26 noviembre, 2006

Festivales: 2 + 2 = 6

No se sabe por qué extraña razón, cuando se lanzan al aire las cifras de espectadores de festivales de cine, solo hay que elaborar sencillas sumas para darse cuenta de que las cantidades no cuadran. Como en el Sevilla Festival de Cine, que como se distraigan, les va a acabar saliendo más público que el que cabe en las salas de los cines.


Ahora que acaba de concluir el Festival de Cine Iberoamericano de Huelva es hora de hacer cuentas. ¿Ha tenido éxito? ¿Ha habido espectadores? ¿Se han llenado las salas? ¿Quién ha cronometrado los diez minutos de aplausos que se le dieron a la película “¿Por qué se frotan las patitas?” en una gala dirigida por Kulturama Producciones, o lo que es lo mismo, La Zanfoña Producciones, que a la vez es la propia productora de la película? Cifras, cifras y más cifras. En la era de la comunicación, la competitividad y los “shares” de audiencia, hasta los eventos culturales públicos deben justificar su existencia con cifras de taquilla. Vamos, como si el hecho de ser soporte de cinematografías desconocidas, de dar a conocer a artistas olvidados o de presentar obras de calidad no fuera suficiente como para asumir la necesidad de la existencia de un Festival de Cine, por ejemplo.

Sorprende esta manía de valorar todo por su éxito de público, cuando se trata de eventos culturales necesarios para estimular la vida social en una ciudad. Ahí estaba por ejemplo la obsesión de determinados medios de comunicación sevillanos por contar literalmente el número de espectadores que entraban en las salas durante el Festival de Sevilla, Cine y Deporte. Obsesión, por cierto, que no hemos visto estos últimos años. Y todo para demostrar que aquel festival no interesaba a nadie (tampoco era cierto) y que por tanto su existencia no tenía sentido.

No sabemos aún las cifras de Huelva, pero mucho nos tememos que éstas se utilizarán como balance de la gestión de su recién inaugurado equipo de dirección. Craso error. Habría que valorar si realmente los actos, las películas, los invitados... han sido lo suficientemente interesantes como para volver a convertir a Huelva en un centro neurálgico del, en muchas ocasiones deficiente cine latinoamericano. Pero lamentablemente los políticos (y más los que tenemos por Andalucía) tienen un nivel cultural cercano al subsuelo. Y como solo saben contar electores, lo que les anima, les seduce, les pone las pilas y hasta se la pone dura son los números.

Sí conocemos, sin embargo, los números del Sevilla Festival de Cine. ¡80.000 espectadores! La hostia, vamos. Que no cabía ni un alfiler en ningún sitio, aunque la gala de Clausura estuviera medio vacía. Pero, ¿de dónde sale esta cifra? Comparecía nuestro flamante delegado de Cultura ante los medios de comunicación para dar fe de las cuentas. Un 30% más de espectadores que el año pasado. Desglosemos los datos facilitados:

Nervión Plaza – 59.000

Teatro Lope de Vega – 9.000

Seminario Fassbinder – 400

Exposición – 7.000

Clases magistrales – 100

Ciclo Mes de la Danza – 100

Proyecciones Lebrija – 155

Proyecciones Los Palacios – 155


Pues mira por donde, si hacemos la suma se nos han perdido 4.000 espectadores por el camino. O más. Porque la cifra que se está dando no es la de 80.000, sino la de “más de 80.000”. ¿Y dónde está esta gente? ¿Son los que solo fueron a los cócteles y ya no vieron nada más del festival? ¿Cómo es posible que el delegado de Cultura se presente ante los medios de comunicación con datos que no cuadran?

Hemos empezado este artículo afirmando lo absurdo que es que solo se utilicen las cifras para justificar un evento cultural público. Pero lo que tampoco se debería permitir es que la propia organización juegue con los números al alza para autojustificarse. Porque entonces sí que vamos mal. Que sea la organización la que se apunte al carro de lanzar cifras como si fueran caramelos de la cabalgata de Reyes, y encima cometan la torpeza (segunda torpeza grave, la primera fue la de dar un premio ex-aequo sin que el Reglamento lo permita) de dar cifras que no cuadran, levanta sospechas inapropiadas. Pero no se preocupen. Si seguimos así, el año que viene puede que haya hasta más espectadores que los que caben en el Nervión Plaza y el Teatro Lope de Vega juntos. O quizás se cuenten hasta los que visitan la página web del festival porque, total, como han visto un fotograma de las películas, se pueden considerar espectadores. ¿O no?

Fotos: Sevilla Festival de Cine - Lolo Vasco


20 noviembre, 2006

Huelva: buscando su identidad

El Festival de Huelva no se consolida porque no se encuentra un candidato idóneo como para sacar adelante esta importante cita pese a quien le pese, aunque le tenga que decir cuatro verdades al alcalde bailongo y a la consejera dicharachera.

Tras el repaso al más o menos reciente cine europeo en Sevilla, comienza una cita con el cine latinoamericano en Huelva. Dos festivales que generalmente se han respetado (sobre todo porque Sevilla comenzó de la mano del que fuera fundador del Festival de Cine Iberoamericano de Huelva, José Luis Ruiz). Esta cita anual ha acabado siendo, eso sí, una patata caliente en medio de las trifulcas, ciscos y zapatiestas entre la Junta de Andalucía, que siempre ha apostado "de boquilla" por el festival pero nunca ha sabido qué hacer con él, y el Ayuntamiento de Huelva, que siempre ha querido apoderarse del festival, pero no se sabe muy bien para qué. En definitiva, la cita anual con el cine allende los mares, se presenta como la prueba irrefutable de que un festival, cuando no adopta un único perfil político (todo lo contrario que Sevilla o Málaga), acaba siendo zarandeado por las mezquindades de los políticos (las reuniones del Patronato en Huelva han sido auténticos rifirrafes que no han hecho más que entorpecer la estabilidad de esta importante cita cinematográfica).

Y así, mientras este año el Sevilla Festival de Cine vivía los problemas que pueden surgir cuando la mitad de su organización acaba desistiendo de seguir intentando poner en orden el continuo desorden, en Huelva andan así desde hace varios años. En este último caso, más bien porque no se encuentra un candidato con suficientes cojones para sacar adelante el festival pese a quien le pese, aunque le tenga que decir cuatro verdades al alcalde bailongo y a la consejera dicharachera.

No le faltan a Eduardo Trías (the new director) y a su inexperto pero voluntarioso equipo ganas de hacerlo bien, aunque no lo hayan conseguido del todo este año (ya se hacen notar ciertas deficiencias de organización), pero el proyecto es arduo y difícil. Sobre todo porque el cine latinoamericano está de moda (ahora algo menos), lo cual, aunque pueda parecer paradójico, juega en contra del festival de Huelva. Porque, cuando ni al sereno le importaba un bledo el cine que se hacía en Chile o Brasil, Huelva era la cita idónea para servir de punto de encuentro de cineastas esforzados que sobresalían sobre los demás. Pero ahora, todo quisqui está interesado, y así festivales que quieren abarcar lo inabarcable, como San Sebastián o Málaga, dedican secciones completas que casi son subfestivales a estas cinematografías. Y lo que queda para las fechas de Huelva son las sobras. Y con sobras no se consolida una muestra de estas características.

El Festival de Cine Iberoamericano se inauguró en lo que podríamos denominar como "la noche de La Zanfoña", ya que mientras esta misma productora se encargaba de organizar la gala, también era una producción de La Zanfoña (productora sevillana) la que abría el festival: ¿Por qué se frotan las patitas?, de Álvaro Begines. Un musical ya comentado en este blog cuando aún quedaban retoques por hacer a un montaje previo demasiado largo, pero que, al fin, no termina de solventar los errores ya citados en nuestro comentario.

La programación de esta nueva edición del Festival de Cine Iberoamericano de Huelva adolece de los problemas ya planteados. Hay lo que hay o, mejor dicho, lo que queda. Por tanto, que la Sección Oficial tenga en general (tampoco hemos visto todas las películas, hay que decirlo) una calidad mediocre no es extraño. Eso sí, que no se hayan encontrado secciones paralelas minimamente interesantes ya es un poco más grave. Y dedicar un premio Ciudad de Huelva a Ernesto Alterio nos parece excesivo.

Por destacar, podemos destacar de las películas que hemos podido ver Chicha tu madre, coproducción entre Argentina y Perú dirigida por Gianfranco Quattrini, que estuvo en el Festival de Mar de Plata y que mezcla el fútbol con el tarot contándonos una historia de interés irregular sobre un taxista aficionado a leer las cartas. Entre la comedia sutil y el drama social, la película no termina de encontrar el equilibrio adecuado. Con mayor solidez está hecha Solo Dios sabe, de Carlos Bolado, una producción mejicano-brasileña en la que ha participado como productor (también es protagonista) el actor Diego Luna. Su compañera de reparto es la actriz brasileña Alicia Braga, sobrina de Sonia Braga, y ya la pudimos ver en Ciudad de Dios. Esta imposible historia de amor pasional consigue mantener el interés gracias a un buen empaque visual y unas interpretaciones igualmente apasionadas, aunque se vuelva un poco melodramática. Y buenas posibilidades de cara a los premios tiene Cuatro mujeres descalzas, quizás la mejor de las películas seleccionadas. Santiago Loza es el director de esta película argentina de corte sencillo: cuatro mujeres relacionadas de modo diferente que se reúnen para asistir a un eclipse de luna. Cuatro historias frustradas, cuatro vidas truncadas sentimentalmente, cuatro retratos perfectamente definidos de la mujer latinoamericana. Es una película triste, pero al final surge el destello de cierta esperanza. Es también una película arriesgada, solo sostenida sobre los diálogos que mantienen, a dos o cuatro voces, las protagonistas. Pero consigue atrapar, eso sí, gracias a las cuatro protagonistas: Eva Bianco, María Onetto, María Pesack e Inés Sánchez Aizcorbe.

12 noviembre, 2006

Sevilla Festival de Cine: Burócratas vs. Cineastas

Sevilla Festival de Cine presume de ser un festival que “promociona el cine europeo”. Por eso resulta paradójico que la mitad de las películas premiadas ya tengan distribución. Pero lo peor es la falta de respeto de los jurados que este año han participado en la muestra.


Concluyó la tercera edición del Sevilla Festival de Cine con un balance diferente según provenga de la organización o de los cronistas y espectadores. Curioso distanciamiento que no hace más que plantear serias dudas sobre si existe realmente una conexión entre la dirección del festival y el sentimiento general de los verdaderos protagonistas (no los políticos, ni los ejecutivos de las instituciones europeas, sino el público que ha aguantado estoicamente las penurias organizativas).

El director del festival, Manuel Grosso, afirmó que las cancelaciones, cortes y demás desajustes de este año “son equivalentes a los de otros años”. Pero espectadores y cronistas están de acuerdo en confirmar que no recuerdan un primer fin de semana tan desastroso en los dos + tres años deportivos de historia de este evento. Minimiza también la ausencia de representantes de las películas programadas (en la clausura, ningún director premiado estuvo presente, lo cual dio lugar a una foto final de risa: Pilar Távora, Lucía Hoyos, Gervasio Iglesias... ¿qué era eso? ¿Los Premios ASECAN?). Y ya va siendo hora que se dé mayor protagonismo a los cineastas que a los ejecutivos. Se anuncia una espectacular cifra de 80.000 espectadores que ya me dirán de donde salen si ya el año pasado la de 65.000 que se dio oficialmente contrastaba con la real disminución (con partes de taquilla en la mano) en las salas. No habría que asustarse: un festival debe encontrar su público y no pasa nada porque se vaya ajustando en número. Pero aquí parece que lo importante es hacer campaña con cifras espectaculares. Eso sí ¿se cuentan como espectadores los que se han quedado sin ver las películas canceladas? ¿Y los niños que los primeros días de las sesiones de Europa Joven vieron cómo no había llegado la copia de una película porque, digamos, no se había pagado a tiempo el canon de exhibición?

Sevilla Festival de Cine presume de ser un festival “joven” que “promociona el cine europeo”. Loable labor. Por eso resulta paradójico que la mitad de las películas premiadas ya tengan distribución. Es más, el reparto entre distribuidoras ha sido equitativo: premios para Golem (Venus), Alta Films (La vida de los otros) y Wanda (Borrachera de poder, La suerte de Emma). Luego, si se pretende apoyar la exhibición de películas europeas, ¿no sería más lógico premiar títulos que no tengan distribución para promover su compra?

En todo caso, Sevilla Festival de Cine parece más preocupada por el apoyo institucional que por la labor real de difusión del cine. Se está convirtiendo en un festival de burócratas, con una evidente falta de respeto (proyecciones en DVD de ínfima calidad, no tener en cuenta los formatos de las copias...) hacia los cineastas, ausentes en su mayoría. Pero peor ha sido la falta de respeto de unos jurados que también han estado ausentes. No es de recibo que los jurados de secciones competitivas como la Oficial o Eurodoc no asistan toda la semana al evento, y que muchas de las películas las acaben viendo en sus casas en DVD porque están muy ocupados. Resulta aún más sangrante cuando algunos, como Gerardo Herrero, son productores y directores de cine, y por tanto habría que exigirles mayor respeto por las obras de sus colegas. Si Sevilla Festival de Cine quiere compararse a festivales grandes, que cumpla también con su obligación de tener jurados que al menos sean capaces de hacer su trabajo.

Lo más grave con respecto a los premios este año, sin embargo, proviene de cierta desorientación por parte de los organizadores, que acaba provocando hasta incongruentes (a ver cómo lo arreglan ahora) incumplimientos del reglamento. Porque dar el Premio del Jurado ex-aequo a las últimas películas de Claude Chabrol y Otar Iosseliani está muy bien, pero no está contemplado en el Reglamento del Festival que se puede descargar desde su página web, y en el que, literalmente, se expone: "Los diferentes premios de las categorías a concurso no podrán declararse ex-aequo ni desiertos". ¿Comorrrr? Entonces ¿qué pasa? ¿A los jurados no se les entregan los Reglamentos del Festival? ¿O son los responsables directivos quienes no se lo saben? Craso error que podría costarle al Ayuntamiento tener que desembolsar, no 30.000 euros entre las dos distribuidoras, sino 30.000 a cada una de ellas porque, si quisieran exigir el cumplimiento real del reglamento, puesto que el premio ex-aequo supone una flagrante metedura de pata, deberían pedir el pago de la cantidad íntegra prometida. Claro que quizás es que piensan que ninguna distribuidora va a tener la osadía de comprar los derechos de una película de Iosseliani.