Páginas

04 septiembre, 2024

Venecia '24 - Parte 2: Construir relaciones

El Festival de Venecia alcanza más de la mitad de su desarrollo con algunas películas en la lista de probables candidatas al León de Oro, algo que en ocasiones parece medirse a través de la duración de los aplausos que reciben. Cuando comienzan los grandes festivales, especialmente Cannes y Venecia, los enviados de los medios de comunicación sacan sus cronómetros para controlar el tiempo que dura una ovación en pie, algo que se ha impuesto como una especie de medida de calidad y aceptación de las películas. Aunque todos saben que no sirve para nada, porque Horizon: An American saga - Capítulo 1 (Kevin Costner, 2024) recibió hasta 11 minutos de ovación en Cannes y después sufrió críticas más que tibias y tuvo un rotundo fracaso en taquilla. En realidad, la duración de las ovaciones (y su manipulación) ya se destacaban hace años, y el propio Steven Spielberg se mostró sorprendido cuando su película E.T. El extraterrestre (1982) recibió 6 minutos de aplausos en el Festival de Cannes, pero cuando llegó a Estados Unidos las crónicas lo habían elevado a 20 minutos. Sin embargo, ha sido la época post-Covid la que ha normalizado las ovaciones en los grandes festivales, casi como un reconocimiento a la sensación de comunidad dentro de la sala de cine. Y principalmente los tres medios norteamericanos más destacados, Variety, The Hollywood Reporter y Deadline, que pertenecen todos a Penske Media Corporation, la empresa que ahora organiza los Globos de Oro, han impuesto el aplausómetro como una excusa para lanzar titulares (y de camino competir entre ellos para conseguir mayor repercusión). Así que los enviados de estos medios, que no suelen estar acostumbrados a salir de los Estados Unidos, llevan incorporado el cronómetro en sus equipajes. Mientras otros medios que no utilizan este recurso como Screen Daily se refieren a ello diciendo que "medir las ovaciones es profundamente tonto", los que sí lo hacen, como The Hollywood Reporter, tratan en sus reportajes de responder a la pregunta: "¿Por qué nos importa la duración de los aplausos? Nos guste o no, existe desde hace años y no tiene intención de desaparecer". 

En lo que muchos parecen estar de acuerdo dentro de la industria del cine es que, en realidad, la duración de las ovaciones no es demasiado importante para promocionar una película y, excepto en casos concretos, las agencias de prensa no suelen utilizarlo como referencias de marketing. Algún agente de prensa ha llegado a mencionar que "nadie se lo toma en serio", a pesar de que es una información que marca muchas veces los titulares sobre las películas.  Por el momento, en esta edición del Festival de Venecia, la película española La habitación de al lado (Pedro Almodóvar, 2024) es la que ostenta la mayor duración de una ovación en pie, unos 17 minutos, y la que menos duración ha tenido fue la película inaugural, Bitelchús Bitelchús (Tim Burton, 2024), con solo 3 minutos de aplausos. Aunque ninguna de ellas ha alcanzado el récord absoluto de 22 minutos que hasta la fecha ostenta El laberinto del fauno (Guillermo del Toro, 2006), cuando se presentó en el Festival de Cannes. Al margen de una fuente de competencia entre medios norteamericanos que se ha contagiado a otros medios, el problema de los aplausos es que sufre una especie de retroalimentación entre los informadores y el público. Al tener cada vez mayor repercusión, los espectadores de las proyecciones también parecen estar enfocados en ofrecer el aplauso más prolongado, para ser protagonistas de la noticia. Y lo que antes era una excepción se ha convertido en una respuesta normalizada en casi todas las películas de las secciones competitivas, lo que al final provoca que el reconocimiento acabe teniendo cada vez menos valor. Al margen de la sección oficial, nuestra crónicas del Festival de Venecia se enfocan en películas que forman parte de secciones paralelas o fuera de competición. 

Possibility of paradise

Mladen Kovačević

Serbia, Suecia 2024 | Giornate degli Autori - Evento Especial | 


Si hay algo que resulta claro en la filmografía del director Mladen Kovačević (1979, Serbia) es que no se conforma con un estilo tradicional, manejando elementos como los archivos encontrados, en películas como 4 years in 10 minutes (2018) y Another spring (2022), frente a otros trabajos más de observación como la destacable Merry Christmas, Yiwu (2020). En esta mirada más cercana al ensayo, aunque no exactamente experimental, el reflejo de la idea de un paraíso se bifurca a través de pequeños fragmentos de historias protagonizadas por aquellos que han tratado de encontrar esa cierta felicidad en el entorno. En una isla de Bali que se podría calificar como paradisíaca, a pesar de las continuas lluvias, el director camina entre momentos concretos protagonizados en su mayor parte por extranjeros que han encontrado ese particular Jardín del Edén que sin embargo revela también sus propias contradicciones. Cuando vemos a la ex-ejecutiva Ivana Obradović-Jokanović planeando la construcción de una villa, un templo y una plantación de bananas, se muestra preocupada por el hecho de que alguien compre los terrenos vecinos y construya en ellos, eliminando el paisaje que le rodea. Aunque uno de los constructores locales le advierte que también forma parte de ese paisaje idílico el crematorio de la zona. El objetivo de esa construcción es crear un refugio para niñas huérfanas y jóvenes que han sufrido maltrato, lo que se muestra en un encuentro particularmente emotivo. El director no aporta ninguna información ni antecedentes, ni siquiera los nombres hasta los títulos de crédito, de los personajes que vemos en pantalla a lo largo de la película, de forma que en cierta manera asistimos a pequeños fragmentos de experiencias que representan tantas otras vidas de expatriados que se han ido forjando en una isla en la que se confrontan la naturaleza y la sociedad formada por los humanos, con la presencia constante de lagartos y serpientes. Un veterinario se dedica precisamente a limpiar de serpientes los jardines de las casas de los extranjeros. Incluso por la posible presencia de elementos sobrenaturales, como en la construcción de un resort que debe enfrentarse a las inclemencias de las lluvias torrenciales que lo inundan continuamente, como si se tratara de una maldición. Uno de los trabajadores habla sobre las creencias locales en torno a los lugares embrujados, como los define el término "angker", muy utilizado en los títulos de películas de terror procedentes de Indonesia. 

El director mantiene la cámara desde la observación, pero construye su narrativa a través de decisiones que reflejan la coherencia del discurso, como el reflejo de estos fragmentos de vidas que se congelan antes de dar paso al siguiente. Hay contrastes continuos con imágenes de la selva cada vez más amenazada e invadida por las zonas urbanas a través de planes de construcción o construcciones en marcha, reflejando una evidente permanencia del colonialismo, que es ahora económico. En algunos planos, mantiene en foco un objeto de fondo que representa esa fantasía idealizada mientras en primer plano el sujeto protagonista de la escena está desenfocado. También hay numerosas referencias a la familia, en la cercanía y en la lejanía, como el padre que está guardando los juguetes de su hijo para una mudanza, se intuye por la conversación que a Montreal. "No sé cómo has podido acumular tantas cosas", dice la figura paterna subrayando el concepto de materialismo. Paseando por la playa, una influencer cuenta su experiencia cuando conoció a un hombre chino por Tinder, y acabó siendo estafada, perdiendo todo su dinero. "Les conté a mis clientes lo que pasó, y ellos lo entendieron y me ayudaron". En una escena, una madre se queda dormida mientras conversa junto a su hija, y en otro momento Ivana comparte con su hija Tala los planes de construcción de la villa, mientras en una escena posterior una mujer habla con su madre por teléfono, quien le describe el momento en el que sufrió un ictus. También se repite la idea de transformación, cuando una bailarina que lleva una máscara protagoniza un número coreográfico de striptease en el que cambia de identidad, o cuando otra bailarina  de legong, un tipo de danza balinesa, se desmaquilla delante del espejo.

La lluvia y los cantos ceremoniales resuenan como elementos sonoros, aunque la película adopta un cierto carácter etéreo a través de la música de la compositora Rebekka Karijord (1976, Noruega), quien recientemente escribió la banda sonora del documental Las canciones de la Tierra (Margreth Olin, 2023), pero en este caso utilizando música preexistente de su album Music for Film and Theatre (2014, Control Freak Kitten Records). Possibility of Paradise (Mladen Kovačević, 2024) explora esa idealización de la felicidad a través de personajes que también se enfrentan a la realidad diferente de sus sueños. Como cuando el padre describe como "la piscina de la muerte" la que se encuentra en el jardín de la mansión que están a punto de abandonar, porque el suelo está formado por piedras en bruto: "Tiene un aspecto hermoso, pero es poco práctico". De alguna manera, siempre hay elementos de peligro que rodean ese ideal de belleza, como en el segmento en el que unos buceadores se adentran en una zona del mar en la que advierten que hay demasiado oleaje. Tomando como referencia un poema del Purgatorio de la Divina Comedia (1862, Ed. Universidad Francisco de Vitoria), de Dante Alighieri, Mladen Kovačević construye una reflexión sobre los paraísos buscados, que es también una búsqueda de objetivos más elevados, que tienen relación con Dios, con la riqueza o con la gloria. Estos fragmentos de vidas moldean un certero reflejo del ser humano a través de sus aspiraciones, muchas veces inalcanzables. 

Manas

Marianna Brennand

Brasil, Portugal 2024 | Giornate degli Autori | 

Venecia '24: Premio GDA Mejor Dirección


La figura de un monstruo que emerge desde las profundidades de un río cubierto de barro adopta las formas de la figura paterna en un juego inocente con sus hijas, pero que se revela a lo largo del desarrollo de esta historia como una representación terrible de la realidad en una comunidad de la selva amazónica en Brasil. Sustituyendo el género documental por la ficción, la directora brasileña Marianna Brennand cuenta en su debut con los apoyos como productores asociados de Walter Salles y Jean-Pierre y Luc Dardenne, lo que es ya una declaración de principios sobre el cine que ha tenido más influencia en su película. En la isla de Marajó, formando parte de las comunidades que habitan la ribera del río, vive Marcielle (Jamilli Correa), una niña de 13 años, junto a sus tres hermanos pequeños. Su nombre es un acrónimo del de sus padres, Marcílio (Rômulo Braga) y Danielle (Fátima Macedo), así que la utilización del sobrenombre de Tielle parece una liberación de la parte que la conecta con el padre. Ella es ahora la mayor porque su otra hermana consiguió salir de ese ambiente, siempre a través de una figura masculina, un "hombre bueno", pero esto la convierte también en el principal centro de atención de Marcílio, con todo lo que eso conlleva. En la historia que se cuenta en Manas (Marianna Brennand, 2024) no se aborda el abuso sexual de forma explícita y ni siquiera se hacen demasiadas referencias de una manera verbal, pero está siempre sobrevolando el ambiente, y la actitud de rebeldía de Tielle lo pone de manifiesto. Ni siquiera retrata al abusador como una figura violenta, porque hay una normalización del abuso sexual dentro de las familias, representado en el silencio de la madre Danielle, que más que cómplice es una imagen que simboliza a las mujeres silenciadas, las que no tienen voz dentro de la comunidad, resignadas a la dependencia emocional y económica de sus maridos. El abuso, simplemente, es un tema del que no se habla, y sobre el que incluso las autoridades parecen impotentes. 

La veterana actriz brasileña Dira Paes interpreta a la jefa de policía Aretha inspirándose en la figura de la activista Marie Henriqueta Ferreira Cavalcante, que lleva más de veinte años luchando contra la violencia sexual hacia niños y adolescentes. Pero el sistema de alguna manera impone el silencio como complicidad, el miedo como una forma habitual de existencia entre las mujeres que llevan impregnado el trauma como heridas profundas. La directora utiliza largos planos y una imagen cercana a los rostros, especialmente el de la muy expresiva Jamilli Correa, que incorpora a su personaje con intensidad. Tielle, que está representada de una manera que siempre queda claro que sigue siendo una niña a pesar de la madurez que demuestra, siente como una obligación ser la última de la familia que sufra los abusos, tratando de proteger a sus hermanas menores, todavía demasiado pequeñas. Pero la película también aborda cómo el sistema contribuye a esta situación, con las páginas grapadas de los libros escolares que muestran referencias a la información sexual, para que los niños no accedan a ellas. Esta negación de la educación sexual, en un entorno que se contagia de las convenciones de una imposición religiosa, construye también la cultura del silencio. Manas se eleva por encima de otras películas que abordan este tema por su capacidad para construir un personaje principal fuerte y su poderoso mensaje sobre la necesidad de romper la dinámica social que contribuye a que se normalice el abuso dentro de las familias. En un plano secundario, pero muy conmovedor, la madre se convierte en una figura trágica que representa la paradoja de una zona forestal que está sometida a la deforestación y el abandono como lo femenino está sometido al abuso y la violencia. 

Le mohican

Frédéric Farrucci

Francia 2024 | Orizzonti Extra | 

Venecia '24: Mención Especial - Fondazione Fai Persona Lavoro Ambiente


El paisaje rocoso bañado por el mar de Córcega sirve como trasfondo de una película que habla sobre la progresiva invasión en este terreno escarpado de una modernidad que está representada en campos de golf y complejos hoteleros. Después de haber dirigido uno de los episodios de la serie documental Via da vita: in Terra Pasturale (France 3 Corse, 2017), que estaba centrado en uno de los pocos pastores que aún permanecían en la costa sur de Córcega, el director Frédéric Farrucci regresa a esta región francesa para abordar la pérdida progresiva de las tradiciones, creando una especie de western en el que el protagonista, Joseph (Alexis Manenti) es un pastor que mantiene todavía el pastoreo de cabras como lo hacían sus antepasados, por lo que en la zona es conocido como Le dernier mohican (el último mohicano). La presión que ejercen nuevos inversores a través de la mafia está obligando a los pastores a vender sus tierras, que en realidad han ido perdiendo productividad con el paso de los años. El lujo de las urbanizaciones para ricos se convierte en una amenaza constante que se hace física a través de las visitas de los mafiosos, pero Joseph se niega a vender sus tierras, así que los cheques se convierten en pistolas. Un enfrentamiento, que el director mantiene de manera inteligente fuera de campo, acaba con la vida de uno de los mafiosos, por lo que Joseph se ve obligado a huir de esas tierras que no quería abandonar, convirtiéndose en un fugitivo perseguido por pistoleros. El actor Alexis Manenti (1982, Francia) tiene un año especialmente prolífico, con el estreno en el Festival de Cannes de Diamant brut (Agathe Riedinger, 2024) y la extraordinaria Á son image (Thierry de Peretti, 2024), mientras que en Venecia le podemos ver también en otro thriller intenso, Maldoror (Fabrice du Welz, 2024). En este caso, imprime una seriedad a su personaje que lo hacen más vulnerable, pero su conocimiento de la península de Santa Manza le permite contar con ventaja frente a sus perseguidores. Durante la primera parte de Le mohican (Frédéric Farrucci, 2024) se muestra un estupendo retrato de la idiosincrasia de Córcega, mezclando el francés y el corso, así como estableciendo una contraposición entre el dialecto hablado por los ancianos y el que utilizan los jóvenes, lo que refleja el progresivo deterioro de una singularidad cultural que está en camino de la desaparición. 

Pero también refleja cierta esperanza en la ola de solidaridad que se produce alrededor del fugitivo, sobre todo cuando su sobrina Vannina (Mara Taquin) expone la indefensión de Joseph a través de las redes sociales, convirtiéndose en un héroe viral, con representaciones de su rostro en graffitis. Pero se trata de una solidaridad que se resguarda en el anonimato. Cuando Vannina quiere reunirse con uno de los defensores más activos de Joseph en las redes sociales, éste le deja claro que su defensa nunca llegará a ser a cara descubierta. Aunque no lo expresa de manera directa, la película refleja una cierta complicidad de la policía con las mafias, o al menos una intervención que también permanece en segundo plano. La persecución se convierte en un duelo entre los pistoleros y el pastor, y Le mohican puede recordarnos un poco a la película As bestas (Rodrigo Sorogoyen, 2022) en el retrato de un hombre inquebrantable que se resiste a ser comprado frente a la solidaridad impuesta de su comunidad, y un poco también al episodio Supervivencia (T1E4) dirigido por Alberto Rodríguez para la serie Apagón (Movistar Plus+, 2022), en la forma en que un pastor acaba envuelto en una espiral de violencia. También es cierto que el retrato de los antagonistas (el mafioso, los perseguidores) está algo desenfocado, demasiado superficial como para que la amenaza sea realmente contundente. No porque no resulte violenta, incluso para los allegados a Joseph que pueden sufrir las consecuencias, sino porque como personajes tienen poca consistencia, lo que contribuye a perder credibilidad. Pero la película mantiene un ritmo constante y mejora en los perfiles de sus dos protagonistas principales, enfrentados a la intimidación que provoca la sociedad moderna, como en la primera película del director, La nuit venue (Frédéric Farrucci, 2019), pero sustituyendo el paisaje urbano nocturno por el entorno rocoso diurno. El compositor Rone (Erwan Castex) (1980, Francia) ganó un César por la banda sonora de aquella película y recientemente ha puesto música a la serie Sangre y dinero (Filmin, 2023), creando en esta nueva colaboración con el director una banda sonora que aporta un carácter de heroicidad al protagonista, a través de la voz de Laura Etchegoyhen. Le mohican construye desde la utilización de un estilo de género el reflejo de un paisaje perdido, y de una cierta resignación, como expresa el señor Cucchi (Antoine Comiti), un anciano pastor al principio de la película: "Antes las tierras cercanas a la costa eran tan poco valiosas que se les dejaban a las hijas. Yo le he dicho a mis nietos que es mejor que se vayan y trabajen en cualquier otro sitio". 

Taxi Monamour

Ciro De Caro

Italia 2024 | Giornate degli Autori | 

Venecia '24: Premio del Público (People's Choice)


Cuando el director nos presenta a las dos protagonistas de esta historia, ambas se encuentran en encrucijadas que de manera diferente afectan a sus personalidades. Anna (Rosa Palasciano) se enfrenta a las expectativas que tiene su familia respecto a un futuro como madre y esposa, mientras siente que se le escapa el tiempo debido a una grave enfermedad que oculta a todos. Por su parte, Nadiya (Yeva Sai) es una joven que vive con sus tíos después haber huido de su hogar tras el estallido de la guerra de Ucrania. En cierta manera, también lucha contra lo que se espera de ella cuando se niega a buscar un trabajo mejor que el de cuidadora de una anciana, simplemente porque no quiere labrarse un futuro en Italia, porque tiene la intención de volver a su casa lo antes posible, aun cuando la guerra continúe. Anna y Nadiya comparten una búsqueda de libertad tratando de seguir un camino desde la decisión personal, de manera que tienen una conexión especial que ambas son conscientes de que será breve. Nadiya se siente cada vez más aislada en el entorno familiar, incluso cuando acepta a regañadientes una fiesta de cumpleaños preparada por su tía, mientras espera tener el dinero suficiente para tomar un autobús que le lleve de regreso a Ucrania. La canción "La javainese", que Serge Gainsbourg escribió para Juliette Greco después de pasar una tarde juntos escuchando música y bebiendo champán, y que ambos interpretaron en dos versiones distintas en 1963, adquiere cierta relevancia dentro de esta relación de amistad que se construye a partir del sentimiento de soledad que ambas comparten. Taxi Monamour (Ciro De Caro, 2024), que se estrena hoy mismo en Italia después de sus proyecciones en el Festival de Venecia, es una película que extrae la sensibilidad de una amistad que puede parecer improbable porque las dos protagonistas son personajes que sienten una profunda desafección frente a la realidad que están viviendo: la enfermedad y la guerra las aíslan para encontrarse mutuamente. 

Hay un trabajo de composición en las dos actrices principales que resulta notable, porque son personajes difíciles de interpretar, ya que ambas tienen una personalidad introspectiva, guardando sus sentimientos y sus decisiones para sí mismas. Ni siquiera se podría decir que la amistad surge porque se confiesan entre ellas lo que no confiesan a los demás, porque en realidad Anna nunca habla a Nadiya de su enfermedad, a pesar de que cada vez resulta más evidente, mientras que Nadiya solo le cuenta a Anna que tiene la intención de regresar cuando ya está a punto de hacerlo. De manera que no hay una expresividad que pueda definir su relación, pero sí un respeto mutuo que posiblemente no encuentran a su alrededor. Es un logro destacable por parte del director Ciro De Caro (1975, Italia) encontrar ese punto de equilibrio que consigue que el espectador empatice con las protagonistas. Y lo hace manejando una cámara en mano que se mantiene a distancia, pero que le permite seguir a los personajes en planos secuencia, como una especie de observador permanente pero que nunca interviene, que nunca fuerza las emociones. Entre otras cosas, porque las protagonistas no son precisamente expresivas desde el punto de vista de los sentimientos. Cuando Anna sabe que Nadiya se marcha al día siguiente, le deja claro que no la va a acompañar a la estación de autobuses porque no le gustan las despedidas. Incluso las canciones aparecen como parte de la escena, de manera diegética, sonando desde una radio o en una fiesta, evitando la utilización de la música no diegética. Rosa Palasciano fue la actriz y co-guionista de la anterior película del director, Giulia (Ciro De Caro, 2021), por la que consiguió una nominación al David di Donatello. Esta película consigue una naturalidad sobresaliente, que se refleja en su tratamiento de la psicología de los personajes, pero a pesar de las circunstancias que rodean a ambas, no se trata de un drama intenso, sino todo lo contrario, reflejando situaciones con las que es fácil sentirse identificados. Como una divertida discusión inacabable en la familia de Angelo (Valerio Di Benedetto), el novio de Anna, en la que la madre y los hermanos no se ponen de acuerdo en quién de ellos fue sometido a una operación de apendicitis cuando era pequeño. Taxi Monamour es una película que expresa emociones sin subrayarlas, construyendo una amistad entre dos mujeres que se encuentran en un momento de paréntesis en sus vidas, y que conectan a través de sus luchas personales.  


Bitelchús Bitelchús se estrena en salas de cine el 6 de septiembre. 
La habitación de al lado se estrena en salas de cine el 18 de octubre. 
______________________________________
Películas mencionadas:

Horizon: An American saga - Capítulo 1 se puede ver en Max.
E.T. Extraterrestre y Giulia se pueden ver en Filmin y Prime Video. 
4 years in 10 minutes se puede ver en GuideDoc, True Story y Dafilms.
Las canciones de la Tierra se puede ver en Filmin. 
As bestas se puede ver en Netflix. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario