25 agosto, 2020

DokuFest 2020: América explotada

Nuestra segunda crónica del Festival Internacional de Documentales y Cortometrajes de Kosovo, DokuFest, se centra en la Sección View From the World, una panorámica de algunos de los documentales premiados en festivales de cine durante este año. En esta sección encontramos algunas películas que han formado parte de la programación de Atlàntida Film Fest, como Last and First Men (Jóhann Jóhannsson, 2017-2019), ese poema futurista-cinematográfico narrado por Tilda Swinton, o el monumental archivo visual sobre la muerte de Stalin que es State Funeral (Sergei Loznitsa, 2019). 

Parte de los documentales que se incluyen en esta sección están dedicados a Estados Unidos desde puntos de vista diferentes. Es una posibilidad por tanto de acercarse a las contradicciones de un país alcanzado por la división y el racismo en los últimos años. La mirada se centra sobre todo en la etapa de Donald Trump como presidente, y aunque podría parecer una acometida demócrata de cara a las próximas elecciones, hay una coherencia clara en los discursos que se presentan, aunque a veces estén introducidos de forma solapada.

No es el caso de The fight (Eli B. Despres, Josh Kriegman, Elyse Steinberg, 2020), que gira en torno a las batallas legales iniciadas por los abogados de American Civil Liberties Union contra determinadas políticas impuestas por la administración Trump. En concreto, el documental toma como base cuatro casos relacionados con el derecho al aborto, el veto a los militares transgénero, la separación de niños inmigrantes de sus padres y la propuesta de agregar una pregunta sobre ciudadanía en las tarjetas censales. The fight obtuvo el Premio Especial del Jurado en el Festival de Sundance, y está dirigido por los responsables de ese magnífico e irónico documental Weiner (Josh Kriegman, Elyse Steinberg, 2016), que también nos introducía en los escándalos de la política norteamericana. Se trata, además, de la primera vez que la ACLU permite que unas cámaras de cine muestren sus oficinas centrales en Nueva York y acompañen a cuatro de sus abogados en sus demandas contra el Estado. 


Ciertamente resulta aterradora una sociedad como la que la Administración Trump ha ido construyendo en los últimos años, y esta película lo demuestra. Aunque no tiene la energía de su anterior documental, los directores manejan una estructura que resulta muy tradicional, lo que en algunos momentos resta eficacia al mensaje. Con música de Gustavo Santaolalla, que le da una textura sonora íntima, es cuando se centra más en las personas, bien sea en las dudas y los temores de los abogados, o bien en las preocupaciones de sus clientes, cuando la película adquiere una fuerza emocional especial. La última media hora, concretamente, cuando ya los directores se deshacen de las disquisiciones políticas, es cuando la propuesta se eleva y logra un mayor interés. 

Otro de los acercamientos a la figura de Donald Trump, pero como "actor secundario" es el documental de HBO Bully. Coward. Victim. The story of Roy Cohn (Ivy Meeropol, 2019), que se estrenó el pasado mes de junio en la plataforma. Este personaje es uno de los más oscuros de la reciente historia política de los Estados Unidos, desde su trabajo como mano derecha de Joseph McCarthy en la persecución del comunismo, hasta sus relaciones con la mafia y con personajes como Trump. El año pasado se estrenó otro documental sobre su trayectoria, Where's my Roy Cohn? (Matt Tyrnauer, 2019), que resultaba más minucioso en la descripción de la vida de este abogado con pocos escrúpulos. Pero ambos utilizan la figura de Roy Cohn para, una vez más, arremeter contra Donald Trump (cuya relación parece que se limita a una actuación como abogado y varias fotos de archivo que aparecen en ambos documentales), lo cual es una estrategia poco sutil que coloca en segundo término el verdadero sentido de la historia. 


Roy Cohn, que por entonces era ayudante del fiscal, fue considerado como el principal responsable de la condena al matrimonio formado por Ethel y Julius Rosenberg a ser ejecutados en la silla eléctrica por espionaje. Ambos pertenecían al Partido Comunista, pero fue decisiva en su condena la declaración del hermano de Ethel, que años más tarde confesaría que mintió. Y aunque en los años noventa se demostró que efectivamente Julius Rosenberg actuó como espía (no así su esposa), la sentencia parece especialmente injusta. La sombra de los Rosenberg acompañó a Roy Cohn toda su vida. Angels in America (Mike Nichols, 2003) es una obra teatral escrita por Tony Kushner que tiene como personaje principal a Roy Cohn, a quien el fantasma de Ethel Rosenberg acompaña hasta su muerte. Y la directora de este documental, Ivy Meeropol, es nieta de la familia Rosenberg. Esa es la razón por la que Bully. Coward. Victim. The story of Roy Cohn dedica especial atención a este caso., pero también es la razón por la que no consigue ofrecer un retrato objetivo del personaje, aunque hay que reconocerle que no oculta, como sí hace Where's my Roy Cohn?, la verdadera implicación de Julius Rosenberg en el espionaje.  

Mientras que de Joseph McCarthy siempre se sospechó que era gay, la homosexualidad de Roy Cohn era un secreto a voces. Nada relevante si no fuera porque, durante el "mccarthismo", apoyó la persecución de la comunidad gay, y sus discursos durante toda su vida fueron claramente homófobos. Es otro de los aspectos más relevantes del personaje, una especie de hipócrita convencido que jamás reconoció lo que ya se sabía. En un revés irónico de la vida, Roy Cohn falleció víctima del SIDA (a pesar de que la familia Reagan puso a su disposición un medicamento que no estaba al alcance de miles de personas), proclamando que tenía cáncer de hígado. 

The American sector (Courtney Stephens, Pacho Velez, 2020) tiene un planteamiento curioso. Es una especie de road-movie en la que los directores nos muestran las piezas del muro de Berlín que se pueden encontrar a lo largo de los Estados Unidos. Trozos de historia que forman parte del paisaje urbano norteamericano, aunque en un contexto que es difuso en ocasiones. Al principio, el documental parece una propuesta curiosa pero que profundiza poco. Sin embargo, conforme se va desarrollando, y especialmente a partir del segundo acto, los temas principales van tomando forma, y es entonces cuando nos damos cuenta de que no es una película que habla sobre la caída del muro de Berlín, sino sobre la sociedad americana. Surgen así preguntas en torno al racismo, a la opresión, a la esclavitud... Y estas piezas de un muro que separaba una ciudad son ahora símbolo de la libertad. 


Algunos momentos son particularmente interesantes por sus propias contradicciones. Los directores preguntan a dos estudiantes de una Universidad en la que está expuesto un trozo del muro de Berlín por qué creen que ha sido colocado ahí. La respuesta no es fácil, pero hacen referencia al hecho histórico de que el edificio que alberga a la Universidad fue construido por esclavos negros. Y que, mientras se dedica un espacio importante a este muro, sólo hay una pequeña referencia al pasado esclavista de este espacio. Parece, por tanto, la mirada al exterior para evitar mirarse al espejo. El documental también habla de inmigración, a través de personas que los directores encuentran junto a estos muros. Y no es casual que las últimas palabras que escuchamos al final de la película estén pronunciadas en español, lo que termina conectando el muro derribado con el muro prometido en la frontera mexicana.

También hay una conexión entre Alemania y Estados Unidos en Walchensee forever (Janna Ji Wonders, 2020), que estuvo presente en el Festival de Berlín. La directora realiza un recorrido por su historia familiar centrado en las mujeres: ella, su madre, su tía y su abuela. Tres de ellas están presentes a lo largo del documental, mientras que la tía Frauke, que murió cuando su coche chocó contra un árbol (probablemente un suicidio), es una especie de fantasma que siempre ha estado presente en la familia, a pesar de que la directora ni siquiera la conoció. Pero su ausencia siempre ha marcado las vidas de su madre y su abuela, siempre presente aunque no fuera de forma externa, sino manteniendo una cierta atmósfera de tragedia. La historia de la familia comienza contada como un cuento: un guapo joven que se enamoró de una joven campesina. Pero pronto la madre entrevistada sostiene que la realidad no fue tan idílica. El abuelo fue convocado a la guerra, y cuando regresó "trajo la guerra consigo a casa". 


La historia familiar es, sin duda, fascinante, pero lo que hace más interesante este documental es el esfuerzo de estas mujeres por encontrar un espacio vital propio, alejadas (o no) de la influencia masculina. Porque, dentro de estas contradicciones, la madre de la directora incluso acabó formando parte, en la época hippie de la emancipación juvenil en San Francisco, de una comuna que ella asumió como un "harén", un grupo de mujeres bajo la protección de un hombre. "¿Pero por qué lo llamabas 'harén'?", pregunta la hija sorprendida. Walchensee forever es un espléndido retrato de una familia compleja, llena de incoherencias en algunas ocasiones. Una familia de mujeres cuyas vidas no fueron fáciles, pero que mantuvieron una fuerza extraordinaria. La abuela, 105 años, murió durante el rodaje. La ausencia se hace presente de nuevo a la orilla del lago Walchensee. 



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