Hace unas semanas se anunciaron las nominaciones para los Screen Canada Awards, una de las tres ceremonias de premios que se entregan a lo largo del año en Canadá, junto a los Gemini Awards, que se otorgan a las producciones de televisión en habla inglesa, y los Prix Gémeaux que están dedicados a las producciones de habla francófona. Con una larga lista de categorías, los Screen Canada Awards se conceden entre el 30 de mayo y el 1 de junio a lo largo de tres días en ceremonias diferentes. En las categorías cinematográficas destacan las trece nominaciones de la película El idioma universal (Matthew Rankin, 2024), seguida por The shrouds (David Cronenberg, 2024), con nueve nominaciones y la comedia Deaner '89 (Sam McGlynn, 2024) y el drama Village keeper (Karen Chapman, 2020), con siete cada una. Entre otras nominadas destacan Darkest Miriam (Naomi Jaye, 2024) y Seven veils (Atom Egoyan, 2023) con seis nominaciones, The apprentice. La historia de Trump (Ali Abbasi, 2024), con cinco nominaciones, y El origen (Meryam Joobeur, 2024) con tres. Entre los documentales sobresalen las historias indígenas Yintah (Jennifer Wickham, Brenda Michell, Michael Toledano, 2024) y Wilfred Buck (Lisa Jackson, 2024). En las categorías de televisión sorprenden las veintidós nominaciones para Law & order Toronto: Criminal intent (Citytv, 2024-), remake de Ley y orden: Acción criminal (NBC, 2001-2011) y la primera versión internacional de la franquicia. Esta cantidad solo ha sido superada en la historia de los premios por Schitt's Creek (Max, 2015-2020), que logró veintiséis nominaciones en 2020. Otro procedimental, Allegiance (SkyShowtime, 2024-), ha conseguido ocho nominaciones, mientras que el drama indígena Bones of crows (CBC, 2023), montaje en formato miniserie de la película Bones of crows (Marie Clements, 2022), ha logrado doce nominaciones, como las comedias Children ruin everything (Crave, 2022-2025) y Run the burbs (CBC, 2022-2024), ambas en sus últimas temporadas. También destacamos las tres nominaciones para So long, Marianne (Movistar Plus+, 2024), entre las que no está su actor, y las dos para la dramedia sobre la comunidad india de Ontario Potluck ladies (Yestv, 2024). La longeva Los misterios de Murdoch (Pluto TV, 2008-) ha logrado diez nominaciones, y la muy divertida webserie Stories from my gay grandparents (YouTube, 2024) ha conseguido seis en las categorías de medios digitales. No se encuentra entre las nominadas, porque no entraba dentro de esta convocatoria, la exitosa comedia inuit Al Norte del Norte (Netflix, 2025), una producción del canal público CBC y el canal de televisión indígena APTN, que distribuye Netflix en el mercado internacional, y que sí ha logrado una nominación a los Gotham TV Awards para su actriz principal, Anna Lambe.
En Canadá se celebra precisamente estos días el prestigioso festival Hot Docs, que desde el 24 de abril hasta el 4 de mayo ofrece más de un centenar de producciones cinematográficas documentales que tienen a través de este encuentro su oportunidad para introducirse en el mercado norteamericano. El festival más grande dedicado a documentales celebra una edición con incertidumbres y un proceso que ellos llaman "de reinvención" después de anunciar a su nueva directora ejecutiva, Diana Sánchez, y encontrarse a punto de cerrar un acuerdo para vender su sede más distintiva, el Ted Rogers Cinema, ubicado en el barrio Annex de Toronto, debido a las dificultades financieras que está atravesando. La venta sin embargo viene acompañada de un contrato de arrendamiento que permitirá seguir proyectando las películas del festival en esa emblemática sala. A continuación, ofrecemos un repaso a algunas de las películas más interesantes que forman parte de la programación de Hot Docs 2025, historias que hablan sobre la dignidad humana en lugares como Gaza, Montreal, la frontera entre México y Estados Unidos, Irán o Ecuador.
Hay un sentimiento de culpa que permanece en muchos de los exiliados de países en guerra que se envuelve en la diáspora a través de la relación con el presente que viven quienes no han tenido la oportunidad de salir. Esta búsqueda de cierto sentido de pertenencia es una constante que comparte la directora Areeb Zuaiter (1980, Palestina), incluso cuando buena parte de su vida la ha pasado en Estados Unidos, adonde emigraron sus padres cuando ella era niña. El recuerdo de los viajes de regreso momentáneo que hacía su familia a su ciudad natal, Nablus, o a la Franja de Gaza, donde ella descubrió el mar, se representa en una conversación ficticia con su madre, que ya ha desaparecido, en la que se revelan las cicatrices y los traumas de esta diáspora. A partir de ese proceso de conexión con sus raíces, la directora descubrió en 2015 grabaciones caseras de un grupo de jóvenes palestinos que practicaban parkour, una actividad considerada ya deportiva que consiste en realizar acrobacias en espacios urbanos. Los saltos acrobáticos aprovechando las ruinas de los lugares que han sido bombardeados desde años antes en una ciudad como Gaza, constantemente sometida al bloqueo y los ataques israelíes, se convierten en un vínculo emocional, especialmente con Ahmed Matar, un joven de sonrisa permanente que representa la mirada a través de la cual Areeb Zuaiter recupera en cierta medida la profundidad de su identidad palestina. Ahmed se convierte en los ojos de ella cuando graba las prácticas del grupo de parkour en los esqueletos de edificios bombardeados de Khan Yunis, a veces poniendo en verdadero peligro sus vidas, o en las ruinas del antiguo aeropuerto internacional que construyó la esperanza de un desarrollo de Gaza como una especie de Singapur palestina. Cuando Zuaiter le pregunta a Ahmed si ha visitado Nablus, éste sonríe irónicamente, como si tuviera que explicar la falta de movilidad en un territorio que se ha convertido en una prisión rodeada de checkpoints. La práctica del parkour es precisamente una forma de liberación, y también una esperanza de que los videos publicados en redes sociales llamen la atención de algunas instituciones extranjeras que ayuden a sus protagonistas a salir de Gaza.
Al mismo tiempo que muestra la evolución de los jóvenes desde 2015 hasta el atentado sanguinario de Hamas y la respuesta genocida de Israel en 2023, Yalla parkour (Areeb Zuaiter, 2024) también refleja la progresiva agonía de los territorios de Gaza y Cisjordania. El diálogo entre los dos protagonistas, Areeb y Ahmed, no solo es literal cuando hablan a través de videoconferencia, sino que se establece desde las imágenes que muestran el deterioro de la zona, cada vez más aislada. De manera que el documental ofrece una perspectiva particularmente personal, que contrasta la liberación de los saltos entre bloques de edificios con el sonido de las bombas que se escuchan de fondo. A lo largo del documental se muestra cómo los videos grabados de las acrobacias consiguen su propósito, al menos para Ahmed Matar, que recibe una invitación de asilo para trabajar en Suecia como monitor de parkour. Aunque, curiosamente, el seguimiento del joven es cada vez más distanciado, y su accesibilidad cada vez más difícil, a pesar de que la principal productora de la película, Kinana Fils, tiene sede en Malmö. Lo que deja mal desarrollada la historia de uno de los dos ejes de la película, pero al menos aborda los anhelos de Ahmed de regresar a Gaza para ver a su familia, siempre reticente por el miedo a quedarse atrapado de nuevo. Y aunque parece adaptarse bien a un nuevo estilo de vida, la sonrisa es menos habitual de lo que era en sus videos caseros. Utilizando sus reflexiones como una herramienta de narración, Areeb Zuaiter imagina cómo su madre enfrentaría la destrucción de Gaza de los últimos años, al mismo tiempo que trata de recuperar las imágenes de lo que fue una realidad que mantenía cierta esperanza hasta que fue devastada por los acontecimientos de 2023 y sus consecuencias. Al final del documental se recuerda a los fallecidos que a lo largo de nueve años han participado de alguna forma en la película, demostrando que por cada superviviente de una guerra siempre hay decenas de víctimas.
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PaulDenis CôtéCanadá 2025 | Canadian Spectrum Competition | ★★★★☆Festival de Berlín '25: Panorama |
Cuando vemos por primera vez a Paul, el protagonista del último documental del director Denis Côté (1973, Canadá), presencia habitual en el Festival de Berlín, donde ganó el premio al Mejor Director de la sección Encuentros por Higiène sociale (2021), está grabando con el móvil varios planos que le muestran paseando por una habitación y una calle, y es él mismo el que se presenta a través de las redes sociales: "Me llamo Paul, tengo 34 años y peso 135 kilos. He pasado una década en estado depresivo, de forma que no tengo recuerdos de mis veinte años. Pero finalmente me presento ante vosotros, con obesidad mórbida, prediabético y aterrorizado por las relaciones sociales". Desde el principio, incluso desde el propio título nominativo de la película, Paul (Denis Côté, 2025) es un retrato que pretende ser respetuoso y al mismo tiempo ofrecer un espacio seguro para un protagonista que ha sufrido de ansiedad durante muchos años y que sigue teniendo problemas para relacionarse con las personas, especialmente con el género masculino. Finalmente, Paul ha encontrado una manera de hacer frente a ese estado depresivo a través de una actividad que le satisface: limpiar en casas de mujeres dominatrices que le someten a distintos tipos de prácticas de sumisión. Estos lugares se convierten en espacios seguros para el protagonista, y la película se adentra en unas jornadas diarias sin una perspectiva voyeurista o curiosa, sino con una mirada más cerebral hacia una cotidianeidad que puede ser sorprendente para el espectador pero se refleja con una eficaz capacidad de observación desprejuiciada, en la línea de otras películas suyas como Ta peau si lisse (Denis Côté, 2017), que se adentraba en el entorno del culturismo, o Un été comme ça (Denis Côté, 2017), sobre un grupo de mujeres adictas al sexo. Curiosamente, sin embargo, a pesar de todos sus problemas de sociabilidad, Paul utiliza el lema "Cleaning to save my life" (limpiar para salvar mi vida) como un reclamo para la publicación en redes sociales de grabaciones en video de sus propios trabajos como limpiador, que ofrece de forma gratuita, pero estableciendo un entorno virtual que es controlado por él mismo, en el que es él quien elige las imágenes que se muestran y los límites que se establecen. Por eso resulta más sorprendente que haya accedido a que un director ruede una película sobre él, exponiéndose de alguna forma a un mundo más desconocido. Denis Côté ha afirmado en algunas entrevistas que uno de los procesos más difíciles era establecer la comunicación con Paul, que tenía generalmente una actitud apática respecto a la película.
Después de proyectarse con éxito en los festivales de Berlín (en la cuenta de Instagram de Paul publicó un video con imágenes del estreno mundial) y Visions du Réel, Paul se presenta ahora por primera vez en Canadá, encontrándose dentro de un entorno mucho más cercano a la realidad que describe. El director mantiene su habitual distancia respecto a los acontecimientos que retrata, siempre en una posición de cámara que pocas veces se acerca al personaje y respetando en muchos casos el anonimato de las dominatrices. La mirada que ofrece Denis Côté nos recuerda en cierto modo a la que mostraba la película En el sótano (Ulrich Sidle, 2014), en la que el realizador austríaco ofrecía una incursión dentro de los secretos que guardaban las familias en los lugares más ocultos de sus hogares, entre ellos espacios para la práctica del BDSM. Esto le permite además adoptar el punto de vista de Paul, que es capaz de crear su propia cotidianidad sin que necesariamente se incluya en determinadas categorías. A través de las conversaciones que mantiene en un chat ofrece su punto de vista más honesto, y aunque practica juegos de poder y sumisión, afirma no sentirse identificado con la comunidad BDSM, con la que no conecta especialmente. Es a través de estas conversaciones cuando conocemos algunas de las opiniones de Paul, que nunca se muestra hablando a la cámara, excepto cuando se introducen los videos que publica en Tik Tok para reflejar la transformación psicológica que supone haber descubierto esta faceta de su personalidad. El objetivo de estas sesiones de dos o tres horas, entre la limpieza y la sumisión, no es la satisfacción sexual sino la satisfacción personal. Entre humillaciones sencillas y algunas más vejatorias, Paul mantiene charlas con algunas de sus dominatrices después de las sesiones, reflejando la comodidad que no consigue tener fuera de los entornos de sumisión. Admirador de Alicia en el país de las maravillas (1865) de Lewis Carroll, se incluyen algunos momentos oníricos y de fantasía a través de la representación que crea una de sus amas para publicarlas en las redes sociales, que aporta un cierto tono de cuento de hadas, como en una escena inventada, que se distancia de la experiencia real de Paul, cuando debe encontrarse con una dominatrix en un bosque. La ausencia de emoción en el rostro de Paul acaba resultando entrañable, en su manera de someterse sin limitaciones a una forma de vida peculiar, pero absolutamente satisfactoria, que se refleja en su sentimiento de autoestima.
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© Nicolás Taborga / Nemesis Films & h264¿Adónde vamos, Coyote?Jonah MalakCanadá 2025 | World Showcase | ★★★★☆ |
En los últimos minutos de este documental, los protagonistas pasan un día en la playa del conocido como Friendship Park, un nombre que ahora puede parecer irónico para un territorio situado a 9.6 kilómetros de la entrada de San Ysidro, uno de los cruces fronterizos más transitados del mundo. El Parque de la Amistad está todavía considerado como un parque binacional que surgió tras la guerra entre Estados Unidos y México en 1849, y que durante generaciones no contaba con ninguna barrera fronteriza, permitiendo el paso de un país a otro de forma abierta, lo que aprovechaban muchos habitantes de San Diego para pasar el día en Tijuana. Incluso el parque conserva fotografías de la primera dama Pat Nixon en 1971 accediendo a México, el mismo año que Richard Nixon anunció la donación de 372 acres al estado de California para su desarrollo como un parque que simbolizara la amistad entre Estados Unidos y México, inspirado en los numerosos parques fronterizos con Canadá. Pero el paso de los años ha visto la construcción de más barreras hasta que en 2020 se produjo una expropiación forzosa de los terrenos del parque, que ha sido cerrado. Mientras Ely y Marisela se purifican en las aguas del Pacífico, las vallas que se adentran en el océano reflejan la transformación de las políticas de migración. Ellos son un matrimonio que conoce de primera mano el paso por el desierto que funciona como una frontera natural casi impracticable entre Estados Unidos y México. Ely ha perdido a un hermano que intentaba cruzar a través del desierto de Arizona, lo que le empujó a fundar la organización no gubernamental Las Águilas, un cuerpo de voluntarios que se dedica a buscar a desaparecidos y atender llamadas de urgencia de sus familiares o de quienes se encuentran perdidos en medio de la nada. En una de las escenas más significativas de ¿A dónde vamos, Coyote? (Jonah Malak, 2025), cuando la familia se encuentra cenando Ely recibe la llamada de un hombre que se culpa por la muerte de un familiar, mostrando cómo sus vidas cotidianas están directamente afectadas por este trabajo que siempre mantiene la comunicación abierta para cualquier urgencia. Pero es una labor principalmente voluntariosa que cuenta con medios escasos a pesar de su importancia. Desde su fundación en 2012 el grupo Las Águilas ha rescatado a 92 personas, pero la Organización Internacional para las Migraciones presentó un informe en 2023 que indicaba que, solo el año anterior, se habían contabilizado 686 muertos o desaparecidos, lo que convirtió a la frontera entre Estados Unidos y México como la ruta migratoria terrestre más peligrosa del mundo.
A lo largo de tres años, el director canadiense Jonah Malak (1983, Líbano) ha acompañado a Ely y Mariela en sus incursiones en el desierto para tratar de localizar a posibles personas perdidas o encontrar a aquellos que han sido reportados como desaparecidos por sus familiares. Pero los momentos más sobrecogedores son las grabaciones de las llamadas que han recibido, a veces por parte de emigrantes que se encontraban en ese momento en medio del desierto: "Veníamos todos juntos y nos sentamos a descansar, y escuchamos que el amigo Jorge estaba respirando con dificultad. Le hicimos la respiración boca a boca pero desgraciadamente perdió la vida", se escucha en una de esas llamadas. El trabajo de Ely y Mariela está empujado por una profunda convicción religiosa que el director expresa mostrando la iconografía católica que acompaña a los voluntarios, que también llevan cruces blancas para, al menos, señalar los lugares donde han muerto inmigrantes. Las Águilas también rescata los restos humanos que se encuentran en el desierto, estructuras óseas de personas sin identificar que son depositadas en almacenes mientras la Dra. Caitlin Vogelsberg, del departamento de Antropología Forense en la Oficina del Médico Forense del Condado de Pima (PCOME) en Tucson, Arizona, realiza pruebas para determinar los datos que se puedan incluir en las descripciones de personas desaparecidas. Hay un ritmo pausado en las imágenes de ¿A dónde vamos, Coyote? que transmite una sensación de calma en las vidas cotidianas de sus protagonistas, pero que contrasta con algunas grabaciones de archivo en videos de mediana calidad que sin embargo muestran la tensión del paso por el desierto. Los coyotes del título hacen referencia a los traficantes de inmigrantes que teóricamente ayudan a éstos a cruzar la frontera pero que en muchas ocasiones se convierten en sus peores compañeros de viaje. Ely y Mariela también realizan desplazamientos informativos desde México hasta Guatemala para advertir a los que están preparados para cruzar la frontera que no deben confiar en las promesas de los coyotes y ofrecer consejos a los que ni siquiera ellos y su experiencia pueden convencer de no adentrarse en un viaje peligroso que puede costarles la vida. ¿A dónde vamos, Coyote? es un documental que reflexiona sobre las políticas migratorias sin hacer discursos, reflejando el trabajo de un grupo de voluntarios que está empujado por la creencia profunda en la dignidad humana. Conformar un equipo de cineastas de diferentes procedencias también proporciona una especial sensibilidad: el director Jonah Malak nació en Líbano pero creció en Canadá, el director de fotografía Nicolás Taborga es de origen boliviano, la editora Gisela Restrepo es colombiana, trabajando junto a la montadora canadiense Marie-Pier Dupuis. En la playa de Tijuana, donde Ely y Mariela se purifican, surge otro de esos retratos de las esperanzas rotas, cuando un joven trata de huir de la policía fronteriza sin prestar resistencia a su detención.
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Higher than acidic cloudsAli AsgariIrán, Luxemburgo 2024 | World Showcase | ★★★☆☆IDFA '24: Envision | Tallinn Black Nights '24: Oficial |
La última película del director Ali Asgari (1982, Irán) es un viaje introspectivo que comienza con una imagen de Teherán envuelta en una nube ácida y su propio apartamento mientras es registrado por las autoridades iraníes, una reconstrucción de la experiencia que él mismo sufrió después de estrenar su película Terrestrial verses (Ali Asgari, Alireza Khatami, 2023) en el Festival de Cannes. Siguiendo a varios profesionales como profesores o artistas que sufren las restricciones culturales de la censura iraní, la película fue considerada subversiva y el director sufrió arresto domiciliario durante varios meses. En un apartamento sencillo cuyas paredes están adornadas con carteles de Burning (Lee Chang-Dong, 2018) y Érase una vez en Anatolia (Nuri Bilge Ceylan, 2011), Ali Asgari observa a los "no invitados" registrar sus estanterías: "Recientemente grabé la visible nube de polución desde mi ventana, una vista ahora común desde cualquier apartamento. Solo quería capturar la ciudad con mi cámara. Pero ellos me dijeron no grabes, no existas, no mires". Confiscados su pasaporte, su ordenador, sus discos duros y hasta su móvil, él reivindica que hay una sola cosa que no pueden quitarle: sus pensamientos y su memoria, "mi disco duro interno". Higher than acidic clouds (Ali Asgari, 2024) es una película introspectiva que está narrada por el propio director para transmitir las reflexiones en torno a su pasado, su familia y la relación que mantiene con una ciudad como Teherán, cuyo alto grado de contaminación de alguna manera representa metafóricamente la opresión que ejercen las autoridades sobre la libertad artística y personal. Ali Asgari recuerda todavía cuando una vista general de la ciudad ahora envuelta en una neblina constante, décadas antes estaba presidida por las majestuosas montañas nevadas de Damāvand, que se podían ver al fondo: "Ahora el paisaje se ha vuelto gris oscuro. Se ha convertido en una ciudad de edificios silenciosos. Debo tejer mi imaginación infantil a través de Teherán para sustituir a esta ciudad afectada por el alzheimer". Estos recuerdos están reconstruidos en la película, en el parque de atracciones que ahora ha desaparecido o en la relación con su madre (a la que ha dedicado este ensayo cinematográfico) y con sus manos, las manos protectoras que están marcadas por el paso del tiempo, como un parasol que le protege de los efectos de la nube ácida.
Higher than acidic clouds recuerda en su título que más allá de esta opresión tóxica todavía se puede encontrar la luz, de manera que no se trata solo de una reflexión lastimosa, sino que aporta algunos momentos de esperanza. Esa imaginación que no ha podido ser confiscada sueña con la posibilidad de ser un pájaro en libertad en Islandia, un país con el que dice haber sentido una extraña familiaridad, como si hubiera estado allí antes. Pero también recuerda los diez años que vivió en Roma, una ciudad cuyo colorido y aspecto es opuestamente diferente a la Teherán gris en la que ahora vive y que para él es "una metáfora del cine". La fotografía en blanco y negro de Arman Fayyaz ofrece un reflejo de esa textura grisácea que describe el director, pero también le aporta un aire de thriller clásico, con movimientos de cámara lentos que se desplazan por el apartamento, y travellings que comienzan con un plano general de Ali Asgari siendo interrogado por un agente, se acerca hasta un primer plano y continúa hacia una reproducción de la imagen radiográfica de un cráneo. El director dice no entender cuál es el problema de sus películas, "que solo reflejan mi vida y la de mis hermanas". Títulos como Disappearance (2017) y Coraje (2022) que nunca han sido proyectados en Irán, y que nunca han visto sus hermanas, así que organiza una proyección para que todas ellas tengan la oportunidad de saber qué historias cuenta en ese cine reconocido a nivel internacional. Las reflexiones de Ali Asgari conforman una película absorbente y melancólica, una mirada retrospectiva personal que se envuelve en el aspecto grisáceo de una ciudad que funciona como representación de la censura artística que ejercen las autoridades iraníes. Pero es también una celebración de la imaginación como el poder auténticamente relevante del arte, aquella que a pesar de los aislamientos físicos puede viajar hasta los paisajes helados islandeses, la fisonomía escultórica romana o un pasado que anhela las manos de una madre.
Poco antes de que estalle la pandemia del coronavirus en todo el mundo, para Ana Cristina Benítez su propio mundo acaba de cambiar, después de recibir un diagnóstico de cáncer de mama: "Dicen que si tienes un cáncer en la mama derecha, es porque tienes asuntos pendientes con tu padre", es una de las muchas frases, entre consejos y expresiones populares que escucha a lo largo de su tratamiento. El camino de la directora es largo y complejo, con sesiones de quimioterapia, una mastectomía y sesiones de radioterapia, comenzando un proceso en el que ella se obsesiona con contar: las sesiones que le faltan, los siete meses de tratamiento... Pero también toma la decisión de grabar todo ese trayecto en primera persona, en el sentido más literal de la palabra, porque maMa (Ana Cristina Benítez, 2025) utiliza este punto de vista generalmente, colocando al espectador en la perspectiva de la paciente, que usa el cine como una herramienta de sanación, igual que mientras se somete a los tratamientos complejos y devastadores físicamente de la medicina tradicional, también practica curas espirituales amerindias. Unos días antes de conocer el diagnóstico, había viajado a Chiapas para asistir a los encuentros zapatistas de resistencia. De alguna manera, Ana Cristina Benítez transmite la sensación de que la enfermedad no solo necesita sanar desde un punto de vista físico, sino también emocional y espiritual. Esto la lleva a acercarse más a sus padres, viviendo en su casa mientras su relación de pareja comienza a estar sometida a la presión y la tensión que conlleva la enfermedad. A través de la experiencia de otra paciente, una enfermera le dijo: "Cuando el cáncer lo tienen los hombres, sus parejas les acompañan durante el tratamiento. Pero cuando lo tienen las mujeres, la mayor parte de los hombres las abandonan". Sin embargo, ella recibe un apoyo incondicional de su pareja, Mateo, pero ambos no pueden evitar la ruptura, quizás no definitiva. Mostrando la imperfección de la imagen (la preparación del encuadre, el plano desenfocado...) la película refleja la imperfección de un cuerpo que sigue luchando contra la enfermedad.
Ana Cristina Benítez introduce algunas imágenes de videos casero que ella grababa cuando era joven, una práctica que acabó abandonando sin una razón aparente, dejando un vacío en la memoria audiovisual de su familia. La cámara se la regaló su padre cuando se marchó como indocumentado a trabajar a Estados Unidos, para que le enviara los videos en los que pudiera recordarles. Sin posibilidad de regresar a Ecuador porque era ilegal, se guardan imágenes de la visita que le hicieron sus hijas cuando vivía en un barrio periférico de Nueva Jersey, hasta que decidió volver definitivamente. A través de estos recuerdos, la directora muestra su intermitente relación con la imagen, que primero sirve como una forma de mantener el vínculo familiar unido y ahora se convierte en una manera de documentar los procesos de sanación física, convirtiendo el ejercicio artístico en un elemento de sanación espiritual. maMa se percibe así como como una película honesta que habla sobre la convivencia con el cáncer, sin evitar mostrar las cicatrices de la mastectomía o incluso la reacción devastadora de enfrentarse por primera vez a la consciencia de la ausencia de pecho. Pero no se trata de una mirada autocompasiva sino todo lo contrario, un reflejo de la resistencia y de la necesidad de establecer vínculos emocionales con el círculo familiar, que en este caso está muy presente a lo largo de todo el proceso. Durante un día en la playa, repasa las cicatrices de su padre, que ha pasado por un cáncer de próstata sometiéndose a radioterapia y un tumor benigno en la cabeza. El cáncer, de alguna manera, ha formado parte de su propia vida familiar. Hay muchos momentos en maMa en los que las manos de Ana buscan el contacto con otras manos, las de su madre, las de su pareja... como una necesidad permanente de mantener la vinculación física. Desgraciadamente, el viaje de la directora a través de este camino aún no ha terminado, enfrentándose al mayor temor de las supervivientes del cáncer: la remisión. Pero su manera de afrontar el futuro parece haberse transformado a partir de la realización de esta película. Ya no cuenta, solo resiste y lucha.
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La mancha negraYareni Velázquez MendozaMéxico 2024 | Bermudas | ★★★★☆Festival de Morelia '24: Mejor Cortometraje de Animación Mexicano |
El proyecto Cartografías de la reclusión es una propuesta transmedia del colectivo Tramas Encendidas que pretende resignificar a las mujeres que se encuentran encarceladas para despojarlas del estigma que las acompaña. Se trata de una serie de piezas que pretenden contar historias que han vivido algunas de estas presas que se encuentran en cárceles de México, mostrando las diferencias propias de sus experiencias, pero también las desigualdades que se reflejan en los distintos centros penitenciarios. El primer resultado de este proyecto es el cortometraje La mancha negra (Yareni Velázquez Mendoza, 2024), que ganó el premio al Mejor Cortometraje de Animación en el Festival de Morelia, y que utiliza imágenes del taller Volver a Casa MX, que se desarrolló en 2022 en el Centro Femenil de Reinserción Social Santa Martha Acatitla en Ciudad de México. El testimonio es de Marlene G.L., una de las mujeres encarceladas en este centro penitenciario que se refiere a sí misma como una "mancha negra" dentro de su familia, en la que solo se dedicaba a cuidar de sus hermanos, recibía poca atención y era maltratada por su padrastro mientras su madre no solo no lo impedía sino que lo apoyaba: "Cuando pedía permiso para ir a jugar con otros niños a la calle, él decía que me iba a ir de loca y que era una puta. Yo tenía seis, siete años". Esa condición de vacío que sentía cuando era niña se refleja en el color negro como una oscuridad que absorbió su infancia, pero que conforme se hace mayor se transforma en una manera de reafirmarse como una mujer fuerte, que la acaba definiendo como persona. Marlene asigna un nuevo significado a un color que es una ausencia de colores, para convertirlo en una forma de representación de sí misma. La mancha negra se construye a partir del testimonio en off mientras la animación 2D con objetos acompaña al relato complementándolo con fragmentos de periódicos rotos y fotografías que forman un collage que de alguna manera refleja la multiplicidad de los testimonios: "Muchas mujeres han sufrido lo mismo que yo, entonces creo que todas tenemos el mismo dolor de estar privadas, presas". Hay un interesante trabajo de diseño sonoro de Fernando de la Rosa que está extraído de grabaciones que se han realizado en la propia cárcel, contextualizando el relato pero sin definir exactamente su procedencia. La mezcla de técnicas de animación aporta en estos cuatro minutos una mirada que se diversifica para mostrar que este no es un testimonio aislado sino colectivo, y para cuestionar el funcionamiento de un sistema penitenciario que no ofrece soluciones reales sino solamente aislamiento.
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Películas mencionadas:
El idioma universal, El origen, Hygiène sociale, Érase una vez en Anatolia y Coraje se pueden ver en Filmin.
The apprentice se puede ver en Movistar Plus+.
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