Entre el 15 y el 25 de mayo se celebra el 77 Festival de Cine de Cannes, una cita con el glamour del cine en la que se estrenan muchas películas que hablan sobre conflictos sociales, pero que también se ponen de manifiesto como una realidad en el seno de la propia organización. Desde el año pasado se han realizado acciones de protesta por parte del Colectivo de Trabajadores Precarios de Festivales de Cine (Le Collectif des Précaires des Festivals de Cinéma), que nació en marzo de 2020 cuando el gobierno de Emmanuel Macron anunció una reforma laboral que puso en alerta a los principales colectivos de trabajadores. Básicamente, como Francia no consigue disminuir su deuda pública, las medidas adoptadas por el gobierno pretenden reducir las pensiones y endurecer el acceso a las prestaciones por desempleo, en una nueva reforma anunciada por el primer ministro Gabriel Attal que entrará en vigor el 1 de julio. Ya desde anteriores reformas, los trabajadores de festivales de cine, que alternan distintos tipos de contratos a lo largo del año, no se admitían como trabajadores temporales del espectáculo, lo que en Francia se conoce como intermittents du spectacle, un beneficio creado para las actividades sin continuidad del sector del entretenimiento. Esta es una de sus principales reivindicaciones en una semana más activa en la que pudieron desplegar una pancarta en la fachada del Palais des Festivals durante la inauguración con su lema Sous les écrans la dèche (Debajo de las pantallas, los residuos).
El colectivo reúne a trabajadores de festivales de cine (proyeccionistas, programadores, regidores, subtituladores, responsables de voluntariado, coordinación, venta de entradas, recepción de invitados, comunicación, etc.) que también exigen contratos menos precarios en unos festivales (no solo los franceses) que habitualmente se enorgullecen de crear riqueza, pero que suelen pagar mal y beneficiarse de la colaboración de becarios y voluntarios para reducir costes. La Quincena de Realizadores, que está organizada por la Sociedad Francesa de Directores de Cine (SRF), cedió el escenario a representantes de este colectivo en su ceremonia de inauguración, contando con el apoyo de Andrea Arnold, quien recibió la Carrosse d'Or 2024, el premio que reconoce a un cineasta destacado cada año, y que ha presentado en la Sección Oficial su película Bird (2024). La realizadora británica dedicó su discurso a la solidaridad con estos trabajadores. Pero se trata de una excepción en unos festivales de cine que suelen programar películas que denuncian las diferencias sociales, pero que generalmente son muy reacios a dar voz a las protestas reales. Esta semana comentamos algunas de los estrenos en el Festival de Cannes, pero centrándonos en las proyecciones paralelas de las muy relevantes Quincena de Realizadores, Semana de la Crítica y Un Certain Regard.
Simón de la montañaFederico LuisArgentina, Chile, Uruguay 2024 | Semana de la Crítica | ★★★★☆Cannes '24: Gran Premio |
En la Cordillera de Los Andes, una fuerte tormenta en el desierto pone en peligro una excursión de un grupo de jóvenes con discapacidad intelectual al comienzo de la película. Entre ellos se encuentran dos amigos, Simón (Lorenzo Ferro) y Pehuén (Pehuén Pedre). Pronto descubriremos que Simón no posee el certificado de discapacidad que se necesita para poder vivir en el centro que acoge a sus amigos, y también que tiene un hogar en el que convive con su madre (Laura Nevole) y el novio de ésta (Agustín Toscano, también co-guionista). Para ellos, la actitud de Simón es incomprensible, convertido en una especie de impostor que parece simular una discapacidad intelectual para poder pasar el tiempo junto a Pehuén y Kiara (Kiara Supini). Pero la película plantea cuestiones sobre cuáles son los límites entre la "normalidad" y la discapacidad de Simón, de manera que se sitúa en un terreno resbaladizo que sin embargo consigue mantener siempre un equilibrio constante. A sus veintiún años, el protagonista parece sentirse más cómodo entre las personas con discapacidad, presentándose como un joven solitario que asume cada vez más su simulación, lo que parece plantear algún tipo de trastorno psicológico. Simón de la montaña (Federico Luis, 2024) desafía los conceptos de normalidad, rechazando los términos que definen lo diferente o lo distinto, porque eso supone implicar que existe algo que es normal. Hay una redefinición de la discapacidad que evita tratarla desde un punto de vista de la ausencia, asumiendo la generalidad de la imperfección humana en todos los sentidos. El propio director reivindica en las entrevistas la palabra hiperperceptivo como una mejor definición de lo que se conoce comúnmente como discapacitado.
Porque efectivamente el retrato de estos jóvenes es mucho menos suave y buenista que el que podemos ver en otras películas. Hay una aproximación más profunda a las complejidades de estos jóvenes, al nacimiento del amor y también del deseo sexual, o a la utilización de su discapacidad para conseguir beneficios dentro de una sociedad que los mira con paternalismo. Pero asimismo ofrece un reflejo de la nobleza, de las relaciones puras que se establecen entre ellos y en las que quizás es donde encuentra Simón el ambiente idóneo para escapar de una vida con imposiciones, obligado a trabajar con su padrastro y constantemente cuestionado por su madre. La cámara está casi siempre centrada en los rostros y en los gestos de los personajes, con planos cerrados aunque la historia se desarrolle en una localidad como Mendoza, con el fondo de la cordillera de Los Andes. Federico Luis, que ya participó en el Festival de Cannes con su cortometraje La siesta (2019) está interesado en la interacción entre los personajes, incluso con una relación entre Simón y Kiara que trasciende la representación tradicional de la discapacidad. Y consigue en Lorenzo Ferro una interpretación comprometida, que refleja la complejidad de su personaje con una sutileza sobresaliente. El actor, protagonista de El ángel (Luis Ortega, 2018) y de la serie Fanático ( Netflix, 2022), construye un personaje que se encuentra siempre al borde de provocar rechazo, pero cuya descripción es lo suficientemente heterogénea como para transmitir sensaciones contradictorias. En el Festival Visions du Réel participó el mediometraje Cómo ser Pehuén Pedre (Federico Luis, 2024), en el que Pehuén entrena a los actores Lorenzo Ferro y Agustín Daulte para imitarle con el objetivo de conseguir el certificado de discapacidad. Simón de la montaña ha sido una de las últimas producciones argentinas en recibir financiación del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA), antes de que el gobierno de Javier Milei decidiera cerrarlo, dejando a la producción cinematográfica de Argentina en un estado de inestabilidad.
La imagen se convierte en el elemento principal de una historia que mezcla el concepto de independencia desde una perspectiva política y personal. Basada en la novela A su imagen (2018, Ed. Libros del Asteroide), del escritor Jérôme Ferrari (1968, Francia), la película parece un reflejo femenino del anterior filme de Thierry de Peretti (1970, Córcega del Sur), Une vie violente (2017), con la que también participó en la Quincena de Realizadores. A partir de la memoria, la historia narra la vida de Antonia (Clara-Maria Laredo), una joven fotógrafa que comienza a trabajar en Corse-Matin, un diario de su ciudad, Ajaccio, mientras mantiene una relación con Pascal (Louis Starace), quien está involucrado en actividades independentistas de Córcega, y acabará implicado en la toma de rehenes Bastelica-Fesch en enero de 1980. La efervescencia política en los años ochenta en Córcega es mostrada al comienzo a través de un concierto en Bastelica en el que los amigos de Antonia gritan consignas en contra de Francia. Su historia está contada en retrospectiva, cambiando el punto de vista de la novela, en la que los recuerdos aparecían en la memoria de su tío, un párroco que en la película tiene un papel más secundario, interpretado por el propio director. En este caso, el narrador es Simon (Marc’Antonu Mozziconacci), uno de los amigos de la infancia de Antonia, quien es testigo de algunos de los acontecimientos políticos más relevantes de la década de los ochenta: el doble homicidio en la cárcel de Ajaccio, la muerte de Robert Sozzi, la división del Frente de Liberación Nacional de Córcega (FLNC)... que ya estaban presentes en Une vie violente. Pero À son image (Thierry de Peretti, 2024) desarrolla una lograda narración que utiliza planos secuencia estáticos de conversaciones políticas entre los jóvenes junto a pasajes contados con imágenes congeladas, como un álbum de fotos.
Y reflexiona sobre la representación de la imagen como una captura incompleta de la realidad, tomando pasajes directamente del libro: "En sus fotografías, sus amigas parecían personajes de una tragedia sumidos en un tormento indescriptible, cuando el problema era la ausencia total de tragedia". Las continuas tensiones con el editor del periódico que no parece interesado en mostrar la realidad de los movimientos políticos corsos llevan a Antonia a buscar otras guerras que al comienzo tampoco reciben la atención internacional, como el conflicto en la antigua Yugoslavia: "Los europeos dicen que no es una guerra, que son solo escaramuzas, conflictos étnicos aleatorios", le dice una periodista. La película conjuga con especial intensidad las inquietudes personales de Antonia con las incertidumbres políticas de Córcega, envueltas a principios de los años noventa en una escisión que provoca más violencia, como cuenta la voz en off de Simon: "Los vaqueros y los uniformes de faena, que daban a las conferencias de prensa un romanticismo rural, habían desaparecido. Fueron reemplazados por monos con cremallera y capuchas de motocicleta que parecían ocultar rostros de reptiles con ojos fluorescentes". Aunque la narración en tercera persona puede parecer un recurso que le acerca a un tono literario, contribuye a la fluidez de la historia, influido por películas como Le roman d'un tricheur (Sacha Guitry, 1936), sin apenas diálogos, confiando plenamente en el texto de una voz en off. Planificando a partir de encuadres que destacan los marcos de las puertas y ventanas, a veces estableciendo formas que parecen implicar la influencia de los iconos cristianos, Á son image consigue ser fluida mientras se adentra en los cuestionamientos que Antonia hace sobre una lucha que parece imposible. Y aunque cuenta una tragedia, que se revela desde el impactante comienzo de la historia, tiene una naturaleza reflexiva y una capacidad para evocar el pasado, pero elaborando personajes que se sienten muy presentes. Y utiliza un lenguaje cinematográfico que hace uso de las elipsis o incluso narra acontecimientos importantes sin mostrarlos directamente, de manera que parece estar más interesado en las consecuencias que en la propia acción. Á son image describe de una manera notable la búsqueda de una libertad personal en medio de la opresión que provoca el anhelo de una independencia política.
When the light breaksRúnar RúnarssonIslandia, Países Bajos, Croacia, Francia 2024 | Un Certain Regard | ★★★★☆ |
El atardecer que mantiene el sol suspendido durante largo tiempo, provocando una luminosidad singular, que principalmente se produce en Islandia a finales de primavera y comienzos de verano, se convierte en una acotación temporal para establecer el desarrollo de un solo día en el que transcurre esta historia. Comenzando con esta puesta de sol, la última película de Rúnar Rúnarsson (1977, Islandia), que regresa al Festival de Cannes donde estrenó su debut Volcán (2011) antes de conseguir la Concha de Oro en el Festival de San Sebastián con Gorriones (2015), presenta a Una (Elín Hall) y Diddi (Baldur Einarsson) manteniendo una conversación de enamorados en la que se plantean un nuevo comienzo, quizás en Japón, pero también transmitiendo que viven un amor secreto en el que él tendrá que afrontar la necesidad de decirle a su novia Klara (Katla Njálsdóttir) que su relación ha terminado. Al día siguiente, las noticias ofrecen información sobre una explosión accidental dentro de un túnel y la incertidumbre sobre el destino de Diddi se apodera de sus amigos. Una se encuentra aislada en medio de un grupo a los que en algunos casos conoce por primera vez, con un secreto guardado que la separa todavía más de una dinámica de dolor y duelo, reforzada por la llegada de Klara. Pero el director no utiliza estas relaciones para establecer conflictos, sino para acercar al espectador las sensaciones de Una, mediante planos secuencia en los que sin embargo la cámara está muy pegada a su rostro. Los planos a veces refuerzan la fragilidad que desprende un personaje que adquiere una silueta fantasmal cuando es mirado al trasluz, mientras uno de los amigos que comparte con Diddi, Gunni (Mikael Gaber) quiere ser una especie de protector para ella, pero sin conocer la naturaleza de ese dolor que solo termina apareciendo en una catártica secuencia de baile.
Como en sus anteriores películas, When the light breaks (Rúnar Rúnarsson, 2024) está especialmente interesada en transmitir las sensaciones que experimentan sus personajes, con una cuidada planificación y un uso de la fotografía, a cargo de su colaboradora habitual Sophia Olsson, que evoluciona conforme lo hacen los personajes. La actriz debutante Elín Hall transmite con una sensibilidad rota la imposibilidad de Una de reclamar su propio espacio dentro del duelo que vive el grupo de amigos de Diddi y su relación con Klara servirá como un proceso de reconciliación consigo misma. Hay una reflexión más profunda sobre el camino discontinuo de nuestras vidas, muchas veces a través de recursos visuales en torno a líneas que parecen senderos: las luces en el túnel, las banderas a media asta, las ventanas de la iglesia o el reflejo del sol sobre las olas. De alguna manera, la repercusión nacional que ha provocado el accidente, con las noticias dando continuas informaciones en torno a él en la televisión y la radio, también impide conseguir la intimidad necesaria del duelo. Pero a través de la sencillez de su planteamiento y su cuidada puesta en escena, When the light breaks habla de una manera profunda sobre las conexiones humanas, los sentimientos encontrados, el duelo compartido y la extraña naturaleza de la ruptura drástica de una vida. Tal como comenzó, la puesta de sol que otorga una tonalidad anaranjada cierra la película, aportando una luminosidad suave que transmite serenidad.
Vingt Dieux (Holy cow)Louise CourvoisierFrancia 2024 | Un Certain Regard | ★★★☆☆Cannes '24: Premio de la Juventud |
Uno de los coming-of-age que habitualmente se encuentran en los festivales de cine se representa en esta encantadora película en la que la directora Louise Courvoisier debuta en el largometraje tras el éxito de su corto Mano a mano (2019), que ganó el premio Cinefondation en el Festival de Cannes. Trasladando la idiosincrasia de la región del Jura, en la que buena parte de sus habitantes están relacionados con la elaboración de los quesos Comté y Morbier, la película tiene como protagonista a Totone (Clément Faveau), un joven despreocupado sobre su futuro, que disfruta de las fiestas junto a sus amigos, hasta que la muerte repentina de su padre le obliga a cuidar de su hermana de siete años Claire (Luna Garret), lo que provoca que tenga que replantearse su vida, asumiendo la responsabilidad de sostener económicamente su casa. Con cierta ingenuidad, sin embargo, está convencido de que puede conseguir elaborar el mejor queso Comté de la zona, y ganar el premio de 30.000 € que se entrega en un concurso regional, pero aunque pueda resultar un objetivo demasiado ambicioso, lo destacable a lo largo de la película es cómo el proceso de maduración del queso establece un paralelismo con el propio crecimiento del protagonista, que también madurará a lo largo de los acontecimientos que se suceden en la historia. Junto a sus amigos Jean-Yves (Mathis Bernard) y Francis (Dimitri Baudry) descubre el sentido de la responsabilidad, y al mismo tiempo comienza una relación con Marie-Lise (Maïwène Barthélémy), una joven granjera a la que roba por las noches la leche que necesita para elaborar el queso Comté.
Si la película se mueve narrativamente por caminos más o menos tradicionales, incluso previsibles, destaca especialmente el tratamiento visual que la acerca a un western, con el uso de la pantalla panorámica y el ambiente rural, pero que también se ve influida por la dinámica de relaciones que se establecían en el cómic Les Pieds Nickelés (1908), uno de los tebeos más conocidos de Francia, a través de la forma en que el grupo de amigos se apoya continuamente ante las adversidades y la manera en que se impulsan mutuamente. La directora utiliza en muchas ocasiones los planos secuencia en los que el ritmo está marcado por los propios actores, como la conversación que tienen Totone y su amigo Francis en el techo de un vehículo, o la escena de la cocina en la que el protagonista establece la primera conversación larga con Marie-Lise. Estos recursos visuales le dan a la película una estética especialmente rica desde el punto de vista narrativo. Vingt Dieux (Louise Courvoisier, 2024), toma su título de una expresión habitual en la zona, que podría traducirse como el "¡Dios mío!" español o el "Holy cow!" inglés. Enmarcada temporalmente a lo largo del proceso de maduración del queso, que requiere varios meses, también establece una iconografía que la acerca a elementos mágicos, como esa gran cuba metálica en la que se vierte la leche para calentarla, que recuerda al caldero de los cómics de Asterix el Galo (1926-1977), y que tiene connotaciones fantásticas, junto a la elaboración artesanal, mostrada a través del personaje de la veterana quesera: "¿Por qué te interesas por el queso, si es una cosa de viejos?", le dice a Totone. Con actores no profesionales bien dirigidos por Louise Courvoisier, que se ha rodeado de su familia, con su hermana Ella en el diseño de decorados, y su hermano Charlie y su madre Linda componiendo la música, este debut en el largometraje es un encantador retrato de la vida rural que se despliega a través de personajes que transmiten naturalidad.
Celebrando diez años y ocho ediciones desde su creación, The Factory es un programa organizado por la Quincena de Realizadores que tiene como objetivo impulsar a cineastas emergentes de cinematografías locales a través de la producción de cortometrajes de menos de 15 minutos de duración, que están realizados en colaboración con directores de ámbito internacional. Estos jóvenes realizadores también tienen en desarrollo su primer o segundo largometraje, de manera que el programa les permite contactar con posibles compradores o financiadores durante los primeros días del Festival de Cannes. El año pasado el programa volvió a organizarse después de un intermedio debido a la pandemia del coronavirus, y estuvo dedicado al Norte de Portugal. En esta décima edición, aborda por primera vez el Sudeste de Asia, bajo el apadrinamiento del director Lav Díaz (1958, Filipinas). Directors' Factory Philippines está formado por cuatro cortometrajes co-dirigidos por parejas de cineastas procedentes de países como Filipinas, Camboya, Malasia, Singapur e India. Todos han sido rodados en la ciudad de Dapitan, adonde el héroe nacional José Rizal (1861-1896, Filipinas) fue obligado a exiliarse por ser considerado subversivo contra los intereses de España.
Cold cut (Don Josephus Raphael Eblahan, Siyou Tan, 2024) está protagonizado por Joy (Chevy Claire Recososa Guantero), una joven de 19 años que se presenta a unas pruebas como bailarina para un talent show local, pero a la que la presencia de un misterioso carnicero (Noriel Tome Obnimaga) la transporta a una atmósfera de ensueño, representando quizás sus demonios interiores. El tono captura la textura atmosférica de The headhunter's daughter (2022) con el que Don Josephus Raphael Eblahan (1996, Filipinas) ganó el premio al Mejor Cortometraje en el Festival de Sundance, ahora dirigiendo junto a Siyou Tan (1988, Singapur), que está desarrollando su primer largometraje Amoeba (2025) en coproducción con España. Con una narración no lineal, el cortometraje usa las sensaciones que provocan las imágenes y la música, mostrando una relación etérea entre el carnicero y la joven, con coreografías de danza y simbolismos a través de los colores. Es una historia intrigante que transmite la naturaleza misteriosa de la región de Zamboanga del Norte, que ha contado con actores no profesionales. Silig (Arvin Belarmino, Lomorpich Rithy, 2024) está protagonizado por la reconocida actriz filipina Sylvia Sánchez como Mamang, una mujer con cáncer terminal que regresa a su ciudad después de veinte años para organizar su funeral. Es un reencuentro con su pasado, quizás tratando de hacer las paces, especialmente con Sabina, interpretada por la actriz Angel Aquino, habitual en películas de Lav Díaz. Se trata del más sencillo pero al mismo tiempo uno de los más logrados de todos los cortometrajes, dejando la sensación de que podría tener un desarrollo interesante como largometraje. Mamang está empeñada en ser incinerada porque no quiere que su tumba sea visitada por los habitantes del pueblo "especialmente aquellos que me echaron", y la actitud del cura de la iglesia, a la que también ha vuelto desde hace dos décadas, es insistente para que confiese todos sus pecados. Con una hermosa fotografía de Mackie Galvez, las dos mujeres pasean por un parque de atracciones en el que Mamang trabajaba, y cuando se encuentran en una cueva, ella comenta: "Incluso cuando estoy a punto de morir acabamos escondidas aquí", sugiriendo una relación secreta entre ambas en el pasado. La historia está dirigida con sensibilidad por Arvin Belarmino (1987, Filipinas), que presenta también su cortometraje Radikals (2024) en la Semana de la Crítica, y Lomorpich Rithy, también conocida como Yoki (1992, Camboya), directora LGTBQ+ cuyo primer largometraje, Young love (2019), fue seleccionado en el Festival de Locarno.
En Nightbirds (Maria Estela Paiso, Ashok Vish, 2024) se combinan con cierta dificultad la mitología tagala sobre el dios Tigmamanukan (Bob Jbeili), representado con forma humana y cabeza de pájaro, quien tras un consejo con otros dioses toma la decisión de ayudar a Ivy (Pokwang) a separarse de su marido Rodrigo (Arsenio Dagwayan), que apuesta todo su dinero en las peleas de gallos. Utilizando elementos de animación en los que la directora Maria Estela Paiso (1997, Filipinas) tiene experiencia previa, la historia se desarrolla de manera previsible y nunca termina de encajar bien esta especie de realismo mágico que trata de mezclar las costumbres locales, la adicción al juego y las mitologías. Es una aproximación desenfadada con cierto sentido del humor pero que acaba resultando poco desarrollada. Maria Estela Paiso estrenó su cortometraje It's raining frog outside (2021) en los festivales de Berlín y Sundance, mientras que Ashok Vish (1987, India) ha dirigido anteriormente cortometrajes en los que explora las narrativas queer del sur de Asia y la influencia de los paradigmas occidentales. El último cortometraje, Walay Balaya (Eve Baswel, Gogularaajan Rajendran, 2024), tiene como trasfondo el conflicto de Marawi, un asedio por parte del ejército filipino cuando trataba de capturar al jefe de una milicia cercana al Estado Islámico en 2017, que duró cinco meses y la convirtió en una ciudad fantasma. Con el anhelo de regresar a su antiguo hogar, Norayda (Shaina Magdayao) y su hija Yahairah (Ruby Ruiz) esperan un permiso oficial, pero hay en su relación indirecta una atmósfera fantasmal. Con una destacada fotografía en blanco y negro de Pao Orendain, se trata de una espléndida evocación poética que utiliza pocos diálogos pero hace un uso simbólico de los sonidos: la sirena de un barco evoca el regreso, pero también recuerda a las sirenas de guerra, un martillo perforador en una construcción se asemeja al sonido de las metralletas. Pero en contraposición, las olas reflejan el hogar: "Cuando las ventanas están cerradas, las pequeñas olas se sienten como en casa". Lleno de simbolismos a través de cuidados encuadres y reflejos, es un cortometraje hermoso y profundamente complejo en su representación del trauma. Eve Baswel (1995, Filipinas) ha dirigido anteriormente la película de terror Tía Madré (2019) y se encuentra desarrollando su segundo largometraje, mientras que Gogularaajan Rajendran (1993, Malasia) ha evocado historias del pasado relacionadas con sus bisabuelos, trabajadores indios trasladados por los británicos a las plantaciones de Malasia en la década de los sesenta.
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Películas mencionadas: Gorriones se puede ver en Filmin.
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