Tres interesantes películas se acercan al género bélico desde perspectivas muy diferentes, pero logrando extraer del absurdo que siempre supone un conflicto las consecuencias nefastas que provoca en quienes lo protagonizan.

Otra mirada a la desolación y la debilidad que produce un conflicto es el remake de la película de Susanne Bier Brothers (Hermanos). La traslación norteamericana ni siquiera necesita cambiar la zona de guerra (Afganistán), y tiene en su director, Jim Sheridan, y en un trío de actores que consigue traspasar la pantalla (Jake Gyllenhaal, Natalie Portman y Tobey Maguire, especialmente lucido) un soporte adecuado. No es que la cinta danesa fuera especialmente original (habría que revisar El cazador, por ejemplo), y en esta versión el "tic dogma" es sustituido por un concepto visual más tradicional, pero el desarrollo de la historia, con sus aciertos y sus defectos, sigue funcionando.
Pero entre los títulos bélicos (por llamarlo de alguna forma) que nos llegan estos meses destaca The messenger, una de las más impactantes películas que se han hecho sobre la trastienda de la guerra. Esta historia sobre dos soldados (perfectos Ben Foster y Woody Harrelson), que se encargan de comunicar a los familiares la muerte de sus hijos, hijas, esposos, mujeres..., y que se enfrentan al dolor (y la rabia) ajenas a través de un protocolo insensible, no es apta para estómagos delicados. Y es esta crónica de la guerra sin mostrar la guerra la que, curiosamente, consigue mejor su propósito de recordar nuestra incapacidad para entender qué coño hacemos en conflictos ajenos.
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