19 julio, 2023

Retrospectiva de Festivales: Shanghai y Tribeca

Dos películas españolas han conseguido recientemente premios en el Festival de Shanghai, celebrado el pasado mes de junio, el único festival que se celebra en China acreditado entre los eventos de categoría A por la Federación Internacional de Productores de Cine (FIAPF), lo que nos permite acercarnos a algunas de las películas que han destacado en las selecciones de festivales recientes con repercusión internacional. En este primer repaso nos centramos tanto en el festival chino como en el Festival de Tribeca, celebrado en Nueva York hasta el 18 de junio, del que destacamos la película ganadora de todos los premios en la categoría de largometraje internacional y una sorprendente incursión en la historia LGTBQ+ de Boston. 

Anxious in Beirut

Zakaria Jaber, 2023 | SIFF Documentary | ★★★★☆

Shanghai Film Festival '23: Mejor Documental

Películas como Kash Kash - Without feathers we can't live (Lea Naijar, 2022), ganadora de la sección Next:Wave de CPH:DOX 2022, han descrito de una manera metafórica, a través de la tradición del adiestramiento de palomas, las últimas protestas en el Líbano, al que uno de los participantes en el documental califica como "un país viejo, en su lecho de muerte". Hay una mirada cargada de pesimismo también en Anxious in Beirut (Zakaria Jaber, 2023), ganadora del Golden Globet al Mejor Documental en el Festival Internacional de Cine de Shanghai, una coproducción entre Líbano, Jordania, Qatar y España en la que participa la productora 15L Films, con sede en Barcelona. La película es una mirada furiosa a través de los ojos de una generación de libaneses, la que nació en la década de los noventa, que ha experimentado a lo largo de los años todo tipo de revoluciones internas y externas, y que como el propio título indica, vive en un estado de ansiedad constante provocado por la inestabilidad de un país siempre al borde del colapso. Narrada por el propio Zakaria Jaber (1994, Líbano), la película está protagonizada por su familia y sus amigos, y la forma en que los acontecimientos del país han ido transformando su propio entorno. Hijo del poeta y escritor Yehia Jaber, el director hace referencia a la obra crítica que desarrolló contra el antiguo primer ministro Rafiq Harari, que gobernó hasta 2004, pero "después cambió y se hizo partidario suyo", lo que refleja parte de las contradicciones de un país que se puso en manos de un hombre de negocios que promulgó leyes en favor de los bancos y las grandes fortunas. 

En su relato, Zakaria Jaber captura el grito de una generación que heredó una sociedad en ruinas, sometida al poder de políticos que no han solucionado, sino más bien alentado, la separación social entre los muy ricos y la mayor parte de la población cada vez más empobrecida. Y que siente que la generación anterior, la generación de la guerra, ha acabado sucumbiendo a los poderes económicos y dejando una herencia envenenada. Las protestas de la sociedad libanesa en octubre de 2019 no solo fueron debido al denominado "impuesto al WhatsApp", sino al reflejo de una serie de inexplicables decisiones económicas, como el cierre de los bancos, que durante semanas no permitieron el acceso de lo ciudadanos a sus cuentas corrientes: "Ni un solo dólar fue robado ilegalmente, todo fue legal", comenta el director/narrador. Mezclando imágenes de la cobertura de las protestas que hizo Tariq Keblaoui, director de cortometrajes como Second wind (Tariq Keblaoui, Nessim Stevenson, 2021) junto a las del propio Zakaria Jaber grabando a los amigos que participaban en ellas, Anxious in Beirut se adentra en las calles y palpa la el espíritu de la revolución social desde dentro. Que suenen temas de grupos como Scrambled eggs, uno de los más representativos de la escena rock libanesa, especialmente del album Happy together, Filthy forever (2006, Cargo Records), grabado durante la guerra entre Líbano e Israel, es una elección muy representativa de la rabia que transmite la película. 

Pero la esperanza de la revolución termina bruscamente con la pandemia del coronavirus, y entonces la mirada se centra en la familia y en la relación del director con su padre, que representa también la confrontación entre dos generaciones. Esta perspectiva familiar en medio de un país que de nuevo acaba siendo clausurado, reordena la mirada para hacerla más cercana, pero siempre con el planteamiento de una juventud que solo tiene dos opciones: "El avión o el ataúd, escapar o morir". A lo largo de la película vemos a varios de los amigos del director dirigirse al aeropuerto para emigrar a países como Brasil o Francia. Son despedidas que saben a derrota, pero también tienen aroma de esperanza. Tantas, que hasta el propio Jaber comenta irónicamente a una nueva emigrante que "el camino al aeropuerto es como mi segunda casa". La generación de Zakaria Jaber huye como única forma de supervivencia en un país que el 4 de agosto de 2020, como si se tratara de un símbolo de su propio colapso, explota literalmente en la zona de acceso a uno de sus escasos soportes económicos. La explosión del Puerto de Beirut la experimentamos tan cerca como es posible a través de la cámara del director, que muestra las viviendas de sus amigos afectadas por la onda expansiva de una deflagración provocada, de nuevo, por la mala gestión (literalmente, el puerto era un polvorín donde se habían acumulado explosivos y productos químicos). En un momento en el que 1 dólar cuesta 28.000 libras libanesas, Yehia Jaber comenta que el ejército libanés está ofreciendo los helicópteros militares para trayectos turísticos de 15 minutos por 300 dólares: "Es triste. Les pagamos para que nos defiendan y ellos tratan de conseguir dinero con actividades turísticas. Es un ejército para turistas. Es uno de los signos del colapso". Esta representación contundente y rabiosa de un Líbano en estado de shock constante a través de una generación que se siente defraudada, es una mirada profundamente desesperanzada de la frustración.

Muyeres

Marta Lallana, 2023 | SIFF Documentary | ★★★★☆

Shanghai Film Festival '23: Gran Premio del Jurado - Mejor Fotografía

La nueva película de la directora Marta Lallana (1994, Zaragoza) que obtuvo una notable repercusión con su debut compartido Ojos negros (Iván Alarcón, Ivet Castelo, Sandra García, Marta Lallana, 2019), y está a punto de estrenar la serie Terenci Moix: La fabulación infinita (Filmin, 2023), se adentra en el terreno de la docuficción para recuperar la tradición oral de las canciones populares en Asturias, pero sobre todo para hablar de la memoria perdida, la extinción de las tradiciones que solo han pervivido de generación en generación a través de las canciones, pero que se está perdiendo gradualmente con la desaparición de las personas, especialmente las mujeres que las cantaban durante la siega de la escanda. Muyeres (Marta Lallana, 2023) consiguió el Gran Premio del Jurado y el premio a la Mejor Fotografía en la pasada edición del Festival de Shanghai. Se podría decir que la película conecta directamente con el proyecto del productor musical Raül Frere (1976, Barcelona) que recogió en su album Manual de Cortejo (2019, Aris Música) junto a Rodrigo Cuevas, en el que interpretaba canciones y coplas tradicionales de Galicia y Asturias, aportándoles sonoridades electrónicas. El propio Raül Frere se convierte en uno de los protagonistas de esta docuficción, cuando recoge en una casa vacía las grabaciones efectuadas por su abuelo que había realizado a campesinas asturianas para preservar la memoria de las canciones populares transmitidas de forma oral. 

La búsqueda de algunas de estas mujeres nos lleva a las otras protagonistas de la historia: Carmina Iriarte e Irene Sierra, las últimas supervivientes de las tradiciones que se atesoran en la memoria de las montañas asturianas de Somiedo. A través de una espléndida fotografía en blanco y negro de Toni Vidal, que captura el paisaje de Asturias como un entorno mágico detenido en el tiempo, y dialogando con las imágenes de archivo, Muyeres se desarrolla con un ritmo sosegado, casi como queriendo transmitir el propio ritmo de la vida en el campo. La directora, ahora en solitario, recupera el interés en el paisaje que se transmitía en Ojos negros, otra historia que se adentraba en la realidad de un pequeño pueblo y en la calidez de los abuelos, construyendo una imagen que se enfoca en las montañas rodeadas de niebla, en los caballos salvajes tan amenazados en la actualidad y en un horizonte de infinitos destellos de vida. Cuando el hijo de Irene le arregla la antena de un televisor para que se entretenga en vez de estar todo el día mirando por la ventana, ella le contesta con la sabiduría de la vida transcurrida: "Lo que se mira por la ventana es real". Este reflejo de la extinción de la memoria que es tan frágil como la pervivencia de un campo cada vez más amenazado, transmite la necesidad de una preservación cultural a través de la permanencia en formatos cinematográficos o musicales. Pero incluso hay una fragilidad en estos mismos formatos, en la caducidad de las cintas de audio y el celuloide, como si capturar indefinidamente las tradiciones se convirtiera en un esfuerzo imposible. En el documental Dorothé na vila (Alejandro Gándara, Olaia Tubío, 2021), ganador de una Mención Especial en el Festival de Documentales de Cádiz, los directores recogían el legado de la musicóloga suiza Dorothé Schubarth que preservó en el Cancioneiro Popular Galego (1984, Fundación Barriè) numerosas canciones populares grabadas desde los años setenta en los pueblos más recónditos de Galicia.

En el caso de Muyeres, el acercamiento es más emocional, menos centrado en el folclore en sí y más en la idea de la memoria que se difumina. El último acto refleja la dureza del paisaje a través de los elementos naturales: la lluvia, el viento, las nevadas y el fuego en las celebraciones populares durante la noche de San Juan, ese fuego que deja atrás lo negativo para renacer de las cenizas, y que también está impregnado de la tradición oral en Asturias. En las parroquias más antiguas, como Ardesaldo, que apenas supera el centenar de habitantes, escondidas entre caminos escarpados entre montañas, permanecen los últimos reductos de un pasado que ya no tiene cómo expresarse: "Antes abrías la ventana y oías a la gente cantar. Y ahora no se oye nada". Como reflejo de su propio planteamiento, la película está dedicada a la memoria de Gelita González, una de las mujeres que participaron en ella.

Estranho camino

Guto Parente, 2023 | Tribeca Film Festival | ★★★★☆

Tribeca FF '23: Mejor Película - Interpretación - Guión - Fotografía

Acaparando los cuatro premios de la Competición de Narrativa Internacional del Festival de Tribeca, esta producción brasileña logró enamorar a los miembros de un jurado en el que se encontraba el actor Brendan Fraser, destacando la mezcla de poesía y realidad que transmite el director Guto Parente (1983, Brasil) en una historia que tiene como protagonista a un joven cineasta que ha vivido en el extranjero durante varios años y regresa a Brasil para estrenar su última película en un festival de cine experimental. David (Lucas Limeira) se reencuentra con su país y sus antiguos amigos, pero también recupera el contacto con su padre Geraldo (Carlos Francisco, quien recibió el premio de interpretación), un hombre solitario con el que no se habla desde hace diez años. La historia transcurre al comienzo de la pandemia del coronavirus, y las órdenes de confinamiento impiden que David pueda estrenar su película o salir del país, quedando atrapado en la casa donde vive su padre. Las secuencias del comienzo con sus amigos están rodadas con un estilo realista, pero la introducción del coronavirus, con las calles vacías y un cierto aire futurista, marcado por una fotografía contrastada de Linga Acácio, transmite una sensación de extrañeza que a veces recuerda a la película angoleña Ar condicionado (Fradique, 2020). Cuando el joven trata de llamar a una ambulancia para trasladar a su padre al hospital, la historia adopta una mirada kafkiana, en la que el protagonista se ve envuelto en una trama de alienación y perplejidad, que refleja el estado de confusión que se vivió durante los primeros meses de la pandemia. 

Pero Estranho caminho (Guto Parente, 2023) no es realmente una película sobre el coronavirus, sino que utiliza el contexto de la pandemia y la sensación alienante que provoca, para construir una historia que habla de los lazos familiares rotos y especialmente de la relación entre un padre y un hijo cuya comunicación nunca ha sido demasiado estrecha. La utilización de secuencias oníricas que reflejan el estado de ánimo de David, y ensoñaciones que le sitúan en un entorno familiar diferente, acaban elaborando una mirada personal e intimista muy notable. Hay también un sentido del humor que mira con ironía a las situaciones absurdas que se produjeron durante la pandemia, como la obsesión por limpiar todo, llevada al extremo cuando el ritual del padre de David antes de que alguien entre en su casa es utilizar un fumigador para eliminar todos los posibles virus. Estos elementos contribuyen a crear una atmósfera especial que hace que la película siga, precisamente un camino diferente, un relato singular que habla de temas ordinarios a partir de un punto de vista extraordinario. La historia escrita por Guto Parente también hace referencia a la incertidumbre por los familiares aislados en hospitales y la pérdida de los seres queridos, de forma que finalmente una película que utiliza la pandemia como trasfondo de temas mucho más universales se acaba convirtiendo en una de las mejores visualizaciones de la confusión casi surrealista que provocó el comienzo de esta oleada de contagios. Pero finalmente Estranho caminho, con sus atajos narrativos y su misterio escondido, es una historia que consigue desembarazarse de la extrañeza de la envoltura kafkiana para dibujar unos personajes sorprendentemente realistas. 

Playland

Georden West, 2023 | Tribeca Film Festival | ★★★★☆

La representación histórica queer a través de lugares que fueron significativos está ofreciendo algunas obras audiovisuales destacadas este año, como el cortometraje de animación Maurice's bar (Tom Prezman, Tzor Edery, 2023) que se proyectó en el Festival de Annecy, sobre uno de los primeros establecimientos que acogieron a clientes queer en el París de principios del siglo XX. Estrenada en el Festival de Rotterdam, Playland (Georden West, 2023) desafía los límites de la narrativa tradicional para ofrecer un conjunto de escenas que representan al Playland Café, un bar de Boston que abrió sus puertas en 1937 y fue evolucionando hasta convertirse en uno de lo lugares de encuentro de la comunidad queer, hasta que cerró en 1998. La película aborda el paso del tiempo desde una narración no lineal en la que se suceden diferentes momentos que representan el sentido de protección comunitaria que ofrecía el interior del bar, una especie de mundo paralelo que se alejaba de las realidades del exterior. Estas se presentan a través de audios extraídos del archivo LGBTQ The History Project en Boston, relacionados con la persecución a la comunidad queer pero también con la especulación urbanística que transformó la ciudad. Escuchamos una entrevista a un oficial de policía convertido en guardián de la moral en la que el periodista le pregunta: "¿Cómo sabe lo que es obsceno y lo que no?", a lo que éste responde: "Es obvio, ves las películas y no hay nada que se deje a la imaginación". A través de estos audios se refleja la homofobia y el racismo, se habla de afroamericanos apaleados y se muestra una sociedad profundamente intolerante. 

Playland Café se encontraba situado en el denominado Combat Zone, un distrito que en 1974 la Oficina de Reurbanización de Boston catalogó como el distrito de entretenimiento para adultos de la ciudad, en un intento por controlar la expansión de los negocios de pornografía y prostitución. Mostrando solo imágenes del interior del bar, que fueron reconstruidas a partir de unas pocas fotografías que existen del local real, la escenografía esta creada por Leslie Travers, reconocido diseñador inglés que trabaja principalmente para espectáculos de ópera, lo que aporta ese tono de fantasía operística que incluye un neón con el nombre del bar que parece caído, representando el paso del tiempo. Esta especie de collage introduce diferentes escenas ambientadas en los años 1943, 1965, 1977 y 1992, durante una noche en la que el tiempo se entremezcla y los personajes aparecen y desaparecen, o permanecen a lo largo de los años. Danielle Cooper, a la que hemos visto en la serie Pose (Disney+, 2018-2021), interpreta a Lady, la propietaria del bar, mientras la popular artista trans Lady Bunny da vida a Sunday, un personaje habitual del local al que también vemos en su juventud (Aidan Dick). El conjunto de personajes queer tiene a dos camareros, Rabbit (Miranda Quinn) y Steff (José Lapaz-Rodríguez) como dos de las presencias habituales mientras se suceden algunos cameos de artistas de la escena queer de Boston que aportan contemporaneidad a esta fantasía nostálgica. 

Haciendo referencia directa a su nombre, Playland es una obra artística que tiene mucho de puesta en escena teatral, incluido un Entreacto con la imagen fija en la que solo escuchamos música. Pero funciona especialmente cuando las épocas se superponen, cuando los personajes de una década están observando una revista publicada en otra década posterior, o cuando Georden West utiliza la puerta de la cocina del bar como un elemento de transición que al abrirse y cerrarse nos deja ver al fondo diferentes escenas de distintas épocas. El director habla de algunas de sus referencias visuales, mencionando a Derek Jarman o Jack Smith, pionero del cine underground, pero la puesta en escena tiene un cierta tonalidad que se acerca al universo de David Lynch, como un escenario semioscuro con un fluorescente parpadeando, o un baile de swing que interpreta Lady Bunny. Georden West captura el espacio y el tiempo para redefinir sus conceptos, estableciendo un sentido de comunidad que permanece inalterable con el paso de los años. Y consigue una singular mezcla de representaciones culturales que van desde la ópera hasta el cabaret, estableciendo una conexión que parece natural, muy inspirada por el poema Playland (1988), de la poetisa Mark Doty, componiendo la visualización perfecta de uno de los versos que se cita: "No es un café, es una especie de lentejuela". 

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Películas mencionadas:

Ojos negros se puede ver en Filmin.

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