16 octubre, 2020

Sitges 2020: La maldición del coronavirus

La incertidumbre provocada por el coronavirus está presente todos los días en la edición presencial del Festival de Cine Fantástico de Sitges. Las nuevas medidas que ha adoptado la Generalitat de Catalunya afectan a estas últimas jornadas, especialmente el fin de semana, aunque la presencia de invitados para presentar películas es casi inexistente. La reducción del aforo del 70% al 50%, además del cierre de bares y restaurantes durante 15 días en Cataluña, afecta directamente a la continuidad de una edición que ha tenido que adaptarse a estas nuevas medidas. La recaudación del festival ha caído este año hasta el 53%, aunque habrá que comprobar si el formato online está sirviendo de recuperación. 

Pero esto no es exclusivo de Sitges, ya que el otoño (que en abril se esperaba que hubiera supuesto una cierta vuelta a la normalidad), está poniendo a prueba a los festivales de cine. En Bélgica, donde la tasa de contagiados se ha doblado en el mes de octubre con respecto a la que vivieron en abril, se está celebrando a duras penas el Festival de Cine de Ghent (del que tendremos algunas crónicas la semana próxima), y el concierto de los World Soundtrack Awards se podrá ver únicamente online. El prestigioso IDFA que se celebra en noviembre en Amsterdam ha anunciado esta semana que, dada la situación que se vive en Holanda, país en el que hubo poca incidencia de la epidemia en abril pero este mes de octubre ha triplicado su número de contagiados, han tomado la decisión de pasar casi todas las actividades de la Industria a formato online, y posiblemente también lo hará buena parte de su programación. En Grecia, el Thessaloniki Documentary Film Festival ha previsto tres escenarios diferentes dependiendo de la situación que se viva en el país en noviembre. 

Las consecuencias en la programación de los festivales también se ha hecho notar. Ya comentábamos en nuestra anterior crónica que en esta edición del Festival de Sitges tienen más protagonismo las producciones modestas, frente a las grandes superproducciones. Asimismo, la ausencia de cine oriental de género fantástico es notable.

El terror viene de Indonesia

Pero esta ausencia de las películas orientales ha beneficiado a la presencia de algunos títulos que provienen de Indonesia, una de las cinematografías que más ha crecido en repercusión internacional, que encabezan directores como Joko Anwar y Kimo Stamboel, de los que se programan sus dos últimas películas. Tras un parón de la producción en los años noventa, el cine indonesio ha renacido literalmente de sus cenizas, bien es verdad que imitando las maneras del cine de Hollywood para adaptarlo a su idiosincrasia. Joko Anwar es el mayor representante de la industria, y ha sido pionero en tratar géneros cinematográficos ausentes en el cine de su país. A él se debe, por ejemplo, la primera película indonesia de temática gay, Arisan! (2003), la primera incursión en el cine negro con Dead time: Katala (2007), o la primera película de superhéroes, Gundala (2019). 

En Sitges presenta dos títulos, uno como guionista y director y otro como guionista. Impetigore (Joko Anwar, 2019), seleccionada en el Festival de Sundance y presente en Sitges en Panorama Fantàstic, de alguna manera continúa la línea que marcó su éxito internacional Satan's slave (2017), planteando un argumento de terror clásico que está protagonizado por una joven que regresa a su pueblo para reclamar la herencia de un familiar. Esta vuelta al pasado, al lugar de la infancia que oculta secretos inconfesables, es común en las dos historias presentadas este año. La película utiliza bien los resortes del cine de terror, especialmente en una primera parte llena de suspense, aunque las escenas están demasiado remarcadas por la música. La segunda parte se desarrolla ya en el pueblo donde han ocurrido unos hechos misteriosos relacionados con el nacimiento de bebés sin piel. La laxitud de la censura en Indonesia ha permitido al cine de género crecer, porque le da carta blanca para introducir escenas totalmente macabras, llenas de efectos gore, que en este caso ocupan la última parte de la película. Sin embargo, el estilo de montaje frenético e imágenes de pesadilla que adopta el director juega en contra de la claridad de la propuesta, y quiere ser más autoral de lo que realmente necesita. 

La virtud de The Queen of black magic (Kimo Samboel, 2019), que se presenta en Midnight X-Treme es precisamente su forma más clásica, igualmente gore pero mucho más clara en la exposición del argumento. El guión está escrito por Joko Anwar, basado en un clásico del slasher indonesio, La reina de la magia negra (Liliek Sudjio, 1981), e introduce algunos cambios importantes sobre la historia original, pero básicamente sigue su argumento. De hecho, hay un homenaje a esta cinta original con fotografías que aparecen en los títulos de crédito finales. En este caso estamos ante una excelente muestra de terror que ofrece un crescendo continuo hasta que prácticamente la última mitad de la película nos introduce en una pesadilla sangrienta que nos deja sin espacio para respirar. Es un trabajo exquisito del director, que sabe ir creando tensión hasta que la explosión de venganza se convierte en una fiesta de sangre y vísceras. De nuevo estamos ante una historia que se conecta con el pasado, con hechos moralmente inaceptables que provocan la ira de los demonios internos. 

Construir el miedo

La Sección Oficial presenta algunos títulos destacables, esas pequeñas obras que quizás en otras circunstancias hubieran pasado más desapercibidas. Come true (Anthony Scott Burns, 2020) se ha calificado como lo que podría ser un singular reboot de Pesadilla en Elm Street (Wes Craven,  1984). Y efectivamente nos introduce en el mundo de los sueños y en la representación amenazadora de las pesadillas, a través de una joven que se somete voluntariamente a un estudio del sueño. Se trata de una propuesta muy personal, y por lo tanto también muy libre, en la que el director ejerce como guionista, director de fotografía y compositor. La representación fantasmagórica de la película es espléndida y el director consigue crear una atmósfera desasosegante, una de esas incursiones en el género que no necesita de artificiales momentos de impacto para que, como espectadores, nos sintamos incómodos. Y de alguna manera también el director sabe fusionar la realidad de tonos azulados con ese otro mundo interno de tonalidades grisáceas. Es cierto que el tercer acto puede ser discutible, y la inclusión de determinadas escenas románticas parece algo tópica, pero también es verdad que este embellecimiento del amor es coherente con el final que se nos propone. Pero, al margen de ello, Come true nos deja en la memoria la representación más absorbente del mundo de los sueños que hemos visto en mucho tiempo. 

En un tono completamente distinto encontramos Mandibles (Quentin Dupieux, 2020), otra propuesta singular del director de Le daim (La chaqueta de piel de ciervo) (2019). El sentido del humor surrealista, con tendencia al absurdo, está especialmente presente en esta película que tiene de nuevo ese carácter de road movie que veíamos en Rubber (2010). Aquí los protagonistas son dos personajes abobados tan ensimismados en su propia tontería que ni siquiera se sorprenden cuando encuentran una mosca gigante en el maletero de su coche. Aunque es una película más accesible pero menos interesante que Le daim, por ejemplo, lo cierto es que el director consigue extraer de la estupidez de los personajes principales una celebración de la amistad por encima de todo. La película estuvo presente en la Sección Oficial de la Mostra de Venecia y tiene algunos momentos muy divertidos, muy locos, que nos deleitan en su juego constante entre el humor y la idiotez. Pero el director, lejos de juzgar a sus personajes, los trata con cariño, incluida la histriónica (pero graciosa) interpretación de Adèle Exarchopoulos, muy alejada de su premiado papel en La vida de Adèle (Abdellatif Kechiche, 2003).  

Caminando entre géneros

Hay algunas películas que se mueven entre diferentes enfoques argumentales, consiguiendo ese difícil equilibrio entre lo que proponen y lo que consiguen. Es el caso de Méandre (Mathieu Turi, 2020), que se presenta en Panorama Fantàstic, y que nos sitúa en una de esas historias "survival" en la que la protagonista ya está, a los diez minutos de comenzar la película, metida en una especie de laberinto tubular lleno de trampas. En este sentido, el primer acto tiene conexiones evidentes con títulos como Cube (Vincenzo Natali, 1997), con ese laberíntico escenario lleno de peligros, con una buena dosificación del suspense y un trabajo notable de la actriz Gaia Weiss. Pero, a partir del segundo acto, se introducen elementos extraños que acercan a la historia más al universo de H.P. Lovecraft. Si la primera parte es más física, la segunda es más psicológica. Si la película comienza como un "survival" en el que el misterio parece no aclararse del todo, poco a poco se va decantando hacia una mirada mucho más existencialista. Y es este cambio de enfoque lo que la aleja de otros títulos que tradicionalmente se mantienen en un solo camino. Una propuesta arriesgada, que quizás no encuentre el beneplácito de muchos espectadores, pero que la sitúa en un plano elevado respecto a la construcción narrativa de un relato fantástico. 

La argentina Historia de lo oculto (Cristian Ponce, 2020), presente en Noves Visions, plantea un argumento que se va desarrollando entre el policíaco y el terror. Un programa televisivo de investigación es el protagonista de una última emisión en la que descubrirán un hecho terrorífico que rodea a las más altas cúpulas de poder del país. La película, que está rodada con bajo presupuesto, saca partido a sus escasos medios para construir una historia que nos atrapa desde el principio. Aunque el argumento aparentemente se desarrolla en los años ochenta, la estética parece hacer más referencia a los años sesenta y setenta, con una fotografía en blanco y negro y el formato 4:3 que la acerca a la televisión de la época. Pero el director se permite también la libertad de introducir en algunos momentos el color, y cambiar el formato para mostrarnos hechos pasados. Lo interesante de la propuesta es cómo se va transformando desde un cierto homenaje al noir norteamericano hasta una auténtica historia de terror. 

También argentina es Los que vuelven (Laura Casabe, 2019), que introduce elementos de terror en una historia sobre el trato de los terratenientes a las poblaciones indígenas en el Lago Iguazú, a principios de siglo XX. La película está basada en el cortometraje La vuelta del malón (2010), cuya historia Laura Casabe amplía con talento. Pero también se nota una evolución como directora, porque mientras en el cortometraje el estilo era más estridente, con zooms que parecían acercarlo a los giallos italianos, en el largometraje resulta más sutil, más madura. Laura Casabe se recrea en las imágenes de la selva, y se acerca con mayor sutileza, lo que aleja a la historia del género de terror y la acerca más a un drama histórico. Los que vuelven tiene la virtud de moverse entre diferentes géneros y tratar temas complejos que están bien definidos, como la maternidad, pero sobre todo el desprecio hacia las poblaciones indígenas. Los elementos de género de terror, los introduce este renacer de los muertos vivientes, pero más cerca de la zombificación latinoamericana que muestra a un renacido que se encuentra perdido en este mundo (no estamos ante los zombis sedientos de sangre). Nos parece discutible la utilización de elementos sonoros y musicales que introducen sonoridades electrónicas, porque distorsionan en cierto sentido el carácter clásico de la propuesta, y no están especialmente justificados. Pero el conjunto es un acercamiento a la colonización desde la mirada del terror, una visión original y profunda en torno a la memoria de los pueblos oprimidos.

El valor del cine de animación

La Sección Anima't ofrece una muestra de las películas de animación más destacadas del año. En ella encontramos algunos de los títulos que pudimos ver en la pasada edición de Annecy, como la película de Estonia The old man - The movie (Oskar Lehemaa, Mikk Mägi, 2019), adaptación de la serie de episodios Vanamehe Multikas (YouTube, 2014-) en torno a las experiencias de tres jóvenes cuando visitan a su abuelo en el campo por vacaciones. El contraste entre la vida campestre y la gran ciudad, y especialmente el singular carácter del abuelo, se muestran en una serie de episodios de corta duración que funcionan como sketches cómicos en los que destaca el humor escatológico. La película mantiene el mismo sentido del humor de brocha gorda que tiene la serie, y reinicia la historia, proponiendo un largometraje que pretende tener vida propia. No hay una lógica narrativa, sino una serie de chistes que tienen una efectividad desigual. 

Por su parte, la producción argentina Lava (Ayar Blasco, 2019) es una historia de ciencia-ficción que toma como base una invasión cultural para proponer una divertida historia llena de situaciones absurdas. El director, que se dio a conocer con el largometraje Sol (Ayar Blasco, 2011), en el que también trataba el tema del Apocalipsis cultural, regresa a sus animaciones sencillas, algo planas, pero que se sostienen sobre un guión muy acertado humorísticamente hablando. La película plantea una reflexión sobre la cultura y la influencia de las nuevas tecnologías en la sociedad actual, consiguiendo una propuesta entretenidamente disparatada. 

Aunque ya comentábamos que el cine oriental escasea en esta edición, hay alguna muestra de anime como Hello world (Tomohiko Itô, 2019), que propone una historia intertemporal en la que un joven se visita a sí mismo en el pasado (que transcurre en 2027) para tratar de recuperar a su amor. Pero este argumento romántico solo es el inicio de un desarrollo que incluye numerosos giros que funcionan casi como una matrioshka, el descubrimiento progresivo de la realidad. En este sentido, la película juega con los espacios temporales y con la psicología de los personajes, aunque la construcción narrativa a veces tiene ciertas lagunas. Visualmente consigue un equilibrio exquisito entre la animación 2D y el CGI, centrándose en unos fondos coloristas, hermosos en su concepción, que va creando un mundo de tecnología y cables que nos resulta muy atractivo. 

El perfeccionismo del genio

Uno de los documentales imprescindibles de este año es Kubrick by Kubrick (Gregory Monro, 2020), que está presente en Sitges Documenta, pero también está seleccionado en Film Fest Gent, que se desarrolla estos mismos días. La película utiliza las conversaciones que mantuvo el director norteamericano con el crítico de cine francés Michel Ciment, en una de las escasas entrevistas que concedió a lo largo de su vida, y que recogió en su libro Kubrick (1980), pero cuyas grabaciones sonoras aún no habían salido a la luz. El director utiliza un escenario de cierto aspecto barroco en el que vamos descubriendo algunos de los iconos de las películas de Stanley Kubrick, haciendo un recorrido que no es lineal, sino que va dando saltos de una película a otra, y regresando hacia atrás. Una estructura desordenada que resulta interesante, y subraya la coherencia de la obra del director. 

Hay una cierta intencionalidad de eliminar algunas de las leyendas urbanas que corren sobre el carácter autoritario de Kubrick o sobre su aversión a rodar fuera de Inglaterra, al mismo tiempo que se va creando una figura obsesionada con el perfeccionismo, que veía un rodaje como si se tratara de un campo de batalla, a un director de cine como un líder comparable a Napoleón comandando sus tropas. Pero también hay una deconstrucción del mito, usando entrevistas bien seleccionadas con algunos de sus actores, como Malcolm McDowell, que afirmaba que no era un director que llegara especialmente preparado al set de rodaje, sino que tenía una cierta tendencia a la improvisación que lo definía como artista. Y escuchamos al propio Stanley Kubrick afirmar que en 2001. Una odisea del espacio (1968) cuestiones importantes (como el descubrimiento que hace HAL) se resolvieron directamente en el rodaje. Es un retrato espléndido que nos acerca, a través de sus propias palabras, a su punto de vista sobre temas como el poder, el erotismo o la creación artística, y también a sus debilidades, como esa renuncia a películas de su primera etapa como Fear and desire (Stanley Kubrick, 1953). Quizás es una película más disfrutable para aquellos que conocen la obra de Stanley Kubrick, que encontrarán algunas claves sobre su cine, pero se trata de un retrato dinámico y nada superficial.  

Esto no es lo que lo que parecía

La programación del Festival de Sitges sorprende en ocasiones con la selección de algunas rarezas que tienen un mayor componente de curiosidad que de calidad. Algunos títulos funcionan como reclamo de lo grotesco, pero no tienen una entidad realmente sostenible. Entre estas propuestas encontramos 12 hour shift (Brea Grant, 2020), presentada en Panorama Fantàstic, una película que aborda el humor negro y trata algunos temas serios como el tráfico de órganos. Está protagonizada por Angela Bettis, actriz que desde su papel en el reboot de Carrie (David Carson, 2002) se ha especializado en el cine de terror. En el Fantasia Film Festival un jurado presidido por Joko Anwar le concedió el Premio al Mejor Guión, así que la película debe tener algo que no hemos apreciado. Lo mejor que se puede decir de ella es que desborda una libertad creativa insólita, creando situaciones cada vez más absurdas. Pero ni el mediocre trabajo de los actores ni los litros de sangre pueden salvarla del caos. 

Tampoco ayudan los actores en Hosts (Adam Leader, Richard Oakes, 2020), presente en Midnight X-Treme. Esta producción británica es una "home invasion" que explica poco para introducirnos en una familia acosada por una pareja violenta. Pero, al margen de alguna escena impactante (la cena de Navidad) hay una pretensión de cierta profundidad en la reflexión sobre las mentiras y los secretos en la unidad familiar que realmente no interesa demasiado. Y en esta misma sección hemos visto la película belga Yummy (Lars Damoiseaux, 2019), que convierte un centro de estética en un baño de sangre, y que tiene el valor de ser una de las pocas producciones del país que realizan una incursión en el género. Pero de nuevo el guión, que circula también por los terrenos de la comedia negra, con alguna escena destacada (como la del alargamiento de pene) resulta superficial y ni siquiera lo suficientemente extravagante como para ser provocativo. 


El Festival de Cine Fantástico de Sitges se celebra hasta el 18 de octubre. 

Mandíbulas se estrena en salas el 8 de enero.

La vida de Adèle se puede ver en HBO España.
Cube se puede ver en Netflix y Amazon.
Vanamehe multikas se puede ver en YouTube.
Fear and desire se puede ver en Filmin y Mubi.



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