Universal y Telefónica han anunciado esta semana un acuerdo para descargar películas a través de internet. La revolución de las nuevas formas de distribución da sus pasos lentamente, pero promete ir implantándose sin remedio en nuestra forma de consumir cine.
Otra cosa es que lo vaya a hacer pronto o tarde. Lo cierto es que ya no hay vuelta atrás. La mayor revolución de la historia que provocó la llegada de internet y la posibilidad de "globalizar" los contactos entre usuarios ha puesto en pie de guardia a distribuidoras de música y cine. Es más, empresas destacadas de telefonía móvil y nuevas tecnologías obtienen pingües beneficios con las descargas de música e información.
El cine, por su parte, lleva años experimentando con timidez algunos cambios, prometiendo otros y llevando a cabo ciertas pruebas para conocer las tendencias de los usuarios. Al margen de romanticismos hipócritas (aquellos cinéfilos que enfatizan el horror de la pérdida de las salas convencionales son precisamente los que se refugian mayormente en sus casas para deglutir sus películas preferidas una y otra vez, y por tanto, protagonistas también de esta revolución), lo cierto es que habrá que acostumbrarse (algunos ya lo han hecho) a ver cine de forma distinta a la habitual.
Se han desarrollado experimentos más o menos (más bien menos) logrados como la edición del DVD al mismo tiempo que el estreno en cines de una película, pero los ejemplos han sido tan poco atractivos para el gran público que no se pueden sacar conclusiones reales; habría que ver cómo funcionaría si lo hicieran con una película de Steven Spielberg, por ejemplo, o con la próxima entrega de "Harry Potter". Entonces sí se podría dilucidar si el público está dispuesto a comprar el DVD de la película que acaba de ver en los cines, o si le apetece verla simplemente en su casa.
Estos días se ha anunciado un acuerdo entre Teléfonica y Universal por el que las películas distribuidas por esta multinacional podrán descargarse desde una página web. Qué duda cabe que las descargas desde internet son el futuro (para muchos, el presente), y se remarca el hecho de que ahora sí los aficionados podrán hacer lo mismo que estaban haciendo, pero legalmente (¿estará incluido también el dichoso anuncio que compara a los usuarios de internet que descargan películas con ladrones, y que se incluye en todas las ediciones comerciales de DVD?).
Claro que las restricciones son notables, por ahora, y comenzar con "King Kong", una película que ya lleva meses en DVD tampoco es muy valiente que digamos. Pero está claro que veremos cómo la salida al mercado en formato DVD y las descargas legales serán simultáneas en un futuro próximo.
El problema, una vez más, son los canons, los derechos de autor, los precios en definitiva. Y, realmente, si descargarse la película "King Kong" cuesta 16,95 €, mientras que la edición especial en DVD está ya a 18 €: ¿qué gracia tiene la cosa? ¿Cuál es la ventaja? ¿Por qué los precios son parecidos si la producción de carátula, DVD, caja y demás elementos físicos son sustituidos por un simple archivo para el ordenador? ¿Es ésta otra tomadura de pelo como la de los CD de música?
Lo que sí parece una tomadura de pelo es la manía de algunos directores por marear al espectador con supuestas autorías visuales. La última película de Tony Scott, "Dominó" es el no va más de la banalización del estilo visual. La película acaba siendo confusa, no porque el guión sea muy elaborado, sino porque la forma de presentar las imágenes, a base de un montaje frenético y distintas tonalidades de imagen terminan por marear tanto que a uno le importa un carajo quién es Domino y si su historia está basada en hechos reales. Y Keira Knightley, mal que les pese a sus fans, no ayuda precisamente a hacer creíble el personaje, en una de sus interpretaciones menos convincentes. La película, por cierto, ha llegado a España con bastantes meses de retraso, ya que se estrenó en el mercado anglosajón en Octubre de 2005. Sus escasas recaudaciones en taquilla pueden haber sido la causa.
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