Se estrena una de las descripciones más inteligentes sobre el nacimiento de la crisis. Margin call se nos presenta como una película de catástrofes en toda regla.

Margin call tiene la capacidad de mostrarnos con perspicaz claridad cómo y de dónde surge esta crisis. Pero sobre todo consigue huir de esos maniqueismos que vienen quitando efectividad a los mensajes de los últimos movimientos sociales, para retratar con astucia las entrañas humanas de unas oficinas que se dedicaban a comprar y vender humo hasta que el humo se convirtió en fuego. La premisa es clara: la crisis surge de una serie de grandes cagadas, y cuando determinadas fuentes de especulación se vieron con la mierda hasta el cuello se dedicaron a esparcirla por todo el mercado, con la ayuda, por supuesto, de esas mismas agencias de calificación que todavía siguen marcando las tendencias del mercado, y que en última instancia deciden quién es un chico bueno y quién merece un castigo.

Margin call recuerda en su forma a Glengarry Glen Ross, esa brutal descripción de la venta de seguros que creó como obra teatral David Mamet. Como aquella, a pesar de la inmundicia que les rodea, logra extraer dosis de humanidad de sus personajes. Curiosamente, Kevin Spacey era uno de los protagonistas de la versión cinematográfica dirigida por James Foley, aunque en Margin call su personaje se parece más al que interpretaba Jack Lemmon en aquélla.
A lo largo de la historia, un joven broker obsesionado con el dinero pregunta continuamente cuánto ganan sus jefes, comparándolo con sus "escasos" 250.000 dólares al año. Son cifras astronómicas, increíbles, irritantes. Muchos de los estafadores que controlan las principales entidades financieras en España, por ejemplo, también tienen primas y pensiones astronómicas, increíbles, irritantes, algunas de ellas adjudicadas durante la crisis económica.
Más que un "thriller" económico, como se la ha calificado, Margin call se nos antoja una auténtica película de catástrofes, aunque en este caso los destrozos vienen desde el interior. Tiene todos los ingredientes habituales: un reparto de primera clase, un gabinete de crisis, una estructura "in crescendo"... El problema es que aquí no hay nadie que quiera salvar el mundo. Todos tratan de salvarse a sí mismos. Sin embargo, lo más aterrador está en otro de esos monólogos precisos que Jeremy Irons suelta con la naturalidad de un gran actor: "Esta crisis es cíclica, va y viene. Y vendrán otras crisis. Lo que hay que hacer es saber ganar dinero con ellas". O lo que es lo mismo: no tenemos escapatoria.
es la mejor critica de la pelicula que he leido en internet. Acabo de ver la pelicula y hace justicia a lo que he visto. En mi opinion no explican claramente que son los bonos basura para la gente que no sabe que es lo que paso, pero creo que refleja como funciona el capitalismo, su sin sentido, y la necesidad de mas regulacion del sistema. Mas regulacion, pero no por parte de las agencias de rating, que son juez y parte, y siempre se llevan la mejor parte del pastel que todos acabamos pagando.
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