Durante esta semana continuamos repasando algunas de las películas más destacadas que han formado parte de la programación del Sheffield Doc Fest. Dentro de las sesiones de la Industria, destacaron algunos paneles como Women in the Frame: Representing women in the crime documentaries (Mujeres en la imagen: Representación de las mujeres en los true crime), que destacó la manera en que la mirada hacia las mujeres ha ido cambiando en los documentales dedicados a crímenes reales. A medida que el género true crime se aleja de las historias unidimensionales de protagonistas femeninas solo como víctimas, la participación de profesionales mujeres en la producción y dirección de documentales ha cambiado también los desafíos creativos que enfrentan a la hora de introducir mayor diversidad e inclusividad, modificando el punto de vista para hacerlo más complejo. La realidad es que el target principal del género true crime es el femenino, lo que comenzó a manifestarse en el éxito de los pódcast dedicados a crímenes reales, cuya audiencia principal eran mujeres en un 75%. Algunos estudios hablan de una empatía de las espectadoras con las víctimas, que llegan a alcanzar un 70% en las estadísticas de asesinatos cometidos por asesinos en serie, pero las razones no parecen claras. La tendencia a representar a las mujeres solo como víctimas se ha modificado en los últimos años, y series como Mi reno de peluche (Netflix, 2024) ofrecen una perspectiva muy diferente de cómo se muestra al hombre y a la mujer dentro de una relación abusiva. Precisamente este cambio de enfoque fue el protagonista de otro panel, un Caso de Estudio enfocado en la miniserie recientemente estrenada My wife, my abuser: The secret footage (Channel 5, 2024), en la que Richard Spencer narra los veinte años de abusos y maltratos físicos y psicológicos que recibió por parte de su esposa, con imágenes muy impactantes de la violencia doméstica que sufrió. En nuestro repaso de hoy hablamos de las relaciones laborales a través de documentales que abordan la lucha por los derechos de las trabajadoras sexuales en Uruguay, la imposición de la productividad china en países de África, la revolución de los agricultores en la India, la incipiente organización sindical por parte de los trabajadores de Amazon y la huelga de mineros ingleses en 1984 que se convirtió en una incipiente guerra civil.
Mala reputaciónMarta García, Sol Infante ZamudioUruguay, Argentina 2024 | First Feature Competition | ★★★★☆ |
Para Karina Núñez, la prostitución ha sido su forma de vida desde que era joven o, como ella misma explica: "Ejercí la prostitución hasta los 26 años. A partir de entonces fui reconocida por una figura jurídica como trabajadora sexual". Efectivamente, desde que se aprobara por unanimidad en 2002, la Ley del Trabajo Sexual establece que la actividad es una ocupación laboral equiparable a cualquier otra, pero que siempre se debe ejercer por cuenta propia, nunca para un tercero. Sin embargo, hay una realidad que contradice la norma, formada por un proxenetismo velado que impone horarios, tarifas y servicios que se deben ofrecer a los clientes. Y también está el estigma de la mujer que ha ejercido la prostitución cuando, como Karina, se plantea que a sus 45 años debería pensar en dedicarse a otro trabajo. En Mala reputación (Marta García, Sol Infante Zamudio, 2024) no se aborda si los resultados de esta ley que tiene más de veinte años han sido positivos o no. Dentro del feminismo hay una división de posturas entre quienes lo defienden como una ocupación laboral y quienes piensan que regularla es apoyarla: "La prostitución no se debate, se combate", dicen las voces abolicionistas. Y en cuanto a las personas que lo ejercen, también hay enmiendas que hacer a esta ley uruguaya. El relato que ofrece este documental es el de una mujer que se ha convertido en un referente por los derechos laborales de las prostitutas, y los primeros pasos de la organización O.T.R.A.S., que incluye a trabajadoras y extrabajadoras sexuales, y que pretende ser incorporada como organización sindical en la Central Única de Trabajadores (PIT-CNT). Entre sus reivindicaciones se encuentra un mejor acceso a la sanidad, aunque tienen revisiones médicas gratuitas cada seis meses que parecen más pensadas para los clientes que para ellas mismas, y unas mejores condiciones de jubilación, que para una trabajadora sexual supone enfrentarse a la ausencia de clientes conforme tienen más edad. También la estigmatización de su trabajo, aunque sea a través de determinadas discriminaciones como tener que darse de alta en una comisaría para poder ejercer como trabajadoras sexuales. Por eso Karina quiere comenzar un nuevo trabajo y abandonar la ocupación que ha tenido toda su vida.
La cámara de Sol Infante Zamudio acompaña a Karina en sus funciones como principal impulsora de O.T.R.A.S., en los que surgen historias protagonizadas por otras compañeras, como cuando surge la noticia de un maltrato o un asesinato. En Mala reputación, que se conoció durante su desarrollo con el título de Puta historia, se refleja con acierto el sentido de comunidad entre un grupo de trabajadoras, el contacto permanente a través del móvil para evitar situaciones conflictivas con los clientes y una especie de red de solidaridad que parece consistente. Y se manifiestan algunas realidades que continúan existiendo (quienes están en contra de la ley manifiestan que no ha dado solución a estos problemas), como el tráfico de personas, la prostitución infantil o el proxenetismo. Karina habla de una compañera a la que "le piden 6.000 pesos para poder recuperar su cédula de identificación, y lleva trabajando en Uruguay 10 años". También se cuentan anécdotas más desenfadadas sobre la forma en que tuvieron que hacer frente a las restricciones por la pandemia del COVID: "Recuerdo que tuve que ponerme guantes y mascarilla para hacer el servicio porque el cliente quería. Tuve que hacer hasta un hueco en la pared", dice una de ellas. Pero también se pone de manifiesto que, aunque la lucha de las trabajadoras sexuales tienen objetivos parecidos, los diferentes enfoques hacen difícil que exista una solidaridad real, especialmente entre las trabajadoras cis y las transexuales, que en muchos casos afrontan realidades muy distintas. Las conversaciones que se suceden en la película ofrecen un panorama suficientemente complejo de los retos a los que se enfrentan las trabajadoras sexuales en Uruguay, pero cuando Mala reputación encuentra una mayor profundidad emocional es en los momentos en los que acompaña a Karina a la parada de camiones donde ejerce su trabajo durante las noches. En un descampado, acompañada únicamente por algunos perros callejeros, los clientes parecen escasear y el entorno es solitario y aislado, pero su jornada acaba durante el día, como vemos en las imágenes grabadas con su teléfono móvil entre la Ruta 3 y la Ruta 20, esperando que la recojan. Lo que contrasta con la imagen que ofrece su vida familiar junto a su pareja, a quien ayuda a vender productos de limpieza, y sus tres hijos. Karina dice que "somos trabajadoras psicosexuales", porque muchas veces ejercen como oyentes de los problemas de sus clientes. Su lucha principal es que sus problemas también sean oídos por los demás.
Acompañada en buena parte del metraje por una cámara en mano que refleja su constante estado de estrés, vemos a la empresaria Motto en numerosas reuniones y coordinando una amplia masa laboral, como subdirectora del complejo industrial Eastern Industry Park situado en Dukem, una pequeña población cerca de Addis Abeba. La fuerte inversión económica china en Etiopía se beneficia de exenciones fiscales durante 10 y 15 años, dependiendo de las zonas donde construyan estos grandes parques industriales, cuyas instalaciones vemos que sorprenden a unos empresarios holandeses con los que se reúne Motto. No solo contienen fábricas de productos textiles chinos, sino que son capaces de generar buena parte de los productos que necesitan para funcionar, incluida una fábrica de cemento. La intención ahora es la de ampliar el parque industrial con un proyecto mucho más ambicioso que ocuparía grandes extensiones de tierra, aunque el problema es que esas tierras pertenecen a los agricultores de pequeñas aldeas cercanas. La incorporación del modelo productivo chino a los países africanos se ha venido produciendo de manera creciente en los últimos años. La justificación es la introducción de mejoras en la economía de las ciudades africanas, ahora enfocadas en una mayor industrialización, pero como refleja perfectamente Made in Ethiopia (Yinyan Yu, Max Duncan, 2024), que ha recibido hace unos días una Mención Especial del Jurado en el Festival de Tribeca, estas inversiones se circunscriben a lo que es necesario para las industrias, no para las poblaciones. Se construyen carreteras, pero porque se necesitan para trasladar a unos trabajadores que acaban atrapados en un círculo vicioso con un sueldo de 50 dólares al mes, que les impide progresar. Beti, una de estas trabajadoras, decidió emanciparse de su familia y comenzó a coser pantalones en una de las fábricas chinas, pero este trabajo le impide cumplir su deseo de estudiar y ser ingeniera. Lo que encuentra China en Etiopía es una población muy joven, en la que más de la mitad tiene menos de 18 años, proponiendo un progreso falso que no mejora el desarrollo de la economía local, sino que se circunscribe a la construcción de estos grandes complejos de explotación laboral.
Esta película puede recordar a la excelente American factory (Steven Bognar, Julia Reichert, 2019), en la que un inversor chino instalaba una fábrica de coches en Estados Unidos, tratando de trasladar el modelo de productividad de China, un camino evidentemente frustrante. También en Made in Ethiopia se refleja el grado creciente de frustración de Motto en un país en el que, a pesar de que resulta más fácil incorporar el sistema de explotación laboral, comienzan a surgir otros problemas. Los agricultores, encabezados por el joven Workinesh, deciden no permitir que comiencen las obras hasta que el gobierno local les entregue las tierras que les ha prometido a cambio de las suyas, y a lo largo del tiempo que tarda el proyecto en ponerse en marcha, que comenzó en 2019, se produce la pandemia del coronavirus que deja las fábricas vacías y una guerra civil en Etiopía que ahuyenta a los inversores extranjeros en un país tan inestable. Es interesante el contraste entre la ejecutiva china y la representación de cómo se ve afectada la población africana con estas inversiones: Beti encuentra un trabajo, pero con un sueldo que le permite difícilmente llegar a final del mes, porque el supuesto crecimiento económico de la zona también conlleva un aumento de los precios, mientras que Workinesh, cuyas tierras serán ocupadas por la Fase Dos del proyecto industrial, comienza a perder fuerza en sus protestas. Frente a las promesas vacías del gobierno local, se establece la prohibición de cultivar en la zona que ocupará la fábrica, acorralando cada vez más a los agricultores. La película adopta tres perspectivas femeninas: la de la empresaria, la de la joven trabajadora y la de la esposa del agricultor, quien asume con mayor convicción un futuro que no pasa por la agricultura, pensando en el educación de su hija. Motto se presenta como una ferviente creyente del sistema de producción chino, hasta el punto que a veces parece insensible a las consecuencias que sus decisiones provocan a su alrededor. Presionada por los empresarios chinos en un trabajo para el que ha tenido que renunciar a ver a su hija durante largos períodos de tiempo, sus sacrificios personales se reflejan en su firmeza como empresaria. Cuando las trabajadoras de la fábrica textil se rebelan contra la nueva exigencia de un objetivo de producción claramente irrealizable, Motto comenta que quizás deberían dedicar menos tiempo a comer o a ir al baño. Para ella, la construcción de estas fábricas supone una oportunidad que Etiopía no puede desaprovechar, pero la realidad de Beti y los agricultores establece un punto de vista muy diferente. Sin embargo, los directores evitan ofrecer una representación simplista: hay un capitalismo agresivo pero también un fuerte componente de corrupción gubernamental, y al final todo parece una gran rueda en la que unos presionan a otros. Cuando la definición de progreso económico se tergiversa desde su raíz, las principales víctimas acaban siendo los sectores más desfavorecidos.
Farming the revolutionNishtha Jain, Akash BasumatariIndia, Francia, Noruega 2024 | Rebellions | ★★★★☆Hot Docs '24: Mejor Documental Internacional |
La actualidad se ha empeñado en contradecir el final esperanzador de esta película, en la que solo se menciona brevemente que las protestas de los agricultores indios se reanudaron en febrero de este año, después de romperse las negociaciones con un gobierno que acabó incumpliendo buena parte de las promesas que hizo para terminar con la duradera desobediencia civil de 2020-2021. Lo que parecía ser una victoria se ha acabado convirtiendo en un nuevo reto al gobierno en puertas de las elecciones del pasado mes de abril que volvió a ganar el Partido Popular Indio (BJP) de Narendra Modi. Pero eso no le resta valor a cómo Farming the revolution (Nishtha Jain, Akash Basumatari, 2024) consigue describir de una manera profunda los entresijos de unas movilizaciones que pusieron por primera vez a los agricultores en contra del gobierno autoritario de Modi, a lo largo de trece meses en los que finalmente se derogaron las tres leyes que podrían provocar un grave perjuicio para la subsistencia de muchas familias. Uno de los principales puntos en conflicto es el denominado Precio Mínimo de Apoyo (PMS), que el gobierno establece cada año para más de veinte productos para proteger a los agricultores de las fuertes caídas de precios. Mientras los agricultores piden que se extienda a todos los productos, el Estado afirma que es una medida impracticable por el alto coste económico que supone, aunque la realidad parece estar más relacionada con las exigencias impuestas por la Organización Mundial del Comercio (OCM). La amenaza de la competencia de las grandes multinacionales está en el horizonte de los pequeños agricultores indios. Ganadora del premio al mejor Documental Internacional en la pasada edición de Hot Docs, Farming the revolution se introduce en el interior de las protestas de agricultores durante los trece meses que duraron entre 2020 y 2021, hasta que en noviembre el gobierno prometió derogar las nuevas leyes y negociar un PMS con ellos, negociaciones que se rompieron el pasado mes de febrero. La magnitud de las protestas a las puertas de Nueva Delhi se muestran en amplias tomas áreas, para acercarse después a la organización interna de los manifestantes, acampados a lo largo de varios kilómetros.
Mientras sobre el escenario principal se suceden intervenciones de los líderes de los sindicatos como Joginder Singh Ugrahan, dentro de las tiendas de campaña improvisadas se organizan turnos para cocinar y se reparten provisiones. El gobierno, quizás pensando que las movilizaciones serían breves, ofrece al comienzo la posibilidad de repartir alimentos entre los agricultores, lo que éstos rechazan. Los directores están más interesados en retratar a los manifestantes a pie de calle que en ofrecer la versión oficial de los sindicatos, presentando la realidad de quienes luchan por su subsistencia. Y dedican una buena parte del primer acto a mostrar cómo los medios de comunicación afines al gobierno impulsan una narrativa que trata de tergiversar las manifestaciones. Se impone la necesidad de ofrecer un punto de vista diferente y se organiza la elaboración de un periódico interno, Trolley Times, que se reparte en la ciudad, pero que se siente como una respuesta demasiado pequeña para el alcance masivo que tienen los medios oficiales. Es, efectivamente, una lucha de David contra Goliath, pero a la que la perseverancia y el paso del tiempo ayudan a fortalecerse. La directora Nishtha Jain (1965, India) tiene una larga carrera en el género documental con películas como Gulabi Gang (2012) y The golden thread (2022), premiadas en festivales internacionales. Como en sus filmes anteriores, la introducción de elementos poéticos y la conexión con el pasado aporta una textura reflexiva que amplifican el valor de estas protestas. Hay referencias al líder anticolonial Bhagat Singh, y los más ancianos recitan poemas tradicionales que se superponen a las imágenes de las protestas, estableciendo una conexión moral entre las luchas del pasado y las reivindicaciones del presente. También la cámara de Akush Basamatari es hábil en capturar esta resonancia, cuando muestra una referencia a la violencia que comienza a practicar la policía, enfocándose en un graffiti de Mahatma Gandhi sobre la fachada de un edificio a lo lejos.
El entusiasmo del comienzo adquiere signos de cansancio conforme pasan los meses y se alargan las protestas, en un evidente pulso por parte del gobierno de Modi. Muchos agricultores que han llegado de aldeas lejanas empiezan a hacer turnos para no permanecer todo el tiempo en la acampada, porque necesitan ocuparse también de sus tierras. Hay una interesante referencia a la participación de las mujeres en unas manifestaciones que están lideradas principalmente por hombres. Durante una reunión de los organizadores una de ellas manifiesta cómo estas protestas están impulsadas por un extenso y poderoso movimiento femenino, haciendo referencia a la necesidad de mantener un control de seguridad, que evite los abusos sexuales que se han producido, especialmente cuando por las noches el alcohol se extiende entre algunos manifestantes. Esta mirada compleja al desarrollo de una de las revoluciones más importantes de las últimas décadas ofrece una disección notable del poder del pueblo frente a las imposiciones de los gobiernos y el mercado internacional. Un joven agricultor que quería viajar a Canadá para trabajar allí, pero comenta que la fuerza de las manifestaciones le ha convencido de permanecer en India. Él es el representante de una familia que tiene plantaciones de trigo, cuya fisonomía se asemeja a los colores de los manifestantes dirigiéndose hacia Nueva Delhi.
UnionBrett Story, Stephen MaingEstados Unidos 2024 | Roger Ross Williams Selection | ★★★★☆Sundance '24: Premio Especial del Jurado - Art for Change |
Uno de los éxitos del Festival de Sundance ha sido esta película que reúne a dos directores que hasta la fecha habían trabajado por separado: la realizadora canadiense Brett Story, quien ganó en Hot Docs el premio al Mejor Documental Canadiense por The prison in twelve landscapes (2016), y el norteamericano Stephen Maing, que recibió un Emmy por su película Crime + Punishment (Hulu, 2018). En el comienzo del documental, que muestra la lenta aparición de un barco de carga lleno de contenedores, parece verse el estilo más poético de Brett Story, pero en general la colaboración entre ambos es singularmente efectiva, aunque provengan de dos acercamientos diferentes al género. Incluso cuando hay una representación metafórica que utiliza el lanzamiento del cohete New Shepard en 2021, en el que Jeff Bezos, propietario de Amazon, estuvo 11 minutos en el espacio, para mostrar lo distante que el empresario de sesenta años puede llegar a estar de los problemas laborales de su empresa. Porque el enfoque principal de Union (Brett Story, Stephen Maing, 2024) se centra en la lucha de un grupo de empleados y ex-empleados de Amazon en Nueva York para conseguir crear una organización sindical que garantice condiciones laborales menos coercitivas que las que se practican. En 2023, Amnistía Internacional publicó el informe No se preocupe, es solo una filial de Amazon, en el que se denunciaba la explotación de trabajadores inmigrantes en los almacenes de la compañía en Arabia Saudí, lo que ha desembocado en el reembolso de 1,9 millones de dólares procedentes de comisiones ilegítimas a 700 empleados. La organización de ALU (Amazon Labor Union) ha sido una iniciativa de Chris Smalls, que trabajaba como supervisor de empaquetado en una planta logística en Staten Island denominada JFK8, quien denunció en 2020 la falta de mascarillas de protección individual y de medidas de distancia social contra el Covid-19. Pero el mismo dia que encabezó la protesta, fue despedido por Amazon argumentando precisamente que había vulnerado los protocolos de distancia social (en 2022 el fiscal general de Nueva York ordenó a Amazon su readmisión tras una investigación que concluyó que el despido fue ilegal).
La película muestra los primeros pasos de Chris Smalls y un grupo de trabajadores para organizarse como formación sindical pero, aunque hay algunas secuencias rodadas con cámara oculta dentro de la empresa que reflejan algunas reuniones e incluso proyecciones de videos para los trabajadores en los que Amazon arremete contra la sindicalización, el propósito de Union no es tanto el de mostrar a un enemigo corporativo sin escrúpulos, sino que se enfoca principalmente en el largo proceso que siguieron los trabajadores para conseguir el apoyo de al menos el 30% de los empleados del almacén, con el objetivo de organizarse como sindicato de manera legal. Para bien y para mal, el enfoque se limita al punto de vista de sus protagonistas, quienes incluso parecen tener ciertas dificultades para conseguir el apoyo de otros sindicatos nacionales. Cuando visitan las oficinas del Sindicato de Trabajadores de Alimentos y Comercio (UFCW), una organización que cuenta con 1,3 millones de afiliados en Estados Unidos y Canadá, no vemos la reunión pero a la salida expresan su disgusto por el trato recibido: "Nos tratan como niños, como si no supiéramos lo que estamos haciendo. Diciendo que necesitamos el respaldo de Biden. A mi me importa una mierda Biden". La sombra de la maquinaria de desprecio de la compañía se refleja cuando se hace referencia a la filtración de un memorando interno por parte de Vice News (2/4/2020) en el que David Zapolsky, consultor general de Amazon, tras una reunión con Jeff Bezos afirmaba que sería bueno empujar a los medios a enfocarse en Chris Smalls, porque era "poco inteligente y poco elocuente", de forma que la empresa podría tener una posición de ventaja. El asesor se equivocó en su asesoramiento.
El grupo de trabajadores está formado por diferentes procedencias raciales y culturales, lo que ofrece una visión muy significativa de los diferentes enfoques de sus problemas. Cuando uno de los participantes sugiere que deben realizar acciones más contundentes, aunque eso suponga ser detenidos por la policía, Natalie le dice: "Eso lo propones porque eres blanco. Si fueras negro no pondrías en peligro tu vida provocando a la policía". Y estas fracturas que surgen a lo largo de la estrategia para conseguir las firmas necesarias de los trabajadores es el elemento más interesante de la película. A lo largo de este proceso, en el que Amazon utiliza un sistema de "puertas giratorias" cuando consiguen el número de firmas necesarias, despidiendo o trasladando a los trabajadores que han firmado para poder impugnarlo, los miembros de la futura ULA se encuentran con numerosos obstáculos y algunas divergencias de criterio, aunque también tiran de inventiva, como cuando ofrecen pizzas y marihuana gratis para que los trabajadores se acerquen a estampar su firma. Aunque podría verse como una tradicional lucha de David contra Goliath, incluso algunos utilizan máscaras de Dalí como las de La casa de papel (Netflix, 2017-2021) cuando se presentan ante los medios, el documental está más interesado en reflejar las dificultades dentro de la organización sindical. Una escena significativa en la que la pequeña tienda en la que se reúnen a las afueras del almacén de Amazon está a punto de desprenderse a causa del fuerte viento (el propio Stephen Maing que estaba grabando ofrece su ayuda), refleja de qué manera el sindicalismo frente a una corporación que se basa en la explotación laboral, puede llegar a ser vulnerable.
Las consecuencias de las políticas económicas de Margaret Thatcher, especialmente para grandes grupos de trabajadores británicos, fueron notables y en algunos casos devastadoras, sobre todo en el sector de la minería, sufriendo una reconversión que en realidad era inevitable, puesto que la crisis ya se hacía patente, pero que no tuvo en cuenta el futuro de los trabajadores, con la habitual insensibilidad que marcó sus mandatos entre 1979 y 1990. La oposición radical por parte de los mineros en ciudades como Sheffield, y especialmente el empeño del líder sindical Arthur Scargill, que propugnaba desde su ideología comunista un enfrentamiento directo contra el liberalismo, acabó en una de las huelgas más importantes del siglo XX en Gran Bretaña. La película Strike: An uncivil war (Daniel Gordon, 2024) quiere arrojar mayor luz sobre los efectos de las huelgas de mineros de 1972 y 1974 como referentes de la que se produjo en 1984, que desembocó en la denominada "batalla de Orgreave", un enfrentamiento muy violento entre la policía y los piquetes de huelguistas. Más que a través de los líderes sindicales, el documental de Daniel Gordon (1952, Reino Unido) recoge los testimonios de trabajadores que participaron directamente en esta confrontación, de manera que adopta un punto de vista más cercano a la realidad de las familias que asistían al plan del gobierno de desmantelar la industria minera, pero sin ofrecerles una alternativa laboral. The battle of Orgreave (Mike Figgis, 2001) se acercó a estos hechos a través de la grabación de una recreación teatral propuesta por el artista Jeremy Deller en la que participaron muchos trabajadores (algunos intercambiando sus roles como policías) para representar los acontecimientos tal como se produjeron. Pero en este caso se utiliza sobre todo material de archivo, con fotografías y grabaciones de televisión que muestran la brutalidad del ataque policial, que utilizó agentes montados a caballo contra los manifestantes. Hay un especial empeño en la película por mostrar el grado de violencia y el nivel de organización de la policía en una ofensiva que durante mucho tiempo culpabilizó a los mineros como los primeros responsables. La BBC tuvo que pedir disculpas años más tarde porque durante un juicio posterior se demostró que había manipulado las imágenes en sus informativos para dar la impresión de que la batalla comenzó en el sector huelguista. Todo muy característico de los gobiernos conservadores británicos.
Hay sin embargo escasas referencias al posicionamiento del Partido Laborista, que había descrito a través de uno de sus líderes a Arthur Scargill como "el equivalente obrero a un general de la I Guerra Mundial". Y esta ausencia de amplitud política desmerece de un documental que pretende ofrecer una mayor claridad sobre los acontecimientos. Al margen de la manipulación informativa, se sugiere claramente que hubo una intención planeada de atacar duramente a los manifestantes, en una batalla que adoptó la imagen de las guerras medievales, e incluso algunos analistas políticos han descrito estos hechos como propios de una incipiente guerra civil. La propia Margaret Thatcher dijo en una entrevista una frase que reflejaba la completa desafección de la primera ministra con los ciudadanos británicos: "Tuvimos que luchar contra el enemigo exterior en las Malvinas y ahora tenemos que luchar contra el enemigo interior". Esa equiparación bélica considerando a unos trabajadores que luchaban por mantener sus puestos de trabajo como un "enemigo interior" ha permanecido como una cicatriz dolorosa para quienes participaron en las huelgas. Pero la postura de la policía y el gobierno quedó clara cuando se acusó a 71 manifestantes de disturbios y a 24 de desorden violento, lo que suponía penas de cadena perpetua. En el juicio, sin embargo, se demostró que la policía había fabricado pruebas y que los medios de comunicación públicos manipularon la información. En este sentido, Strike: An uncivil war transmite emocionalmente la pesadilla en que se convirtió una lucha sindical que acabaría disolviéndose hasta que muchos trabajadores regresaron a las minas. El director, Daniel Gordon ganó dos premios BAFTA por el documental Hillsborough (2014), en torno a los acontecimientos trágicos ocurridos en 1989 en el estadio de Hillsborough en Sheffield, y también fue uno de los primeros ganadores del Giraldillo de Oro en el II Festival de Sevilla, Cine y Deporte, por su película El partido de sus vidas (2002).
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Películas mencionadas:
American factory se puede ver en Netflix.
Películas mencionadas:
American factory se puede ver en Netflix.
The prison in twelve landscapes se puede ver en dafilms.com
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