Los festivales más destacados de Suiza, el Festival de Locarno y Visions du Réel, se encuentran en un momento especialmente sensible debido a la decisión de eliminar las aportaciones que realiza la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación (COSUDE), que ha anunciado su intención de recortar su presupuesto anual, pasando de los 4 millones de euros a casi la mitad, poco menos de 2 millones de euros. Para lograrlo, algunas de sus aportaciones a programas de cooperación como Open Doors del Festival de Locarno y para el festival Visions du Réel dejarán de pagarse a partir de 2029. Por el momento, Visions du Réel mantiene los 200.000 euros que recibe de la Agencia tanto para este año como para 2026, pero en el horizonte está la ausencia total de esta ayuda en los próximos años. La sensación de que Suiza comienza a practicar una política de aislacionismo cada vez mayor es clara desde que en 2023 las elecciones parlamentarias fueron ganadas por el partido de ultraderecha Partido Popular de Suiza, que defiende un mayor distanciamiento de la Unión Europea, aunque recientemente el gobierno federal, liderado por el Partido Liberal, estableció un acuerdo para recalibrar las relaciones entre Suiza y la Comisión Europea. Pero lo cierto es que los recortes que suelen propugnar los partidos populistas para justificar sus promesas electorales acaban afectando casi siempre a las relaciones internacionales y el apoyo a la diversidad cultural y la libertad de expresión.
En nuestra crónica vamos a acercarnos a documentales que han formado parte de la programación de Visions du Réel con la mirada puesta en la adolescencia, a través de protagonistas jóvenes que desde sus historias personales representan aspectos relevantes de la sociedad actual, desde la emigración hasta la salud mental, las consecuencias de la guerra y la educación.
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Nuit obscure - "Ain't I a child?"Sylvain GeorgeSuiza, Francia, Portugal 2024 | Competición Internacional | ★★★★☆Visions du Réel '25: Premio Interreligioso |
En sus crónicas de la inmigración construidas a partir de la elaboración de dípticos y trípticos cinematográficos, el director Sylvain George (1968, Francia) cierra la trilogía de películas dedicadas a las noches que un grupo de jóvenes inmigrantes abordan como propias, en las que se apoderan de las ciudades para convertirlas en su refugio. El proyecto se rodó entre 2017 y 2024, con una duración total de 10 horas divididas en tres películas, protagonizadas por jóvenes de origen argelino y marroquí como Malik, Mehdi y Hassan, que en las dos anteriores utilizan la noche como escondite para evitar a la Guardia Civil, en su intento de atravesar la puerta de Europa a través de Melilla. Mientras que las dos películas anteriores, Nuit obscure - Feuillets sauvages (Les brûlants, les obstinés) (2022) y Nuit obscure - Au revoir ici, n'importe où (2023) se estrenaron en el Festival de Locarno, la tercera lo ha hecho en Visions du Réel, ganando el Premio Interreligioso que concede la Organización Internacional de Cine Intereclesiástico (Interfilm) en los festivales más destacados para promover el diálogo entre religiones. La segunda película terminaba con la imagen de los Campos Elíseos de París con el Arco del Triunfo al fondo como un reflejo de una victoria que también es amarga, y precisamente Nuit obscure - "Ain't I a child?" (Sylvain George, 2024) se desarrolla ahora en las calles de la capital francesa, de nuevo en esa "noche que es política", como la define el propio director. Frente al final de la anterior, esta película se abre con imágenes de un grupo de jóvenes en una zodiac gritando su alegría de haber conseguido llegar a Europa, los únicos momentos en color, mientras que el resto, como suele ser habitual, está rodado en un intenso blanco y negro. Sylvain George describe esta decisión formal como una manera de eliminar la sensación de progreso que vende Europa a quienes se sienten atraídos por su aparente riqueza. Porque a través de las jornadas diarias de estos jóvenes, el director elabora una revisión de las políticas migratorias europeas, esas que no saben qué hacer con los menores de edad, los que la extrema derecha llama "menas" de forma despectiva. Pero en vez de hacerlo a través de discursos, Sylvain George coloca la cámara delante de estos jóvenes para darles la dignidad y la humanidad que les niegan los mítines políticos, reflejando sus vidas en una ciudad que suele ser el reflejo de esa Europa lujosa (constantemente se ve la imagen de la torre Eiffel, el faro de atracción turística de París). Uno de los protagonistas describe Marruecos como un país moribundo, sangrando constantemente como una metáfora de los jóvenes que huyen del fracaso económico: "Ya no queda casi nadie allí".
Al contrario que las imágenes que se suelen mostrar de la inmigración como una masa humana sin rostro, que es utilizada como un arma política para justificar las leyes más restrictivas, como apuntábamos en la reseña de Les voyageurs (David Bingong, 2025), la cámara en este caso elige los primeros planos, acercándose a los rostros de los jóvenes, marcados por algunas cicatrices, que parecen conocer mejor que cualquier político las dificultades reales que se encuentran en los diferentes países europeos. Algunos han estado ya en Alemania, donde reciben una ayuda mensual pero no obtienen papeles, Bélgica se describe como un lugar hostil, mientras que en España hay quien tiene pendiente una orden de detención para ser trasladado a un centro de menores: "En Melilla son todos racistas, es difícil encontrar un español amable. Pasé tres años en las calles, robando para comer. Y la policía nos daba palizas, no les importa que seas un menor", afirma uno de ellos. Mientras otro apunta que en Francia ocurre lo mismo, haciendo referencia al caso de Nahel Merzouk, el joven de 17 años que murió en 2023 asesinado de un disparo a manos de la policía francesa en un control de carretera, provocando una oleada de protestas. La víctima fue descrita en los medios de comunicación haciendo referencia a su origen argelino y a antecedentes penales que en realidad no tenía. Como es habitual en las películas que forman la trilogía Noche oscura, hay una estructura medida que está marcada por dos partes, y que comienza en un París vacío debido a la pandemia del coronavirus, reflejando una ciudad extrañamente silenciosa a través de los lugares tradicionalmente ocupados por turistas, con el pasado histórico como un bagaje que refleja la evolución de las bienvenidas migratorias, igual que en la anterior se detenía en las huellas del colonialismo y el franquismo en la ciudad de Melilla a través de sus monumentos. Surgen en las conversaciones las referencias a las pruebas de edad que se efectúan en España, que de hecho están pendientes de una reforma que se adecúe a las numerosas denuncias que desde 2020 han hecho organizaciones internacionales como las Naciones Unidas, por vulnerar los derechos de la infancia. Precisamente en el Palacio de Chaillot, en los Jardines de Trocadero, se firmó la Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1948, y quedan como un reflejo casi anacrónico, las inscripciones firmadas por el poeta Paul Valery. Pero la cámara invisible de Sylvain George tampoco esconde la realidad: la dependencia de los robos, las custodias policiales o las condenas a prisión en España y Francia, y esa fantasía que se construye alrededor de sus propias vidas, como cuando Mehdi habla con su madre por teléfono diciéndole que está en un centro de menores, mientras vive en las calles, refugiándose de la lluvia en las carpas de seguridad junto a la torre Eiffel. La fantasía, el título de la segunda parte, que es vendida por la ciudad de París, permanece como un reflejo luminoso y atractivo pero siempre inalcanzable.
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The mountain won't movePetra SeliškarEslovenia, Macedonia del Norte, Francia 2025 | Competición Internacional | ★★★☆☆ |
En su incursión en el mundo del pastoreo tradicional, la directora Petra Seliškar (1978, Eslovenia) captura los ritmos pausados de la naturaleza y de quienes se integran en ella de una manera tradicional. Tres hermanos se dedican a continuar la práctica ancestral de guiar a las ovejas por las montañas durante el verano, conviviendo con una veintena de perros pastores en un entorno en el que incluso los animales domésticos se enfrentan a la naturaleza salvaje. Zafir menciona que ha perdido a muchos perros: "Uno se perdió, a otro le mordió una serpiente, otro cayó por una montaña. Algunos han muerto peleando o se matan entre ellos". La directora muestra las conversaciones entre los hermanos mientras se refugian en las cabañas improvisadas, pero también sus voces en off como reflejo de sus pensamientos. Los lobos aúllan en las noches cerradas esperando alguna oveja descarriada a la que poder atacar, mientras los hermanos hacen guardia y tratan de mantener al rebaño unido. Pero esta condición salvaje contrasta con la soledad y el silencio en los montes Šar, situados en Macedonia del Norte, con la imagen de un adolescente envuelto en el aislamiento que supone el pastoreo. El más pequeño, Basri, tiene ocho años y permanece en el refugio mientras sus hermanos suben a la montaña con las ovejas, y él es precisamente el principal protagonista del mediometraje My summer holiday (Petra Seliškar, 2025), estrenado en FIPADOC, una especie de complemento de una hora de duración, que se enfoca más en la libertad que supone para Basri acompañar a sus hermanos durante las vacaciones de verano, frente al anhelo de algo diferente que reflejan los mayores. Por el contrario, The mountain won't move (Petra Seliškar, 2025) se centra más en Zekir, que con veinte años es el que ejerce como líder del grupo, el que ha aprendido el oficio a través de la práctica junto a su abuelo, sabe elaborar mejor el queso para venderlo y conoce las dificultades del pastoreo, y al que vemos tratar de comunicarse con su familia en lo alto de la montaña a través de un móvil casi sin cobertura y casi sin saldo. Mientras que el mediano Zarif, es el que principalmente sueña con otra vida, el que renuncia con más insistencia a un trabajo solitario que él mismo reconoce que está en peligro de extinción, porque continuamente escuchan comentarios sobre pastores que han vendido sus rebaños.
A través del diseño de sonido, que curiosamente tiene como objetivo capturar el silencio de la montaña, se construye una atmósfera que refleja la cadencia de una labor que se envuelve incluso en pensamientos casi filosóficos, a través de los relatos populares: "El primer día que nací ya caminaba, el segundo fui a la tienda a comprar, el tercero me metí en un pub y el cuarto estaba ya trabajando con las ovejas. Hasta ahora". Los hermanos mayores le dan lecciones de vida al más pequeño, o al menos de la vida que ellos han experimentado. Como indica el título de la película, la montaña permanecerá inamovible, como cada año y como cada verano de trashumancia. Pero la ciudad que se ve a lo lejos desde el pico más alto se revela como un anhelo lleno de oportunidades; la directora afirmaba en el festival que hay algunas escenas eliminadas del montaje que mostraba a los hermanos en la ciudad para vender las ovejas y los quesos. En su retrato de esta labor tradicional de pastoreo y supervivencia, tampoco hay reparos en mostrar algunas escenas que pueden resultar incómodas para el espectador, como la matanza de algunas ovejas. El director de fotografía macedonio-cubano Brand Ferro (1968, Macedonia del Norte), que ha trabajado en España en películas como 18 comidas (Jorge Coira, 2010), consigue transmitir la belleza pero también el espíritu salvaje de la naturaleza que rodea a los protagonistas, desde los bosques poblados de árboles hasta las explanadas montañosas. Aunque el pastoreo tradicional se comienza a defender en Europa como un ejemplo clave de un medio de vida sostenible que protege y conserva la calidad de la tierra, lo cierto es que la tradición se ha ido separando cada vez más de las generaciones jóvenes. En The mountain won't move se presenta un tipo de hermandad cada vez más difícil de encontrar, no solo entre los hermanos biológicos, sino sobre todo entre ellos y los animales que les rodean, ofreciendo una mirada respetuosa y cercana hacia la convivencia con la naturaleza.
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Puisque je suis néeJawad RhalibBélgica, Marruecos 2024 | Grand Angle | ★★★★☆Cinemamed '24: Competition Rêvolution |
Desde su cine, el director belga-marroquí Jawad Rhalib (1965, Marruecos) ha abordado temas relacionados con la inmigración, como el documental rodado en España El Ejido, la loi du profit (2007), sobre las condiciones de trabajo en la agricultura almeriense, pero también la educación en su primera película de ficción, Amal (2023), que recibió el premio Días de Cine a la Mejor Actriz Internacional para su protagonista, Lubna Azabal. Este último también es el tema central de Puisque je suis née (Since I was born) (Jawad Rhalib, 2024), estrenado en el Festival de Cine Mediterráneo de Bruselas, con el que regresa a la región del Alto Atlas, una zona aislada de las montañas en la que rodó su documental Fadma: Even ants have wings (2019), y que fue una de las más afectadas por el devastador terremoto de 2023. Pero su última película se centra en la joven Zahira y es una historia de aspiración a la emancipación a través de los estudios, en una zona donde el aislamiento ha provocado que las familias adopten sus propias decisiones en torno a la educación de sus hijas, especialmente. Cuando Zahira comienza el último curso de la escuela primaria, se enfrenta a una coyuntura importante que marcará su futuro: seguir estudiando en el instituto o permanecer con su familia. La película comienza con una clase de primaria en la que la profesora anima a sus alumnas a continuar estudiando para seguir formándose y poder emanciparse con mejores trabajos. Pero precisamente en la familia de Zahira, que vive sola con su padre, hay opiniones diferentes. Su abuelo tiene claro lo que debe hacer una niña: "Debe ir a la escuela y nada más. Aprender a leer y escribir para poder rezar. Pero no hay necesidad de que vaya a la escuela superior. Esa es nuestra tradición", argumentando que hacen falta mujeres para ayudar en las labores de la casa y en la granja. No solo la profesora ha influido en la aspiración a seguir sus estudios, sino que las mujeres de la familia también creen que las nuevas generaciones deben formarse porque la vida ha cambiado y el destino de una mujer ya no debe ser quedarse en la casa para cocinar, lavar y ayudar en el trabajo. Pero cuando Zahira le pregunta a su padre si piensa como su abuelo, éste permanece callado.
Viviendo en un región tan remota, Zahira debe recorrer más de 6 kilómetros hasta llegar a la escuela, lo que el director muestra deteniéndose en los largos caminos que debe andar cuando todavía es de noche. Uno de los padres trata de convencer a otros de que también manden a sus hijos al colegio, porque cuantos más alumnos haya, más posibilidades tienen de alquilar un autobús que les lleve, sin necesidad de caminar por senderos solitarios. Las tradiciones se vuelven obstáculos para Zahira, una niña taciturna que generalmente observa las conversaciones de los hombres sobre su propio futuro desde su posición de espectadora. A pesar del apoyo que recibe de las mujeres del pueblo, éstas también tienen una idea muy reducida de cuáles son las opciones que tiene Zahira para poder desarrollarse: ser médico, abogada o policía, aunque ella en realidad quiere ser profesora. Lo que en cierto modo la propia película establece como las únicas salidas de Zahira, sin otras alternativas. Cuando su padre decide desoír las opiniones de sus vecinos y de su propia familia, se enfrenta a los problemas económicos, teniendo que vender parte del ganado para conseguir el dinero que le falta para llevar a su hija al instituto. Adoptando una posición pragmática, él comenta a un vecino que se trata de una inversión de futuro, esperando que Zahira sostenga a la familia con una buena profesión. El director no hace juicios sobre el tipo de presión que unos y otros ejercen sobre una niña de trece años, cuya oportunidad de estudiar es planteada como un compromiso ineludible de tener éxito. El esfuerzo económico de su padre ahora se descarga sobre la necesidad de que Zahira apruebe el examen de ingreso a la escuela superior. Hay una observación que se mantiene distante, pero que al mismo tiempo parece profundizar poco en las cuestiones que plantea. Entonces, el 8 de septiembre de 2023 los sueños son enterrados por el mayor terremoto en la historia moderna de Marruecos, provocando la muerte de más de 3.000 personas y destrozando la mayor parte de las casas del Alto Atlas, donde tuvo lugar el epicentro. El terremoto también afectó a la realización de la película, cuyo final se transformó por completo, aunque Jawad Rhalib sostiene en algunas entrevistas que el desastre natural al menos logró que las autoridades miraran hacia la región y por primera vez atendieran sus necesidades.
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The family approachDaniel AbmaAlemania 2024 | Grand Angle | ★★★★☆DOK Leipzig '24: Premio ver.di de Solidaridad, Humanidad y JusticiaVisions du Réel '25: Premio Perception Change |
La película comienza con un momento divertido entre los niños y los trabajadores sociales de un centro de acogida alemán, hasta que uno de los jóvenes tiene un ataque de ira y la cámara permanece al pie de una escalera mientras se escuchan gritos y golpes. Pasar de la relajación cotidiana a una situación dramática es algo habitual en este centro de menores que ocupa el espacio de un antiguo pueblo, junto a un paisaje idílico formado por bosques y un lago. The family approach (Daniel Abma, 2025) se acerca a las relaciones que se establecen entre los adultos y los niños cuando la figura de los padres ha fallado, cuando éstos no pueden o no quieren hacerse cargo de unos hijos que pueden ser problemáticos. El documental se enfoca en cinco niños y tres educadores sociales, y a través de los ojos de éstos se perciben las dificultades que afrontan estos jóvenes en peligro de exclusión social. Mientras la cámara permanece a distancia pero al mismo tiempo parece cercana, la película plantea preguntas sobre la paternidad, pero también sobre las deficiencias de la protección social, que a veces toma el camino más fácil. Kevin es un niño camerunés que sufre estos ataques de ira antes mencionados, lo que provoca problemas de convivencia tanto en el centro como en el colegio. El educador asignado a Kevin, el experimentado Antje Wagner, llama constantemente a su madre para que le visite, pero ella siempre pone como excusa el horario laboral. La única solución que se plantea para el niño es ingresarlo durante unas semanas en un centro psiquiátrico donde parecen reducir su trastorno explosivo intermitente (mediante medicamentos se supone), aunque llevan a cabo soluciones de adulto para un niño, como atarle a la cama. Mientras que Nicklas, el otro joven del que se desarrolla más su historia, tiene una madre demasiado superada por su responsabilidad maternal, pero al mismo tiempo se niega a cederle la custodia al padre, obligando a continuas negociaciones con el centro sobre el futuro de Nicklas. A este joven se ha asignado a Max Gerecke, recién llegado como educador social, después de haber pasado por el ejército durante varios años. En realidad, el documental se centra más en los cuidadores que en los niños, pero manteniendo siempre el foco en la relación que establecen entre ambos, lo que inevitablemente lleva a conexiones emocionales que necesitan ser disimuladas: "Nosotros no somos los padres sustitutos, pero en cierto modo vivimos con ellos dentro de una estructura familiar, como un complemento a sus familias. Necesitamos ser modelos a seguir y enseñarles que vivir juntos puede funcionar", explica la trabajadora social Sören Wagner.
El director Daniel Abma (1978, Países Bajos) ya abordó la adolescencia en su documental Beyond Wriezen (2012), en el que seguía a varios jóvenes recién salidos de la cárcel, mostrando cómo algunos de ellos formaban sus propias familias y sus responsabilidades como padres, de manera que The family approach es una mirada que amplía la perspectiva más allá del entorno familiar. Durante un año ha grabado las actividades cotidianas en las que el grupo parece realmente una familia: preparar el desayuno, llevarles a la escuela, hacer excursiones a granjas... al mismo tiempo que desarrollan su trabajo como educadores, redactando informes diarios sobre el comportamiento de los jóvenes, manteniendo reuniones con psicólogos y asesores, o tratando de contactar con los padres para restablecer el vínculo con sus hijos. Este retrato de una estructura reconocible pero frágil consigue reflejar la compleja situación en la que se encuentran unos niños enfrentados a fracasos de los que no son culpables, aunque la aproximación de Daniel Abma, que llegó a estudiar para ser profesor de primaria pero finalmente no ha ejercido, trata de no responsabilizar a nadie, deteniéndose en esos momentos en los que parece regresar una sutil conexión entre los hijos y sus padres biológicos. Sin embargo, la idea del documental surgió hace varios años cuando apareció en las noticias un reclamo de trabajadores y educadores sociales, de los que Alemania ha empezado a carecer, lo que plantea ciertas alarmas sobre cómo los enfoques políticos están menos interesados en la protección social de los menores, y el trabajo de los profesionales que tienen la responsabilidad de protegerles es cada vez más invisible. Nominado al Kamerapreis 2025, el prestigioso premio de Cinematografía alemán que se entrega en junio, el director de fotografía Johannes Praus se aproxima a los rostros pero se beneficia de la intensidad de algunas reuniones para acercarse sin ser intrusivo, contribuyendo a esa equilibrada tonalidad de la película que observa sin dramatizar y que evita estar presente en los momentos más complicados, generalmente contados a través de los educadores. La película ha conseguido en Visions du Réel el premio Perception Change, que concede las Naciones Unidas y su estreno a principios de junio en Alemania puede convertirla en uno de los títulos más relevantes de la cinematografía alemana este año.
En la ciudad destruida de Sinjar, en la gobernación de Nínive (Irak), permanece el recuerdo del genocidio que perpetró el Estado Islámico en 2014, con el secuestro y asesinato de miles de yazidíes, un pueblo de habla kurda originario del Kurdistán. La película apunta en los minutos finales que más de 300.000 yazidíes se han visto obligados a abandonar Irak desde aquella masacre. Las imágenes de una ciudad sepultada bajo escombros de edificios derrumbados y construcciones que parecen esqueletos puede recordar a otras zonas de guerra como Gaza o Ucrania; la destrucción del territorio es la principal estrategia para obligar a la población a huir de un lugar que pretende ser ocupado. A pesar de que el gobierno iraquí firmó un acuerdo en 2020 con Erbil, capital del Kurdistán autónomo, las tensiones han seguido tan presentes que resulta imposible comenzar el proceso de reconstrucción y el regreso de las familias que se marcharon. En la región se encuentran el ejército iraquí, los exparamilitares de Hashd al Shaabi y los combatientes yazidíes afiliados a los rebeldes kurdos turcos del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), que a su vez son blanco esporádico de bombardeos desde la vecina Turquía. Mientras recorre en coche las ruinas de una ciudad destruida, el joven Rashid cuenta la historia de Tawûsî Melek, un pavo real que está considerado en la religión yazidí el líder de los siete Seres Divinos que creó Dios. Según la tradición religiosa, la naturaleza, con sus fenómenos de luz y oscuridad, emana de una sola fuente, que es el Señor de este Mundo, Tawûsî Melek. A sus 15 años cuando se comenzó a rodar el documental, Rashid ha experimentado todos los procesos por los que una familia víctima de la guerra puede pasar: su abuelo fue asesinado durante el genocidio, él y su familia fueron deportados a Siria y encarcelados, donde algunos primos y tíos también murieron, y su hermana Raishin fue secuestrada y todavía permanece en cautiverio, como los 2.763 yazidíes que han sido declarados desaparecidos.
La historia de Rashid es seguramente similar a la de muchos otros jóvenes que solo han conocido el estado de guerra. En el transcurso de la película Rashid, l'enfant de Sinjar (Jasna Krajinovic, 2025), la familia se encuentra habitando una casa en ruinas, donde reciben ayuda psicológica que también supone volver a recordar los momentos más duros de sus vidas. Rashid dibuja planos de la prisión en la que estuvieron encerrados, pero también la antigua casa en la que vivían, con un árbol cercano en el que descansaban. Rashid se convierte en el portavoz de la familia, no solo para la película sino también para los medios de comunicación el día que se conmemora el genocidio de 2014, llevando una camiseta con el rostro de su hermana desaparecida Raishin. "Desde 2016 no ha cambiado nada. Si me sintiera seguro, si tuviera un futuro y derechos, no abandonaría mi hogar. Pero no hay ningún cambio, y pronto voy a tener que abandonar mi país", responde en una entrevista para la televisión. Sinjar se ha convertido en otro tipo de cárcel, aquella que impide aspirar a una vida más allá de los escombros, sin un plan real para su reconstrucción. Al mismo tiempo, la actitud de Rashid es cada vez más distante, más encerrada en sí mismo, de manera que el proceso habitual de mayor cercanía con la cámara durante una grabación larga se hace inverso, con un progresivo distanciamiento del protagonista. La directora Jasna Krajinovic (1967, Eslovenia), que estudió cine en Bélgica y se ha formado junto a los hermanos Dardenne, ha abordado otros retratos de la infancia como en el cortometraje Ma fille Nora (2016), rodado en Siria, o su premiado documental Un été avec Anton (2012). La abuela Saira se convierte en el centro de la cámara en la última parte de la película, conmovedora en su resistencia y su dolor, con su marido y familiares asesinados, su hija desaparecida y parte de su familia, como Rashid, tomando la decisión de abandonar el país para dirigirse a Australia. Rashid, l'enfant de Sinjar es un coming-of-age traumático en medio de un trasfondo que refleja la fragilidad de la paz, cuando la tensión respecto a los yazidíes comienza a aumentar de nuevo. Y en el que la emigración se convierte en la única salida, por muy dolorosa que sea.
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Toute ma vieMatias CarlierSuiza 2025 | Competición Nacional | ★★★★☆Visions du Réel '25: Mención Especial del Jurado |
En medio del paisaje tan impresionante que reflejan los alrededores de la ciudad suiza de Lausana, con las montañas nevadas de los Alpes al fondo y la ribera norte del lago Lemán, el director Matias Carlier (1998, Francia) utiliza su mirada externa para reflejar las imperfecciones de una Suiza que siempre parece esforzarse por mantener esa imagen idílica de país equilibrado y civilizado. El director estudió cine en la ECAL (École Cantonale d'Art de Lausanne), y allí el jefe de departamento Lionel Baier, director de películas como Garçon stupide (2004) y Otro hombre (2008), sugirió en 2021 la idea de hacer una película sobre un grupo de adolescentes que realizaban acrobacias con sus bicicletas en medio de las carreteras de Lausana, apoderándose de la vía pública en una actitud desafiante pero también liberadora (y de camino poniendo en peligro el tráfico de vehículos). Uno de ellos era Noah, un joven de 13 años muy experimentado con la bicicleta, pero cuya vida familiar era tan inestable y su personalidad tan agresiva en ocasiones, que se encontraba muchas veces deambulando entre centros de acogida y reformatorios. La imagen de Noah, sin embargo, no sugiere riesgo de exclusión social, pero tiene un carácter explosivo que le lleva a discusiones frecuentes con su madre que acaban en llamadas a la policía. En una ocasión, ella está hospitalizada pero no quiere dejarle las llaves de la casa porque cuando Noah se queda solo suele invitar a sus amigos y organizar fiestas. Noah llama a su padre, con el que no tiene demasiado contacto y de hecho ni siquiera aparece en la película, pero éste tampoco quiere hacerse cargo de él: "No me esperaba esta respuesta", comenta el joven, decepcionado. La reacción de un adolescente que ha perdido la confianza de su madre y es evitado por su padre es uno de los momentos más emocionales de esta película, e incluso provoca que el director traspase la distancia como cineasta para convertirse en una figura protectora. Toute ma vie (Matias Carlier, 2025) consigue ir más allá del retrato de un adolescente con dificultades para integrarse en la sociedad, precisamente por la relación que se establece entre el cineasta y el protagonista, de manera que el propio rodaje se convierte en una especie de aprendizaje para Noah, que llega a sentirse tan cómodo que no quiere dejar de ser filmado: "No quiero parar. Ha estado muy bien. El rodaje ha sido el mejor momento de mi vida. Me gustaría seguir rodando. Una película sobre toda mi vida".
Durante tres años, Matias Carlier ha estado grabando a Noah durante varias sesiones cada tres meses, de manera que asistimos a la transformación física del joven, pero también a las consecuencias de su agresividad. A mitad de la película, hay una elipsis mayor que nos muestra al joven en el momento en el que sale de un centro de detención de menores, donde ha cumplido varias semanas de reclusión. Sin afrontarlo directamente, Toute ma vie plantea reflexiones sobre hasta qué punto el paso continuo entre reformatorios y centros de acogida se convierte también en un círculo vicioso que no permite al joven salir de la espiral de una vida siempre inestable. El colegio ha quedado como un fracaso permanente, pero el futuro es incierto para un joven con el que la sociedad equilibrada suiza no sabe cómo integrar realmente. Una de las figuras más destacadas es la de su hermana Léa, que tiene dos años menos que Noah pero una madurez sorprendente, de manera que ejerce a veces como una sustituta de la madre ausente, pero al mismo tiempo se refleja cçomo sostiene una carga de responsabilidad que no debería reemplazar a la de los padres. Al final Noah, del que tampoco vemos realmente su lado menos amable, acaba siendo un joven solitario que se refugia en los amigos ante el progresivo aislamiento de su familia, en parte provocado por sus discusiones y ataques de ira. Pero el director siempre tiene una mirada de comprensión, mientras Toute ma vie a veces da la impresión de que traspasa los límites del género documental para acabar siendo un retrato mucho más personal y conmovedor.
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Películas mencionadas:
18 comidas se puede ver en Acontra+, Filmin y Prime Video.
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