La industria del cine mantiene una subindustria poblada de directores frikies y oportunistas, como Uli Lommel, el último descubrimiento del cutrerío.
El mundo del cine depara numerosas sorpresas, algunas de ellas no especialmente agradables (nunca es agradable perder parte de tu tiempo viendo una película que no te interesa lo más mínimo). Pero en otras ocasiones la sorpresa, sin dejar de tener un regusto amargo, plantea interesantes reflexiones sobre los cineastas y, en este caso, sobre ese submundo de películas frikies, malas hasta decir "basta", incapaces de hacer creíble ni la intención de ser creíbles. Una subindustria que funciona bien, que se mantiene en el subsuelo del cine más cutre, y que contiene los momentos más idiotas de la historia del cine. Tim Burton lo retrató perfectamente en Ed Wood, retrato del director inepto convertido luego hasta en un clásico. Pero en la actualidad, por supuesto, ese cine de nulo talento sigue dando frutos, sobre todo en el mercado del DVD.
Todo esto viene a raíz de la edición de la película La dalia negra. No nos referimos, por supuesto, a la película de Brian DePalma, que también tiene sus dosis de cutrerío, todo hay que decirlo, sino a la oportunista película dirigida por el alemán (ahora afincado en Los Angeles) Uli Lommel. Curioso personaje éste desconocido hasta ahora para mí pero cuya filmografía (larga, comenzando ya en los años setenta) es un exabrupto detrás de otro, una desfachatez hecha cine (o, mejor dicho, video). La dalia negra de Uli Lommel toma como pretexto el asesinato brutal de la actriz así llamada en los años 40 (igual que en la película de De Palma), para trazar otra historia distinta. ¿Qué digo?, otra historia que no tiene nada que ver. Porque la película de Lommel, y ahí está su descaro, su poca vergüenza, pero también su astucia friki, no tiene nada que ver con el tema que vende en su carátula y en su sinopsis.
Se trata de una simple trama de tres cutre-asesinos que, en la actualidad, se dedican a despedazar a aspirantes a actrices que se presentan (solas) en un cásting onvocado en una antigua cárcel (que ya les vale a las aspirantes, porque el sitio es para salir corriendo). La película, por llamarla de alguna forma, es una sucesión de sanguinolentas escenas mal hechas, rodada en video, con actores que deberían haber sido despedazados en el cásting (éstos sí) antes de ponerse delante de las cámaras. Pero a Uli Lommel le importa poco. Él lo que quiere es sacar sangre a borbotones, pero con tan escaso presupuesto que no es capaz de crear escenas mínimamente repugnantes, por mucho que lo intente. Los cuerpos despedazados parecen más de juguete de lo que lo son en realidad. ¿Del famoso asesinato de la actriz? Poco o nada, solo una excusa más barata que la propia película.
Comentaba un internauta que a nadie se le ocurriera alquilar una película con el nombre de Uli Lommel en la carátula. Efectivamente, este director alemán tiene una filmografía para echarse a temblar, llena de oportunistas subidas al carro del éxito. Que estrenan en cines una película sobre el hombre del caso, pues él te hace otra sobre el hombre del saco (Satanás, el reflejo del mal (1980)); que estrenan Zodiac, pues él va y dirige Curse of the Zodiac (2007).
Eso sí, tiene más de 40 películas como director, extenso currículum que viene desempeñando desde los años setenta, en los que por cierto incluso colocó su segundo largometraje, La ternura de los lobos (1973) en la Sección Oficial del Festival de Berlín. Se trataba, ya por aquel entonces, de otra historia de psicópata asesino (una de sus obsesiones) que era gay, lo cual debió interesar bastante en su momento, y trasladaba los cuerpos de los jovencitos asesinados para que sus amigos pudieran devorarlos (el canibalismo es otro de sus temas recurrentes).
En la trayectoria de Uli Lommel incluso se encuentra una trilogía en la que adaptó textos de Edgar Allan Poe (ahí es nada). Por supuesto, las nuevas tecnologías han permitido a estos directores seguir desarrollando su faceta como cineastas de tres al cuarto que consiguen, como en su caso, distribuir sus películas incluso en el extranjero. Pero no se les puede negar desde luego cierta astucia para lograr mantener una profesión aunque sea a base de rodar rápido y sin el menor atisbo de talento.
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