Últimamente han venido surgiendo nombres de cineastas franceses que aportan una mirada, si no completamente novedosa, sí al menos interesada en construir historias de terror o de suspense, que consiguen desligarse de los tradicionales argumentos de las cada vez menas atractivas incursiones en el género por parte de Hollywood. Calcos incompletos de producciones orientales (sin la capacidad de fascinación que éstas provocan), el cine norteamericano parece estancado en una constante fotocopia de ideas ajenas, mientras que en Europa surgen iniciativas que dan una vuelta de tuerca al género.
Personalmente, me parecen muchos más atractivas las películas francesas que las españolas. No me convence la esforzada pero vacía producción de Filmax, ni siquiera aquellas que logran el reconocimiento internacional (ahí está REC, ese ejercicio técnico de resultados inocuos). Prefiero el cine de Fabrice Du Welz, Alexandre Aja o Xavier Gens. Éste último, antes de incurrir en el error de perpetrar la vigésimanosecuantos adaptación de un videojuego (Hitman) dirigió Frontière(s), que se pudo ver en el pasado Festival de Sitges y llega estos días a la cartelera norteamericana. Con una mirada puesta en La matanza de Texas (familia sádico-caníbal), continúa los cauces del cine de terror sangriento llevado hasta sus últimas consecuencias, como Calvaire, de Fabrice Du Welz y, con peores resultados Sheitan, de Kim Chaparon (editada recientemente en DVD en España).
Pero en Frontiére(s), al margen de su tendencia al sadismo, su excesiva, desagradable, a veces insoportable violencia, contiene buenas dosis de gran cine de terror. Consigue crear escenas y ambientes de malsana inquietud, y logra construir una sucesión de secuencias de tensión que nos dejan sin aliento, además de elaborar interesantes ideas visuales (esos protagonistas convertidos en una suerte de zombis, de muertos vivientes casi tan salvajes como sus depredadores). Xavier Gens introduce al comienzo y al final una referencia al conflicto de la inmigración (esos jóvenes franceses descendientes de inmigrantes que son despreciados como ciudadanos), mientras que el auge del ultraderechismo en algunos países le permite rodear a su sádica familia fascistoide de una cierta metáfora política que alimenta con astucia un reflejo de la sociedad europea actual que, aunque resulte algo pretenciosa, funciona con la misma eficacia que el que destilaba La noche de los muertos vivientes sobre la sociedad norteamericana de su época.
Por su parte, Á l’intérieur, dirigida por Alexandre Bustillo y Julien Maury, convierte un embarazo en el catalizador de una pesadilla sangrienta con resultados impredecibles. Quizás en esta película, que tiene como obra referencial a La semilla del diablo, por el tono y la cadencia de sus imágenes, pero que acaba desembocando en una orgía sanguinolenta encontramos menos honestidad que en la anterior. Porque, al fin y al cabo, Frontiére(s) es lo que es y así se nos propone desde el principio, pero Á l’intérieur tiene un planteamiento espléndido (la primera aparición de la asesina en la casa solitaria) con cierto aire de suspense bien dosificado, pero termina convertida en otra historia más de vísceras y escenas truculentas. Y esa cierta sutileza que destaca en los primeros minutos desaparece completamente, con giros de guión inverosímiles y gratuitos.
No obstante, vuelve a ser una película de terror con una puesta en escena y un desarrollo que mantiene ese interés que los artificios previsibles de otras cinematografías no consiguen. Le une a Frontiére(s), en su condición de reflejo de una nueva generación de directores, su referencia leve a los conflictos raciales de los suburbios de París. Como si estos jóvenes realizadores, muchos de ellos hijos de inmigrantes pero plenamente franceses (a los que el gobierno francés se niega a reconocer) tuvieran siempre presente una realidad muchísimo más terrorífica que la que cuentan en sus películas.
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