28 abril, 2016

La bruja: La naturaleza del terror

La película de inauguración del Festival de Sitges fue uno de los debuts más interesantes del panorama cinematográfico de 2015. Robert Eggers logró precisamente el Premio al Mejor Director en la presentación de su película The witch en el Festival de Sundance, donde ya consiguió captar la atención de la productora Studio 8, una millonaria nueva empresa de cine que pretende estrenar seis películas de gran formato por año, y que le ha dado el visto bueno al proyecto del joven realizador de realizar una nueva versión de Nosferatu (1922). Pero ¿qué tiene The witch para remover los cimientos del género del terror? 

La bruja se desarrolla en Nueva Inglaterra, en el siglo XVII, donde una familia es expulsada de una aldea por enfrentarse a los poderes religiosos. La nueva ubicación de esta familia, formada por un matrimonio, tres hijos y un nieto, se convertirá a partir de entonces en una sórdida bajada a la infiernos provocada por la existencia de una bruja en un bosque cercano. Desde el punto de vista narrativo, la película no ofrece una propuesta novedosa; todo lo contrario, se mueve por los parámetros clásicos del género, dosificando bien los acontecimientos y contando con claridad los hechos que se van sucediendo. 

El gran acierto de la película es formal. Se la ha comparado, desde el punto de vista de la puesta en escena, con La cinta blanca (2009), de Michael Haneke. Y, en cierto modo, en esa descripción de la violencia y el temor a la culpa de los hijos pequeños, hay paralelismos entre ambas películas. La puesta en escena de la película es espléndida, con planos cuidados hasta el mínimo detalle en planificación y encuadre (Robert Eggers fue diseñador de producción para diversos cortometrajes), y una precisa atenuación del ritmo para crear momentos de tensión que acaban desembocando en leves matices aparentemente intrascendentes pero que sin embargo son esenciales para hacer avanzar la historia. La bruja es una película de sensaciones, que nos va atrapando poco a poco hasta terminar inoculando la misma percepción aterradora que atenaza a los personajes. Ahí están buena parte de sus virtudes. 


En realidad, las referencias más claras del director están en Dreyer y su Dies irae (1943), otra historia en torno a la brujería en el siglo XVII. Se nota la mirada de Robert Eggers hacia el trabajo del cineasta danés, en la cuidada utilización del formato 1:66 para dar mayor espacio a la imagen. Igual que, en el desarrollo de los diferentes acontecimientos, en la creación de una atmósfera cada vez más opresiva, la película camina por surcos sembrados en otros títulos de culto, como El resplandor (1980), de Stanley Kubrick. 

En esta puesta en escena cuenta mucho el trabajo musical de Mark Korven, quien crea una banda sonora sostenida en cuerdas y voces corales, casi fantasmales, que otorgan a cada momento de tensión un desasosiego notable. Sonidos punzantes, en ocasiones desagradables, que otorgan a la película una atmósfera de terror interno. 



Otro de los hallazgos de La bruja es su tratamiento del terror. El hecho de desarrollarse en medio de una comunidad opresora, marcada por la obsesiva fe religiosa que los padres transmiten cada día a sus hijos, permite al guionista y director ofrecer una visión más profunda del miedo que no suele estar presente en muchas películas recientes. Ese miedo, provocado por la ignorancia y la presencia constante del pecado como elemento dominante de la vida en familia, se va desarrollando a lo largo de la historia como un instrumento del mal, y acaba desembocando en una lucha interna que será el desencadenaste de la historia. Un sentimiento constante que viene desde el mismo momento de nacer: 

"Fui concebido en el pecado y nacido de la injusticia. Adán me lo ha traspasado a mí, y también es mi pecado porque es parte de mi", dice Caleb mientras se adentra con su padre en el bosque. Es esta naturaleza maldita desde antes de nacer la que provoca el sentimiento de culpa, el odio y el miedo. Y será esta naturaleza ya condenada de antemano la que provocará la irrupción del mal. 



The witch es una de las películas de terror más sobrecogedoras que hemos visto en mucho tiempo. Y su director, Robert Eggers, se ha presentado en sociedad como uno de los directores que mejor saben manejar los resortes adecuados para provocar desasosiego. No sigue, desde luego, las pautas marcadas por las recientes producciones, sino que retrocede a elementos clásicos y tradicionales para provocar angustia en los espectadores. 



La bruja se estrena en España el 13 de mayo. 

21 abril, 2016

LGBT 2016: Razones para luchar

Cada año hacemos un repaso por algunas de las propuestas más interesantes en torno a la temática LGBT que se han estrenado o están a punto de estrenarse en cine y televisión. En el horizonte, esperamos con interés When we rise (2017-), crónica de la lucha por los derechos de la comunidad LGBT en Estados Unidos en formato de miniserie que reúne de nuevo al director Gus Van sant y el guionista Dustin Lance Black tras el éxito de la película Mi nombre es Harvey Milk (2008), que le valió a este último un Oscar. Dejamos fuera títulos de sobra conocidos como Carol (2015), ese precioso drama romántico dirigido por Todd Haynes que hubiera merecido mejor suerte en la edición de este año de los Oscar, o La chica danesa (2015), de Tom Hooper. Pero a lo largo de este año hemos podido ver ya algunas incursiones en esta temática que mantienen el equilibrio entre el activismo y el interés cinematográfico, quizás en este último caso no del todo logrado en determinadas producciones. Historias que demuestran, eso sí, que la lucha por los derechos de igualdad sigue siendo una asignatura pendiente en países no tan alejados de nuestro entorno como pudiéramos creer. 

Freeheld (2015), de Peter Sollett

No en vano, hasta junio de 2015 no se consiguió que el Tribunal Supremo de los Estados Unidos otorgara la igualdad de derechos sobre el matrimonio a todos los ciudadanos. De este derecho igualitario a, por ejemplo, recibir la pensión de una pareja, habla esta película. La historia de la agente de policía Laurel Hester es el paradigma de una situación injusta. Diagnosticada de cáncer terminal en 2005, tuvo que luchar  contra el Condado Ocean en New Jersey para que su pareja tuviera derecho a recibir una pensión de viudedad. Esta reivindicación fue narrada por Cynthia Well en el cortometraje documental Freeheld (2007), ganador del Oscar, en el que está basada la película. Con un reparto encabezado por Julianne Moore y Ellen Page, bien secundados por Michael Shannon o Steve Carell, podría parecer uno de esos títulos destinados a llevarse premios y reconocimientos. Pero la incapacidad del director por trascender el mero retrato activista y un guión que no termina de definir bien los personajes (la relación amorosa entre las protagonistas no puede ser más sosa) lastra las posibilidades de la película. Y eso que fue seleccionada para la Sección Oficial del Festival de San Sebastián, donde parecía que iba a comenzar una carrera hacia el Oscar. Freeheld es el claro ejemplo de una historia anquilosada por la trascendencia de la realidad que quiere mostrar.       

Gaycation (2016), de Niall Kenny

Precisamente su implicación en la producción de Freeheld y la historia de lucha de Laurel Hester fueron catalizadores para que la actriz Ellen Page diera visibilidad a su homosexualidad en 2014, y se convirtiera en una de las voces más claras respecto a la reivindicación de derechos que aún no se han conseguido en el colectivo LGBT. Una de sus herramientas para mostrar la actual situación del colectivo en el mundo es la serie documental Gaycation, producida por ella misma para Vice, el nuevo canal por cable de HBO que comenzó su emisiones a principios de este año. La serie muestra en cuatro capítulos el viaje de Ellen Page y su amigo Ian Daniel por varios países tratando de dar una visión realista de las comunidades homosexuales y cómo existe la necesidad de seguir reivindicando la igualdad de derechos. Japón, Brasil, Jamaica y los Estados Unidos son los lugares donde ambos entablan conversaciones con los principales representantes del colectivo LGBT, pero también (y esta es la parte más interesante), con los sectores que muestran una mayor hostilidad. Aunque algunos de sus planteamientos pecan de excesivamente ingenuos, resultan impactantes entrevistas como la que entablan con un sicario brasileño, culpable de varios asesinatos de homosexuales. En general, aunque sin terminar de profundizar en el tema y con una visión algo simple, la serie muestra una realidad patente sobre la existencia de una animadversión hacia la visibilidad (incluso en países aparentemente más "abiertos"), como la que muestra el senador estadounidense Ted Cruz, que encabeza una propuesta para quitar a los matrimonios gays los derechos igualitarios que les ha otorgado el Tribunal Supremo.


Stonewall (2015), de Roland Emmerich

Otro título que, a pesar de su premisa principal, acabó malgastando sus posibilidades, es esta incursión del director de blockbusters Roland Emmerich. Antes de embarcarse en la secuela de Independence Day (1996), decidió trasladar al cine su militancia gay (es uno de los personajes públicos que más donaciones realiza  a asociaciones LGBT), y anunció el estreno de Stonewall, una película que iba a contar los hechos que provocaron la masiva manifestación de homosexuales, lesbianas y transexuales en Nueva York, que dio lugar a la celebración del Día del Orgullo Gay en todo el mundo. Una propuesta interesante, si no fuera por la decisión de contar la historia a través de la experiencia de un personaje ficticio que se convertirá en improbable protagonista de los acontecimientos. Oportunidad perdida, porque la historia se desarrolla por derroteros previsibles y escasamente gratificares, y se pierde la ocasión de trasladar al cine uno de los momentos clave de la lucha por la igualdad de derechos, cuando la comunidad LGBT decidió pasar a la acción y abandonar su pasividad ante los abusos de las leyes que impedían incluso contratar trabajadores homosexuales. En realidad, estaríamos ante una película pasable, con una narrativa algo mediocre pero efectiva en algunos momentos, si no fuera por la ambición de su título, que acabó decepcionando incluso a los propios colectivos homosexuales. En este sentido, resulta mucho más edificante ese otro Stonewall (1995) dirigido por Nigel Finch. 



The girl King (2015), Mika Kaurismäki

El hermano mayor de Aki Kaurismäki puso en pie esta coproducción europea y canadiense que retrata el reinado de Cristina de Suecia, coronada a los seis años tras la muerte de su padre. La guerra entre cristianos y luteranos marcó buena parte de la trayectoria de este reinado, hasta que Cristina de Suecia decidió establecer un acuerdo de paz que no gustó nada a los consejeros de la corte. Reina inteligente y de gran educación, trató de convertir su reino en un lugar donde hubiera oportunidades para la educación y la erudición. Pero lo que también macó su trayectoria fueron su relación con la condesa de Ebba Sparre y su negativa a tomar marido y tener descendencia, lo que desembocó finalmente en su abdicación. Cristina de Suecia fue una reina independiente, que no se sometía con facilidad a los criterios y exigencias de una corte movida principalmente por el espíritu luterano, y que prefería las ideas revolucionarias del filósofo francés Descartes. Ha comentado Aki Kaurismäki que ésta es la reina Cristina que le hubiera gustado interpretar a Greta Garbo quien le dio en La reina Cristina de Suecia (1933). Y en cierto modo puede tener razón, dado que en aquella se ocultaban las relaciones lésbicas con un romance secreto con un emisario español, interpretado por John Gilbert. Otra cosa es que, cinematográficamente, la película de Kaurismäki supere a la de Rouben Mamoulian. Reina Cristina es una película de producción correcta, que se sostiene sobre todo en un excelente trabajo de la actriz Malin Buska, perfecta en su interpretación de la fortaleza y el carácter de una reina que fue una de las primeras en mostrar abiertamente su homosexualidad.



Nasty baby (2015), Sebastián Silva

El premio Teddy Bear a la Mejor película de temática gay presentada en el Festival de Berlín de 2015 fue para esta primera incursión del chileno Sebastián Silva en el cine norteamericano, aunque eso sí, amparado por el productor Pablo Larraín. Director y principal protagonista, Silva narra en esta película que en cierto modo desarma los resortes del cine independiente una historia sobre una pareja gay que decide, junto a su mejor amiga, tener un hijo juntos, formando un trío de padres y madre que retrata sin duda el amplio universo de relaciones humanas y la controversia que estas relaciones siguen suscitando. La película comienza con una especie de referencia al género "mumblecore", con diálogos aparentemente improvisados, encuentros y conversaciones sobre la sociedad actual y una mirada limpia hacia las relaciones, pero poco a poco se va adentrando en la oscuridad de la intolerancia, hasta acabar desembocando en un tercer acto que ya no tiene nada que ver en género y forma con el primero. Aunque pueda resultar controvertida, para nosotros esta transposición de la historia es una de sus mayores virtudes, al margen de los buenos trabajos interpretativos del trío protagonista, encabezado por Sebastián Silva y secundado por Tunde Adebimpe y Kristen Wiig, y por un Reg E. Cathey al que siempre recordamos por preparar las costillas que más le gustan a Francis Underwood en House of cards (2013-).



Holding the man (2015), Neil Armfield

El actor y activista Timothy Conigrave publicó en 1995 el libro autobiográfico en el que se basa esta película australiana, y en el que contaba sus quince años de relación con su pareja, viviendo juntos el infierno de la pandemia del SIDA en su momento más mortífero. Meses después de escribir el libro, Timothy Conigrave murió de SIDA, al igual que lo había hecho su novio años antes. Pero el libro se convirtió en un bestseller, fue adaptado al teatro en 2006 y ahora lo hace a la gran pantalla. Holding the man es una de esas películas que resultan desgarradoras por la historia que cuenta, una historia de amor nacida en la adolescencia y sepultada por una enfermedad que en su día fue mortal y ahora afortunadamente parece controlada, pero sin cura todavía. El director cuenta esta historia con talento, dejando que las imágenes muestren más que los propios diálogos, jugando con las miradas de sus dos protagonistas, los actores Ryan Corr y Craig Stott, que componen con pasión sus personajes, aunque resulte controvertida la decisión del director de que ellos mismos (ya treintañeros) interpreten a los protagonistas incluso en su etapa de instituto, porque no terminan de resultar creíbles. En todo caso, Holding the man no hace concesiones, y cuando llega el momento de mostrar la tragedia que supuso el SIDA para la comunidad homosexual, lo hace de forma cruda y realista. Y sin duda es necesario que no nos olvidemos de ello en un momento de cierta desidia hacia las consecuencias de la enfermedad. 




Nasty baby se proyecta en el Festival D'A de Barcelona el 25 y 29 de abril
Freeheld se estrena en España el 6 de mayo
Reina Cristina se estrena en España el 13 de mayo



14 abril, 2016

Cine y gastronomía (1ª Parte)

La relación entre cine y gastronomía no es reciente. Y tampoco es difícil encontrar listados de películas que han tenido como tema principal la comida o el mundo de la alta cocina. La proliferación de ciclos dedicados a títulos que unen estas dos disciplinas en los festivales más destacados, es una muestra de cómo el interés sigue creciendo. Es el caso de Culinary Zinema en el Festival de San Sebastián, que conecta con la misma propuesta en el Festival de Berlín, o el Gastroweekend del Festival de Málaga. Está claro que el tema gastronómico sigue despertando curiosidad, como demuestran los recientes datos de audiencia del especial Superalimentos en Antena3, que consiguió ser líder el 28 de marzo (14.7% de share), por encima de competidores tan fuertes como las series Chiringuito de Pepe (2014-) y El Ministerio del tiempo (2015-) o de la película El chef, la receta de la felicidad (2012), de Daniel Cohen, que situó a la cadena FDF como segunda temática más vista (3.3%) el 2 de abril. En este post vamos a hacer un repaso de algunos títulos (de cine y televisión) que últimamente han desarrollado esta no siempre fructífera relación entre cine y comida.

Burnt (2015), de John Wells

Aún inédita en nuestro país a pesar de su cabecera de cartel, quizás por haber sido un fracaso en Estados Unidos, esta película nos introduce, con menos firmeza de la que sería deseable, en el mundo de la alta cocina. Un chef retirado voluntariamente regresa al mundo de la gastronomía obsesionado con conseguir una estrella Michelin (la espada de Damocles de muchos cocineros). El chef (el talento) es norteamericano, por supuesto, pero su vuelta se produce en París (el telón de fondo), contraponiendo así el temperamento natural con la técnica despersonalizada. Como decíamos, el plantel de actores es destacado, encabezado por Bradley Cooper, Sienna Miller, la oscarizada Alicia Vikander, Emma Thompson, Daniel Brühl y Omar Sy, aunque tampoco puede hacer mucho por salvar un guión lleno de tópicos en torno al mundo de la alta cocina, que deambula por una narración que no termina de definirse entre la comedia y el drama de superación. Y cuyo ritmo va en zozobra constante, que lo mismo capta nuestra atención que nos abandona al sopor. En el terreno gastronómico aporta poco y resulta escasamente interesante la relación del protagonista con su antagonista, interpretado aquí por Matthew Rhys, excelente actor al que conocemos de la serie The americans (2013-). Como curiosidad, la película está producida por el chef Gordon Ramsay, conocido por sus formatos televisivos Pesadilla en la cocina (2005-) y Masterchef (2010-) que también ha actuado como asesor gastronómico.



For Grace (2015), de Kevin Pang y Mark Helenowski

Las producciones documentales en torno a las experiencias vitales y profesionales de diversos chefs suelen ser las más habituales en este subgénero. Se trata, en la mayor parte de los casos, de ofrecer una visión personal del sacrificio diario que supone convertirse en un cocinero de éxito, muchos de ellos responsables de restaurantes con estrellas Michelin. Es el caso de este reciente documental, que se centra en la figura del chef norteamericano Curtis Duffy, al que acompañamos en su primera aventura como dueño de su propio restaurante, Grace, el único de Chicago que cuenta con 3 estrellas Michelin junto al prestigioso Alinea de Grant Achatz. Como personaje protagonista, Curtis Duffy tiene todos los elementos para construir una buena narración, proveniente de una familia sin recursos económicos, maltratado por su padres en la infancia y con una tragedia familiar como bagaje personal que resulta impactante. Pero en cierto modo, el documental se dedica más a indagar en estos aspectos personales del protagonista que en ofrecernos realmente su relación con el mundo gastronómico. Solo en pinceladas concretas (el rechazo de su mentor, Charles Trotter, la descripción del trágico desenlace del secuestro de su madre) encontramos momentos que nos acercan al cocinero en su faceta más íntima. Pero la propuesta que nos plantean los directores camina por sendas convencionales en cuanto a estructura, y consigue atraparnos a ratos, especialmente en las escenas de preparación y diseño del nuevo restaurante.   



The trip to Italy (2014), de Michael Winterbottom

En el año 2010, el director británico rodó la serie The trip (2010), un viaje protagonizado por dos actores cómicos, Steven Coogan y Rob Brydon quienes, retomando sus personajes de la película Tristram Shandy: A cock and a bull story (2005), recorrían diversos restaurantes de la campiña inglesa con la excusa de una supuesta serie de reportajes para el dominical del periódico The Observer. Estrenada en la BBC, la serie se editó en forma de largometraje para su distribución internacional. Sin apenas historia, y ni siquiera firmada por un guionista, se trataba de acompañar a estos dos actores en sus diálogos improvisados mientras degustaban las excelencias de los restaurantes del Distrito de Los Lagos, al Norte de Inglaterra. Las buenas críticas hicieron que en 2014 la BBC estrenara una segunda temporada de la serie, también distribuida en el resto del mundo como película. Este mes llega a nuestras pantallas Viaje a Italia (2014), en la que los actores reciben el encargo de comentar seis restaurantes de la campiña italiana. Sin duda, la personalidad carismática de los protagonistas sigue siendo el principal punto de apoyo de la película, mientras que la parte gastronómica en realidad es una mera excusa para sus reflexiones en torno a la vida y sus profesiones, y para dar rienda suelta a su ramillete de imitaciones, ahora asentadas sobre una leve trama escrita por el propio Winterbottom que da pie a la introducción de nuevos personajes. En el aspecto formal, podemos disfrutar de hermosas postales de la campiña y conocer algunos de sus restaurantes más destacados como la Trastorna della Posta y Oliver Glowig (ambos en Roma), el Ristorante Il Riccio (Capri), La Cantina (San Fruttuoso), la Trattoria Albana (Mazzolla) y Relais Blu (Massa Lubrense). Se agradece, eso sí, que Winterbottom, entre diálogo y diálogo, introduzca la cámara en los fogones de estos restaurantes.



Little Forest: Summer/Autumn (2014), de Junichi Mori
Little Forest: Winter/Spring (2015), de Junichi Mori

Esta producción japonesa está basada en el cómic que Daisuke Igarashi publicó entre 2002 y 2005 en torno a una joven que vive sola en una pequeña localidad en mitad del bosque. Cada uno de los capítulos del manga incluía una receta inculcada a la protagonista por su madre. Lo que convertía al manga no solo en una historia que reivindicaba el contacto con la naturaleza sino también en una especie de recetario de platos tradicionales entre las comunidades agrícolas. El director Junichi Mori decidió trasladar el cómic al cine en cuatro películas independientes, cada una dedicada a una estación del año, agrupadas en forma de dos largometrajes estrenados en 2014 (Verano y Otoño) y 2015 (Invierno y Primavera). Ciertamente la historia es anecdótica, sin que realmente veamos evolucionar a la protagonista, pero el interés del director parece más centrado en capturar el espíritu poético y las descripciones gastronómicas del cómic. En este sentido, las películas componen un fresco de gran belleza formal pero de escaso interés narrativo. En la parte del recetario, el director contó con la colaboración de Yuri Nomura, propietaria del prestigioso restaurante Eatrip, situado en Tokio, que practica principalmente una cocina orgánica y estrechamente vinculada a los productos naturales. Los amantes de la gastronomía asiática al margen de los consabidos sushis, sin duda encontrarán un interesante recorrido en estas películas.      



El Xef (2015), de David Miralles

Miniserie de cuatro episodios que pretende descubrirnos los entresijos de la cocina de David Muñoz. El responsable de la producción es David Miralles, de la productora Zanskar, la misma responsable de las series protagonizadas por Jesús Calleja como Planeta Calleja (2014-), en uno de cuyos programas participó el chef, siendo éste el punto de partida para el desarrollo de esta serie. A lo largo de dos años, el equipo ha acompañado a David Muñoz en la evolución de sus diferentes propuestas de negocio: principalmente en los cambios de ubicación de DiverXo y StreetXo, y en la preparación de su desembarco internacional, que comenzará en Londres dentro de tres o cuatro meses, y que ya plantea otras posibilidades en otros países. Lo más interesante del documental es descubrir el sistema de trabajo del cocinero y sus colaboradores, en general mostrado con honestidad, quizás en ocasiones algo importada, mientras por otro lado nos acerca a su personalidad y hace un balance de sus inicios. Algo controvertida es precisamente la opción de dejar a un lado parte de su actual vida personal (quizás por imposición del propio protagonista para evitar el morbo "rosa"), pero no tiene mucho sentido ofrecer un retrato íntimo del chef (sus orígenes, sus viajes, sus preocupaciones, sus sueños...) mientras se obvia (con solo algún leve retazo) una parte fundamental de su actual equilibrio personal. En todo caso, pesa en contra de esa serie documental su estructura formal en paralelo con otras producciones de la cadena, que encorseta la narración. En este sentido, lo que podría haber sido un interesante viaje al interior de la alta cocina se convierte en un sucedáneo de otros programas de Cuatro.    



Chef's table (2014-), de David Gelbe

Netflix ha anunciado hace unas semanas el visto bueno a próximas temporadas de esta serie dedicada a chefs de diversas nacionalidades que han destacado por elaborar una cocina con personalidad propia. A la espera de los dieciséis nuevos episodios que se irán estrenando hasta 2017 y que plantean retratos apasionantes de Grant Achatz, Enrique Olvera, Alain Passard o Alex Atala, es recomendable revisar la primera temporada. El italiano Massimo Bottura, el norteamericano Dan Barber, el argentino Francis Mallmann, la japonesa Niki Nakayama, el neozelandés Ben Shewry y el sueco Magnus Wilson son los protagonistas de los seis episodios. Con una producción cuidada, nos acercamos a algunos de los restaurantes más peculiares del mundo, desde la Patagonia argentina hasta un pequeño pueblo de los fiordos. Chef's table es un espléndido viaje a través de la creación gastronómica, centrada en la filosofía y la forma de entender la cocina de cada uno de sus protagonistas, y aunque realiza el habitual retrato personal, se interesa más por las técnicas, los procesos de trabajo, las reflexiones sobre el mundo de la cocina... En esto la serie acierta plenamente, alejándose de los tópicos y ofreciendo una pincelada maestra de cómo debería ser una producción dedicada al mundo culinario. Es también notable la cuidada selección de los protagonistas de cada capítulo, con fuertes personalidades que los hacen atractivos para el espectador, y con una visión de la gastronomía que va más allá de la simple degustación, planteada más como una forma de vida en torno a la cohesión con la naturaleza (Mallman, Barber), la experimentación (Nakayama, Wilsson) o la conexión con la tradición (Bottura, Shewry). Una serie sin duda imprescindible para acercarse a la gastronomía desde la pasión y la creatividad. 






Viaje a Italia se estrena en cines el 29 de abril
Little Forest se estrenó en el Festival de San Sebastián 2015
El Xef se estrenó en Cuatro 
Chef's table se estrenó en Netflix


06 abril, 2016

The walking dead: Expectación v. decepción

La serie de más éxito de la cadena ABC se ha despedido esta semana con un capítulo final que se esperaba con impaciencia. La segunda parte de esta sexta temporada ha venido planteado unas expectativas que al final han sido desaprovechadas o, al menos, no han dado el impacto que se esperaba de ella. ¿Sigue siendo The walking dead una serie a tener en cuenta?


El comienzo de la temporada en el mes de octubre ofrecía buenas expectativas. La horda de caminantes ocupó buena parte de la trama principal, y asistimos a algunos de los momentos más sobresalientes de la lucha contra los zombis por parte de esta comunidad de supervivientes. Y la serie recuperó buena parte de su espíritu original en ocho episodios con escenas de acción bien rodadas y momentos especialmente sobrecogedores. La invasión de Alexandria por parte de la horda de caminantes supuso el final de una primera parte que nos devolvió las esperanzas en una serie que ha vivido altibajos a lo largo de sus diferentes temporadas y sus cambios de showrunner. 

La segunda entrega de esta sexta temporada venía precedida de las referencias al cómic y las expectativas de acontecimientos que se acercaban a algunos de los momentos más impactantes del cómic. Ciertamente, la serie no ha sido fiel a la narración creada por Robert Kirkman, incluso en el desarrollo de algunos personajes como Carol Peletier (que en la serie ha sobrevivido más tiempo que en el cómic) o en la creación de nuevos personajes como Daryl Dixon, logrando componer un universo paralelo que solo en determinados momentos continúa el camino original. 

En este sentido, parte de esta sexta temporada ha jugado al despiste, con recursos tramposos en torno a la desaparición de personajes principales que al final han resultado poco menos que juegos de despiste hacia los seguidores de la serie. Pero, a base de repetirse, se han convertido en recursos impropios de una producción que debería utilizar otro tipo de propuestas de guión para mantener la atención de los espectadores. 

Podríamos decir que el último episodio de The walking dead ha sido el ejemplo perfecto de lo que ha sido esta sexta temporada, especialmente en su segunda parte. Durante todos estos meses se ha estado hablando del personaje de Negan, sin duda, uno de los más importantes antagonistas que tienen los protagonistas en el cómic. La expectación se ha mantenido constante, pero igual que da la impresión de que los casi 50 minutos que ha tardado el último capítulo en presentarnos al personaje han sido un reflejo de las 7 entregas que hemos estado escuchando hablar de él, con filtraciones del actor que lo iba a interpretar incluidas: pura paja para llegar al momento decisivo. Bien es cierto que en esta trayectoria hemos podido ver algunos momentos interesantes, como en The same boat, con la captura de Maggie y Carol, y el comienzo de la transformación de esta última.


La sexta temporada, en su segunda tanda, ha pasado de ser la de la lucha contra los muertos vivientes a la de la guerra entre los supervivientes. Interesante giro que enfrenta al ser humano contra sí mismo en medio del apocalipsis. Y en ese sentido, el pacifismo de Morgan Jones tiene poco futuro, como de hecho veremos en el último episodio. 

Negan ha llegado como se esperaba. Envuelto en un aura de liderazgo que lo convierten en un perfecto arquetipo de personaje antagonista, charlatán e inhumano. Quizás lo mejor de su monólogo de presentación (decepcionante para mi) es la lógica de sus acciones. Como ocurre en el cómic, en realidad la culpa de la situación a la que han llegado los protagonistas es más de Rick que del propio Negan. Y sin duda será uno de los puntos fuertes de la séptima temporada su posicionamiento como líder ante la comunidad de supervivientes. 

De vuelta al juego de las trampas, el final vuelve a ofrecernos un cliffhanger en torno a la muerte de uno de los protagonistas. Y la pregunta del millón, "¿a quién mató Negan?", se convierte en una constante rumorología en torno al análisis de la secuencia para tratar de encontrar al (parece que la víctima es masculina) receptor de los golpes de Lucille. Si nos atenemos al cómic, la víctima está clara. Originalmente, Glenn muere a manos de Negan en una de las escenas más brutales del cómic. Pero, como ya dijimos, la serie viene planteando desde el principio su independencia de la trama original. 

The walking dead ha ido zozobrando en distintas temporadas entre recortes de presupuesto por parte de ABC (sí, no solo en España recortan presupuestos a series de éxito) y desavenencias con los showunner. Pero se mantiene como una de las más fructíferas producciones televisivas, convirtiéndose en todo un fenómeno que tiene el futuro más que asegurado. Eso sí, si los guionistas tienen que estar jugando a engaños tramposos en cada nueva entrega, el interés por la misma se irá desvaneciendo lentamente.