Continuamos repasando la programación de Fantasia Festival, una amplia selección de más de doscientas películas que sin embargo no tiene el ritmo frenético de los festivales de cine, porque se toma un tiempo amplio para ofrecer todo su contenido, aproximadamente durante unas tres semanas. En esta ocasión, se podría decir que estamos solo a mitad de camino, porque al festival le quedan todavía dos fines de semana, hasta el 4 de agosto. Entre los aficionados a asistir a muestras cinematográficas, se suele decir que la mayor parte de los festivales son carreras de velocidad para poder visionar la mayor cantidad posible de proyecciones en pocos días, mientras que Fantasia Festival tiene las características de una maratón, un esfuerzo de resistencia que sin embargo se puede superar sin demasiadas dificultades. También es cierto que la mayor parte del público extranjero elige asistir en alguno de los fines de semana del festival, mientras que los espectadores de Montreal suelen acudir durante todos los días, pero de una manera relajada. El largo período de tiempo en el que se desarrolla el festival también permite que no haya demasiadas salas de proyección, las principales dentro del campus de la Universidad Concordia, rodeada de restaurantes y locales habituales para estudiantes. Casi todas se encuentran en el Boulevard De Maisonneuve, la arteria que atraviesa el centro de la ciudad desde 1966 y que lleva el nombre del fundador de Montreal, Paul Chomedey de Maisonneuve (1612-1676).
La única sala más alejada es la Cinemateca Quebequense, que también se encuentra en la misma avenida, pero a unos 30 minutos caminando. Aunque es digna de visitar, porque está situada en el denominado Quartier Latin o Barrio Latino, que no hace referencia a la presencia de habitantes hispanos, sino al conocido como Barrio Latino de París, donde en el siglo XVIII habitaban sobre todo estudiantes que estudiaban en latín, la única lengua que usaban las universidades parisinas. También se trata de una zona universitaria, con bistros y restaurantes, e interesantes lugares para visitar como el Théâtre Saint-Denis o la Basílica Notre-Dame. Una de las características más curiosas de las proyecciones, es que al apagarse las luces de la sala, el público asistente suele maullar o aullar. Esta costumbre proviene de la edición en la que se estrenó la serie británica Simon's cat (2008-), las vicisitudes de un gato y su dueño, contadas en episodios de 4 minutos, que todavía sigue produciéndose. Durante la presentación los espectadores comenzaron a maullar, en esa característica participación activa que suelen tener los aficionados al cine fantástico, y quedó como una costumbre permanente del festival. Otra tradición es la de aplaudir cada vez que aparece el anuncio de la marca de noodles de origen coreana Nongshim, porque utilizan el mismo spot publicitario desde hace más de una década. Nuestra crónica está dedicada en esta ocasión a películas que hablan sobre mundos interiores, algunos para escapar de la realidad y otros como reflejo de las complejidades de la psicología humana.
Los monstruos interiores pueden llegar a ser interpretaciones muy sólidas de las realidades oscuras en determinadas familias. El debut como director de ficción de Alexander J. Farrell, que anteriormente había dirigido documentales como Making a killing (Alexander J. Farrell, Sepideh Haftgoli, 2023), sobre los abusos de los seguros médicos en Estados Unidos, se centra en el punto de vista de Willow (Caoilinn Springall) para mostrar cómo comienza a descubrir los secretos que permanecen ocultos dentro de su familia, cuando toma conciencia de la verdadera naturaleza de su padre, Noah (Kit Harington), quien parece sufrir una enfermedad que despierta su bestia interior. El subgénero de licantropía está presente desde el principio y en representaciones de cuentos populares cuando Willow, vestida con una capa roja, se dirige al interior del bosque siguiendo a su madre Imogen (Ashleigh Cummings) mientras lleva a Noah a los restos de una fortificación oculta para dejarlo encadenado durante algunas noches. En la casa familiar, una mansión en medio del bosque (rodada en el castillo de Harewood, cerca de Leeds, el anciano Waylon (James Cosmo), padre de Noah, discute con Imogen oponiéndose a su idea de permanecer juntos, pensando que lo mejor para Willow es que abandonen a Noah y busquen un lugar tranquilo donde vivir. Pero ella se aferra a la parte humana de su marido y se empeña en quedarse a su lado. Aunque en los momentos en los que Noah se relaciona con su familia y su hija, es un padre que parece cuidar de ellos, tiene algunos arranques de ira, lo que parece demostrar que la bestia interior se está apoderando cada vez más de su apariencia humana, incluso más allá de las noches de luna llena. Pero The beast within (Alexander J. Farrell, 2024), que se estrena este fin de semana en Estados Unidos, no se centra tanto en el personaje del hombre-monstruo sino que mantiene siempre, y esa es una de las virtudes de la película, el punto de vista de Willow, una joven frágil que tiene problemas de respiración y debe ir acompañada de una bombona de oxígeno cada vez que sale de su casa.
La historia se apoya en cuatro interpretaciones destacadas, con la coincidencia de James Cosmo y Kit Harington de nuevo tras haber participado ambos en Juego de tronos (HBO, 2011-2019). Este último interpreta hasta septiembre la controvertida obra de teatro Slave play (2018), de Jeremy O. Harris en el Noël Coward Theatre de Londres. Pero el trabajo más destacable y complejo es de la joven actriz Caoilinn Springall, quien también co-protagonizó Cielo de medianoche (George Clooney, 2020), porque su personaje desarrolla un proceso de aprendizaje personal marcado por el trauma, navegando por los inquietantes secretos familiares. Lo mejor que ofrece la película es una tensión atmosférica que permanece todo el tiempo, especialmente cuando resulta evidente que Noah supone un peligro cada vez mayor para su propia familia. No parece haber una intención por parte del director y co-guionista, junto a Geer Ellison, de mantener demasiado misterio sobre la figura paterna, incluso aunque el espectador, al adoptar la película solo el punto de vista de Willow, disponga de una información parcial o poco confiable, porque siempre recibe las explicaciones, como ella, a través de otros personajes que tratan de protegerla. Incluso cuando se describen algunos antecedentes familiares, hay una tonalidad sobrenatural que parece irreal. Esto sirve para dar una justificación a la historia y cómo se desarrolla cuando se hace cada vez más evidente que lo que pretende contar es una metáfora (el director afirma que está inspirada en experiencias reales), pero resulta algo decepcionante que se tome la decisión de explicarlo claramente, cuando la verdadera capacidad de atención que consigue la película es precisamente cuando se mantiene en un terreno en el que la fantasía y la realidad se confunden. The beast within pierde así en el tercer acto lo que había conseguido anteriormente, y parece intuir que el espectador es poco inteligente para captar las posibles simbologías de la historia. Pero al menos consigue mantener una narración bien construida y una puesta en escena que contribuye al tono etéreo que pretende transmitir, con la ambientación de una casa solitaria y desgastada que parece impregnada de una larga tradición familiar pero representa también esa frase que repiten Imogen y Noah cuando éste es encadenado: "Nada cambia". Mientras que la banda sonora de Jack Halama y Nathan W Klein aportan a la historia un tono de folk horror con la utilización de instrumentos como el nyckelharpa, con esa sonoridad rural tan característica, y la introducción de voces corales que contribuyen a la idea de fábula tradicional. Hay por tanto aportaciones interesantes en una película que utiliza los elementos de género para adentrarse en la psicología humana.
Le mangeur d'âmes (The soul eater)Julien Maury, Alexandre BustilloFrancia 2024 | Sección Oficial | ★★★☆☆IFFR '24: Harbour |
Que una película de género aparentemente comercial se haya presentado dentro de la heterodoxa programación del Festival de Rotterdam indica que hay elementos que la sitúan al margen de los convencionalismos. Estrenada en cines el pasado mes de abril en Francia, Le mangeur d'âmes (Julien Maury, Alexandre Bustillo, 2024) destaca por una puesta en escena inquietante en la que hay referencias a la leyenda de un monstruo que devora el alma de las personas y extrae su mundo interior para someterlas, pero se desarrolla en un entorno que resulta incluso más relevante para definir el tipo de horror que estamos a punto de contemplar cuando se produce un accidente de avión en un pequeño pueblo montañoso de la cordillera de los Vosgos. La leyenda en realidad es una especie de cuento del hombre del saco que se contaba a los niños para evitar que tuvieran la curiosidad de adentrarse en un bosque que, este sí, podía acaba devorándoles. El accidente de avión provoca un atasco de tráfico en el que se encuentran casualmente los policías Elizabeth Guardiano (Virginie Ledoyen) y Franck de Rolan (Paul Hamy), dos foráneos que llegan a la región para investigar dos casos aparentemente diferentes, y que vienen cargados con sus propios traumas personales, relacionados con una hija muerta y un hijo desaparecido. Por un lado, hay un doble asesinato en el que dos personas aparentemente se han matado entre sí, sin dejar señales de que hayan intentado defenderse, como si disfrutaran del daño compartido. Por otro, se han producido una serie de desapariciones de niños que pueden estar relacionadas con esa leyenda del "devorador de almas". De manera que la película se desarrolla más cerca del procedimental policíaco que de una historia de terror, aunque tiene ese tono de oscuridad y violencia, sobre todo en las escenas del crimen, que ha caracterizado a los directores Julien Maury (1978, Francia) y Alexandre Bustillo (1975, Francia), dos representantes de lo que el crítico James Quandt definió como "nuevo extremismo francés". Así describía el estilo de una serie de directores que hicieron películas transgresoras a principios de los 2000, entre los que se encuentran Gaspar Noé, Bertrand Bonello o Alexandre Aja. En su caso, les introdujo dentro de esta categoría su sangriento debut con Al interior (2007), que luego continuaría dentro del terror con películas como De entre los vivos (2014) o La casa de las profundidades (2021), y alguna incursión en el cine norteamericano con Leatherface (2017).
Basada en el libro del mismo título de Alexis Laipsker (1969, Francia), Le mangeur d'âmes es un encargo del productor Fabrice Lambet, cuya adaptación está firmada por los jóvenes guionistas Annelyse Batrel y Ludovic Lefebvre, quienes desarrollaron una primera versión que después fue modificada por los directores en algunos aspectos, especialmente en relación con el desenlace. Pero este origen externo contribuye precisamente al cambio en el género que abordan los directores, aunque mantienen referencias al terror en algunos recursos visuales, en la tonalidad oscura de un entorno aislado, especialmente cuando toma protagonismo un antiguo hospital abandonado, y en la introducción de algunas escenas sangrientas en el tercer acto, que Julien Maury y Alexandre Bustillo habían conseguido evitar y que parecen algo innecesarias dentro del tono general de la película. La historia usa los elementos tradicionales del género policial, lo que termina dibujando a los dos investigadores como personajes algo arquetípicos, cuyo trasfondo emocional está marcado por la pérdida, en el amplio sentido de la palabra, mientras se obsesionan con una investigación que comienza a adoptar características más misteriosas. Hay una puesta en escena sobria y una mirada de cierta frialdad en la exposición de los crímenes, pero esto aporta una construcción mucho más sólida de los acontecimientos, estableciendo una reflexión sobre los monstruos que son creados por los seres humanos y las mitologías nacidas de la imaginación que se sostienen en el paisaje sombrío de un entorno hostil. La doctora Carole Marbas (Sandrine Bonnaire), una psicóloga infantil, aporta una mayor solidez en su relación con Franck que la que tiene éste con su coprotagonista, Elizabeth. Y es en este intercambio entre Sandrine Bonnaire y Paul Hamy cuando la película se eleva por encima de unos diálogos algo básicos. Pero Le mangeur d'âmes es posiblemente una de las colaboraciones más solventes de los dos directores y mantiene constante el tono de suspense, incluso a veces acercándose a la influencia de grandes maestros como Claude Chabrol.
Chainsaws were singingSander MaranEstonia 2024 | Underground | ★★★☆☆HÕFF '24: Mejor Película Estonia, Premio del PúblicoFantasia '24: Mención Especial (New Flesh Competition) |
Es relativamente habitual dentro del género de terror encontrar a cineastas comprometidos con sus proyectos hasta dedicarles todo el tiempo necesario para llevarlas a cabo tal como las han imaginado. En este caso, el director Sander Maran ha dedicado diez años a poder completar esta película en la que él ha ejercido también como co-guionista, director de fotografía, montador, diseñador de sonido, artista de efectos visuales y colorista (la corrección de color manual retrasó el montaje durante más de dos años). Se trata por tanto de un trabajo artesanal, con la participación de su hermano Kaur Maran en la producción, que ha sido asumido como tal, evitando (quizás equivocadamente) someterse al escrutinio de los jurados que otorgan ayudas económicas a la producción cinematográfica en Estonia. Pero esta búsqueda de libertad absoluta ha conducido a un proyecto que, efectivamente, transmite la sensación de que es exactamente lo que su director quería que fuera. También es cierto que Chainsaws were singing (Sander Maran, 2024) se sitúa dentro de un género de comedia absurda que viene siendo habitual en el cine que está teniendo éxito comercial en Estonia y logrando repercusión internacional. La lucha invisible (Rainer Sarnet, 2023) era una parodia de las películas de artes marciales que estuvo seleccionada en numerosos festivales como Sitges y consiguió nueve premios EFTA (Academia de Cine y Televisión de Estonia), y este mismo año se ha estrenado en su país Alien 2 or The Return of Valdis in 17 Chapters (Rasmus Merivoo, 2023), secuela del cortometraje Alien or Valdis' Escape in 11 Chapters (Rasmus Merivoo, 2006). De hecho, el propio director de ambas, Rasmus Merivoo (1983, Estonia) participa también en esta película componiendo algunas canciones y encabezando la tribu del bukakke. Entre 2013 y 2024 Chainsaws were singing ha tenido un largo recorrido, rodada al estilo guerrilla, cuando y como se podía, y dando como resultado una comedia de terror musical que tiene evidentes referentes, desde las primeras películas de Peter Jackson hasta La pequeña tienda de los horrores (Roger Corman, 1960) o Musical caníbal (Trey Parker, 1993), parodia de los musicales clásicos ambientados en el Oeste. Estrenada dentro de la programación del pasado Festival de Fantasía y Horror de Haapsalu (HÕFF), que está organizado por el mismo equipo que el Black Nights Film Festival de Tallin (PÖFF), recibió los premios como Mejor Película Estonia y el Premio del Público.
Se trata de una de estas películas que parecen hechas para las sesiones de medianoche de los festivales de cine fantástico, con un público entregado que disfruta todas y cada una de las ocurrencias de comedia gore, participando activamente con aplausos en determinadas escenas. Y el director parece convencido en algunos momentos de conseguir este propósito, porque a veces alarga demasiado algunos gags, como cuando la motosierra atraviesa el estómago (o el culo) de una víctima y provoca temblores al ritmo de la sierra y esputos de sangre de forma exagerada. También es cierto que el sentido del humor es tan básico como necesitan este tipo de historias, con cierta tendencia en este caso a los chistes sexuales, como cuando introduce a la tribu del bukakke o a los gemelos incestuosos Kevin (Henryk Johan Novod) y Pepe (Ra Ragnar Novod). Pero asimismo hay una evidente intención de tomarse en serio determinados aspectos como el estilo de dirección, que en ocasiones consigue una planificación muy cuidada de cine de terror aunque realmente no pretenda provocar sustos, y los números musicales que sirven como monólogos interiores de los personajes, con canciones destacadas como la que interpreta The Killer (Martin Ruus, con la voz en las canciones de Mart Toome), pero también son utilizados para presentar las historias de fondo de los protagonistas, como la de Tom (Karl Ives), el héroe que necesita rescatar a su novia Maria (Laura Niils). Por supuesto, ella utiliza sus propios medios para liberarse porque puede ser tan bestia como cualquiera de los psicópatas que la rodean, pero dentro de la representación femenina de la película también se introduce a una Madre (Rita Rätsepp) que es controladora y abusa psicológicamente de su hijo, The Killer, como un elemento dramático que se pierde entre la casquería y las escenas sangrientas. Chainsaws were singing tiene el mérito de no hacerse nunca demasiado repetitiva, y está por encima de otras muestras del género de comedia de terror como Zombis nazis (Tommy Wirkola, 2009), pero tampoco es especialmente transgresora. Es una película que acaba funcionando de manera diferente para determinados espectadores y estados de ánimo (a veces estamos más receptivos a comedias tontas), pero se aprecia la introducción de personajes como Kobra (Krito Klausson), que parece haber salido de una parodia de las películas bélicas de los ochenta, creando una especie de crossover que termina funcionando bien. Y en su particular empeño en mantener el equilibrio entre la comedia absurda, el musical y el cine de terror de tripas sanguinolentas, al final consigue una mezcla adecuadamente entretenida, aunque carece del ingenio o la originalidad que la pudieran convertir en una película de culto.
FAQKim Da-minCorea del Sur 2023 | Sección Oficial | ★★★★☆Busan '23: Aurora Media Award |
Las películas de género fantástico pueden ser un reflejo de ciertas vulnerabilidades de la sociedad, y hemos visto en estas crónicas del Fantasia Festival que algunas películas como Brave citizen (Park Jin-Pyo, 2023) abordan problemáticas como el acoso escolar desde una narrativa de género. Otro de los asuntos preocupantes en relación con los jóvenes y la educación en Corea del Sur es la existencia de un sistema que, primero desde las exigencias de la sociedad y después desde los propios padres, somete a los estudiantes a una presión constante desde que son niños. Lo que se refleja de una manera inteligente en esta película que tiene como protagonista a Dong-chun (Park Na-eun), una niña de la escuela primaria que crea su propio mundo de fantasía para contrarrestar el estrés que le provoca una agenda de actividades extraescolares que es claramente excesiva. Una noche, una botella de vino de arroz comienza a emitir extraños sonidos que funcionan como mensajes que solo puede entender Dong-chun. El conocido como makgeolli es una bebida alcohólica tradicional coreana que se elabora dejando fermentar una mezcla de arroz hervido, trigo y agua. Para la protagonista, las burbujas que se producen durante la fermentación se convierten en mensajes secretos que le encargan tareas para poder introducirse dentro de su propia fantasía. Porque en FAQ (Kim Da-min, 2023), esta niña de once años dotada de gran curiosidad no encuentra en los adultos las respuestas que necesita a sus continuas preguntas (su madre le pasa el testigo al profesor de inglés y su profesor le pasa el testigo a su madre), de manera que necesita descubrir el mundo a través de su propia mirada. La directora debutante Kim Da-min (1995, Corea del Sur) utiliza el recurso de la fantasía interior de la protagonista para introducir temas relevantes como el horario de estudio excesivo al que son sometidos los estudiantes. Corea del Sur está considerado por los informes PISA como uno de los países con un sistema educativo más exitoso, pero a costa de un tiempo dedicado al estudio que llega a alcanzar las 16 horas diarias. Aunque solo hay 7 horas lectivas oficialmente, los estudiantes pasan casi el mismo tiempo estudiando en las bibliotecas, o asistiendo a clases extraescolares.
Las actividades a las que asiste Dong-chun se presentan como un reflejo de los fracasos de los adultos: su madre Hye-jin (Park Hyo-joo) piensa que el esfuerzo vale la pena teniendo en cuenta que ella se vio obligada a dejar los estudios para dedicarse a la crianza de Dong-chun y no pudo retomarlos posteriormente, mientras su tío Yeong-jin (Kim Hee-won, al que hemos visto en la serie Moving (Disney+, 2023-)) dejó un trabajo bien remunerado para llevar una vida nómada, pero a ojos de su familia acabó desperdiciando su talento. De manera que la niña se convierte en la proyección de la incapacidad de su madre y su tío para alcanzar una buena posición en la escala social. Incluso Dong-chun se ha inscrito en clases de farsi, un idioma importante en Oriente Medio y Asia Central, pero muy difícil de aprender, aunque a la niña le sirve para entender lo que quiere comunicarle la botella de makgeolli. La razón por la que puede darle todas las respuestas es por la existencia de esos microorganismos que hacen fermentar el líquido y que llevan en nuestro planeta desde hace miles de años, quizás procedentes de otros mundos. De manera que esta fábula fantástica que no es exactamente una película para niños, se sostiene en la microbiología para explicar el origen y el futuro de nuestra sociedad, a través de los ojos de una niña permanentemente curiosa, pero constantemente solitaria. La película consigue plantear una reflexión sobre el sistema educativo de Corea del Sur, sin rechazarlo de una manera crítica, mientras construye este mundo interior de la protagonista que también está habitado por dos muñecos que recuerdan a los típicos programas infantiles, y que actúan como una especie de conciencia de Dong-chun. Esta representación soleada y colorista de ese mundo contrasta con los interiores en los que se desarrolla la vida de la protagonista, entre su casa, el colegio y las clases extraescolares. Mientras que la descripción de los padres, Hye-jin y Kim Gupa (Kim Ji-hoon) es un reflejo de las familias promedio que colocan todas sus esperanzas en el futuro de sus hijos. El tercer acto introduce directamente una trama de fantasía que no desestabiliza el equilibrio dramático del resto, y proporciona la única manera de escapar a una realidad perturbadora.
Hay varias películas en la programación de Fantasia Festival que utilizan el formato de historias narradas desde la coexistencia de dos únicos personajes, un recurso muy apropiado para elaborar una aproximación psicológica sin distraer la atención con otros elementos. En su última película, el director Jeffrey St. Jules (1977, Canadá), que estrenó su debut Bang bang baby (2014) en el Festival de Toronto, ha creado un entorno de ciencia-ficción para hablar de los entresijos de la memoria y lanzar alguna reflexión sobre las políticas de inmigración en un futuro quizás muy lejano. Al comienzo de la historia, Theodore (Elias Koteas) se encuentra solo en un planeta distante de la Tierra, en el sistema solar Capillian, trabajando como minero, extrayendo rocas extraterrestres para enviarlas a nuestro planeta. Pero pronto se revela que se trata de un prisionero de la colonia penal #384, condenado a una vida rutinaria que está marcada estrictamente por su horario laboral y por una existencia solitaria, solo entretenido con la repetición de una sitcom que parece una representación de su vida anterior, y envuelto en sus propios pensamientos y en los recuerdos de un pasado que a veces se convierten en pesadillas, sobre todo en relación con la razón por la que ha sido hecho prisionero. Con una estructura dividida en cinco partes, la llegada de Niyya (Briana Middleton) le pone en contacto con otro ser humano por primera vez en muchos años. Ella ha sido condenada por terrorismo debido a su resistencia violenta contra los prejuicios hacia los alienígenas de la raza Oieans, quienes la adoptaron cuando era niña. Traicionada por una de sus cómplices cuando preparaba un ataque en la Ciudad 12, ha estado luchando contra la estigmatización de los Oieans, relegados a campos de refugiados en el Mar Negro, en un planeta Tierra que comienza a estar superpoblado, tratando de encontrar otros lugares en el espacio exterior que dispongan del suficiente oxígeno como para ser colonizados.
Aunque en principio no parecen tener permitido el contacto, y permanecen en barracones alejados el uno del otro, Theodore y Niyya comienzan a trabajar juntos y a intercambiar sus recuerdos. La película introduce al principio un proverbio Oiean que dice: "Puedes escalar solo hasta lo más alto del mundo, pero nunca estarás por encima de ti mismo", una reflexión sobre las limitaciones del ser humano a su propio mundo interior. En realidad, Niyya es una prisionera sustituta de Theodore, que se encuentra gravemente enfermo, después de largo tiempo viviendo en un planeta con poco oxígeno. The silent planet (Jeffrey St. Jules, 2024) hace referencias al cine soviético de ciencia-ficción como Solaris (Andrey Tarkovski, 1972), al introducir pasajes musicales del primer movimiento del Concierto para piano Nº 2 (1900) de Serguéi Rajmáninov, pero también incorporando elementos retro en el diseño de los habitáculos en los que se encuentran los dos personajes. De alguna manera, la película se mueve siempre en un terreno ambiguo en el que no se diferencia lo que es real de lo que se trata de una creación del subconsciente, como una especie de gas alienígena que captura los pensamientos para ir haciendo olvidar al protagonista. Especialmente el personaje de Theodore parece experimentar los efectos de una enfermedad que deteriora sus pensamientos, e incluso se podría interpretar su trayectoria personal como una especie de experiencia extrasensorial. El hecho de que la película mantenga siempre este lugar intermedio entre la realidad y el sueño (el primer título manejado era The sad dreams of earthlings (Los tristes sueños de los terrícolas)) permite que tenga una tonalidad etérea en la que el desierto de TerraNova (Canadá) quizás no termina de ser convincente como otro planeta, pero sí es una buena representación del aislamiento psicológico de los personajes.
The silent planet a veces cae en diálogos intrascendentes y flashbacks innecesarios, pero consigue crear una tensión creciente en la relación entre los dos personajes, interpretados con suficientes matices por Elias Koteas, al que recientemente hemos visto en la estupenda Janet planet (Annie Baker, 2023), y Briana Middleton, una de las protagonistas de Embaucadores (Sharper) (Benjamin Caron, 2024). Explorando temas como la identidad y la fragilidad de la memoria, los dos personajes se diferencian en la forma en que se enfrentan a los recuerdos: mientras Niyya se mantiene conectada con la imagen de una familia que sufrió una masacre en el campo de refugiados y está empeñada en averiguar qué ocurrió, Theodore prefiere entregarse a su deterioro psicológico como una especie de redención por las decisiones tomadas en su pasado, queriendo olvidar algunos pasajes de su vida anterior, especialmente el asesinato que le llevó a una condena en la colonia penal #384. La película concluye deliberadamente abierta a la interpretación del espectador, lo que aporta una dimensión más compleja a la historia, sin que resulte necesariamente confusa. Por el contrario, aporta ideas interesantes sobre las relaciones humanas en un futuro en el que la convivencia se amplía hacia razas interplanetarias, lo que magnifica los conflictos sociales.
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Películas mencionadas:
Cielo de medianoche se puede ver en Netflix.
Cielo de medianoche se puede ver en Netflix.
Al interior se puede ver en AMC+, Planet Horror y Prime Video.
La pequeña tienda de los horrores se puede ver en Classix, Cultpix, Filmin, Plex, Pluto TV y Rakuten.
Solaris se puede ver en Filmin.
Embaucadores se puede ver en Apple tv+.
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