Tres propuestas de “documental-discurso político” se enfrentan a sus ideas rodeados de polémica pero desplegando invitaciones a reflexionar sobre la sociedad que nos ha tocado vivir y los políticos-monstruos que hemos fabricado. Y ninguna de estas películas ha necesitado una distribución convencional para llegar a millones de espectadores.
Se dice que el género documental es un reflejo de la realidad desde el punto de vista, claro está, de todos aquellos que están involucrados en su realización. Otra cuestión es que se denomine “documental” a un trabajo audiovisual que en realidad lo que hace es apoyarse en la realidad (o en la irrealidad) para construir un discurso personal que tiene como soporte principal la opinión del realizador. Por eso a las películas de Michael Moore, por ejemplo, difícilmente se les puede catalogar de documentales, ya que distorsionan, manipulan y construyen toda su envoltura de imágenes en torno al discurso que el cineasta nos quiere dar cuyas conclusiones no surgen de su investigación, sino que ya son premeditadas.
Esto no es una crítica. De hecho, en los últimos años el “discurso audiovisual” está dando algunas de las producciones más interesantes en este sentido. O, por lo menos, nos está ofreciendo la oportunidad de asistir a propuestas que sin duda provocan la reflexión. Ya hablamos en su día de Zeitgeist. The movie, una brutal realización dividida en tres partes que pone en duda las bases del cristianismo (Part I: The greatest Story ever told), abunda en la teoría de la conspiración gubernamental en los atentados del 11 de septiembre (Part II: All the world’s stage) y repasa todas las grandes crisis económicas provocadas por los poderes fácticos para desestabilizar naciones, lo que resulta particularmente aterrador en estos meses de “recesión” (como diría algún político cínico español) que vivimos (Part III: Don’t mind the men behind the curtain).
De Zeitgeist se anuncia ya una continuación titulada Zeitgeist. Addendum, que se podrá descargar a través de internet a partir del mes de octubre.
Siguiendo con la conspiración gubernamental, el documental Loose change. The final cut, realizado por un joven estudiante, Dylan Avery, se presenta en su versión definitiva (tiene dos versiones anteriores), para remover las conciencias de todos aquellos estadounidenses que se sienten engañados por las explicaciones de la administración Bush sobre el 11-S. En realidad, Loose change es anterior a Zeitgeist, ya que su primera versión se publicó en 2005, y en los años sucesivos Dylan Avery ha ido construyendo con una profusión de datos que a veces resulta excesiva, un “documental” de 130 minutos en el que, sin embargo, no se encuentran algunos datos relevantes que se incluían en su segunda versión, que comenzaba con una serie de hechos sospechosos que tuvieron lugar años y días antes de los atentados. Pero en definitiva se trata de un impresionante muestrario de incongruencias y falsedades que producen pavor. Ver, por ejemplo, cómo una reportera de la BBC transmite desde Nueva York la noticia de que el tercer edificio acaba de derrumbarse, cuando aún no había sucedido, produce escalofríos. “De dónde obtenían la CNN y la BBC sus informaciones, teniendo en cuenta que el edificio aún se encontraba en pie, justo detrás de sus reporteros?”.
Si bien es cierto que se ha criticado en muchos foros la veracidad de lo que cuentan Zeitgeist y Loose change, se ha puesto en entredicho la documentación en la que sostienen sus teorías e incluso se puede encontrar un versión de Loose change en la que se puede ver la película con comentarios que refutan sus afirmaciones, lo cierto es que este tipo de producciones provocan en el espectador un desasosiego que quizás nos haga despertar de un cierto letargo en el que estamos sumidos y que, por ejemplo, nos lleva a aceptar sin dudas ni discusiones una situación de crisis que nadie nos ha explicado de dónde surge. Las afirmaciones de Loose change. The final cut son claras: “Nos han mentido continuamente sobre los hechos del 11-S, y elementos dentro del gobierno de Estados Unidos y de los grandes medios de comunicación continuamente encubren la verdad”.
Por supuesto, estas dos producciones están disponibles para ser vistas a través de internet sin ningún tipo de contraprestación económica y los DVD se pueden comprar a precios simbólicos.
Otra propuesta para la reflexión. El cineasta mexicano Alfonso Cuarón y la escritora canadiense Naomi Klein, para apoyar el lanzamiento del último libro de la autora, The shock doctrine, han realizado un cortometraje con el mismo título que es una patada en el estómago, y que encaja perfectamente con la situación que estamos viviendo. Haciendo un paralelismo con determinados procesos de interrogación a prisioneros, la doctrina del shock consiste en provocar un efecto devastador en una población para acabar promoviendo medidas impopulares que, tras el shock, se nos venden como protectoras. ¿Suena eso al 11-S y la política militar de Estados Unidos a partir de entonces? ¿Suena eso a la crisis económica y la propuesta de la UE, y especialmente de Francia, de aumentar la jornada laboral?
Proyectos sin ánimo de lucro que mueven a la reflexión y que, esperemos, consigan lentamente su propósito de promover una revolución ideológica que cada vez resulta más necesaria frente a los payasos que nos gobiernan.
Se dice que el género documental es un reflejo de la realidad desde el punto de vista, claro está, de todos aquellos que están involucrados en su realización. Otra cuestión es que se denomine “documental” a un trabajo audiovisual que en realidad lo que hace es apoyarse en la realidad (o en la irrealidad) para construir un discurso personal que tiene como soporte principal la opinión del realizador. Por eso a las películas de Michael Moore, por ejemplo, difícilmente se les puede catalogar de documentales, ya que distorsionan, manipulan y construyen toda su envoltura de imágenes en torno al discurso que el cineasta nos quiere dar cuyas conclusiones no surgen de su investigación, sino que ya son premeditadas.
Esto no es una crítica. De hecho, en los últimos años el “discurso audiovisual” está dando algunas de las producciones más interesantes en este sentido. O, por lo menos, nos está ofreciendo la oportunidad de asistir a propuestas que sin duda provocan la reflexión. Ya hablamos en su día de Zeitgeist. The movie, una brutal realización dividida en tres partes que pone en duda las bases del cristianismo (Part I: The greatest Story ever told), abunda en la teoría de la conspiración gubernamental en los atentados del 11 de septiembre (Part II: All the world’s stage) y repasa todas las grandes crisis económicas provocadas por los poderes fácticos para desestabilizar naciones, lo que resulta particularmente aterrador en estos meses de “recesión” (como diría algún político cínico español) que vivimos (Part III: Don’t mind the men behind the curtain).
De Zeitgeist se anuncia ya una continuación titulada Zeitgeist. Addendum, que se podrá descargar a través de internet a partir del mes de octubre.
Siguiendo con la conspiración gubernamental, el documental Loose change. The final cut, realizado por un joven estudiante, Dylan Avery, se presenta en su versión definitiva (tiene dos versiones anteriores), para remover las conciencias de todos aquellos estadounidenses que se sienten engañados por las explicaciones de la administración Bush sobre el 11-S. En realidad, Loose change es anterior a Zeitgeist, ya que su primera versión se publicó en 2005, y en los años sucesivos Dylan Avery ha ido construyendo con una profusión de datos que a veces resulta excesiva, un “documental” de 130 minutos en el que, sin embargo, no se encuentran algunos datos relevantes que se incluían en su segunda versión, que comenzaba con una serie de hechos sospechosos que tuvieron lugar años y días antes de los atentados. Pero en definitiva se trata de un impresionante muestrario de incongruencias y falsedades que producen pavor. Ver, por ejemplo, cómo una reportera de la BBC transmite desde Nueva York la noticia de que el tercer edificio acaba de derrumbarse, cuando aún no había sucedido, produce escalofríos. “De dónde obtenían la CNN y la BBC sus informaciones, teniendo en cuenta que el edificio aún se encontraba en pie, justo detrás de sus reporteros?”.
Si bien es cierto que se ha criticado en muchos foros la veracidad de lo que cuentan Zeitgeist y Loose change, se ha puesto en entredicho la documentación en la que sostienen sus teorías e incluso se puede encontrar un versión de Loose change en la que se puede ver la película con comentarios que refutan sus afirmaciones, lo cierto es que este tipo de producciones provocan en el espectador un desasosiego que quizás nos haga despertar de un cierto letargo en el que estamos sumidos y que, por ejemplo, nos lleva a aceptar sin dudas ni discusiones una situación de crisis que nadie nos ha explicado de dónde surge. Las afirmaciones de Loose change. The final cut son claras: “Nos han mentido continuamente sobre los hechos del 11-S, y elementos dentro del gobierno de Estados Unidos y de los grandes medios de comunicación continuamente encubren la verdad”.
Por supuesto, estas dos producciones están disponibles para ser vistas a través de internet sin ningún tipo de contraprestación económica y los DVD se pueden comprar a precios simbólicos.
Otra propuesta para la reflexión. El cineasta mexicano Alfonso Cuarón y la escritora canadiense Naomi Klein, para apoyar el lanzamiento del último libro de la autora, The shock doctrine, han realizado un cortometraje con el mismo título que es una patada en el estómago, y que encaja perfectamente con la situación que estamos viviendo. Haciendo un paralelismo con determinados procesos de interrogación a prisioneros, la doctrina del shock consiste en provocar un efecto devastador en una población para acabar promoviendo medidas impopulares que, tras el shock, se nos venden como protectoras. ¿Suena eso al 11-S y la política militar de Estados Unidos a partir de entonces? ¿Suena eso a la crisis económica y la propuesta de la UE, y especialmente de Francia, de aumentar la jornada laboral?
Proyectos sin ánimo de lucro que mueven a la reflexión y que, esperemos, consigan lentamente su propósito de promover una revolución ideológica que cada vez resulta más necesaria frente a los payasos que nos gobiernan.
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