Por Antonio Figueredo
El jurado del Festival de Berlín reconoció el trabajo de películas, actores y actrices que difícilmente encontrarán un hueco entre los fastos de las estrellas de cine. Otra cosa es que aporten algo diferente a la industria.
Hay que tener valor para premiar a una peruana, un maliense, un iraní o un rumano en un festival internacional donde competía la presumible ganadora del Oscar de este año, Kate Winslet y su película The reader. Hasta ahí encontramos cierta predisposición del jurado que presidía Tilda Swinton a lanzar una mirada hacia el cine de recursos menores pero de pretensiones emocionales y conceptuales mayores. Pero, una vez vistas las películas, parece claro que pesó más el intento de dar un espaldarazo a estas producciones minoritarias que el de otorgar el merecimiento a los títulos que realmente lo tenían. Y resulta loable, al menos, esa pretensión. Ni Bertrand Tavernier, ni Lukas Moodysson, ni Stephen Frears, ni por supuesto Stephen Daldry tienen problema alguno en estrenar sus películas. Y en cierto modo es necesario que sea en estos festivales, aunque se muestren algo desangelados, donde el cine "menor" encuentre su plataforma de lanzamiento.
La teta asustada, de la peruana Claudia Llosa, logró para Perú, pero también para España, a través de sus productores Antonio Chavarrías y José María Morales, el máximo galardón. Quizás el premio lleve a más público a los cines que el que, en principio, estaba previsto asistir a esta historia. Otra cosa es que encontremos su valor como elemento cinematográfico a esta historia que utiliza el realismo mágico para sostener de fondo la tragedia de mujeres violadas en el Perú asediado por el terrorismo de los incontrolados y por el terrorismo de Estado.
Este Oso de Oro le viene grande a una película que traza con elementos sencillos y, todo hay que decirlo, con una interpretación casi más interior que externa de Margaly Soler que logra al menos no caer el ridículo, pero que se construye con esos recursos que, dentro del cine menos comercial, también acaban resultando tópicos. Actores que no saben actuar y que se supone que dan por ello mayor credibilidad y naturalidad a la historia; un realismo mágico que permite plantear situaciones absurdas y justificarse con ellas; una cadencia tan sosegada que conduce al sopor...
Tiene La teta asustada algunos momentos (esa boda grupal), algunas miradas, algunos gestos, algunos primeros planos que alcanzan el valor del cine bien hecho, del que sabe y consigue transmitir la emoción y provocar la reflexión. Pero son tan escasos que acaban resultando oasis en el desierto.
El jurado del Festival de Berlín reconoció el trabajo de películas, actores y actrices que difícilmente encontrarán un hueco entre los fastos de las estrellas de cine. Otra cosa es que aporten algo diferente a la industria.
Hay que tener valor para premiar a una peruana, un maliense, un iraní o un rumano en un festival internacional donde competía la presumible ganadora del Oscar de este año, Kate Winslet y su película The reader. Hasta ahí encontramos cierta predisposición del jurado que presidía Tilda Swinton a lanzar una mirada hacia el cine de recursos menores pero de pretensiones emocionales y conceptuales mayores. Pero, una vez vistas las películas, parece claro que pesó más el intento de dar un espaldarazo a estas producciones minoritarias que el de otorgar el merecimiento a los títulos que realmente lo tenían. Y resulta loable, al menos, esa pretensión. Ni Bertrand Tavernier, ni Lukas Moodysson, ni Stephen Frears, ni por supuesto Stephen Daldry tienen problema alguno en estrenar sus películas. Y en cierto modo es necesario que sea en estos festivales, aunque se muestren algo desangelados, donde el cine "menor" encuentre su plataforma de lanzamiento.
La teta asustada, de la peruana Claudia Llosa, logró para Perú, pero también para España, a través de sus productores Antonio Chavarrías y José María Morales, el máximo galardón. Quizás el premio lleve a más público a los cines que el que, en principio, estaba previsto asistir a esta historia. Otra cosa es que encontremos su valor como elemento cinematográfico a esta historia que utiliza el realismo mágico para sostener de fondo la tragedia de mujeres violadas en el Perú asediado por el terrorismo de los incontrolados y por el terrorismo de Estado.
Este Oso de Oro le viene grande a una película que traza con elementos sencillos y, todo hay que decirlo, con una interpretación casi más interior que externa de Margaly Soler que logra al menos no caer el ridículo, pero que se construye con esos recursos que, dentro del cine menos comercial, también acaban resultando tópicos. Actores que no saben actuar y que se supone que dan por ello mayor credibilidad y naturalidad a la historia; un realismo mágico que permite plantear situaciones absurdas y justificarse con ellas; una cadencia tan sosegada que conduce al sopor...
Tiene La teta asustada algunos momentos (esa boda grupal), algunas miradas, algunos gestos, algunos primeros planos que alcanzan el valor del cine bien hecho, del que sabe y consigue transmitir la emoción y provocar la reflexión. Pero son tan escasos que acaban resultando oasis en el desierto.
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