Nos acercamos al Sheffield Doc Fest para hablar de revoluciones, pequeñas o grandes, protagonizadas por colectivos que se reúnen para reclamar derechos y reivindicar soluciones. Desde las tribus indígenas en Canadá hasta las brigadas ciudadanas en los bosques de Galicia, pasando por la crisis migratoria en Venezuela o el debate sobre la propiedad privada en Inglaterra.
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The standChristopher AuchterCanadá 2024 | Rebellions | ★★★★☆Sheffield '25: Mención Especial Jurado Joven |
Hemos visto en documentales recientes las continuas problemáticas que ha tenido el gobierno canadiense con la preservación de las tierras que las naciones indígenas vienen reclamando como territorios propios. En Twice colonized (Lin Alluna, 2023), la abogada y activista Aaju Peter expone la doble colonización que ha vivido, primero en Groenlandia y después en Canadá, donde se enfrenta a las prohibiciones de caza de focas que ha impuesto la administración, sepultando el principal medio de subsistencia inuit. Por su parte, en Yintah (Brenda Michell, Michael Toledano, Jennifer Wickham, 2024), ganadora de varios premios en la última edición de los Canadian Screen Awards, se refleja la connivencia del gobierno de Justin Trudeau con las grandes petroleras que tratan de invadir el territorio que la tribu wet'suwet'en reclama como suyo. En esta lista de documentales, lo que aporta ahora The stand (Christopher Auchter, 2024) es demostrar que esta confrontación ha sido permanente a lo largo de las últimas décadas, recuperando los archivos de otra disputa territorial, la que se produjo en 1985 cuando la Nación Haida Gwaii decidió impedir el paso de la maquinaria de una empresa maderera, que pretendía talar buena parte de las densas capas boscosas de la isla Lyell, con el apoyo del gobierno de Columbia Británica presidido por el primer ministro Bill Bennett. Solo a través de imágenes de archivo grabadas por los medios de comunicación se articula esta historia en torno a la falta de comprensión entre las autoridades blancas y las reivindicaciones indígenas. La película de Christopher Auchter (1980, Canadá), que pertenece a los Haida Gwaii, realizada para el National Film Board of Canada, refleja esta confrontación pacífica a través de tres personajes principales: Frank Beban, dueño de la empresa maderera subcontratada, Miles Richardson, presidente del Consejo de la Nación Haida y Jack Webster, presentador del programa de entrevistas ¡Webster! del canal público BCTV, que aborda en varias ocasiones el problema con la presencia de representantes indígenas. Hay dos características destacadas en la construcción de esta historia: por un lado, el enfrentamiento pacífico que se produce por parte de todos los implicados, algo que en la actualidad parece sorprendente. Incluso aunque se producen arrestos por parte de la policía, se transmite un cierto respeto hacia los Haida Gwaii, quizás también por la constante presencia de cámaras de televisión. En un momento especialmente curioso, la tribu Haida invita a los trabajadores de la empresa maderera a compartir con ellos una cena, demostrando que existe una comprensión mutua pero un claro conflicto de intereses. Al fin y al cabo, muchos de los indígenas también trabajaban en empresas madereras.
A través de las intervenciones y entrevistas de Jack Webster se refleja asimismo la falta de sintonía por parte de los medios de comunicación, que analizan el conflicto como un asunto que afecta a los empleos y la economía de Columbia Británica, aunque para los indígenas es una cuestión más espiritual y territorial, reclamando su derecho a mantener la isla como parte de su hogar. Las referencias del periodista Jack Webster a que en realidad la Nación Haida es una tapadera para las reclamaciones de los ambientalistas refleja la presión de los medios para cambiar la narrativa real de las reivindicaciones. Años más tarde se descubrió que Jack Webster tenía intereses económicos en la industria maderera, con acciones en la empresa Western Forest Products, aunque él manifestó que no había influido en su forma de abordar el conflicto. A pesar de que Frank Beban Logging y Western Forest Products se enfrentaron en 1986 a cargos judiciales por haber afectado gravemente a la población de salmón en la zona, la denuncia fue abandonada seis meses después, lo que indica evidentes presiones políticas. La resistencia de los grupos que se situaban en la carretera de acceso a los bosques fue permanentemente pacífica, pero hasta 2024 no se firmó un acuerdo en el que el gobierno de Columbia Británica reconocía el título aborigen haida en toda Haida Gwaii, estableciendo que el territorio les pertenece, aunque este acuerdo aún no ha sido ratificado por Canadá. Utilizando los archivos para darle una estructura narrativa a los acontecimientos, el director introduce un personaje de animación que despliega información para contextualizar, lo que demuestra su intención educativa. Pero The stand despliega gracias a su excelente montaje y la destacada banda sonora de Genevieve Vincent, que le da un aire de thriller de los años ochenta, una interesante reflexión sobre las disputas territoriales que permanecen como un problema estructural de las consecuencias del colonialismo.
Uno de los debates más interesantes que se vienen produciendo en Inglaterra en los últimos años se centra en la relación del hombre con la tierra, en un país en el que se calcula que solo el 1% de su población mantiene como propiedad privada la mitad del territorio. Narrada como si se tratara de un cuento al comienzo del documental, con animaciones sencillas, se explica que esta tradición proviene de la conquista de Inglaterra por parte de los normandos en 1066 y el reinado de Guillermo I, también conocido como Guillermo El Conquistador, quien estableció un reparto de tierras entre los barones como agradecimiento por su lealtad. De esa división del territorio proviene la herencia de muchas de estas posesiones, o el traspaso mediante escrituras de venta entre los sectores más privilegiados económicamente de la sociedad inglesa. La diferencia que se destaca entre Inglaterra y Escocia, es que en este país se estableció mediante la Ley de Reforma Agraria de 2003, el derecho de todos los ciudadanos escoceses a disfrutar de las tierras aunque estén en manos privadas: "La tierra no nos pertenece, nosotros pertenecemos a la tierra", dice un terrateniente escocés, quien mantiene abiertas las amplias posesiones naturales que le pertenecen, para el uso de los ciudadanos, solo controlando que haya una utilización responsable del entorno natural, algo parecido a lo que ocurre en los países escandinavos. En Inglaterra, por el contrario, los terratenientes de familias con títulos nobiliarios se resisten a permitir que sus posesiones sean disfrutadas por los ciudadanos, utilizándose para la agricultura y la ganadería, pero manteniendo la mayor parte de sus tierras como un solitario espacio natural para su disfrute privado. Francis Fulford, que posee 1.200 hectáreas en Dunsford (Devon), considera que no tiene sentido permitir la entrada pública: "Este es nuestro lugar de trabajo, no es una zona de ocio". Pero el documental Our land (Orban Wallace, 2025) se centra sobre todo en el movimiento Right to Roam (Derecho a deambular) que está formado por ciudadanos que traspasan los muros de las tierras privadas para reivindicar el derecho de todos los ingleses a disfrutar de los espacios naturales acaparados por unas pocas familias. Y establece un interesante diálogo sobre la propiedad privada y los derechos públicos. La conservacionista Nadia Sheikh destaca que "Inglaterra tiene una mayor cantidad de concentración de propiedad privada que cualquier otro país del mundo. Una tercera parte de Inglaterra pertenece todavía a la aristocracia". Surge la pregunta sobre si este sistema tradicional que surgió en el siglo XI tiene sentido que se mantenga hoy en día, privilegiando a terratenientes que han mantenido sus posesiones durante cientos de años.
Hay algunos propietarios como Hugh Inge-Innes Lillingston, que posee más de 1.000 hectáreas en Staffordshire, que se plantean ciertas preguntas sobre la posesión de la tierra: "Para mi es algo complicado el concepto de ser un terrateniente, porque parece que eres propietario, pero es como ese tipo de síndrome del impostor, porque en realidad nadie posee la tierra". Pero hay otros herederos de propiedades como John Mildmay-White, cuya familia posee más de 2.000 hectáreas en Mothecombre (Devon), que son de generaciones posteriores y están abiertos a participar en un debate sobre la propiedad privada y la posibilidad de permitir el acceso público, aunque de momento solo lo hace en zonas determinadas. El concepto más cercano que existe en España es el de "tierra comunitaria", que establece que la propiedad es un bien comunal que pertenece a una comunidad de propietarios formada por los habitantes de la zona. Pero la idea de Right to Roam es más ambiciosa, porque pretende que los espacios privados naturales sean de uso público, aunque sigan perteneciendo a sus propietarios. Nick Haves, autor del libro The book of trespass (2020), establece la relación de estas grandes propiedades con la esclavitud y el colonialismo, lo que profundiza en un problema que tiene raíces mucho más profundas que la simple posesión de un territorio. Our land no solo establece una reflexión sobre estas opiniones encontradas en torno a la tierra, sino que lo enlaza con la tradición folk inglesa que conecta con la naturaleza. Una de las escenas con ese elemento místico transcurre durante uno de los traspasos en tierras privadas que efectúa Right to Roam, con disfraces de personajes folclóricos recreando una especie de Danza de Morris, relacionada con la llegada de la primavera y el renacer de la naturaleza, mientras suena la juguetona canción "Linger Longer" (2018) que incluyó el cantante Cosmo Sheldrake en su álbum de debut The much much How how and I (2018, Transgressive Records), que estaba dedicado precisamente a la naturaleza y los cuentos de hadas. "Estamos traspasando la propiedad de Richard Benyon, que ha heredado 5.000 hectáreas en West Berkshire, pero también ha heredado el derecho a excluirnos", dice Nick Haves. Una de las justificaciones para mantener la propiedad privada que utilizan los terratenientes es que gracias a ellos estos espacios mantienen su hábitat natural, pero la respuesta de los activistas es que ellos mismos han destrozado parte de ese hábitat con la tradición de la caza de faisanes, una especie no autóctona. En Inglaterra se sueltan unos 50 millones de faisanes al año, y los supervivientes a las partidas de caza se establecen en estos espacios, desplazando a las aves autóctonas. Our land plantea que es necesario abordar este debate de forma seria y consigue una reflexión sobre la relación del ser humano con la tierra que va más allá del territorio inglés.
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Runa SimiAugusto ZegarraPerú 2025 | Rebellions | ★★★★☆Tribeca '25: Mejor Nuevo DirectorSheffield '25: Mejor Documental Jurado Joven |
La lengua quechua está considerada como una de las más habladas en Sudamérica, con unos 13 millones de quechuahablantes en siete países: Perú, Bolivia, Ecuador, Colombia, Argentina, Chile y Brasil. En Perú se calcula que el 13% de la población utiliza esta lengua como medio de expresión habitual, y es uno de los tres países en los que tiene la consideración de idioma oficial. Pero en Runa Simi (Augusto Zegarra 2025) se refleja cómo sigue siendo una lengua infravalorada dentro de las políticas sociales, lo que se representa en el empeño de Fernando Valencia Saire, un actor de doblaje de Cusco, por conseguir que las películas de animación con las que él creció puedan ser accesibles para muchos niños que hablan quechua como lengua principal en poblaciones alejadas de las ciudades, y también para ancianos que apenas saben hablar español y en algunos casos nunca han visto una película. De forma que desarrolla un proyecto llamado Quechua Clips en el que, junto a su hijo Dylan, dobla a su lengua materna fragmentos de películas de Walt Disney, principalmente El rey león (Roger Allers, Rob Minkoff, 1984). La repercusión del proyecto en los medios de comunicación y el apoyo que obtiene por parte de administraciones públicas para su difusión en escuelas, empuja a Fernando a soñar de una manera más ambiciosa, y su pequeño proyecto se convierte en una empresa más amplia con la que pretende doblar toda la película El rey león al quechua. Mientras trata de encontrar las vías adecuadas para que Walt Disney Company le ceda los derechos de reproducción y el permiso para realizar el doblaje, Fernando comienza a preparar una búsqueda de dobladores en Cusco para iniciar las grabaciones en su pequeño estudio. Con una predisposición casi ingenua, trata de conseguir hablar con algún responsable de la productora norteamericana llamando a la centralita general de la compañía, pero pronto comienza a toparse con la realidad de una multinacional que no tiene tiempo para dedicarle a un proyecto tan modesto, aunque al menos consigue comunicarse a través de videoconferencia con Rob Minkoff, uno de los directores de la película, en una llamada que parece más de cortesía que de auténtico interés en colaborar. Se podría decir que es una especie de cuento sobre David intentando que Goliath le preste atención, pero en realidad este trayecto no es el más importante de Runa Simi.
A través de esta pequeña odisea de un soñador que ama el cine, la relación de Fernando con su hijo Dylan refleja la idea de la transmisión de los conocimientos ancestrales como la lengua, tan importante en las comunidades indígenas en las que precisamente es el idioma el instrumento vehicular por el que se traspasan las tradiciones y los conocimientos. No solo de Fernando hacia su hijo Dylan sino también a través del profundo agradecimiento que describe el protagonista por la forma en que su madre le proporcionó una educación. A pesar de que Walt Disney ha utilizado eslóganes comerciales como What dreams come true (Donde los sueños se hacen realidad), el sueño de Fernando parece lejos de lograrse, al menos en las condiciones en que quería hacerlo. El director Augusto Zegarra construye la historia con la estructura de la narrativa de ficción, estableciendo el pathos del protagonista desde la esperanza del primer acto, hasta la decepción y casi rendición en el segundo acto y el impulso final en el tercer acto, lo que resulta especialmente efectivo en una historia que se narra como si fuera un cuento. Iniciando el desarrollo en 2017, con el título provisional de Hakuchu Munayta: Searching for Disney, un proyecto seleccionado en el Pitching de Docsbarcelona 2020, da la impresión de que el propio cambio de título a Runa Simi (lengua del pueblo) indica un cambio de perspectiva que primero parecía más centrada en el proceso de búsqueda de contacto con Disney, pero que finalmente está más enfocada en la importancia de transmitir la lengua indígena y la relevancia del doblaje como un instrumento de traspaso de estos elementos tradicionales. Pero también es una carta de amor emotiva hacia el cine y la época dorada de Walt Disney, reflejada en la pervivencia de películas como El rey león como parte de la educación cultural de varias generaciones.
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Si vas para Chile (Unwelcomed)Sebastián González, Amílcar InfanteChile 2025 | Journeys | ★★★☆☆Hot Docs '25: Competición Internacional Spectrum |
Hemos abordado la crisis migratoria procedente de Venezuela cuando hablamos del documental premiado con una Mención Especial del Jurado Carmela y los caminantes (Luis Herrera, Esteban Coloma, 2025), y de nuevo en esta película se presta atención a uno de los más importantes flujos migratorios que se han producido en el mundo, con 7,9 millones de desplazados según uno de los últimos informes de ACNUR, solo comparable a las crisiss de refugiados provocadas por las guerras de Siria y Ucrania. Al terminar la epidemia del coronavirus, el colapso económico de la última década ha llevado a muchos venezolanos a tratar de encontrar una vida mejor en otros países latinoamericanos como Chile. Los directores se enfocan principalmente en una pequeña población chilena llamada Colchane, que ha acabado convirtiéndose en una zona estratégica de paso de inmigrantes en la frontera entre Bolivia y Chile, en una región del Norte que se considera abandonada por el gobierno y enfrentada a su suerte ante la llegada de numerosos grupos de inmigrantes. Surgen entonces los discursos habituales en contra de la inmigración considerada como foco de criminalidad, envolviendo en estas denuncias actitudes claramente racistas. Si vas para Chile (Sebastián González, Amílcar Infante, 2025) mezcla el acompañamiento a las familias de inmigrantes que recorren a pie casi 1.000 kilómetros de distancia y organizan refugios improvisados con la participación de habitantes de la zona que se sienten violentados por la mayor presencia de una emigración impulsada por la falta de recursos. La escasez de ayuda humanitaria, de hecho, provoca que muchos de estos grupos, que tenían como objetivo Santiago de Chile, acaben permaneciendo en la zona, lo que empeora la sensación de invasión que sienten los habitantes de Colchane. Uno de los escenarios principales del documental se desarrolla durante una manifestación de 5.000 vecinos de la ciudad de Iquique en 2021, sobre todo tras el asesinato de un camionero, que exigían el cierre de la frontera ante el flujo migratorio y denunciaban al colapso de algunos servicios públicos. Aunque la responsabilidad principal era la de una falta de administración por parte del gobierno chileno, lo más fácil era dirigir el rechazo hacia los inmigrantes venezolanos, a los que se acusaba de criminalizar la zona, y se quemaron pertenencias y se produjeron ataques violentos contra familias con niños, lo que fue denunciado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
La utilización de imágenes cenitales que muestran la vasta extensión de territorio que deben cruzar los emigrantes de alguna forma establece ese carácter reducido e íntimo de las pequeñas historias que se cuentan. La región está marcada por intensas condiciones meteorológicas que son difíciles de soportar, especialmente por las familias, y se cuentan algunas experiencias terribles en torno a la pérdida de hijos pequeños que no han podido soportar el frío y la humedad. Aunque los directores tratan de ofrecer también la perspectiva de los habitantes de la zona fronteriza, solo hay algunos apuntes en torno a las verdaderas responsabilidades. Se menciona que el entonces presidente de Chile, Sebastián Piñera, invitó a los venezolanos a refugiarse en su país, y se destaca la inacción del gobierno chileno frente al control del flujo migratorio, como si abrir las fronteras fuera su única responsabilidad. Pero Si vas para Chile permanece a pie de camino, centrándose más en las experiencias personales, el peligro de cruzar algunas zonas de un territorio desértico, no solo por el clima sino también por el asalto de grupos criminales organizados, y la desesperación de familias que solo parecen encontrar en el riesgo de la migración la forma de sobrevivir. Tras la permanencia en el poder de Nicolás Maduro en las elecciones venezolanas de 2024, el actual presidente de Colombia, Gustavo Petro, advirtió hace unos meses de una nueva crisis migratoria con el desplazamiento de unos 5 millones de venezolanos. "El Estado chileno abandonó, o nunca le interesó esto realmente. Esa es la cuestión. A nosotros nos tienen abandonados hace mucho rato. Y eso produce una guerra. En eso estamos hoy día", dice uno de los habitantes de Colchane que no entiende la generalización de culpabilidad contra los emigrantes venezolanos por algunos casos de criminalidad. Si vas para Chile reflexiona sobre temas como la desigualdad del reparto de la riqueza y la falta de responsabilidad de los gobiernos, pero tampoco desarrolla un análisis reflexivo sobre la diáspora venezolana. Prefiere quedarse con los relatos de los desplazados, en una especie de documental verité que observa los acontecimientos para reflejar de una manera periodística el desarrollo de una crisis humanitaria.
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AlboroqueSabrina Fernández CasasSuiza, España 2025 | Competición Internacional de Cortometrajes | ★★★☆☆Curtocircuíto '25: Competición Planeta GZ |
La directora española Sabrina Fernández Casas (1988, Suiza) establece una conexión entre el relato personal y el relato colectivo en este cortometraje que también conecta la emigración española en Suiza con la lucha por mantener las zonas rurales de Galicia protegidas de los incendios que se producen habitualmente, debido sobre todo a la implantación de especies no autóctonas: "Antes no había incendios porque el bosque estaba limpio, había especies autóctonas. El roble y el castaño protegían de los incendios. Limpiando las acacias del pueblo, las retiramos poco a poco y nos vamos protegiendo", dice María Consuelo, que todavía recuerda la temporada de incendios de 2004. Ante la pasividad de las autoridades, brigadas de ciudadanos de la zona se han organizado para realizar labores de limpieza del monte y eliminar la maleza y las acacias que propagan el fuego con gran rapidez. "Antes el bosque era bosque", dice una de las vecinas mientras la cámara se enfoca en las labores de limpieza que tratan de prevenir la llegada de los incendios. Las limas que se utilizan para afilar las motosierras que cortan estas malezas se fabrican en Suiza, de manera que Alboroque (Sabrina Fernández Casas) también mira hacia las familias españolas que emigraron a ese país, como Susana, que se marchó con 26 años con la intención de regresar, pero ha acabado estableciéndose: "Yo viví durante veinte años en España y llevo cuarenta años en Suiza, así que ya es difícil volver". Los dos territorios que también forman parte de la experiencia vital de la directora, nacida en Suiza de origen gallego, establecen un diálogo interesante entre lo personal y lo político, que proporciona al cortometraje una lectura mucho más compleja. Habla de los que se fueron y los que permanecen, de las especies y los humanos que se han establecido en otros territorios, de la solidaridad y el espíritu colectivo. Alboroque participa estos días dentro de la sección Planeta GZ del Festival Cortocircuíto, junto a otro cortometraje gallego experimental que ha tenido proyección internacional, Un dragón de cien cabezas (Helena Girón, Samuel M. Delgado, 2025).
Alboroque se puede ver en el Festival Curtocircuíto el 5 de julio.
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Películas mencionadas:
El rey león se puede ver en Disney+.