Una de las secciones temáticas del DOK.fest de Múnich que estamos cubriendo en esta edición número cuarenta está dedicada a documentales que analizan la realidad de los Estados Unidos, precisamente en un entorno en el que se reivindica la necesidad de recuperar la democracia en su sentido más amplio, contrarrestando la utilización de legislaciones pasadas y reinterpretaciones de la Constitución para llevar a cabo políticas de recortes y expulsiones que se ponen continuamente en cuestionamiento por parte del poder judicial. Los documentales de los que hablamos a continuación ofrecen un retrato de esa Norteamérica que parece enfrentarse a sí misma, desde los tiroteos masivos en las escuelas hasta la campaña de desprestigio de un político que se atrevió a enfrentarse a la maquinaria de Donald Trump. Pero también miradas desde el exterior, a través de refugiados que miran a sus países o hijos de la guerra de Vietnam que tienen la esperanza de encontrar a sus padres.
![]() |
The bad guyKwinten Gernay, Louise Van AsscheBélgica, Estados Unidos 2024 | This is America | ★★★★☆ |
Si bien en algunos países europeos como Suecia o Alemania se están reproduciendo de manera preocupante los ataques violentos de masas, aquellos que provocan más de cuatro víctimas mortales, el nivel de sensación de amenaza que se vive en la mayor parte de las ciudades no tiene paralelismo con el que se produce en Estados Unidos, donde el peligro de un tiroteo masivo en las escuelas e institutos está tan asumido que se han convertido en fortalezas con cámaras de seguridad, detectores de metales y guardias. La página web de Gun Violence Archive recoge diariamente las estadísticas de los ataques violentos que se producen en Estados Unidos: hasta el día de hoy, durante 2025 se han producido 108 tiroteos masivos, pero quizás los datos más sorprendentes están menos visibles: 83 niños de menos de 11 años han sido asesinados y 161 han sufrido heridas, mientras que 351 adolescentes entre 12 y 17 años han muerto y 939 han resultado heridos. Con estas cifras, parece normal que la directora Louise Van Assche, una documentalista belga que vive en Texas con su marido norteamericano, Philippe Sprowls, se pregunte si resulta seguro educar a su hija de pocos meses dentro de esa cultura del miedo, en la que los simulacros de posibles ataques son habituales en las escuelas. Sobre todo porque cuando comienza a plantearse llevarla a la guardería se produce el tiroteo masivo de la Escuela Bobb Elementary en Uvalde (Texas) que en 2022 dejó veintidós muertos, provocando un debate sobre las armas que acabó apagado. Algunos estudios indican que los simulacros provocan traumas psicológicos en unos niños que tienen que asumir la existencia de una amenaza invisible, la del "tipo malo", a la que en ningún país civilizado deben enfrentarse. Cuando la directora le dice a Berkley McConnell, una adolescente que ha vivido personalmente un tiroteo masivo, que en Bélgica no se producen ataques violentos en las escuelas, la joven lo recibe como si le estuviera hablando de otro planeta. El recorrido que hace en el documental The bad guy (Kwinten Gernay, Louise Van Assche, 2024) no se centra en las estadísticas, sino en la respuesta que da la sociedad norteamericana a este problema de violencia. Y el resultado no es muy alentador. El profesor de Nuevo México Jagdish Khubchandani ha estudiado los tiroteos masivos desde la perspectiva de cómo se enfrenta la amenaza: "Cualquier escuela está haciendo simulacros contra tiroteos, pero lo cierto es que no tienen medios para hacer frente a uno real. El problema es que nadie se pregunta si este es el tipo de educación necesaria. ¿Por qué estamos creando este clima de miedo?".
Según unas estadísticas que no aparecen en la película, el 70% de los autores de tiroteos masivos nunca recibieron tratamiento psicológico. Lo más preocupante que expone el documental, y la respuesta de algunos entrevistados como Jeff Sellers, que gestiona junto a su esposa, la ex-profesora Terry Sellers, Guardian Program, un entrenamiento de profesores en el manejo de armas, es que se trata de una realidad que no se puede prevenir, sino solamente contrarrestar a través de la defensa. Este enfoque hacia la respuesta violenta, sin preguntarse cuáles son las causas de que se produzcan este tipo de tiroteos masivos, ha acabado creando una sociedad que se siente constantemente amenazada, y una infancia que está permanentemente atormentada: "No me siento seguro en la escuela", dice un niño. "Nadie se siente seguro", apunta otro. Las armas son la primera razón de muerte durante la infancia en Estados Unidos, y la cultura de la violencia se reproduce en las tres palabras que todos los alumnos ya conocen como una enseñanza habitual: "Run, Hide, Fight", que se utilizan para describir las reacciones necesarias en un caso de tiroteo masivo: huir, esconderse y, en última instancia, luchar. A Elsa Ávila, una profesora superviviente del tiroteo de Uvalde, no le sirvió la segunda: se escondió con sus alumnas en una clase pero uno de los disparos del atacante atravesó la pared y le perforó el estómago. Las prácticas se muestran poco efectivas en algunos casos, mientras su hermana Norma Ávila, que trabaja en la administración de la escuela, defiende la necesidad de que los empleados se entrenen en el manejo de armas. The bad guy se pregunta si estos simulacros son efectivos o por el contrario provocan mayor ansiedad, y Louise Van Assche expresa sus dudas sobre su responsabilidad como madre al permitir que su hija se enfrente a ese tipo de angustia: vivir con miedo a la escuela, prepararse para un ataque, enfrentarse a un peligro que no es visible. La película comienza mostrando algunos simulacros en los que se entrenan profesores y alumnos, se enfoca después en los negocios que surgen para ofrecer seguridad y protección, entre ellos Jeff Harvey, superintendente del instituto Fayetteville ISD (Texas), que tiene como filosofía convertir a los profesores en guardias de seguridad proporcionándoles armas. Y termina con los testimonios de profesores y alumnos supervivientes que tienen el mismo estrés postraumático que el de un soldado que ha estado en la guerra. El recorrido se hace cada vez más angustioso y la responsabilidad de los directores como padres se convierte en incertidumbre sobre educar a su hija en una sociedad entregada al miedo.
![]() |
The last republicanSteve PinkEstados Unidos 2024 | This is America | ★★★★☆Festival de Toronto '24: TIFF Lightbox |
Una clara camaradería se aprecia en los primeros minutos de esta película entre el director demócrata Steve Pink y el protagonista republicano Adam Kinzinger, cuya historia han querido llevar a la pantalla numerosos realizadores (rechazó las propuestas de una veintena de proyectos). Pero el ex-congresista afirma admirar la película Jacuzzi al pasado (Steve Pink, 2010), y justifica en esta admiración su decisión de darle acceso a sus últimos meses de trabajo en el Congreso y a su vida personal, lo que parece una más de esas bromas que se intercambian a lo largo del documental, aunque ha contado en alguna entrevista que es verdad que solía ver esa película con sus compañeros de la Fuerza Aérea desplegada en Iraq. La intención de The last republican (Steve Pink, 2024) es mostrar a Adam Kinzinger como un republicano simpático y cercano, gracias a su sentido del humor, a esta relación de compadreo a pesar de sus diferencias ideológicas y a las pocas incursiones que hace el director en sus opiniones sobre temas controvertidos. Hay una leve referencia a su posicionamiento pro-vida en el tema del aborto y una discusión amable sobre su admirado Ronald Reagan, a quien considera el principal responsable de la perestroika (haciendo esa reinterpretación de la Historia que tan bien se les da a los republicanos). De hecho, Adam Kinzinger ha apoyado a Donald Trump en su primera legislatura, votando prácticamente todas sus iniciativas durante sus primeros dos años de presidencia hasta que se produjeron las elecciones de de 2020 que ganó Joe Biden y la narrativa del ex-presidente se decantó por denunciar un fraude electoral que se ha demostrado posteriormente que no existió y alentar a sus seguidores a acudir al Congreso, provocando la toma del Capitolio el 6 de enero de 2021. Adam Kinzinger fue uno de los 10 republicanos (de los que solo quedan dos en el Congreso) que votaron a favor de la destitución de Donald Trump y estuvieron de acuerdo con una investigación por instigar a una insurrección, formando parte del comité del Congreso encargado por Nancy Pelosi para investigar los acontecimientos del 6 de enero. Kinzinger afirma que su posición era compartida por numerosos miembros de su partido, pero que finalmente se arrepintieron: "Yo no fui el más valiente, simplemente estaba rodeado de cobardes". Y acusa especialmente al entonces líder republicano de la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, de cambiar su posición respecto al impeachment poco después de mantener una reunión personal con Donald Trump: "Yo sabía lo que iba a pasar a partir de esa reunión. Estoy menos enojado con Trump que con Kevin McCarthy. Trump simplemente está loco, no me sorprende lo que haga", afirma Adam Kinzinger.
Aunque defiende que su elección como miembro del Comité que investigaría los sucesos del 6 de enero de 2021 fue una sorpresa para él, con Nancy Pelosi anunciándolo en televisión antes incluso de hablar con Kinzinger, esta participación fue su sentencia definitiva dentro del Partido Republicano y ahí comenzó el final de una carrera política que le llevó a ser representante de dos distritos de Illinois durante 12 años. La tesis principal de la película, y lo que consigue mostrar con efectividad, es que un político puede sufrir las consecuencias de responder a sus convicciones personales y a los preceptos constitucionales por encima de las narrativas de su propio partido, frente a aquellos que modifican sus posiciones en función de los beneficios que consigan o, simplemente, del miedo a esas consecuencias. El tiempo le ha dado una parte de razón: el Partido Republicano se ha vuelto más extremista en los últimos años y está claro que la nueva administración que preside Donald Trump no respeta muchas veces la Constitución. Como suele suceder en este tipo de documentales vinculados a la actualidad, El último republicano termina antes de que se celebraran las elecciones presidenciales y sus resultados no están presentes en el relato. Ni siquiera se menciona que Adam Kinzinger apoyó a la candidata Kamala Harris durante la campaña electoral y participó en algunos de sus mítines. Pero en esas intervenciones del director Steve Pink que rompen la distancia entre el entrevistador y el entrevistado para discutir sobre algunos temas generales, se muestra la posibilidad de diálogo entre diferentes posturas ideológicas que en Estados Unidos parece haber desaparecido en los últimos años. Hay algunos acercamientos a la vida familiar del político que reflejan su educación cristiana y conservadora, la familia con hijos tradicional, la oración antes de comenzar una fiesta de cumpleaños, los recuerdos del pasado militar... Un reflejo del American Way of Life más tradicionalista que sitúan al personaje en su contexto, pero con la diferencia de que Adam Kinzinger comenzó a recibir amenazas de muerte y a ser tratado como traidor al partido.
![]() |
We never leftLoulwa KhouryLíbano, Estados Unidos 2024 | Filmmaking in exile | ★★★☆☆Karama Human Rights Film Festival '24: Mención Especial |
Esta historia no empieza en Estados Unidos sino en Beirut, con Elsa Saade recordando que cada vez que acompañaba al aeropuerto a un amigo que había decidido emigrar, regresaba a la playa de Ramlet Al Baida: "Cuando veía un avión sobrevolando pensaba que era que el que le llevaba hasta Nueva York". Ella se convirtió también en una de las 300.000 personas que han abandonado un país devastado por las crisis económicas, la corrupción política y los conflictos armados. Un 77% de los jóvenes libaneses quieren abandonar un país sin futuro, según apunta una encuesta mencionada en el documental. La complicada historia del Líbano ha sido contada desde perspectivas personales en películas recientes como Kash Kash (Lea Najjar, 2022) Anxious in Beirut (Zakaria Jaber, 2023) o Diaries from Lebanon (Myriam El Hajj, 2024). Desde su independencia en 1943, el país ha enfrentado todo tipo de revoluciones internas y externas, viviendo en un estado de ansiedad constante provocado por la inestabilidad de un país siempre al borde del colapso. We never left (Loulwa Khoury, 2024) cuenta los últimos años de crisis del Líbano, pero desde la mirada de la diáspora, aquellos jóvenes libaneses que tuvieron la oportunidad de marcharse y forman una comunidad en la ciudad de Nueva York que mantiene, desde la distancia, las protestas en contra de los distintos gobiernos que han pasado por el país, aunque en este caso solo sea a las puertas de la Embajada en Estados Unidos. La complejidad de la transformación que ha sufrido en los últimos meses Norteamérica con la llegada de la nueva administración deja en suspenso cómo ha podido cambiar la situación personal de estos jóvenes exiliados. El propio Líbano tiene un nuevo gobierno desde el pasado mes de febrero, con el primer ministro Nawaf Salam, después de dos años con un ejecutivo en funciones. De manera que la perspectiva del documental puede parecer algo anacrónica en algunos momentos, pero al situarse en el terreno de la mirada de los emigrantes aporta un punto de vista más singular. La propia directora Loulwa Khoury es uno de esos exiliados: vive desde hace años en Nueva York, donde ha trabajado como editora en documentales como Paradise without people (Francesca Trianni, 2019) y Joy dancer (Suzanne Smith, Sylvia Solf, 2024).
Los protagonistas de We never left parecen pertenecer a un grupo cercano que ha compartido a lo largo de los últimos años campañas de protesta en contra de los políticos en el lejano Líbano: Nour MJ Hodeib fue uno de los amigos que se marchó antes, y a él le siguieron Elsa Saade y Rami Dinnawi. La directora comenzó a grabarles en 2019, poco antes de que se produjera la gran crisis económica que provocó una revolución ciudadana mayor que la que había protestado en 2015 por la crisis de las basuras. Pero después llegó el coronavirus en 2020, que fue utilizado para bloquear las protestas, y las explosiones en el puerto de Beirut que afectaron a buena parte de la ciudad y 135 fallecidos. Aunque el gobierno dimitió al completo en 2020, la sensación es que los nuevos gobernantes no son distintos de los anteriores: "La gente que maneja la política, el gobierno y las leyes son las mismas que han arruinado el país durante los últimos 15 años", dice Rami. Pero la película aborda una mirada reflexiva sobre la impotencia de contemplar el país en el que han nacido desde el exterior: "Cada año que paso fuera aumenta el sentimiento de culpa", afirma la directora en sus reflexiones como narradora. Elsa y Rami deciden regresar durante un tiempo a Beirut para participar en las protestas en las calles, pero sienten la alienación del extranjero en su propio país. Son percibidos como privilegiados por poder vivir fuera, pero al mismo tiempo sienten la necesidad de aportar su contribución a la revolución ciudadana. Es una generación que siente las cicatrices de las revoluciones de sus padres: Elsa menciona que su padre nunca le había hablado de su participación en la guerra civil hasta que ella comenzó a participar en las protestas ciudadanas, mientras que la madre de Loulwa Khoury se marchó también a Estados Unidos para no volver nunca. We never left parece tener la necesidad de demostrar que el vínculo con el país mantiene su fuerza a pesar de vivir alejados de él, pero en la propia transformación física de los protagonistas se percibe que cada vez se sienten más integrados en las calles de Nueva York que en las de Beirut, una ciudad que ha sufrido también cambios drásticos cuando Nour, Elsa, Rami y Loulwa regresan, aunque solo sea en una visita parecida a la de unos turistas: "La ciudad ha cambiado, pero los recuerdos permanecen".
![]() |
Child of dustWeronika MliczewskaRepública Checa, Polonia, Suecia, Vietnam, Qatar 2025 | This is America | ★★★★☆Festival de Cracovia '25: Sección OficialFestival de Tesalónica '25: Mención Especial |
Se calcula que 50.000 niños nacidos de parejas mixtas entre soldados norteamericanos y mujeres vietnamitas se quedaron en el país cuando terminó la guerra en 1975. Solo 30.000 pudieron emigrar a Estados Unidos y ser reconocidos como hijos gracias a un programa iniciado en los años ochenta que continúa utilizándose. Una muestra de ADN sirve para que los niños que fueron abandonados encuentren a sus padres, aunque no siempre resulta fácil que sean aceptados dentro de las vidas de sus progenitores, que generalmente hace años que han formado otra familia. La tragedia de los niños mixtos es que en Vietnam fueron considerados "hijos del enemigo" y acabaron siendo maltratados y discriminados, como Sang Ngô Thanh, el protagonista de la peícula documental Child of dust (Weronika Mliczewska, 2025), que surgió cuando la directora se encontraba en Vietnam en el rodaje de otra película y conoció a algunos de estos descendientes de soldados que siguen teniendo la esperanza de reunirse algún día con sus padres. Después de una etapa en la que el fraude provocó que se endurecieran las condiciones para demostrar la paternidad, los kits de ADN han permitido mejorar el proceso. "Child of dust (Hijos del polvo)" es el calificativo despectivo que se utilizó para referirse a los nacidos de soldados norteamericanos que permanecieron en Vietnam. Sang ha tenido una vida dura en la que también fue abandonado por su madre porque no podía hacerse cargo de él, pero ha conseguido formar una familia: tiene una hija que es adicta a las drogas, por lo que él se tiene que hacer cargo de la educación de su nieta. Quizás por esa vida de abandono, la figura de su padre desconocido se ha convertido en un símbolo para él, lo que convierte a la película en una mirada certera y conmovedora sobre el sentido de pertenencia y la necesidad de cerrar las heridas a través del reencuentro. Para beneficio de la historia, ésta tiene un desarrollo diferente al de otras muchas: al contrario de lo que parece ocurrir en muchos casos, Nelson Torres reconoce la paternidad aunque refleja desde el principio su arrepentimiento por haber abandonado a su pareja vietnamita y a su hijo. Al encontrarse demasiado enfermo, la única posibilidad de conocerse es que Sang viaje a Estados Unidos obteniendo una visa bajo el Amerasian Homecoming Act que ofrece preferencia a los emigrantes nacidos de padres estadounidenses. Pero es un privilegio de doble filo: un viaje solo de ida que no le permite a Sang regresar a Vietnam sin perder su visa y tampoco estar acompañado. La opción por tanto es la de abandonar a una familia para encontrarse con otra.
Aunque el documental no aborda demasiado este aspecto, el protagonista se encuentra en la misma situación que su padre, la de dejar atrás a su hija y a su nieta para iniciar una nueva vida. Sang tiene también dos hermanos y una hermana hijos de otros matrimonios de Nelson Torres, pero como podría preverse, el optimismo de reencontrarse con su padre le sitúa en una realidad muy compleja: está la barrera idiomática, las diferencias culturales, la necesidad de encontrar un trabajo... El Programa Amerasiático paga durante un tiempo el alojamiento y los gastos de Sang, pero lo más sorprendente para él es encontrarse con un concepto de familia completamente diferente al de Vietnam. Nelson se separó de su esposa cuando sus hijos eran niños y la hija menor parece especialmente aislada del resto de la familia, que tampoco mantiene una conexión. Ella es más impulsiva y a veces algo más hostil con su padre, del que piensa que no aprovecha las sesiones de terapia para expulsar todos sus demonios interiores. Aunque muestra su arrepentimiento en ocasiones, Nelson Torres no es demasiado expresivo respecto a sus recuerdos de guerra, y parece que tampoco hacia los sentimientos hacia su hijos: "No somos la familia que se abraza y se besa. Nos queremos pero no tenemos una relación diaria", se justifica uno de los hermanos de Sang. La segunda parte de Child of dust se enfoca precisamente en la alienación del protagonista, la sensación de no ser del todo vietnamita en el país donde nació y de saber que nunca será considerado norteamericano. La recepción de su nueva familia es amistosa pero algo fría: no le vemos en las casas de sus hermanos o su padre, permanece solo en su apartamento y aunque sus familiares le manifiestan el deseo de ayudarle a encontrar trabajo, solo consigue integrarse algo más cuando se involucra en una comunidad religiosa vietnamita que parece que sí le proporciona una ayuda concreta. Manteniendo un punto de vista observador, el debut de Weronika Mliczewska es una mirada melancólica hacia la realidad de un reencuentro alejado de los finales felices. Y refleja cómo en vez de una liberación, el viaje a Estados Unidos se acaba convirtiendo en una responsabilidad que aísla y aprisiona: "Echo de menos Vietnam, a mi esposa, a mi hija y a mi nieta. Pero necesito quedarme para darles una vida diferente", dice Sang. Child of dust se refleja como una aproximación conmovedora que se apoya en una sutil y delicada banda sonora de Joaquín García, destacado compositor argentino afincado en Suecia, que realizado excelentes trabajos para documentales como While we watched (Vinay Shukla, 2022) y también Las hijas de Genghis Khan (Christian Als, Knud Brix, Kristoffer Juel Poulsen, 2024).
______________________________________
Películas mencionadas:
Jacuzzi al pasado se puede ver en Movistar Plus+.
Las hijas de Genghis Khan se puede ver en Filmin.
No hay comentarios:
Publicar un comentario