Nuestra crónica del Fantasia Festival se enfoca en esta ocasión en madres, hijas y brujas, que a veces han estado demasiado relacionados, especialmente en las películas de género fantástico. Repasamos una de las películas que más han llamado la atención de los últimos meses y otra que consolida a Letonia como una pequeña pero poderosa industria de la animación. Como es lógico, Fantasia Festival también dedica una mirada destacada a la producción cinematográfica de Quebec, y este año ha organizado en el primer fin de semana del festival un encuentro entre directores que realizaron videoclips para el canal de televisión MusiquePlus en los años ochenta, lo que se considera un referente para el desarrollo del cine posterior. Yves Jacques, Gabriel Pelletier, Pierre Gill, François Bégin, Myriam Bouchard, Chloé Robichaud y el "rey" quebequense de los videos musicales de los 90, Alain DesRochers, participaron en un encuentro especial. La realización de esos primeros videoclips fueron llevados a cabo por jóvenes cineastas que posteriormente desarrollaron sus carreras en el cine, tanto a nivel local como internacional, como Érik Canuel, Lyne Charlebois, Alain Desrochers, Denis Villeneuve o George Mihalka, uno de los homenajeados este año en el festival.
Después de su proyección en el Festival South by Southwest, donde los hermanos Kevin McManus y Matthew McManus ya habían presentado su primer largometraje, Funeral kings (2012), esta nueva propuesta que pasó por diferentes estudios solo para ser rechazada y se ha desarrollado como un proyecto independiente, despertó la atención de los espectadores y de la comunidad relacionada con el fantástico, hasta el punto que se proyectará en todos los festivales destacados dedicados a ese género que se van a celebrar en los próximos meses, desde el FrightFest London en agosto hasta el Festival de Sitges en octubre. El drama de ciencia-ficción Redux Redux (Kevin McManus, Matthew McManus, 2025) es una de esas películas que captan la atención del espectador desde la primera secuencia, una impactante escena en la que la protagonista quema a un hombre vivo atado a una silla, y poco después descubrimos quién es ella y quién es la víctima. Envuelta en una estructura de ciencia-ficción, la historia revela rápidamente el efecto más conmovedor de una madre que está atrapada en el mismo lugar en el que ella ha elegido estar, lo que contribuye a que una película que usa un concepto tan sobreutilizado como el multiverso acabe teniendo una cualidad humana de mayor profundidad emocional. Irene (Michael McManus) es una mujer que ha desarrollado una máquina que le permite saltar a diferentes realidades para tratar de encontrar aquella en la que su hija Anna, de trece años, no ha sido víctima de un violador y asesino. Pero en aquellas realidades en las que no consigue evitar la muerte de Anna, decide tomarse la venganza por su mano matando a Neville (Jeremy Holm) el hombre que la asesinó. De manera que está envuelta en un constante círculo de venganza que acaba siempre con la muerte del asesino, hasta el punto que incluso ha llegado a elegir para matarlo el día de la semana que cobra, para así conseguir el dinero que no gana mientras está envuelta en esta venganza repetitiva. Los directores y guionistas deciden no incluir ningún antecedente sobre la tecnología utilizada, y realmente no es necesario en una historia que se centra en el impacto que produce en la protagonista estar metida en este bucle. Encontramos a Irene algo cansada, pero también atrapada sin saber cómo salir sin perder la esperanza de reencontrarse alguna vez con su hija. Ha mantenido decenas de veces una relación esporádica con el mismo hombre, Jonathan (Jim Cummings), al que siempre encuentra en el mismo bar, a veces durante varios meses, pero siempre siente la necesidad de regresar a la máquina que la transporta a otra realidad paralela. El inteligente guión evita complicarse demasiado en los conceptos de saltos entre multiversos, aunque los directores confiesan que tenían en mente películas como Terminator (James Cameron, 1984) para desarrollar la idea, o el drama Blue ruin (Jeremy Saulnier, 2013) para conectar al espectador con la mirada de una protagonista envuelta en la venganza.
En una de estas realidades que tanto se parecen, ocurre algo inesperado cuando Irene se encuentra con Mia (Stella Marcus), una adolescente fugitiva que podría ser fácilmente una víctima de Neville, de manera que se convierte en su compañera de viaje para protegerla. La historia se alimenta así de un personaje que sirve para hacer las preguntas que el espectador se haría, pero que al mismo tiempo introduce una dinámica diferente en la búsqueda de Irene, que ya no solo tiene como misión encontrar a Anna, sino también proteger a Mia. Hay dos vulnerabilidades que se incorporan a la historia: la de Irene como una madre que mantiene una cierta esperanza dentro de un duelo que no quiere aceptar, y la de Mia, como una joven que tiene cierto ímpetu y descaro pero en realidad es un personaje que se siente indefenso. Mia le dice que siga con su vida a pesar de todo, pero Irene contesta que el asesino "me lo arrebató todo cuando mató a mi hija". El principal acierto de Redux Redux es que traspasa el género fantástico para desarrollar una propuesta más emocional, estableciendo una reflexión sobre el concepto de venganza y si ésta puede acabar siendo una forma de convertirse en el mismo tipo de monstruo que se quiere eliminar. Hay una fortaleza especial en la forma en que Michaela McManus, que también participó en la anterior película de los directores, El misterio de Block Island (2020), interpreta al personaje de Irene, que se muestra como una mujer fuerte que sin embargo esconde la fragilidad de una madre perdida, desde la trepidante secuencia del comienzo. Los hermanos de la actriz, Kevin y Matthew, son conocidos por producir series de éxito como Cobra Kai (Netflix, 2018-2025) y la parodia true crime American Vandal (Gamberro de instituto) (Netflix, 2017-2018), por la que fueron nominados al Emmy. Pero en su última película despliegan una historia que encuentra más fuerza emocional en las relaciones de los personajes principales que incluso en las buenas escenas de acción. Redux Redux es una imaginativa propuesta de ciencia-ficción de presupuesto modesto que utiliza el género para hablar de cuestiones humanas como la pérdida, la soledad y la maternidad, de manera que no es solo un juego de realidades paralelas, sino una constancia de que esas realidades se parecen tanto entre sí que no pueden evitar un destino inevitable.
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Peau à peauChloé Cinq-MarsCanadá, Suiza 2025 | Les Fantastiques week-ends du Cinéma Québécois | ★★☆☆☆ |
Hemos abordado algunas incursiones en la depresión postparto y las frustraciones a las que se enfrenta una madre, en documentales como Woman/mOther (Klara Harden, 2025), un estupendo reflejo del trayecto que debe superar una artista cuando comienza a sentir frustración desde el embarazo y debe enfrentarse a la maternidad a partir de las expectativas de la sociedad: "Las madres nunca ganan. Siempre está el juicio constante: La mala madre. La madre perfecta. La madre cariñosa. La sobreprotectora. La madre infeliz. Por eso muchas madres se hacen invisibles en las cocinas o en los parques infantiles. Porque el cuestionamiento es tan duro cuando te vuelves visible como ser humano", narraba la propia directora. Por eso resulta interesante encontrar este planteamiento en una película que se sitúa en un difícil equilibrio entre el terror psicológico y el drama sobre la depresión postparto que experimenta la protagonista, Pénélope (Rose-Marie Perreault), una madre primeriza que se enfrenta a la falta de sueño y la impotencia de pensar que no puede ofrecer a su bebé recién nacido la atención que necesita. Si además es testigo de un robo con violencia en un supermercado en el que se encontraba comprando con su hijo, el trauma del impacto contribuye a resquebrajar aún más la fragilidad de su estado mental. Peau à peau (Chloé Cinq-Mars, 2025) es un proyecto personal que está basado en la experiencia de la directora cuando sufrió depresión postparto, cercana al horror cuando es contada desde el punto de vista de quien la padece, que es precisamente lo que este debut pretende hacer. Casada con el director de cine David Uloth, Chloé Cinq-Mars ha colaborado con él escribiendo el guión del largometraje Dérivé (2018), pero se tuvo que convertir ella misma en directora cuando su marido no quiso volver a revivir la dolorosa experiencia que sufrieron juntos. Se calcula que el 85% de las mujeres sufren un síntoma que se denomina babyblues, que se podría describir como una especie de tristeza postparto, a pesar de que la idea generalizada es que una madre debe estar exultante después de tener a su hijo, lo que indica hasta qué punto son desconocidas las fluctuaciones del estado de ánimo que se sufren tras el embarazo. La versión más extrema es la depresión postparto, que padece entre un 10% y un 20% de la población femenina mundial, y que provoca falta de autoestima, insomnio y puede llegar a problemas psicológicos más graves. La directora comienza su película con una imagen perturbadora que no sabemos si es producto de la imaginación de Pénélope, y muestra uno de los problemas a los que se enfrenta, una cierta falta de compromiso de su pareja Gaspar (Simon Landry-Desy). Sin poder dormir y tratando de tranquilizar a su bebé Lou, acude a una tienda de horario nocturno donde se produce un robo cuya culpable parece reconocer. Esta situación es el catalizador del trauma que comienza a experimentar de manera gradual, sin recibir de su doctora la ayuda que realmente necesita. Uno de los planteamientos más interesantes de la película es cómo la atención médica se suele enfocar en el estado del bebé, pero sin prestar la necesaria atención al estado de la madre, y la propia directora ha afirmado que tuvo que suavizar en el guión la descripción que hizo de la desatención médica que recibió, porque parecía demasiado exagerada.
Pero uno de los problemas de la película es que no puede o no quiere evitar algunos lugares comunes, como el reencuentro de Pénélope con una antigua pareja, Victor (Alex Lauzon), que parece prestarle más atención que su propio marido, pero se siente como un recurso algo perezoso para introducir una cierta luminosidad en la experiencia de la protagonista, que por supuesto acaba siendo tan frustrante como se podría esperar. Hay un desequilibrio en la narración que a veces parece especialmente certera en los aspectos que aborda y otras resulta demasiado acomodaticia. Algunas secuencias están bien diseñadas, como en la comida con la familia de Gaspar en la que la madre habla de Pénélope en tercera persona, como si ella no estuviera allí. Esa soledad en la que se encuentra se acrecienta progresivamente conforme ella misma se siente aislada y desatendida por todos los que la rodean, a pesar de estar constantemente pidiendo ayuda, incluso cuando visita a sus padres. La directora también aísla al personaje a través de un diseño sonoro que apaga las sonoridades del entorno para reflejar la soledad de Pénélope y la burbuja existencial que comparte con su hijo. La película puede funcionar a veces como un drama psicológico, pero resulta cuestionable su introducción dentro del género del horror, porque ni siquiera la descripción personal del punto de vista de la madre termina adoptando ese enfoque. La figura de Charlotte (Marie Bélanger) se manifiesta como una sombra que no está claro si pertenece a la realidad o forma parte del estado psicológico de Pénélope, ni siquiera al conectar su depresión con un trauma del pasado. Es cuando atraviesa el realismo hacia un enfoque más ambiguo cuando la narración se desequilibra, como si quisiera desplazarse hacia el género fantástico sin abrazarlo del todo, y acaba resultando repetitiva en la descripción de las pesadillas y el frágil estado mental de la protagonista, dibujando de manera demasiado superficial a los personajes que la rodean. Pénélope tiene comportamientos irresponsables con su hijo: colocar una caja de veneno para ratas en el carrito de bebé, dejarle solo en la bañera, acudir con él a una fiesta, lo que parece un recurso fácil para que el espectador sienta preocupación por las consecuencias que puede tener la travesía depresiva de su madre y su progresivo desdoblamiento en un cuerpo desposeído que ya no tiene control sobre sí mismo (ella es bailarina, como la protagonista del documental Woman/mOther, pero en este caso no desarrolla la relación entre el cuerpo como herramienta expresiva y la pérdida de control conforme se desenvuelve su depresión). Chloé Cinq-Mars también fue sometida a una cesárea, provocando un sentimiento de vacío que describe Pénélope en un cuaderno: "Dijeron que si permanecías en mi barriga un minuto más, te quedarías en estado vegetal. Dos minutos y estarías muerto. Cuando me abrieron para sacarte, fue como si me vaciaran; no me quedaba nada. No podía sentir nada". Pero Peau à peau acaba siendo una experiencia frustrante que tiene un planteamiento atractivo para desperdiciarlo en una narración de recursos fáciles.
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Dog of GodLauris Ābele, Raitis ĀbeleLetonia, Estados Unidos 2025 | Animation Plus | ★★★★☆Tribeca '25: Sección Escape from Tribeca |
Después de la gran repercusión internacional y los premios obtenidos por la película Flow, un mundo que salvar (Gints Zilbalodis, 2024), resulta inevitable mirar hacia qué está haciendo Letonia en el género de animación, y este año nos ofrece otra película notable que sin embargo se mueve en el lado totalmente opuesto al de aquella fábula protagonizada por un gato, aunque en ésta también hay gatos. Estrenada en el pasado Festival de Tribeca, Dog of God (Lauris Ābele, Raitis Ābele, 2025) es una fantasía de terror que tiene algo de viaje psicodélico que conecta directamente con la tradición de los licántropos, pero no en el sentido europeo occidental que finalmente fue el que adoptó el cine y la literatura norteamericanos, sino en las mitologías paganas de Europa Central que tienen una cierta cualidad chamánica. Dentro de las tradiciones previas a la imposición del cristianismo en los pueblos germánicos, un licántropo era un ser que no solo se transformaba sino que luchaba contra los demonios, y de su éxito o fracaso en este combate dependía que hubiera buena o mala cosecha. De esta forma, la película comienza con un hombre lobo que se hace llamar "Dog of God" (perro de Dios), arrancando los testículos a un demonio dormido, que él llamará "las bolas del diablo" cuando las ofrezca como tributo. Utilizando la técnica de animación en rotoscopia, con filmación sobre croma de actores reales y dibujos posteriores sobre sus imágenes, Dog of God recoge la tradición del cine de animación de los años setenta y está influida por las películas de Ralph Bakshi, con referencias directas a Tygra: Hielo y fuego (1983), pero también puede recordar al estilo de largometrajes recientes como La noche del fin de los tiempos (Philip Gelatt, Morgan Galen King, 2021), que se estrenó cuando los directores ya estaban trabajando en la producción de su película. La historia transcurre en 1692 en una pequeña localidad sueca llamada Livonia, donde el párroco Buckholz (Regnārs Vaivars) advierte en la misa del domingo que la lluvia torrencial que está cayendo es una señal divina que les amenaza por los pecados de lujuria que se están cometiendo en la comunidad. El pueblo está controlado por la autoridad religiosa y por la autoridad política, representada en el Barón Klodt (Kristians Kareļins), ambos con lacayos que están a su servicio y que son los únicos que conocen la depravación que ocultan en sus vidas privadas. El autoritario sacerdote utiliza al monaguillo Klibis (Jurǵis Spulenieks) como si fuera un perro para cobrarse la ayuda que le ha prestado sacándole de la miseria, aunque el joven irá descubriendo secretos inconfesables de su amo. Tanto el barón como el cura culpan de la lujuria que se ha extendido por el pueblo a la tabernera Nēze (Agate Krista) y cuando desaparece una reliquia de la iglesia, la acusan del robo y de ser una bruja, extendiendo la desconfianza y el temor como una plaga.
La trama se inspira en un hecho histórico: el juicio de hombres lobo más famoso del norte de Europa, el caso de Thiess de Kaltenbrun, en el que un hombre de 82 años se declaró como un hombre lobo o Perro de Dios durante un juicio en una iglesia, relatando sus batallas contra brujas y magos en las profundidades del infierno. Como han estudiado los antropólogos, los hombres lobo de Livonia no son simplemente criaturas malvadas que se transforman en lobos, sino que se asemejan a chamanes y curanderos que luchan con demonios en el inframundo. Dog of God es una experiencia casi psicodélica, que se refuerza con la música de sintetizadores muy del estilo de los años 80 que ha compuesto Raitis Ābele (1983, Letonia), uno de los hermanos involucrados en el proyecto junto al codirector Lauris Ābele (1980, Letonia) y el director de fotografía Mārcis Ābele (1985, Letonia). El estilo visual recoge la influencia de las películas de animación para adultos, sobre todo a través de un tipo de imagen que no trata de ser totalmente nítida, sino que a veces presenta a los personajes a través de lentes que los sitúan en un plano lejano y borroso, o envueltos en una especie de filtro turbio que recuerda al cine erótico de la década de los setenta. Los directores ofrecen todo tipo de escenas turbias y escatológicas: una niña introduce sus pies en la mierda que acaba de expulsar una vaca para mantenerlos calientes. Pero también testículos arrancados, anilingus zoofílico y prácticas sexuales de todo tipo que reflejan la perversión que mantienen ocultas las autoridades del pueblo, conforman una película atrevida y arriesgada, no solo en los aspectos más oscuros sino también en la creación de una atmósfera de pesadilla terrorífica. Es una película sórdida y de hecho los directores recuerdan que también les han influido los dibujos animados letones que veían en la televisión, pero que no tenían necesariamente mensajes solo positivos como en la actualidad, sino que también hablaban a los niños de su generación sobre la muerte y sobre la crueldad. La aparición del "perro de Dios" despierta el placer hedonista dormido, que confronta la sexualidad con la autoridad, siguiendo el espíritu de películas de brujería como El Viyi (Konstantin Ershov, Georgiy Kropachyov, 1967), que adaptaba una novela de Nikolai Gogol. Pero a pesar de los aspectos oscuros, Dog of God está dotada de un cierto humor negro, una mirada irónica que refleja su pretensión de ser sobre todo entretenida. Los créditos finales son especialmente divertidos, incluyendo una receta de cerveza tal como se elaboraba en el siglo XVIII, y haciendo referencia a los "dos rituales chamánicos, 112 latas de cerveza, 10 botellas de bebida barata y 6 botellas de licor letón" que se consumieron durante el rodaje. Y en los agradecimientos mencionan Blender, el programa 3D de código abierto desarrollado en Europa que están utilizando los cineastas independientes frente al monopolio norteamericano en la industria de la animación, y también hay un agradecimiento especial a la película Flow, que sin duda ha abierto un camino muy importante en la animación letona.
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LucidRamsey Fendall, Deanna MilliganCanadá 2025 | Septentrion Shadows | ★★★★☆ |
Dentro del programa Fantasia Frontierés Market Shorts to Features participó el cortometraje Lucid (Deanna Milligan, 2021) como una propuesta de expansión hacia el formato de largometraje, que también formó parte del Sitges FanPitch en 2022. El corto estaba protagonizado por Mia (Caitlin Acken Taylor), una alumna de una escuela de arte cuyas obras son siempre desechadas por su profesora por falta de personalidad, y decide tomarse al pie de la letra la sugerencia de que presente "un trabajo con corazón". El largometraje que ahora se estrena es una ampliación de la misma historia con algunas de las actrices que ya participaron en el corto y cambiando algunos conceptos, pero con el mismo espíritu de exploración de la creación artística como parte de la exposición de los traumas personales. Lucid (Ramsey Fendall, Deanna Milligan, 2025) presenta de nuevo a Mia Sunshine Jones (Caitlin Acken Taylor) en 1994, exponiendo un proyecto artístico de autorretratos en una escuela de arte. Pero el profesor (John Luna) le sugiere que quizás ser artista no es el camino para el que está destinada: "No hay vergüenza en renunciar. Pero voy a darte una última oportunidad. Este nuevo trabajo debe mostrarnos quién eres realmente". Buscando la inspiración en un club nocturno, un trío de jóvenes que parecen salidas de un coro griego le menciona la existencia de una pastilla, Lucid Dreaming Elixir, que proporciona una especie de bruja llamada Syd (Vivian Vanderpuss). Pero hay una advertencia: solo le puede dar un pequeño mordisco cada noche, y aunque parezca que no funciona, es muy poco recomendable caer en la tentación de tomarse la porción entera: "Esta no es una pastilla mágica. Atraviesa la puerta y enfrenta aquello que te está bloqueando. Tienes que querer eliminar ese bloqueo". Como se podía prever, Mia termina tomando más que la pastilla entera y comienza un viaje alucinatorio a través del cual trata de encontrarse a sí misma y representarlo a través del arte. Hay una pregunta constante a lo largo de la película: "¿Quién eres?", que encuentra respuestas solo parciales. Como en el cortometraje, el conocimiento personal la lleva hasta los recuerdos de su infancia cuando la pequeña Mia (Georgia Acken) vive con su madre abusiva Solange (Amber Dandelion) y su padre Bobby (Bobby Cleveland), una pareja de músicos. En el presente, su abuela Ethel (Jo Barnes) le confiesa que su madre estaba obsesionada con el Movimiento de Memoria Recuperada, una forma de terapia que tiene sus principales raíces en los movimientos de liberación de la mujer en los años setenta. El acceso de las mujeres a puestos de responsabilidad clínicos y académicos llevó a introducir temas como los abusos sexuales infantiles en las publicaciones de divulgación, y el Recovered Memory Movement surgió como un tratamiento de hipnosis que revelaba traumas escondidos.
Lucid se desarrolla visualmente entre cambios de formato, elementos de animación, un diseño artístico creativo y pasajes alucinatorios, de manera que a veces puede resultar demasiado recargada. Pero en esta exploración de Mia por su pasado y su presente plantea una profunda reflexión sobre el arte y lo que se espera de él mientras, de la misma forma que en el corto, hay una cierta mirada irónica en torno a la formación artística institucionalizada y lo que los aspirantes construyen para complacer a los profesores más que como una expresión personal, lo que puede recordarnos a una película que hemos comentado recientemente, la alemana Die Akademie (Camilla Guttner, 2024), que transcurría en la Academia de Bellas Artes de Múnich. A veces Lucid se siente como si abriera puertas (literalmente) que sin embargo no termina de cruzar, provocando cierta frustración en las posibilidades de reflexión que podría alcanzar. Pero hay una evidente intencionalidad creativa que proviene de la colaboración entre Deanna Milligan, que también es actriz, y el co-director y fotógrafo Ramsey Fendall, que aporta texturas y filtros que proporcionan ese estilo alucinatorio que adquiere la película, mezclado también con una estética punk DIY (Do It Yourself) y el uso de formatos en 16mm. y 35mm., creando una ambigüedad entre lo que es real y lo que parece producto de las alucinaciones de Mia. No es necesario ser más claros, porque precisamente consigue que el espectador participe de esa creatividad onírica que vive un personaje tan frustrado en la vida real, con su trabajo alimenticio en el restaurante de comida rápida Bitchin Chckn, como en sus propias visiones. No es exactamente una body horror, pero tiene algunas similitudes, y tampoco es del todo una historia coming of monster pero hay algún demonio interior que necesita salir. En este recorrido pseudoexperimental hay un destacado trabajo musical que refleja eficazmente la estética de los años noventa, e incorpora al reparto a cantantes como Ayla Tesler-Mabé y en la banda sonora canciones originales de James Wollam, de Tears for Fears, y Marta Jaciubek McKeever, de Fan Death. Lucid consigue atrapar al espectador gracias a una creatividad artística que está elaborada como una exploración casi surrealista de las consecuencias del trauma, mientras examina la fragilidad de la creación cuando expone las fracturas emocionales interiores.
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Maya, donne-moi un titreMichel GondryFrancia 2024 | Animation Plus | ★★★☆☆Berlinale '25: Mejor Película Generation KplusAnnecy '25: Cristal de Honor (Michel Gondry) |
El director Michel Gondry (1963, Francia), visitó este año por primera vez el Festival de Annecy para recibir uno de los premios honoríficos y presentar sus dos últimos largometrajes. El realizador ha estado relacionado con la animación a través de videoclips realizados para artistas como Björk, The White Stripes, Steriogram y Daft Punk, pero también incorporándola en películas como ¡Olvídate de mí! (2004) y La ciencia del sueño (2006). En realidad, el proyecto surgió como un simple intercambio familiar que finalmente decidieron convertir en una propuesta para el público. Michel Gondry cuenta que compró un smartphone que le permitía realizar animaciones básicas, coincidiendo con el confinamiento por el coronavirus que le separó de su familia. Su hija Maya, que tenía entonces 3 años, vivía entre París y Bretaña con su madre, mientras que el director tuvo que permanecer en Los Angeles. De esta forma, para mantener un contacto más directo y creativo, surgió un juego en el que Maya proponía el título de una historia que su padre se esforzaba en desarrollar a través de un pequeño cortometraje, generalmente protagonizado por una niña que la representaba a ella. El director creó unas cincuenta historias junto a su hija, que tardaba en realizar unas tres semanas. Así, Maya, donne-moi un titre (Michel Gondry, 2024) nació cuando hace dos años se plantearon la posibilidad de convertir estas pequeñas historias en un largometraje, mezclando una animación con recortes de papel muy básica con grabaciones reales de Maya, en la que también se incorporan su madre, Miriam Matejovsky, y sus abuelos Steven y Anita Matejovsky, además de un narrador con la voz del actor Pierre Niney, protagonista de El libro de las soluciones (Michel Gondry, 2023) y El Conde de Montecristo (Matthieu Delaporte, Alexandre de La Patellière, 2024), que sirve como un alter ego del director. La imaginación del padre para resolver las propuestas cada vez más surrealistas y desafiantes de su hija es el elemento principal de una película que no quiere sorprender desde el aspecto visual, sino que tiene una encantadora condición artesanal, mucho más relevante en un mundo en el que las grandes plataformas de streaming se enorgullecen de abaratar costes con el uso de la IA. Sin pretenderlo, esta película es una bofetada a las tendencias actuales, proponiendo algo tan sencillo y personal que surgió como una manera simple de entretener a una hija y se convirtió en un éxito de taquilla el pasado mes de octubre en Francia, tanto que se ha planteado una segunda parte, Maya, donne-moi un autre titre (Michel Gondry, 2025), estrenada este mes de junio en Francia.
Las historias que se proponen, utilizando la animación de recorte con papel y en algunos momentos incluso mostrando en la imagen las manos del director, son breves y algunas veces bastante locas. Maya propone un cuento en el que tenga protagonismo un terremoto, y así surge Maya analiza el terremoto, en el que la joven se introduce dentro de una falla para encontrar en el centro de la Tierra un origen bastante sorprendente de los temblores. En ese estilo casi épico, el surrealista Maya en el mar con una botella de kétchup convierte la fabricación masiva del kétchup que tanto le gusta a la protagonista en una inundación de salsa roja que está amenazando el equilibrio del planeta, y solo la elaboración masiva de patatas fritas en la fábrica Pampa La Frita puede servir como solución al problema, en una de esas imaginativas resoluciones que recuerdan a algunas películas de Michel Gondry. Pero también se introduce la crisis del coronavirus en Maya y la hamaca, que afecta directamente al negocio de restaurantes de los abuelos de Maya, porque las mascarillas impiden que las personas puedan comer patatas fritas. Pero, como de costumbre, la solución es tan absurda como efectiva: cambiar el negocio de las patatas fritas por un negocio de hamacas de playa. Algunas son historias tan surrealistas que necesariamente se sienten cómodas dentro de la imaginación de Michel Gondry, como Maya se baña, cuando su madre involuntariamente provoca que Maya se encoja tanto en la bañera que acabe saliendo por el desagüe y viviendo una aventura. La utilización de temas de música ligera de compositores franceses como Georges Delerue o Roger Roger le da a la película un cierto tono nostálgico de atmósfera de los años sesenta, lo que contribuye a hacerla más encantadora. En la surrealista historia en la que Maya es una agente de policía que debe atrapar a tres gatos ladrones que actúan en toda la ciudad, suena la banda sonora de Vladimir Cosma para la película Un dromedario en el armario (Pierre Richard, 1980), aportando una atmósfera de intriga cómica al relato. En Maya y los animales mágicos, Michel Gondry se permite cantar una canción escrita por Jean-Michel Bernard para demostrar que quizás Maya tenía razón cuando afirmaba que su padre no cantaba tan mal. Maya, donne-moi un titre es una película para niños que aprovecha su sencillez para aumentar su calidez, y acaba siendo un viaje poético que sobre todo se enfoca en la relación de un padre y una hija a través de la imaginación y el arte.
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Películas mencionadas (disponibles en la fecha de publicación):
Terminator se puede ver en Filmin, MGM+ y Tivify.
Blue ruin y La noche del fin de los tiempos se pueden ver en Filmin y Prime Video.
El misterio de Block Island se puede ver en Netflix.
Flow, un mundo que salvar, El Viyi, ¡Olvídate de mi! y El libro de las soluciones se pueden ver en Filmin.
La ciencia del sueño se puede ver en Prime Video.
El conde de Montecristo se puede ver en Movistar Plus+.
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