El Festival de Huelva no se consolida porque no se encuentra un candidato idóneo como para sacar adelante esta importante cita pese a quien le pese, aunque le tenga que decir cuatro verdades al alcalde bailongo y a la consejera dicharachera.
Tras el repaso al más o menos reciente cine europeo en Sevilla, comienza una cita con el cine latinoamericano en Huelva. Dos festivales que generalmente se han respetado (sobre todo porque Sevilla comenzó de la mano del que fuera fundador del Festival de Cine Iberoamericano de Huelva, José Luis Ruiz). Esta cita anual ha acabado siendo, eso sí, una patata caliente en medio de las trifulcas, ciscos y zapatiestas entre la Junta de Andalucía, que siempre ha apostado "de boquilla" por el festival pero nunca ha sabido qué hacer con él, y el Ayuntamiento de Huelva, que siempre ha querido apoderarse del festival, pero no se sabe muy bien para qué. En definitiva, la cita anual con el cine allende los mares, se presenta como la prueba irrefutable de que un festival, cuando no adopta un único perfil político (todo lo contrario que Sevilla o Málaga), acaba siendo zarandeado por las mezquindades de los políticos (las reuniones del Patronato en Huelva han sido auténticos rifirrafes que no han hecho más que entorpecer la estabilidad de esta importante cita cinematográfica).
Y así, mientras este año el Sevilla Festival de Cine vivía los problemas que pueden surgir cuando la mitad de su organización acaba desistiendo de seguir intentando poner en orden el continuo desorden, en Huelva andan así desde hace varios años. En este último caso, más bien porque no se encuentra un candidato con suficientes cojones para sacar adelante el festival pese a quien le pese, aunque le tenga que decir cuatro verdades al alcalde bailongo y a la consejera dicharachera.
No le faltan a Eduardo Trías (the new director) y a su inexperto pero voluntarioso equipo ganas de hacerlo bien, aunque no lo hayan conseguido del todo este año (ya se hacen notar ciertas deficiencias de organización), pero el proyecto es arduo y difícil. Sobre todo porque el cine latinoamericano está de moda (ahora algo menos), lo cual, aunque pueda parecer paradójico, juega en contra del festival de Huelva. Porque, cuando ni al sereno le importaba un bledo el cine que se hacía en Chile o Brasil, Huelva era la cita idónea para servir de punto de encuentro de cineastas esforzados que sobresalían sobre los demás. Pero ahora, todo quisqui está interesado, y así festivales que quieren abarcar lo inabarcable, como San Sebastián o Málaga, dedican secciones completas que casi son subfestivales a estas cinematografías. Y lo que queda para las fechas de Huelva son las sobras. Y con sobras no se consolida una muestra de estas características.
El Festival de Cine Iberoamericano se inauguró en lo que podríamos denominar como "la noche de La Zanfoña", ya que mientras esta misma productora se encargaba de organizar la gala, también era una producción de La Zanfoña (productora sevillana) la que abría el festival: ¿Por qué se frotan las patitas?, de Álvaro Begines. Un musical ya comentado en este blog cuando aún quedaban retoques por hacer a un montaje previo demasiado largo, pero que, al fin, no termina de solventar los errores ya citados en nuestro comentario.
La programación de esta nueva edición del Festival de Cine Iberoamericano de Huelva adolece de los problemas ya planteados. Hay lo que hay o, mejor dicho, lo que queda. Por tanto, que la Sección Oficial tenga en general (tampoco hemos visto todas las películas, hay que decirlo) una calidad mediocre no es extraño. Eso sí, que no se hayan encontrado secciones paralelas minimamente interesantes ya es un poco más grave. Y dedicar un premio Ciudad de Huelva a Ernesto Alterio nos parece excesivo.
Por destacar, podemos destacar de las películas que hemos podido ver Chicha tu madre, coproducción entre Argentina y Perú dirigida por Gianfranco Quattrini, que estuvo en el Festival de Mar de Plata y que mezcla el fútbol con el tarot contándonos una historia de interés irregular sobre un taxista aficionado a leer las cartas. Entre la comedia sutil y el drama social, la película no termina de encontrar el equilibrio adecuado. Con mayor solidez está hecha Solo Dios sabe, de Carlos Bolado, una producción mejicano-brasileña en la que ha participado como productor (también es protagonista) el actor Diego Luna. Su compañera de reparto es la actriz brasileña Alicia Braga, sobrina de Sonia Braga, y ya la pudimos ver en Ciudad de Dios. Esta imposible historia de amor pasional consigue mantener el interés gracias a un buen empaque visual y unas interpretaciones igualmente apasionadas, aunque se vuelva un poco melodramática. Y buenas posibilidades de cara a los premios tiene Cuatro mujeres descalzas, quizás la mejor de las películas seleccionadas. Santiago Loza es el director de esta película argentina de corte sencillo: cuatro mujeres relacionadas de modo diferente que se reúnen para asistir a un eclipse de luna. Cuatro historias frustradas, cuatro vidas truncadas sentimentalmente, cuatro retratos perfectamente definidos de la mujer latinoamericana. Es una película triste, pero al final surge el destello de cierta esperanza. Es también una película arriesgada, solo sostenida sobre los diálogos que mantienen, a dos o cuatro voces, las protagonistas. Pero consigue atrapar, eso sí, gracias a las cuatro protagonistas: Eva Bianco, María Onetto, María Pesack e Inés Sánchez Aizcorbe.
Tras el repaso al más o menos reciente cine europeo en Sevilla, comienza una cita con el cine latinoamericano en Huelva. Dos festivales que generalmente se han respetado (sobre todo porque Sevilla comenzó de la mano del que fuera fundador del Festival de Cine Iberoamericano de Huelva, José Luis Ruiz). Esta cita anual ha acabado siendo, eso sí, una patata caliente en medio de las trifulcas, ciscos y zapatiestas entre la Junta de Andalucía, que siempre ha apostado "de boquilla" por el festival pero nunca ha sabido qué hacer con él, y el Ayuntamiento de Huelva, que siempre ha querido apoderarse del festival, pero no se sabe muy bien para qué. En definitiva, la cita anual con el cine allende los mares, se presenta como la prueba irrefutable de que un festival, cuando no adopta un único perfil político (todo lo contrario que Sevilla o Málaga), acaba siendo zarandeado por las mezquindades de los políticos (las reuniones del Patronato en Huelva han sido auténticos rifirrafes que no han hecho más que entorpecer la estabilidad de esta importante cita cinematográfica).
Y así, mientras este año el Sevilla Festival de Cine vivía los problemas que pueden surgir cuando la mitad de su organización acaba desistiendo de seguir intentando poner en orden el continuo desorden, en Huelva andan así desde hace varios años. En este último caso, más bien porque no se encuentra un candidato con suficientes cojones para sacar adelante el festival pese a quien le pese, aunque le tenga que decir cuatro verdades al alcalde bailongo y a la consejera dicharachera.
No le faltan a Eduardo Trías (the new director) y a su inexperto pero voluntarioso equipo ganas de hacerlo bien, aunque no lo hayan conseguido del todo este año (ya se hacen notar ciertas deficiencias de organización), pero el proyecto es arduo y difícil. Sobre todo porque el cine latinoamericano está de moda (ahora algo menos), lo cual, aunque pueda parecer paradójico, juega en contra del festival de Huelva. Porque, cuando ni al sereno le importaba un bledo el cine que se hacía en Chile o Brasil, Huelva era la cita idónea para servir de punto de encuentro de cineastas esforzados que sobresalían sobre los demás. Pero ahora, todo quisqui está interesado, y así festivales que quieren abarcar lo inabarcable, como San Sebastián o Málaga, dedican secciones completas que casi son subfestivales a estas cinematografías. Y lo que queda para las fechas de Huelva son las sobras. Y con sobras no se consolida una muestra de estas características.
El Festival de Cine Iberoamericano se inauguró en lo que podríamos denominar como "la noche de La Zanfoña", ya que mientras esta misma productora se encargaba de organizar la gala, también era una producción de La Zanfoña (productora sevillana) la que abría el festival: ¿Por qué se frotan las patitas?, de Álvaro Begines. Un musical ya comentado en este blog cuando aún quedaban retoques por hacer a un montaje previo demasiado largo, pero que, al fin, no termina de solventar los errores ya citados en nuestro comentario.
La programación de esta nueva edición del Festival de Cine Iberoamericano de Huelva adolece de los problemas ya planteados. Hay lo que hay o, mejor dicho, lo que queda. Por tanto, que la Sección Oficial tenga en general (tampoco hemos visto todas las películas, hay que decirlo) una calidad mediocre no es extraño. Eso sí, que no se hayan encontrado secciones paralelas minimamente interesantes ya es un poco más grave. Y dedicar un premio Ciudad de Huelva a Ernesto Alterio nos parece excesivo.
Por destacar, podemos destacar de las películas que hemos podido ver Chicha tu madre, coproducción entre Argentina y Perú dirigida por Gianfranco Quattrini, que estuvo en el Festival de Mar de Plata y que mezcla el fútbol con el tarot contándonos una historia de interés irregular sobre un taxista aficionado a leer las cartas. Entre la comedia sutil y el drama social, la película no termina de encontrar el equilibrio adecuado. Con mayor solidez está hecha Solo Dios sabe, de Carlos Bolado, una producción mejicano-brasileña en la que ha participado como productor (también es protagonista) el actor Diego Luna. Su compañera de reparto es la actriz brasileña Alicia Braga, sobrina de Sonia Braga, y ya la pudimos ver en Ciudad de Dios. Esta imposible historia de amor pasional consigue mantener el interés gracias a un buen empaque visual y unas interpretaciones igualmente apasionadas, aunque se vuelva un poco melodramática. Y buenas posibilidades de cara a los premios tiene Cuatro mujeres descalzas, quizás la mejor de las películas seleccionadas. Santiago Loza es el director de esta película argentina de corte sencillo: cuatro mujeres relacionadas de modo diferente que se reúnen para asistir a un eclipse de luna. Cuatro historias frustradas, cuatro vidas truncadas sentimentalmente, cuatro retratos perfectamente definidos de la mujer latinoamericana. Es una película triste, pero al final surge el destello de cierta esperanza. Es también una película arriesgada, solo sostenida sobre los diálogos que mantienen, a dos o cuatro voces, las protagonistas. Pero consigue atrapar, eso sí, gracias a las cuatro protagonistas: Eva Bianco, María Onetto, María Pesack e Inés Sánchez Aizcorbe.
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