival no ha ofrecido grandes títulos dentro del género, ni siquiera entre aquellas películas que han logrado premios, transmitiendo una especie de medianía en el género fantástico a pesar de su alta producción. Solo algunos títulos independientes han sido capaces de afrontar riesgos, pero aún así éste no parece ser un año de títulos destacables dentro del género, aunque se haya estrenado esta semana en las salas de cine la muy notable Devuélvemela (Danny Philippou, Michael Philippou, 2025). El próximo año Fantasia Festival cumple su trigésima edición, y los programadores tendrán que hacer un esfuerzo especial por conseguir títulos que estén a la altura de esta celebración.
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TogetherMichael ShanksAustralia, Estados Unidos 2025 | Selección Oficial | ★★★★☆Sundance '25: MidnightLocarno '25: Piazza Grande |
El miedo al compromiso es uno de los más cotidianos y se convierte en uno de los elementos principales de la película de terror de la que más se está hablando en los últimos días, que se estrenará en Europa en la Piazza Grande del Festival de Locarno, al que dedicaremos crónicas a partir de la próxima semana. Together (Michael Shanks, 2025) se presentó en el Festival de Sundance en sesión de medianoche y, tras el éxito obtenido, fue adquirida por la distribuidora Neon que la acaba de estrenar en Estados Unidos. A pesar de que la relación entre Tim (Dave Franco) y Millie (Alison Brie) es de larga duración, unos diez años, el momento en el que ella le pide matrimonio a él es un paso adelante tan transformador dentro de la pareja que Tim se queda prácticamente paralizado, sin saber qué responder. La manera en que las relaciones sentimentales cambian a las personas se aborda en este destacado debut del australiano Michael Shanks a través de una body horror que explora posibilidades tan grotescas como divertidas. La historia sitúa a los protagonistas en una encrucijada dentro de su relación, no solo por esa repentina pedida de mano de Millie, sino porque acaban de mudarse a una casa a las afueras de la ciudad (aunque rodada en Australia, la acción transcurre en un lugar indeterminado). Ella es profesora y él es músico, pero hay una cierta dependencia porque Tim no sabe conducir y la necesita para sus desplazamientos, una forma inteligente y sutil de establecer el tipo de relación que mantienen. Casualmente, el vecino de la pareja es Jamie (Damon Herriman), un profesor que trabaja en la misma escuela en la que comienza a impartir clases Millie, aunque vive solo después de haber perdido a su pareja. La existencia de una cueva cercana, en el bosque donde ha desaparecido recientemente otra pareja que estaba haciendo senderismo, y la presencia de algunos elementos inquietantes en la nueva casa establecen los ingredientes necesarios para construir una historia de terror que a veces resulta espeluznante y en otras ocasiones encuentra cierto balance en el sentido del humor. Pero lo importante en esta película es cómo afectan a la relación entre Tim y Millie, interpretados por los actores Dave Franco y Alison Brie que también son pareja en la vida real, y de qué manera los miedos psicológicos en torno al compromiso permanente se mezclan con los terrores que experimentan en el desarrollo de la historia. El director cita a La cosa (John Carpenter, 1982) como una de sus principales influencias, pero la película también introduce una cierta textura del J-Horror japonés, especialmente en una de las escenas más inquietantes.
Lo mejor que encontramos en Together es que Michael Shanks no la presenta como una muestra de terror elevado, aunque podría haberlo hecho, sino que utiliza la comedia negra para construir escenas que pueden ser tan terroríficas como divertidas, exponiendo ese tipo de miedos que a veces pueden surgir dentro de las relaciones de pareja. Pero hay que advertir que es una película más efectiva cuando va descubriendo sus perversidades, por lo que es recomendable no leer demasiado sobre ella (y huir como si te persiguiera el demonio de la crítica de Variety, que es un espóiler constante). El director y guionista expone en la primera parte los problemas de convivencia en una relación de larga duración, desde la inapetencia sexual hasta las discusiones por los pequeños detalles, que acaban formando parte de cierta cotidianidad: "No conozco la vida sin Tim. Así que quizás simplemente somos complacientes", dice Millie cuando muestra sus dudas sobre si la mudanza ha sido en realidad una forma de tratar de resolver superficialmente un problema más profundo. Pero de alguna manera como pareja siguen siendo dos polos que se atraen y que se necesitan mutuamente. Esta descripción de la relación se vuelve cada vez más grotesca, y en este sentido se pueden entender las comparaciones con La sustancia (Coralie Forget, 2024), pero el desarrollo de las escenas corporales está más enraizado en el género de terror de los años 80, y en especial recuerda sobre todo al cine de David Cronenberg. Together consigue un equilibrio notable entre el mundo real que describe en la primera parte y la incursión progresiva en lo sobrenatural, y ese es uno de los principales aciertos de una historia que retuerce la realidad para transformarla de la misma manera que se transforman los protagonistas. Incluso sabiendo mantenerse a una distancia prudencial del exceso, consiguiendo ser salvaje pero sin llegar a resultar demasiado sangrienta. Con algunas escenas que resuenan después del visionado, lo que ya es una virtud, la película habla de relaciones tan dependientes que a veces pueden llegar a ser absorbentes y contaminantes, el amor en un sentido de metamorfosis que difumina las individualidades. Pero además es una película muy divertida.
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The undertoneIan TuasonCanadá 2025 | Septentrion Shadows | ★★★★☆Fantasia '25: Premio del Público Mejor Película Canadiense |
La historia que presenta el debut como director del escritor Ian Tuason refleja la relación con la muerte a través de la protagonista Evy (Nina Kiri) que tiene que lidiar con la espera frente al cercano fallecimiento de su madre (Michèle Duquet), quien se encuentra en los últimos días de agonía de una enfermedad, una experiencia que el autor vivió en la vida real. A través de sus publicaciones autoeditadas en internet, Ian Tuason se ha consolidado como un escritor de misterio reconocido con más de dos millones de lectores y ganador del premio Watty 2016 por su primera novela, Everyone and no one (2016, Autoeditado). Pero en este caso aborda una historia más personal que se circunscribe a la casa de la madre de Evy, que es ayudada por una enfermera de cuidados paliativos, y por las noches graba un pódcast de fenómenos paranormales que presenta junto a su amigo Justin Manuel (Kris Holden-Ried), al que solo escuchamos a lo largo de la película. Porque The undertone (Ian Tuason, 2025) es una historia que transcurre en un solo espacio y con una sola protagonista, pero consigue a pesar de estos elementos mínimos, crear un constante desasosiego en el espectador. El título del pódcast es el mismo de la película, The undertone, y dentro de los fenómenos paranormales que describe, Evy es la presentadora que aporta la racionalidad y la descreencia, mientras que Justin está más abierto a explicaciones sobrenaturales. La grabación del próximo programa, que se desarrolla durante varios noches, se basa en un email recibido por Justin junto a diez archivos de audio en los que Mike (Jeff Yung) describe los extraños diálogos que mantiene con su pareja Jessa (Keana Lyn Bastidas) mientras ella está dormida, incluso con la introducción de la xenoglosia, la capacidad de hablar lenguas no conocidas. La mayor parte de la película, por tanto, la escuchamos a través de los auriculares de Evy, mientras ella trata de mantener la cordura en su vida real enfrentada a la muerte cercana de su madre, en un ejercicio de minimalismo, en cuanto a los elementos utilizados, que recuerda a Soy la bonita criatura que vive en esta casa (Osgood Perkins, 2016). Pero en este caso el director juega con el sonido para elaborar una experiencia más cercana en la que el espectador se sitúa literalmente en la misma posición que la protagonista mientras ambos descubren la evolución de los archivos grabados por Mike, que resultan cada vez más inquietantes. La propuesta del director de situar a la protagonista como el único personaje al que realmente vemos y escuchamos, mientras que su madre está casi siempre inconsciente y a Justin solo le oímos a través de la grabación del pódcast, permite una identificación más íntima que contribuye a provocar mayor intranquilidad.
The undertone puede ser una película de terror de ritmo lento, mientras presenta sus elementos y la atmósfera que pretende establecer, y desarrolla el horror a partir del sonido. Puede que no sea muy sorprendente ir descubriendo que hay cierta relación entre la experiencia de Mike y Jessa y la situación de espera casi litúrgica que experimenta Evy. Hay una iconografía religiosa en la casa que va adquiriendo cada vez más importancia, y estos insertos incorporan una progresiva cercanía a los sentimientos de culpa que suelen caracterizar a la educación católica. De alguna manera, al adoptar la perspectiva única de Evy, la historia incorpora las grabaciones de los archivos misteriosos a su propia experiencia, de forma que es difícil distinguir en algunos momentos lo que es real y lo que está provocado por la tensión psicológica que el cuidado de su madre provoca en ella. A veces la última grabación escuchada acaba llevándola a la cama donde se encuentra su madre postrada, como si se tratara de una forma de resolver también la relación que ha tenido con ella en esos momentos de espera. El director habla de Babadook (Jennifer Kent, 2014) en la forma en que se inspiró para establecer un fondo siniestro o un espacio amenazador detrás del personaje. Aparentemente no ocurre nada, pero como espectadores estamos esperando que algo se mueva detrás de Evy, de manera que hay un juego de expectativas que el guión consigue establecer con habilidad. También es interesante que algunas películas de terror recientes renuncien a los efectos visuales muy elaborados para centrarse en los efectos físicos, consiguiendo una especie de terror más cercano. Es una decisión presupuestaria posiblemente, pero demuestra que la verdadera naturaleza del horror está en cómo se introduce en la psicología del espectador, más que que en una exposición de éste. La modestia de los elementos que utiliza The undertone juegan a su favor, consiguiendo una atmósfera que se va haciendo cada vez más inquietante en un espacio íntimo cada vez más amenazador. Aunque resulte discutible la decisión del director de terminar la película con un recurso que nos parece demasiado simple.
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$POSITIONSBrandon DaleyEstados Unidos 2025 | Selección Oficial | ★★★☆☆SXSW '25: Narrative Spotlight |
Para muchos, el terror más cotidiano es el de las fluctuaciones y el balance económico que suponen las inversiones online, algo que el director Brandon Daley parece conocer después de su propia experiencia en el mundo de las criptomonedas y la facilidad de sentirse en lo más alto cuando aumentan los beneficios y en lo más bajo cuando se pierde dinero. Si se piensa bien, los vaivenes emocionales que sufren los inversores, por muy modestos que sean, entre la euforia y la desesperación, se parecen mucho a los altibajos que experimentan los adictos al alcohol o a las drogas. De hecho, el protagonista de esta película, Mike Alvarado (Michael Kunicki) no bebe ni se coloca en las fiestas, en parte porque su padre (Guido Z Cameli) ya sufre unas adicciones que le han llevado a la ruina y posiblemente también le lleven al hospital. Pero Mike es otra forma de adicto, en este caso a las inversiones en criptomonedas, en las que deposita los pocos ahorros que ha dejado su padre, e incluso cuando tiene una charla de motivación con su jefe Mr. Peterson (Paul Gordon) está más pendiente del móvil que de la conversación. Cuenta Brandon Daley que él mismo sufrió una cierta obsesión cuando invirtió los $25.000 que ganó en GameStop en criptomonedas y llegó a ganar más del doble para después acabar perdiendo casi todo. Esa sensación de montaña rusa en la que el estado emocional está marcado por las cifras que aparecen en las aplicaciones de trading es la que consigue reflejar en su película $POSITIONS (Brandon Daley, 2025), que envuelve a su protagonista en una carrera hacia el fondo a través de decisiones equivocadas. Mientras Mike Alvarado está conversando con su jefe, su cuenta de criptomonedas le indica que es millonario, así que su decisión impulsiva es renunciar a su trabajo, sin tener en cuenta las fluctuaciones del mercado. Además, está a cargo de su hermano Vinny (Vinny kress), un joven con síndrome de Down que, significativamente, es casi más cerebral que Mike, del que a veces piensa que está loco. La comedia que surge de este primer largometraje de su director reivindica la elaboración de escenas que sirven para concluir en un chiste, un tipo de humor que parece haberse abandonado en el cine tradicional pero que se resiste a desaparecer desde el cine independiente. En este sentido, $POSITIONS mezcla las comedias de personajes estúpidos que tuvieron éxito en los años noventa con un sentimiento de ansiedad que es más evidente en nuestra época, especialmente cuando la información se recibe en tiempo real.
Planteada originalmente como una película sin actores profesionales, la entrada en la producción de Eddie Linker y Stephen Lanus, productores de la excelente Ghostlight (Kelly O'Sullivan, Alex Thompson, 2024), permitió dotarla de un presupuesto mayor y unas localizaciones más variadas, aunque reflejando la idiosincrasia de las pequeñas comunidades del Medio Oeste norteamericano. Su humor a veces grotesco corre el riesgo de no funcionar siempre, pero a veces consigue momentos destacables, como la caótica cena familiar en la que todos hablan a la vez, un perro ladra continuamente y Mike pierde dinero cada segundo en su cuenta de criptomonedas, lo que refleja bien el tipo de caos en el que vive el protagonista, al que Michael Kunicki interpreta con una energía que muestra el optimismo absurdo del personaje. Pero también hay algunas escenas conmovedoras entre los dos hermanos, como cuando hablan sobre qué pasará cuando uno de los dos falte. La historia elabora un entorno que de alguna manera explica a su protagonista, y crece en la construcción de sus relaciones personales, que son tan desordenadas como su propia vida. La irregular relación que mantiene con su novia Charlene (Kaylyn Carter), que él mismo boicotea cuando, al creerse millonario, decide proponer una relación abierta porque comienza a tener chicas a su alrededor que le cortejan por su dinero, o la que tiene con su primo Travis (Trevor Dawkins), quien aparentemente se acaba de desintoxicar de su adicción a la heroína a través del cristianismo, delirantemente representado durante una especie de revelación divina, aunque permanece sobrio poco tiempo. La situación de Mike empeora por momentos conforme toma decisiones equivocadas que se basan en los altibajos de su cuenta de criptomonedas, que le indica en tiempo real lo que gana y lo que pierde, convirtiéndose en millonario durante unos minutos y en miserable durante la mayor parte del tiempo. Hay cierta irregularidad en el desarrollo de la historia, y aunque el director parece hacer referencia a la dependencia de nuestros monederos virtuales, en realidad no está claro hacia dónde quiere ir la película. No es una crítica a las criptomonedas y las falsas ilusiones que provoca su volatilidad, pero al mismo tiempo envuelve al protagonista en una montaña rusa que le lleva a situaciones insospechadas, mientras trata de lidiar con la enfermedad de su padre y la responsabilidad de cuidar a su hermano. El mayor logro es conseguir que en una misma historia parezca coherente comenzar con una coreografía musical y acabar con una especie de thriller de desesperación que la sitúa en el terreno de las pesadillas.
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The school duelTodd Wiseman Jr.Estados Unidos 2024 | Selección Oficial | ★★★★☆Deauville '24: Premio Canal+ |
Una de las últimas informaciones que han llegado desde el Estado de Florida ha sido que su gobernador Ron De Santis ha supervisado más ejecuciones en lo que llevamos de año que cualquier otro gobernador desde que se reinstauró la pena de muerte en 1976. El último récord fue de ocho ejecuciones en 2014, mientras que la muerte el pasado 30 de julio por inyección letal de un hombre que había matado a su esposa y sus dos hijos en 1994, ha supuesto la novena ejecución de 2025. El estupendo documental The bad guy (Kwinten Gernay, Louise Van Assche, 2024) necesitaba la mirada en perspectiva de su directora holandesa para mostrar cómo la sociedad norteamericana hace más esfuerzos en promover las medidas de seguridad en las escuelas (con el consiguiente aumento de beneficios para el sector privado), que en detectar y analizar las causas de la violencia. No se desarrollan programas psicológicos de prevención, sino programas de entrenamiento en el uso de armas de fuego. De manera que casi resulta lógico que una película que se sitúa en un entorno escolar en el Estado de Florida acabe desembocando en una distopía sobre una competición de duelos con armas de fuego entre jóvenes estudiantes. The school duel (Todd Wiseman, jr., 2024) plantea un escenario que casi podría considerarse como una advertencia más que como un escenario distópico, una consideración de hacia dónde se podría dirigir una sociedad que ha normalizado la violencia y enfoca la defensa a través de más violencia, en vez de analizar los orígenes de la misma. La escuela en la que estudia Sammy (Kue Lawrence), un niño de trece años que suele pasar desapercibido para casi todos excepto para las pandillas que practican bullying, está dotada de armas de fuego con orgullo, y en las clases se cantan himnos patrióticos. Es difícil no mirar hacia la progresiva tendencia al fascismo que ha instaurado la nueva administración norteamericana, pero el concepto de la película es anterior, y no se trata solo de un problema de nacionalismo republicano, sino también de silencio y permisividad demócrata, como si éstos parecieran satisfechos con que los otros hagan lo que a ellos no se les permitiría hacer. Cuando Sammy es elegido por el capitán Stegmann (Michael Sean Tighe) para participar en el llamado The School Duel, una competición que se retransmite en directo, el joven siente la satisfacción de haber sido seleccionado por encima de sus abusadores. Pero su madre Beth (Christina Brucato) representa la impotencia de quien ha perdido el poder de influencia en su hijo, amparado por un sistema que le "protege" incluso de su familia cercana.
Hace unas semanas veíamos en Raindance Film Festival la película independiente White guilt (Marcus Flemmings, 2025), que planteaba otro tipo de relectura de la sociedad norteamericana situando a un grupo de jóvenes blancos que habían pagado para someterse voluntariamente a la experiencia de vivir como esclavos de unos amos de raza negra, en algo parecido a una plantación. Aunque no hay tantas reflexiones raciales en The school duel, la película también plantea una subversión de la realidad a partir de colocar a sus personajes en una situación extrema. Pero en este caso resulta más inquietante porque está más pegada a la actualidad, e incluso algún personaje como el gobernador Anthony Ramiro (Oscar Núñez), que es una mezcla de telepredicador y fascista, pronuncia un discurso que casi podrían firmar algunos de los políticos que se han desatado después de la resurrección de Donald Trump en el gobierno. Es significativo que el personaje más fascista de la película sea un norteamericano de origen latino, quizás abundando en la paradoja de que las segundas generaciones de emigrantes se han convertido en los principales impulsores de los extremismos. Pero lo más terrorífico es que los discursos de Anthony Ramiro, que representa a la violencia de la burocracia, la que firma órdenes ejecutivas en los despachos sin importarle las consecuencias, ya los hemos escuchado en la realidad: "Nunca renunciaremos a la Constitución, nunca dejaremos de defender nuestros derechos y nunca vamos a renunciar a nuestro derecho a llevar armas". The school duel a veces puede llegar a ser demasiado expositiva en sus planteamientos, como si tuviera más interés en alertar de los peligros que en presentar un escenario que ya es una advertencia en sí mismo. En este sentido, quizás no hacía falta construir personajes tan estereotipados como los que rodean a Sammy, y por eso lo más interesante es el retrato del orgullo ingenuo del joven y la impotencia dolorosa de su madre. El duelo puede recordar a otras películas de distopías violentas como The Purge: La noche de las bestias (James DeMonaco, 2013), pero el director no pretende solo elaborar un enfrentamiento violento, sino en reflejar el sinsentido de esta competición. En contraposición con Sammy, el personaje de James (Clayton Royal Johnson) ha tenido todos los privilegios que necesitaba, y se convierte en su principal rival. El formato y la fotografía en blanco y negro parecen representar un retroceso al pasado, aunque se esté hablando de un hipotético futuro, lo que proporciona una sensación de desasosiego ante la idea de la repetición de los errores cometidos, y el regreso a una Norteamérica que se refugia en la violencia para tratar de resolver sus problemas de convivencia. La película termina con la versión que grabó Jon Batiste en 2017 del "Himno de la Batalla de la República" (1862), un tema patriótico que sin embargo se basaba en una canción de jazz titulada "John Brown's body" (1861), dedicada al abolicionista John Brown, cuya letra irreverente fue cambiada para adaptarla a un tono más apropiado con el espíritu nacionalista, lo que es un buen reflejo de la sociedad americana.
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ShamTakashi MiikeJapón 2025 | Selección Oficial | ★★★☆☆Tribeca '25: Spotlight Narrative |
El tercer proyecto de Takashi Miike (1960, Japón) que se ha presentado en Fantasia Festival supone un cambio de registro respecto al cine que ha realizado hasta la fecha, adentrándose directamente en el drama judicial basado en hechos reales, que subraya las diferencias de géneros que ha presentado el director en sus últimas propuestas: capturar la estructura de una película deportiva en Blazing fists (Takashi Miike, 2025) o introducirse en la producción de una serie de animación como Nyaight of the living cat (Crunchyroll, 2025) suponen pequeños cambios en su filmografía que se aumentan en un tipo de drama que no había abordado hasta la fecha. La historia está basada en una investigación periodística de Masumi Fukuda que relataba los hechos que rodearon a la acusación en 2003 de una madre contra un profesor de escuela por acosar a su hijo, aparentemente por cuestiones raciales al pertenecer a una familia que tenía raíces norteamericanas. Como La caza (Thomas Vinterberg, 2012), esta es la historia de un profesor que se encuentra atrapado en una pesadilla judicial y obligado a limpiar su nombre, pero el director toma la decisión de presentar en los primeros veinte minutos la imagen de Seiichi Yabushita (Gô Ayano) tal como le retrataron los medios de comunicación y percibieron los lectores de los periódicos, como un monstruo que acosa psicológicamente al hijo de Ritsuko Himuro (Kô Shibasaki) por tener sangre norteamericana, considerándolo un insulto por las atrocidades efectuadas en el pasado contra Japón, como las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki. Aunque menos perceptible, en la sociedad japonesa sigue existiendo un racismo latente contra los llamados "halfu", las personas birraciales no consideradas puras, especialmente los descendientes de matrimonios mixtos japoneses-estadounidenses. Al narrar esta primera parte a través de la versión de la madre, el concepto de culpabilidad adquiere a lo largo de la película una cierta ambigüedad, y el director presenta una violencia verbal, y en algún momento física, contra un niño que describe al personaje desde la perspectiva acusatoria, como un reflejo de la manipulación de la verdad que se presentará en el resto de la historia. No es exactamente un efecto Rashomon porque solo aparece en los primeros minutos, pero mantiene en la memoria del espectador las imágenes perturbadoras de un supuesto culpable que más tarde se presentará como la auténtica víctima. La visita a la casa del alumno por parte del profesor se muestra en sus dos versiones, pero el director ofrece en la primera una puesta en escena inquietante que presenta la figura del profesor de espaldas y a veces ocultando su rostro, como un invasor dentro del hogar. Posteriormente veremos esa misma escena con otros encuadres que cambian la perspectiva. Pero Sham (Takashi Miike, 2025) se convierte después en un drama judicial en el que no hay demasiadas ambigüedades sobre la realidad, aunque el espectador ya tiene la imagen del monstruo que han construido los medios.
Seiichi Yabushita se presenta en el segundo acto como un profesor y un padre de familia algo tímido que se ve envuelto en una acusación falsa por parte de Ritsuko Himuro, que es abrazada por un sistema educativo, representado en los funcionarios de la escuela, que prefiere el perdón "sin excusas" antes que realizar una investigación profunda de las acusaciones. El único abogado que le defiende en el juicio es Toshio Yugamidani (Kaoru Kobayashi), un veterano que cree en la inocencia de Yabushita y que construye el caso a partir de las contradicciones de la denuncia contra él. En el tramo judicial que ocupa la segunda hora, Sham se encuentra con el problema de una perspectiva que, aunque al comienzo parece querer ser ambigua, adopta durante el resto de la película un punto de vista claro y ni siquiera pone en duda la falsedad de la acusación más controvertida, relativa a un supuesto maltrato físico. El guión de Hayashi Mori considera al profesor como la víctima y retrata a la madre Ritsuko Himuro como una pérfida mentirosa, ayudado por la puesta en escena de Takashi Miike, que la presenta alisándose el cabello mientras tararea, como si se tratara de una femme fatale preparando su próxima maldad. Y aunque se introduce un breve flashback que hace referencia a la frustración de querer ser diferente, parece una justificación endeble para un personaje con tan pocos matices. La dirección de Takashi Miike es lo suficientemente precisa como para que la película no tenga problemas de ritmo, especialmente en el desarrollo de un juicio en el que se ponen en entredicho diferentes estamentos de la sociedad japonesa, desde el educativo hasta el psiquiátrico, que no practican la necesaria objetividad entre la acusación y el acusado, y propone una perspectiva crítica, introduciendo la despedida por jubilación del director de la escuela, cuya vida sigue adelante mientras ha contribuido a la suspensión de la carrera del profesor. La falta de matices es uno de los problemas de la película, especialmente cuando tiene tras de sí la exquisita ambigüedad de Monstruo (Hirokazu Koreeda, 2023), que abordaba un tema similar. La complejidad de un caso como éste se pierde en el desarrollo de la historia, que acaba resultando demasiado plana en cuanto a la exposición de los hechos, por mucho que la pretensión sea retratar, más allá del juicio que se celebra en el tribunal, el juicio público paralelo que se construye en el exterior, con periodistas como Michihiko Narumi (Kazuya Kamenashi), que toma partido desde el principio y publica titulares como "El maestro asesino". En realidad, la película hace lo mismo pero en el sentido contrario, con un retrato bastante despiadado de la madre, lo que termina incluso afectando a la credibilidad del relato.
La protagonista de esta película llega a un instituto canadiense como una nueva alumna que se enfrenta no solo a nuevos compañeros de clase sino sobre todo a otras costumbres y un entorno cultural diferente. Yasamin (Rose Dehghan) es una adolescente iraní que se acaba de mudar a Vancouver junto a su padre Ali (Ashkan Nejati) y su abuela Zoreh (Maryam Sadeghi), aunque él está demasiado ocupado con su trabajo y ella es demasiado mayor para entender según qué problemas relacionados con su nieta. Como cualquier inmigrante, se enfrenta a una dualidad entre las costumbres de su familia y su lugar de nacimiento en el hogar y la necesidad de adaptarse a otro tipo de entorno cultural cuando acude al instituto, algo que la directora, Ava Maria Safai, reconoce que también ha experimentado en su vida, aunque ella no es inmigrante de primera generación como la protagonista de su película, sino que nació en Canadá. Esta doble vida entre una educación dentro de un entorno cultural y la inmersión en las costumbres originarias con la familia, acaba formando parte de un proceso de adaptación que cuestiona los discursos de integración absoluta renunciando a las raíces culturales. La emigración no supone una renuncia a los orígenes, sino una búsqueda del equilibrio entre la ascendencia y la integración, sin que éstas sean necesariamente contradictorias. Yasamin recibe inmediatamente el apoyo de tres amigas que forman un grupo de estudiantes especialmente interesadas en ella, formado por Rachel (Chloë MacLeod) y sus seguidoras, Emily (Victoria Wadell) y Kristen (Talisa Mae Stewart), quienes comparten un estilo parecido, acorde con las jóvenes desenfadadas de las películas de principios de los años 2000, cuando se desarrolla la historia. De hecho, Foreigner (Ava Maria Safai, 2025) le debe mucho a Chicas malas (Mark Waters, 2004) como un referente claro, y casi con una estructura narrativa parecida. La condescendencia del trío de amigas con Yasamin refleja en realidad una actitud racista que las lleva a hacer comentarios aparentemente inocentes pero realmente insultantes, practicando ese tipo de discriminación que no parece ser consciente de que lo es. Le preguntan aspectos de su vida y sus costumbres en Irán, dado el absoluto desconocimiento que tienen sobre su cultura, pero en la que no parecen especialmente interesadas. La necesidad de integración de Yasamin la conduce a una dinámica que acaba siendo incluso autodestructiva, mientras borra de su apariencia física las señales de su origen, tiñendo su cabello de rubio y viendo episodios de la serie Friends (HBO Max, 1994-2004), para aprender mejor la forma de comportarse. Que se recree una sitcom ficticia parecida, seguramente por cuestiones de derechos, sin embargo aporta una especial cualidad sobre la forma en que la mirada de Yasamin está cada vez más distorsionada.
Mientras desaparece progresivamente su identidad iraní en la superficie, en su interior comienza a crecer una fuerza oscura que incluso acaba amenazando a su propia familia, de manera que Foreigner termina adoptando un giro hacia el género de terror que la hace más singular. Sin embargo, acorde con el tema que nos ocupa en esta crónica, el verdadero terror no está en las fuerzas sobrenaturales a través de una especie de jinn, una presencia amenazadora, sino en el miedo interior a ser invisible o a no ser aceptada. De esta forma, la directora representa las principales inseguridades de los inmigrantes de primera o segunda generación a través de las posibilidades que ofrecen unos efectos visuales que resultan algo básicos por cuestiones de presupuesto, inspirados en figuras de películas como La momia (Stephen Sommers, 1999), pero que utiliza el género como un instrumento narrativo para reflexionar sobre temas más relevantes. Aunque el equilibrio entre la primera parte de la historia y un tercer acto más caótico a veces no resulta del todo logrado, hay que destacar el impulso que ofrece la interpretación de la debutante Rose Dehghan y el buen complemento que ofrece la actriz Chloë MacLeod, a la que también hemos podido ver en Fantasia Festival como protagonista de la locura punk feminista Sugar rot (Becca Kozak, 2025), demostrando que es una actriz particularmente versátil que no teme asumir riesgos. Al final da la sensación de que Foreigner podría haber profundizado algo más en sus reflexiones sobre esa alienación que experimenta la protagonista, sobre todo porque los segmentos en los que aborda directamente el género de terror no parecen surgir como una evolución natural de los acontecimientos anteriores. Al introducir una figura demoníaca en vez de profundizar en la obsesión de la protagonista por integrarse, reduce en cierto modo la efectividad del mensaje que pretende transmitir, como si tuviera que salvar inevitablemente a Yasamin del círculo vicioso al que se entrega. Pero plantea temas recurrentes de una manera diferente, y lo hace con un profundo respeto al trabajo del equipo que se manifiesta en las notas personales que la directora añade en los títulos de crédito, lo que resulta incluso conmovedor.
Together se estrena en salas de cine el 31 de octubre.
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Películas mencionadas (disponibles en la fecha de publicación):
Ghostlight se puede ver en Movistar Plus+.
La cosa y Monstruo se pueden ver en Filmin.
La sustancia y La caza se pueden ver en Filmin y Movistar Plus+.
Soy la bonita criatura que vive en esta casa se puede ver en Netflix.
Babadook se puede ver en Netflix y Prime Video.
Chicas malas se puede ver en Disney+ y Netflix.
La momia se puede ver en Movistar Plus+ y Prime Video.
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