29 julio, 2016

Ausencias: del choque psicológico al renacimiento digital


La ausencia y la muerte es un tema recurrente en el arte. Sobre todo la que concierne a la desaparición de un ser querido. Se trata en la mayor parte de los casos de un exorcismo del sentimiento de pérdida a través de historias que de una u otra forma se acercan a la realidad dura del dolor y la supervivencia. La poetisa norteamericana Meghan O'Rourke, que escribió su libro de poemas "The long goodbye" (2011) tras el fallecimiento de su madre víctima del cáncer, definía su experiencia en la traslación poética de su dolor como "una respuesta orgánica a la pérdida". La ausencia puede también provocar secuelas psicológicas. Al escritor Francisco Goldman, tras la muerte de su mujer, la escritora mexicana Aura Estrada, le diagnosticaron estrés postraumático. Y en mitad del proceso de recuperación, escribió "Di su nombre" (Sexto Piso, 2012), que se convirtió en la mejor forma de conjurar el sentimiento de la pérdida. 


Algo parecido le ocurre al protagonista de la película Demolición (Jean-Marc Vallée, 2015), un exitoso broker cuya vida (que también descubriremos que no era tan perfecta como parecía) se desmenuza tras la muerte de su esposa. Y cuya única herramienta para enfrentarse a la pérdida es la destrucción (que desemboca en autodestrucción) de todo aquello que formaba parte de su vida. Una especie de punto de inflexión escrito con talento por el guionista Bryan Sipe e interpretado con rigor por el actor Jake Gyllenhaal, que tiene el contrapunto perfecto en esa tabla de salvación en la que se convierte el personaje al que da vida Naomi Watts. En cierto modo casi como aquel proceso de liberación violenta que protagonizó Michael Douglas en Un día de furia (Joel Schumacher, 1993), aunque en un sentido menos psicótico, Demolición plantea una catarsis del personaje que rompe con toda su vida anterior, como respuesta a esa ausencia que se convierte en catalizador de su sentimiento autodestructivo.  


Al protagonista de la serie River (BBC, 2015), la pérdida de su compañera de trabajo le provoca también una neurosis, que el actor Stellan Skarsgård construye con maestría. Esa ruptura abrupta provoca la fragilidad mental del inspector, que se embarca en una obsesiva búsqueda del asesino de su compañera mientras la imagen de ésta le acompaña literalmente más allá de la muerte. Y es el retrato psicológico de este personaje, que bordea los límites de la locura, el que otorga un especial interés a uno de los policíacos revelación de esta temporada. John River acaba comunicándose mejor con los muertos que con los vivos, porque aquellos pueblan su mente herida por la pérdida y el dolor. 
Esta presencia de los ausentes también sirve para reflexionar sobre el futuro de una era digital que se zambulle de lleno en los limites entre la vida y la muerte. Recordemos ese espléndido primer capítulo de la segunda temporada de Black mirror (Channel 4, 2011-), la visionaria serie creada por Charlie Brooker. En "Be right back", la protagonista es incapaz de enfrentarse a la ausencia de su novio hasta que un software nuevo le permite reproducir la voz de éste como si se tratara de una realidad. Y a partir de ahí se embarca en una búsqueda de la recuperación de aquella normalidad devastada por un accidente de coche que, sin embargo, acaba siendo menos real cuanto más aparentemente auténtica es la presencia de su compañero sentimental. Se trata de uno de los mejores episodios de la serie, que plantea una reflexión casi maquiavélica en torno al futuro, aquel en el que podemos hacer presentes a aquellos que ya no están entre nosotros. 

O quizás no hay que referirse al futuro, sino a una realidad que puede ser presente. Giuseppe Tornatore especula sobre el mismo tema, aunque de una forma menos futurista, en La correspondencia (Giuseppe Tornatore, 2016). La película que protagonizan Jeremy Irons y Olga Kurylenko plantea también la presencia constante del compañero fallecido. Pero esta vez no lo hace a través de una herida psicológica o de un software tecnológico, sino mediante un juego creado por el propio ausente en el que pretende acompañar a quien le ha sobrevivido durante varios meses más allá de su propia muerte, sabedor de que le va a llegar en poco tiempo. Y así la amante se convierte en receptora de videos, mensajes y cartas que convertirán en presencia real lo que no es más que ausencia espiritual. Y aunque haga falta por parte del espectador de cierta condescendencia con este juego que a veces resulta inverosímil, al final nos dejamos llevar y nos convertimos en cómplices de la prestidigitación sentimental que plantea el protagonista. Pero más allá de lo superficial, Tornatore consigue provocarnos un pensamiento contradictorio en torno a la posibilidad de la apariencia real de aquellos que han atravesado el umbral de la muerte.

Porque, aunque parezca que puede ser poco creíble, la era digital ha convertido esta eventualidad en algo perfectamente tangible. Son famosas en Twitter, por ejemplo, las cuentas fantasmas, aquellas que, a pesar de la muerte de sus autores, siguen ofreciendo actualizaciones. Uno de los casos más conocidos es el del crítico norteamericano Roger Ebert cuya cuenta de Twitter, a pesar de haber fallecido en 2013, sigue activa sin mencionar siquiera su muerte. Quizás responde a esa necesidad, la que plantean series como Black mirror o películas como La correspondencia, de mantener viva la presencia del ausente, no solo a través de la memoria, sino de la implicación activa. Ahí están presentes también otras muchas cuentas fantasmas que mantienen "vivo" el nombre del ausente, como las del actor Paul Walker, las cantantes Amy Winehouse y Donna Summer o el científico Albert Einstein.  

Tanto es así, que las redes sociales se habrán convertido, más pronto que tarde, en auténticos cementerios digitales. El profesor Hachem Sadikki, de la Universidad de Massachusetts, realizó una proyección del número de cuentas activas de personas muertas que habría en Facebook en los próximos años. Y llegó a la conclusión de que en 2098 podría haber más usuarios fallecidos que vivos en la plataforma de Mark Zuckerberg. Los resultados se pueden ver en el artículo We calculated the year dead people on Facebook could outnumber the living, by Kristen V. Brown. De forma que, en la era tecnológica, redes sociales como Facebook o Twitter van camino de convertirse en auténticas tumbas digitales. Pero al mismo tiempo, dilatando la ausencia de aquellos a los que no querríamos haber perdido.      


Demolición se estrenó el 1 de julio
River se emite en Movistar +
La correspondencia se estrenó el 15 de julio


22 julio, 2016

Nostalgias de los ochenta

El ejercicio nostálgico es un recurso recurrente en el cine de los últimos años. Hemos visto ejemplos recientes que bucean en la memoria de los espectadores con resultados notables como Super 8 (JJ Abrams, 2011) o, en una vertiente más low cost pero no por ello menos acertadas It follows (David Robert Mitchell, 2014) o Turbo kid (François Simard, Anouk Whissell, Yoann-Karl Whissell, 2015). Y que tienen en común la construcción referencial como principal herramienta de trabajo, elaborada sobre un soporte argumental que en cierto modo no es lo más importante. Ese recurso a la nostalgia funciona bien en cierto target de espectadores, pero además ha probado tener también consistencia para un tipo de público más joven, ajeno a la explosión de referencias en torno a la cultura pop de los '80, pero que también se alimenta con interés de historias que parecen no tener fecha de caducidad. 


Lo estamos viendo recientemente en el terreno de los videojuegos. En su libro "Ciberpsicología: relación entre mente e internet", el doctor en Psicología Juan Moisés de la Serna habla de que "existe una creciente homogeneización en la forma en la que generaciones distantes ocupan su tiempo libre". O lo que es lo mismo, la generación que pasa de la treintena se identifica con aquella que no ha llegado a la veintena, especialmente en campos como los videojuegos o el cine, porque la oferta de ocio ha sabido equilibrar el interés por el recurso nostálgico con las  nuevas herramientas tecnológicas. Así no es extraño ver a jugadores de más de 30 años y de menos de 20 perseguir Pokémon por las calles de cualquier gran ciudad, en esa revolución de la realidad aumentada en que se ha convertido el lanzamiento Pokémon Go, otro de esos instrumentos de ocio que funciona como nexo intergeneracional. 

No parece casualidad que este año se produzcan algunos de los estrenos más relevantes en este juego de la nostalgia ochentena. Como esa revisión de Los cazafantasmas (Ivan Reitman, 1984) que llega este mes de agosto. Con furibundas críticas tras el lanzamiento de su primer trailer, como una especie de versión femenina de los cazadores de entidades etéreas, Cazafantasmas (Paul Feig, 2016) parece haber apaciguado las malas impresiones tras los primeros visionados por parte de la crítica, pero en todo caso viene con la intención de convertirse en uno de los principales estrenos referenciales del verano.

Eso con el permiso de la serie Stranger things (2016-), creada y dirigida por Matt Duffer y Ross Duffer, dos hermanos de los que hasta hora solo habíamos puesto su irregular película de terror Hidden: Terror en Kingsville (2015). Porque la producción de Netflix tiene visos de convertirse en el más genuino producto referencial de los últimos años. The Duffer Brothers afirman haber revisado algunos de los principales iconos cinematográficos de los 80, todos ellos (y más) presentes de una u otra forma en este ejercicio de la memoria: E.T. El extraterrestre (Steven Spielberg, 1982), La cosa (John Carpenter, 1982), Los goonies (Richard Donner, 1985), Posesión infernal (Sam Raimi, 1981) y varias novelas de Stephen King, con esa referencia directa en el capítulo cuatro, titulado The body, título original del relato corto en el que está basada la película Cuenta conmigo (Rob Reiner, 1986), que está presente a lo largo de todo el metraje. 



El argumento principal de la serie podría formar parte precisamente de cualquier relato del escritor estadounidense pero en realidad no termina de ser lo más importante de la producción, y en cierto modo se nos antoja alargado para las casi ocho horas que dura la serie. La desaparición de un niño en manos de una oscura fuerza es la excusa para elaborar un ejercicio de estilo que al mismo tiempo que bebe de las fuentes originales del cine de los ochenta sabe construir una atmósfera propia que le permite traspasar la pura anécdota nostálgica, algo que en Super 8 (2011), por ejemplo, resultaba menos convincente.

Stranger things, estrenada en la plataforma audiovisual el pasado 15 de julio, funciona con soltura en sus tres líneas argumentales: la niñez, la adolescencia y la edad adulta. El grupo de niños que buscan a su amigo es el que logra mejores resultados, con diferencia, y el que consigue construir con mayor acierto ese conjunto de referencias nostálgicas que van de la literatura al cine. La parte de la adolescencia se nos antoja un trasunto logrado de las producciones de John Hughes, especialmente La chica de rosa (Howard Deutch, 1986), en ese juego de relaciones sentimentales entre las paredes del instituto. Mientras la línea adulta es la menos convincente, la que menos interés nos despierta, con una Winona Ryder algo pasada de rosca y un sheriff (David Harbour) algo esquemático lejos la consistencia de los personajes adultos de aquellas producciones de los ochenta. Pero al margen de sus aciertos narrativos, las tres líneas confluyen perfectamente en torno a la trama principal, y eso le da al conjunto una columna vertebral de gran solidez.  

Ese reencuentro con el cine de la niñez (en el caso de The Duffer Brothers casi ni siquiera vivieron esa época) está también presente en la película Midnight special (Jeff Nichols, 2016), del director que nos proporcionó grandes momentos cinematográficos con Take shelter (2011) y Mud (2012). De nuevo un niño es el protagonista (personaje principal de las películas de Jeff Nichols pero al mismo tiempo elemento esencial en el cine comercial de los ochenta), y una vez más se construye una trama en torno al género de la ciencia-ficción de décadas anteriores que nos recuerda a películas como Encuentros en la tercera fase (Steven Spielberg, 1977), Starman. El hombre de las estrellas (John Carpenter, 1984) u Ojos de fuego (Mark L. Lester, 1984), aunque ésta última el director confiesa no haberla visto. Aquí no estamos ante un ejercicio referencial directo (la historia se desarrolla en la actualidad y no encontramos elementos de nostalgia consciente), pero sí ante una simulación en la estructura argumental de algunas de esas películas que mencionábamos, que sin embargo pretende trascender el simple homenaje para reivindicarse como entidad propia y original. Pero ahí es donde fracasa en buena parte el director, en esa proclamación de algo que está más allá del ámbito puramente cinematográfico. Pero sin embargo consigue mantener esa capacidad para ir construyendo una atmósfera especial que nos va desgranando poco a poco la verdadera esencia de la vigorosa personalidad del niño protagonista. 


Pero si hablamos de la mirada nostálgica a los años ochenta no podemos dejar atrás The americans (2013-), una producción de Graham Yost, responsable de otra serie de culto, Justified (2010-2015) que a lo largo de sus cuatro temporadas ha ido consolidándose, a pesar de unas audiencias no especialmente notables, como la mejor serie de espías de la televisión actual. En plena era Reagan, con la guerra fría en todo su apogeo, esta producción basada en una historia real nos introduce en los entresijos de un matrimonio de espías rusos asentados en Estados Unidos como una familia "american way of life", pero que esconde reuniones secretas, asesinatos, secuestros, y todo lo que haya que hacer para que evitar que Estados Unidos esté por delante de Rusia en la carrera armamentística. Los acontecimientos políticos de esos años están presentes de manera constante, desde el intento de asesinato de Ronald Reagan hasta el programa de satélites Guerra de las Galaxias, y en algunos casos son los catalizadores de diversos acontecimientos internos que afectarán no solo a las relaciones internacionales, sino también a la propia vida personal de esta pareja que también se debate entre dudas e incertidumbres sobre el verdadero sentido de su trabajo. Esta cuarta temporada, que probablemente es la mejor de todas (y ha recibido por fin el reconocimiento de las nominaciones a los premios Emmy), tiene entre sus referencias el controvertido estreno en televisión de la película El día después (Nicholas Meyer, 1983), una devastadora visión de las consecuencias de un ataque nuclear que supuso un shock emocional para toda una generación de espectadores.      

Volviendo a Stranger things, la serie de The Duffer Brothers, que parece tener asegurada una segunda temporada aunque no se haya anunciado oficialmente, quizás con una historia diferente, nos propone un juego de referencias que se convierte en uno de sus principales elementos de interés, aunque en algunas ocasiones termine ralentizando el argumento principal. Eso no es un defecto, sino todo lo contrario. Si la producción de Netflix ha conseguido elevar el nivel de un verano televisivo algo flojo es precisamente porque sabe utilizar con talento e inteligencia el elemento nostálgico. Esa memoria colectiva que nos hace reconocer inmediatamente aquellos elementos que nos dibujan un mapa emocional de la infancia. Pero que al mismo tiempo, como decíamos antes en el terreno de los videojuegos, se convierte en un nexo intergeneracional que funciona con singular acierto.   



Ghostbusters se estrena el 12 de agosto en España
Stranger things se emite en Netflix
The Americans se emite en FoxLife

17 julio, 2016

Sorpresas y ausencias en los Premios Emmy 2016

El pasado jueves se anunciaban las nominaciones de los Premios Emmy, que destacan las producciones de televisión más destacadas de la última temporada. El buen momento que viven las series y películas televisivas sin duda ha dado una mayor relevancia a estos galardones que, no obstante, a veces pecan de cierto conservadurismo que impide que algunos títulos relevantes estén presentes. Este año la competencia es más fuerte si cabe, con una entrada espectacular de plataformas como Netflix que, con sus 54 nominaciones se coloca como la tercera cadena (doblando sus 34 nominaciones del año pasado) y un retroceso de HBO que, sin embargo, sigue siendo el canal que acapara mayor número de candidaturas, con 94 en total. Veintiséis actores y actrices nunca nominados a un premio Emmy hacen acto de presencia por primera vez, entre ellos nombres ya veteranos como John Travolta, Cuba Gooding Jr. o Courtney B. Vance, los tres por American Crime Story (2015-). Pero también hay ausencias notables como la de Jane Fonda, que no consigue nominación a pesar de las dos temporadas de la serie Grace and Frankie (2015-). Estas son algunas de las sorpresas y ausencias de los Emmy Awards 2016.

Los que faltaban. Aunque Juego de tronos (HBO, 2011-) ha venido acaparando numerosas nominaciones a los largo de cada una de sus temporadas, dos de sus principales actores no habían logrado todavía ninguna candidatura: Kit Harington (Jon Snow) y Maisie Williams (Arya Stark) están presentes por primera vez en la lista de nominados, ambos en la categoría de Actores de reparto, haciéndose justicia a dos de los principales soportes de esta serie que con sus veintitrés nominaciones se coloca de nuevo a la cabeza de las grandes producciones televisivas del momento.


Los americanos. También se hace justicia por fin a una de las grandes series en antena, cocinada a fuego lento. The americans (FX, 2013-) consigue colarse por primera vez en las categorías principales, entre ellas la de Mejor Serie Dramática y Mejores actores principales (espléndidos Matthew Rhys y Keri Russell), y larga en total cinco candidaturas. Aunque había logrado un premio Emmy para Margo Martingale como secundaria en 2015, lo cierto es que esta gran serie que mantiene el nivel de calidad por todo lo alto (espectacular cuarta temporada la que nos ha ofrecido este año) no había sido reconocida hasta ahora como se merece.


La omnipresente. Sarah Paulson es una de las habituales de los Premios Emmy. Nominada todos los años desde 2012, esta temporada, sin embargo, logra hacer doblete, como secundaria en American Horror Story: Hotel (Fox, 2011-) y como Actriz principal en American Crime Story (Fox, 2015-). A pesar de su presencia constante, aún no ha conseguido una estatuilla, así que este año podría ser por fin su oportunidad para llevarse uno de los dos premios, siempre con el permiso de Kirsten Dunst, arrebatadora en su interpretación en Fargo (FX, 2014-).


Los descubrimientos. Este año hemos tenido algunos descubrimientos sonados que han puesto cara a actores de gran solidez, y que afortunadamente son reconocidos en las principales nominaciones de los premios Emmy, aunque las series en las que participan no hayan corrido la misma suerte. Es el caso de Rami Malek, protagonista del sorprendente estreno del verano pasado Mr. Robot (USA Network, 2015-), que acaba de regresar en su segunda temporada. Aunque la serie tiene otras tres nominaciones, entre ellas Mejor Serie Dramática, sorprende la ausencia de Christian Slater como secundario, aún más cuando consiguió el Globo de Oro este mismo año. También destacable es la nominación del actor Louie Anderson, que interpreta a la madre (sí, a la madre) del protagonista de la comedia Baskets (FX, 2016-), en un trabajo magnífico. Lamentablemente, es la única candidatura de una de las comedias más negras que se han estrenado este año, creada e interpretada por Zach Galifianakis, que hubiera merecido una mayor presencia.


Se quedaron fuera. En la categoría de Miniseries hay algunas ausencias notables, entre las que destaca especialmente el drama político creado por David Simon Show me a hero (HBO, 2015), por el que Chris Isaac ganó el Globo de Oro, aquí ni siquiera nominado. Tampoco está presente Vinyl (HBO, 2016), la producción musical de Martin Scorsese y Mick Jagger que finalmente se ha quedado en una sola temporada, aunque el trabajo notable de Bobby Canavale debería haber sido reconocido. Y entre las tv movies de esta temporada destaca también la ausencia de la película El ayuda de cámara (BBC-Starz!, 2015), remake de La sombra del actor (1983), un alarde interpretativo de dos grandes actores como Ian McKellen y Anthony Hopkins que merecía mejor trato, especialmente por el soberbio trabajo de éste último. Tampoco está presente la serie de las hermanas Wachowski Sense8 (Netflix, 2015-), que podría haber tenido alguna nominación, entre otros por el notable trabajo del español Miguel Ángel Silvestre, o el drama de Damon Lindelof The Leftovers (HBO, 2014-), cuya ausencia de los Emmy en sus dos temporadas es más que injusta. Curiosamente, la veterana actriz Jane Fonda estuvo nominada dos años consecutivos como Actriz invitada en The Newsroom (HBO, 2012-2014), pero cuando tiene una serie para su completo lucimiento, la comedia Grace and Frankie (Netflix, 2015-), la ningunean. Y sorprende que Lady Gaga, ganadora del Globo de Oro, no esté entre las candidatas secundarias por American Horror Story: Hotel (Fox, 2011-). Amén de otras producciones de relevancia y calidad que no terminan de tener predicamento entre los responsables de elegir a las candidatas a los Emmy cada año, como Ray Donovan (Showtime, 2013-), Vikings (History, 2013-) o la refrescante Mozart in the jungle (Amazon, 2014-), que ganó este año los Globos de Oro a Mejor Comedia y Actor principal (Gael García Bernal). 


Y entraron... Quizás una de las mayores sorpresas es la presencia de A very Murray Christmas, (Netflix, 2015) comedia dirigida por Sofia Coppola en la que Bill Murray se interpreta a sí mismo, y cuya nominación en la categoría de tv movie no deja de ser polémica, ya que en realidad se trata de un especial navideño que se sostiene sobre un leve argumento para ir desgranando canciones interpretadas por Murray y algunos actores invitados. También destacan especialmente las seis nominaciones de la coproducción anglo-estadounidense El infiltrado (BBC-AMC, 2015), entre ellas la de Mejor Miniserie, Mejor Actor (Tom Huddleston), Mejores secundarios (Hugh Laurie y Olivia Colman) y Mejor Música (doble nominación para el español Víctor Reyes). Aunque lejos de las diez candidaturas del año pasado, American crime (ABC, 2014-) sigue consolidándose como una espléndida miniserie dramática, con cuatro candidaturas, especialmente para el trabajo de sus actrices Felicity Huffman, Lily Taylor y Regina King. 

  
Fargo. Sin duda estamos ante una de las mejores producciones para televisión estrenadas en los últimos años. Y aunque para muchos esta segunda temporada ha estado por encima de la primera, lo cierto es que las sorprendentes dieciocho nominaciones del año pasado (de las que consiguió tres premios) se han quedado esta vez en nueve, entre ellas las de los guiones de dos de sus episodios. Fargo (FX, 2014-) se puede analizar como un auténtico ejemplo de cómo se ha elevado el nivel de calidad de las producciones para televisión en los últimos años.


El final no es sinónimo de premio. La última temporada de la serie The good wife (CBS, 2009-2016) no ha servido para que esta producción de Ridley Scott haya destacado entre las nominaciones. Es más, siendo candidata todos los años desde su estreno, especialmente en las categorías de interpretación, esta vez se ha quedado con unas escasas tres nominaciones, entre las que nos está su protagonista, Julianna Margulies. La última temporada de la serie británica Downton Abbey (ITV, 2010-2015) tampoco parece haber despertado la atención de los académicos, porque aunque está nominada en categorías principales, entre ellas la de Mejor Serie Dramática, sus cinco candidaturas están lejos de la decena de nominaciones que venía cosechando en los últimos años.


La consolidación. Sin duda, la cadena revelación este año es Netflix, gracias en parte a su importante esfuerzo de producción. Las 54 nominaciones que ha conseguido la sitúan aún lejos de la que parece su principal competidora, HBO, pero la colocan en una posición privilegiada para seguir luchando por ser el canal de referencia de la producción televisiva estadounidense. Y aunque sus series estrella Narcos (2015-), Jessica Jones (2015-) y Daredevil (2015-), ésta última con solo tres candidaturas técnicas, no han encontrado hueco, la competencia de dos de sus comedias, Unbreakable Kimmy Schmidt (2015-), con once nominaciones, y Master of none (2015-), con cuatro, tres de las cuales las acapara su creador, Aziz Ansari (Mejor Actor, Mejor Director y Mejor Guionista), o de sus documentales Making a murderer (2015-) y What happened, Miss Simone? (2015), también nominado al Oscar, la refuerzan en el panorama televisivo. Eso sin contar las trece candidaturas de su buque insignia, House of cards (2013-), entre ellas nada menos que ocho para sus actores y actrices.


Notas musicales. En la candidatura de Mejor Música encontramos un ramillete de excelentes trabajos firmados por nombres habituales de la escena televisiva, como Jeff Russo por Fargo (FX, 2014-), Jeff Beal por la tv movie Jesse Stone: Lost in paradise (Hallmark, 2015) o David Lawrence por el musical infantil de Kenny Ortega Los descendientes (Disney Channel, 2015). El británico Martin Phipps, nominado por la miniserie Guerra y paz (BBC-A&E-History, 2016), es uno de los candidatos con mayores posibilidades de llevarse el premio este año, gracias al magnífico trabajo coral realizado para esta superproducción. Pero tampoco hay que olvidar la candidatura de James Newton Howard con su algo tibia música para la producción de Steven Spielberg All the way (HBO, 2016), por la que también está nominado Bryan Cranston, que repite el papel del presidente Lyndon Johnson que ya le valió un Premio Tony en Broadway. Por último, destaca la presencia del español Víctor Reyes, nominado por primera vez a los premios Emmy por su excelente trabajo para la miniserie El infiltrado (BBC-ABC, 2015), magnífica tarjeta de presentación internacional. Además con doble nominación, tanto en la categoría de Mejor Música Original como en la de Mejor Tema principal, en la que Víctor Reyes compite con otras destacadas composiciones como las de Sean Callery para Jessica Jones (Netflix, 2015-), Rodrigo Amarante para Narcos (Netflix, 2015-) o Johnny Klimek y Tom Tykwer para Sense8 (Netflix, 2015-).


08 julio, 2016

5 series nórdicas para atenuar el calor

El interés por las producciones de los países escandinavos ha venido aumentando en los últimos años. Aunque bien es cierto que las cinematografías danesa, sueca y, en menos medida, noruega y finlandesa, han venido destacando en los festivales internacionales, una de las grandes desconocidas era la producción de televisión, habitualmente formada por interesantes series en las que especialmente el thriller ha despuntado con muestras de gran inteligencia: Forbrydelsen (2007-2012) es una de las que marcaron un punto de inflexión, con su posterior remake norteamericano, The killing (2011-2014) mientras que Borgen (2010-) lo hizo en el terreno del thriller político. Pero tampoco hay que olvidar otras muestras destacadas como Bron/Broen (2011-), que también ha conocido una versión en la televisión de Estados Unidos, o Mammon (2014-), casi todas enmarcadas en el género policíaco. Siguiendo con nuestra tradicional mirada a las producciones que nos llegan desde los países nórdicos, destacamos ahora 5 ejemplos de por qué hay que seguir atentos a los últimos estrenos de la televisión en elNorte de Europa. 

Ófærđ (2015-) 
Baltasar Kormákur para RÚV

Islandia no ha destacado especialmente en el terreno de la televisión, pero esta temporada ha destacado especialmente gracias a la repercusión del producto estrella de la televisión pública, incluso fuera de sus fronteras. Este thriller gélido consiguió captar la atención de más de un millón de espectadores en BBC4 y de 5 millones en su estreno en France 2, y hasta los hermanos Weinstein adquirieron los derechos para su distribución en Estados Unidos. Trapped juega con los recursos habituales del género, desplegando las sospechas en diferentes personajes y desgranando en cada capítulo nuevas líneas de investigación, que conectan un hecho dramático del pasado con la investigación en el presente. Como últimamente hemos visto en series como Broadchurch (2013-), la tendencia del género policíaco pasa por involucrar directamente al protagonista en los hechos que se investigan. Y aquí, el policía de un pequeño pueblo islandés, atrapado por una tremenda tormenta de nieve, también sufre en sus propias carnes el azote emocional de sus indagaciones. Trapped, al margen de estar construida a la perfección, tiene ese aire a Fargo (2014-) que nos llama la atención desde el principio, con un protagonista que esconde tras su gran fisonomía una humanidad sin fisuras (excelente el actor Olafur Darri Ólafsson, al que veremos pronto en Mi amigo el gigante, de Steven Spielberg). El responsable de la serie es el islandés Baltasar Kormákur que viene trabajando desde hace años en Hollywood, dirigiendo policíacos como 2 guns (2013) o produciendo filmes de aventuras como Everest (2015). 
Música: La banda sonora es otro de los aspectos especialmente cuidados de la serie. No en vano se ha recurrido al compositor más internacional del país, Jóhan Jóhansson (nominado al Oscar por Sicario (2015)) para crear el tema principal, mientras que la música incidental la firma el cellista Hildur Guđnadóttir, que consigue crear una glacial atmósfera de misterio y tensión.        



Okkupert  (2015-)
Jo Nesbø, Karianne Lund para TV2

Esta serie ya venía precedida de un récord como la producción televisiva más cara de la historia de Noruega, con un presupuesto de 90 millones de dólares. Basada en una idea original del novelista y guionista Jo Nesbø (autor de la novela en la que se basó el excelente policíaco Headhunters (2011)), el argumento nos introduce en una trama de política ficción que plantea una ocupación de Rusia en Noruega, apoyada por la Unión Europea, y plantea interesantes reflexiones sobre la posición de los países nórdicos frente a la UE. Convertida en uno de los grandes éxitos de la última temporada, Okkupert maneja con soltura los resortes del entramado político, y consigue crear un estado de ocupación "pacífico" que plantea dudas sobre las consecuencias de una probable guerra económica moderna. Por supuesto, a los rusos no les hizo nada de gracia, y hasta el embajador ruso en Noruega manifestó su repulsa ante una serie que olvidaba la importante contribución del ejército soviético a la liberación del Norte de Noruega de las fuerzas de ocupación nazis. En todo caso, sí es cierto que la serie utiliza ese sentimiento de cierta animadversión que existe desde los países nórdicos hacia la Europa del Este (especialmente a la Rusia de Putin), para construir un discurso provocador que no tiene por qué gustar a todo el mundo. La serie está producida por la filial noruega de la productora sueca Yellow Bird, responsable de las adaptaciones al cine de las novelas de Stieg Larsson, o de las versiones televisivas del investigador Wallander. 
Música: El británico Nicholas Sillitoe es el autor de la banda sonora, una adecuada composición que mezcla sonidos orquestales con utilización de elementos electrónicos y que consigue subrayar con intensidad las escenas de acción, mientras que aporta esa cadencia casi industrial a la telaraña política que se teje en torno a la figura del primer ministro noruego. 



Springfloden (2015-)
Cilla y Rolf Börjlind para SVT1

Otro thriller policíaco producido ahora desde Suecia, que de nuevo involucra a la protagonista (una joven aspirante a policía) en una historia personal que conecta el pasado con la investigación del presente. Al margen del argumento principal, en torno a un antiguo caso en el que una mujer latina apareció muerta, sepultada en una playa, que quedó sin resolver, la serie plantea algunas cuestiones paralelas que son interesantes, como la trama que acompaña a una serie de palizas que dos adolescentes de ideología extremista provocan a un grupo de mendigos. El racismo, cierto auge de las ideologías fascistas y la exclusión social que especialmente en los países escandinavos no les gusta desvelar en sus propias calles, se convierten así en temas tangenciales que dotan a la serie de un interés especial, al margen de que se trate de un entretenido y bien construido drama policial. Destaca especialmente el buen trabajo actoral, con una especial relación entre el veterano investigador defenestrado al que da vida Kjell Bergqvist y la estudiante de policía ingenua y curiosa que interpreta Julia Ragnarsson, a la que vimos también en la serie Bron/Broen (2011-). Los creadores de la serie, el matrimonio formado por Cilla y Rolf Börjlind, son dos instituciones en la televisión sueca, con éxitos consecutivos desde principios del 2000, especialmente en el género policíaco. 
Música: La música está firmada por uno de los mejores compositores del panorama sueco, Johan Söderqvist, que ha creado las bandas sonoras de películas como Déjame entrar (2008) o Kon-Tiki (2012). Especialmente destacable es el pegadizo tema con el que se abre y se cierra cada capítulo, "No rest for me", interpretado por el cantante Jonathan Johansson, que se convirtió en todo un éxito de ventas en su país.



1864 (2014)
Ole Bornedal para DR1

Otro récord de presupuesto, en este caso en la televisión danesa, es esta producción de corte histórico-bélico que se estrenó en la temporada de 2014. Se trata de una épica recreación de una de la mayores derrotas sufridas por el ejército danés cuando, en guerra contra Prusia y Austria, acabó perdiendo el 25% de su territorio. La serie, a pesar de contar con un presupuesto amplio, no se centra expresamente en el campo de batalla, sino que se interesa más por los entramados políticos que llevaron a Dinamarca a una guerra suicida, y por la supervivencia de los soldados en las trincheras, aunque cuando hace acto de presencia la batalla final, 1864 nos muestra sin miramientos la parte más sucia de la guerra, pero con una cierta mirada épica ante la derrota. También es cierto que hay cierto aire de folletín, y que la trama que se desarrolla en la actualidad no aporta gran cosa a la historia, más que trasladar ese espíritu de orgullo patrio a las nuevas generaciones. El responsable de la producción es Ole Bornedal, director de buenos policíacos como Nightwatch (1997) o de solventes muestras de cine de terror como The possession: El origen del mal (2012). Y aunque los espectadores estuvieron divididos entre quienes apreciaron los valores de la recreación histórica y quienes hubieran preferido una visión mucho menos maniquea de los acontecimientos, lo cierto es que se trata de una serie digna de mención para aquellos que gustan de los grandes dramas históricos. 
Música: Para la banda sonora se apostó sobre seguro, con la firma del compositor norteamericano Marco Beltrami, que crea una de sus mejores obras de los últimos años. Una excelente muestra de romanticismo épico que subraya las escenas con temas de gran calado emocional y que sabe manejar con astucia las orquestaciones para dar un carácter de epopeya a los momentos más intensos. 



Kampen om Tungtvannet (Operación Telemark) (2015)
Mette M. Bølstad y Stephen Uhlander para NRK

Si la anterior producción danesa pasaba de refilón por las escenas de acción, esta miniserie noruega se plantea desde el primer minuto como una perfecta muestra de cine bélico que no deja pasar ni un solo momento de acción. Para muchos, se trata de la mejor producción de televisión que se ha hecho en Noruega, y ciertamente las cifras de espectadores demostraron  que puede ser cierto. Con una media de 1200 millones de espectadores, el último episodio tuvo un share del 64%. ¿Cuáles son las razones del logro? Principalmente, un guión perfectamente estructurado que, aunque la trama se centra en un grupo de científicos que están creando un reactor nuclear para los alemanes, y su posterior sabotaje por parte de los aliados, maneja la información con claridad y juega bien con el suspense y la acción bélica. Esta serie podría formar junto a Band of brothers (2001) y The Pacific (2010) una perfecta trilogía de cine bélico grandioso hecho para televisión. Porque la producción también está cuidada hasta el mínimo detalle, y la tensión conforme avanzan los capítulos crece de forma exponencial. No es extraña por tanto la expectación que ha creado el estreno el próximo otoño de la nueva serie de sus responsables, Nobel (2016), centrada ahora en la guerra de Afganistán. 
Música: Al tratarse de una coproducción con Inglaterra y Dinamarca, ésta aporta al compositor danés Kristian Eidnes Andersen, colaborador desde los inicios de Lars von Trier como diseñador de sonido. Aquí realiza un trabajo impecable, con una gran orquesta que aporta la épica de la acción de guerra y de los sabotajes preparados por los aliados, y que nos introduce desde los títulos iniciales en un preciso drama bélico.  



   


1864 se emite en Movistar +
Operación Telemark está editada en DVD por A Contracorriente Films

01 julio, 2016

Parásito: La épica musical para salvar el mundo

Recientemente, Hans Zimmer afirmaba que se retiraba de la composición de música para películas de superhéroes porque le resultaba difícil encontrar nuevos lenguajes que aportaran originalidad a sus composiciones. Escuchando la banda sonora creada por Naoki Satô para las dos entregas cinematográficas de Parasyte sin embargo, se nos vienen a la memoria algunos trabajos de Hans Zimmer, pero incorporando épicas aportaciones orquestales que le hacen encontrar diferentes sendas conectadas directamente con la tradición occidental y oriental. Naoki Satô, compositor japonés creador de espléndidas bandas sonoras como la reciente crónica sobre la emigración Persona non grata (Cellin Gluck, 2015), construye a lo largo de Parasyte. Part 1 (Takashi Yamasaki, 2014) y Parasyte. Part 2 (Takashi Yamasaki, 2015) un inmenso conglomerado orquestal y coral que aporta la espectacularidad necesaria a esta historia de ciencia-ficción, consiguiendo salvar incluso las notables dosis de vacuidad de su argumento.

Parasyte (Kiseijuū) es un manga publicado entre 1988 y 1995 escrito e ilustrado por Hitoshi Iwaaki, que logró pronto una buena recepción tanto en Japón como en Estados Unidos. La historia explora la invasión de unos parásitos alienígenas que utilizan cuerpos humanos como huéspedes para llevar a cabo la consiguiente destrucción de la Tierra. El protagonista, un adolescente impetuoso, evita por casualidad que uno de estos parásitos complete la invasión de su cuerpo, que acaba quedando como una extremidad adosada a su mano derecha, y se convertirá en su mejor aliado para tratar de salvar a la humanidad. El cómic tuvo, como no podía ser menos, una adaptación en forma de anime que se emitió entre 2014 y 2015, casi al mismo tiempo que se llevaba a cabo la traslación a imagen real en forma de dos películas. 

Parasyte tiene todos los elementos característicos del manga para jóvenes, una suerte de ingenuidad en algunas situaciones, pero también esa mezcla de humor y terror que tan bien saben engarzar los autores japoneses. Las películas, producidas con los alardes técnicos necesarios para dar credibilidad a esta historia de invasores de cuerpos, consiguen sin duda solventar las dificultades de trasladar la historia a imagen tal, mucho mejor que otras adaptaciones como Gantz (Shinsuke Sato y Earl Palma, 2010), mucho menos logradas, y en eso resulta encomiable el trabajo del director. Pero lo que termina aportando a Parasyte las dosis de epopeya necesarias es el excelente trabajo musical de Naoki Satô, conocido especialmente por sus bandas sonoras para las adaptaciones de Kenshin al cine. 

El compositor japonés despliega en esta película un amplio entramado musical que aportan la combinación de una gran masa orquestal, voces corales y sonidos electrónicos, teniendo como resultado una apabullante explosión musical que se incorpora a las imágenes con esa grandiosidad necesaria que convierte a las dos películas en algo más allá que una simple historia de ciencia-ficción adolescente. Porque, como decíamos, Parasyte adolece de cierto infantilismo en algunos momentos, pero la banda sonora explora mejor los terrenos de la ciencia-ficción adulta, y aporta la sensación de estar viendo una obra mucho más madura y seria. En su edición musical, pasajes como Kyozou o Kiseijuu se sostienen en la grandilocuencia orquestal, conectando en algunos momentos con la tradición clásica occidental, especialmente en sonoridades que rozan el dramatismo de una ópera. 

Podríamos decir que el trabajo musical de Naoki Satô funciona en cierta medida como una especie de "parásito" que absorbe la energía de otras composiciones (ahí están esas reminiscencias de Hans Zimmer en The Dark Knight (2008) y hasta apuntes referenciales hacia Mozart) para trazar caminos diferentes, impulsando las imágenes hacia una experiencia emocional que pocas veces hemos experimentado últimamente. Y ahí precisamente es donde encontramos casi una respuesta involuntaria a las declaraciones recientes de Zimmer. Porque sí hay fórmulas capaces de cultivar nuevas raíces musicales en el género de la ciencia-ficción. 



A base de ostinatos y explosiones épicas de una orquesta contundente, la banda sonora de Parasyte se atreve a construir su propia estructura que al mismo desestructura la narración adolescente de la película. En ese sentido, podemos decir que Naoki Satô aporta la madurez, no solo en los pasajes de acción (llenos de una intensidad apabullante), sino también en esas sonoridades casi celestiales (voces corales) que nos acercan a esa humanidad imperfecta, sí, pero merecedora de la existencia a pesar de todo. No se pueden concebir algunos momentos de la película sin que tengamos presente el inmenso trabajo musical de Naoki Satô. Y esa sin duda es la mejor aportación que puede hacer una banda sonora al cine.     





Parásito. Parte 1 y Parásito. Parte 2 están publicadas en DVD y blu-ray desde el 8 de junio por Mediatres Estudio.