24 julio, 2018

El fútbol como reflejo de la sociedad: ¿Qué es ser francés?


Fuente: Reuters
Estos días Francia es el centro de buena parte de las noticias política y económicas que se generan en un verano en el que habitualmente no se suele hablar mucho de política. Pero julio se ha convertido, en menos de dos semanas, en la mayor alegría del gobierno de Emmanuel Macron y, poco después, en su gran decepción. Francia ganó la Copa del Mundo con un equipo formado en un 80% por jugadores que, aunque nacidos como franceses, en su mayor parte son la segunda generación de una familia de inmigrantes africanos. Mientras los sucesos protagonizados por un guardaespaldas cercano al presidente, Alexandre Benalla, que se hizo pasar por policía para cometer agresiones contra algunos estudiantes que se manifestaban el 1 de mayo, hace temblar los cimientos de un gobierno que ya iba cayendo en picado en los índices de aceptación. 

Muchos de los estudiantes que se manifestaron el 1 de mayo contra una reforma universitaria que no gusta a la mayor parte de la comunidad educativa, son hijos de inmigrantes. Según el estudio "Trayectoria y orígenes", que se publicó en 2016, un 29% de la población francesa es de origen inmigrante (extranjeros llegados al país o hijos de inmigrantes). 

En el documental Les Bleus: Une autre histoire de France (Pascal Blanchard, Sonia Dauger, David Dietz, 2016), uno de los entrevistados afirma categóricamente que "el fútbol es el reflejo de la sociedad francesa". Y así parece atestiguarlo una trayectoria que, entre las Copas del Mundo de 1998 y 2018, ha sufrido cambios fundamentales y numerosas muestras de racismo. 

En 1998, el defensa Marcel Desailly tenía sus orígenes en un país africano, Ghana, mientras que la estrella del equipo nacional, Zinedine Zidane, era hijo de una familia argelina que huyó a Francia durante la guerra de Argel. En el equipo francés de 2018, 15 de los 23 jugadores son hijos de padres que emigraron desde países como Camerún, Congo, Marruecos, Mali, Senegal, Guinea, Angola, Argelia, Togo, Argelia y España. 

Las autoridades deportivas francesas, sin embargo, se han mostrado especialmente ofendidas por esta referencia al origen emigrante de los grandes héroes del fútbol francés, siendo muy vehementes en referirse a los jugadores como hijos de Francia, nacidos, educados y entrenados en el país. Y obviando, en la medida de lo posible, el origen migratorio de sus familias. Justamente, cuando el gobierno de Macron había desarrollado un proyecto de Ley sobre Inmigración que endurece aún más si cabe la condición de delincuentes de aquellos que emigran a Francia. 

Pero la realidad es indudable, por mucho que moleste. E igualmente son franceses y también son africanos estos jugadores  como aquellos otros hijos de inmigrantes que atentaron en París en noviembre de 2015, provocando centenares de muertos. Pero en aquella ocasión, las autoridades sí se esforzaban en demostrar los orígenes "no franceses" de estos terroristas. Ser hijo de inmigrantes te puede convertir, por tanto, en el mayor héroe o en el mayor villano, dependiendo claro está de tu capacidad de integración o de la capacidad de integración que tenga un país. 

En 2005, siendo Nicolas Sarkozy Ministro de Interior, se produjeron los grandes disturbios en la comuna de Argenteuil, en los suburbios de París, cuando dos jóvenes murieron electrocutados mientras se escondían de la policía. Los incidentes, que se extendieron a todo París, provocaron que se declarara durante 3 días el estado de excepción. En 2017, el municipio de Bonigny también vivió nuevos disturbios que a muchos le recordaron a aquellos de 2005, cuando un joven fue violado durante un control policial. Un estudio sobre estos controles en la ciudad de París publicado en 2009 demostraba que los negros y los norte africanos tenían entre seis y ocho veces más posibilidades de ser arrestados que los blancos. 

Durante mucho tiempo al equipo nacional se le ha llamado Black, blanc, beur (negro, blanco y árabe). Pero ya en 2005 el Frente Nacional y reconocidos intelectuales arremetían contra la presencia de jugadores negros en el equipo. El filósofo Alain Finkielkraut escribía: "La gente dice que el equipo nacional francés es admirado por todos por ser black-blanc-beur. De hecho, el equipo ahora es black-black-black, lo que lo convierte en el hazmerreír de toda Europa". En 2007, el historiador Gérard Noiriel, uno de los máximos estudiosos del fenómeno migratorio en su país, era categórico en torno a la tolerancia de Francia en su libro The Historian in the Cité: "Los franceses no se han convertido en más tolerantes hacia los inmigrantes en los últimos treinta años". 

Efectivamente, la realidad a veces se da de bruces contra los subterfugios políticos. Y de eso sabe mucho el equipo nacional de Francia. En 2010, la Federación Francesa de Fútbol fue acusada por el medio de comunicación Médiapart de promover un sistema de discriminación racial según el cual las escuelas de fútbol no podían reclutar a más del 30% de jugadores negros o árabes entre los 13 y 16 años. Todo ello, al parecer, con el beneplácito del seleccionador francés, por entonces Laurent Blanc, quien ya había esta do envuelto en la polémica cuando decidió retirar la comida "halal" (aquella que se prepara según las prácticas  de la religión musulmana), del menú de la selección nacional. Una grabación de audio mostraba a Laurent Blanc haciendo referencia a la selección española, por entonces campeona del mundo, afirmando que en España no había jugadores negros y sin embargo conseguían grandes éxitos.

Los hijos de inmigrantes han sido las grandes estrellas de las últimas semanas en Francia. Si en 1998 se celebraba la Copa del Mundo con la imagen de la gran estrella, Zinedine Zidane, proyectada sobre el Arco del Triunfo en los Campos Elíseos, en 2018 la gran figura ha sido el joven Kylian Mbappé. El primero, de padres argelinos; el segundo, de padre camerunés y madre argelina. Pero también han sido los grandes protagonistas de los disturbios que se han vivido en los últimos años en la capital francesa, en buena medida provocados por la dificultad para encontrar acomodo en una sociedad que solo integra a quienes le interesa. 

Quizás ahí también está el origen de los terroristas que, habiendo nacido en Francia buena parte de ellos, sembraron el caos en París en la noche del 13 de noviembre de 2015. Precisamente, entonces se jugaba un partido amistoso entra las selecciones de Francia y Alemania. Y fue cerca del estadio de fútbol donde comenzó la sucesión de explosiones y disparos que sembraron el caos en la ciudad durante más de tres horas. La serie documental 13 Novembre: Fluctuat nec mergitur (Netflix, 2018), describe minuciosamente los acontecimientos que se vivieron a través de los testimonios de algunos de sus supervivientes.   No se trata de un documental especialmente revelador, pero sí resulta incisivo en su forma de describir con todo detalle esas más de tres horas de terror que vivió París. Una de esas supervivientes fue la hermana de Antoine Griezman, jugador del equipo nacional, que logró salir con vida de la sala Bataclan. Pero la prima de otro jugador de la selección, Lassana Diarra, fue una de las víctimas mortales. 

La película Made in France (Nicolas Boukhrief, 2015), titulada posteriormente en España Objetivo: París, mostraba a un periodistas infiltrado en las cédulas extremistas de la capital francesa. Su estreno estaba previsto para el mes de enero de 2015, pero la masacre contra la revista Charlie Hebdo ese mismo mes retrasaron la presentación hasta el 18 de noviembre. Ni qué decir tiene que, tras los atentados del 15 de noviembre, el estreno de la película fue pospuesto sine die, y de hecho nunca se ha visto en las salas de cine de Francia, siendo relegada directamente a los videoclubes. Pero, al margen de sus logros cinematográficos, la película plantea una realidad que a muchos franceses les resulta insoportable: la mayoría de los ataques suicidas que se han perpetrado en el país han sido protagonizados por franceses. O lo que es lo mismo, el peligro, la radicalización, la falta de integración, es un problema que surge de las entrañas de la propia Francia. 

Igual que cuando las autoridades francesas tratan de "minimizar" el origen africano de los jugadores de su equipo nacional que han conseguido la Copa del Mundo, o de "maximizar" las raíces árabes de los atacantes suicidas, la mirada a la realidad de una inmigración que parece más que nunca una amenaza (ahí está el triunfo de los discursos radicales en muchos países europeos) resulta obtusa y plantea pocas soluciones. En Francia, ese sentimiento también está radicalizado. Quizás porque para muchos resulta difícil responder a la pregunta: "¿Qué es ser francés?". 



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