El Día del Orgullo (Gay) es una reivindicación envuelta en aires de fiesta, pero también ha sido fagocitado por el merchandising comercial, como el Día de la Madre o el Día de los Enamorados.
Estos días se ha hablado mucho de bodas gays, de separaciones gays, de militares gays... Tanta parafernalia para celebrar el Día del Orgullo, una reivindicación envuelta en aires de fiesta que no ha podido (o no ha querido) abstraerse de la aventura comercial, y ha sido fagocitada por el merchandising, como lo han sido también el Día de la Madre o el Día de los Enamorados.
Tan es así, que cadenas de televisión como Cuatro aprovechan la coyuntura para estrenar la serie Queer as folk, una provocativa incursión en el mundo homosexual que se atrevieron a producir en Inglaterra primero y en Estados Unidos después. Luego dirán que si la sociedad norteamericana es retrógada. Pues será todo lo retrógada que se quiera, pero dudo mucho que a ningún productor español se le hubiera ocurrido meterse en un berenjenal como éste, mostrando de forma más o menos explícita (muy explícita si hablamos de televisión) la vida sexual de un grupo de gays. Y mucho menos a una cadena de televisión en España se le hubiera ocurrido estrenarla. Aquí andamos aún con eso de incluir el personaje "maricón" políticamente correcto en la serie de turno, siempre en tono cómico, claro.
El caso es que, después de haber pasado por las manos de Telecinco sin atreverse a estrenarla, finalmente los derechos de emisión han acabado en Cuatro, y bienvenidas sean las nuevas televisiones si en vez de emitir deporte a todas horas, al menos sirven para que veamos una serie de culto. Aunque eso sí, con seis! años de retraso. Recordemos que la serie original, creada en Gran Bretaña, se estrenó en 1999 y constaba solo de 8 episodios. Después hicieron una secuela en 2000 en forma de miniserie en dos partes. Y ese mismo año en Estados Unidos se estrenó la que ahora podemos ver en Cuatro y que duró cinco temporadas, hasta 2005. Lo dicho, de plena actualidad, vamos.
Otra cosa es que la serie sea para tanto. Desde luego, hay que alabar la valentía de unos productores que hace seis años estrenaron un producto tan visualmente explícito en cuestiones de sexo (los de la fotografía no son los protas de Brokeback mountain, aunque cabalguen igual). Pero vista en la actualidad, cuando tantas cosas han cambiado, la cosa queda un poco sosilla. Esto no quiere decir que no tenga su lado provocativo. Pero la serie poco aporta en cuanto a "normalización", esa palabra tan fea y tan sobada por el colectivo gay. Porque está repleta de los mil topicazos de siempre sobre los homosexuales. En su momento se criticó la imagen de promiscuidad que se daba de sus protagonistas, o el hecho de que todos tengan un nivel de vida que ya quisieran muchos heteros. Pero bueno, si la serie se centra en el sexo, pues vale. Aunque los diálogos no tienen ni de lejos el ingenio de, por ejemplo, los de "Sexo en Nueva York". Y a pesar de que los tres primeros capítulos estaban dirigidos por Russel Mulcahy (recordemos, el director de "Los inmortales") a mi me pareció visualmente bastante pobre, y las escenas de sexo tienen un poco el aire de las malas películas eróticas de los 70.
Claro que uno también se sorprende de lo conservador que es el cine y la televisión recientes, cuando revisiona películas como Delicias turcas, de Paul Verhoeven, que estos días se edita en DVD, incluyendo interesantes comentarios del director. Y es curioso ver lo explícito de la desnudez de los protagonistas (un jovencísimo Rutger Hauer, que aquí vemos a punto de merendar) cuando difícilmente en una película hecha en la actualidad (ni siquiera en España), podríamos ver esas dosis de carne humana. Recomiendo especialmente retomar una película como ésta, que nos devuelve al buen cine hecho con cuatro perras (me refiero al dinero, claro).
También se apuntan a la moda gay las distribuidoras de DVD, que estos días sacan su fondo del armario (nunca mejor dicho). Ahí están por ejemplo las ediciones de La pirata, de Jacques Doillon, High Art, de Lisa Cholodenko, o Stonewall, sobre la manifestación que precisamente dio pie a la celebración del Orgullo Gay. Pero, sobre todo, se estrena Party monster, una locura queer de 2003 que pude ver en su presentación en el Festival de Berlín y que vuelve a engrosar la lista de películas hechas con poco dinero y mucho desparpajo imitando al John Waters de la etapa con Divine, aunque lejos de la gracia que aquellas tenían. Por lo menos ésta queda para ver a Macaulay Culkin (en la foto, el de la izquierda, con esa pinta de Pippi Calzaslargas a punto de salir del armario) haciendo de petarda total, y solo por eso merece la pena aguantar unos minutos la película.
Pero para gay, nada como una historia sobre militares. Tantos cuerpos en el vestuario curtidos a base de ejercicio y de insultos de sus superiores, tanta testosterona lanzada a golpe de flexiones, tanto macho y tantas armas... Y si encima los marines practican el boxeo, eso ya es el no va más de la orgía homosexual. Eso es lo que nos ofrece Annapolis, película protagonizada por James Franco, el sucesor del Duende en la serie cinematográfica Spiderman, cuya fecha de estreno en España se ha quedado en standby, quizás por eso de que ni siquiera en Estados Unidos, tan dados a este tipo de cine de reivindicación del "Todo por la patria" haya tenido éxito. Aquí hay lo que hay, otro cúmulo de topicazos sobre el esfuerzo de un muchachote empeñado en graduarse en la Escuela Naval, aunque parece que nadie quiere que lo consiga. Un bodrio, vamos, pero si yo tuviera un videoclub, lo acabaría colocando en la sección de cine gay.
Tan es así, que cadenas de televisión como Cuatro aprovechan la coyuntura para estrenar la serie Queer as folk, una provocativa incursión en el mundo homosexual que se atrevieron a producir en Inglaterra primero y en Estados Unidos después. Luego dirán que si la sociedad norteamericana es retrógada. Pues será todo lo retrógada que se quiera, pero dudo mucho que a ningún productor español se le hubiera ocurrido meterse en un berenjenal como éste, mostrando de forma más o menos explícita (muy explícita si hablamos de televisión) la vida sexual de un grupo de gays. Y mucho menos a una cadena de televisión en España se le hubiera ocurrido estrenarla. Aquí andamos aún con eso de incluir el personaje "maricón" políticamente correcto en la serie de turno, siempre en tono cómico, claro.
El caso es que, después de haber pasado por las manos de Telecinco sin atreverse a estrenarla, finalmente los derechos de emisión han acabado en Cuatro, y bienvenidas sean las nuevas televisiones si en vez de emitir deporte a todas horas, al menos sirven para que veamos una serie de culto. Aunque eso sí, con seis! años de retraso. Recordemos que la serie original, creada en Gran Bretaña, se estrenó en 1999 y constaba solo de 8 episodios. Después hicieron una secuela en 2000 en forma de miniserie en dos partes. Y ese mismo año en Estados Unidos se estrenó la que ahora podemos ver en Cuatro y que duró cinco temporadas, hasta 2005. Lo dicho, de plena actualidad, vamos.
Otra cosa es que la serie sea para tanto. Desde luego, hay que alabar la valentía de unos productores que hace seis años estrenaron un producto tan visualmente explícito en cuestiones de sexo (los de la fotografía no son los protas de Brokeback mountain, aunque cabalguen igual). Pero vista en la actualidad, cuando tantas cosas han cambiado, la cosa queda un poco sosilla. Esto no quiere decir que no tenga su lado provocativo. Pero la serie poco aporta en cuanto a "normalización", esa palabra tan fea y tan sobada por el colectivo gay. Porque está repleta de los mil topicazos de siempre sobre los homosexuales. En su momento se criticó la imagen de promiscuidad que se daba de sus protagonistas, o el hecho de que todos tengan un nivel de vida que ya quisieran muchos heteros. Pero bueno, si la serie se centra en el sexo, pues vale. Aunque los diálogos no tienen ni de lejos el ingenio de, por ejemplo, los de "Sexo en Nueva York". Y a pesar de que los tres primeros capítulos estaban dirigidos por Russel Mulcahy (recordemos, el director de "Los inmortales") a mi me pareció visualmente bastante pobre, y las escenas de sexo tienen un poco el aire de las malas películas eróticas de los 70.
Claro que uno también se sorprende de lo conservador que es el cine y la televisión recientes, cuando revisiona películas como Delicias turcas, de Paul Verhoeven, que estos días se edita en DVD, incluyendo interesantes comentarios del director. Y es curioso ver lo explícito de la desnudez de los protagonistas (un jovencísimo Rutger Hauer, que aquí vemos a punto de merendar) cuando difícilmente en una película hecha en la actualidad (ni siquiera en España), podríamos ver esas dosis de carne humana. Recomiendo especialmente retomar una película como ésta, que nos devuelve al buen cine hecho con cuatro perras (me refiero al dinero, claro).
También se apuntan a la moda gay las distribuidoras de DVD, que estos días sacan su fondo del armario (nunca mejor dicho). Ahí están por ejemplo las ediciones de La pirata, de Jacques Doillon, High Art, de Lisa Cholodenko, o Stonewall, sobre la manifestación que precisamente dio pie a la celebración del Orgullo Gay. Pero, sobre todo, se estrena Party monster, una locura queer de 2003 que pude ver en su presentación en el Festival de Berlín y que vuelve a engrosar la lista de películas hechas con poco dinero y mucho desparpajo imitando al John Waters de la etapa con Divine, aunque lejos de la gracia que aquellas tenían. Por lo menos ésta queda para ver a Macaulay Culkin (en la foto, el de la izquierda, con esa pinta de Pippi Calzaslargas a punto de salir del armario) haciendo de petarda total, y solo por eso merece la pena aguantar unos minutos la película.
Pero para gay, nada como una historia sobre militares. Tantos cuerpos en el vestuario curtidos a base de ejercicio y de insultos de sus superiores, tanta testosterona lanzada a golpe de flexiones, tanto macho y tantas armas... Y si encima los marines practican el boxeo, eso ya es el no va más de la orgía homosexual. Eso es lo que nos ofrece Annapolis, película protagonizada por James Franco, el sucesor del Duende en la serie cinematográfica Spiderman, cuya fecha de estreno en España se ha quedado en standby, quizás por eso de que ni siquiera en Estados Unidos, tan dados a este tipo de cine de reivindicación del "Todo por la patria" haya tenido éxito. Aquí hay lo que hay, otro cúmulo de topicazos sobre el esfuerzo de un muchachote empeñado en graduarse en la Escuela Naval, aunque parece que nadie quiere que lo consiga. Un bodrio, vamos, pero si yo tuviera un videoclub, lo acabaría colocando en la sección de cine gay.
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